El caso Boyle *
"Un aspecto importante de los planteamientos baconianos es la idea implícita de una institucionalización de la ciencia como eje central de las políticas de estado. En sus días, Bacon propuso la fundación de una academia (una “Casa de Salomón” como él la llamaba en su obra póstuma La Nueva Atlántida), la cual no sería simplemente una sociedad culta, sino algo parecido a lo que hoy vemos como un centro de investigación y enseñanza en donde deberían existir laboratorios, jardines, bibliotecas, y se deberían recopilar los saberes de otras naciones. Esta idea de fundar una sociedad científica no atrajo mucha atención en sus días, como la mayoría de sus proyectos, sin embargo, años más tarde, se pondría en práctica un proyecto similar.
Con la ayuda de Carlos II y su movimiento restaurador, se funda en 1660, con John Wilkins como presidente, el “Colegio para la promoción del saber físico-matemático experimental”. Lo formaban cuarenta miembros y años mas tarde, como disposición del mismo Carlos II, se formalizaría como la “Real Sociedad para el conocimiento natural” o “Real Sociedad de Londres”. Esta sociedad adoptaría como su filósofo de cabecera a Francis Bacon, hecho que se puede ver reflejado en los estatutos redactados por Robert Hooke, así como en la importancia que se le dio a las disciplinas prácticas por encima de las teóricas; sesenta y nueve de sus miembros se dedicaban al estudio de los saberes mecánicos (Navegación, Agricultura) mientras que sólo quince hacían estudios astronómicos. Recién en 1703, con la llegada de Newton, la sociedad tendría un enfoque mucho más galileano.
A pesar de que aparecen Sociedades similares en otras naciones Europeas, como en Italia a finales del siglo XVI, habrá que esperar al siglo XVII para que se desarrolle una verdadera institucionalización de la ciencia. En Francia, el desarrollo de las instituciones siguió un curso similar al de Inglaterra; en 1666 se funda la Academia de Ciencias de París, orientando también su filosofía a fines prácticos y con influencia directa de los escritos de Bacon. En Alemania, el proceso tomarían un poco mas de tiempo, fundándose la Academia de Berlín en 1700.
La creación de este tipo de sociedades hace evidente el proceso de institucionalización de la ciencia en el siglo XVII así como el problema de la autoridad y legitimación en el conocimiento. La importancia creciente de instituciones como la Real Sociedad de Londres nos permite entender cómo la ciencia empezó a organizarse en este momento y cómo se empezó a reconocer que su desarrollo estaba ligado directamente a un fuerte sentido de comunidad. A continuación veremos el caso de Robert Boyle, un ejemplo claro de esta búsqueda de autoridad y legitimación.
Robert Boyle (1627-1691) y la institucionalización del experimento científico
Con Boyle, ocurre algo similar a lo que ocurre con la mayoría de los pensadores que hoy se consideran como padres de la ciencia; la historia sólo busca en ellos los aspectos modernos. Robert Boyle tiene una extensa obra que, en una edición moderna, sumarían seis volúmenes de ochocientas páginas cada uno. Sin embargo, para la visión contemporánea de la ciencia, sólo parecen ser importantes sus escritos sobre la relación entre la presión y el volumen de los gases sintetizados en la llamada Ley de Boyle.
Los experimentos desarrollados por Boyle con la “Campana de vacío” se convertirían en el símbolo de la nueva ciencia y su fundamento empírico. Como veremos a continuación, la justificación y argumentación presentada por Boyle tendría no sólo argumentos de tipo epistemológico sino también políticos e institucionales.
Boyle no sólo se preocuparía por generar nuevos conocimientos sobre el comportamiento del aire, sino por establecer las reglas adecuadas y los procedimientos que permiten legitimar el conocimiento. La presencia de testigos idóneos y la creación de un público en el marco de la Real Sociedad de Londres, constituye la creación de un ámbito social para las prácticas científicas y hace posible que la experiencia de unos pocos se convierta en una experiencia y un conocimiento universal.
Pero veamos, paso por paso, como se produce esta legitimación de conocimiento. En primera instancia, el problema al que se enfrenta Boyle al querer establecer los criterios para diferenciar opinión o creencia, de conocimiento, no es nada trivial. Es importante tener presente que las categorías de “conocimiento” o “ciencia”, que hoy en día pueden parecer obvias, no existen en el momento y están siendo construidas. [Debate con Hobbes]
La noción de “hecho” se presenta como fundamento del conocimiento objetivo y hace de la ciencia una forma de representar la realidad tal y como es, independiente de quien la escribe. Sin embargo, no hay posibilidad de hablar de conocimiento por fuera de la sociedad. Los hechos surgen en un proceso en el cual se involucran múltiples actores e intereses.
La existencia de un hecho implica crear consenso; hacer de una experiencia de pocos una vivencia universal. Boyle estaba consciente de ello y utilizó diversos métodos para convertir su experimento en un hecho universal. El primer y más fiel actor o testigo sería la misma máquina con la cual haría su experimento.
La “bomba de aire” o “campana de vacío”, es un aparato bastante complejo y costoso cuya fabricación requiere del talento de los mejores artesanos. Muy pocos tendrían acceso a este tipo de aparatos y sólo una institución fuerte podría costearse un producto de esta naturaleza. Pero, al ser un artefacto absolutamente restringido, lo que hace Boyle es hacer del conocimiento algo público. Una forma de asegurar la multiplicidad de testimonios es crear un espacio físico y social para mostrar hechos. Aunque esta idea la ampliaremos más adelante, el “ laboratorio” debe ser presentado como un espacio público, a diferencia de lo que había sido el gabinete cerrado del alquimista.
Pero hay otra forma aun más efectiva de reproducir los experimentos: en hojas de papel fáciles de replicar y que nunca fallan ni se deterioran. En efecto, Boyle reproduciría su experimento de manera escrita de tal manera que cualquiera pudiera conocer sus resultados. Se buscaba presentar un “retrato” o copia de la realidad, en donde el artista pareciera estar dibujando la naturaleza misma. El experimento es presentado de tal manera que el lector no considerara necesario repetirlo. Boyle presentaría sus fracasos, así como sus aciertos, a fin de no despertar dudas. Sin embargo, hay que ofrecer una mirada más crítica a este tipo de transmisión de conocimiento. Divulgar un experimento a través de prácticas representativas, (libros, artículos, etc.) es un excelente instrumento de legitimación que facilita el consenso de la comunidad científica.
Otro aspecto que es preciso tener en cuenta cuando se analiza ese deseo de hacer pública la ciencia, es qué tipo de público asiste al laboratorio. Para Boyle, el conocimiento se oficializa, en este caso, porque, a diferencia de la teología o la magia, tiene testigos; la ciencia se presenta como accesible a todos. Pero, lo interesante es que no todo el mundo puede “ver” lo que se está haciendo. Los testigos son idóneos y están de acuerdo sobre las reglas del juego. Una persona alejada del contexto científico, un campesino o un comerciante, por ejemplo, seguramente no hubiera entendido el propósito del experimento."
Con la ayuda de Carlos II y su movimiento restaurador, se funda en 1660, con John Wilkins como presidente, el “Colegio para la promoción del saber físico-matemático experimental”. Lo formaban cuarenta miembros y años mas tarde, como disposición del mismo Carlos II, se formalizaría como la “Real Sociedad para el conocimiento natural” o “Real Sociedad de Londres”. Esta sociedad adoptaría como su filósofo de cabecera a Francis Bacon, hecho que se puede ver reflejado en los estatutos redactados por Robert Hooke, así como en la importancia que se le dio a las disciplinas prácticas por encima de las teóricas; sesenta y nueve de sus miembros se dedicaban al estudio de los saberes mecánicos (Navegación, Agricultura) mientras que sólo quince hacían estudios astronómicos. Recién en 1703, con la llegada de Newton, la sociedad tendría un enfoque mucho más galileano.
A pesar de que aparecen Sociedades similares en otras naciones Europeas, como en Italia a finales del siglo XVI, habrá que esperar al siglo XVII para que se desarrolle una verdadera institucionalización de la ciencia. En Francia, el desarrollo de las instituciones siguió un curso similar al de Inglaterra; en 1666 se funda la Academia de Ciencias de París, orientando también su filosofía a fines prácticos y con influencia directa de los escritos de Bacon. En Alemania, el proceso tomarían un poco mas de tiempo, fundándose la Academia de Berlín en 1700.
La creación de este tipo de sociedades hace evidente el proceso de institucionalización de la ciencia en el siglo XVII así como el problema de la autoridad y legitimación en el conocimiento. La importancia creciente de instituciones como la Real Sociedad de Londres nos permite entender cómo la ciencia empezó a organizarse en este momento y cómo se empezó a reconocer que su desarrollo estaba ligado directamente a un fuerte sentido de comunidad. A continuación veremos el caso de Robert Boyle, un ejemplo claro de esta búsqueda de autoridad y legitimación.
Robert Boyle (1627-1691) y la institucionalización del experimento científico
Con Boyle, ocurre algo similar a lo que ocurre con la mayoría de los pensadores que hoy se consideran como padres de la ciencia; la historia sólo busca en ellos los aspectos modernos. Robert Boyle tiene una extensa obra que, en una edición moderna, sumarían seis volúmenes de ochocientas páginas cada uno. Sin embargo, para la visión contemporánea de la ciencia, sólo parecen ser importantes sus escritos sobre la relación entre la presión y el volumen de los gases sintetizados en la llamada Ley de Boyle.
Los experimentos desarrollados por Boyle con la “Campana de vacío” se convertirían en el símbolo de la nueva ciencia y su fundamento empírico. Como veremos a continuación, la justificación y argumentación presentada por Boyle tendría no sólo argumentos de tipo epistemológico sino también políticos e institucionales.
Boyle no sólo se preocuparía por generar nuevos conocimientos sobre el comportamiento del aire, sino por establecer las reglas adecuadas y los procedimientos que permiten legitimar el conocimiento. La presencia de testigos idóneos y la creación de un público en el marco de la Real Sociedad de Londres, constituye la creación de un ámbito social para las prácticas científicas y hace posible que la experiencia de unos pocos se convierta en una experiencia y un conocimiento universal.
Pero veamos, paso por paso, como se produce esta legitimación de conocimiento. En primera instancia, el problema al que se enfrenta Boyle al querer establecer los criterios para diferenciar opinión o creencia, de conocimiento, no es nada trivial. Es importante tener presente que las categorías de “conocimiento” o “ciencia”, que hoy en día pueden parecer obvias, no existen en el momento y están siendo construidas. [Debate con Hobbes]
La noción de “hecho” se presenta como fundamento del conocimiento objetivo y hace de la ciencia una forma de representar la realidad tal y como es, independiente de quien la escribe. Sin embargo, no hay posibilidad de hablar de conocimiento por fuera de la sociedad. Los hechos surgen en un proceso en el cual se involucran múltiples actores e intereses.
La existencia de un hecho implica crear consenso; hacer de una experiencia de pocos una vivencia universal. Boyle estaba consciente de ello y utilizó diversos métodos para convertir su experimento en un hecho universal. El primer y más fiel actor o testigo sería la misma máquina con la cual haría su experimento.
La “bomba de aire” o “campana de vacío”, es un aparato bastante complejo y costoso cuya fabricación requiere del talento de los mejores artesanos. Muy pocos tendrían acceso a este tipo de aparatos y sólo una institución fuerte podría costearse un producto de esta naturaleza. Pero, al ser un artefacto absolutamente restringido, lo que hace Boyle es hacer del conocimiento algo público. Una forma de asegurar la multiplicidad de testimonios es crear un espacio físico y social para mostrar hechos. Aunque esta idea la ampliaremos más adelante, el “ laboratorio” debe ser presentado como un espacio público, a diferencia de lo que había sido el gabinete cerrado del alquimista.
Pero hay otra forma aun más efectiva de reproducir los experimentos: en hojas de papel fáciles de replicar y que nunca fallan ni se deterioran. En efecto, Boyle reproduciría su experimento de manera escrita de tal manera que cualquiera pudiera conocer sus resultados. Se buscaba presentar un “retrato” o copia de la realidad, en donde el artista pareciera estar dibujando la naturaleza misma. El experimento es presentado de tal manera que el lector no considerara necesario repetirlo. Boyle presentaría sus fracasos, así como sus aciertos, a fin de no despertar dudas. Sin embargo, hay que ofrecer una mirada más crítica a este tipo de transmisión de conocimiento. Divulgar un experimento a través de prácticas representativas, (libros, artículos, etc.) es un excelente instrumento de legitimación que facilita el consenso de la comunidad científica.
Otro aspecto que es preciso tener en cuenta cuando se analiza ese deseo de hacer pública la ciencia, es qué tipo de público asiste al laboratorio. Para Boyle, el conocimiento se oficializa, en este caso, porque, a diferencia de la teología o la magia, tiene testigos; la ciencia se presenta como accesible a todos. Pero, lo interesante es que no todo el mundo puede “ver” lo que se está haciendo. Los testigos son idóneos y están de acuerdo sobre las reglas del juego. Una persona alejada del contexto científico, un campesino o un comerciante, por ejemplo, seguramente no hubiera entendido el propósito del experimento."
* Reseña extraída de la tesis de doctorado en Filosofía, sobre Historia de la ciencia, de Mauricio Nieto. Universidad de Londres – Imperial College.
La primer ‘máquina neumática’ (air pump) de Robert Boyle, en: New Experiments Physico-mechanical Touching the Spring of the Air (1660). Tomado de: Shapin, Steven. The Scientific Revolution. The University of Chicago Press, 1996, p. 97
No hay comentarios.:
Publicar un comentario