Novedad Editorial Catálogos

Jacques Lacan: El anclaje de su enseñanza en la Argentina
De Marcelo Izaguirre.


Marcelo Izaguirre presenta, en este libro, una perspectiva de los comienzos de la transmisión de la enseñanza de Jacques Lacan en la Argentina, de la mano de Oscar Masotta y algunos otros. Con una mirada crítica muestra la institucionalización del psicoanálisis a partir del año 1974 con la fundación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, como consecuencia de un trabajo de años anteriores. De igual modo, cómo fue presentándose en los tempranos setenta aquella enseñanza en la Universidad de Buenos Aires y en diferentes puntos del interior del país.
Muestra las diferencias con el freudo – marxismo de los años 70 y la suerte de “vocación lacaniana” del año setenta que promovió para algunos el pasaje a la práctica del psicoanálisis y, para los psicólogos, el inicio de una práctica que les estaba vedada.
También podremos leer una investigación sobre el controvertido destino de los psicoanalistas durante el proceso.


ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS

INTRODUCCIÓN

1- INSTITUCIONALIZACIÓN DEL LACANISMO Y GUERRA DISCURSIVA
Los aires de junio
El escenario previo
Los antecedentes
La fundación
Notas

2 - CAMBIO TEÓRICO E INSTITUCIONAL. LAS TENSIONES
La ruptura de Plataforma y Documento
Lecturas diversas sobre el debate (o la ruptura)
El cambio teórico
Notas

3 - EL PSICOANÁLISIS FREUDIANO EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES EN LOS TEMPRANOS SETENTA: SABER Y HABILITACIÓN
Los psicoanalistas. Llegada a la Universidad del psicoanálisis
El retorno a Freud. Arribo de la enseñanza de Lacan
Notas

4 - LA ESCUELA FREUDIANA: DISPUTA DE LEGITIMIDAD
Antecedentes de la escisión
Vicisitudes de la Escuela. Precipitación de los acontecimientos
Notas

5 - EL PSICOANÁLISIS DURANTE “EL PROCESO”
Contra Lacan en los medios
El “lacanismo” en la APA
Elegancia y sutileza de los universitarios
Nuevas formas de una vieja disputa: marxismo vs. lacanismo
Buenos Aires, Caracas, y los nuevos “campos”
Notas

6 - LA PROPAGACIÓN DEL PSICOANÁLISIS EN LENGUA CASTELLANA,
por Alicia Alonso
Biblioteca Freudiana de Barcelona
Transmitir el nombre y soportar la herencia
Asociación (Escuela) de Psicoanálisis Biblioteca Freudiana de Barcelona
El territorio y su estructura
Buenos Aires: III Encuentro Internacional del Campo Freudiano, “La práctica analítica, o ¿cómo se analiza hoy?”
La propagación del laconismo
Notas

CONCLUSIONES
Notas

ÍNDICE ONOMÁSTICO


Familia o parentalidad*

Fin del dogma paterno de Michel Tort**

Sin duda se trata de una discusión que nos atañe, y que el libro trata de manera singular. Con una serie de referencias no sólo freudianas y lacanianas, sino de otros autores con los que no tenemos familiaridad. También, con otra serie de referencias que incluyen la historia, la filosofía en algunos casos, y los diversos discursos, incluso el religioso, que abordan la cuestión del padre.

La hipótesis que da comienzo al libro es que tanto desde la Ciencia, la Democracia y el Liberalismo el Padre está cuestionado. ¿Cuál sería la postura del psicoanálisis frente al discurso de la declinación del padre?

Al respecto, Michel Tort registra más de una paradoja, pero me interesa pensar en particular aquella que indica que en el momento mismo en que el Padre pierde uno tras otro sus poderes, nunca el poder “psíquico” de los padres ha sido tan celebrado y exaltado. (él subraya este fenómeno en Francia, yo creo que podemos trasladarlo a la Argentina, señalando sus matices propios)
El autor señala tres puntos en juego en los debates actuales:
1. El psicoanálisis identifica en la función paterna el resorte psíquico de la “ley”, que asegura la institución del sujeto.
2. La evolución histórica de las sociedades modernas se caracteriza, indiscutiblemente, por una disminución del poder social atribuido a los padres.
3. La declinación del poder social de los padres conduce a interrogarse con inquietud sobre la manera como en lo sucesivo puede efectuarse la puesta en marcha de la función paterna y, a través de ella, la constitución del sujeto.

El libro declina y conjuga estos puntos de múltiples formas, pero más allá de eso, uno podría preguntarse, él autor también lo hace, si el psicoanálisis invocando la función simbólica del padre no intenta perpetuar de un modo nostálgico, un lugar que el padre en lo social, económico y político, ha perdido.

Es cierto, y esta es quizás una primera respuesta, que en la divulgación social del discurso psicoanalítico, hay una cantinela respecto de “la poca presencia del padre”, la necesidad de la “ley paterna”, entendida del modo más banal, que regule los excesos de los adolescentes, por ejemplo. En el campo de la educación, donde la lectura de dos discípulas de Lacan, que limitaron su lectura al Lacan de lo imaginario-simbólico, Maud Mannoni y Francoise Doltó, ha hecho estragos, la apelación a la figura del padre, en un ámbito gobernado esencialmente por mujeres, es notable. Hace poco releía el Caso Dominique, de F. Doltó, y es llamativo como contra todo pronóstico del caso, e incluso cuando el padre mismo es quién decide la interrupción del tratamiento, ella sostiene la necesidad del padre.

Es cierto, como lo analiza de modo muy exhaustivo el libro al que nos referimos, que antes de ser un objeto el padre es primero un valor y uno de los más hermosos baluartes de lo que ha convenido en llamarse referencia espiritual en occidente. El padre ingresa en la historia cuando una figura histórica, la del patriarca, entra radicalmente en crisis. Esto último puede atribuirse a varias razones tales como: la artificialización de la procreación, la despenalización del aborto, la anticoncepción, etc. Que en occidente fueron deslizando a las mujeres fuera del dominio masculino de la procreación al tiempo que el movimiento de las mujeres reivindicaba que estas últimas decidan su destino. La historia del objeto del padre, traduce las estrategias que se enfrentan en lo que concierne al lugar respectivo de las mujeres y de los hombres en las relaciones de géneros y de sexo.

Las bondades del padre dejan de ser tales, entre otras cosas, cuando las mujeres una vez convertidas en sujetos y feministas pueden expresarse sobre el origen de su historia. Tal vez entonces se pregunten: ¿Realmente valía la pena inventar la paternidad teniendo en cuenta la reclusión de las mujeres que genera el patriarcado? ¿Desde el punto de vista de las mujeres no hubiera sido mejor que la humanidad se quedara allí donde estaba antes del funesto descubrimiento de los hombres de su paternidad? A su vez, ¿Qué papel tiene el psicoanálisis en la historia del padre?

En el momento en que el padre o los padres se convierten en un objeto histórico, se plantea otra cuestión inédita: el padre que en lo sucesivo tiene al menos una apariencia de historia que corresponde a estatutos económicos, políticos, jurídicos, vio como desde hace poco se le atribuye una función psíquica. Con el famoso y escandaloso complejo de Edipo, el psicoanálisis produjo primero la idea de que los individuos, (¡todos!), atraviesan una crisis normal en su relación con los padres, de donde salen más o menos identificados sexualmente, sujetos y sexuados, de allí entonces una conclusión los padres no tienen solo un estatuto sino una función.
La cuestión radica en saber lo que el psicoanálisis puede aportar para problematizar esta historia. Sino se identificará los universales del psicoanálisis con lo que prevalece históricamente, desde siempre.

Así el Edipo formulado por Freud no es más una estructura de formación del deseo humano,sino que es una respuesta a la crisis de la familia patriarcal que restaura un modelo de familia normalizable.

Michel Tort propone en todo caso, interrogar la manera como el padre oscila y luego se derrumba. Cómo históricamente se han erigido procedimientos de idealización de la figura paterna, que no están presentados como tales, que reconstituyen en forma permanente una “escena primaria”, histórica del padre caído que los historiadores siguen utilizando dócilmente, para mantener el mito. En la organización histórica del patriarcado que no es objeto de ninguna objeción, reside en el control de la vida y la descendencia. Hay un vínculo entre el poder y la paternidad en el universo patriarcal, la fascinación y enamorada comunión con el culto del padre hace que se olvide que el padre patriarca no era un padre del niño, sino un padre general que pone en el mismo plano a mujeres, niños, esclavos, empleados domésticos, etc.
A partir de algunos de estos cuestionamientos el autor, va a examinar este mito del padre desde múltiples aspectos, desde la relación entre el Padre y la Revolución Francesa, desde las transformaciones de la economía, desde los distintos tipos de familias, desde la política, desde la ciencia, etc.

En el capítulo 2, titulado “El padre: una organización psíquica del poder” se critica el discurso de la “declinación del padre”, hace algunos años, Germán García había recomendado para el grupo que conformamos Atención analítica dos libros, en francés, para pensar el tema de las instituciones. Uno de ellos, escrito por Francois Dubet, trata sobre la “Declinación de la institución”, allí se analiza, como hace un tiempo no dejamos de hablar de la crisis de las instituciones, la escuela, el hospital, el trabajo social, y como habría que poder ir más allá de esta queja que implica cierta nostalgia, para darse cuenta que se trata de una transformación de la modernidad misma y que no necesariamente implica aspectos negativos, sino que se idealiza un pasado sin poder evaluar los efectos de estas mutaciones, inventando figuras institucionales más democráticas, más diversificadas y más humanas. En la misma línea creo que puede pensarse el discurso sobre la declinación paterna, como un discurso perezoso que se representa la historia como la degradación de un orden antiguo. Hay una visión naturalista de la procreación que instituye la diferencia sexual como un hecho de la naturaleza, que la ley se limitaría a registrar. Por otra parte, la realidad de las familias homoparentales obliga a repensar la noción misma de familia. Las cuestiones de la maternidad, paternidad, la familia y la filiación dan lugar a un doble debate: político y científico. Los asuntos de familia son asuntos de la Iglesia y asuntos de Estado. El paternalismo de Estado utiliza los resortes de las familias como modelo de gestión de las relaciones sociales en general, lo cual sigue siendo tradición de derecha. Esto lleva a plantear también las relaciones entre psicoanálisis y religión. Se trata de iniciar una investigación de las dimensiones de la parentalidad, de la paternidad, de la filiación, que no presuponga, la repetición subterránea de la doctrina religiosa y del cortejo de relatos edificantes que forman parte de ella con el pretexto de que los tiempos actuales son duros y desestructurantes.

En síntesis lo que nos propone pensar la lectura de este libro es como amparados en la noción de inconsciente, los psicoanalistas, a mi entender de unas y otras corrientes, tienen una dificultad crónica para admitir la contingencia de las relaciones de género y de sexo, y la naturaleza histórica de las concepciones de la parentalidad. Existen formas de organización histórica de la parentalidad, transmitida, dominante o en regresión, y formas de simbolización nuevas más o menos creativas de las relaciones de sexo y de parentesco. Sin apelar a la clínica como argumento de autoridad vemos formas distintas en que los niños son criados, sin que podamos afirmar en todos los casos que esto tiene consecuencias necesariamente negativas para esos niños. Niños que son criados por las abuelas maternas y que viven con ellas y sus madres jóvenes que salen a estudiar, a bailar, a trabajar y cuyo padre vive en otra casa con sus propios padres, niños que permanecen un tiempo bajo el sistema llamado de “guarda” con una familia, mientras su familia de origen (madre y padre o alguno de los dos) cumple una condena o atraviesa una situación de enfermedad grave, una niña cuya madre peruana la dejó recién nacida a vivir en el seno de una familia de tres hijos biológicos (ya grandes) y uno deficiente mental leve, criado allí también, que llama tías a las hijas de la mamá que la cobijó y padre al esposo de esta mujer y que sólo tras la muerte de esta última comienza a preguntarse con siete años, quién es su familia. Yo creo que las experiencias desbordan a veces, nuestros modos de teorizar y tal como lo argumenta Michel Tort, tal vez de un modo un poco insistente, más cuestionador que lo que estamos acostumbrados, hay un detenimiento del pensamiento psicoanalítico en relación a estos temas, y el psicoanálisis termina convirtiéndose en el portavoz de las religiones del Padre.

Una última cuestión, hay muchas… que atañe a nuestro debate Freud/Lacan. Freud construye un objeto al que nombra “complejo de Edipo” y que capta un registro particular de la experiencia: las relaciones inconscientes que enlazan a las generaciones alrededor del deseo incestuoso de los padres, la prohibición de ese deseo y las consecuencias que genera dicha prohibición. Los avatares de la travesía del complejo de Edipo se consideran como situados en el origen de las manifestaciones neuróticas. Una de las primeras cuestiones que señala M. Tort, basándose a su vez en otros autores, es que en Freud el Edipo no tendrá el papel normativizante que va a tener en la enseñanza de Lacan (sobre todo en la de la época del Discurso de Roma) podríamos añadir.

“El Edipo no es para Freud el rostro moderno de la normativización sexual”, sino desaparece por obra de la naturaleza, se resuelve vía identificación. Pero el padre freudiano no es un padre separador, dice el autor, podemos pensarlo. Más bien se puede pensar como la resolución de un sistema cuya economía de investidura se vuelve explosiva, si las investiduras no se transforman en identificaciones. Lo que el autor denomina la “solución paterna” o sea la trasmudación de la hostilidad edípica en lazo positivo, es un verdadero misterio. La separación de la madre no es algo que se encuentre en Freud, más bien es una preocupación de Lacan. No hay una figura que separe al sujeto de la madre.

En el medio de toda esta argumentación hay también una especulación sobre el padre freudiano en relación al judaísmo, la elaboración de Freud sobre Moisés, relacionada incluso con el avance del nazismo en la época que Freud escribía el escrito sobre el patriarca judío.

En cuanto al padre, desde la perspectiva lacaniana, Michel Tort lo analiza minuciosamente en el capítulo llamado “El padre del nuevo testamento lacaniano”, y si a Freud se lo relacionó con el judaísmo a Lacan se lo relacionará con ciertas cuestiones del credo cristiano. Además de eso se analizan las referencias desde 1938, en el texto sobre “Los complejos familiares” (ver cita Pág. 145).En cuanto a esta referencia Lacan establece una relación histórica entre la gran neurosis contemporánea y el deterioro de la personalidad del padre (ver cita Miller Pág.147).
A partir de 1953, Lacan va a hacer reconocer a sus oyentes, el nombre del padre como soporte de la función simbólica, que ha de ser rigurosamente diferenciado de la persona que encarna esta función. A continuación se analiza el nombre del padre y la erección del falo simbólico en los seminarios La relación de objeto y Las formaciones del inconsciente con bastante ironía postula el libreto lacaniano del “Nombre del padre” (ver Pág. 172). El desarrollo pormenorizado de este capítulo nos lleva a las idas y vueltas de Lacan respecto al padre que el autor delibro no deja de anudar a referencias ideológicas y sobre todo religiosas. Sería imposible tratar aquí en detalle cada una de ellas, acordando tal vez con algunas cuestiones, repensando otras, si hay una reflexión que extraje del libro es no tomar ciertos conceptos y nociones como credo y poder problematizarlos para desde allí interrogar el psicoanálisis que practicamos.

Claudia Castillo


*Comentario para la actividad Lecturas críticas, realizadas bajo el mismo título, en el Centro Descartes, el 23 de septiembre de 2008, donde conversaron sobre el libro Patricia Blanch, Adriana Testa y Claudia Castillo misma, bajo la coordinación de Sergio Ayas.
** Fin del dogma paterno, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008.

Música para la desolación *.

El pensamiento no es un imperio en el imperio
de la lengua, sino el avance que el lenguaje
adquiere para sí mismo: lenguaje posible.
Pierre Alféri



I

Eduardo Silveyra encontró en el jazz una música para la desolación que atraviesa este libro, del que poco se puede entender sin llegar el final, después de atravesar sus diversas configuraciones marcadas por las exigencias de los personajes, los paisajes urbanos y las vibraciones del amor, el deseo y la violencia.
Para el narrador, que no se lleva por delante a los diversos personajes que forman la trama de su vida, se trata del relato de una iniciación con sus pérdidas y sus hallazgos: “Los lazos montevideanos se deshacían y con los restos creaba los que me atarían a ese Buenos Aires psico, a ese Buenos Aires trasatlántico, ahora soy de aquí, pero en aquel lugar, en esa otra ciudad que mira al río como si buscara una verdad, siempre alguien me espera”.
La novela que comienza con el doctor Segovia despliega una serie de personajes femeninos que, a partir del nombre propio, son llamados con variadas aliteraciones que trasmiten los estados en que se encuentra el narrador. Esos nombres varían algunas veces de manera despectiva, otras de forma erótica: “Si sé que esas presencias pendulares, crean un lenguaje cargado de signos, con los cuales se emprende una leyenda. Soy lo que me escribo. Eran piernas de mujer de tango...el amor...los besos de una puta...le hubiera gustado verla correr contra el viento...”
Soy lo que escribo; llamo la atención sobre el reflexivo porque al escribir a los otros el narrador se escribe una leyenda que incluye una generación, porque los signos de ese lenguaje están entretejidos con acontecimientos políticos, con expectativas que llevaron a callejones sin salidas, con maneras de amar donde la satisfacción de cualquier deseo parecía conducir a la desolación de los cuerpos: “Recuerdo para recordar. Con esa fórmula Segovia establecía sus leyes con la melancolía”.
El tono lírico que predomina en algunos momentos está atravesado por una intriga precisa, que conduce los hilos entre los encuentros azarosos y el erotismo; algunas veces festivo y otras veces sórdido.
En pocas palabras el narrador define el nudo que presenta: “La violencia es un estallido erótico, más allá de qué causas la provoquen. Soy de una generación erótica, que como era previsible, sucumbió ante Tánatos. Eso es lo que me posibilitó, en algún momento de mi vida, usar mi cuerpo como un arma y a veces como una tumba”.
El final de la frase muestra tanto la precisión como la economía que, en más de un momento, encuentra la novela: “Y los demasiados recuerdos de la noche... ese fragmento de historia en la memoria...fuimos a tirar unos cócteles... es sólo la imaginación que rescata del olvido...entre otros el buen hombre Molotov...íbamos en una moto...el conducía...yo iba atrás...en una mochila llevaba las botellas...la primer acción... y aún no tenía 17 años...la revolución no tiene edad... la muerte no tiene edad...”.
Este fraseo, que saluda de paso a Celine, contrasta con el fraseo sin puntuación que evoca a Molly Bloom, cuando el narrador llega tarde a una cita política y ve como la policía detiene a LaRubiecita – escrita así. Como en otro lugar leemos: Griselda-Grisucha-Grisina, después de una alusión como al descuido a La caza del Snark de L. Carrol. Con esto quiero llamar la atención sobre los diversos tonos que pone en juego una novela con fondo musical; que recurre al jazz como Julio Cortazar o Néstor Sánchez en Siberia Blues.
Estos tonos se alternan con frecuentes y variados diálogos que cumplen la función de improvisación entre los momentos más concentrados y densos de la narración: “7.65.45, 38 largo y corto. La numeración de los calibres tiene un algo atrayente. Entre esos números y la muerte se establece una poética que se podría explicar con una aritmética de la muerte. Una poesía matemática difícil de entender”. La frase siguiente dice que quizá no deba explicarse: “No me importaba la muerte porque el camino era de una erótica casi suprema, que por momentos adquiría la sustancia de una obra de arte. Una obra hecha con la misma vida”.
La estetización de la muerte ha querido ser identificada con una ideología política. Pero, como dice Boris Groys, cuando se usa la palabra “ideología” es porque se ha renunciado a entender. En esta novela la belleza tiene una función vinculante, en particular la belleza de las mujeres. Y más, ciertos detalles de esa belleza que el lector encontrará en diversas situaciones. Porque el cuerpo que puede ser arma y tumba, es también el refugio del placer y las paradojas del goce: “El clima oscila entre mariconadas Zeta, hippismo Malu la rubia y la lucha armada Clara Clarita. Y las palabras circulaban, arrobadas en la violencia de la rapidez. Todos hablan. Todos querían decir. Y al final, lo que uno puede comprobar y para no andar con tantas vueltas, es que el dinero le crea culpas a alguna gente”.
Y como no falta el homenaje explícito a Osvaldo Lamborghini la sexualidad y la política se encuentran en un sinónimo contundente:”...si hay que proletarizarse, empecemos por el sexo...nada mejor que esas vaginas de clase media que quieren ser conchas proletarias”.
El deseo de la belleza, incluso de la santidad, es un horizonte en esa tortuosa iniciación: “A veces sólo queremos vivir, para sobrevivir a la desolación que somos, a todos los fantasmas, a todos los desprecios, a todas las humillaciones. Y después si es posible, ser un puro”. Y en el revés de la trama: “Tampoco demos tantas vueltas y seamos sinceros. En el fondo somos todos bastantes farsantes”.

II

Poco ganaría esta novela con alguna enumeración de sus peripecias, puesto que se trata de subrayar los modos que emplea para encontrar la música de una desolación que resulta de la soledad que es el propio lenguaje, de la soledad de esos restos que se hacen presente como espectros que no intercambian una palabra con los viviente y que exigen que se hable de ellos (basta recordar Hamlet). Cuando se logra la música buscada el acoso de los espectros se esfuma: “Uno podía quedarse parado en el balcón, mirando las copas de los árboles movidas por el viento y pensar que ese movimiento correspondía a un fragmento, de una melodía que hay que descifrar. Era una noche fresca. De ese frescor de verano. El aire, a veces empujaba olor a tilo. Era agradable y perturbador estar parado en ese balcón, donde además de las copas de los árboles veía a mis semejantes desde arriba”.
En ese gusto por ver a los semejantes desde arriba Sartre creía descubrir su platonismo, su tendencia a encontrar el único mundo que habitamos como la sombra de algún esplendor que nunca conoceremos. Y de eso hay mucho en la soledad del lenguaje, en la desolación de la música del deseo: un esplendor pasado que ya no existe, un futuro luminoso que no llegaremos a conocer.
El narrador de la novela de Eduardo Silveyra podría decir, como Francisco de Quevedo: “soy un fue y un será y un es cansado”.
Nada más que cansancio puede leerse en esta observación: “Ese encanto de la opresión. Hay una estética en esas pensiones que también se haya en las comisarías y en las escuelas”. O también: “La precariedad duerme vestida”. Y un poco después: “Toda esa soledad que circundaba el rancho asumía un vínculo estrecho con la belleza. Desde un lugar en que lo bello duerme con lo precario. Un obrero, a veces es el constructor de ese hecho que transforma a lo precario en pobre. Es una acción que es ignorada por él mismo. Sucede porque tiene que suceder”. Aquí no queda nada del ímpetu juvenil: sucede porque tiene que suceder. Lo que se viene anunciado con la dispersión política: “Huidos. Erráticos. Estábamos todos un poco alterados (...) Cada uno buscaba algo distinto. O al menos eso era lo que parecía suceder”.
Y, en cuanto al refugio en el amor y la satisfacción de algún deseo, también se conoce el límite: “Al rato, medio nos dormimos en la situación de cada cual en su sueño”. Ya que en la novela se nombra al menos dos veces a Lacan, digamos que la frase citada es una variación de la enigmática afirmación: no hay relación sexual. Cada cual en su sueño, aunque sueñe con fundirse en el otro.
Pero el narrador sabe que “basta agregar la palabra ‘misterio’ a cualquier cosa que uno diga, para pensar que se ha dicho algo que es silencio y a la vez está desprovisto de silencio. La gente y uno mismo, termina conformándose con cualquier retazo de saldo”.
La desolación, el cansancio, los espectros y los sueños del pasado, son la materia de un deseo nuevo que se llama literatura: “Y más allá de mi deseo, yo no sé si existe una posibilidad cierta de poder apresar el alma de lo que se enuncia. Es terrible, pero no deja de ser una maravilla sospechosa”.
Y la leyenda que se narra descubre tanto sus límites como sus posibilidades cuando, al invocar a Eva Perón, el narrador puede reflexionar sobre su propia operación estética: “Pasar por el cuerpo es una enseñanza poética, que pertenece a lo ritual y lo litúrgico, por lo cual está en el orden de lo indescifrable. Su territorio es la poesía y la leyenda. Leyenda es hacer una vida legible. Pasar por el cuerpo es más difícil que atravesar el puente. Atravesar el puente pertenece al campo de lo político, es decir de lo establecido. Y si se quiere, lo opuesto a revolucionario. A pesar de que aquí deban confluir hacia la conformación de lo discursivo”. Ya que en la novela hay abogados y ex-jueces, se puede decir que a confesión de partes relevo de pruebas. Se trata de lo que confluye a la conformación de lo discursivo. Lo que vuelve extraño el “modelarse en el sacrificio” propuesto por Ruiz, el personaje que intenta fortalecerse a través del deporte para resistir, llegado el caso, la tortura. Este Ruiz que derrocha entusiasmo aunque el narrador sabe que, por lo general, “se encamina al desastre en la acción” pero le queda el gusto por “el camino sinuoso” que regala tantas cosas que “al final la andada es lo que importa”.
Para concluir citaré un párrafo que describe al narrador y una compañera política que entran en un Albergue Transitorio – para usar el eufemismo – y esperan para escapar de una pinza del ejército: “Estuvimos con la luz apagada, como si la ausencia de luz fuera también un cobijo. Un resguardo en ausencia de lo visible. En la oscuridad los objetos sólo existen desde lo imaginado. Ahí en ese cuarto. En ese ámbito creado con obscenidad y donde los espejos reflejan tinieblas difusas, sólo la penumbra de la puerta del baño entreabierta, cortaba la oscuridad al medio. Tendidos sobre una cama podíamos escuchar los latidos y los sonidos con que la respiración humana irrumpe en el aire. Éramos como dos muertos que aún estaban vivos. Su mano tibia aferrada a la mía, resolvía todos los contactos físicos que un hombre y una mujer pueden concebir. Después de un lapso impreciso, nos abrazamos. Abrazarse era un gesto de olvidar a la muerte, que se abatía como un presagio. Calamidades. Momentos fatales.”
Como las sombras de la Odisea, las experiencias que habitan este libro volverán a la vida con cada lector que les transfiera algo de su tiempo presente. Y eso podrá ocurrir en tiempos muy diversos. Es el milagro de la literatura.

Germán García
Buenos Aires, octubre de 2009


* Prologo a la novela “Esta puta memoria” de Eduardo Silveyra, Ed. Leviatán

¡Un bicho de ciudad!
Revista
EXORDIO
el Psicoanálisis en la Cultura





Es una publicación del
Programa de lectura e investigación
El Psicoanálisis en la Cultura
Centro de Investigaciones y Estudios Clínicos
Asociado al Instituto del Campo Freudiano




SUMARIO

EDITORIAL
Al lector por venir

APUESTA

Hacia los próximos tres años
Hilda Vittar
El amor como técnica de felicidad
Javier Bolaños
Si repito traiciono…
Pablo Moyano
Notas sobre un sueño
Marcelo Izaguirre

TENSIONES
Los pioneros y la serie
César Mazza

SINTHOMA
El acto analítico-acción lacaniana y el deseo del analista
Claudia Lijtintens
H, Soledad del síntoma
Enrique Acuña
Lo Real que no se presta a clasificación
Laura Gibilaro
Imágenes momentáneas sobre juegos de amor y violencia
Gustavo Stiglitz

DOSSIER ¿qué es la cultura?
Memorias del subsuelo. Deodoro Roca y los años salvajes de la cultura
Diego Tatián
Serpenteo y penumbra: una forma de habitar el lenguaje
Conversación con Antonio Oviedo
Exordio Alef
Daniel Vera
Notas de lectura
Nicolás Cenzano, Pablo Moyano, Diego Isso,
Gloria Sensi, Yanina Molina, Laura Gibilaro

PASANDO REVISTA
La Revista Oral 2
Ana Lubatti
Graham Bell
Diego Isso
La revista forma cultura
Pilar Ordóñez

Leónidas Lamborghini.


Había nacido en 1927 y me enteré de su muerte el sábado por la mañana. Desde hacía muchos años conocia a los hermanos Lamborghini, los dos escritores que manifestaron en sus respectivas obras un talento singular que se cruzaba en la tensión producida por algunas temáticas originales que Osvaldo, el menor, parecía querer arrancar de la obra de Leónidas (algunas veces era Virgilio guiando a Dante por el infierno y otras se le aparacía como el infierno mismo).
Durante años frecuenté al menor, pero también de manera alternativa tenía largas charlas en las que me entendía muy bien con el estilo zocarrón de Leónidas.
No hace mucho volvió a editarse "El solicitante descolocado", y esa nueva edición más los años que me separaban de la primera lectura de ese libro se me presentó como un descubrimiento: en verdad yo no había leído la desolación, la destreza verbal, el humor despiadado y la certeza definitiva que se encuentra en cada línea.
Fuí a despedirlo en la Biblioteca Nacional donde era velado. Conocí a uno de sus hijos que nació el 17 de octubre, fecha que no fue cualquier cosa para su padre. Vi a sus otras hijas, sólo había conocido antes a Teresa. Intercambié algunas palabras con amigos comunes y me retiré en el momento en que los familiares lo despedían.
Me gustaría que aquellos que se encuentren con estas líneas se entreguen, si ya no lo han hecho antes, a la lectura de Leónidas Lamborghini.


Germán García


Aparición de Conceptual 10




El número de una fiesta


A diez años de la continuidad de "editar palabras", el oficio intangible del hacer revistas sigue siendo nuestro horizonte cercano.
Contamos marcas: lo que se dá como informe, es el efecto segundo de una enseñanza. La crónica, el registro, el ensayo "bricolage", son estilos que indican el camino a navegar entre cosas que no dejan huella -ni el pez ni la mujer, analogía de Oscar Masotta- sin embargo hacen olas. Hay pensamientos que merecen ser escuchados. Hay un deseo que empuja desde el remolino del psicoanálisis y sin chuparnos nos retorna a la pública escansión de nuestros resultados.
A diez años de Conceptual -estudios de psicoanálisis- celebramos su aniversario, por seguir existiendo ella -la revista- en los vaivenes propios del barco del psicoanálisis que sabemos, fluctua pero no se hunde...
Podrán leer en este "diez", un documento que articula el valor de la Política a partir de atravesar la experiencia analítica (Germán García), aislando el factor cuantitativo que no se evalúa sino por sus efectos particulares, venciendo el temor y el terror en una Argentina ya casi bicentenaria.
Por otro, el "plus de saber" que deja el hecho que la estructura simbólica bordea un hueco central, según cuenta el Dossier (Lucchelli, Fasano, L. Garcia, Ringelet, Ale, O.Gómez, Arnica y yo mismo), que dura en las concepciones del lenguaje como creación, para alegría de algunos.
También están aquí las apuestas por una Clínica (Testa, Leserre, Musachi, Mazza, Winitzky, Schwindt; C. Gómez) aún en la era esceptica en que el hombre feliz fuera concebido como ideal imposible por la cultura.
Metidos en el enjambre de los discursos leemos el apartado Conexiones, red de alianzas para el sobreviviente invento freudiano de no más de cien años. (Vasallo, Levi-Yeyati, Gandolfo , Tuñon , Danieluk, Gonzalez...)
Podran leer el retorno de la Crítica , ese factor desestabilizante de los paradigmas canónicos y del mantra de las iglesias, en lectores de textos (Andrade, Aleman, Garcia Urcola, Gaviot, Ferrante, Rodriguez, Ward...)
Diez años es algo: cuentas de la serie de los nombres propios hacia lo que de futuro hay en la anterioridad. Porque no hicimos de las influencias antepasadas un blasón indestructible, ni de las contingencias una herencia infinita, solo contamos con el psicoanálisis para editar las palabras que quedan por decir.


Enrique Acuña



POESÍA ERÓTICO - FESTIVA RIOPLATENSE ACTUAL



Brevísima selección realizada por Juan Romero para el Centro de Actividades Literarias Gombrowicz.



Escena en un bar 11.00 P.M.
(Horacio Fiebelkorn)

Una joven y bella mujer
se sienta a pocos metros de mí
en un bar

Cuando empiezo a mirarla
en la mesa que se interpone entre ella y yo
se acomoda un puto

Quiero verla a ella pero el puto me tapa
y me mira

Yo no tengo ganas de mirar a ningún puto
ni ganas de que puto alguno me mire
sólo quiero mirar a la joven mujer bella, cuyo color de
ojos
debo adivinar

Interviene un psicoanalista y me dice
que todo consiste
en un problema de transferencias, a saber:
que es más fácil culpar al puto
que cambiar de mesa
y que el objeto de mi encono, en el fondo, soy yo mismo
emputecido

Con lo cual ahora
entre la bella mujer y yo
hay un puto
y un psicoanalista
que dialogan en forma animada en la mesa
de un bar fantasma donde la gente lee noticias de

agricultura y ganadería



Sufrimientos de amor
(Fernando García)

Soy un hombre que ha sufrido
cuanto es posible sufrir,
mi corazón malherido
guarda un deseo escondido
que no logra compartir.

Hoy peno por una ingrata
que no me quiere querer,
más -cuando no se recata-
su dulce acento delata
que me la voy a coger.




Licenciada licenciosa
(Sergio Lerer)

Licénciate ya de amores
que de amores te graduaste.
La ciencia que has aprendido
de un maestro confundido,
la habéis mal utilizado
y en resumen
ya no cuenta.

Si licenciosa quisieras
para ello una licencia,
silenciosa la obtendrías
y con ello
la vergüenza,
pues en amores licencias
que silencian las vergüenzas,
ni maestros ni las ciencias
las pueden dar por supuestas.



Los autores
Horacio Fiebelkorn (La Plata, 1958). Poeta y narrador. Autor de Caballo en la Catedral (1999) y otras obras. Ha colaborado con numerosas revistas, entre ellas La Novia de Tyson, de Buenos Aires, de cuya quinta entrega (IV/2004) extraemos el poema publicado.

Fernando García (Bs. As., 1967). Autor de El Paisaje Nocturno (1984), Otra Mirada a la Oscuridad (1985), La Vuelta (1986), Un Caballero de Providence (1991), Cancionero (1993), El Nacimiento de Venus (1995), El Jardín de los Nogales (1999), La Calle Platería (1999) y Estilo Gótico (2007). Miembro fundador de El Círculo de Lovecraft y colaborador de varios medios españoles e hispanoamericanos.

Sergio Lerer. Psicoanalista, actor y profesor universitario. Es miembro del Centro Descartes y profesor de sociología y comunicación social en la Universidad de Ciencias Empresariales. Su trayectoria como actor abarca el teatro, el cine y la televisión, además de su trabajo en producciones internacionales como Evita (Alan Parker), Naked Tango (Paul Schraeder) o Siete Años en el Tíbet (Jean Jacques Annaud), entre otras.