Novedad Otium Ediciones

VARIACIONES SOBRE PSICOSIS
De Germán García



De la presentación

Las clases que conforman este curso fueron dictadas en Tucumán en el año 1987 (de marzo a noviembre) en el marco del Vector Práctica del Niño, instancia de la transitoria Asociación de Psicoanálisis de Tucumán (1986 – 1990). Los vectores, su nombre y modo de funcionamiento provenían de una iniciativa que Germán García había puesto en practica en Barcelona en 1980 y, al volver a la Argentina en 1985, también en Buenos Aires.

El curso Variaciones sobre psicosis tenia lugar por la mañana del sábado. A la tarde, con otra temática y otro programa, se dictaba En torno de las identificaciones. Claves para la Clínica.*

Alguna insistencia que puedan leerse se deben a la incorporación de nuevo público a lo largo de las clases.

Otium Ediciones se propone seguir publicando esta serie de cursos dictados por Germán García en la década del ochenta.

Los editores

*Publicado en esta misma serie




Novedad Editorial COLECCION DIVA

EL SENTIMIENTO DELIRANTE DE LA VIDA
De Éric Laurent




"Se puede pasar por las tragedias sin el sentimiento trágico de la vida, especialmente cuando se tiene el sentimiento delirante de la vida. Las tragedias del Nombre-del-Padre son de otra época. Nuestras tragedias modernas, que tienen una importancia aún mayor -las tragedias del siglo XX han sido las tragedias mundiales, suponen la pérdida previa del sentimiento trágico de la vida. Es lo que hay, lo que nos espera: no estamos aliviados de ninguna manera de las tragedias, pero las vivimos con algo que es otro sentimiento de la vida. Esto es lo que el libro quiere explorar."


Éric Laurent


Homenaje a Joyce

Si repetir es comportarse respecto de algo único o singular, que no tiene semejante o equivalente el The Bloomsday es un buen ejemplo de ello. El tópico literario acuñado por Edward Bulwer-Lytton cobra todo su sentido en este hecho; Joyce no solo logrará que los académicos hablen de él por más de trescientos años.

Todos los 16 de junio desde 1954 se celebra en la ciudad de Dublín un evento en honor a Leopold Bloom, personaje principal de la novela Ulises, The Bloomsday, en el cual se reproduce, se representa, el día entero en el cual transcurre la novela. La procesión comienza a las 08 a.m. en la Torre Martello, Sandycove (escena de 'Telémaco' - episodio 1) a las 10 a.m. se pasa por la escuela del señor Deasy en Dalkey (escena de 'Néstor' - episodio 2) y así sucesivamente se van recreando el transcurrir del día que Joyce supo plasmar en su novela y en donde los celebrantes hasta procuran comer lo mismo que los protagonistas de la obra.

Como este año, al igual que los anteriores, no contamos con el dinero suficiente para hacer semejante recorrido turístico religioso y acercarles una descripción de la ceremonia les hacemos llegar dos textos a modo de homenaje, publicados en el ultimo numero de la revista Odradek por Roberto Gárris y Germán Garcia.

Estamos tentados de proponer El Baldersday, en honor al personaje de Arlt. Recrear el caminar abrumados por la duda en la zona de tribunales, viajar en tren desde la estación de Retiro hasta el Tigre y encontrarnos con alguna Irene en la puerta de alguna casa típica, para luego pasar por esas puertas y sentarnos a comer un plato de pasta servida de una abundante fuente.


Ignacio Penecino

Ha vuelto Ulises

Me habían hablado mucho de la movida cultural de la ciudad de Cuernavaca. Por otra parte yo recién había terminado de leer el Ulises de Joyce por segunda vez, y era un 16 de junio, el día Bloomsday, en que se homenajea en el mundo a la obra y a su autor, así que no fue extraño que se despertara mi la curiosidad al recibir el volante que invitaba a ver “Ha vuelto Ulises”, adaptación del grupo La Furia de Blas sobre una obra teatral de Salvador Novo.

Debería haber sospechado de qué podía ir la cosa cuando se citaba al público para las cinco de la tarde, no lo hice.

Ulises era un simpático toro, o bien podríamos decir dos hombres de corta estatura, seguramente mexicanos, uno de pie y el otro agachado detrás del primero, haciendo de toro con el expediente de cubrirse ambos con una tela marrón, y tocarse el erguido la cabeza con una máscara que remedaba la cara taurina rematada en sendas guampas blancas confeccionadas con papel maché.

Ulises era acosado por la oveja Molly, que intentaba conseguir los favores del animal. Molly estaba interpretada por una actriz ataviada con un frondoso vestido de lana blanco.

Mientras el toro abusaba de los monólogos interiores bufando al tiempo que frotaba una de sus patas delanteras contra las tablas del proscenio, Molly hilvanaba otro monólogo que más se asemejaba a una catarata de “meeeés”, que es como se supone que hablan las ovejas. Hasta que Ulises hizo mutis por el foro y llegaron al escenario Esteban y Leopoldo, que, de seguro, por el porte y lo sudados, se trataba de los mismos actores que constituían al toro Ulises. A partir de ese momento todo fue malabares y caídas, chanzas y chacota que por lo general no llegué a comprender. El público, integrado por dos señoras mayores que roncaban con efusión mientras tres niños que seguramente serían sus nietos corrían por el patio de butacas, y yo, reaccionaba, entonces, de distintas formas a lo que se estaba representando.

Algunos minutos más tarde la oveja Molly ocupó el frente del escenario mientras Leopoldo y Esteban corrían tras bastidores para regresar en la piel de Ulises, el toro. Entonces una voz en off gritó, “Ulises ha vuelto” y las luces de la sala se encendieron pero yo ya estaba muy lejos de Dublín, de Grecia y de Cuernavaca.

Roberto Gárriz





El otro Joyce

A William Faulkner, que dio letra

a los narradores de nuestra lengua.


Un tal Ferro, según me llegó, escribió El otro Joyce. Cada mes de junio, desde que trabajo en el suplemento cultural de algunas de las corporaciones descubiertas, me piden algo sobre la “mítica fecha” (así le llama el jefe de redacción) en que transcurre Ulises. Al fin, me dije, una posibilidad de ser original. Uno de los nuestros escribió El otro Joyce y, con la debida licencia periodística, podría decir que era el otro Joyce que se esperaba desde el amague de Leopoldo Marechal. ¿No lo había insinuado Borges en alguna de sus miles de entrevistas?

Le pagué a un estudiante de letras –uno de esos que cuida no terminar la carrera para seguir en la casa de sus padres– para que trajera más datos.

Sí, me dijo por twitter, existe. Así, con cierto misterio. Tres puntos... al parecer se llama Roberto.

Astuto, no repetía el apellido. Y, en otro mensaje, agregaba: No es biografía, ni ensayo, ni pastiche argentino. Es una novela que arranca en estilo policial.

Dos o tres días después supe que había escrito algo sobre Onetti. La novela policial, más Onetti que aprendió de Faulkner, me hicieron recordar el prostíbulo de Ulises; modelo de sucesivos prostíbulos que aparecen en Vargas Llosa, en el mismo Onetti y en tantos otros. Cuando desaparezcan hasta los de Río Gallegos habrá que copiar prostíbulos de los grandes narradores de América Latina. O bien se comprarán hechos por internet: “Prostíbulo estilo Ulises, mujeres que hacen todo sin globito. Pocas palabras y mucha acción, para novelas hot”.

Al ser de un país que narró la experiencia de la pampa es imposible un Hamlet. O bien podría ser algo frente a la eternidad de la materia, como Martín Fierro, con un dilema entre civilización y barbarie. Civi o Bar, ¿esa es la cuestión?

Las indias en lugar de las sirenas y el héroe atado al caballo que alcanza a murmurar: “Tira más un pelo...” Habrá fiestas bárbaras, escaramuzas eróticas y algún dato fuera de contexto, alguna alusión a David Hume, algún ñandú que no viene a cuento. Antiguas municiones de cañones que se oxidan entre la gramilla. Y empanadas.

Mi informante desapareció.

En los últimos años pasé horas de atraso de sucesivos aviones, en diferentes aeropuertos. Tenía Ulises en el bolso de mano, en versión francesa, en el original inglés. Dos traducciones diferentes en castellano. Y diccionarios. Podría estirar la mano, leer dos y hasta tres horas. Pero no. Prefería La fenomenología del espíritu, de Hegel. Las obras completas de Proust y hasta la Biblia, con perdón de Dios. Supe que había más de un Roberto Ferro que podrían haber escrito El otro Joyce. Fue el primer año que no entregué nada para la “mítica fecha”. Algunos compañeros dijeron que era un acto político contra la corporación, en la que pronto me jubilaría.

Germán García





Últimas noticias de Masotta


Asociación Amigos de la Fundación Descartes
Archivo



La opinión. Viernes 29 de junio de 1973. Pág. 18.




La opinión - sábado 30 de junio de 1973 - pág.15.




Comentario sobre el libro “LOS DESCARRIADOS. Clínica del extravío mental: Entre la errancia y el yerro”



“LOS DESCARRIADOS. Clínica del extravío mental: Entre la errancia y el yerro”

Emilio Vaschetto. Buenos Aires. Editorial Grama. 2010

Un libro como escritura de un analista para hacer par con los “casos de urgencia”, “para estar a la altura de esos casos”, es lo primero que surge al reconocer el estilo de Emilio Vaschetto.

Las vastas y pertinentes referencias a la psiquiatría clásica, la literatura y la religión acercan su texto a una obra abierta. Su estilo desacartonado permite la fluidez en la lectura, un plus que se agradece.

El tema central: la errancia; el punto de la obra de Lacan que hace de plomada: el Seminario 21 “Les Non-Dupes Errent” ó “Les Noms Du Pére”. Equívoco que remite, como sabemos, al errar de los no-incautos y a la pluralización de los Nombres del Padre. Bien, intentaré hacer una pequeña semblanza, con apoyo en la literatura, de dos puntos cruciales que marcan el recorrido.

Comienza Mujica Lainez su cuento “El vagamundo”: “Llegó a Buenos Aires hace cuatro días, sólo cuatro días, y siente que no podrá quedar aquí mucho tiempo. El amor, su viejo enemigo, le acecha, le ronda, le olfatea, como un animal que se esconde pero cuya presencia adivina alrededor, con uñas, con ojos ardientes. (…) Su vida monstruosa ha sido eso: partir, partir, partir en cuanto el amor alumbra.”[1] Manucho describe al judío errante mediante una suerte de punto de imposible: el amor; figura de errancia intemporal que Lacan vinculará en aquel seminario con la forclusión del Nombre del Padre. Sin embargo la cuestión, y en esto se advierte el alcance del texto de Vaschetto, no se agota allí, sino que en la línea del “nombrar para” que dice allí mismo Lacan, se presentan otras variantes del modo de amar así como maneras del psicoanálisis en la psicosis que desandan los caminos de las estabilizaciones y los anudamientos.

La segunda referencia es al “Pierre Menard, autor del Quijote” de J.L. Borges. Recordemos que aquí Borges propone el tema de una imposible y “total identificación con un autor determinado”[2]. No es el lugar este de un análisis del cuento sin embargo no estaría demás destacar que la estructura del relato apunta a lo que María del Carmen Rodriguez llama vertiente egocida en la obra borgeana, que da cuenta del Yo especular, destacando la fijeza del nombre y del sujeto como vacío.

No obstante, es importante recalar en algunos “pequeños detalles” a la hora de revisar el Pierre Menard. Por ejemplo; utiliza sólo dos letras mayúsculas iniciales en palabras que no son nombres propios, estas son: Error y Memoria. De la segunda tenemos una suerte de subversión en el relato al hacer a “la historia, madre de la verdad”, asunto que la ubica del lado del medio-decir. Pero de la primera, no volvemos a encontrar referencias, ni siquiera por asociación. Es por ello que entiendo puedo sumar otro detalle, y es el índice anagramático en el nombre Pierre, cuya última sílaba remite directamente a la palabra “yerro” en francés: “erre”. Recordemos el origen francés del nombre del autor y de muchos de los títulos de sus obras. Si esto es así, considero se puede leer todo el Pierre Menard como una gran perífrasis del “chavalier errant”, en tanto que “errante” o “itinerante” como dice Lacan en su Seminario y remarca Emilio en su texto, salvando la etimología iterare que acerca el término a la repetición. En la misma dirección va la referencia de Borges al Bateau Ivre de Rimbaud, que destacan también Germán García y Gustavo Dessal en la presentación y el epílogo de “Los descarriados”.

Es entonces que haciéndonos evidente el exilio respecto de la relación sexual, Emilio deja una suerte de brújula: “¿Qué nos orienta, o mejor qué no engaña en la errancia? El síntoma”[3]. Lo cual podemos poner en serie con aquella sugestión con la cual Lacan cerrara su seminario: “Pero eso es quizás en ese andar (erre) –ustedes saben esa cosa que tira allí cuando el navío se deja botar- que podremos apostar a encontrar lo real”[4], en contraposición a esa poca realidad, en apariencia tan segura de su norte, que es el fantasma.

Bon Voyage!

Gastón Cottino



[1] Mujica Lainez, M. “Misteriosa Buenos Aires”. Buenos Aires: Debolsillo. 2008. p 238

[2] Borges, J.L. "Ficciones”. O.C. Tomo I. Buenos Aires: Emecé. 1989. p 446.

[3] Vaschetto, E. “Los descarriados: Clínica del extravío mental: entre la errancia y el yerro”. Buenos Aires. Grama. 2010. p 77.

[4] Lacan, J. “Seminario 21” p 191. Inédito.

FANTASMAS Y FECHAS

Día del escritor: 13 de junio.

Cuando nos referimos a la incidencia del fantasma en la literatura, aludimos a ese espacio construido entre lo imaginario y simbólico, con un pie en aquello que se puede nombrar y la “cosa”, lo real, perdido para siempre. Ese espacio, esa ala de lo real que aparece extraña y fascinante en la literatura es lo que permite al novelista la construcción de sus personajes. Sábato habla de esto en ese libro extraordinario El escritor y sus fantasmas (1963). Quienes escribimos ficciones sabemos muy bien cómo a través de intersticios que llegan de ámbitos remotos (a veces también desde lo cotidiano y más cercano) provienen voces y mandatos que guían la escritura, la tornan placentera o devoradora. Freud, en El Poeta y los sueños diurnos, muestra la cuestión fantasmática en la producción de esa clase especial de poeta: el novelista. En efecto, el mecanismo de la fantasía es el móvil y la materia del poeta narrador, por antonomasia el poeta épico (Homero) y, por lo tanto, en el devenir histórico de la literatura, del novelista.

Desde la literatura, desde la biografía del escritor, desde la historia y la vida, desde lo doméstico, desde el recuerdo y el olvido, llegan los fragmentos del fantasma, para construir la novela o el relato.

Oscar Wilde, el maestro, nos deslumbra cuando descubrimos en El fantasma de Canterville, tan tierno como irónico, que Lord Simon de Canterville comparte el año de su desaparición como persona y su aparición como espectro con el año de nacimiento del mismísimo Wilde en un juego de cifras. Oscar Wilde nació en 1854 y dice que el triste, cruelmente ingenuo, romántico y fracasado fantasma de Canterville, tenía 300 años, pues se hablaba de él a partir de 1584 (invierte el 8 y el 5 de 1854 y 1584). Una cifra es un universo, una clave como en “La muerte y la brújula” de Borges, donde el tetragrámaton o nombre de Dios guía al detective, especie de razonador Dupin, hacia su propio destino.

El ceder la fecha de nacimiento del autor a un personajes también aparece en Sobre héroes y tumbas (1961), de Ernesto Sábato, ya que Fernando Vidal Olmos, el protagonista de “El informe sobre ciegos”, tercera parte del libro, nace el 24 de junio, día del nacimiento de Sábato, quien confesó en varias oportunidades que Vidal Olmos representaba su parte oscura, el fantasma que lo relacionaba con las tinieblas y lo nocturno, con las pulsiones más secretas.

En la dedicatoria de El hacedor(1960), Borges recuerda que Lugones se había matado a principios de 1938, año en que había muerto su padre, Jorge Guillermo Borges, de modo que esa dedicatoria aparece teñida por esa coincidencia fundamental. Pero el asombro no se agota, cuando al leer el cuento “La noche de los dones” en El libro de arena, (1975) encontramos otra fecha representativa, 1874, año en que trascurren los hechos, ya que se narra la muerte violenta nada menos que de Juan Moreira acorralado en un prostíbulo y donde el narrador-personajes (entonces un púber) ha descubierto el amor. El cuento muestra sin duda el terrible correlato entre lo amoroso y erótico, entre el sexo y la inusitada violencia, elemento que se repetirá en otros textos borgeanos como “El Evangelio según Marcos”, “La intrusa”,”El muerto”,”Hombre de la esquina rosada”,”Emma Zunz” y otros. Ese año-el de la muerte de Moreira- es el año en que nacen tres hombres fundamentales en la vida de Jorge Luis Borges: en primer lugar, su padre Jorge Guillermo, el admirado y criticado Leopoldo Lugones y el querido e insuperable Macedonio Fernández.

Leopoldo Lugones había nacido el 13 de junio de 1874, año en que había nacido también el padre de Borges. Por su parte el mismo Jorge Luis Borges muere el 14 de junio de 1986, en una progresión nacimiento-muerte que puede ordenarse así: Lugones-Borges, en dos días sucesivos: 13 y 14 de junio.

Leopoldo Lugones: nace 13 de junio de 1874-inicio del ciclo-
Jorge Luis Borges: muere 14 de junio de 1986- fin del ciclo- el día siguiente del nacimiento de Lugones.

De este modo, la muerte de Jorge Luis Borges cierra el ciclo iniciado con el nacimiento de Lugones el 13 de junio de 1874, (año del nacimiento, también, de Jorge Guillermo Borges). La reunión a través de la fechas de Leopoldo Lugones y Jorge Guillermo Borges tal vez expliquen el necesario parricidio literario del Borges juvenil contra la figura magistral del poeta cordobés. Su rebelión ultraísta contra el modernismo de Lugones, no deja de mostrar otra rebelión, contra su mismo padre, hombre culto y distinguido, que había elegido Suiza para educar a sus hijos Jorge y Norah, que había publicado una novela, El caudillo. Muchas décadas después de la muerte de su padre y de Lugones, escritor ya maduro, Jorge Luis dedica al autor del Lunario, su libro El hacedor, como magnífica ofrenda al poeta…y al Padre.

Liliana Bellone


EVA PERÓN: MAS ALLÁ DEL MITO Y LA LEYENDA

NOMBRE Y MILITANCIA

Caminaba con cierta quieta dignidad característica de ella.

Pero con cuidado y muy lentamente, porque Gerty MacDowel era…(…)

¡Es coja!¡Oh!

(Joyce, Ulises)

María Eva Duarte era la quinta hija de Juana Ibarguren y Juan Duarte, un importante hacendado de Chivilcoy. Juan Duarte estaba casado con Estela Grisolía y mantuvo durante años una doble familia. Al poco tiempo del nacimiento de Evita, se alejó de Juana Ibarguren para dedicarse a su familia legítima. En 1926 murió en un accidente automovilístico y su velatorio fue traumático para María Eva ya que las hermanas legítimas no aceptaron la presencia de los hijos naturales de su padre. Eva era la menor, la que menos conoció a ese padre distante. Las hermanas mayores Blanca, Elisa y Erminda seguramente deben de haber tenido más trato con Juan Duarte. Un poco mayor que Evita era Juan (Juancito), el único varón de la familia y que mantendría con ella siempre una especial relación. En 1935, cuando Evita viaja a Buenos Aires para probar suerte como artista de teatro, su hermano, que estaba haciendo el servicio militar, la recibe en Retiro. Juana Ibarguren era hija de Petronia Núñez, de viejas familias criollas, vinculadas con el fuerte de Junín, donde fuera comandante el celebérrimo abuelo de Borges, aquel Francisco Borges, inmortalizado por la devota escritura de su nieto. En las coordenadas de las vidas, hay algunos puntos no lejanos que interceptan las existencias de Evita y Borges, sobre lo cual hablaremos más adelante.

La madre Juana, el padre Juan. El hermano también Juan y finalmente el hombre que cambió su vida Juan Perón, también determinado por ese nombre, ya que su abuelo materno se llamaba Juan Sosa y su madre Juana Sosa. Tantos Juanes y Juanas. Tal vez Evita debería haberse llamado Juana como su madre, Juana Ibarguren ya que el apellido Duarte fue para ella una especie de pesadilla.

Sin duda, Perón, pasaría a ocupar el lugar de ese Juan Duarte. Casi veinticinco años mayor que Evita, Juan Perón estaba más cercano a la generación de Juana Ibarguren que a la de Evita. De este modo, la constelación padre, madre, hija se repetía en esa relación donde Evita terminó identificándose con la mujer legal, la primera mujer de Perón, Aurelia Tizón, una culta señorita de la burguesía porteña, maestra y que estudiaba pintura en la Prilidiano Pueyrredón. Aurelia Tizón (Potota o Preciosa para los íntimos) murió también a causa de un cáncer de útero a los 30 años. De este modo, Evita ocupará el lugar de “esposa legal” qué le había sido negado a su madre. En La razón de mi vida opta por la identidad de “Evita”, la descamisada, la mujer luchadora y humilde que estará siempre al lado del líder, en lugar del lugar de “Eva Perón”, la primera dama, la mujer de elevada posición y poder. Esa confesión nos acerca al núcleo de un problema: Evita por un lado desea ser Juana Ibarguren para ocupar su lugar en el amor del padre, pero por esa vía desemboca en la negación del padre. No puede ser una Duarte legítima. Sin embargo, por otro lado, se identifica con Aurelia Tizón, la primera mujer de Perón, ya que muere de la misma enfermedad y a la misma edad, pues es sabido que se alteraron las fechas de nacimiento en el Registro Civil de Junín, donde Evita aparece con tres años menos (se dice que nació en 1921) ¿Por qué Evita alteró esa fecha? Sin duda porque su madre había ya roto con Juan Duarte y de esa manera, Evita agregaba algo a su compleja existencia: podía pensarse que NO era hija de Juan Duarte. Sin embargo este camino la acercaba a la mujer legal, a Aurelia (Potota) Tizón ya que, según los papeles alterados, Evita moriría exactamente a los 30 años como ella. De este modo el entrecruzamiento entre “mujer legal” y “mujer ilegal” se resuelve en la muerte de la Eva Perón de los papeles, del acta de matrimonio, a los 30 años como la “otra mujer” y la muerte de la Evita del pueblo (la verdadera), aquella nacida de la unión ilegítima de Juan Duarte y Juana Ibarguren, en l919.

La cuestión de la legalidad se refuerza con un dato que aporta el mismo Perón en su libro Del poder al exilio, donde afirma que se casa con Eva Duarte en La Plata, en el otoño de 1945, cuando en realidad se casaron en plena primavera, en diciembre de ese año. Tal vez, de esta manera, Perón trataba de rescatar a Evita de las habladurías de la burguesía porteña que veía con malos ojos que una actriz joven se hubiera ido a vivir con él. Por otra parte, situándola como esposa legal, le otorga un protagonismo indiscutible durante los acontecimientos del 17 de octubre. También en Del poder al exilio, Perón dice que lo impresionó luego del terremoto de San Juan, una joven actriz, rubia, sonrosada como una llama. Los biógrafos y distintas versiones cinematográficas coinciden en mostrar a Evita, en esa época (principios del 44) con la cabellera oscura. Sin embargo, ¿cambia Perón la realidad conscientemente o él, en esa dimensión especial, la dimensión del fantasma, la “vio” rubia? Tal vez Eva Duarte había ya comenzado a aclararse el cabello, que no resultaba totalmente oscuro. Por otra parte, Alcaraz, su peluquero, iría cambiándole el color, en especial para las filmaciones de La cabalgata del circo y La pródiga, donde aparece totalmente rubia.

Marysa Navarro señala algunos hechos en la infancia de Evita que explicaría sus compleja y rica personalidad. Uno de esos hechos es el de haberse quemado la cara con aceite hirviendo cuando solamente tenía cuatro años. Erminda Duarte cuenta en “Mi hermana Evita (citado por Navarro), cómo la pequeña María Eva se volvía negra por las quemaduras. Juana Ibarguren le ató las manos a “la Cholita”, como le decían familiarmente, para que no se tocara las heridas y al cabo de los meses, en una noche de lluvia, Evita cambió totalmente la piel. De este modo, surgió ese cutis transparente, de alabastro y cristal, que los fotógrafos admiraban. Pedro Ara, el médico español que tuvo a su cargo el embalsamamiento de su cuerpo, afirma que jamás había visto una piel tan blanca y tan perfecta. Esa especie de “renacimiento”, de metamorfosis de crisálida, casi misterioso y mágico, se completa con otro acontecimiento de la vida infantil de Evita que contribuye a formar aquello que la distinguiría. Como todas los niños de la época, Evita participaba de los juegos con su hermanos Juancito y Erminda (los menores), corría con su perro León, iba a la escuela, se disfrazaba para los Carnavales con los trajes que le cosía su madre (Juana Ibarguren trabajaba en su Singer para mantener a la familia luego de que Duarte los abandonara) y para las fiestas de Reyes esperaba sus regalos. Un año había pedido una muñeca muy grande y demasiado cara para el magro presupuesto de doña Juana, quien logró comprar una muñeca semejante pero mucho más barata ya que le faltaba una pierna. La niña María Eva se sintió muy feliz con el regalo, las hermanas le hicieron a la muñeca un largo vestido para disimular el defecto y Evita jugó con esa muñeca durante mucho tiempo. Símbolo de que algo falla, que algo cojea, más allá de la belleza y la armonía. Evita sabía de ese defecto, de ese herida y por ella se filtraba su deseo, el deseo irrefrenable de la militancia que la llevo a ofrendar su vida, a quemarse en su llama, a cumplir el mandato de esa falta que la convertía en mártir de una causa.

En las sencillas casas (primero en Los Toldos y luego en Junín) donde vivió Evita en su infancia (la familia se mudó muchas veces), se escuchaban las canciones infantiles, la máquina de coser de Juana Ibarguren y el ruido de la vajilla para los pensionistas. Las hermanas de Evita, Blanca, Elisa y Erminda, se casaron con algunos de esos pensionistas, el Dr. Justo Álvarez Rodríguez, hermano del Rector del Colegio Nacional de Junín, el Mayor Alfredo Arrieta y Orlando Bertolini. Blanca se había recibido de maestra en la Escuela Normal de Junín, Elisa trabajaba en el Correo y Erminda se graduó en el Comercial. En esa constelación familiar, típica de la clase media provinciana y que desmiente las aberraciones e infamias que se tejieron, Evita soñaba con ser actriz, con el teatro y el cine…Y partió a Buenos Aires en 1935, el año en que murió Gardel, para inaugurar otra historia argentina, cercana a la leyenda y al mito.

EVA PERON Y BORGES
Es sabida la reverencia de Borges por sus mayores. Uno de ellos, el Coronel Francisco Borges, fue comandante de milicias en el fuerte de Junín, en la frontera oeste con el indio a mediados del siglo XIX. En ese lugar bárbaro (según la concepción sarmientina a la que Borges adhiere), Francisco Borges vivió con su mujer, la inglesa Frances Anne Haslam, la abuela que tanto influyera en Jorge Luis. Esta historia está referida a modo de ficción en “Historia del guerrero y la cautiva” en El Aleph. La abuela y bisabuela de Evita habían estado en relación con el fuerte de Junín: Petronia Núñez y Paula Pregote. Sin duda Juana Ibarguren, madre de Evita, había oído de niña las historias del coraje y los malones, en esa tierra donde aún resonaba la voz imperativa del cacique Coliqueo. En ese mundo creció Juana Ibarguren y también sus hijos, recordando la lucha con el indio, el arrojo del criollaje y las órdenes de la milicia, regida por los idearios del progreso y “la civilización del hombre blanco”. Más tarde el ferrocarril marcó el imaginario de esas poblaciones. Viamonte creció en torno de la estación y una de las casas donde vivió Evita estuvo muy cercana a las vías del tren. No es difícil imaginar a la niña arrullada por el ruido inconfundible de las locomotoras. Los Toldos permaneció como nombre del antiguo poblado ya que hacía alusión a las tolderías de Coliqueo.

No pocas veces Borges se refiere a ese fuerte de Junín y a la valentía de su abuelo, muerto heroicamente después de Pavón, como así también a la abnegación de su abuela, que ironizaba con su destino de inglesa desterrada en semejante lugar, entre soldados, gauchos e indios.

De esa tierra proviene algo, tal vez, del indómito temperamento de Evita.

Esa tierra, también, contribuyó a la fantasía borgena y a su no disimulada admiración por el coraje y el pasado heroico de los criollos. Pero las coordenadas vuelven a tocarse, muchos años después, cuando Eva y Juan Perón, van a vivir al Palacio Unzué, en Austria y Libertador, residencia de los presidentes desde la época de Justo. El Palacio Unzué era una magnifica mansión de dos plantas, típica construcción de las que realizaba la oligarquía argentina, con escalinatas de mármol y ricos balcones. Evita vivió allí, como primera dama, desde 1946 hasta su muerte. La última luz que vieron sus ojos se filtró por una de las ventanas de esa casa, luego demolida por la furia gorila de Lonardi y Aramburu, que intentaron borrar toda la historia. Una de sus biógrafas, y amiga, Lilian Lagomarsino de Guardo, quien también la acompañó en su viaje por Europa, la recuerda en ese palacio, comiendo naranjas, callada y pensativa, como una niña, luego del gran triunfo electoral del 46 y mientras todos festejaban el acontecimiento.

La demolición del 55 arrasó muros, mármoles, cristales, obras de arte y dejó el predio vacío. Y, aquí está la paradoja (¿destino? ¿historia? ¿ardid de la oligarquía?): Como en los cuentos borgeanos de laberínticos espejos, en ese lugar se LEVANTO LA BIBLIOTECA NACIONAL, de la que el mismo Borges había sido director después de la llamada Libertadora en 1955 y que funcionaba en la calle México. Extraña relación (¿el Hado?). Los caminos y los fantasmas de Evita y Borges volvían a reunirse…En el lugar donde ella exhaló su último aliento el 26 de julio de 1952, en ese preciso lugar, se levantó un laberinto de libros, como soñara Borges… La letra sobre la pasión, el símbolo sobre la militancia y el deseo.

La mirada de Borges sobre Evita no fue indiferente; lo demuestran sus textos. Si bien es cierto que alude a Perón en cuentos como “El otro” en El libro de arena o en “Martín Fierro” en El hacedor, se refiere directamente a Evita, en el relato breve “El simulacro”, también en El hacedor, donde la llama “la mujer Eva Duarte”, lo que nos recuerda “Esa mujer” de Walsh y de nuevo la obsesiva presencia del padre: Juan Duarte. ¿Por qué Borges la nombra así, y no con su nombre social y político, unido al nombre del líder? La cuestión del nombre, al fin y al principio…


Liliana Bellone