Osvaldo L. Delgado, ¡Aquí estamos!


J. A Miller, en la Conferencia de Clausura del VI Congreso de la AMP, en Buenos Aires 2008, para postular el tema del siguiente Congreso, primero da cuenta de cual es la lógica que ha orientado el trabajo de 30 años.

El décimo quinto tema, el que acabamos de tener, se inscribe en esa orientación. El conjunto da cuenta de tres escansiones que aluden a las escansiones del tiempo lógico.

El primer ternario fue ordenado por la enseñanza (del 80 al 84), luego (del 86 al 90) por la clínica, el tercero por la práctica (del 92 al 96).

Posteriormente por la práctica actualizada y finalmente lo que se llama “un desplazamiento hacia la última enseñanza de Lacan”.

Pero además, es de destacarse, que en cada encuentro al inicio, y en cada congreso luego, se hace presente la enseñanza de Lacan, los casos clínicos y las nuevas respuestas a “¿Cómo se analiza hoy?

Me propongo extraer muy sintéticamente, cómo piensa Miller a la comunidad analítica en los tiempos de cada una de estas escansiones, para hacer visible una política precisa que más allá del cálculo, sólo puede hacerse apres-coup.

En el año 1989, finalizando la primera escansión (la enseñanza) y comenzando la segunda (la clínica), Miller en una conferencia a los estudiantes de psicología, va a tomar la formulación de Lacan: “El analista se autoriza de si mismo” para ubicar el momento político en el que fue formulada, hacia quién se dirigía, y cuál es su verdadero estatuto; ya que fuera de ese contexto funcionaba como slogan.

Cita a Lacan: “Ese principio está escrito en el frente de mi escuela”.

Por lo tanto se autoriza un analista, no cualquier persona, y se autoriza en tanto miembro de la escuela.

¿A qué convoca Miller en ese punto? A la responsabilidad de la práctica analítica.

Anticipándose muchos años a lo que va a formular, afirma: “Cuánto menos standars fijos tengamos, más responsabilidad deberemos asumir caso por caso”.

Responsabilidad que queda absolutamente anudada a la creación de la escuela.

El éxito, la apertura, la masificación, no aseguran nada de la “radicalidad subversiva de la práctica analítica”.

Era la época en que se iniciaba la construcción de la escuela.

Dos años más tarde, ya en el movimiento que va de la clínica a la práctica, la decisión de la creación de la EOL, ya tiene fecha.

Se trata ya no del instante de ver, (conferencia a los estudiantes), ni el tiempo para comprender, sino el momento de concluir, momento del acto sin garantías, sin certidumbre, con precauciones inútiles, con prisa.

“No se puede hacer sin un salto por encima de esa hiancia que hay en el saber” ¿Pero dónde afirma Miller ese acto?

El otro no da respuestas sino pregunta.

Por lo tanto si el analista no se orienta por ese agujero de no saber, no puede causar en el analizante el deseo de saber.

Esto es política en psicoanálisis: retroceder a dar ese salto de fundación de la Escuela, es una capitulación de la posición de analista.

Precisamente hallamos esta argumentación en la Conferencia del año 1991, llamada “El analista y los semblantes”.

La Escuela, como comunidad, quedará referida a una reunión alrededor de una hiancia. La transferencia de trabajo va a implicar una transformación en el saber, del saber supuesto al saber expuesto.

Los responsables de la Escuela deben operar ese pasaje. Es una exigencia ética.

Esta conceptualización operatoria hace que los responsables no sean funcionarios, ya que se trata de verificar la transferencia de trabajo.

“Mantener esa exigencia, por el hecho de saber que el acto analítico está estructurado por una hiancia”.

Ya en 1996, en plena escansión denominada “de la práctica”, pocos años después de fundada la Escuela, publicado en el Tomo 2 de estas “Conferencias Porteñas”, con el título de “Nueve facetas de la comunidad analítica”.

Se va a tratar de nueve adjetivos para calificar la comunidad analítica: lo cómico, la comunidad lógica, la comunidad operativa, la trágica, la dionisiaca, la cínica, la epistémica, la inconsciente y la exquisita. Es una lectura con estatuto de intervención (como todas las de Miller).

Lo cómico, los ciegos de Voltaire discutiendo de colores y dividiéndose en sectas.

Con una lógica rigurosa, el segundo movimiento marca sobre esto una operación: la imposible segregación, ya que en la Escuela no se sabe que es un analista.

Por eso, su dimensión operativa se inscribe en el pase como tal.

La dimensión trágica de la comunidad analítica se va a ordenar en relación a la enunciación, y a la transferencia con los textos de Lacan.

La dionisiaca permite un pequeño debate con el texto de Blanchot “La comunidad inconfesable”. Texto que le acerca Germán García.

Para Miller la comunidad analítica no es dionisiaca, pero sí cínica.

Es una comunidad que no se basa en lo inconfesable, sino en la confesión del goce a Otro.

Tomando como referencia una formulación de Samuel Basz que dice: “Una comunidad que admite una reconstrucción racional permanente, conservada, de los principios que justifican su práctica”.

Definición que se asienta en el saber expuesto, pero en una comunidad que vive en el saber supuesto.

He aquí una pregunta central con un valor político fundamental: Miller se pregunta “Ir más allá de la dirección de la comunidad epistémica, bien, pero ¿hasta qué punto?

La referencia de la comunidad inconsciente, toma al chiste como proceso social. Que da cuenta de una necesaria segregación de la sociedad en general.

Finalmente la comunidad exquisita queda en referencia en principio a una carta de Freud a Groddek, que ha encontrado Germán García. Dice así: “Es difícil practicar el psicoanálisis como un individuo aislado, es más bien una empresa de exquisita sociabilidad”.

Es a partir de aquí que tomando la dimensión de la ironía, va a afirmar Miller: “Es por eso que la ironía es una práctica de secta, aislando de la sociedad a la comunidad de los que entienden la ironía.

Toda la enseñanza de Lacan es irónica a la vez que matemática”.

A partir de aquí puede pensarse una relación irónica con las autoridades sociales: “tener la reverencia necesaria hacia esos poderes, y siempre mantener distancia e irrisión.

Ya a la altura de la temática de la “práctica actualizada”, según el ordenamiento lógico que Miller sitúa de acuerdo a lo que formulamos al inicio, podemos ubicar, para ir concluyendo, una mesa redonda realizada los días 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre de 197, en el marco de las VI Jornadas Anuales de la EOL.

La mesa estaba compuesta por el mismo Miller, Jorge Forbes, Samuel Basz, y Germán García.

Ese plenario se denominó: “El psicoanalista y su comunidad”.

Todo se ordena a partir de una pregunta:

¿En qué está usted de acuerdo con l comunidad a la que pertenece?

Miller deconstruye la pregunta para ubicar, en la tercera de las respuestas que se da, al que llama el querido compañero.

¿Cuál es este compañero que tiene cierta tendencia a ser expulsado de la comunidad? Pues el compañero necio, en el sentido del latín “nescius”.

La comunidad analítica está reunida alrededor de cierto agujero, de cierto necio “nescius”.

El otro compañero es el malestar y, en este punto formula su propia posición respecto a la comunidad. Una posición a la que define “histérica” respecto al si a la comunidad, y al mismo tiempo, de un si firme respecto a ella.

No ve a la comunidad como otro, sino como un a que lo divide como sujeto, y como una instancia gozadora que el debe alimentar, y es a partir de esto que va a afirmar que la comunidad está para la causa y no a la inversa, causa a partir de la onda que produjo el evento Freud.

Y es a partir de aquí que, ubicando que siempre hay un real en juego en la dialéctica con los colegas, no dispone de la opción: la comunidad o la soledad.

Él no tiene otra opción que la comunidad.

Seguir el ordenamiento lógico de los temas de los encuentros y los congresos; con las lecturas e intervenciones que va produciendo, respecto a la comunidad analítica en cada escansión, revela un nudo clínico-epistémico político, necesario a la pertinencia del psicoanálisis.

Dice Miller: “Finalmente he pensado que nunca he tenido una relación de soledad con la causa analítica, sino que siempre ha sido mediada por Lacan y los compañeros”.

Bien, aquí estamos.



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