FOGWILL


Nos conocimos a finales de los sesenta, cuando las revoluciones eran sexuales y se pregonaba la muerte de la familia. Fogwill exhibía un perfil de ganador, deportista, hombre de recursos, en un ambiente donde todavía se cultivaba Pavese, los tangos melancólicos y otras intoxicaciones. Nos encontramos en esa intersección, cuando unos iban hacia el compromiso político y otros soñaban con El Bolsón y las revelaciones de la marihuana y el LSD.
Después vino la “ascensión a los extremos” y con Fogwill nos entendíamos en la ironía y la provocación. Llegado el momento fue solidario conmigo y me refugió en Facta, donde tenía mis grupos de estudio que se mezclaban con los grupos de “motivación” de su empresa de investigación de mercado.
Interesado por muchas cosas, también discutíamos sobre psicoanálisis y hasta llegó a pedirme unas clases particulares sobre La interpretación de los sueños. Y, años después, leí la primera provocación por escrito: con seudónimo decía que nosotros, los incautos, al difundir a Lacan facilitábamos la venta del Mirage (espejismo) y otras cosas por el estilo.
Simulé no saber quien era el autor de la nota, respondí al seudónimo con un título cómico: “El viejo Vizcacha o el ser boludo”. Mi argumento tocaba su veta antipopulista y algo más.
Años después, en un reportaje publicado en El ojo mocho cuenta la historia y dice que creí en la existencia de su personaje, pero que mis argumentos eran buenos.

Las ironías con el psicoanálisis siguieron. Recibí Los pichiciegos en Barcelona, con una dedicatoria donde me llamaba “maestra” (el cambio de género era habitual en Puig). Por mi parte, en un reportaje afirmé que Fogwill podía decir barbaridades porque era una víctima de la interpretación kleiniana.

En alguna parte Fogwill dice que durante diecisiete años fue “objeto” del psicoanálisis. Creo que es verdad.

Cuando Brecht recibió la noticia de la muerte de su amigo W. Benjamin fue escueto en su Diario: “Sigamos con los sobrevivientes”. Nada más, el pudor hace que la amistad deje velada otras historias. Para concluir, dicho con sus propias palabras, “No siempre la conciliación con los aparatos de humillación del salón literario afecta los instrumentos de producción de la obra” (aunque esta afirmación sea afectada por la rima involuntaria).

Germán García

Fuente: Diario Perfil - Cultura, domingo 29/08/2010

Primer Congreso Internacional de Historietas - Viñetas Serias


Declarado de Interés Académico por la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

Primer Congreso Internacional de Historietas
Viñetas Serias

23 al 25 de septiembre de 2010
Biblioteca Nacional
Buenos Aires


Dirección:
Laura Vazquez
Coordinador:
Luciano Brom
Comité Organizador:
Mariela Acevedo, Diego Agrimbau, Azul Blaseotto, Mara Burkart, Federico Reggiani, Pablo Turnes




Este encuentro considera a la historieta como un capítulo de la historia y busca promover una experiencia que estimule la producción teórica y crítica en articulación con series más amplias de la cultura, la política y la sociedad. Dado que la historieta como objeto no ha ocupado un lugar destacado en las Ciencias Sociales, la propuesta es delinear puntos de partida entre las diversas tradiciones de investigación para consolidar un campo de estudios y una red de trabajo. Se trata de interpretar las imágenes como documento de época con el objetivo final de delimitar un área que todavía se encuentra en formación.
En este sentido, el Congreso propone:

• Explorar y problematizar las historietas otorgándoles el valor de documento histórico y ponerlas en relación con otras fuentes de investigación utilizadas en Ciencias Sociales.
• Reflexionar sobre la práctica de la documentación y archivo de imágenes de historietas
• Delimitar distintas estrategias de investigación, de recolección y procesamiento de datos, de selección y uso de fuentes.
• Propiciar la lectura crítica de la bibliografía en relación con los temas y ejes en torno de los cuales se organiza el Congreso.
• Analizar la historieta como una expresión de las artes visuales contemporáneas.
• Dilucidar áreas de vacancia en la investigación y plantear líneas posibles de abordaje.
• Incentivar la discusión académica de los problemas que plantean las relaciones entre los textos y los contextos históricos.
• Producir pensamiento crítico y reflexiones a partir de la actualización e incorporación de las líneas teóricas del campo.
• Abrir líneas de intercambio y discusión para la construcción de un objeto específico que permita desarrollar proyectos con el objetivo de consolidar un área de trabajo.




Para más información visitar el sitio oficial del Congreso:
www.vinetas-sueltas.com.ar/congreso
Biblioteca Nacional
Agüero 2502
Ciudad de Buenos Aires | República Argentina
(54) 11.4808.6000 | bn@bibnal.edu.ar


El otro cuerpo del amor - Graciela Musachi*

Graciela Musachi es clara, nítida, contundente: “¿por qué hay tantas mujeres que aman el psicoanálisis?” se pregunta al comienzo de El otro cuerpo del amor. Responder esa pregunta, parece, puede llevarnos a los lugares más inverosímiles. En una somera enumeración: a la India de Freud, el pesimismo de Schopenhauer, las parábolas de la Biblia, La vida de los otros, la China de Lacan, etc.

Y efectivamente, la idea de viaje, de desplazamiento, permea el texto y describe el movimiento del libro: en diversos lugares Musachi se refiere a su texto como “recorrido” o “periplo”. Más aún, apenas comenzando, señala “Sin duda, damos vueltas en redondo y, a veces, es posible hacer hablar el otro cuerpo”. Primera cuestión, entonces, la escritura es un desplazamiento.

Ese desplazamiento es circular, pero también “hace hablar el otro cuerpo”. Nos encontramos aquí con el otro eje de la escritura de Musachi: una de las tesis principales de El otro cuerpo del amor es que “una mujer es síntoma de otro cuerpo”, hacer hablar ese “otro cuerpo” es el objetivo, imposible en apariencia, de esta escritura circular. Por lo demás, “el otro cuerpo” es, claro, El otro cuerpo del amor, el libro que estamos leyendo. Es también, cómo no imaginarlo, la versión previa, “el otro cuerpo” de El otro cuerpo del amor, la primera versión de este cuerpo que ahora tenemos en las manos, que ahora, aquí, presentamos y que, de hecho, está incluida en este volumen (ese pre-texto, que ahora es texto, se llama “El Oriente de Freud”). Hay una palabra que usa recurrentemente Musachi en su libro, “autoatravesamiento”, que parece referirse justamente a esta operación: el libro se atraviesa a sí mismo en esta polisemia y autorrefrencia imposible.

Ese “autoatrvesamiento” caracterizan la escritura de Musachi: la aliteración (“ingenuos misreadings mistificantes”), la paranomasia (“El libro que Freud habría abierto”), el juego de palabras (“Pero es necesario hacer la salvedad implicada en el tiempo moderno que ha dejado de serlo y es pos: la posición masculina está menos fijada al significante”), el cambio de soporte (y de nivel) de un concepto (en un comentario entre paréntesis señala que se escribe “entre paréntesis”). Es como si esa escritura, que es desplazamiento, no pudiera dejar se señalarse, de señalar las ironías por las cuales el significante se separa del significado. Así, segunda constatación, la escritura es despliegue, proliferación de la cesura entre significado y significante

Esas dos constataciones toman una forma particular, que el fragmento citado adelanta: en la página 117 se pregunta. “¿Esa mística excluye a los dichos hombres? No, sólo se trata de argumentar por qué hay tantas…etc.” Se trata, por supuesto, del movimiento de la repetición pero también podríamos decir, del movimiento de la escritura, de su recursividad. Casi pareciera que el texto avanza hacia un vacío que el libro detiene (en otro lugar, es el propio sujeto el que parece ser llevado por la escritura: se escribe “esta vez sí” (23), como si hubiera una lógica que gobernara la escritura y que el sujeto intentara detener, dominar). Esa recursividad, en cualquier caso no puede ser efectuada es, de hecho, un “agujero” en el texto, agujero al que remite la circularidad de la escritura en el comienzo.

Ese vacío es en verdad una noción que ordena el texto. Digamos que, si por una parte, es el destino final de lo que se escribe es, también, aparentemente su origen. Musachi se pregunta: “Y si todo parece haber comenzado para él. [para Lacan] también en China si damos crédito a su palabra […] ¿Por qué estudia chino, durante la ocupación, en la Escuela de Lenguas Orientales?” Y se responde, clara, nítida, contundente: “Por ahora no lo sé” (lo que señala, claro, el desplazamiento, una vez más, hacia delante y desde el vacío).

Ausencia notable en un texto de una extraordinaria erudición, El otro cuerpo del amor parte del hueco de la ignorancia y termina en el hueco de la recursividad. Entre ambos, podríamos decir, se encuentra la escritura. Que también, hacia el final, se torna trabajo sobre el vacío, sobre el sintagma que, de algún modo pueda dar cuenta del “teorema de la sexuación”

Pero la escritura es, también un trabajo de mimo. De afecto (en algún lugar del libro se escribe “Algo que el Oriente trasmitido por el maestro occidental [Freud] resuena en algunas mujeres”), pero también de recreación, de superposición de voces. El hecho es notable cuando se describe la escritura “femenina” de Lou-Andreas Salomé (momento en el que se inscribe –entre paréntesis— la primera persona) “produciendo con el lenguaje torsiones prácticamente imposibles de captar con la imaginación”. Salomé habla, y cuando Musachi “hace hablar” a una mujer, notablemente “feminiza” su voz. Se trata de la descripción que hace en la página 34:


Es por eso, también, que aquella que alguna vez había dicho “La pobre criatura, huérfana de padre a los ocho meses, es hoy la anonadada viuda, con el corazón destrozado, de cuarenta y dos años! ¡mi vida, como vida feliz, ha terminado! El mundo se ha acabado para mí” encontró hacia sus setenta, en Oriente y en particular, en la India, otro mundo que la hizo renacer a un nuevo goce de la vida al punto de estudiar su lengua, tomar a su servicio a varios indios y hacerse nombrar Emperatriz de la India. Victoria, la alguna vez reina niña, la atribulada viuda, vio surgir un cambio al final de su vida de la mano del creciente imperialismo inglés […].


La escritura de Musachi se tuerce en el desplazamiento del nombre, al punto de que resulta difícil seguir la referencia. Así se produce una torsión por la cual se produce un objeto nuevo: una Victoria leída a trasluz, a contrapelo, a través de Salomé. (En el mismo sentido, en algún lugar se señala que algunos textos de Freud tienen resonancias de Lacan)

Ese despliegue transforma a los objetos en objetos creados por el análisis y la escritura, objetos maravillosos cuya verdad está forjada en el análisis antes que descubierta en él.

Así, modestamente, yo también quisiera agregar mi Victoria a la de Musachi. Podría, por ejemplo, subrayar algunas afirmaciones de El otro cuerpo del amor: que Occidente tiene a Oriente como lo impensable, lo irracional, lo que carece de todo fundamento; que para Freud, el misticismo aparece constituido por “engaños, iracionalidad, obstáculo, oscurantismo sí, pero no grosera superstición, sino territorio a explorar”; que la mística es “lo que hace vibrar al cuerpo”, que el cuerpo de la mujer es imaginada por Lacan como no-toda, como intersección entre dos infinitos. Podría, decía, tomar esas afirmaciones y “hacerlas hablar” como si se describieran un objeto literario, mimar con El otro cuerpo del amor el discurso de la crítica.

Así, podríamos preguntarnos, ¿no son estos elementos del psicoanálisis subrayados en El otro cuerpo del amor algunos los elementos constitutivos del relato de terror? Recordemos, por ejemplo, que el relato de terror tiene su origen en la segunda mitad del siglo XVIII, y que puede leerse como una resistencia moderna al iluminismo (y por eso no es sorprendente que, el romanticismo, el movimiento moderno antiiluminista por excelencia, haya tenido en el relato gótico un adelantado). ¿No nos recuerda el relato de terror gótico que hay fuerzas oscuras, exóticas (venidas del Oriente de Europa, como la pata del mono, como los gremlins), místicas, que trascienden la razón y que no hay racionalismo que pueda doblegarlas? ¿No es en ese lugar, ese lugar que el realismo prefiere ignorar, donde se encuentra el “territorio a explorar” por el relato gótico? Más aún, ese infinito trascendente que convoca el relato de terror ¿no tiene su encarnación en la mujer poseída, mujer no-toda, incompleta, que vibra (como la niña de El exorcista, como Lucy en Drácula) en un goce que fuga su sentido? Más aún, y para seguir con Stoker, en Drácula el Dr. Van Helsing señala: “nos hemos convertido en locos de Dios”. Si se atiende a los argumentos de Musachi, esa locura de Dios es el objeto del Dr. Freud. ¿No es el proyecto del psicoanálisis, entonces, la continuación del relato de terror por otros medios? Al fin y al cabo, Drácula se publica en 1897, y La interpretación de los sueños, en 1899.

Esta productividad delirante, este desafío a leer y releer las propias certezas es también un efecto de lectura, tal vez no el menos importante, del libro de Graciela Musachi.

Ezequiel De Rosso



* Texto del comentario realizado en la presentación del libro "El otro cuerpo del amor: El Oriente de Freud y Lacan" de Graciela Musachi. Fundación Descartes Lecturas Criticas - martes 22 de junio 2010. Presentaron: Gustavo Stiglitz y Ezequiel De Rosso, Coordino Emilio Vaschetto.

LECTURAS CRÍTICAS - A propósito del libro de Laura Vázquez

LECTURAS CRÍTICAS

El oficio de las viñetas: itinerario de una investigación

A propósito del libro de Laura Vázquez

El oficio de las viñetas. La industria de la historieta argentina, Paidós, 2010.


Participan
Andrea Matallana
Christian Kupchik

Con la presencia de la autora

Coordina
Beatriz Gez





El libro de Laura Vázquez propone reconstruir el campo de producción de la historieta argentina como un espacio que revela una serie de tensiones entre el arte, el oficio y la cultura de masas. La investigación ubica a la historieta en el marco de la historia cultural y política argentina a partir del análisis exhaustivo del mercado de producción de historietas durante el período 1968-1984. La reconstrucción y análisis de las políticas editoriales, de las revistas y de las trayectorias profesionales abordadas en este libro, permiten abrir la discusión sobre las interrelaciones entre política y mercado y pensar la compleja relación entre los intelectuales y sus objetos de estudio. Este trabajo pone en escena algunas de las contradicciones de ese proceso. La relevancia de esta investigación radica en el carácter inédito de su abordaje y en el nuevo modo de periodización e historización del objeto. La autora reconstruye un fragmento de la historia de la historieta que aparecía como un área de vacancia en las Ciencias Sociales y aporta nueva empírea a un campo de estudios que, en la Argentina, todavía se encuentra en formación.


Martes 24 de agosto de 2010 a las 20 hs.
Entrada libre y gratuita

Organiza Asociación Amigos de la Fundación Descartes
Auspicia Biblioteca del Centro Descartes y René blog

El otro cuerpo del amor – Graciela Musachi*

Si en la tapa de este libro solo dijera Musachi o G. Musachi, un lector atento se daría cuenta de que Musachi es mujer. Habla – mejor dicho escribe – hasta por los codos. Ella misma lo dice: “Ella habla hasta por los codos”. Pero ella sabe lo que dice, al menos cuando habla de psicoanálisis, filosofía, historia, religión, los grandes momentos de la ciencia.
He aprendido mucho con este libro. Me ha llevado a leer al filósofo catalán Albert Rivas y sus trabajos sobre el “Complejo nihilista de occidente”, el “horror vacui” y sus relaciones con oriente, evocándome los trabajos de F. Julien. Me ha llevado, también, a releer pasajes de Freud, Lacan y otros analistas contemporáneos del primero y a sus extravíos.
Es un libro erudito que está a la altura de una función de brújula para la lectura del Seminario 20 de J. Lacan, Aún.
Me lo representé como uno de esos pequeños barcos que guían a los transatlánticos para entrar en puerto. “El otro cuerpo del amor” podría ser esa barca – en femenino – que hace entrar conceptos del Seminario 20 en nuestros débiles puertos mentales. Me refiero a la debilidad de todos los que no elegimos la locura.
He pensado por qué Graciela Musachi me invitó a compartir esta presentación. Algo extraje de la dedicatoria que me escribió en su libro: “Para GS, con el deseo de que nos encontremos en este libro.” Por mi parte doy por satisfecho ese deseo.
Más allá del affectio societatis en el Campo Freudiano, de que nuestra relación con el psicoanálisis – cada uno la suya – esté indisolublemente ligada a Germán García y un gusto compartido por el humor, me he encontrado en algunas de las preguntas que la orientaron.
Ella las resume en una, al principio: “¿Por qué hay tantas mujeres en el psicoanálisis?” Recientemente he podido testimoniar públicamente de la modalidad con que una pregunta resonante con la de Graciela Musachi se me presentó: “La mujer, ¿qué sabe?”

El misterio femenino se lleva bien con el psicoanálisis. Este es la mística queda, al decir de Graciela Musachi. No da la última respuesta – ¿la hay acaso? – pero cree en ella sin creerle todo lo que dice.
Es una respuesta menos tonta que el rechazo de lo femenino porque hace existir aquello que el significante no llega a nombrar en cada encuentro – singular – con el otro cuerpo del amor.
Al modo de David Gilmour , el crítico de cine que recomendaba a su hijo las mejores y las peores películas porque en todas encontraba algo a extraer, Graciela Musachi toma ese binomio cuerpo-amor del título de un libro de Norman Brown: El cuerpo del amor. Pero solo para felicitarlo por haber tomado dos puntos álgidos para el psicoanálisis.
¿Cómo se articulan un tormento – el cuerpo – y un misterio – el amor? Luego de saludar a Brown por ese hallazgo todo el libro es el desarrollo de las consecuencias de esa palabrita que la autora agrega: “otro”: “El otro cuerpo del amor”.
Este agregado complica todo, ya que es mucho más sencillo, pero más mortífero, arreglárselas con el propio cuerpo, “el otro cuerpo nos pone en movimiento” (pp. 105). Esta frase me parece un buen ejemplo de la precisión que Graciela le da a su escrito.
Es un decir bien lo que está en lo bordes de lo indecible. Por eso sus referencias son los psicoanalistas más osados, la religión, la ciencia, las mujeres en cada uno de estos campos.
De las referencias a los primeros aprendí que Lacan definió la extimidad – esa íntima exterioridad en el centro del serhablante – casi tan bien como Lou Andreas Salomé.
De las referencias religiosas aprendí, entre otras cosas, el lugar del retrete en la génesis del dogma luterano y la conexión con la versión que relaciona al amado con el objeto excrementicio, en Swift.
Las referencias a la ciencia me enseñaron – no sin sorprenderme – que hay una neuroteología que discute si Dios es el origen del cerebro o éste el origen de Dios. Es la versión de la religión atravesada por la ciencia: hasta la existencia de Dios requiere demostración científica. A su vez, vemos como la religión va en apoyo de la ciencia dando sentido a sus locos efectos en lo real. Recuerdo por ejemplo el caso de una madre muy añosa en Italia. Tuvo un hijo con más de 60 años con técnicas de fertilización. Sus primeras palabras a la prensa – tuvo tratamiento mediático – fueron “Gracias a Dios y a la ciencia…” Uno no va sin el otro.


Humor
Quiero destacar un rasgo de humor que encontramos en los títulos y que supongo que tienen como efecto para la autora – es lo que me sucede cuando tengo un pequeño logro de ese estilo – un entusiasmo para acometer la tarea de la transmisión. Para el lector, el efecto es de alivianar el acercamiento a los conceptos, sin perder seriedad.
Algunos parecen verdaderos títulos de prensa…amarilla? Por ejemplo:”Nuevos sacerdotes del amor tratan de enredar a Freud”. Parece que una secta está intentando sacar provecho de una estrella de la TV, o de problemas en las relaciones entre la Iglesia y el estado. Se trata, en realidad, de la desviación de las utopías comunitarias de la época, incluido el hinduismo – que era el Oriente que Freud tenía como referencia – y su tratamiento del inquietante elemento místico.
Otro título: “”Ingenuos” misreadings mistificantes comparecen ante Lacan”. Suena a un grupo de vecinos disconformes que se presenta ante el presidente de algún consejo deliberante, o líderes piqueteros desacreditados por la prensa ante un juez. Pero no, se trata de una de las aristas del misticismo oriental para situar aquello que Freud había atisbado: el misterio del cuerpo femenino como otro cuerpo del amor.
También están los títulos que parecen las últimas novedades de los suplementos de ciencia: “Una mujer es un conglomerado de albuminoides” sería por ejemplo: “Se descubre la causa de…Una mujer…” Esto predispone bien para seguir a la autora en su pregunta ¿Cumple la ciencia una función análoga a la mística religiosa para una mujer en nuestro tiempo? ¿Eso logrará articular algo de esa Otra, cuando la palabra de amor está tan devaluada en nuestros días?
Otros títulos parecen slogans publicitarios: “Puro amor francés”. No es un perfume. Se trata del debate alrededor del amor puro y el quietismo en Fénelon, siguiendo al historiador Jacques Le Brun, las transformaciones del debate en Kant, Schopenhauer y otros, por ejemplo la problemática del vacío como horror vacui en el pensamiento occidental y del vacío como plenitud en la mística oriental. ¿Nos está proponiendo a Oriente como la mujer de Occidente?

Pero quizá el título que más me llamó la atención fue el del primer apartado: “Yahoo!” No sabemos si grita de alegría o si se trata del famoso servidor de Internet, otra figura de Dios. Pero se refiere a la mencionada visión excremental de la anatomía de Swift. El hombre como Yahoo es la inmundicia, la porquería. También se ocupa de la interpretación satánica de la mujer, más específicamente de su cuerpo.

De los tres capítulos finales uno es un viaje en el tiempo que nos da la medida de lo que es un estilo. Musachi hace treinta años no decía lo mismo que ahora, pero ya se veía venir lo que nos dice hoy, también con un toque de humor. Una de las historietas que comenta – Krazy Kat – nos plantea el malentendido de la comedia de los sexos y el real en juego solo accesible a tientas, a través de semblantes que fallan. Un ladrillazo en la cabeza puede recubrir un mensaje de amor y la historieta en sí es un ladrillazo al sueño de que el amor escriba la verdad de la mujer.
En el último capítulo, la autora da muestra de lo que es saber leer lo que está escrito en lo que se dice, incluso en imágenes. Al concluir nos deja con un objeto, una papa caliente, un híbrido como corresponde a la época: esa mirada sonorizada que nos captura.
Quiero destacar para concluir un logro de Musachi que no es sencillo. Si bien se trata de un libro erudito, con muchas referencias, denso conceptualmente, la autora logra igualmente que sea de agradable lectura. Difícil combinación pero, evidentemente, posible.

Gustavo Stiglitz


* Texto del comentario realizado en la presentación del libro "El otro cuerpo del amor: El Oriente de Freud y Lacan" de Graciela Musachi. Fundación Descartes Lecturas Criticas - martes 22 de junio 2010. Presentaron: Gustavo Stiglitz y Ezequiel De Rosso, Coordino Emilio Vaschetto.

Acerca de El crepúsculo de un ídolo… de Michel Onfray


Editado por Grasset & Fasquelle, en Francia, El crepúsculo de un ídolo… es un ensayo en relación al cual pueden leerse numerosas críticas en distintas publicaciones.

A lo largo de más de seiscientas páginas que se anuncian como una cronología iconoclasta, su autor recurre a la vida de Freud y su familia, para psicoanalizar la teoría freudiana. Acerca de esta paradoja, Michel Onfray responde en un reportaje que lo que él pretende hacer con Freud es lo que Sartre llamaba un “psicoanálisis existencial”.

Como describe Henri Lévy en su comentario, un entramado de trivialidades, más necias que maliciosas, se alternan con un punto de vista banal y un pensamiento reduccionista y ridículo.
El libro propone una versión denigrada de Freud a través de un itinerario poblado de dudosas observaciones, de las cuales es conveniente mantener cierta distancia.

Ahora bien, si las consideramos con detenimiento, dichas observaciones no sugieren una investigación. Muy por el contrario, se convierten en un obstáculo a la hora de querer entablar una polémica seria, argumentada. Pese a eso, sería un error tomar este libro a la ligera, sin exponer sus alcances. Si su papel es bastante negro, su objetivo, sin duda, se sitúa en otro lugar.
Las críticas al psicoanálisis tienen historia, de ahí que siempre sea interesante leer en dichas críticas no sólo cuestionamientos aislados. ¿Por qué razón, luego de más de cien años de existencia y de resultados clínicos indiscutibles, el psicoanálisis es atacado por aquellos que pretenden sustituirlo por otros tratamientos supuestamente más eficaces?

Dejando de lado que una terapia de inspiración psicoanalítica no es psicoanálisis, El crepúsculo de un ídolo… intenta refutar a Freud en nombre de un psicoanálisis no freudiano, que denomina “alternativo.”
Sin embargo, como se deriva de la lectura de Terapias y Terapeutas: El fin del psicoanálisis no ha tenido lugar (Avram, Graciela; Grama, 2005), las terapias verbales que se presentan como superadoras del psicoanálisis, suelen ser refritos de un freudismo mal leído y peor practicado, cuya eficacia, aún para los modestos propósitos que sus seguidores declaran, tampoco está probada. Ninguna de las llamadas terapias alternativas tiene un corpus propio. Esta es la razón por la que no pueden prescindir del recurso al psicoanálisis.

En este contexto, Onfray se sitúa como una instancia evaluadora para hablar en nombre de la ciencia, sin especificar cuál. Respaldándose en esa autoridad, protesta porque el freudismo es la visión del mundo privado de Freud, con pretensión de universal. Y lamenta que este último, a partir de sus deseos, haya inferido teorías de orden general que hoy están en boca de todos, pervirtiendo a Occidente, según sus palabras, inventando un complot edípico que no es más que la traducción autobiográfica de su propia patología.

Desde esta perspectica, con una inconmovible convicción, Onfray insiste en decir que Freud es un filósofo. Es su postulado de partida, no se despega de eso. El psicoanálisis es una filosofía y toda filosofía es la autobiografía disfrazada de su autor, una construcción hecha para aliviar su dolor existencial y poner orden en su vida. De ello concluye que el psicoanálisis es una terapia para el sólo uso de Freud. Este esbozo delirante, como explica Jacques-Alain Miller, tiene una lógica imparable a partir del momento en que el postulado se admite.

Parafraseando a Lacan, dicha lógica es, exactamente, la que separa la investigación histórica auténtica de las pretendidas leyes de la historia, de las que puede decirse, una vez más, que cada época encuentra quien las divulgue al capricho de los valores que prevalecen en ella.
A diferencia de Freud, el Sr. Onfray no avanza en sus observaciones mediante distintos procesos de inferencia, ni expone sus temas como objeto de
ulteriores exámenes, a la luz de posteriores opiniones. Y menos aún, pone en cuestión, o analiza, los términos que usa y la multiplicidad de problemas que éstos suscitan.

Muy por
el contrario. Rumores, episodios de los que no existe ninguna huella documental y falta de fuentes bibliográficas, definen el libro. Sus páginas no van más allá de la anécdota que les sirve de trama. Su metodología, como observa Elisabeth Roudinesco, se basa en el principio de la prefiguración.

A esta extravagancia, que no le impidió, en libros anteriores, ver, por ejemplo, en Kant, a un precursor de Eichmann, porque este se decía kantiano, o en el evangelista Juan, un precursor de Hitler, se suman, en esta ocasión, una miscelánea de citas e interpretaciones pueriles al servicio de un rechazo, desconociendo que el respeto del que goza Freud, y su teoría, es un homenaje fundado.
En este sentido, sin duda, es quizás el mejor testimonio de la fecundidad del psicoanálisis, engendrar la contradicción que lo promueve.


Alicia Alonso