La irrupción de Jacques Lacan en Buenos Aires. Masotta, entre el adelantado y el recienvenido



La primera parte de un extenso prólogo con el que Marcelo Izaguirre presenta los Ensayos lacanianos de Oscar Masotta.

Una misma enseñanza -la de Masotta-
produjo muchos aprendizajes: he ahí la transferencia.
Germán García, 1978


Escribir unas líneas para presentar los artículos que conforman este libro bajo la égida de Montaigne da la posibilidad de situar la producción de Oscar Masotta en su justo punto. Cumplió un papel destacado en la escena cultural argentina en las décadas del cincuenta, sesenta y setenta. En esta ocasión, me referiré específicamente al psicoanálisis lacaniano, que es de lo que tratan estos ensayos, y el lugar en el que se lo puede considerar, desde “una posición imaginariamente outsider para el no invitado” o como un recienvenido.
De manera inesperada en 1964, al finalizar el verano, más precisamente el 12 de marzo, irrumpe en la ciudad de Buenos Aires la figura de Jacques Lacan, psicoanalista francés que no había sufrido todavía la excomunión de la Asociación Psicoanalítica Internacional y cuya fama tenía sus límites. Aquel día Oscar Masotta dio una charla en el Instituto de Psiquiatría Social de Pichon-Rivière, con un título que intentaba compatibilizar la figura que se trataba de presentar con los estudios que Masotta había abandonado: “Jacques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía”. Entonces no había psicoanalistas lacanianos en nuestro país, y esto lo sitúa como un adelantado.
Aunque no era la primera vez que se aludía a Lacan en la Argentina (ya lo había hecho en la década del treinta Pizarro Crespo en la revista Psicoterapia) ni la primera oportunidad en que Masotta lo mencionaba, fue el primer trabajo importante sobre el tema. Ya se había referido a él en una nota a pie de página en 1959 en la que destacaba la escisión que se había producido en la Sociedad Psicoanalítica de París en 1953. En 1970, en el prólogo al resumen de los Seminarios 5 y 6 hará saber, de todos modos, que entonces ignoraba a Freud y que recién al leer el trabajo de Lacan sobre Lagache publicado en el número 6 de La Psychanalyse en 1960 pudo comenzar a comprender el alcance de la metapsicología. De aquella presentación de 1964 hay que señalar un detalle nada menor, que forma parte de dos libros que Masotta publica con ocho años de diferencia, Conciencia y estructura (1968) y Ensayos lacanianos (1976). Según sus palabras, en el primero se trataba, a pesar del peso de la estructura, de sostener los emblemas sartreanos. En el segundo, destaca que ahora se trata de un texto histórico que muestra el intento de hacer confluir el marxismo y el psicoanálisis. Desde otra perspectiva, hay que situar aquella presentación como un acto táctico, que dará paso a una estrategia con la conformación del primer grupo lacaniano en 1967, y que se subordinará a una política a partir de 1972 con la invitación al matrimonio Mannoni a dar una serie de conferencias en el país.
Si al prologar los Ensayos lacanianos Masotta señala que ese texto es historia, hoy todos los artículos de este libro forman parte de ella. Pero sin entender lo histórico como una mera alusión al pasado ni como simple repetición de episodios o términos sino, según afirmó Graciela Musachi, como alguien que tiene influencia. Nada más alejado de la enseñanza que promovió Masotta que la repetición de frases oscuras que pudieran situarlo en lo que se llamó lacanés o jerga lacaniana. Su estilo sencillo y claro fue objeto de una comparación por parte de Jorge Alemán: en los textos de Masotta no estaba presente el efecto de código que invadió los textos lacanianos, y escuchar a Jacques-Alain Miller fue comprobar los efectos desplegados de esta vía fundamental; mientras Miller explicaba el psicoanálisis parecía explicárselo a sí mismo.1 Masotta también había afirmado: “Cuando enseño es cuando trato de explicarme a mí mismo”. Así como ante las críticas, cuando la visita de los Mannoni, afirmó: “en todo caso pido ser juzgado no por lo que soy sino por lo que promuevo”, ahora dirá que a pesar de los aires de certeza (aparentes) no ha intentado mostrar la teoría como terminada sino de señalar lo que debe ser investigado.
Es que Masotta no oculta sus equivocaciones o misreading, por ello puede publicar lo que ha dicho en algún momento, que tanto para Lagache como para Lacan se trata de disolver al yo antes que de fortalecerlo (cfr. la presentación en el Instituto de Pichon-Rivière), y luego destacar en un pie de página lo ya señalado respecto de su ignorancia sobre Freud y su equívoca lectura de Lagache (cfr. “Prólogo a Las formaciones del inconsciente”). De igual modo, en esos trabajos realiza consideraciones sobre Laplanche y Leclaire referidas a la importancia del lenguaje para el inconsciente. No ignora para entonces, 1970, que Lacan “no suscribiría” la tesis de sus alumnos, lo que no le impidió escribir el prólogo de un texto que habría que sumar a la incipiente biblioteca lacaniana argentina: El inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés contemporáneo.

Fuente: http://blog.eternacadencia.com.ar/


Fundación Descartes, aclaraciones sobre una traducción.

Por descuido en diversas actividades donde se ha nombrado el libro de Dominique Auffret, Alexandre Kojève La filosofía, el Estado y el fin de la historia (Editorial Letra Gamma, Bs. As., 2009) no se ha consignado la traducción de Claudia Gilman.
Como ella dijo cierta vez, Auffret "no hablaba en lenguas", afirmación que vale para cualquiera de los autores traducidos.
En más de una ocasión se promovió en la Fundación Descartes actividades que giraban en torno al campo de la traducción y de la importancia de resaltar el nombre de los traductores en la cubierta del libro traducido. Cuando presentamos el libro La constelación del sur (Siglo XXI Editores Argentina, Bs. As., 2004) de Patricia Willson, que muestra el estado de la traducción en la actualidad, pudimos trasmitir al público su planteo sobre la diferencia de la traducción romántica de Silvina Ocampo, la clásica de José Bianco y la vanguardista de Jorge Luis Borges (este libro analiza de manera exhaustiva estos tres paradigmas de traducción).
Mis saludos a Claudia Gilman y mi disculpa personal.

Germán García
Director de enseñanza
Buenos Aires, 21 de marzo de 2011


Novedad Editorial Eterna Cadencia.



Ensayos lacanianos

Por Oscar Masotta

Prólogo de Marcelo Izaguirre





Un lector privilegiado tras las huellas del significante



Intelectual activo de la vanguardia de los años 60, Masotta fue uno de los primeros estudiosos de la obra de Lacan. La reedición de sus ensayos permite valorar su originalidad.

Si de alguien se puede decir con propiedad, en el medio psicoanalítico-cultural argentino –a excepción tal vez de su maestro Pichón Rivière–, que la leyenda opacó a la persona, es precisamente de Oscar Masotta. Integrante activo de la vanguardia cultural que representaba la “intelectualidad moderna” de los años 60, su “curva teórica”, al decir de Oscar Terán, muestra las contradicciones y realidades del campo intelectual argentino de su época.
Su inicio con una franca adhesión al marxismo, reforzado por una posición existencialista, su posterior pasaje al estructuralismo, la semiología y a la vanguardia artística del instituto Di Tella, y finalmente su arribo al psicoanálisis nos hablan claramente de los avatares de la intelectualidad de su momento.
Y a esto se le suma que fue el eterno muchacho atractivo seductor de mujeres y hombres, el gran amigo de sus amigos, el militante que no militaba, el maestro que no enseñaba en la universidad, el vanguardista que tenía ideología y el adelantado que pudo ver una teoría que toda una institución como la Asociación Psicoanalítica Argentina ignoraba. Todo esto y mucho más es Masotta en el imaginario cultural argentino. Esta diversidad ha seducido por igual a escritores y filósofos, a críticos y sociólogos y por supuesto a un enorme número de psicoanalistas, Y no sólo porque él mismo haya abonado cada una de estas facetas con innumerables anécdotas y participaciones sino porque ha generado una serie de seguidores que así lo transmiten y lo construyen en sus testimonios y recuerdos. De hecho, no hay artículo o libro que no contemple fuertemente su biografía y que no trate de dar cuenta de su trayectoria.
Evidentemente esto no es fruto del azar ni del capricho. En los variados trabajos, que desde hace algún tiempo la editorial Eterna Cadencia recupera con su edición, se puede rastrear sin mucho esfuerzo un movimiento interno que da cuenta de este itinerario que Masotta recorre a través de sus lecturas y sus intervenciones. Si bien su encuentro con el psicoanálisis se suele datar en la charla que da en el Instituto de Psiquiatría Social de Pichón-Rivière el 12 de marzo de 1964, este encuentro se viene gestando a partir de sus intereses anteriores: la lectura atenta de la filosofía de Heidegger y especialmente de Sartre, la admiración por el estilo de Merleau Ponty y el estructuralismo de Lévy-Strauss, e incluso el conocimiento de los textos de crítica y lingüística de Benveniste, de Jakobson y de Barthes.
En el prólogo escrito en 1976 para los hoy reeditados Ensayos lacanianos , Oscar Masotta plantea la elección de esta conferencia –“Jacques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía”– como el primero de los ensayos y, de este modo, le da estatuto de texto bisagra ya que le permite presentarse como introductor del pensamiento lacaniano en el campo intelectual argentino y cerrar el capítulo de la influencia de la fenomenología francesa que, en todo caso podría relacionarse con un “análisis existencial” al modo pre-freudiano.
Y para que no queden dudas acerca de dónde se localiza cuando plantea este corrimiento, formula que la relación entre el inconsciente y la filosofía “solo existe en la medida en que la relación del sujeto al sexo estructura cualquier relación de aspiración del saber a la verdad”. Por lo tanto, y desde aquí, el retorno a Freud y la batalla contra toda filosofía de la conciencia y la psicología del yo, en el más puro estilo del Lacan de los primeros años del Seminario. Con este material inauguró también la tradición de los grupos de estudio de Lacan que reunieran a gente de distintos orígenes –psicólogos, escritores, médicos, filósofos, etc.– y de los cuales Juan D. Nasio se reivindica como primer alumno.
Lógicamente este retorno a Freud lleva a plantear un orden de lectura de sus obras que es lo que se propone en el segundo ensayo, la “Presentación del Segundo Congreso Lacaniano” de 1969 y en la misma línea se puede agrupar con el siguiente trabajo de 1970, el “Prólogo a Las formaciones del inconsciente ” en el que se formula otro orden de lectura, esta vez “escolar”, esta vez de los textos de Lacan, en los que se quiere descubrir y descifrar un pensamiento y un estilo en lugar de quedar “encantados” con los aforismos que el discurso lacaniano ofrece, efecto que aún hoy ejerce en muchos de sus lectores.
En los dos ensayos de 1970 “Aclaraciones en torno a Jacques Lacan” y “Reflexiones transemióticas sobre un proyecto de semiótica translingüística” (con un título tan encantadoramente evocador de todos los trans, intra e inter de la época) el acento está puesto, en la función del significante y la diferencia entre la significación de las entonces “modernas disciplinas” que la estudiaban y la teoría psicoanalítica.
Con un ademán apropiador discute en estos trabajos la relevancia del descubrimiento freudiano en el campo de la interpretación semiológica y la necesidad de los conceptos psicoanalíticos (relación de objeto, falo, castración, etc.) a la hora de plantear un significado o significación posible a cualquier mensaje, sea éste poético, político o publicitario.
De 1972 son “Consideraciones sobre el padre en ‘El Hombre de las Ratas’”, “’El Hombre de los Lobos’: regalos dobles, padres dobles” y “Edipo, castración, perversión” que encaran de lleno las cuestiones más caras a la teoría: la cuestión del padre ya planteada en los tres registros (imaginario, simbólico y real) y su relación con la palabra, el deseo de la madre y la estructura del Edipo en su relación esencial con la castración.
Se incluyen en esta edición dos trabajos que no aparecían en la primera y que vienen a dar testimonio, como señala en su prólogo Marcelo Izaguirre, de su conocimiento y manejo del último Lacan, el Lacan del “desarrollo del goce”. Este es un déficit que algunos psicoanalistas han señalado en la enseñanza de Masotta y que la inclusión de estas conferencias vendría a saldar.
Y finalmente, el libro cierra con una ponencia para la École Freudienne de París en la cual Masotta hace la reseña de la fundación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Comienza la presentación con el recuerdo de Enrique Pichón Rivière a quien reconoce como precursor en la práctica de cierta escucha específica (“el secreto de un esquizofrénico es aquello de lo que en la familia no se habla”) y de cuya biblioteca han provenido sus primeras lecturas de Lacan. Pero desde un principio, la primera persona ocupa el centro del escrito y este se convierte en una exposición de su propia trayectoria intelectual y profesional con la cual Masotta se autoriza a sí mismo (en el más lacaniano de los sentidos) a esta fundación. No sólo hay un paralelo entre los nombres de las dos escuelas, la francesa y la argentina, sino que hay un gesto de ruptura con la institución madre (la Asociación Psicoanálitica Argentina en nuestro caso) y una orientación hacia la formación tal como la plantea y la piensa Lacan en su Escuela.
Si algo corresponde agradecerles a estas reediciones es haber recuperado un material que, a treinta y dos años de la muerte de Oscar Masotta, nos permite valorar de modo menos pasional y más objetivo, en la medida en que esto sea posible, un trabajo original, un estilo propio y un gesto fundacional que caracterizan su producción.
Más allá de todas las anécdotas, leyendas o reivindicaciones de sus seguidores, estos ensayos nos sorprenden con un manejo de la teoría y de los conceptos fundamentales, tales como el significante, la castración, el sujeto, la pulsión, la función del padre, que no sólo hacen de Masotta un lector privilegiado de Lacan sino un contundente comentarista de la teoría.


Eva Tabakian para Revista Ñ, 28 feb. 2011.