Coloquio Jacques –Alain Miller


Agradecemos la atenta amabilidad de los participantes para permitir la publicación de los textos por ellos presentados, lamentamos no contar con el texto de Guillermo Belaga –seguramente será para más adelante-.

A modo de introducción ustedes pueden leer el comentario que Beatriz Gez escribió sobre el Coloquio y que fuera publicado en el número 11 de la revista CONCEPTUAL.



Beatriz Gez , Coloquio Jacques –Alain Miller

El sábado 29 de mayo llovió a cántaros en Buenos Aires. Pese a ello, poco a poco, los paraguas mojados se juntaron en la entrada y la sala de la Fundación Descartes, en la que se llevó a cabo el Coloquio Jacques-Alain Miller, se inundó de voces.

A sugerencia de Germán García el espacio de las intervenciones estuvo distribuido según la modulación del tiempo lógico –propuesto por Jacques Lacan como un nuevo sofisma: Instante de la mirada, tiempo para comprender, momento de concluir- para finalizar con algunas vueltas a su cargo.

Instante de la mirada

Silvia Elena Tendlarz, compiladora y editora de los tres tomos Desde Lacan. Conferencias porteñas -quien también promovió la organización del Coloquio-, comenzó la tarde explicitando cómo surgió su iniciativa de realizar el libro. “En el Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis en Roma, acerca de los Nombres del Padre, en 2006, escuché a Jaques-Alain Miller en la pequeña sala que nos reunía. Pensé entonces que la recopilación de sus intervenciones en otros países, como ser en Brasil y España, cuyos volúmenes ya habían aparecido con los títulos de Elucidación de Lacan e Introducción a la clínica lacaniana respectivamente, faltaba en la Argentina”. Agregó que al bosquejo inicial del libro Miller le pidió que añadiera bajo su nombre la frase “Desde Lacan”. “Jacques-Alain Miller. Desde Lacan. Conferencias Porteñas”. Se refirió entonces a dos de los textos publicados. La primera conferencia que Miller dictó en Hebraica en 1981, en la que afirma que tendrá que experimentar qué será trabajar y hablar después de la muerte de Lacan, acontecida un mes antes; y la última, en el Teatro Coliseo, en el 2008, donde dice “Y quizás yo mismo, Jacques-Alain Miller, vinculado este nombre con el poder de convocatoria en Buenos Aires, no soy más que uno que ha deseado ser el síntoma de Lacan”.

Elena Levy Yeyati y Guillermo Belaga coincidieron en la elección de dos intervenciones de Miller, la realizada en el seminario de investigación titulado Lo postanalítico y la conferencia inaugural de la Sección Clínica de Buenos Aires El ruiseñor de Lacan, en octubre de 1998. Levy Yeyati se refirió a la segunda como “un pequeño programa de estudio sobre epistemología e historia de las ideas en su relación con el saber clínico, especialmente el heredado de la psiquiatría”. Al igual que Belaga recordó que durante la conferencia en el público había unos cuantos jefes de servicio de hospitales en los que habían comenzado a realizarse presentaciones de enfermos y ante quienes Miller afirmaba “Si privilegiamos el caso particular, el detalle, lo no generalizable, es en la medida en que ya no creemos en las clases -no me refiero a las clases sociales sino a las de los sistemas clasificatorios...”. Al respecto, Guillermo Belaga puso en relación ambas intervenciones y señaló su interés por el método de la abducción formulado en la intervención sobre Lo postanalítico para poder inferir qué es el caso clínico para el psicoanálisis ya que el caso particular no es nunca el caso de una regla.

Tiempo para comprender

Graciela Brodsky, quien prólogo el tercer tomo del libro, se refirió a la intervención de Jacques-Alain Miller sobre Lo postanalítico como una apuesta al futuro, todavía inexplorada. Luego de mencionar el contexto de crisis que sacudió a la Asociación Mundial de Psicoanálisis en esos años, resaltó entonces que lo postanalítico es un instrumento para responder a la pregunta por lo que pasa con el sujeto que ha pasado por el discurso analítico. En este punto citó enfáticamente a Miller “La problemática de lo postanalítico no es equivalente a la del fin del análisis: prolonga y desplaza la cuestión del fin del análisis. En esta investigación de las consecuencias del análisis, el pase sirve de referencia que abre y no limita. La problemática del final es completamente opuesta a la problemática de lo postanalítico, o son dos caras de una misma moneda. La problemática del final interroga el estado del sujeto al final de la partida analítica, lo postanalítico interroga el fin en relación al porvenir” (…) “en este sentido, tanto la interrupción como el final terapéutico y el final conclusivo, y dentro del final conclusivo el pase, todo eso desemboca en un proceso postanalítico.”

Marcelo Izaguirre se detuvo el texto Investigación sobre la temporalidad del inconsciente del cual resaltó dos puntos en los que Miller confronta de manera contundente a Lacan y a Freud. Para Freud el inconsciente está fuera del tiempo mientras que para Lacan el inconsciente tiene una afinidad esencial con el tiempo. Esta diferencia entre el inconsciente de Freud y de Lacan respecto del tiempo surge en tanto la transferencia es situada por Lacan como una discontinuidad que conduce a una temporalidad diferente de la repetición. Es lo que da lugar –comenta Izaguirre- a que Etchegoyen haya señalado que la diferencia entre la Asociación Psicoanalítica Internacional y Lacan es que él ha separado la transferencia de la repetición.

Alicia Alonso comentó Adiós al significante, conferencia inédita hasta la actual publicación, dictada en septiembre de 1995. Consideró que es una de las intervenciones en las que introduce el reverso de la interpretación, cuestiona las formas canónicas que la definen como comunicación de un saber, atribución de significación, traducción del inconsciente, o esclarecimiento. Y donde también analiza los efectos clínicos de la interpretación como corte, puntuación, equívoco o alusión, a través de explicaciones que renuevan el panorama de las lecturas, dando un nuevo impulso a los temas que constituyen una referencia para la orientación lacaniana.

Momento de concluir

Osvaldo Delgado y Mariano Dorr se refirieron a la comunidad analítica. Delgado con el título de ¡Aquí estamos!, luego de realizar una lectura de la comunidad analítica según el ternario enseñanza, clínica y práctica que J.-A. Miller propuso, en la Conferencia de Clausura del VI Congreso de la AMP (en Buenos Aires 2008), acentuó al final de su exposición una frase de Miller pronunciada en la conferencia El psicoanalista y su comunidad en la que dice que “Finalmente he pensado que nunca he tenido una relación de soledad con la causa analítica, sino que siempre ha sido mediada por Lacan y los compañeros”.

Mariano Dorr, quien proviene del campo de la filosofía, las letras y el teatro, abordó la relación entre psicoanálisis y comunidad con la observación de un rechazo tajante por parte de Miller de La comunidad inconfesable de Blanchot, por un lado y un vínculo estrecho entre comunidad y teoría de conjuntos, por otro. Aludió a la diferencia, marcada en los textos, entre comunidad y Escuela y en la segunda parte de su exposición recurrió a la descripción de la metamorfosis de las mariposas de Nabokob como metáfora del pase.

Por mi parte, en la ocasión apremiada por la hora y atenta a la organización, hice un pase de micrófono entre Delgado y Dorr.

Algunas vueltas

Germán García planteó que el hallazgo de Miller fue sacar a Lacan de su enseñanza parisina y llevarlo a otra lengua. Lo cual implicó simultáneamente el trabajo de sortear diferentes tipos de cuestiones (por ejemplo las tensiones entre “representantes” y “mediadores”), el desarrollo de una enseñanza que hace dialogar los textos de Lacan con el estado de la cultura y el trabajo de puntualización de los seminarios de Lacan muy bien hechos para dejar aprender.

Por último, refirió que llamar al Coloquio Jacques-Alain Miller era una provocación dirigida a quienes desde espacios de total impunidad como las cartas de lectores o desde diferentes medios de comunicación le imputan simular hablar de Masotta para hablar de Miller. Cuando lo cierto es que no lo simula sino que efectivamente sostiene que Masotta desemboca en el nombre de Miller de una manera no parasitaria. Y explicó que es congruente con el hecho de que Miller realiza en el año 1984 en Barcelona la revista Escanción donde publica una clase de Masotta, titulada De una inconsistencia, le pide al secretario de Masotta una semblanza (pues había muerto cuatro años atrás) y en la introducción de la misma afirma que Cuadernos Sigmund Freud (inventado por Masotta) sacó a la IPA el monopolio de las publicaciones de psicoanálisis en la Argentina.

Indice

· Silvia Elena Tendlarz, Conferencias Porteñas

· Elena Levy Yeyati, Un recuerdo recuperado

· Graciela Brodsky

· Marcelo Izaguirre, De aquí y de allá

· Alicia Alonso, Comentario sobre Adiós al significante

· Osvaldo L. Delgado, ¡Aquí estamos!

· Mariano Dorr, Psycum: notas sobre la comunidad analítica milleriana

· Germán García



Silvia Elena Tendlarz, Conferencias Porteñas


El presente Coloquio tiene un nombre propio, Jacques-Alain Miller, como otrora, hace diez años, el Coloquio del que Miller hizo la clausura titulado Jacques Lacan. Es un ámbito para reflexionar y conversar acerca de los tres tomos de las Conferencias Porteñas, de reciente aparición, y, sobre todo es la ocasión para producir un intercambio fecundo acerca de la transmisión de Jacques-Alain Miller en la Argentina durante estos últimos treinta años. Y esto a sabiendas que la verdadera trasmisión en psicoanálisis no es la de un saber sino la de un deseo, es la trasmisión de un estilo marcado por una singular posición subjetiva que Miller ha dado prueba en todo este tiempo.

En relación a la enseñanza dice Miller. “Enseñar a los otros no tiene valor sino es a la vez analizarse a sí mismo. Eso es lo que Lacan decía cuando pretendía enseñar en cuanto analizante (t. 3, p. 273). Como así también: “La enseñanza de Lacan era la continuación de su análisis por otros medios. Me parece que era, no diré un modelo sino más bien una invitación a ir en esa dirección”.

Si hay algo que nos ha enseñado J.-A. Miller en estos años es cómo a partir del propio estilo de enunciación se logra hablar de psicoanálisis de más una manera produciendo un efecto novedoso y transmitiendo un deseo que vuelve vivo al psicoanálisis.

En uno de sus diálogos con Horacio Etchegoyen, Miller señala que la palabra misma tiende a adormecer y que el desafío constituye siempre cómo despertar. Y eso involucra tanto a uno mismo como a los otros. “Más luz”, recuerda las palabras de Goethe, “Despertar”, invoca Lacan mientras buscaba sorprender. ¿Con qué palabra nombraremos la enorme tarea que emprendió J.-A. Miller volcada en las Conferencias Porteñas? ¿Cuál es su convocatoria, su búsqueda, su puntual orientación que se traduce en una palabra o en una frase?

“Estamos en el deber de inventar”, dice Miller (t. 2, p. 232), como así también se pregunta “Y si deseamos no repetir, ¿cómo se puede hacer una invención?” (t. 1, p. 68).

El estilo de la orientación lacaniana, título de los cursos dictados por Miller en París, o su “manera”, es la búsqueda de un ángulo inédito por fuera de la repetición. Se trata de no repetir a Lacan haciéndonos así partícipes de la trasmisión del propio Lacan. De allí que Germán García concluya en su presentación del primer tomo que “el extimado –por éxtimo- estilo de J.-A. Miller es una clínica de la enseñanza”.

Al encontrarnos con la publicación de los tres tomos de las Conferencias Porteñas no podemos dejar de sorprendernos puesto que resultan tan próximas y ajenas a la vez. Próximas porque las conocemos, las hemos escuchado, hemos trabajado sobre ellas, tomados nuestras notas, retomados en nuestras clases y textos. Muy próximas porque marcan la historia del psicoanálisis en la Argentina y la creación de los dispositivos institucionales que se inscriben en la orientación lacaniana. Somos partes de ellas. Fuimos sus alumnos, su auditorio, sus lectores. Pero al mismo tiempo, en la medida en que todo este recorrido se vuelve una unidad organizada de modo tal que los mismos textos puedan dialogar entre sí, diferenciados por el tiempo y entrelazados por un único discurso, nos volvemos a encontrar ajenos, por fuera de un libro que, aunque conocido, produce un efecto renovado.

Nos encontramos pues con tres tomos de un mismo libro, y cuatro únicos diálogos con el autor.

Antes que nada está la propuesta.

En el Congreso de la AMP en Roma, acerca de los Nombres del Padre, en 2006, escuché a Jaques-Alain Miller en la pequeña sala que nos reunía. Pensé entonces que la recopilación de sus intervenciones en otros países, como ser en Brasil y España, cuyos volúmenes habían aparecido ya con los títulos de Elucidación de Lacan e Introducción a la clínica lacaniana respectivamente, faltaba en la Argentina. Solo al escucharlo el libro de Miller faltó en la Argentina.

Les propuse entonces en ese mismo momento a Judith y a Jacques-Alain Miller la preparación de este libro por venir que todavía no tenía un título. Era verdaderamente un libro que existía ya pero que, no obstante, resultaba aún totalmente desconocido. Textos publicados ya debían inscribirse en el conjunto que formaban parte. Aceptaron mi propuesta y la iniciativa comenzó su curso de desarrollo.

En segundo lugar está el título y el desarrollo del libro.

Un año después volví a encontrarme con J.-A. Miller en Buenos Aires junto a Graciela Brodsky incluida ya en esta tarea. Tenía todos los trabajos ordenados cronológicamente gracias a la colaboración de un equipo de trabajo que cito en la nota editorial del primer tomo. Propuse entonces que se hicieran tres tomos para la mejor distribución de los textos. En esta reunión Miller le puso un título al libro, Conferencias porteñas, que si bien retoman el recorrido en la Argentina guardan el significante que le dan su tinte local. Germán, Graciela y yo nos ocuparíamos de las presentaciones de cada uno de los tomos.

Se trataba en definitiva de tomar lo mismo, los textos ya publicados, en forma diferente. Solo dos textos resultan inéditos, entre ellos “Adiós al significante”. Los otros se encuentran en otros libros y revistas. Su diferencia radica, en algunos casos, en el subtitulado incluido en esta nueva edición. En otros casos, textos que formaban partes de un libro, o versiones que incluían su interlocución con la audiencia fueron transformados en artículos y las respuestas debidamente incluidas en el texto con su pregunta entre paréntesis tal como fuera sugerido por Miller en nuestra conversación en Buenos Aires. En todos los casos hemos situado su referencia de los textos originales para que el lector pueda dirigirse a su contexto original de publicación. Pero, podemos agregar, la puesta en perspectiva del conjunto ordenado modifica uno y otro texto puesto que permite la lectura diagonal de temas específicos o el marco de trabajo de un momento específico.

Para organizar los tres tomos recurrí a títulos provisorios que no fueron incluidos puesto que Miller prefería que no se perdiera de vista que se trataba de tres tomos de las mismas Conferencias Porteñas. En verdad los hilos que los entretejen quedan sustraídos en la publicación pero sin ellos no hubiera sido posible su realización. Con Germán buscamos juntos esa lógica en una tarde veraniega y el resultado se encuentra volcado en estos textos.

Ahora bien, como en los laberintos interiores, existe una conexión entre los tomos, pequeñas puertas que permiten el pasaje de uno a otro que los lectores advertidos podrán encontrar con facilidad. Los subtítulos interiores funcionan en ese sentido como pequeños colofones que indican el movimiento del texto.

El primer tomo va de la lógica del significante al amor y al goce. No todo es significante, hay goce, pero Miller incluye el tratamiento del fantasma y la clínica del superyó. Y en este mismo punto, el del amor y el goce, en el mismo año, 1989, en que concluye el primer tomo, comienza el segundo indicando su continuidad. El significante se entrelaza al goce y más allá del síntoma y del fantasma presentado por el propio Miller en el primer tomo, encontramos que el efecto de goce nos conduce al concepto de sinthome que designa el nudo entre sinthome y fantasma (t. 2, p. 274).

La conferencia que faltaba al libro por venir, aquella que nunca fue publicada, “Adiós al significante”, nos abre la puerta de pasaje al tercer tomo en el que los conceptos de sinthome y lo real del inconsciente se vuelven centrales. Este tomo, a diferencia de los dos anteriores, se desentiende totalmente del orden cronológico y agrupa textos que atraviesan distintos momentos del paso de Miller por Buenos Aires. De allí que los títulos que agrupan los textos enfatizan la enunciación tan apreciada por Miller. Los diálogos entre Horacio Etchegoyen y Jacques-Alain Miller forman en realidad una unidad en sí misma como un único diálogo en dos actos. Finalmente, la cara a la ciudad, como Germán llamó a las entrevistas situadas en último lugar.

Antes de pasar a la impresión de los tomos así armados quedaba por resolver el tema de la tapa. Gustavo Macri estuvo a cargo de su diseño. Una tarde y un café me permitieron explicarle de qué se trataban los tres tomos y cómo veía la tapa de los libros, lo demás fue su inventiva y creatividad.

Hasta aquí no había vuelto a comunicarme con Miller desde mi conversación un año y medio antes en Buenos Aires. Mi trabajo transcurrió en silencio y pasé las vacaciones con las mil y una páginas frente a mí, con la ayuda eficaz de Beatriz Gez.

Después de enviarle los diseños de tapa a Miller, a través de una conversación telefónica pude apreciar el mundo complejo de la tipografía que me presentaba en detalle y encontrar así a través de Gustavo Macri la letra “porteña” que Miller deseaba para su publicación.

Pero hay algo más, sin lugar a dudas esencial, que se añade al bosquejo inicial. Miller me pidió que añadiera bajo su nombre la frase “Desde Lacan”. “Jacques-Alain Miller. Desde Lacan. Conferencias Porteñas”. Frase presente desde el comienzo al final de los tres tomos.

En la primera conferencia que Miller dictó en Hebraica en 1981, afirma que tendría que experimentar qué era trabajar y hablar después de la muerte de Lacan, acontecida un mes antes. Luego, por la tarde, retoma el tema y dice: “Me introduje en la enseñanza del Dr. Lacan hacia 1965 y desde entonces permanecí al amparo de su trabajo, al igual que la mayoría de sus alumnos. Acaba de producirse en este mes de septiembre de 1981, un corte que cierra para mí un ciclo de más de quince años. En mi seminario de esta mañana dije que era la primera vez que hablaba en público después de la muerte de Jacques Lacan y que no sabremos aún qué nos deparará esta nueva época que se inicia”.

Treinta años de trabajo continuo dieron una respuesta al alcance del “después de la muerte de Lacan” que se traduce en un “no sin Lacan”, “desde Lacan” las numerosas intervenciones y conferencias permiten dilucidar el pensamiento psicoanalítico.

En su última intervención en Buenos Aires, presentada como “Conferencia de Jacques-Alain Miller” como único título, y publicada como “Conferencia en el Teatro Coliseo”, es decir, designándola a través del lugar de su realización, da una respuesta a su interrogación inicial. El nombre propio, su propio nombre, le había servido de ejemplo para trabajar este tema en su conferencia sobre el Seminario inexistente sobre los Nombres del Padre. La interpelación a su nombre le sirve luego para su desarrollo en el Teatro Coliseo en la que indica que los seres hablantes solo saben comportarse como síntomas. Dice: “En cuanto síntomas los cuerpos se disponen con respecto a los otros según sus síntomas. En ese sentido hay saber en lo real. Es como si los cuerpos supieran cómo comportarse en el nivel del síntoma. Pero ¿cómo elaborar ese saber? Y añade luego, parafraseando a Borges: “Estamos hechos de la madera no exactamente de nuestros sueños sino de la madera de nuestros síntomas… Y quizás yo mismo, Jacques-Alain Miller, vinculado este nombre con el poder de convocatoria en Buenos Aires, no soy más que uno que ha deseado ser el síntoma de Lacan”.Hablar después de la muerte de Lacan cobra así un designio interior que Miller expresa con la frase “ser el síntoma de Lacan”.

A comienzos de este mes, y esta vez después de la publicación de las Conferencias, volví a hablar con Miller en Paris. Fue la ocasión de decirle que estas no eran sus Obras Completas, antes bien, como lo señalo en la nota final, constituyen sus conferencias inconclusas. Las Conferencias Porteñas en definitiva no son un conjunto cerrado, sino que también expresan el anhelo de seguir escuchando las palabras que continuarán después, en algún futuro próximo, durante alguna nueva intervención de Jacques-Alain Miller.



Elena Levy Yeyati, Un recuerdo recuperado


Primero quiero saludar y agradecer Sivia Elena Tendlarz por la iniciativa, y al equipo de colaboradores que trabajaron con ella para hacer posible la publicación de Desde Lacan. Conferencias porteñas de J. A. Miller.

Cuando el año pasado Germán Gracía presentó las Conferencias señaló que después de Wittgenstein ninguna frase quiere decir nada sin el contexto en que está puesta. Y uno de esos contextos,- 1998. Crisis-, es el que recrea Graciela Brodsky en el prólogo del tercer tomo.

Allí comienza mi pequeña historia. Entre el 30 y el 31 de octubre de 1998 Miller dicta un seminario de investigación llamado “Lo postanalítico” en el marco de las Jornadas Anuales de la Escuela. Unos días más tarde pronuncia la conferencia inaugural de la Sección Clínica de Buenos Aires titulada “El ruiseñor de Lacan”. Estuve presente en ambas ponencias. La primera me resultó impenetrable y desconectada de la segunda. Pero antes de resumir la solución- quizás el hecho central de esta pequeña historia-, quiero rememorar algunas cuestiones. Primero de la segunda y luego de la primera conferencia.

Escuché “El ruiseñor de Lacan” con fervor e incomprensión. Decía Miller: “...Quizás en este aspecto somos clínicos posmodernos. Si privilegiamos el caso particular, el detalle, lo no generalizable, es en la medida en que ya no creemos en las clases-no me refiero a las clases sociales sino a las de los sistemas clasificatorios...”. Me preocupaba: no creemos... ¿pero creíamos, no?, pero ¿quienes son “nosotros”, los que “no creemos”?, ¿de qué sistemas está hablando, de la tríada neurosis-psicosis-perversión o del DSM? y ¿por qué dice creer en lugar de conocer o saber? Y así de seguido.

También me desvelaron frases irresistibles tales como... “Las clases son mortales, históricas, relativas, artificiales (es decir, semblantes)” Más aun, lo escuché decir... “La práctica del diagnóstico repugna a nuestro individualismo contemporáneo”. ¡Qué herejía! En el público había unos cuantos jefes de servicio de hospitales y se les decía “repugna la práctica del diagnóstico...señores” . Aunque confundida disfrutaba. Pensaba que por lo menos Miller no era de su parroquia.

Pero lo que definitivamente no comprendía era qué clase de relación podía establecerse entre la modesta idea de clínica que yo usaba y la pretenciosa noción de posmodernidad que Miller estaba esgrimiendo para hacer su update doctrinario. A pesar de la perplejidad inicial, con el tiempo, “El ruiseñor de Lacan” se transformó para mí – y para muchos otros-, en un pequeño programa de estudio sobre epistemología e historia de las ideas en su relación con el saber clínico, especialmente el heredado de la psiquiatría. Los Inclasificables, trabajo colectivo publicado en Buenos Aires en el invierno de 1999, seguía el mismo punto de partida y sirvió para orientarme.

Ahora algo sobre la primera disertación: se tituló “Lo postanalítico”. La escuché como si hubiera sido pronunciada en un idioma desconocido. Tal vez porque, como dice un amigo, de política entiendo poco. “Lo postanalítico” signaba el momento de una encrucijada institucional interna a la AMP: la crisis que estalló en Barcelona, el alejamiento de Colette Soler entre otros y la creación de los Foros. En octubre del mismo año, en Barcelona también, se firmaba el Acta de Fundación de la “Convergencia Lacaniana”. En esos días Página/12 no dejaba de anunciar epidemias de fundaciones de nuevas entidades psicoanalíticas.

Leí por primera vez “Lo postanalítico” en el tomo 3 de las Conferencias porteñas. Como el cuadro de Magritte, Miller dice “esto no es una conferencia”. ¿Y entonces qué es? Es la formulación de un deseo de que exista una suerte de conversación. Un modo de poner en acto la desuposición del saber del Uno, cuestionado por expresiones de aquel momento como la del “pensamiento único”. Proposición dirigida a los miembros de la Escuela para practicar una relación particular con la suposición de saber.

“Lo postanalítico” es un texto denso, lleno de sugerencias para pensar cómo mantener vigente un deseo que haga existir el psicoanálisis. Allí se puede leer: “El pase no es el análisis. La Escuela tampoco. Pero al mismo tiempo, el pase, la Escuela no está más allá del psicoanálisis. Eso es lo que se trataría de pensar: algo que no está más allá del psicoanálisis, que forma parte de las consecuencias del análisis y que por eso merece tener analistas de esa experiencia.” Leí estas líneas con la sensación de recordar.

Antes de leer las Conferencias solía creer que solicité mi entrada a la Escuela en estado hipnótico, efecto del canto del ruiseñor. Luego de repasar la compilación advertí que había olvidado por completo “Lo postanalítico”. Como quien garabatea un sueño durante la noche, las notas que tomé resultaron ilegibles. Una vez llenada esa laguna algo se resignificó. Ahora puedo decir que en 1999 pedí mi entrada a la Escuela porque había interpretado el texto perdido como una invitación a, más allá de la discusión clínica, formar parte de una supuesta comunidad de cuño milleriano, a la vez cómica, lógica, operativa, trágica, cínica, epistémica, exquisita y, fundamentalmente, inconsciente.



Graciela Brodsky


También agradezco a los organizadores de esta presentación la posibilidad de volver sobre las Conferencias Porteñas desde esta tercera instancia. La primera instancia consistió en participar, próxima a Silvia Tendlarz y a Germán García, en el diseño mismo de la publicación, en la “cocina”, como se dice. La segunda fue la redacción del prólogo del tercer tomo y ahora, la tercera, es esta presentación de los tres tomos.

Hace un momento me sentí muy identificada con el comentario que hizo Silvia al comienzo de esta reunión sobre el raro efecto de proximidad y ajenidad que produce la lectura de las conferencias. A pesar de conocerlas y de haber escrito el prólogo del tercer tomo, no me fue fácil, nada fácil leer estas “Conferencias porteñas”. El inconveniente con el que tropecé fue inesperado: lo llamaría la “evocación”. Cada conferencia, como en un flashback al estilo Lost, me retrotraía a la escena misma en la que la escuché. Podía recordar exactamente alguna inflexión en la voz de Miller, algún malhumor frente a una pregunta inoportuna para él. Recordaba donde estaba sentada, que ropa usaba, a quien tenia al lado, qué chusmeábamos. Recuerdos encubridores, seguramente. Pero lo suficientemente intensos como para hacerme perder en los laberintos de la memoria. Por ejemplo, “esta la desgrabé en Villa Gesell”, o cuando Miller dice "entre el 26 de diciembre y el 3 de enero que se fundará la EOL", recuerdo: “ah, sí, el 25 de diciembre del ‘91 lo pasamos todos juntos en casa de Ropo Ileyassof; él toco el piano, Beatriz Udenio recitó en francés, teníamos las listas de los futuros miembros de la EOL… y el 31 de diciembre la pasamos con Dudy Bleger intentando arreglar una computadora donde estaban los estatutos que había que presentar dos días después mientras la familia estaba sentada a la mesa” Y recuerdo a Miller eligiendo las arias que se cantarían en el
Coliseo, y el brindis de la Traviata el 3 de enero… así. Es la superposición entre el actor, el oyente y el lector lo que da la extraña familiaridad con las Conferencias. Es un problema, porque lo peor que a uno le puede pasar cuando tiene que presentar un libro, es ponerse a hablar de sí mismo, al estilo “Miller y yo”. Él se refiere a este hecho autorreferencial en “Los signos del goce”, allí habla del fenómeno “Lacan y yo”, y yo, y yo, y yo, y yo... Hace poco, en Paris, Silvia Ons, durante la asamblea de la AMP o en la Conversación de la Escuela Una, no me acuerdo bien, señaló bien la diferencia entre hablar en primera persona y la enunciación propia.

Así que, ¡Atención, Graciela Brodsky! Los trastornos de la memoria así como los trastornos del narcisismo son siempre malos consejeros. Y ni hablar de los estragos que produce la evocación melancólica de las gestas pasadas a las que una generación como la mía, que es joven desde hace bastante tiempo, puede entregarse.

Voy a tratar entonces de intervenir comentando brevemente un texto que, a mi gusto, podría inspirar si no gestas, al menos aventuras futuras. Porque creo que sigue tan inexplorado como el primer día.

¿A que no saben a que me refiero? Tienen dos opciones... No se arriesgan… No es "El ruiseñor de Lacan”, entonces es... si, "El postanalítico", que está en la página 87 del tercer tomo. Yo estuve allí, pero me parece que estuve en la tribuna, recuerdo eso. Pero no tengo el menor recuerdo de mi intervención, aunque sabría ubicarla. Ni tengo ni sabría donde ubicarlo -pero seguramente Germán si-, el texto de Miller sobre el que se basaron las tres intervenciones, la de Frida Nemirovsky, la de Florencia Dassen y la mía. El texto de Miller se llamaba "El pase perfecto". Él tenía el deseo de hacer un seminario, no quería dar una conferencia, entonces se encargó de traer textos inexplorados, desconocidos y entregárselos 24 horas antes a algunos. A Nemirovsky, a Dassen y a mí nos tocó "El pase perfecto".

El texto es del ´98. Leyéndolo en el 2010, y más allá del contexto político en el que se produce ese texto y que avocaba Elena, pienso Miller sigue con eso en la cabeza, y que las famosas Jornadas de noviembre pasado en la ECF, así como la apertura del Congreso de abril a los no miembros de las escuelas, se pueden tratar de entender a partir de este texto. Lo central de este pretendido seminario- que no fue tal porque la audiencia era multitudinaria- se resume en lo siguiente: postanalítico es un concepto transitorio, un instrumento para responder a la pregunta por lo que pasa con el sujeto que ha pasado por el discurso analítico. Pero la idea de Miller, inexplorada entonces e inexplorada hasta ahora, es tomar en su máxima apertura lo que pasa con el sujeto que ha sido analizado, a tal punto, y a mi gusto es el párrafo central del seminario, que el pase mismo aparece como un caso particular del postanalítico. Por supuesto, un caso eminente, pero un caso entre otros, aunque distinguido por la evaluación de lo que ocurre con el sujeto después del análisis. No invento nada, estoy citándolo textualmente. Esta apertura máxima sobre lo que ocurre con un sujeto que ha pasado por el dispositivo analítico incluye, entonces, en la investigación que Miller alienta, al analista practicante y al analizado no practicante. “La problemática del postanalítico -insiste Miller- no es equivalente a la del fin del análisis: prolonga y desplaza la cuestión del fin del análisis. En esta investigación de las consecuencias del análisis, el pase sirve de referencia que abre y no limita. La problemática del final es completamente opuesta a la problemática del postanalítico, o son dos caras de una misma moneda. La problemática del final interroga el estado del sujeto al final de la partida analítica, el postanalítico interroga el fin en relación al porvenir”. Y fíjense las cosas que dijo Miller hace 12 años: “en este sentido, tanto la interrupción como el final terapéutico y el final conclusivo, y dentro del final conclusivo el pase, todo eso desemboca en un proceso postanalítico.” Solo enfrentamos un problema -dice Miller en la pág. 91- y es que para el pase disponemos de un dispositivo que no evalúa el postanalítico sino que evalúa el trayecto analizante, pero al menos es un dispositivo. Y agrega, “¿de qué medios de investigación dispondremos para investigar lo postanalítico? No son claros.” Y termina, “si nos ponemos rigurosos deberíamos inventar algo.” Por lo menos, ahora sabemos que el lugar está vacante y que una vez que existe el lugar, tenemos la ocasión para inventar algo que no existe todavía.

No puedo decir que en eso andamos, pero creo, interpreto, que Miller nunca abandonó esa idea. Y que las Jornadas de noviembre además de ser una fiesta fueron la puesta a prueba de un dispositivo, al menos así lo entiendo hoy después de leer, en cierta forma por primera vez, este tercer tomo.

Tomar los análisis en la dimensión del postanalítico es diferente de tomarlos en la perspectiva de la interrupción. El postanalítico abre la posibilidad, cito a Miller, de interrogar el paréntesis entre dos análisis. En aquellos que se analizan, por supuesto. ¿Y los que desaparecen, los que desaparecen del análisis y nunca más vuelven? Ah, también se pueden interrogar desde el postanalítico. E ve por qué digo que la apertura que propone Miller es máxima: todo aquel que ha pasado por un análisis, está en la situación postanalítica y tiene algo para enseñar al psicoanálisis; solo hay que ver donde se lo encuentra. Si vuelve al análisis, en el reanálisis, pero ¿si no? Y ahí evoca entonces un artículo de Eric Laurent donde se refiere a la liberación de toda culpabilidad como un efecto postanalítico que se puede leer en ciertas figuras publicas vinculadas a la política que han pasado, por el psicoanálisis. Es decir que incluso es posible recuperar algo del postanalítico en los actos de los hombres públicos de los que efectivamente sabemos algo. Pero, por supuesto, lo más fácil es interrogar el postanalítico de los analistas. ¿Qué hace el analista con la revelación que obtuvo a partir de su análisis? El pase interroga otra cosa, se pregunta por lo que condujo al sujeto analizante a hacerse analista. O interroga cómo encontró la salida del análisis o por qué puerta, o con qué vicisitud se acabó la transferencia o qué fue de sus síntomas. El pase interroga el trayecto hasta el punto conclusivo. Lo que el analista hace con lo que obtuvo en el análisis, puede ser llevado al pase. Pero no es lo único, y aun cuando lo lleve al pase, hay un después del pase, hay una vida después del pase, lo que produce el fenómeno de la confusión entre el postanalítico con el pase permanente de los ex AE que me parece posible detectar en nuestra comunidad.

Si se quiere interrogar qué hace el analista con lo que obtuvo del análisis lo principal es interrogarse por el destino del sujeto supuesto saber. Y Laurent en el trascurso del contexto de ese seminario esboza tres respuestas que se refieren a una clínica del postanalítico de los analistas que no tiene nada que ver con el pase. Es la que decanta en tres posiciones: “no hay nadie a quien hablar”, “nadie de quien aprender”, “nada que valga la pena”. Se trata de un efecto postanalítico de la liquidación del sujeto supuesto saber. Miller agrega tres mas, tres posiciones postanalíticas no bajo la forma del “no-hay”, sino bajo la forma de la identificación: la identificación con el síntoma, la identificación con la verdad en aquellos que terminan el análisis asegurados en la posición de "yo la verdad hablo", y los que terminan el análisis con una identificación con el saber: Supongo que esta clínica, estos retratos postanalíticos están seguramente inspirados en personas reales. Como lo recordaba Elena, 1998 fue un año de crisis y algo del devenir del analizado se vio a cielo abierto sin necesidad de dispositivo alguno.

Así, al revés de toda nostalgia, encuentro que este texto abre una ventana hacia el futuro, y confieso que no se me ocurre investigación mas interesante para hacer tanto en el Centro Descartes como en la Escuela que retomar este texto de Miller y sacarlo del destino de reservorio, de depósito que aguarda a la larga a toda publicación, especialmente a toda recopilación. Sacarlo de ahí, extraerlo y hacerlo una herramienta nueva para los años venideros.

La política de las publicaciones del seminario de Lacan, por parte de Jacques -Alain Miller, sigue la misma estrategia. Gracias.



Marcelo Izaguirre, De aquí y de allá


De aquí y de allá decidí llamar a este trabajo, tomando el título de otro artículo cuyo autor espero que no se queje por plagio. Creo que la nominación es adecuada para la ocasión ya que se trata de cosas hechas aquí, de este lado del atlántico, de allí su nombre Conferencias Porteñas, dictadas por alguien que es de allá, del otro lado, en este caso francés. Excelente idea la realización de esta compilación, para cualquiera que se interese por los avatares del psicoanálisis lacaniano de los últimos treinta años en la Argentina (desde la primera a la última conferencia serían 28 años). No habrá que ir de revista en revista, o de libro en libro, para encontrar los artículos de las distintas intervenciones de Jacques – Alain Miller, tanto en esta zona del puerto, como en la docta, Mendoza o el norte. Con intervenciones en instituciones del Campo Freudiano o de la IPA. Desde el diálogo con Etchegoyen como presidente de la IPA hasta el intercambio con los estudiantes de la Facultad de Psicología.

Hubo quien, al leer que Freud citaba al chileno Greve en la historia del movimiento psicoanalítico, afirmó que si había uno debía haber algunos otros. Lo podemos aplicar a esta compilación, la responsable hace saber que ha habido otros, tanto en la recopilación como antes, lo que sin duda ha sido necesario para que se hayan dado estos intercambios entre aquí y allá.

El artículo objeto del plagio, de aquí y de allá, salió publicado en la revista de la Biblioteca Nacional, fundada por otro francés, Paul Groussac, en un número que se interroga si ¿Existe la filosofía argentina? Un pequeño desliz metonímico nos permitiría hacer otro número de la revista interrogando acerca de la existencia del psicoanálisis nacional. Eran cosas que se decían en Argentina antes de la instauración del lacanismo. Aun pasado un tiempo algunos no dejaron de aludir a un psicoanálisis nacional, defendiendo la excelencia de un clínico como Goldemberg a quien Jacques Lacan en la presentación de casos no le llegaba ni a los tobillos (esto lo afirma alguien que fue de aquí para allá en los años sesenta, concurrió al seminario de Lacan y en unos días va a contar en París, su experiencia de viaje de Buenos Aires a París. Quienes lo han invitado a contar su viaje por “translacania” supongo que no conocen esas declaraciones, y no creo que vaya a decir allá lo que deslizó en un reportaje aquí). En la presentación del artículo de la revista de la Biblioteca se dice que “La búsqueda de un estilo propio aparece como una preocupación central en las reflexiones que propone Germán García”, el autor del artículo, y se pregunta el presentador si “¿Es posible pensar la creación en América Latina o, por el contrario, estos paisajes están condenados a ser un efecto de la prolongación eurocentrista?” En el transcurso del artículo Germán destaca, desde el desinterés de Hegel por América Latina y señala que aquí hubo algunos como Echeverría que pensaban como el de allá; hasta la variación de Roudinesco, quien nos ubica como un reflejo de Europa; y señala García que hay alguno de allá, como Julian Marías para quien no existe la América Latina de Roudinesco sino la dura Hispanoamérica. También nos informa que el tema del espejo está anticipado en un inglés, Darwin, a quien Lacan eclipsó junto con Wallon y algunos otros 1.

En esa dialéctica entre lo que ha venido de allá para aquí y lo que ha ido de aquí para allá, encontramos en el número de la revista de la Biblioteca un artículo de León Rozitchner que parece responder, de manera afirmativa, al interrogante sobre la posibilidad de la existencia de una filosofía argentina, haciendo la apología de la lengua materna. Para ello pide que dejemos de pasar a nuestra lengua el modelo del Edipo griego que de poco y nada puede servir para explicar lo que sucede en estas tierras y en estos tiempos. “Todo el cristianismo y la metafísica occidental incluyendo al lacanismo, sienten horror ante la cosa materna” 2. El filósofo formado en Francia, del que se podría concluir que sólo deberíamos leer los mitos santiagueños de Canal Feijó, muestra que sus informantes no tienen las cosas tan claras, al afirmar que “Un lacaniano de primera fila, Eric Laurent se llama, frente a los nuevos síntomas que produce el neoliberalismo y los padres hechos mierda como “jefe” de familia, propone buscar una alianza con los representantes de la iglesia católica para que apoyen los derechos del padre”. En fin… no viene mal para filósofos como éstos esta compilación, quizá alguien podría actualizarlo un poco sobre diversos temas a partir de la lectura de varios artículos de este otro lacaniano de “primera fila” y de paso recomendarle un artículo de Eric Laurent del año 2002, “¿Qué autoridades para qué castigos?” (no obstante, el filósofo no deja de señalar, que el mito cristiano resulta mejor que el de Edipo para entender lo que sucede con nosotros, sorprendentemente podríamos decir, ya que no parece un mito argentino).

Aunque al filósofo le resulte absurdo que haya que repetir en lengua ajena lo que pensaron otros, y afirme que “el Ser se devela hablando en castellano” (que sería una delicia para los oídos de Jordán Bruno Genta); las relaciones entre argentinos y franceses es histórica. Para estar a la altura de los festejos del bicentenario podríamos recordar que antes de la existencia misma de la patria, poco antes de la época que Hegel se desentendía de esta parte del mundo, Belgrano traducía las Máximas del fisiocráta Quesnay y mantenía diálogo durante la segunda invasión inglesa, con el Brigadier Gral Craufurd, segundo de Whitelocke en las segundas invasiones inglesas, quien se dignó a mantener diálogo con él cuando lo escucha hablar en francés, relatado por el mismo Belgrano, según hace saber Manuel Fernández López en un artículo que escribió con motivo de otro Bicentenario, el de la Revolución Francesa y su recepción en la Argentina 3. Las incidencias francesas fueron importantes en esos tiempos, hace saber también Hugo Biagini citando a Sarmiento en otro artículo, al punto que “El ambiente que se observaba en la Buenos Aires de Rivadavia permitió aducir que hasta los europeos que arribaban allí creían encontrarse en medio de los salones parisinos. Todo ello llevaría a proclamar exultantemente: “Somos hijos de la Francia” 4. Estos artículos fueron recopilación de una actividad realizada en el mes de abril del año 1989 con motivo del bicentenario de la mencionada Revolución. El día correspondiente, el 14 de julio, Miller daba su conferencia de su Seminario sobre las lógicas de la vida amorosa, en este caso sobre la condición erótica en Rosseau, es el trabajo “Mi chica y yo”.

Para ir entrando específicamente en el tema que nos ocupa y luego de referirme a las palabras de los hombres, recurro a una mujer de allá, quien al escribir su historia sobre el psicoanálisis de Francia cita a Jacques Lacan: “La suerte dirá si queda mucho del futuro que está en las manos de aquellos a quienes he formado”. Estos tres tomos, que sabemos es sólo una parte de la importante producción de Miller, creo que da una respuesta a la tyche aludida. Y una respuesta clara de Miller encontramos en el diálogo mantenido en el año 1997 con Emilio Roca en la p. 316 del tomo tres: “Después había que apostar al futuro, es decir, que se reconozca como válida la transmisión de Lacan sin la presencia de Lacan.

El tiempo que abarcan estos tomos es tan amplio que dio lugar a que se desataran las pasiones del ser, y las posiciones fueron variando según el orden de esas pasiones. Eso ha llevado a que otra mujer, en este caso de aquí, haya podido decir al publicar su prueba de oposición en la Facultad de Psicología de acá, en el año 1985 (vale la aclaración ya que también hizo algo de ese orden por allá, en el año 1986), que las articulaciones de su trabajo se ordenan según los lineamientos y puntuaciones establecidos en la obra de Jacques Lacan por Jacques - Alain Miller y que deseaba subrayar cuánto debía de esa lectura a precisiones rigurosas y lúcidas de éste. Años más tarde esa misma mujer afirmó que “cree que los franceses nos odian” porque acá se leía más Lacan que en Francia. Miller se sorprendió, agregaba, por la lectura que ella tenía de los Escritos. Y hacía saber que la teoría kleiniana le resultó fundamental en su entendimiento de Lacan y para entender el objeto a sin caer en la imaginarización del mismo como le sucede a Miller. O sea, ahora la lectura rigurosa y lúcida se hacía desde aquí para los de allá. Si para disgusto de nuestro filósofo nacional, no dejaba de sostenerse el rigor en alguien de otra lengua, será bienvenida en su regazo al agregar que para su distanciamiento teórico de los errores “millerianos” le han servido los desarrollos de la escuela argentina.

En una de las entrevistas, en Córdoba en el año 1984, podemos leer que Miller destaca que con Lacan se trata del psicoanálisis freudiano en oposición a la ego psychology. Y para la misma época en la charla sobre la “Clínica psicoanalítica” afirmó que en su oposición a esa corriente Lacan se encontró con Melanie Klein y el objeto a tiene algo que ver con los desarrollos kleinianos y neo kleinianos. Ambos textos, del año 1984, fueron establecidos por la mujer de aquí que reconocía por entonces rigor y lucidez allá. En su charla en Mendoza Miller hizo saber la diferencia entre Freud y Klein, aunque señaló que el objeto a está en la línea de Abraham, Klein y Winnicott, y también afirmó: “La función del objeto a no se puede entender sino sobre el fondo de la castración”. O sea, se trata más de Freud que de Klein.

Bueno pasando del tema espacial “de aquí a allá”, haré algunas breves referencias al otro tema kantiano, el tiempo. Tomaré el texto “Investigación sobre la temporalidad del inconsciente”, situado en el apartado denominado lo real del inconsciente. Charla dictada pocos días antes de comenzar su curso en París, que comienza con una cierta vacilación, con más preguntas que respuestas, y en la que Miller señala que se dará su tiempo allá para trabajar el tema durante un año. Cuando se lee esta charla resulta inevitable ligarla a una pregunta del reportaje citado en 1997: ¿Y cuál es la línea que vamos a seguir? ¿La de “El inconsciente freudiano y el nuestro”, que es un capítulo del Seminario 11 de Lacan, o la línea de, si Lacan...entonces Freud, como el retorno a Freud?

Es una buena pregunta, responde Miller, ...para más adelante.

Pasado el tiempo comienza su charla aludiendo al sujeto supuesto saber pidiendo que no se caiga en la facilidad del entendimiento de esta expresión de Lacan a diferencia de otras. Se trata de disolver el sentido tanto del saber del analista como del analizante, lo que conduce a pensar el saber del lado del inconsciente y a pensar la relación del triángulo de la transferencia en el cual resulta más importante la relación del sujeto con el saber y plantea que la identificación es el modo que el sujeto elige para hacer trabajar el saber para obtener sus objetos. Por su parte el analista hará trabajar al sujeto en la separación de sus identificaciones. La transferencia es el punto que indica Miller que introduce una diferencia entre el inconsciente de Freud y el de Lacan. Es por la transferencia que se introduce la discontinuidad.

Dos de los conceptos trabajados en el seminario 11, inconsciente y transferencia son confrontados por Miller y si el primero se relaciona con lo simbólico la transferencia muestra la faz libidinal, pero no se puede pensar como una mera oposición entre lo simbólico e imaginario ya que, justamente, en el seminario 11 además de definir la transferencia como la realidad sexual del inconsciente, Lacan introduce una diferencia en la conceptualización del inconsciente: por un lado como saber en tanto la repetición significante impone cierta regularidad, por otro como sujeto que emerge en lo imprevisto. Esa emergencia del sujeto, implica considerar al inconsciente como sujeto y es distinto a tomar en cuenta a la repetición como elaboración de saber, lo que conduce a pensar una temporalidad diferente de la repetición. Definir el inconsciente como sujeto no como saber es definirlo no por la ley, no por la regularidad, sino por la causa, pero la causa tal como es presentada en el seminario 11 que no es otra que la que cojea, la de la hiancia entre el antecedente y el consecuente. Es lo que da lugar a que Etchegoyen señale la diferencia entre Lacan y la IPA, en tanto él ha separado la transferencia de la repetición. En dos puntos confronta Miller de manera contundente a Freud y Lacan. En tanto se privilegia la automaton (repetición) o la tyche (sujeto) se trata de restablecer la continuidad, que sería el caso de Freud o plantear el inconsciente como discontinuidad. Y como consecuencia de ello, en tanto se privilegia la discontinuidad, no se puede ontologizar el inconsciente, algo en lo que Freud habría caído al escribir una frase como “justificación de lo inconsciente”. Cuando se pretende realizar una clasificación estática el inconsciente no encuentra lugar, es del orden del querer ser, de lo no realizado. Es de orden óntico no ontológico. No hay que ontologizar el inconsciente. Miller dice que Lacan le responde a él. Efectivamente puede comprobarse eso si se abre la clase 3 del seminario 11. Así, si para Freud el inconsciente está fuera del tiempo, es indestructible, al punto que se le podría atribuir la frase de Borges en su Historia de la eternidad de que el estilo del deseo es la eternidad, para Lacan el inconsciente tiene una afinidad esencial con el tiempo.

Finalmente podría agregar un principio de la consideración del tiempo en el análisis, basado en la diferencia que establece Miller en la concepción del tiempo desde Aristóteles y los empiristas ingleses ligados a la sucesión y los idealistas (esto ya lo hace en los usos del lapso). Uno primero, otro después. Lo que de allí se desprende, dice Miller, es la idea del instante. Es una doctrina empirista del tiempo. Los idealistas, por el contrario tienen a priori conciencia del tiempo y luego se da la sucesión. Esas dos posiciones son confrontadas por Borges en su escrito “Una nueva refutación del tiempo” donde el empirismo de Hume es usado contra el idealismo. Y me parece que viene bien en relación con dos cuestiones: por un lado ilustra algo de la sesión analítica y por el otro, ligado al tiempo que abarcan estas Conferencias Porteñas, tiempo en el que como mencioné, ha habido lugar para el desencadenamiento de las pasiones del ser, de la dicha y la desdicha, del amor y del engaño y eso querría ligarlo con la respuesta de Miller cuando se lo interroga en 1984 (p.279 T. 3) acerca de lo que recoge la corriente lacaniana del psicoanálisis tradicional: niega que exista el psicoanálisis “tradicional”, sí existe el psicoanálisis de traición.

Cito el párrafo de la critica de Borges: “Niego, en un número elevado de casos, lo sucesivo; niego, en un número elevado de casos lo contemporáneo también. El amante que piensa Mientras yo estaba tan feliz, pensando en la fidelidad de mi amor, ella me engañaba, se engaña: si cada estado que vivimos es absoluto, esa felicidad no fue contemporánea de esa traición; el descubrimiento de esa traición, es un estado más, inapto para modificar a los ‘anteriores’, aunque no a su recuerdo”.



Referencias bibliográficas

1. García Germán: “De aquí y de allá” en La Biblioteca revista fundada por Paul Groussac, 2-3, Buenos Aires, invierno de 2005.

2. Rozitchner, León: “El ser se devela hablando en castellano ” en La Biblioteca revista fundada por Paul Groussac Nº 2 - 3, Buenos Aires, invierno de 2005.

3. Fernández López, Manuel: “La Revolución Francesa en el pensamiento y obra de Manuel Belgrano”, en Imagen y Recepción de la Revolución Francesa en la Argentina, Bicentenario de la Revolución Francesa (1789-1989), Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1990

4. Biagini Hugo E.: “Francofilia y contrarrevolución en la Argentina Decimonónica”, en Imagen y Recepción de la Revolución Francesa en la Argentina, Bicentenario de la Revolución Francesa (1789-1989), Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1990.

5. Miller Jacques – Alain: “Investigación sobre la temporalidad del inconsciente” en Conferencias Porteñas, de Jacques – Alain Miller desde Lacan, tomo 3 Paidós, Buenos Aires 2010.



Alicia Alonso, Comentario sobre Adiós al significante


Las intervenciones que se aportan en un coloquio exigen, casi siempre, que se las sitúe. Adiós al significante es una conferencia dictada por Jacques-Alain Miller en setiembre de 1995, en Buenos Aires, en el marco de las IV Jornadas de la EOL, “El tiempo de interpretar”. Está publicada en el tomo 2 de las Conferencias porteñas (Paidós, 2009), junto con los trabajos agrupados bajo el título “El significante y el goce (1994-95)”.
Su tema constituye uno de los ejes del curso anual de la orientación lacaniana, “La fuga del sentido”, dictado por Jacques-Alain Miller en París, durante los años 94-95. Desde distintos ángulos, dichas clases, así como “La interpretación al revés”, y “El olvido de la interpretación” publicadas en Entonces: sssh- (Eolia, 1996), ofrecen una vía interesante para contextualizar su lectura.
Como observa Germán García, en el prólogo al primer tomo de las Conferencias porteñas, en cada una de estas intervenciones, la argumentación incluye la marca de la audiencia que la recibe.
En cuanto a la elaboración de los contenidos, “Adiós al significante” hace explícitas las siguientes tesis: “el inconsciente interpreta”; “en cuanto interpreta, trabaja para el goce”; “la interpretación del analista va contra la interpretación del inconsciente”.
En cuanto a su desarrollo, analiza y recorre los obstáculos que, a partir de mediados de los sesenta, condujeron a Jacques Lacan a poner en discusión los términos lenguaje, enunciación, significado y significante, marcando sus límites. En esos años, Lacan advierte que algo excede la dialéctica imaginario/simbólico, cuestionando la relación binaria entre significado y significante.
En esa perspectiva, cada uno de sus intentos para dar cuenta del efecto de goce, se revela insuficiente. Sin embargo, esa operación abre una nueva vía. Sustituye la determinación simbólica del sujeto, en términos de sistema de significación, y define el lenguaje como una elaboración de saber sobre lalengua.
En este recorrido –apenas esbozado en mi comentario–, Miller ubica el nudo borromeo como una salida del sistema de la significación, en tanto constituye un “adiós al significante”.

I
“¿Qué es el inconsciente? ¿Cómo se interpreta su concepto cuando no lo referimos a la conciencia sino a la función de la palabra en el campo del lenguaje?” Esta pregunta, que extraigo de “La interpretación al revés”, me sirve para señalar otro aspecto de esta conferencia.
Durante los años 1995/96, en distintas intervenciones, Jacques-Alain Miller plantea la equivalencia inconsciente/interpretación. En todos los casos, la secuencia hace explícito su interés para el psicoanálisis.
“La interpretación analítica viene en segundo lugar –leemos en “La interpretación al revés”–, se funda en la interpretación del inconsciente, de ahí proviene el error de creer que es el inconsciente del analista el que interpreta. A falta de partir del a priori de que el inconsciente interpreta, se vuelve siempre, se diga lo que se diga, a hacer del inconsciente un lenguaje objeto y de la interpretación un metalenguaje. Pero la interpretación no está estratificada en relación al inconsciente, no es de otro orden, se inscribe en el mismo registro, es constitutiva de este registro.”
En este contexto, “Adiós al significante” es una de las intervenciones que introduce el reverso de la interpretación, cuestionando las formas canónicas que la definen como comunicación de un saber; atribución de significación; traducción del inconsciente; o esclarecimiento.
Pero, también, la conferencia analiza los efectos clínicos de la interpretación como corte, puntuación, equívoco o alusión, a través de explicaciones que renuevan el panorama de las lecturas, dando un nuevo impulso a los temas que constituyen una referencia para la orientación lacaniana.

II
Así pues, la conferencia se revela más instructiva que otro tipo de consideraciones. Y algo de ese efecto puede captarse en distintos momentos.
Primero. A instancias de la pareja heterosemia/homofonía, Miller describe algunos de los problemas que se plantean en el nivel semántico. Fundamentalmente, los relacionados con el hecho de que cada vez que buscamos la significación de una palabra, penetramos en callejones sin salida. La significación nunca remite más que a otra significación. Este es un problema crucial. Toda palabra evoca siempre un más allá, sostiene varias funciones, encubre varios sentidos.
En su desarrollo, la argumentación alude a esos “nudos de discurso”, precisando el modo en que las palabras, el sonido y el sentido, entretejen una trama de condensaciones y equívocos.

Segundo. Sin perjuicio de esas “posibilidades múltiples”, como las denomina Freud en La interpretación de los sueños, y a partir de una serie de observaciones que describen “el estado original de la relación del sujeto con lalengua”, Jacques-Alain Miller analiza el vínculo entre el significante y la interpretación.
Al hacerlo, ubica los desvíos que el significante impone al significado, acentuando la distinción entre ambos. La experiencia analítica confiere una fuerza especial a esta observación, poniendo de relieve que “el fenómeno elemental descubre la presencia del significante sólo, en suspenso, indicando ese estado de perplejidad para significar, frente a un significante desarticulado”.
La explicación destaca el modo en que la perplejidad manifiesta, en el sujeto, una hiancia interrogativa. Como un enigma, el significante busca la implicación de otro significante que le de sentido. “Esa es la vía de cualquier interpretación –nos dice Miller, anudando la dimensión del sentido a la del goce–, así como su naturaleza de delirio”.
Mediante estas observaciones, la conferencia circunscribe el valor clínico que tiene para el psicoanálisis, definir la sesión como una unidad asemántica, ubicando en otro lugar la función de la interpretación, señalándola como “la vía que permite conducir a un sujeto a los significantes elementales sobre los que, en su neurosis, ha delirado”. Delimitando con mayor precisión que la interpretación analítica debe funcionar a la inversa del inconsciente.
Explica Miller: “Cuando se da preeminencia al goce en el síntoma, síntoma y fantasma en cierto grado se confunden bajo el dominio del fantasma; y eso da el concepto de sinthome, que designa ese nudo de síntoma y fantasma. Ahora bien, la tesis todo es fantasma significa que, en lugar de pensar siempre en términos del significante para la significación, se piensa en el significante para el goce.”

Tercero. A partir del análisis del sueño de una paciente, Jacques-Alain Miller nos conduce a su elaboración, es decir, a su retórica. El material onírico, cuya denegación basta para indicar la ambigüedad del inconsciente, pone en evidencia las intenciones con que el sujeto lo modula: extendiendo o alterando la significación de las palabras; acentuando sus efectos; reforzando el sentido; quebrantando las leyes de concordancia. En cada caso, la descripción destaca que el sueño figura un cierto estado de cosas. Así como demuestra la superposición de las significaciones de un material significante.
Esta observación adquiere un valor particular cuando se tiene en cuenta que evoca otras. Jacques-Alain Miller recrea los temas propuestos. Habla desde Lacan. Como escribe Germán García en el prólogo citado, “animando para los oyentes la aridez de algunas cuestiones.”
A continuación, la conferencia pone de relieve la función del diálogo que se realiza en el sueño, adentrándose en la vía de la transferencia.
Ciertamente, en lo que se produce en la experiencia analítica, hay una dimensión suplementaria esencial: el sueño dedica su habla cada vez más al analista, introduce los dichos del analista, haciendo surgir un nuevo sentido, gozado.
Así, el análisis de las discontinuidades y los elementos que reorganizan el universo simbólico del sujeto, otorga otro valor al lugar donde Freud encuentra un límite. Lo refiere como algo que no puede ser dicho, por estar en la raíz misma del lenguaje. Pese a eso, la respuesta del inconsciente, entre líneas, lo hace existir, como un mensaje cifrado, formando parte de su retórica, disolviéndose en la cita, perdurando en un resto de saber. Como efecto de contexto y coyuntura, la interpretación zanja lo indecible.
Este desarrollo parece el privilegiado para citar un párrafo en el que Jacques-Alain Miller indica los momentos de errancia y, también, de orientación del analista. “Se trata de ir de una interpretación salvaje, que es la que hace el inconsciente, a una interpretación razonada. Es así como usualmente se habla de la interpretación, todo lo que se busca sobre la alusión, el decir a medias, hacer el oráculo, el enigma, la cita, pero ¿quién hace eso? El inconsciente. Y todo lo que se distribuye como teoría y práctica de la interpretación, se resume en una cosa muy simple: saber hablar como el inconsciente. Y si se va un poco de más en esta dirección, podemos decir que termina en una identificación del analista con el inconsciente.”
Como podemos apreciar en lo hasta aquí expuesto, “Adiós al significante” configura otro punto de partida al presentar distintos aspectos de la dialéctica entre investigación y clínica. Pero, también revela –como podemos constatar ahora, a través de su lectura–, la actualidad de los temas que Jacques-Alain Miller introducía en esa ocasión.