El amor en San Pablo y el psicoanálisis. Acerca de la primera carta a los corintios - Cristina Daneri


Vamos a transcribir los versículos del apartado donde San Pablo, dirigiéndose a los Corintios, se refiere al amor. No pretendemos aquí abrir un juicio o hacer un análisis de la personalidad de San Pablo, eso lo dejamos a los teólogos o a los especialistas en las Sagradas Escrituras. Nuestra intención es hablar del amor, desde el punto de vista psicoanalítico, a partir de lo que dice San Pablo en esta bellísima carta, que por eso y por su originalidad creemos necesario hacerla destacar.
Dice así:
“Hermanos:
Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino mejor. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.
Yo podría tener el don de la predicción y conocer todos los secretos y todo el saber; podría tener una fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.
Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aún dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engría; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.
El amor no pasa nunca.
Palabra de Dios

En otra versión añade en el versículo 13:
“Ahora, pues, son válidas la fe, la esperanza y el amor; las tres, pero la mayor de estas tres es el amor”.

No se trata de una visión romántica del amor, donde el Ego sería preponderante. Es lo que una psicoanalista como Melanie Klein podría ver como “plena entrega amorosa libre de ambivalencia”, que se logra una vez pasada la primera posición esquizo-paranoide infantil (donde lo de afuera ataca y el yo es escindido) y se llega a la posición depresiva (donde se reconoce que el objeto de amor es el que antes había odiado y se supera el odio).
Pero lo importante es la frase: “si no tengo amor no soy nada”.
Es lo que sostiene todo el psicoanálisis, ya sea Freud, como Melanie Klein , como Jacques Lacan.
Sin el don de amor (otorgado por la madre en primera instancia) sencillamente no podríamos sobrevivir, ni mantener el psiquismo o el alma. No seríamos algo, caeríamos, como lo hacen los niños tratados sin amor, en el marasmo.

Otro párrafo a señalar es que “el amor goza con la verdad”, se refiere al verdadero amor, siempre entrelazado con la verdad y buscándola. Y esa verdad es: castración, impotencia. Es que por estructura, al ser humano le falta algo, tiene una falla, que el amor calma. Y más aún cuando se trata, como en San Pablo, de una plena entrega: sin envidias, sin egoísmo, algo que supera el poder de la fe y a la esperanza. Plena entrega:”Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites”… “El amor nunca pasa”. Esto, creemos, es lo más conmovedor de estos versículos, la entrega plena del amor a la que se refiere. Esta plena entrega (a veces cedida por la madre, otras por algún semejante donde se da un amor sin límites), para el psicoanálisis, nos hace tan fuertes, que se pueden vencer cientos de avatares y trastornos.

Creemos que habría que señalar que estos pasajes de la Biblia sobre el amor (junto al Cantar de los Cantares) son auténticamente ejemplificadores y anticipa la ciencia. Sobre todo para los que creen que sólo existe un amor limitado, atravesado por el egoísmo y el odio, o por la envidia y la rivalidad.

Pensamos que no es así, estamos de acuerdo con San Pablo en que el amor puede darse de una manera como la que él describe. Y, esto, desde un punto de vista simbólico y no imaginario. Se trata, simbólicamente hablando, del amor como Don simbólico.

La causa en Aristóteles y el sujeto generalizado - Liliana Goya


Intervención sobre “La ciencia y la verdad” de Jacques Lacan

Quería atender dos puntos, que atrajeron mi interrogación en la lectura de ese texto que realizó Germán García a lo largo del año.
Creo que el eje de Lacan es la verdad como causa, y en este sentido, el primer punto a pensar fue la distinción entre las cuatro causas aristotélicas, donde Lacan ubica la magia, en la cual es claro que estamos en el campo de la causa eficiente (pág.850): “el saber se caracteriza en ella no sólo por quedar velado para el sujeto de la ciencia, sino por disimularse como tal, tanto en la tradición operatoria como en su acto. Es una condición de la magia.”
En cuanto a la religión, “el religioso le deja a Dios el cargo de la causa, pero con ello corta su propio acceso a la verdad. Así, se ve arrastrado a remitir a Dios la causa de su deseo, lo cual es propiamente el objeto del sacrificio.(…) El religioso instala aquí la verdad en un estatuto de culpabilidad” (pág.851). La causa en la religión es causa final, en el sentido tanto de revelación como de juicio final.
Respecto a la ciencia, tenemos la relación que hace Lacan con el Nombre-del-Padre, en tanto habla aquí de Verwerfung, diciendo que se trata de que “de la verdad como causa, no querría-saber-nada”. Entonces, “la incidencia de la verdad como causa en la ciencia debe reconocerse bajo el aspecto de causa formal” (pág.853). Aquí es donde me vi en la necesidad de recurrir a los escritos aristotélicos para entender algo.
Dice Aristóteles: “Evidentemente es preciso adquirir la ciencia de las causas primeras, puesto que decimos que se sabe, cuando creemos que se conoce la causa primera. Se distinguen 4 causas. La primera es la esencia, la forma propia de cada cosa, porque lo que hace que una cosa sea, está toda entera en la noción de aquello que ella es; la razón de ser primera es, por tanto, una causa y un principio. La segunda es la materia, el sujeto; la tercera el principio del movimiento; la cuarta, que corresponde a la precedente, es la causa final de las otras, el bien, porque es el fin de toda producción.”(pág.25, Metafísica.)
Si bien me parece que en el párrafo citado la esencia y la forma se confunden (recordemos que se trata de la Metafísica), por ello el traductor aclara que “He ousía kai tó tién eïnai” es invención de Aristóteles y designa el carácter distintivo del ser, lo que entra en la definición, la forma bajo la cual se concibe necesariamente cada objeto”.  En este punto me detuve para interrogar si acaso cuando la ciencia se define de este modo, en la forma de transmisión, dado que como afirma Lacan, en ella el saber se transmite, su lógica formal es la que impide que el sujeto aparezca. Según Lacan no es la única razón “sino que la forma lógica dada a ese saber incluye el modo de la comunicación como suturando al sujeto que implica” (pág.855).
Por último, haré mención para completar el cuadro, que el psicoanálisis acentúa a la verdad en su aspecto de causa material, referida como sabemos al significante.
El otro punto en el que me quise detener es una de las cosas que Lacan dice respecto a Lévi-Strauss: “concibe al budismo como una religión del sujeto generalizado, es decir que implica una diafragmatización de la verdad como causa, indefinidamente variable, en la que le hace a esa utopía el halago de verla concordar con el reino universal del marxismo en la sociedad” (pág.852).
En este punto, mi ayuda fue Octavio Paz (a quien recurrimos en el Equipo temático: El Zen y la función de la palabra) y un comentario llamado “El antropólogo ante Buda” (en “Los signos en rotación”), donde refiere que si el lenguaje es lo que permite la dialéctica en la historia y ésta forma parte de las relaciones de producción, el silencio es parte del lenguaje. Para Paz es casi el punto de llegada de toda reflexión respecto del lenguaje (ver “El arco y la lira”) y más aún de la poesía (recordemos que antes que ensayista es poeta). Allí refiere a las preguntas que el Buda no habría respondido y busca las razones y concluye diciendo que “el silencio en sí mismo es una respuesta”. “La esencia de la palabra es la relación, y de ahí que sea la cifra, la encarnación momentánea de todo lo que es relativo. Toda palabra engendra otra que la contradice, toda palabra es relación entre una afirmación y una negación. Relación es atar alteridades, no resolución de contradicciones. (…) El silencio del Buda (…) alude a otra cosa, a un más allá que está aquí. Dice Sunyata: todo está vacío porque todo está pleno, la palabra no es decir porque el único decir es el silencio (…) La negación del mundo implica una vuelta al mundo, el ascetismo es un regreso a los sentidos, Samsara es Nirvana, la realidad es la cifra adorable y terrible de la irrealidad, el instante no es la refutación sino la encarnación de la eternidad, el cuerpo no es una ventana al infinito: es el infinito mismo. Hemos reparado en que los sentidos son a un tiempo los emisores y los receptores de todo sentido ¿Reducir el mundo a la significación es tan absurdo como reducirlo a los sentidos. (…) No el saber del vacío: un saber vacío.”
Continuamos entonces intentando dilucidar la segunda parte del párrafo de Lacan “en la que le hace a esa utopía (entiendo que se refiere al budismo) el halago de verla concordar con el reino del marxismo en la sociedad”. Volveré luego a la primera.
Paz afirma que si Occidente hubiera tomado algo del budismo, quizá podría haber evitado los horrores de las guerras: “La afirmación del sentido histórico (Marx) culmina fatalmente en una negación del sentido (y cita a Lévi-Strauss): “entre la crítica marxista que libera al hombre de sus primeras cadenas y la crítica budista que consuma su liberación no hay oposición ni contradicción”. Así, Paz parece unir junto a Lévi-Strauss el budismo al marxismo, donde la liberación social del hombre sería posible a través, o mejor dicho, con la sabiduría del budismo, que predica que “el yo no existe”, que existe el “nosotros” como parte de un universo donde cada uno se capta en el otro, “aún en la mirada del gato”.
Ese instante donde los sentidos (la significación) se disuelven y que conocemos a través de los haikus, también paradójicamente lo encontré en un artículo de Ernesto Laclau “Sobre los nombres de Dios”: “Aparentemente es necesario concluir, con Dionisio Aeropagita, que “la causa de todo lo que es inteligible no es, ella misma, inteligible”. Esto prepara el camino para la vía mística, la vía negativa. Dios es: “No alma, no intelecto, No imaginación, opinión, razón y no comprensión” (pág. 53. de “Los fundamentos retóricos de la sociedad”).
No me detendré en las consideraciones de Laclau, sólo aclaro que su idea es que si Dios no posee los atributos comunes a los demás seres es porque su esencia es otra, por lo tanto los predicados no son verificables. También creo que es una lectura acorde al tema, puesto que sus reflexiones tienen que ver con el modo en que ha influido y las desviaciones que a su entender han acaecido en las teorías marxista y de izquierda y cómo la retórica influye políticamente en la sociedad (conceptos como representabilidad, metáfora, metonimia, hegemonía, etc.).
La equiparación con el conocido Tao me pareció notable: “El Tao que puede ser expresado, no es el Tao perpetuo. El nombre que puede ser nombrado, no es el nombre perpetuo. Sin nombre, es principio de Cielo y Tierra, y con nombre, madre de diez mil seres. El que habitualmente ve su concupiscencia, ve su maravilla. El habitualmente codicioso, no ve más que sus últimos reflejos.” (págs. 97-98. “Tao te King”).
Como ya lo he hecho en otros lugares, no haré las distinciones entre Taoísmo y budismo. Simplemente quería tomar algunos cruces para continuar pensando si el “sujeto generalizado” al que refiere Lacan en su escrito, aludiendo a Lévi-Strauss es ese ser que en la cosmología budista es uno que está en todos, dado que la misma esencia une a todos los seres del universo. “Implica una diafragmatización de la verdad como causa, indefinidamente variable”, lo entiendo en el sentido de: si el diafragma es lo que permite la entrada y salida (de aire, luz, etc.) quizá se trate en el budismo de esa verdad que siendo “indefinidamente variable” dependerá de cuánto de ella es aprehendido, en tanto se trata de una ignorancia que debe convertirse progresivamente en sabiduría de desapego. Desapego (del otro) y comunión (con el universo) no son incompatibles en el budismo.

La invitación a la discusión está hecha.

Puntualizaciones sobre "La Hermenéutica del Sujeto" de Michel Foucault - Verónica Ríos



En un extenso recorrido histórico, el autor sitúa la relación entre sujeto y verdad. El planteo comienza por abordar en qué forma en la historia se instalaron las relaciones entre esos dos elementos en Occidente.
Así, aborda la cuestión del conocimiento del sujeto por sí mismo, retomando la noción griega de epimeleia heautou (inquietud de sí mismo), y que los latinos traducen como cura sui. Es paradójico plantear el estudio desde aquí, ya que todo el mundo sabe que cuando en la historia occidental la cuestión es el conocimiento del sujeto por sí mismo, siempre se planteó desde la famosa disposición délfica gnóthi seautón (conócete a ti mismo); Foucault indica que esta es una fórmula fundadora entre sujeto y verdad.

“Conócete a ti mismo” se inscribía en el centro de la comunidad humana, la vida griega al principio eran una serie de recomendaciones relacionadas con el acto de consulta al oráculo y luego aparece en la filosofía alrededor del personaje de Sócrates. Foucault resalta una cita de Sócrates: “Ustedes se ocupan de un montón de cosas; fortuna, reputación pero no de ustedes mismos”. Sócrates desempeña el papel de quien despierta la “inquietud de sí mismo”, va a considerar el momento del primer despertar, y utiliza la metáfora del tábano que hinca el aguijón en la carne de los hombres. Ocúpense de “ustedes mismos”, esa es la misión de Sócrates.
Desde estas consideraciones Foucault traza que la “inquietud de sí mismo” es el marco y el fundamento del “conócete a ti mismo”: “Sócrates es el hombre de la “inquietud de sí” y seguirá siéndolo”, afirma el filósofo francés en el texto. Entonces “la cultura de sí” tiene una amplitud determinada y ello puede constituir en la historia del pensamiento un momento decisivo, en el cual se compromete incluso nuestro modo de ser sujetos modernos.
Desde el personaje de Sócrates, que interpelaba a los jóvenes, hasta el ascetismo cristiano aparece la “Inquietud de sí mismo”. Pero la razón más fuerte por la cual desaparece en los historiadores no es por la moral (estoica, epicúrea o cínica), sino que es algo que obedece al problema de la verdad, y propone que ese olvido es culpa del momento cartesiano. El momento cartesiano actúa de dos maneras  primero califica el “conócete a mismo” y descalifica la “inquietud de sí”. Se hace del “conócete a ti mismo” un acceso fundamental a la verdad. Y se descalifica del campo de pensamiento filosófico moderno a la “inquietud de sí”. El aspecto de contragolpe de la verdad sobre el sujeto ya no puede existir, en lo sucesivo la verdad no es capaz de salvar al sujeto.
También Foucault se pregunta por el divorcio entre la verdad y las condiciones del sujeto para tener acceso a ella, ¿cuándo ocurren y por qué? Y sitúa que la respuesta no es por el lado de la ciencia, ya se había iniciado éste divorcio antes del momento cartesiano: la teología. Hay una correspondencia entre un Dios que conoce todo y sujetos susceptibles de conocer.
Después de un breve recorrido del siglo XIX señala que los filósofos, tanto como Hegel, Husserl y Heidegger, ponen el acento en la transformación misma del ser del sujeto, así se ve recuperada la vieja cuestión de la “inquietud de sí”.
El análisis histórico de Foucault pasa por el marxismo y el psicoanálisis, dice que son dos formas de saber que plantean la relación del sujeto con la verdad y que no se pueden asimilar a la religión. Entonces surge una forma de saber que no hay que asimilar a la estructura de la ciencia, que no es religión y es el psicoanálisis. Lacan intentó plantear, dice Foucault, la cuestión como histórica y propiamente espiritual, alude al método, a la práctica: la del precio que el sujeto debe pagar para decir la verdad y el efecto que tiene sobre sí mismo haberla dicho. Al recuperar ésta cuestión hizo resurgir desde el interior mismo del psicoanálisis la más antigua inquietud, la epimeleia heautou (inquietud de sí).
Una extensa cita al pie de página señala los textos donde Foucault leyó que Lacan desarrolla esta relación del sujeto y la verdad. Comprende textos de 1953 a 1976: “Función y Campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, “La ciencia y la verdad”, “Del sujeto por fin cuestionado”, “Seminario 1, Los escritos técnicos de Freud”, “Seminario 2, El yo en la teoría de Freud y en la teoría psicoanalítica”, “Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales para el psicoanálisis”, “Respuesta a unos estudiantes de filosofía sobre el objeto del psicoanálisis”, “La méprise du sujet supposé savoir”, “Seminario 20, Aun” y finalmente el “Seminario 23, El Sinthome”.
Otra cita al pie de página alude a éste recorrido: “En lo concerniente a esta relación verdad-sujeto, el manuscrito aclara que el hecho de no haber sido “nunca pensado teóricamente” provocó “un positivismo, un psicologismo en el psicoanálisis”. La referencia al manuscrito alude a notas escritas del mismo Foucault, dado que el libro de referencia es un curso desgravado y su acceso a las notas les fue permitido consultar a los editores. Por lo tanto ésta cita ha sido sustraída de sus notas particulares.

*El libro publicado, es un Curso en el Colegio de Francia dictado en 1982. Ésta edición toma como referencia la palabra pronunciada públicamente por Michel Foucault. Editorial Fondo de Cultura Económica. Bs As. 2009


EN LA CASA DEL TEXTO - Mariano Dorr



RADAR LIBROS - DOMINGO, 8 DE FEBRERO DE 2015.

Mahoma llamó a los judíos “Pueblo del Libro”, por el lugar fundamental que ocuparon las Escrituras en la historia de los hebreos. Muchos siglos más tarde, el poeta alemán Heinrich Heine se refirió a la Torá como “la patria portátil” del pueblo judío. Uno de los epígrafes que abre este libro es una cita de George Steiner: “Como un caracol con sus antenas alerta ante la amenaza, el judío ha llevado la casa del texto a sus espaldas. ¿Qué otro domicilio le ha sido permitido?”. La íntima relación entre el pueblo judío y el libro es el punto de partida para indagar las manifestaciones históricas de este vínculo fundamental en la cultura judía. Alejandro Dujovne (doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet) explica la importancia de que tanto la Torá –la palabra revelada– como el Talmud –la tradición oral de interpretaciones bíblicas– se compongan de un conjunto de textos. Luego del sitio y la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén (año 70 de la era común) el sabio Yhanan Ben Zakai logró escapar y pactó con los romanos el derecho a un nuevo espacio para el estudio y el culto: “Con esta decisión rompió el monopolio del Templo de Jerusalén como único ámbito del culto y de la enseñanza, e inauguró una relación distinta de los judíos con el espacio y con el saber: el vínculo que conjugaba la práctica del culto y el estudio de los textos sagrados con la geografía de Jerusalén y con la espacialidad del Templo, que había organizado la vida judía hasta entonces, se veía reemplazado en ese momento por un lazo únicamente simbólico”. Con la posibilidad de que cualquier sitio pudiese convertirse en un ámbito de formación y práctica religiosa, “el Libro adquirió un papel central en la supervivencia del judaísmo en la diáspora, al actuar como el centro de referencia que sostenía la unidad del pueblo judío en el tiempo y el espacio”, escribe Dujovne. La historia del pueblo judío es entonces inescindible del contenido de la Torá y a su vez de la historia de la lectura, la interpretación y la cultura alrededor de la Torá, a través de los siglos.
La apasionada historia del libro judío en la Argentina comienza en Europa, con los primeros editores judíos desde la invención de la imprenta. En el primer capítulo (“Historia y geografía transnacional del libro judío”) Dujovne da cuenta del origen de la lengua idish en el siglo XI y su progresiva convivencia con el hebreo, en un caso de bilingüismo interno: “Mientras éste –el hebreo– era el idioma de los textos religiosos y el culto, el idish era la lengua popular utilizada para el habla cotidiana”. El primer texto impreso en idish es una canción de Pésaj publicada en 1526 en Praga. El primer libro, un diccionario hebreo-idish editado en 1534, en Cracovia. A partir de entonces comienza el desarrollo de la edición judía, dando lugar a lo que luego se llamó “la antigua literatura idish”. Los acontecimientos políticos en la Europa de los siglos XVIII y XIX, seguidos de la revolución rusa, las guerras mundiales, el Holocausto y la posterior creación del Estado de Israel dejaron una huella imborrable en la historia de la imprenta y la edición de libros judíos. En este contexto, el libro idish en Buenos Aires hace su aparición con el arribo de los inmigrantes judíos ashkenazis a la Argentina desde fines del siglo XIX hasta 1940. La investigación de Dujovne recorre todo un siglo de publicaciones: “Entre 1898, año de aparición del primer periódico judío en el país, y 1989 identifiqué cerca de ciento cincuenta publicaciones periódicas de muy diverso tipo y duración, exclusivamente en idish, y al menos veintiocho bilingües idish-castellano”, comenta el autor.
El libro constituye un informe detallado sobre los sellos editoriales, imprentas, bibliotecas y hasta librerías especializadas en libros judíos en la Argentina.
Dujovne cuenta (entre otras) la historia de pioneros como Manuel Gleizer y Samuel Glusberg, los primeros en editar –en la Argentina– a los más destacados escritores judeocristianos de su época. Gleizer fue, además, el primero en proyectar una colección específica de traducciones al castellano de títulos de temas judíos. Nacido en 1889, en Besarabia (Imperio Ruso), Gleizer cruzó el mundo para instalar, muchos años después, una librería en la actual Av. Corrientes. En 1921 se mudó sobre la misma calle, cerca de la actual Scalabrini Ortiz, en Villa Crespo: “La Librería La Cultura adquirió renombre dentro del circuito literario porteño por la venta y edición de libros, y también por atraer y congregar a figuras como Nicolás Olivari, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón, Luis Franco, Ricardo Molinari, Leopoldo Lugones y Alberto Gerchunoff, entre muchos otros”. El influjo de Manuel Gleizer fue tan grande que hasta ofreció su sello a figuras como Marcelo T. de Alvear, Alfredo Palacios, Macedonio Fernández y Eduardo Mallea. Con la Biblioteca de temas judíos, Gleizer presentó una variada combinación de géneros, temas y autores: Los gauchos judíos, de Alberto Gerchunoff; Sionismo y humanismo, de Max Nordau; El Talmud, de Iser Guinzburg, fueron algunos de sus títulos.
El libro incluye algunas imágenes (lamentablemente, muy pocas) que permiten observar, por ejemplo, el tipo de publicidad que caracterizó al libro judío en la cultura argentina. Un recuadro indica la siguiente leyenda: “¿SE INDIGNA UD. CUANDO PERSIGUEN A LOS JUDIOS? Lea el libro Renacimiento de Israel, de Ludwig Lewisohn y Ud. comprenderá lo que debe hacer como judío. Pídalo a la administración de MUNDO ISRAELITA. Edición de lujo. 380 páginas. Tiraje limitado”. Otra publicidad: “¡Una suscripción a la EDITORIAL ISRAEL es un acto de afirmación judía!”. En el período que transcurre desde la década del cuarenta hasta mediados de los setenta –explica Dujovne–, Buenos Aires se convierte en el principal centro cultural y político judío de habla castellana. Escrito con el cuidado propio de una investigación en el ámbito de la sociología, Una historia del libro judío se detiene a analizar el impacto de la cultura judía argentina –como señala el subtítulo del libro– a través de sus editores, libreros, traductores, imprentas y bibliotecas.




MANUSCRITOS, ARCHIVOS, COLECCIONES - Juan José Mendoza



Revista Ñ, 10/01/2015.



 AVATARES DE LA CULTURA MATERIAL

En agosto de 2005 apareció el Nº 53 de la revista Ramona. Estaba dedicado al coleccionismo y, naturalmente, también se presentaba como un número “coleccionable”. En la bajada decía: “Todo lo que Ud. necesita saber sobre coleccionismo”. Aquel Dossier imposible podría ponerse en diálogo con un libro anterior, editado en 2001 y precisamente titulado Guía para invertir en el Mercado de Arte Contemporáneo Argentino. Estaba escrito por un economista: Claudio Golonbek. En el contexto del derrumbe aquellas páginas parecían impulsadas por el don, una lógica anti-económica del gasto y del derroche que, en tiempos de crisis, proponían invertir en arte. En otro libro suyo más reciente, Coleccionismo: libros, documentos y memoriabilia (2014), Claudio Golonbek comenta la labor que el coleccionismo tuvo en la historia argentina del siglo XX, entre cuyos animadores se destacaron, entre otros, Antonio Santamarina (1880-1974), Bonifacio Del Carril (1911-1994) o Federico Vogelius (1920-1986). Un ejemplo paradigmático del gusto bibliófilo del siglo XX lo protagonizó Natalio Botana, cuya biblioteca se subastó entre los días 9 y 12 de junio de 1953 en 1765 lotes. ¿Qué libros había allí? Aquella colección de libros y documentos se dispersó: “Lo que siempre me llamó la atención es que las grandes colecciones del siglo XX se vendieran. Y que los proyectos de coleccionar libros se terminaban cuando los coleccionistas se morían. Para la familia eso no representaba nada. Y para la sociedad tampoco.”

En la Argentina la historia del coleccionismo de libros se remonta a la época de Rosas, a los tiempos de las colecciones de Saturnino Segurola, Pedro de Angelis y Antonio Zinny. Una colección sobreviviente del siglo XX es la de Ferrer Vieyra (actualmente en poder de la Biblioteca Mayor de Córdoba), compuesta de 23 incunables, 27 incunables de segunda época, cerca de cincuenta Elzevirianos, dos rollos de origen etíope escritos sobre pergamino y referidos a temas religiosos. La de Ferrer Vieyra se destaca por ser la colección más importante de incunables que hay en la Argentina. Pero Claudio Golonbek destaca el surgimiento desde hace algunos años de un nuevo coleccionismo. El coleccionismo tradicional sacraliza al libro como objeto y tiende una relación fuerte con la antigüedad, con la tradición humanista y con la edad de la imprenta. El acopio de mapas y manuscritos forman parte de aquel paradigma. Golonbek plantea una mudanza de aquel coleccionismo libresco hacia un coleccionismo más documental, una nueva zona de acopio de materiales que se caracterizaría por lo vintage, lo retro: “es un coleccionismo más relacionado con la cultura. Explica de dónde venimos y a dónde vamos y no en un tramo de tiempo que dure mil años.” Se puede hablar de un nuevo coleccionismo íntimamente vinculado no con la posesión de objetos cerrados sino de documentos específicos. Es un coleccionismo de libros y textos abiertos, más disponibles para la lectura.

_¿El nuevo coleccionismo tiene una línea de tiempo más corta?

_Sí. En todas las cosas que yo colecciono subyace la idea de comprender la Argentina y el mundo. Podría leer un documento de la época de Rosas, pero entendería bastante menos porque todo aquello ya está sintetizado en los procesos políticos. Con ir a documentos de cincuenta o sesenta años atrás me parece que allí ya está sintetizado lo que pasó un siglo antes. Coleccionar siempre me pareció como una oportunidad para entender cosas.

Para Claudio Golonbek la llegada definitiva al mundo del coleccionismo se dará en 2005, no sin antes haber sido testigo de un hecho particular. El 2001. Ese hecho tuvo un violento impacto en el mundo del libro. La devaluación provocó una mayor demanda de objetos y materiales desde el exterior. Allí Claudio vio cómo ejemplares, colecciones y archivos fueron desguazados de manera vertiginosa y llevados afuera del país: “Algunas colecciones se vendieron en el exterior: cosas de Gombrowicz, Fogwill. El que lo tenía lo consideraba valioso. Y acá nadie lo consideraba valioso, o no estaba dispuesto a pagar, o si era una institución pública no tenía presupuesto.”

En diciembre del 2002, en ocasión de una importante subasta de libros legado de Carlos Luis Codesal a beneficio de UNICEF en la casa de remates Saráchaga, movido por una sensación de pérdida patrimonial Claudio adquirió materiales de Martínez Estrada y Héctor Murena. Todavía el espectro de su colección era tradicional, pero había allí algunos zócalos sólidos, que afirmaban su convicción sobre aquello que estaba haciendo. Pronto las contingencias a las que una colección se enfrentan le propusieron nuevos horizontes: “Mi archivo tiene tres patas -explica-: literatura, política y arte. El de literatura empieza en el 33, con las posvanguardias y arbitrariamente con Radiografía de la Pampa de Ezequiel Martínez Estrada y Aguafuertes Porteñas de Roberto Arlt, para mí ensayos importantes para comprender lo que es la Argentina. Mi archivo sobre política comienza el 4 de junio del 43 con el Golpe del G.O.U. El primer documento que tengo sobre ese archivo es una carta de adhesiones que se firmaba el 3 de junio a la candidatura de Robustiano Patrón Costas. Lo cual permite hacer una serie de interpretaciones en torno a las motivaciones del golpe. Y llega hasta la década del 70. Y el archivo de Arte empieza a fines de los 50, con lo que para mí son los inicios del arte contemporáneo, con las primeras discusiones sobre el tema, con los escritos de los precursores de la escritura sobre arte en Argentina que son Masotta, Aldo Pellegrini.”  Aunque se pueden leer en diálogo, cada una de las tres colecciones tienen su propia lógica interna, lo cual muestra que a menudo hay contingencias que van marcando el rumbo de los archivos. Para Claudio “hay una negociación entre lo que vos querés y lo que la colección demanda. Uno descubre esas lógicas años después. Hay veces en que uno termina comprando cosas para la colección. Entonces uno dice: a la colección le falta esto. La colección reclama cosas.”

En un libro ya clásico, Coleccionismo y Literatura (1999), Yvette Sánchez indagaba en la etimología latina de la palabra leer (legere: que entre sus acepciones incluye “cosechar”, “leer”, “coleccionar”) para establecer una asociación muy fuerte entre la práctica de la lectura y el acto de  coleccionar. En aquel libro se reparaba en el fuerte componente psicológico que rodea al coleccionismo literario. Y, además, se atendía a una enorme cantidad de escritores y movimientos literarios que hicieron del coleccionismo un principio estético: desde Balzac hasta los naturalistas, pasando por Pío Baroja, Azorín y los decadentistas franceses: “Cuando el volumen de piezas de una colección se incrementa lo suficiente empiezan las conexiones importantes entre ellas y es ahí donde cobran fuerza como conjunto” -explica Golonbek-.

_¿Las colecciones tienen una voz, son como un organismo?

_Tienen una vida. Uno es un ejecutor. Porque la relectura o la contextualización de un documento otorgan vida al conjunto. Uno es el medium.

El coleccionista también es alguien que posee una suerte de “conciencia documental”. Ve en determinados manuscritos o documentos una potencia que conecta con el futuro. Esa conciencia documental trabaja contra la “desidia archivística”. ¿El coleccionista es alguien que está vislumbrando algo ya sea en el pasado pero también en el presente que sus contemporáneos no están vislumbrando?: “A mí me interesa y entonces me parece que yo debo conservarlo. Además me parece que en el futuro va a ser mucho más difícil conseguir archivos y documentos. No digo que vayan a ser secretos políticos, pero mucha gente va a tratar de hacerse del material estratégico que explique o ayude a comprender determinados procesos. A mí me parece que cuando las universidades norteamericanas compran colecciones no solamente lo hacen desde una voluntad de preservación sino de poner material en disponibilidad para gente que busque cosas que parecen insólitas o rarísimas, pero que en una visión de largo plazo del experimento humano sirven. Dan explicaciones a por qué pasó esto o aquello. ¿Nos importa? Por ahí no, pero a lo mejor es re importante.”

Una teoría del residuo

Hay algo que primero suscita cierto interés, luego pasa a ser sumamente deseado por más de una persona hasta que, en un largo proceso de legitimación, eso pasa a ser un preciado objeto del coleccionismo. Puede pasar con manuscritos, discos de vinilo o libros. La investigación o la búsqueda de fundamentos históricos o culturales generan nuevas piezas y nuevos temas para el coleccionismo. Pero la concepción más interesante sobre el coleccionismo Claudio la asocia al “residuo”: “es muy importante entender que ‘algo’ puede llegar a ser un potencial objeto del coleccionismo cuando se ha convertido en un residuo de la cultura que lo generó.” Esa comprensión del residuo está asociada a los papeles efìmeros [aquello que en el argot se denomina ephemera]: “Hace muchísimos años que yo estaba buscando una caja del Plan Alimentario Nacional, la caja en la que se repartían alimentos y de la cual se hicieron millones. Y me llevó como diez años conseguir una. Me la traen hoy. La conseguí por MercadoLibre. Y la paradoja es que se trata de una caja de la cual se hicieron millones y que no vale nada. Nadie las guardó porque no cumplían ninguna función. Uno las ve por las fotos en los diarios, pero nunca ve el objeto real. Debe tener por lo menos 30 años esa caja. Yo la voy a tener como documento. Si algún día tiene que ir a una muestra que cuente la Argentina de la década del 80 en vez de haber una foto de las cajas PAN habrá una Caja PAN real.”

Hay nuevos objetos que en la larga tradición del coleccionismo constituyen un fenómeno novedoso. Por un lado, el pasaje de la cultura impresa al universo digital implicó una serie de transformaciones prácticas. Y si bien el coleccionismo en principio pudo no ser considerado como una práctica particularmente sensible a esas transformaciones, el advenimiento de la era digital produjo un cambio en la percepción del mundo analógico. La aceleración del tiempo y la obsolescencia programada de las tecnologías modifican la experiencia del pasado y sus restos materiales. Aquellos objetos que nos hablan de otra época constituyen la gran materia prima del coleccionismo. De allí que el mundo analógico también haya sido cruzado por las modificaciones de la percepción que el advenimiento de Internet produjo. MercadoLibre, eBay, AbeBooks, Iberlibro, remates en directo, subastas on-line son algunas de las nuevas arenas de lucha en las que se libra el duelo con los restos materiales del tiempo. Es que si bien todo sucede supuestamente en el mundo virtual, lo que se trafica por la Web son “objetos concretos”. Hay una imbricación que se produce entre sitios de Internet y ese espacio residual que configuran las librerías de usados, los mercados de lo viejo. También se puede hablar de un “efecto colateral” del coleccionismo que redunda en el aumento de la información cultural. Como un efecto rebote, y una vez modificado su lugar, las páginas de libros inesperados, autógrafos, manuscritos y fotografías saltan a Internet para otorgarle su espesor histórico a la Web. Un documento sobre la masacre de Trelew, un autógrafo de Paco Urondo, un retazo de la voz de Borges guardado en un disco de vinilo, esas son las cosas que Claudio Golonbek recolecta. ¿Cuál es la característica más preponderante del nuevo coleccionismo?: “Yo veo en el nuevo coleccionismo una idea más generosa que la del coleccionismo de antes. Ahora es importante que el material circule, que se difunda, que sea base de investigación. Una anécdota. Yo hace un tiempo estaba rastreando la historia de un fotógrafo norteamericano que le había sacado una foto a Lincoln. Y tenía unas vagas referencias con lo cual hice una consulta a la Universidad de Illinois. Como respuesta me mandan el obituario del fotógrafo publicado en un diario de una comunidad religiosa de la década de 1890 donde se contaba su historia. O sea que eso ya estaba catalogado. Me dio sana envidia que alguien pueda hacer una consulta y en el día le pudieran dar un documento de dominio público a alguien que estaba en la Argentina. Todavía nos falta mucho para llegar a eso.”

Para Claudio Golonbek es importante que los archivos estén disponibles: “Me parece que lo nuevo es la circulación, el dominio público de los archivos, la difusión, la participación en muestras, la generación de valor agregado informativo. Y eso yo creo que por lo menos en la Argentina es nuevo. Porque una de las cosas que uno ve en todo el mundo es que todas las muestras importantes de Arte están repletas de documentos: lo que se leía en la época, lo que se escribía. Yo digo que es como un continuum, si bien hay una diferencia de valor entre un documento y un cuadro de arte, también es cierto que como objeto cultural la documentación tiene muchísima jerarquía.”

El libro de Claudio Golonbek está atravesado por muchos géneros. Presenta en grajeas fragmentos de ensayo, testimonio. Autobiografía y teoría del coleccionismo se cruzan. También el libro se puede leer como una exposición. Golonbek podría haber hecho una exposición de su colección y su libro podría haber funcionado como un catálogo. Hacia el final del libro sobresalen dos anexos. Uno es sobre la editorial Barrilete (1962-1974). El otro es sobre reportajes a Borges: “Cuando comencé a revisar el archivo imaginaba que tenía cien o ciento cincuenta reportajes. Y cuando me puse a compilar tenía cuatrocientos reportajes. Y en un momento me di cuenta que no iba a terminar nunca el libro si seguía buscando reportajes a Borges. Y esa podría ser toda una investigación dentro del corpus borgeano que nunca se estudió. Lo que dijo Borges fuera de la literatura es apasionante. Y no es que el reportaje era una excepcionalidad. Cuando vos has dado más de quinientos reportajes ya es un género mismo de tu producción.”

_Tu concepto de “documento” es muy amplio.

Sí, un disco de Borges que salió en la década del 60 para mí es un documento. No lo colecciono como un disco en sí mismo. De hecho tengo discos con la voz de Borges que nunca escuché, porque existen versiones digitalizadas. Discos solamente colecciono de escritores. Discos como Eva Perón en la Hoguera (1972) de Leónidas Lamborghini, que es un disco muy raro.


Claudio Golonbek se siente parte de una generación interpelada por el hecho de que la Argentina se desprenda de acervos bibliográficos importantes: “Yo veo que quienes tienen entre cuarenta y cincuenta años y son coleccionistas todos tienen gran preocupación por ver dónde va a quedar todo su material. Y uno de los grandes problemas es que en Argentina no hay un lugar confiable a largo plazo para legar. La Biblioteca Nacional está avanzando muchísimo en eso. Pero la visión patrimonial recién se comenzó a revalorizar en los últimos años. Acá hubo casos escandalosos de fuga de material y no estamos hablando de cosas que pasaron hace muchos años.” Algo sin embargo parece estar cambiando: “Yo creo que ahora comienza a revalorizarse la cultura del material. Porque un poco lo que uno pensaba es que con esta proyección en veinte años cualquiera que quisiera estudiar cosas de Argentina iba a tener que ir a Estados Unidos, Alemania u otro país. Yo creo que se está avanzando mucho. Ahora hay universidades públicas que se han dado cuenta de la importancia de tener una política patrimonial y hay universidades como la Universidad de San Martín o la UNTREF que están armando sus propios archivos. Entonces son largos procesos culturales que llevan a que finalmente el material empiece a conservarse.” Claudio también comenta uno de los proyectos que tiene para su archivo: “Mi proyecto es crear un pequeño centro de investigación donde el material esté disponible para investigadores, en un lugar físico especialmente desarrollado y eso será el punto de arranque de otra cosa.”