A 100 años del ingreso de la disciplina en el país - Argentina, capital del psicoanálisis

El psicoanálisis “revolucionó” la conducta de individuos, pero no pudo “curar” males de la sociedad argentina, que concentra un tercio de los profesionales del mundo dedicados a esta especialidad, señalaron expertos



Con vistas a los cien años del ingreso de esta disciplina al país, los especialistas coinciden en que representa uno de los máximos fenómenos culturales del siglo XX, pero que no logró “incidir” en conductas sociales, según indicó el director de la Fundación Descartes, Germán García.

“El psicoanálisis sirve mucho y le puede cambiar la vida a una persona, pero no cura pueblos. Aunque (Sigmund) Freud tuvo la fantasía de que el mundo podía ser más bueno, no fue así”, sostuvo Julio Moreno, miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (Apdeba) y profesor del Instituto Universitario de Salud Mental de Buenos Aires.

García opinó que en las conductas amorosas, por ejemplo, el cine tuvo “más incidencia” que el psicoanálisis, aunque consideró que si esta especialidad tuviera “una gran dimensión social sería una forma de adoctrinar gente, lo que tampoco está muy bien”, dijo.

De todas formas, el titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Andrés Rascovsky, destacó que esta herramienta “es la más poderosa que existe en la civilización occidental para la transformación de los conflictos individuales”.

“El centenario del psicoanálisis no es una reivindicación del calendario. En Argentina, como en Francia, la disciplina ha calado profundamente”, afirmó días atrás el secretario de Cultura de la Nación, José Nun, en la primera actividad que organizó el Gobierno con miras a los cien años de esta disciplina en el país, que se cumplirá en 2010.

Argentina se constituye como el principal lugar de formación psicoanalítica de Latinoamérica y así lo refleja el abultado número de consultorios que se expanden en Buenos Aires con un alto número de pacientes obedientes que acuden cada semana para analizar sus problemas.

Las contribuciones

“El psicoanálisis se asentó en Argentina porque reunió intelectuales exiliados del nazismo y del franquismo. Fue un movimiento contracultural que cuestionó todas las instituciones, como la medicina, la religión y la moral”, definió Rascovsky.

“Contribuyó a la revolución sexual, a una ética distinta con hijos, cuestionó el maltrato hacia nuestra descendencia y trabajó por una transformación psíquica. Intentó dar una respuesta a la realidad del individuo”, destacó el presidente de APA a EFE.

Según Moreno, esta técnica resultó explosiva en el país en la década del 60, cuando los pacientes se agolpaban para atenderse en los consultorios y los aspirantes a psicoanalistas se multiplicaban en forma incesante.

“Cuando estudiaba, tuve que esperar tres años y medio para atenderme por primera vez” con un experto que trataba principalmente a estudiantes de psicología, recordó Moreno.

Así, esta especialidad se afianzó de modo tal en el país que la palabra psicoanalista es sinónimo de psicólogo, sostuvo García.

Maricel Seeger

EFE


Fuente: El Litoral.com


Buenos Aires, 9 de abril (Télam)

jueves 9 de abril, 11:44 AM
Buenos Aires, 9 de abril (Télam).- Al cumplirse cien años de psicoanálisis en el país, la Secretaría de Cultura de la Nación organiza, junto a la Fundación Descartes, una jornada de debate público para reflexionar acerca de la historia de la disciplina en la Argentina, el viernes 17 de abril desde las 14 en la Biblioteca Nacional, con entrada gratis.

A lo largo de la jornada, cuya apertura está a cargo del secretario de Cultura de la Nación, José Nun, se debatirán los trabajos de Germán García, Mariano Ben Plotkin, Alejandro Dagfal y Sergio Visacovsky, que serán comentados por Rodolfo Moguillansky, Graciela Musachi, Andrés Rascovsky, Graciela Brodsky, Daniel Rodríguez, Federico Aberastury y Daniel Rodríguez.
Coordinada por Marcelo Izaguirre, la mesa de conclusiones estará integrada por Gilda Sabsay de Foks y Horacio Etchegoyen, entre otros especialistas que participarán de esta actividad, que tendrá lugar en Aguero 2502.
La Argentina ha sido, históricamente, uno de los países en los que más se han desarrollado las diversas corrientes psicoanalíticas.
Hasta ahora, la historia del psicoanálisis osciló entre la hagiografía y el testimonio: idealización en el primer caso, singularidad sin discusión en el segundo.
Esto, sumado a la escasa investigación documental y su confusión con la psicología, llevó a la comunidad psicoanalítica a considerar insuficiente esta historiografía, por eso, los trabajos que se discuten en esta jornada surgen como respuesta a esa falta.
Cien años de psicoanálisis en la Argentina forma parte de la serie "Estudios del Bicentenario", una de las iniciativas que la Secretaría de Cultura de la Nación desarrolla en torno a la conmemoración del Bicentenario del país. (Télam).


Cien años de psicoanálisis en la Argentina

El viernes 17 de abril, el secretario de cultura de la Nación, José Nun, inauguró en la Biblioteca Nacional la jornada "Hacia el Bicentenario. Cien años de Psicoanálisis en la Argentina", para reflexionar acerca de la historia de esa disciplina en nuestro país. El encuentro fue organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación organiza, junto a la Fundación Descartes.
"Desde 2005, estamos avocados a la tarea
de construir el Bicentenario no como un pseudo evento sino como un momento de entusiasmo colectivo. En este sentido, el centenario del Psicoanálisis en el país no es una reivindicación del calendario. En Argentina, como en Francia, la disciplina ha calado profundamente. Es por esto que nos parece muy importante conocer su historia porque es una mejor manera de conocernos a nosotros mismos y de prepararnos para participar de esta construcción colectiva que debe ser el Bicentenario", señaló Nun en la apertura.

Por su parte, Germán García de la Fundación Descartes explicó: "En lo referente a la historia del psicoanálisis en el país, se evidencia la creciente complejidad de los trabajos e investigaciones que se realizan a partir de las versiones de los "nativos" y de la documentación que comienza a ser clasificada y conocida. A su vez, la posibilidad de una historia parece responder a la importacia que la práctica de esta disciplina tiene en la actualidad".

A lo largo de la jornada, se debatieron los trabajos de Mariano Ben Plotkin, Alejandro Dagfal y Sergio Visacovsky, que fueron comentados por Rodolfo Moguillansky, Graciela Musachi, Andrés Rascovsky, Graciela Brodsky, Daniel Rodríguez, Federico Aberastury y Daniel Rodríguez. Intervinieron en la mesa de conclusiones —coordinada por Marcelo Izaguirre— Gilda Sabsay de Foks y R. Horacio Etchegoyen.

La Argentina ha sido, históricamente, uno de los países en los que más se han desarrollado las diversas corrientes psicoanalíticas. Hasta ahora, la historia del psicoanálisis osciló entre la hagiografía y el testimonio: idealización en el primer caso, singularidad sin discusión en el segundo. Esto, sumado a la escasa investigación documental y su confusión con la psicología, llevó a la comunidad psicoanalítica a considerar insuficiente esta historiografía. Los trabajos que se discuten en esta jornada surgen como respuesta a esa falta.

Cien años de psicoanálisis en la Argentina forma parte de la serie “Estudios del Bicentenario”, una de las iniciativas que la Secretaría de Cultura de la Nación desarrolla en torno a la conmemoración del Bicentenario del país. Desde 2005, se realizan, entre otras actividades, ciclos de debate; y se editaron los libros “Población y Bienestar en la Argentina del primero al segundo centenario”, compilado por Susana Torrado, y tres volúmenes que reúnen las ponecias de los Debates de Mayo.

12 de Abril 2009
Fuente: Citio web Bicentenario.gov.ar



El psicoanálisis en la Argentina cumple cien años - Un siglo de hacernos la cabeza en un diván

Hoy se presenta la primera actividad por el arribo del pensamiento de Sigmund Freud en 1910. Doce meses para festejar, analizar y dejarlo ahí, hasta la próxima.
¿Cómo hicimos para vivir durante siglos sin luz eléctrica? ¿Cómo era el mundo antes del psicoanálisis? Resulta imposible, si no angustiante, imaginar el mundo sin su universo cotidiano contemporáneo, y no cabe duda de que el psicoanálisis es parte del nuestro. Estén advertidos o no –y en este segundo caso es prueba aún mayor de su eficacia–, cualquiera dice hoy en la calle, en la tele, en el barrio, “fue inconsciente” o hace una sonrisa sospechosa ante un lapsus. Pero esto que hoy está al alcance de todos tuvo su inicio: la lucidez y persistencia de Sigmund Freud, que quería saber qué tenían esas pacientes que ningún diagnóstico médico explicaba su sufrimiento.

Por distintos motivos, Buenos Aires sería un destino perfecto para el monumental pensamiento alemán. Pero ¿cuándo llegó Freud al Río de la Plata? Al voleo, cualquiera arriesgaría que fue hacia mediados de siglo XX. Sorprendentemente, el nombre de Sigmund Freud fue pronunciado aquí mucho antes, en 1910. Y esto está rubricado por el propio Freud, que en el artículo de 1914, Historia del movimiento psicoanalítico, escribió: “Un médico, probablemente alemán, de Chile, defendió en el Congreso Médico Internacional de Buenos Aires, de 1910, la existencia de la sexualidad infantil, y encomió los resultados de la terapia psicoanalítica en los síntomas obsesivos”. En una nota al pie, aclara el trabajo al cual se refiere: “Sobre psicología y psicoterapia de ciertos estados angustiosos”, del Dr. G. Greve.

Otro GG, Germán García, escritor y psicoanalista, descubre que Greve leyó ese trabajo en el I Congreso Americano de Medicina e Higiene, realizado con motivo de la celebración del primer centenario de la Revolución de Mayo. Y justamente, con el Bicentenario en el horizonte, la Secretaría de Cultura de la Nación, junto con la Fundación Descartes, presidida por García, organizaron para hoy el debate Cien años de psicoanálisis en la Argentina en la Biblioteca Nacional. Representantes de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (Apdeba) y de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) hablarán en definitiva de su propia historia: de qué pasó desde la primera vez que Freud fue nombrado hace un siglo hasta la fecha en que se organiza una conferencia en la Biblioteca Nacional.

Los de la APA deberán escuchar una vez más lo que García viene diciendo desde 1978, cuando publicó el libro La entrada del psicoanálisis en la Argentina, donde plantea que el “olvido” de Greve y de todas las huellas posteriores acerca de los inicios del psicoanálisis en el país, no fue inocente, sino deliberado: la APA quiso quedarse con el invento a partir de su fundación en 1942. Antes de ellos, nada. Pero sí hubo una prehistoria.

En muchos casos, el pensamiento de Freud no llegaba de primera mano, sino a través de la crítica que hacían de él los psiquiatras franceses Josef Breuer y Janet, muy respetados por la psiquiatría argentina de principios de siglo, cuyos trabajos ya formaban parte del material de estudio de la Cátedra de Fisiología de la Facultad de Medicina, a cargo de Horacio Piñero desde 1901.

Resulta al menos curioso que Freud haya sido comprendido a través de las críticas de Janet, como fue el caso de José Ingenieros, titular de la cátedra de Psicología entre 1904 y 1919, quien se convirtió paradójicamente en una vía de acceso del pensamiento de Freud en el país. El interés de Ingenieros influyó en varios médicos que vinieron después, como Jorge Thénon, que escribió al comienzo de los años treinta una tesis de sesenta páginas y se la envió a Freud, quien entonces le encargó un artículo para su revista Imago.

Por esa época, en los años veinte, el médico Gregorio Bermann discutía también sobre psicoanálisis en la Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba.

Al comienzo de los cuarenta, el psicoanálisis viene de afuera. Llega a Buenos Aires Ángel Garma, vasco de origen pero educado en Berlín, y Bela Székely, un húngaro marxista. Székely intenta fundar una institución, pero carecía de apoyo internacional y tenía la desgracia de ser psicólogo. Garma, en cambio, era un médico miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional, se había analizado en Alemania con Theodor Reik. Junto con Celes Cárcamo y Marie Langer, que se había formado en el Instituto de Viena, fundaron la APA junto con Arnaldo Rascovsky, Enrique Pichon Rivière y Enrique Ferrari Hardoy. Ernest Jones les escribió una carta desde Londres y formalizaba el fin de la supremacía de la lengua alemana, reemplazada ahora por la inglesa.

El reinado de la APA duró hasta el clima festivo revolucionario estructuralista de los sesenta, cuando Oscar Masotta lleva el psicoanálisis a la lengua francesa introduciendo el pensamiento de Jacques Lacan. En el medio, Mauricio Goldemberg, jefe del servicio de psicopatología del Hospital General Gregorio Aráoz Alfaro, acerca en 1956 el psicoanálisis al hospital y en 1957 se creaba la carrera de Psicología.

Oscar Masotta organizó en 1969 el primer congreso lacaniano en las afueras de Buenos Aires, en Monte Grande. En 1974 fundó la Escuela Freudiana de la Argentina. Los “lacanianos” se multiplicaron agrupados en distintas instituciones, llegaron a la UBA sobre el final de la dictadura y “coparon” varias cátedras. Hasta que después de varias idas y venidas crearon la Escuela de Orientación Lacaniana, en 1992, y se sumaron a la red de escuelas pertenecientes a la Fundación del Capo Freudiano, lanzado por Lacan en 1964.

APA, Apdeba, EOL son instituciones que agrupan a psicoanalistas que, aunque muchas veces aparecen enfrentados, parten de un origen común, la obra de Freud, y a puertas cerradas saben que el antagonista, también común es otro: las terapias gestálticas y conductistas impuestas por las obras sociales, los psicólogos que ofrecen fórmulas por TV, las píldoras contra el sufrimiento que inventan los laboratorios con guión de la psiquiatría. Por fuera de la biología, por fuera de la psicología, el psicoanálisis insiste, como el malestar.

Las actividades del centenario

La Secretaría de Cultura de la Nación, junto a la Fundación Descartes, organizaron para hoy una jornada de debate público en la Biblioteca Nacional acerca del psicoanálisis en la Argentina. La apertura estará a cargo del secretario de Cultura de la Nación, José Nun, y de Germán García, director de la Fundación Descartes. Se debatirán los trabajos de psicoanalistas que representan a las tres instituciones más importantes –Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (Apdeba) y Escuela de Orientación Lacaniana (EOL)– junto con investigadores del Instituto de Desarrollo Económico y Social del Conicet.

La yapa –o el desafío– para quienes presencien el debate, será advertir el juego de las coincidencias y de las diferencias entre las distintas corrientes piscoanalíticas.

Lo más destacado del programa:

14.15. Apertura. Introducción a cargo de José Nun, secretario de Cultura de la Nación. Historia del psicoanálisis. Estado de la cuestión, Germán García.

20. Plenario y puesta en común. Federico Aberastury, Graciela Brodsky, Alejandro Dagfal, Germán García, Mariano Plotkin, Andrés Rascovsky, Daniel Rodríguez y Sergio Visacovsky.Coordinación: Marcelo Izaguirre.

En la Biblioteca Nacional, Agüero 2502.

OPINIÓN

Actualizar la historia
Germán García (Escritor y psicoanalista, organizador del debate en la Biblioteca Nacional, presidente de la Fundación Descartes, miembro de la EOL y miembro del Consejo de la AMP)

La “cuestión” es tanto un tema, como una pregunta y un problema. Si hablamos de la historia del psicoanálisis, podemos hablar de estas tres acepciones y agregar algunas más. Cuando me interesé por el tema a comienzos de los 70, sólo encontré una historia de la psicología en América publicada en 1954 por I. A. Foradori, y un libro breve de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) con semblanzas de los fundadores y la información sobre el “ejercicio legal” de la profesión, que era lo que le interesaba a la APA, firmado por Fidias Cesio y Arminda Aberastury, donde no aparecía ninguna referencia a lo ocurrido antes.

La entrada del psicoanálisis en la Argentina era un libro documentado, pero no intentaba ser un libro de historia ni cumplir con las exigencias de esta disciplina. La historia que vendrá tiene trazado algo de su horizonte en los trabajos de Hugo Vezzetti, Jorge Balán, Hugo Klappenbach, Mariano Plotkin, Sergio Visacovsky, Alejandro Dagfal y otros.

El psicoanálisis, tan presente entre nosotros, es ahora objeto de historia y por lo tanto de controversias que exigen a los psicoanalistas alguna reflexión sobre nuestra experiencia de cada día que puede llamarse, con todo respeto, burocrática, ya que se trata de orientar sobre el estado de la cuestión el tema, el problema, la pregunta. Hay entonces, una cuestión del psicoanálisis y hay una historiografía que no había existido hasta ahora, más allá de algunas biografías o historias de santos.

Las influencias mutuas
Sergio Rodríguez (Psicoanalista, docente, fundador de la revista Psyche, ex miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires)

Cien años de psicoanálisis se cruzan hoy con una subversión en la neurobiología. Los neurobiólogos hablan de la influencia del medio ambiente en la emoción y la razón, entre ellos Antonio Damasio, que en El error de Descartes afirma que “se podría decir, metafóricamente, que la razón y la emoción se intersectan en las cortezas prefrontales ventromedianas y que también se intersectan en la amígdala. En segundo lugar, existe una región del cerebro humano, el complejo de cortezas somato-sensoriales en el hermisferio derecho, cuya lesión compromete asimismo el razonamiento (...) y, además, desbarata los procesos de señalización corporal básica”.

Los psicoanalistas observamos al Otro como la cultura, incluidas sus faltas. Al sentido como lo que creen emitir los yo. Muy marcados por la razón consciente y la emoción. El sujeto que se efectúa en la intersección entre esos dos conjuntos, resulta registrado a un nivel de cerebro y de cierta forma en el cuerpo en general. Mi hipótesis es que hay una influencia mutua y realimentadora entre cultura y aparato neuronal. No digo nada que vaya demasiado más allá de lo ya planteado por Freud en 1895 en el Proyecto de una psicología para neurólogos, hay psicoanalistas que lo “olvidan”. Pero hoy están las pruebas experimentales sobre aquello que Freud avizoró. La neurobiología también lo está mostrando, con sus propias herramientas experimentales.


Fuente: Diario Crítica de la Argentina, sección: Culturas / Edición Impresa.
Ver nota en: Diario Crítica.

Cien años de psicoanálisis en la Argentina - Un siglo de historias e histerias

En 2005, Graciela Avram publicó una sátira, breve y documentada, sobre las terapias alternativas al psicoanálisis. Cuando se la lee aparece una diferencia con lo que acontece, por ejemplo, en Francia. Si allá las terapiascognitivasconductuales (TCC) se proponen como máquinas de guerra diferenciadas, entre nosotros se construyen por asimilación simplificada del vocabulario del psicoanálisis. Es decir, para entender el estado de la cuestión en el psicoanálisis actual hay que llamar la atención sobre la asimilación de su práctica a la psicología. Eso lo muestra ya desde el título el excelente libro de Alejandro Dagfal: Entre París y Buenos Aires - La invención del psicólogo. De paso, vemos que la mezcla de psicoanálisis y psicología tiene su marca de origen en Francia; en este punto es muy claro Michel Foucault en una entrevista de 1965 realizada por Alain Badiou, donde explica que la “psicología” surge de la filosofía y que encuentra en el psicoanálisis la posibilidad de conmover los fundamentos filosóficos, porque realiza una experiencia autorizada por el descubrimiento del inconsciente, que valida esa misma experiencia.
Sigmund Freud propuso para la educación del analista la realización de un análisis, el conocimiento exhaustivo de la doctrina y el control regular de su práctica.
Jacques Lacan extremó estas exigencias. Digamos, aunque sea de paso, que los modos de organización y nominación del analista –más allá de la habilitación del Estado– es una de las claves para la comprensión del estado de la cuestión.

La historia como histeria
Si en 1910, en los festejos del Centenario, Germán Greve presentó las doctrinas de Sigmund Freud en
un Congreso Internacional de Medicina e Higiene, en el Bicentenario vale la pena llamar la atención sobre el recorrido y sus resultados actuales.
En las primeras décadas del siglo pasado, con el trasfondo del positivismo, el psicoanálisis había interesado a médicos psiquiatras. Pero su práctica no era incluida en esta curiosidad. Thomas F. Glick, de la Boston University, registra que en España la influencia del psicoanálisis comienza por un cambio de hábitos en la práctica médica: en las fichas de los pacientes se anotan datos de su historia infantil.
Después de 1930, condenado por la URSS, el psicoanálisis es abandonado por los psiquiatras en unos casos, en otros se intenta relacionarlo con la reflexología.
Es Angel Garma, entre otros, quien instala el estatuto del psicoanalista –copiado del que se impuso en Nueva York– subordinado a la medicina. Es un psiquiatra, Miguel Kohan Miller, quien rechaza esta subordinación. Como psiquiatra, es psicoanalista y punto.
Estas historias no pasaban del testimonio personal, de la memoria colectiva, de la hagiografía grupal.

Cuando en 1970 me interesé por el tema sólo encontré una historia de la psicología en América publicada en 1954 por I. A. Foradori, y un libro breve de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) con semblanzas de los fundadores y la información sobre el “ejercicio legal” de la profesión.
Había historias de la psiquiatría, también de la psicología, pero era poco lo que se encontraba sobre el psicoanálisis.
Y, sin embargo, el psicoanálisis estaba en las revistas, en la radio, en la televisión, en el cine.
En algunas tendencias, como la encabezada por Jung, había adeptos de la alta cultura mezclados con otros de los arrabales culturales del ocultismo.
La entrada del psicoanálisis en la Argentina era un libro documentado, pero no intentaba ser un libro de historia ni cumplir con las exigencias de esta disciplina.
Era parte de esa historia-histeria y quería minar el mito fundacional del psicoanálisis relacionado con la IPA, a la vez que criticar sus postulados y hacer propaganda para las propuestas de Jacq
ues Lacan. Y fue, sin querer, un libro bisagra entre la histeria de aquellas pasiones y la historia de “verdad” que se empezaría a escribir.

La historia que vendrá
“Para precisar mi tesis –escribe Koselleck–, los pronósticos son sólo posibles porque hay estructuras formales en la historia que se repiten, aun cuando su contenido concreto sea en cada caso único y sorprendente para los afectados.” Suscribo esta tesis porque el psicoanálisis conoce diferentes momentos de internacionalización y, en cada caso, pagó el precio de una transformación que modificó tanto su política como su experiencia clínica y sus elucubraciones explicativas. Ocurrió en el pasaje de Viena a Zurich, después con su entrada a Inglaterra y Estados Unidos, por último en Francia y diferentes países de la lengua castellana.
Hans R. Jauss estudió, de manera brillante, este juego de transformaciones que se produce entre lo exótico de la novedad y las condiciones de aclimatación. El resultado no arroja algo idéntico, pero tampoco es otra cosa. Se plantean problemas que son homólogos a los de la tra
ducción. El cambio de contexto es un cambio de sentido. La aceptación de Melanie Klein en Buenos Aires, como lo ha mostrado Horacio Etchegoyen, tiene una importancia de la que carece en otras ciudades donde el psicoanálisis existe con la misma intensidad.
La historia que vendrá tiene trazado algo de su horizonte en los trabajos de Hugo Vezzetti, Hugo Klappenbach, Mariano Plotkin, Sergio Visacovsky, Alejandro Dagfal y otros.
Es una historia que promete superar la histeria, que se propone describir las divergencias sin preferencias por los nativos de las diferentes “tribus”, que hará de cada versión una carta en el mazo de la historia.
Pero dentro de esa historia ya existen diferencias. Si Elizabeth Roudinesco prologa el libro de Alejandro Dagfal, la Asociación Española de Neuropsiquiatría mantiene relaciones de intercambio con el equipo de Historia de la Psiquiatría impulsado por Juan Carlos Stagnaro, cuya actividad editorial ha permitido que los nuevos psicoanalistas lean los clásicos de la psiquiatría que encontramos en la tesis de Jacques Lacan y en ta
ntos otros trabajos fundamentales que ampliaron el conocimiento del psicoanálisis, a partir de lo que dejaba aprender la experiencia de la psicosis.
Los actores sucesivos –psiquiatras, médicos, psicólogos– ahora operan de manera simultánea en la configuración del psicoanálisis. El estudio de estas transformaciones está pendiente de una mayor atención en trabajos futuros. En el pasado, la falta de atención de estas diferentes “habilitaciones” produjo cierta ceguera sobre efectos evidentes: los médicos promovían la psicosomática, los psicólogos los problemas de las interacciones “sociales” y los psiquiatras se reservaban el campo de lucha de los aparatos sanitarios donde los demás podían incluirse como “trabajadores de la salud mental”. El psicoanálisis menos comprometido con estas operaciones tuvo también mayor libertad para diseñar sus maneras de inserción.

Dentro del psicoanálisis
Freud en las pampas, de M
ariano Plotkin, intentó situar diferentes momentos del psicoanálisis en una perspectiva atenta a la política. Pero para hablar del estado de la cuestión de la historia del psicoanálisis vale la pena tener en cuenta sus rasgos diferenciales. Y para esto contamos con un libro solitario y un poco desplazado de la escena de la historia. Me refiero a El idioma de los lacanianos, de Jorge Baños Orellana, que intentó la primera y única clasificación de los modos de transmisión del psicoanálisis entre nosotros. Son cuatro: “La versión kitsch está puesta al servicio del reclutamiento y la redacción de introducciones para futuros miembros. La resolución de enigmas es el espacio discursivo de las investigaciones monográficas, donde se disciplinan las capas medias. La épica se encarga de contar la historia oficial y de pronunciar las arengas que fraguan la identidad grupal. La neoclásica es el gendarme de las instrucciones del narcisismo intelectual y poético: vigila que cada miembro ocupe su puesto sin comprometer la estabilidad ideológica y jerárquica del lazo colectivo” (pág. 321). Es obvio que el libro de Jorge Baños Orellana introducía en el campo una perspectiva que sorprendía y se valía de una bibliografía que no era frecuentada por los interesados en problemas del psicoanálisis. Será leído en el futuro.
El anclaje de Jacques Lacan en Buenos Aires, el libro de Marcelo Izaguirre demorado por problemas editoriales, realiza una minuciosa red de referencias y conexiones que funcionan como el reverso del libro de Baños Orellana: no trata de los modos que se practican sino de lo que se exhibe, de los deslizamientos y los contrasentidos producidos por las políticas de los grupos y ciertos cálculos elementales de los agentes.

La lógica del testimonio
Sería imposible enumerar la cantidad de testimonios individuales y colectivos producidos por los agentes de la práctica analítica. Desde la Fundación Descartes hemos impulsado más de una actividad y varias publicaciones en este sentido.
E. Carpintero y A. Vainer, co
n el título Las huellas de la memoria, publicaron dos tomos con ese material testimonial que conduce a cierta paradoja: el testimonio, como el sueño, es inapelable. Es lo que es. Pero al igual que el sueño, está constituido por desplazamiento, inversiones, olvidos y falsos recuerdos. Todo eso configura lo que Freud llamaba una verdad –en el sentido de la novela familiar–, pero su valor referencial debe ser confrontado con algún documento.
Jacques Lacan, cuando define al testimonio, dice que es la máxima proximidad entre el enunciado y la enunciación. Es decir, no lo define por su valor de referencia. Es lo que, desde que existe el pase como procedimiento para extraer el núcleo de un análisis, puede llamarse la verdad mentirosa de cualquier discurso sobre sí mismo. Entonces, es el tratamiento del testimonio lo que lo convierte en historia.
La cuestión institucional
Lo sabemos, Sigmund Freud prefirió crear una Asociación Psicoanalítica Internacional por fuera d
e las facultades. Creo que conocía el texto de Kant llamado El conflicto de las facultades (1798), que fue analizado con particular agudeza por Jacques Derrida. Para decirlo rápido, el psicoanálisis tiene secretos muy particulares y tiene que enseñar cosas que también son singulares. A la inversa, Kant dice que en una facultad se enseña lo que el Estado quiere que se enseñe. Una historia del psicoanálisis no podría excluir como una cuestión fundamental el estado institucional del psicoanálisis.
La institución analítica, según el programa de Jacques Lacan, no sólo evita fundir el término analista con cualquiera de los títulos habilitantes que cobijan su práctica (psiquiatría, medicina, psicología), sino que pone en funcionamiento dispositivos que impiden que alguien pueda identificarse con la nominación de “analista” a secas. Hay más de un analista. Está el analista practicante que sólo declara su actividad, está el analista miembro reconocido como tal por la institución y, por último, está el analista de la escuela que ha realizad
o el “pase” que testimonia del recorrido de su análisis.
Una historia del psicoanálisis que ignorase las diferentes maneras que se usan para nominar en cada institución sólo sería la descripción de grupos profesionales heterogéneos y pintorescos y dejaría pasar lo que el asunto tiene de particular: Aquello que convierte al psicoanálisis en una experiencia singular surgida de la tensión entre la filosofía y la psicología (tensión en cuyo trasfondo está la psiquiatría). La incidencia que tuvo esa psiquiatría en la aparición misma del discurso de Freud ha sido estudiada por M. Gauchet.

La trama exterior
La historia que vendrá tendrá que considerar una trama que nunca fue estudiada de manera sistemática: me refiero a las diversas editoriales, a los grupos que las impulsaron, a los libros que tradujeron en cada momento –sea para propagar una corriente nueva, para neut
ralizar alguna otra, para sostener algo ya existente–, a los traductores que realizaron el trabajo, a los inversores no siempre profesionales del libro, etcétera. No basta conocer los catálogos de Nova, Paidós, Nueva Visión. Existieron, a lo largo de tantas décadas, editoriales ligadas a corrientes políticas (por ejemplo las impulsadas por el Partido Comunista que incursionaban en la psiquiatría para imponer la reflexología y para polemizar con el psicoanálisis). Hubo otras ligadas a la religión, como el caso de la editorial Lohlé, que publicaba al psicoanalista católico Ignace Lepp, entre otros. Existieron y existen las pequeñas editoriales impulsadas por agentes del propio psicoanálisis, con poca importancia en el mercado, pero con la autoridad suficiente como para jugar un papel fundamental en las configuraciones de los grupos que las producen. También editoriales dedicadas a otros temas, pero que tuvieron su colección de psicoanálisis (como la que dirigió Raúl Sciarreta para editorial Corregidor), así como algunos libros publicados por Sudamericana, Leviatán, De la Flor, Catálogos, Atuel y otras.
Falta también una investigación sobre los libros traducidos en España y México importados a la Argentina
y sobre las lenguas de las cuales esos libros fueron traducidos.
Una historia del psicoanálisis no puede ignorar la circulación material que sostiene la trama de las actividades de enseñanza del psicoanálisis, cuya proliferación se extiende a diversas ciudades del país. No se trata sólo de Córdoba y Rosario, puesto que la enseñanza del psicoanálisis y su práctica se han implantado tanto en ciudades del norte como del sur del país y lo han hecho con grupos organizados, con publicaciones regulares y en diálogo con la cultura de cada lugar. Al pasar es interesante consignar que cuando se dedican suplementos a las ciudades del interior (por ejemplo, del norte) se recurre al cliché histórico que caracteriza a la cultura de cada una de ellas, a datos turísticos, y se ignora de manera regular la existencia de las redes del psicoanálisis que en muchos casos son una presencia importante en las actividades culturales de esas ciudades. Bastaría mencionar las casi treinta ciudades, que desde Río Gallegos hasta Jujuy, componen el Instituto Oscar Masotta
con sus conexiones nacionales e internacionales. Las facultades implicadas en la investigación de la historia del psicoanálisis formarán equipos, realizarán investigaciones, crearán archivos, solicitarán la donación de materiales diversos; si esto ocurre, estoy seguro de que ocurrirá, la historia que vendrá habrá convertido los testimonios, las memorias y las demás producciones “militantes” de los diversos grupos en una nueva dimensión de la historiografría argentina que podrá entrar en el horizonte de expectativas que impulsa en la actualidad un interés creciente por la historia del país.

En conclusión
El estado de la cuestión, en lo que hace a la historia del psicoanálisis en el país, muestra la creciente complejidad de los trabajos que se realizan a partir de las versiones de los “nativos” y de la documentación que comienza a ser clasificada y conocida. A su vez, la posi
bilidad de una historia parece responder a la importancia que la práctica de esta disciplina adquiere en la actualidad. Lo prueba el hecho de que nuestros invitados externos, que hablan en nombre de la antropología y de la historia, hayan trabajado en universidades situadas en Alemania, Francia y Estados Unidos.
De manera que de los cien años del psicoanálisis en la Argentina se puede esperar lo que se desea: por mi parte, espero de esta actividad una escansión, un nuevo comienzo, que sepa que la autoridad del futuro realiza de manera diversa la transmisión de la autoridad del pasado.
* El texto anticipa la presentación del autor en el evento “Cien años de psicoanálisis en la Argentina”: jornada de debate público organizada por la Secretaría de Cultura de la Nación y la Fundación Descartes.

Germán García


Fuente: Pagina12 - Psicología | Jueves, 16 de Abril de 2009
Ver nota en www.pagina12.com.ar


Novedad Editorial Arena libros



SENTIDO DEL NACIMIENTO Y ORIGEN DEL SENTIDO

UNA RECONSTRUCCIÓN FILOSÓFICA DEL PENSAMIENTO DE FREUD
Por Fernando Ojea




“No se trata, pues, de transformar el abismo (interior y exterior) del tiempo originario en calculada distancia a recorrer, aunque el aplazamiento de la meta sea indefinido y no proceda sino por vanas aproximaciones. Se trata de liberar el abismo como lo que efectivamente hace posible el sentido en su auténtica soberanía ontológica. El impulso griego hacia el origen no puede detenerse en el aplazamiento metafísico del contratiempo urdido por la represión; debe retroceder, en cambio, más acá de toda vana fantasía de trascendencia, más acá del mito de la expiación a que nuestra aparición se hallaría condenada tras su infortunada caída desde la modélica altura paterna; debe retroceder, decimos, desde esas quimeras hasta la autentica fuente de sentido donde en medio del dolor y la alegría, del asombro y la esperanza, estalla ese primer grito desquiciado como promesa de lo único que somos y habremos de ser.” (del autor en la contratapa)