Presentación del libro Fantasmas Colectivos: Clínica del sujeto de Graciela Musachi

Lecturas Críticas[1] (*)

Acerca del libro Fantasmas ColectivosClínica del sujeto[2]


Cecilia Fasano: Buenas noches. Cecilia Fasano es mi nombre. Soy miembro del Centro Descartes y asociada a la Escuela de la Orientación Lacaniana de la ciudad de la Plata y dirijo la revista Estrategias-Psicoanálisis y Salud Mental.

Germán García: Fundamental, les recomiendo esa revista.

Cecilia Fasano: Yo escribí algo para hacer esta presentación. Le puse un título: Dios está en los detalles y el diablo en las gene

ralidades.
A riesgo de impresionar obsecuente quiero decir que para mí verdaderamente es un gusto compartir junto con Germán García la presentación del libro de Graciela Musachi: Fantasmas colectivos: clínica del sujeto editado por UNSAM.  Dos palabras sobre la editorial:  UNSAM es una editorial joven que depende de la Universidad Nacional de San Martín, es una universidad pública del Conurbano Bonaerense, que en dos décadas de trayectoria ha logrado reconocimientos significativos. Una mirada rápida por el catálogo de la editorial nos devuelve una interesante diversidad en sus colecciones de historia, filosofía, ciencia y tecnología, arte, letras, política, religión, ciencias sociales, educación y por supuesto psicoanálisis.
Fantasmas colectivos es un libro que comencé a leer literalmente de atrás hacia adelante: contratapa, solapa de contratapa, información sobre la serie Tyché que incluye autores como Jacques-Alain Miller, Osvaldo Delgado, Serge Cottet, Antoni Vicens, Bernard Lecoeur, Germán García y Damasia Amadeo de Freda. Luego un apartado adicional basado en el buen gusto de no mutilar las referencias dedicado a detallar la bibliografía citada en cada artículo. Y finalmente un prólogo a cargo de Damasia Amadeo de Freda. El resultado: catorce artículos, noventa y siete páginas, letra pequeña y una tapa ilustrada con una obra de Francisco Hugo Freda: Líneas de 2013. Muestra una trama de hilos muy delgados y superpuestos, diferenciados sólo por sus tonos verdes, rojos y negros, que forman una maraña que puede ser una invitación al lector para desenmarañarla o sencillamente ilustra la complejidad de lo que allí se aborda. En ese sentido, creo que el libro no está dirigido al lector habituado a una lectura veloz de corte consumista. Fantasmas colectivos reúne trabajos comprendidos entre el año 2001 y 2015, de modo que están plasmados cerca de quince años de trabajo. Si tuviera que elegir un adjetivo para animar a un posible lector diría que es un libro concentrado[3], y agregaría un verbo: es un libro concentrado que enseña.

¿Qué es enseñar [pregunta Lacan en 1962] cuando lo que se trata de enseñar, se trata precisamente de enseñarlo no sólo a quien no sabe, sino a quien no puede saber? Y hay que admitir que, hasta cierto punto, aquí estamos todos bajo la misma enseña, tratándose de lo que se trata[4]

Fin de la cita de Lacan. La ocasión es propicia para contarles una breve anécdota histórica porque me da pie para introducir al lector en lo que considero es el espíritu del libro. Cuentan los historiadores que entre las muchas invenciones que se le atribuyen a Leonardo Da Vinci, el sabio renacentista, estaba su pasión por la cocina, que lo llevó en el año 1473 a inaugurar junto a su amigo, el gran pintor Botticelli un restaurante que bautizaron La enseña de las tres ranas de Sandro y Leonardo. El lugar adornado con los lienzos pintados por cada uno de los artistas ofrecía un menú muy particular. Leonardo proponía una cocina vanguardista con sabores fuertes, concentrados y sabrosos, pequeños y originales, más cerca de la actual cocina gourmet y definitivamente a contramano de las costumbres de la alta sociedad de la época que consistía en atiborrarse de comida. Por ejemplo, una recomendación de Leonardo era anchoa enrollada descansando sobre una rebanada de nabo bellamente tallada a semejanza de una rana. He aquí la analogía: si el lector se adentra a las páginas de este libro a poco estar encontrará sabores fuertes, concentrados y en ocasiones sabrosos. Como La enseña de las tres ranas a sus comensales, los platos no son para atiborrarse sino para degustar lentamente y así, el lector de paladar exquisito dejándose enseñar saldrá satisfecho y habrá saciado su hambre de conocimiento, aunque no lo hará de una sentada.
Elegí poner el foco en dos de los catorce artículos del libro: Lacan: negaciones y afirmaciones y Demasiada literatura. O tal vez, sea más preciso decir que esos artículos pusieron el foco en mí. No es sencillo saber cómo funciona el arte de la lectura. Recordemos que Lacan decía: “Imposible saber quién lee”[5], mientras Ricardo Piglia en su ensayo El último lector[6] afirmaba: “quien lee construye el texto”. Por su parte Oscar Masotta y a propósito de la lectura en la contratapa de Radiofonía y televisión señalaba: “Cada vez que se lo va a buscar en la palabra escrita se vuelve escurridiza, inalcanzable”[7] Como en todo producto lacaniano, Fantasmas colectivos no es la excepción: “el lector denunciará aquí ciertos huecos en lugar de la palabra hurtada (…) textos lagunares resultados del bien escribir”[8]. Fin de la cita de Masotta. De este modo, quiero acentuar que mientras la complejidad del acto de la lectura se vuelve tangible, podemos comprobar junto con la autora que lo que pasa al leer es, entre otras cosas, algo del orden de la inutilidad, risa, exaltación, alivio, angustia, resulta ser goce dirá más adelante.
Para concluir, “sólo identifico aquello con lo que me identifico”[9] advierte Graciela Musachi retomando una frase de Germán García en su libro sobre la identificación[10]. Advertencia que explica por qué para mí cobró especial relevancia la afirmación de la autora cuando dijo: “Para mí Jacques Lacan es mi buena fortuna”[11]. Identificarse con lo que se lee puede dificultar la lectura o enriquecerla, esta última acompañó mi lectura del libro. Los invito a compartirla.

Germán García: La cuestión es complicada, porque el estilo concentrado es realmente notable porque por momentos es aforístico directamente. El fraseo lo usa de manera aforística. Entonces uno tendría que desplegar cada parte, como se dice, las flores japonesas. Yo siempre las nombro pero nunca las vi. Sé que son unas flores literarias, igualmente. Pensé en tomar lo que vos decías del lector. Primero, que se puede decir que la teoría de la lectura pasó por tres momentos: uno en que el dueño del sentido era el escritor, el autor, entonces la cuestión era hacer la filología de lo que se llamaba la intencionalidad del autor. Con qué intención el autor hizo siete círculos del infierno y no tres o nueve. O sea, una explicación teleológica. Todo eso después en el romanticismo tuvo su pleno auge. En la retórica se decía el autor como Dios, como que estaba de algún modo detrás moviendo los hilos; lentamente el autor fue siendo desplazado. Hay varias corrientes: norteamericana, la crítica, etc., pero la que se hizo conocida entre nosotros que es un derivado, no es la original, es la francesa, estructuralismo francés que deriva de los americanos. Pero en ese momento nosotros habíamos cambiado de amor, es decir si la generación de Masotta quería a Faulkner, a Hemingway, a todos esos, nosotros ahora queríamos a los franceses. Queríamos a los franceses que conocíamos y a los que no conocíamos, como es el amor. Como el amante cortés que no conoce a la amada pero que sintió hablar de ella por supuesto en algún lugar. Compramos el estructuralismo francés como si fuera el original, pero en verdad es un derivado. Ese es un tema de la gente que estudia la teoría de la lectura o la crítica. En el estructuralismo se le dio la palabra al texto, ya el dueño no es el autor ni el lector, el dueño es el texto. El autor nos dice no saber lo que escribió o no puede afirmar que sea eso y no otra cosa, y el lector trata de decir que no sabe lo que leyó.  El que le puso el moñito a toda esta cosa de la incertidumbre fue el propio Roland Barthes que había inventado la ciencia de la escritura cuando escribió un textito muy lindo que se llama El placer del texto[12] donde dijo que uno leía a su gusto y se acabó. Entonces él pasó de la escritura, de la cual él había hecho la ciencia hacía un mes, al lector. El lector tiene la última palabra. Esto ya Macedonio lo preveía porque decía que convenía empezar un libro por la tapa. Pero no por el título de una tapa, sino que en la tapa tenía que empezar la novela describiendo el acto en que el lector entraba, compraba el libro, lo pagaba y salía, garantizando que alguno que mirase iba a ser un cliente posible del libro. Empezó a decir que lo que el lector quiera fue hasta ahora el hundimiento de la literatura. La literatura tiene dos refugios: uno la universidad, lo que dice el profesor, los chicos van leen y afirman que eso es lo verdaderamente correcto; y el otro lo que dice el mercado que no es una retórica de qué es bueno o malo sino qué es entretenido, qué apasiona, son los significantes que se usan cotidianamente. Una novela que narra la triste vida de una mujer abandonada, o al revés de un tipo también abandonado.
El texto psicoanalítico no escapa a estas reglas. El texto psicoanalítico empezó por el dolor, el esfuerzo de comprender qué quería decir Lacan. ¿Qué era ese enigma, ese misterio? Después siguió, porque bueno, la lectura del texto mismo, etc. nos iba a revelar lo que Lacan enseñaba. Ahora las escuelas de psicoanálisis hacen festivales, hablan de nada, ven películas, hablan de…tonterías, invitan a un pintor. Los pintores, no sabemos lo que piensan, pintan, ellos creen que los cuadros no se dicen sino que se ven. Al menos mis amigos son grandes pintores, no conozco a cualquiera, conozco a Macció[13], a Noé[14]. En fín, ellos se ríen, no tiene mucha importancia, el que quiso ser más teórico fue Felipe Noé, pero no es famoso por eso, es famoso por su obra.
Entonces a mí lo que me parece es que Musachi logra una tensión muy particular. Ustedes saben que Lacan tenía un sueño medio neoclásico, como decía un amigo mío español que sabía muchísimo de estos temas, Alberto Cardín[15]: “ese tío es neoclásico” decía. Ese tío neoclásico era un hombre que tenía buena cultura de la derecha francesa, entre otras cosas. Ese estilo neoclásico se imitó en una época acá, hay una persona, Graciela Musachi la conoce mucho, que todavía selecciona artículos míos de aquella época que son incomprensibles para mí mismo. Musachi logró una cosa que es esta: tener un fraseo muy lacaniano, por decir esto, pero que tiene justamente esa condensación de la que habla ella. O sea, ha hecho una mezcla del Koan Zen y, porque yo creo que a ella le gusta, como a mí también me gusta, extraer de pronto frases de Lacan que dicen todo el texto. Son como lo que decía Roland Barthes de que el título es el álgebra del texto. Bueno, en Lacan hay frases que dicen todo el texto. Como en una frase que me gusta a mí, traducida por Ballesteros, de Freud[16] que refiriéndose a una niña dice: “(…) lo vio, sabe que no lo tiene, quiere tenerlo.”[17] Pero está puntuado al revés: lo vio, punto, sabe que no lo tiene, punto, quiere tenerlo, punto. Esta frase me parece que en tres palabras reunía toda la teoría que tuvo Freud sobre el tema. Bueno, algo de eso yo veo en el libro de Graciela, que si bien acá ella habla de mujeres y no dice: “lo vio, quiere tenerlo”, eso ya no se dice, se dice entre gente mayor, de otra época y la gente joven le perdona ciertos anacronismos.
Los temas: conozco muchos de ellos, otros tienen muchísima información, por ejemplo una que sale de una investigación que ella hizo y que seguramente me ocultó para que no se la sustrajera (risas). Dice:

La enfermedad de la época es el rechazo de la performance del lenguaje, o lo que es lo mismo, el culto a la competencia, es decir, cierta idealidad a la que el lenguaje es reducido. La noción forjada del término estructuralismo intenta prolongar la delegación hecha en un momento, a un cierto especialista…de la verdad-pura invención periodística-: la delegación de un cierto vacío que se percibe en la rarefacción del goce. De esto resulta el título de la traducción española -Lectura estructuralista- de sus Écrits, versión que J.-Alain Miller adjetiva fuerte: título increíble, horrible, error completo.”[18]

La primera traducción que hubo de Lacan más o menos extensa fue una parte de los escritos que, para seguir la onda del momento, le pusieron en México por suerte, esta vez no somos nosotros que siempre somos los que metemos la pata, Lectura estructuralista de Freud. El original se llama como sabemos: Écrits, Escritos. Entonces, Miller, según dice acá Graciela, escribió un: “título increíble, horrible, error completo”. Porque Lacan, entre otras cosas, dijo al poco tiempo que estaba de moda el estructuralismo, que el estructuralismo iba a durar una primavera, un verano. Como diciendo “yo no tengo nada que ver con el estructuralismo”, se demarcó enseguida. Efectivamente el estructuralismo era lo que cantaba loas a la muerte del sujeto, a la desaparición del sujeto. Lacan aparecía como un viejo en la antigüedad que ponía en el centro de su juego al sujeto. Eso llevó a una serie de polémicas entre Derrida y Lacan que fue fructífera indirectamente, porque los franceses, me he dado cuenta yo, al menos los que yo conozco, tienen la costumbre discutir con otro y guardarse el argumento para un tiempo futuro. Por lo tanto, el otro no entiende que fue quien le dio el argumento. Derrida había inventado la semiosis, la semiosis infinita. Yo termino el artículo aquella época con una frase de Derrida que dice “huellas de huellas” ... Cuando él atacó a Lacan, Lacan percibió que tenía que separarse de la posibilidad de la metonimia infinita. Y entonces ¡tac! el objeto a. El objeto a es una bala muy buena porque mata de un sólo tiro dos pájaros: lo separa del estructuralismo, de la semiosis infinita; y le permite introducir el goce en el cuerpo. Porque el objeto a es un desgarrón del propio cuerpo, es algo que en un momento es algo…en otro momento es otro, pero ya pasó la pelea. Con esa operación Lacan se saca de encima a dos molestos que eran Deleuze y Guattari, que habían escrito El Anti-Edipo[19] diciendo todo el cuerpo que tenemos…Tenía algunos alumnos que se volvían locos, especialmente alumnas…que tenemos “x” sexos. Yo decía: “y eso…¿qué forma tiene?”. Entonces tenían “x” sexos, todo el mundo era así, políglota, polisémico, polisexual, etc. Todo contra el lacanismo, contra Lacan mejor dicho. Lacan no respondía nada. Según cuenta la historia, llevó El Anti-Edipo a su clase, lo dejó sobre el escritorio, la mujer de uno de los autores (no sé si de Guattari o Deleuze) estaba sentada ahí esperando qué decía Lacan y Lacan ni lo abrió, se lo llevó y nunca dijo nada. O sea que no se enteraron qué opinaba Lacan. Pero yo les puedo asegurar que todo lo posterior es una respuesta de Lacan a esas dos cosas: a Derrida por un lado, y a Deleuze y Guattari por el otro lado.  Ruptura con el estructuralismo entonces; ruptura con el equívoco de que el psicoanálisis es solamente palabras, significantes; introducción del cuerpo en conjunción con lo real, etc. Bueno, no vamos a dar clases acá.
Todas esas cosas están condensadas en este libro, todas esas cosas que son muchos libros, no es uno, ni siquiera uno de Lacan sino de varios autores. Entonces dice:

Contribuye [el título horrible…] a la razón de ese error, el hecho de que Lacan fuera famoso al mismo tiempo en que el estructuralismo como moda se desarrollaba en Francia; pero el vaciamiento del sujeto hecho por Lacan es una invención suya de los años 40 y, por lo tanto, precede al estructuralismo. [Vaciamiento del sujeto, no muerte del sujeto, ni desaparición del sujeto.]
Conocer la naturaleza “verdadera” de esta perversión titulada, así como el contexto del acto de inclusión de Lacan al castellano bajo el significante Siglo XXI, me condujeron a Arnaldo Orfila Reynal[20], de quien Gregorio Weinberg[21] dijo, en un homenaje: “Siglo XXI, es decir, Arnaldo Orfila Reynal”. [22]

Era un señor muy querido por todo el mundo al que le gusta la cultura porque inventó EUDEBA y llevó adelante Fondo de Cultura Económica en un momento y al final inventó Siglo XXI, junto con un montón de gente. Tengo yo el orgullo de que puse no sé si 5 pesos, porque era pobrísimo en esa época, para una colecta que era más bien un acto de asentimiento para que se fundara la editorial.
“Escribí a Orfila dos cartas durante 1990 preguntándole sobre estas cuestiones”.[23] A estas cartas ella me los ocultó también (risas), desde el 90 hasta ahora: ¡son 26 años!

Graciela Musachi: Siempre tiene secretos la mujer.

Germán García:

Este texto es el resultado de su silencio. El personaje es mítico en lo suyo. Nacido en 1898 en La Plata, un doctorado en Química, una posición que L. A. Romero caracteriza como humanista, socialista, liberal en un sentido amplio, una curiosidad infinita. En la década de 1940, se instala en México y su destino queda ligado a la editorial Fondo de Cultura Económica, de la cual hizo un gigante, según variados testimonios. Un episodio con consecuencias políticas -hacer que Fondo de Cultura Económica publique Los hijos de Sanchez de O. Lewis- [Un libro muy importante en su momento, usó el método del grabado de la familia de un tipo pobre] consolidó el mito: el artífice fue expulsado del Fondo y cien intelectuales de la hora “le” fundaron Siglo XXI, editorial con la que se propuso ponerse al día con el proceso de la inteligencia; una avanzada. Es el año 1966, el cual, gracias a la acción del significante, coincide con la publicación en francés de los Écrits, de Jacques Lacan. En poco tiempo, hace de Siglo XXI una editorial con carácter protagónico en la vida contemporánea del continente, al publicar títulos que ya eran parte de la cultura y otros que se anticipaban a sí mismos no solo en nuestra lengua, sino en la babel de la cultura -es necesario recordar también que Orfila fue quien dio vida al proyecto Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba)-.[24]

Esta historia de Orfila es muy linda pero les voy contar algo personal. Escribí un libro que se llama Macedonio Fernandez, la escritura en objeto[25]. Estaba bastante adelantado: no era ni el autor, ni la escritura, ni el lector, era el objeto. Pero, porque Macedonio dice estas cosas, da una idea de que la escritura construye objetos casi como una escultura. A Héctor Schmucler[26] y Oscar del Barco[27], dos cordobeses muy eruditos (Schmucler estudió con Roland Barthes en París, y el otro sabía todo de Bataille), les gustó mi libro y se lo dieron a Orfila Reynal quien lo hojeó y no se convencía. Héctor había hecho unos informes muy buenos y él confiaba mucho en ellos. Al final Orfila la zanjó así, dijo: “lo que pasa es que a mí, para escribir libros que no se entienden, prefiero que sean de franceses porque se venden” (risas). Iba a editar un libro afrancesado que no se entendía nada y que seguramente no iba a vender demasiado (hay que decir que Orfila desconocía mi fama de entonces y yo era bastante conocido), y lo editó así, con ese comentario irónico. Cosas raras que mejor que sean de franceses. Cosa que también opinan todos los argentinos, claro, ahora menos porque está un poco agotada la venta. Aquí se compraba cualquier libro de un francés sin saber qué era el psicoanálisis y los libros de todas las paráfrasis locales, aunque también se compraban paráfrasis francesas. El apellido era todo, como dijo hace poco un francés, que hablaba de la integración o no integración de los árabes y toda la historia reciente[28]: “bueno, pero los apellidos son los apellidos; y hay apellidos que no son franceses”. Muy interesante para entender algunas cosas, porque de pronto un apellido es como la clave de una cultura, dice él. Ahora parece un chiste el apellido, pero durante siglos el apellido fue algo así como la carta de presentación del ser de uno.

Pero ¿cómo fue entonces la transferencia de Lacan al castellano? La versión del profesor Héctor Schmucler -con quien tuve una comunicación personal- muestra que, en 1970, Lacan ya era un imperativo con futuro. Alguien cercano a Orfila dijo: “¡Hay que publicar a Lacan!”. ¿Laurette Sejourné, la antropóloga francesa, esposa de Orfila, cuyas relaciones amistosas con la intelligentsia[29] de su país aún persisten?
En la nota del director de la colección Psicología y Etología que aparece en la primera edición completa de los Escritos originales (1984), Armando Suárez [que es el que dirigía esta colección] afirma haber propuesto, en 1970, la traducción de los Écrits al director de Siglo XXI y relata cómo ese primer tomo traducía una “selección realizada por el propio Lacan de lo que en aquel momento consideraba él, más representativo de su obra”[30]-en 1975 aparecería el tomo 2 de esa selección-. Armando Suárez realiza la traducción (1984) de los textos no incluidos en 1970 y 1975, a los que se le da el mismo orden que la edición francesa.[31]

Esto es muy interesante y tiene muchos temas adentro encriptados, como se dice, porque yo que tengo amigos editores y charlo con amigos editores. Ellos están con el problema de que se abre la importación ahora y desaparecen los editores argentinos. Yo como patriota no puedo decir que me parece que es una buena noticia, porque son amigos míos.
Graciela Musachi: Son fantasmas colectivos me parece.
Germán García: Claro, fantasmas colectivos. Nuestros editores quedaron re fundidos por el proceso y otras situaciones. Muchos se salvaron haciéndose funcionarios de editoriales españolas metidas acá: como Planeta, Barral, etc., y otros siguieron haciendo lo que podían, pero entre lo que podían, no estaba poder pagar los derechos de autor de un premio Nobel. Porque además hay que traducir el libro y hay que pagarle al premio Nobel que no va gratis. Si a los españoles les abrimos la puerta, libros que están de moda hoy y que en seis meses los sacan del mercado, porque tienen un mercado mucho más veloz que el nuestro, libros así entrarían acá a toneladas para felicidad de los lectores y para desdicha de los editores nuestros. Pero acompañar a los editores nuestros también es un poco triste, es quedarse fuera de muchas cosas. Es un dilema muy interesante.
Graciela Musachi: Bueno, también tiene que ver con la economía de un país, no poder pagar traducciones y todo eso.
Germán García: Por supuesto, un país millonario como los norteamericanos tienen los museos que tienen porque durante la Primera Guerra Mundial y en la posguerra inmediata iban las chicas Guggenheim (Peggy Guggenheim, tengo la biografía de ella) a París. Se hacían felices robando tipos de arte erótico francés, que estaba de moda y aparte de esa felicidad, compraban todo lo que encontraban y le mandaban a su papá, que en vez de pagar impuestos hacía grandes museos. Todas esas diferencias son muy interesantes para pensar la Argentina, si el barco se hunde o sigue flotando. Porque acá hay mucha gente que se puso a elogiar, en medio del páramo de la dictadura, a Victoria Ocampo. Cosa que nunca hubiese ocurrido antes porque era de la derecha total. Pero empezaron a elogiar a Victoria Ocampo que nos enseñó todo…a mí no me enseñó nada, pero bueno, hay gente a la que le enseñó todo Victoria Ocampo. Entre Victoria Ocampo y una Peggy Guggelheim hay una diferencia. Una Peggy Guggelheim, que además le gustaba divertirse, compraba esas obras, su padre armaba el gigantesco edificio, tipo el centro Kirchner, digamos así; y metían todas las obras y las chicas seguían divirtiéndose, ponían directores, especialistas en pintura, etc., etc.
Victoria Ocampo llevaba la guita en el bolsillo y si uno no era amigo de ella…fuiste. Witold Gombrowicz, polaco refugiado acá, la mandó a cagar, dijo: “yo no me voy a arrodillar hasta la casa de Victoria Ocampo”, se quedó al margen de la cultura argentina, para quedarse en la Argentina. Me rectifico un poco con esa otra señora millonaria, Amalita Fortabat. Pero ella lo hizo cuando se estaba muriendo. Tampoco lo hizo mientras vivió acá felizmente. Hizo un museo y metió toda su ronda, etc., etc. Gracias a que se llevaba mal con la hija.

Armando Suárez elogia a Tomás Segovia, [yo en el último número de la revista Descartes, acabo de publicar una hermosa conferencia que dio Segovia, hablando de psicoanálisis y de lo que él aprendió siendo traductor de Lacan] quien había traducido los Écrits en 1970: “Dudo -afirma- que en otras lenguas haya tenido Lacan un traductor tan fiel al espíritu de su letra y a la letra de su espíritu (…)”, agregando algo muy notable: “ (…) eso lo ha logrado no por su dominio de la lengua y la literatura francesas sino [por]  su condición de altísimo poeta de la lengua castellana”[32].[33]
Tomás Segovia era valenciano, los padres lo llevaron a los diez años a vivir a París donde estudió y después se fue a algún lugar de Sudáfrica, que también era de lengua francesa. Después recaló ya de grande en México donde fue un escritor, ensayista y poeta muy importante.

Graciela Musachi: Salió un libro hace poco, bastante grande con todas sus obras.
Germán García: Si, yo tengo bastante de Tomás Segovia. “Menciona los principios de traductor de Segovia: ‘defender la sintaxis y, en lo posible, el vocabulario español frente a la colonización por el francés’.”[34] Ustedes imagínense Segovia escuchándonos hablar a nosotros que decimos: “me hace síntoma”, “me hace obstáculo”. Segovia se va. Dice: “¿Qué he hecho cuando traduce esto?, estaba ciego”.
Graciela Musachi: “autorizarse de sí mismo”
Germán García: “No, lo importante es la sintaxis y no sé que”, y se encuentra con el lacanismo. Esto es una aberración. Un invento francés para destruir la lengua española. Entonces, dice Musachi: “notemos, al pasar, el par de significantes: traducción-transferencia/colonización”[35]. Una muy buena observación también de esas, esto es lo que yo digo de ella, aforística. Pero la vamos a dejar hablar un poco.
Graciela Musachi: Primero quiero decir esto: que voy a retornar a Lou Andreas Salomé por enésima vez. Siempre me llamó la atención esa frase de ella: “los hombres se pelean, y las mujeres dan las gracias”. No sé qué quería decir Lou. Pero tengo que dar las gracias. No puedo hacer como Lacan que decía: “no les doy las gracias, porque tendría que agradecerme a mí mismo”. No puedo hacer eso, porque me colocaría del otro lado. Entonces si quiero ser mujer voy a agradecer, aunque no sepa lo que quiere decir Lou.
    En primer lugar, creo que no vino Damasia, pero quiero agradecerle porque fue su ocurrencia. El año pasado durante las jornadas en un pasillo, me pidió armar un libro. Rápidamente, como ven ustedes en este país que las cosas tardan a veces mucho, ya estamos presentando el libro que le di a mitad de año. Así que se lo agradezco. A Cecilia: yo creo que vos encontraste algo que para mí antes era un tormento cuando me decían que era concentrada, pero ahora es un orgullo debo decir, porque bueno, es un estilo. Es un estilo y me gusta. A mí me gusta, los demás que se arreglen, si quieren comprar el libro pueden hacerlo, pero no les prometo nada. Bueno, gracias por la presentación. Aprecio también el estilo con que lo dijiste.  Bueno, Germán, ya estoy harta de agradecerte. No te agradezco más (risas). A mis amigas que vinieron de muchos años, están aquí, casi…no todas…pero muchas de ellas, también les agradezco. Y a todos ustedes.
Respecto de Orfila Reynal, en realidad lo conocí. Vino una vez a Buenos Aires, una de las veces, él venía muy seguido y la gente de Siglo XXI lo llevó una noche a escuchar tangos y estuvimos hablando con el viejo, que ya era bastante viejo en ese momento, murió cerca de los noventa años. Un tipo encantador, era verdaderamente el gran hombre porque todo el mundo estaba a su alrededor escuchando lo que tenía para contar. Se pueden imaginar que con esa vida tenía todo para contar. Entonces de ahí surgió la idea de averiguar cómo es que había querido traducir a Lacan al castellano. Me doy cuenta de que tengo dos publicaciones así. La otra es: Lo que pasó con Estela Canto[36] [37]. La misma cosa con Estela, la que escribió Borges a contraluz[38], estuve unos cuantos años, gracias a que Germán empezó a investigar sobre esa famosa frase de que Borges se había analizado y que vino para la BIP en su momento. Yo me hice medio amiga de ella, me contó muchísimas cosas, muchas cosas de su vida, de la relación que tuvo con Borges, yo no anoté nada. Me olvidé de todo lo que me contó, y así surgió el libro.

German García: Decí dos palabras sobre “la” Canto porque no creo que se la conozca tanto.
Graciela Musachi: Bueno, como ya dije, primero ella escribió ese libro Borges a contraluz, donde cuenta su relación con Borges en los años 40. Cuando ella fue uno de los grandes amores de Borges, Borges era muy enamoradizo. Así que siempre estaba enamorado. Pero tuvo dos o tres grandes amores.
Germán García: Era un tormento, pobre, quedaba pagando.
Graciela Musachi: Quedaba pagando…y bueno ese es el mito, no sabemos. Se había enamorado de Estela, y se quiso casar con ella. Pero ella le dijo que primero tenían que tener una experiencia íntima, cosa que en ese momento se ve que no era así. Entonces, al parecer, él aprendió algo, no sé. Esa parte, la olvidé.
German García: ¿Con ella? (risas)
Graciela Musachi: Con ella no sé. No, no. Olvidé la parte que ella me contó si se acostaron o no. (risas) El hecho es que se fue a analizar. Según ella, se fue a analizar porque no tenía una economía y la única fuente que tenía para ganar dinero era dar conferencias, pero tartamudeaba el tipo. Entonces, por eso se fue a analizar con un echado de la APA.
Germán García: Vamos a tratar bien al Dr. Miguel Kohan Miller[39], que es muy simpático. Kohan Miller en verdad no era psicoanalista. Él era psiquiatra. Cuando se hizo de la APA, él fue a anotarse y le dijeron que para estar en la APA había que analizarse. Entonces él dijo que ninguna institución privada podía poner por encima del Estado sus pretensiones, y que no había ningún Estado que dijera que uno tenía que hacer montón cosas. Entonces eso era una secta. Las sectas tienen reglas que los Estados no registran, se ve que era bastante estatista. Era joven de la época del peronismo.
Graciela Musachi: Era para zafar.
Germán García: El viejo este que era muy simpático, era Jasperiano. O sea que las entrevistas que tuvo Borges con él eran al estilo Jaspers: la significación, más o menos oculta la cosa, etc., etc. Hay una explicación de eso que yo encontré hace poco en España. En un libro que se llama La historia del psicoanálisis en España. Garma se fue dos años a Berlín, porque tenía miedo a Freud. Siempre pasa así, al que inventa la cosa le tienen miedo y al guitarrista de Gardel le va bien. En vez de ir a verlo a Freud a Viena se fue a Berlín, estuvo dos años en Berlín con Theodor Reik. Cuando volvió lo hizo con una amiga alemana. Se instalaron en Madrid por una noticia. Empezaron a trabajar, pero resulta que al final los mismos que lo habían instalado le empezaron a tener envidia. La envidia es un deporte español bastante conocido. Ellos mismos escriben libros así, sobre la envidia española. Entonces en el barrio donde vivía esta mujer, en Berlín hubo un asesinato. Los españoles dijeron que la asesina se había refugiado en Madrid, con lo cual la metieron en cana. La metieron en un lío, pero después la soltaron; la otra no era asesina, ni nada; era psiquiatra o algo así. Garma se cabreó tanto con eso que se fue a Francia y se encontró con otro amigo: Cárcamo[40] que le dijo: “vámonos para Buenos Aires” …
Graciela Musachi: Celes Cárcamo era un argentino que estaba estudiando en Francia...
Germán García: …y analizándose en París. Entonces vinieron los dos para acá y él juró que iba a fundar la APA y que no iba a dejar entrar ningún psiquiatra, los psicólogos no existían todavía, se estaban por inventar. No dejó entrar a ningún psiquiatra, yo creo que es por eso. Pero el viejo no se lo tomó a bien, que no lo querían al viejo ese, porque el psiquiatra enseguida…claro, el psiquiatra sabe…por más psiquiatra que sea, el tipo…en esa época conocían a Jaspers, conocían la psiquiatría alemana…
Graciela Musachi: Además pensemos una cosa: él podía ejercer porque era psiquiatra, no porque estuviera en la APA. Dijo: “lo que me a mí me habilitaba a ejercer el psicoanálisis era el título de psiquiatra…”
Germán García: Es lo que yo expliqué…nada puede ponerse por encima…
Entonces para él, el psicoanálisis era un método. La psiquiatría tenía derecho a ejercer cualquier método que sirviera a la cura psíquica, de la cabeza. Todo esto fue la discusión que tuvo este viejo.
En cuanto a Borges, él no quería decir demasiado, se hacía…no se…nosotros íbamos a comer con Graciela. Era un tipo chiquitito así y yo me preguntaba: “¿este viejo porque no engorda?” (risas). El viejo se comía un asado…yo decía: “este viejo va a acabar en un hospital”. Era un personaje muy especial, casado con una mujer, mucho menor que él, veintipico de años, ya era un hombre muy mayor. Nosotros nos enteramos acá de la muerte de él y lo nombramos una especie de miembro de honor. Inventamos el mito del análisis de Borges. Que no era exactamente un análisis. A mí lo que me divertía cuando la gente decía que yo era un estilo Miller, yo decía que Borges se había analizado con Kohan Miller (risas). Entonces me divertía eso, la alcahuetería mía llegaba a un punto desmesurado. (risas)

Graciela Musachi: ¿Cuál fue el resultado de ese análisis? Fue que Borges no perdió el tartamudeo, sin embargo, ese fue un rasgo que se convirtió en parte de su encanto. Esa pequeña tartamudez que tenía…era encantador.
Germán García: Además descubrió la copita de grapa. Eso le daba ánimos para dar conferencias.
Graciela Musachi: Yo no tengo mucho más que decir. Quizás alguien del público quiere decir algo.
Germán García: Alguna de tus amigas que volvió del exilio (risas).
Graciela Musachi: No han leído el libro todavía.
Germán García: De afuera no se conocen muchas cosas. (risas)
Graciela Musachi: La distribución de los libros no es de las mejores en este país.
Germán García: La UNSAM tiene un lugar de venta de libros, yo nunca lo vi, pero ellos juran que en Lavalle a treinta metros de Montevideo. Eso me dijo la editora, cuando sacaron mi libro, porque yo me quejé también. Las cosas universitarias tienen ese problema, en tanto son financiadas nadie se calienta por recuperar la guita. Yo he andado por las provincias y siempre me regalan libros: las obras completas de Juan L Ortiz. Estaban en un sótano…”no, llevate una”, un libraco así. No les interesa. Editar para ellos es escalar en la interna. Es una costumbre, se puede criticar porque ocurrió siempre. Desde la reforma unitaria para acá.
Graciela Musachi: Yo quiero decir otra cosa. Hiciste una referencia libremente irónica a mi relación con escribir sobre las mujeres. Y justamente, es algo que yo quería decir, porque lo que escribieron ahí en el prefacio de presentación vuelven a resaltar ese asunto que aparece ahí de una manera lateral, por supuesto, porque siempre estoy enfocada en el tema. Pero es verdad que uno llega a un punto en el cual uno mismo se cansa. Y yo he llegado a ese punto. Pero me doy cuenta de que estoy encadenada de tal manera que lo único que puedo hacer en el futuro es hacer unos circuitos un poquito más largos. Nada más. Durante mucho tiempo los hice cortos, ahora los voy a hacer más largos y espero que se aburran ustedes menos.
Germán García: El tema de las mujeres es importante, lo que pasa es que es difícil encontrar algo nuevo que decir.
Graciela Musachi: Claro, claro, verdaderamente.
Germán García: Los hombres somos inagotables…las mujeres (risas)
Graciela Musachi: Las mujeres los agotamos. Muchas gracias a todos ustedes.



(*) Texto establecido a partir de desgrabaciones y notas por: Antonella Sorrentino y José Matías Calderón en colaboración con Oscar Montivero (integrantes de la comisión de biblioteca del CID Salta – IOM 2).  Respecto al tema de la lectura hemos encontrado elaboraciones que nos orientan en el libro de Jorge Baños Orellana (1995) El idioma de los lacanianos. Atuel, Buenos Aires
[1] Actividad llevada a cabo en el Centro Descartes el día 24 de noviembre de 2015, participaron de la mesa Cecilia Fasano, Graciela Musachi y Germán García
[2] Musachi, Graciela (2015). Fantasmas colectivos: clínica del sujeto. UNSAM: Buenos Aires.

[4] Lacan, Jacques (2007). El seminario. Libro 10, La angustia. Ed. Paidos: Buenos Aires; pág. 26
[5] Lacan, Jacques. El Seminario. Libro 25, El momento de concluir. Inédito
[6] Piglia, Ricardo (2005). El último lector. Anagrama: España.
[7] Masotta, Oscar.  En contratapa de Lacan, Jacques (1996) Psicoanálisis, radiofonía y televisión. Anagrama: España
[8] Ibídem
[9] Musachi, Graciela (2005). Lacan: negaciones y afirmaciones en Fantasmas colectivos: clínica del sujeto. UNSAM: Buenos Aires; pág. 35
[10] García, Germán (2009). En torno de las identificaciones. Otium ediciones: Tucumán
[11] Musachi, Graciela (2005). Lacan: negaciones y afirmaciones en Fantasmas colectivos: clínica del sujeto. UNSAM: Buenos Aires; pág. 36

[12] Barthes, Roland (2008). El placer del texto y lección inaugural. Siglo XXI: Buenos Aires
[13] Rómulo Macció (1931) Pintor argentino asociado con la vanguardia de la década del sesenta.
[14] Luis Felipe Noé (1933) Pintor argentino neoexpresionista.
[15] Benigno Alberto Cardín Garay (1948-1992) Ensayista y antropólogo español. Participa en una mesa redonda junto con Federico Jimenez, Adolfo Berenstein, Germán García y Oscar Masotta realizada en la casa de este último Barcelona; El psicoanálisis ante la pornografía. El texto puede consultarse en la página web de la Asociación de Psicoanalisis de la Plata www.aplp.org.ar
[16] Freud, Sigmund (1996). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica en Obras Completas. Biblioteca Nueva: Buenos Aires.
[17] En este punto observamos que la cita textual de Freud es: “lo ha visto, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo” (Freud-1996-p.2899).
[18] Musachi, Graciela (2015). La transferencia de Lacan al Castellano en Fantasmas Colectivos. UNSAM: Buenos Aires; pág. 20
[19] Deleuze, G y Guattari, F (1987). El Antiedipo: capitalismo y esquizofrenia. Paidos Ibérica: Barcelona
[20] Arnaldo Orfila Reynal (1897-1997) Editor, académico y químico argentino. Director del FCE y de su filial en Argentina.
[21] Gregorio Weinberg (1919-2006) Historiador y educador argentino. Dedicado a la investigación y docencia en el ámbito de la historia de las ideas y de la educación.
[22] Musachi, Graciela (2015). La transferencia de Lacan al Castellano en Fantasmas Colectivos. UNSAM: Buenos Aires; pág. 21
[23] Ibídem; pág. 23
[24] Ibídem; pág. 21
[25] García, German (2000). Macedonio Fernández. La escritura en Objeto. Adriana Hidalgo Ediciones: Buenos Aires.
[26] Héctor Naúm Schmucler (1931) Sociólogo y semiólogo argentino.
[27] Oscar del Barco (1928) Poeta y ensayista argentino.
[28] Hace referencia a los atentados del día 13 de noviembre de 2015 en París.
[29] Intelligentsia: vanguardia o élite intelectual. Señalamos que la palabra elite proviene del latín eligere que es una palabra que es prefijada con e a partir del vocablo legere que significa tanto recoger, escoger y leer. Kojéve desarrolla el concepto de Elite en su libro El emperador Juliano y su arte de escribir: “raros elegidos capaces de comprender la doctrina disimulada que contraría los prejuicios” (Kojéve; 2003; pág. 11).
[30] Lacan, J (1988) Escritos I. Siglo XXI: Buenos Aires.
[31] Musachi, Graciela (2005). Fantasmas Colectivos: Clínica del sujeto. UNSAM: Buenos Aires; pág. 22
[32] Lacan, Jacques (1988). Escritos 1. Siglo XXI: Buenos Aires en Graciela Musachi (2015). Fantasmas Colectivos: Clínica del sujeto. UNSAM: Buenos Aires.
[33]  Musachi, Graciela (2015). Fantasmas Colectivos: Clínica del sujeto. UNSAM: Buenos Aires; pág. 22  
[34] Ibídem; pág. 22
[35] Ibídem; pág. 22
[36] Canto, Estela (1916-1994) escritora, periodista y traductora argentina. Fue traductora de textos en ingles que Enrique Pichón Riviére le solicitaba. Oscar Masotta fue presentado a Pichón Riviére por Patricio Canto, tal como es señalado en el libro George y yo. Lo que paso con Estela Canto que compila Graciela Musachi, con la colaboración en la investigación de Esmeralda Miras y Gisele Ringuelet. Enrique Pichón Riviére (1907-1977) fue quien regala a Masotta los Seminarios de Lacan, quien se los había dedicado.
[37] Musachi, Graciela (2005). Georgie y yo. Lo que pasó con Estela Campo. Editores contemporáneos: Buenos Aires.
[38] Canto, Estela (1993). Borges a contraluz. Espasa: Buenos Aires.
[39] Respecto del Dr. Miguel Kohan Miller se puede consultar al artículo: Musachi, Graciela (1992-1993) La muerte del “desconocido Dr. Kohan Miller”. Revista el Murciélago, N° 5, pág. 65. Y al fragmento del libro de Estela Canto publicado en la misma revista: Canto, Estela (1990) Miguel Kohan Miller, analista de Borges. Revista el Murciélago, N° 2, pág.14-18. La existencia de los textos fue comunicada por Oscar Montivero (CID Salta. IOM 2), quien a su vez nos facilitó dichas publicaciones.
                             
[40] Cárcamo, Celes Ernesto (1903-1990) Médico, psiquiatra y homeópata argentino. Participó de la fundación de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) el 15 de diciembre de 1942, segundo presidente de la institución.

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