El psicoanálisis en la Argentina cumple cien años - Un siglo de hacernos la cabeza en un diván

Hoy se presenta la primera actividad por el arribo del pensamiento de Sigmund Freud en 1910. Doce meses para festejar, analizar y dejarlo ahí, hasta la próxima.
¿Cómo hicimos para vivir durante siglos sin luz eléctrica? ¿Cómo era el mundo antes del psicoanálisis? Resulta imposible, si no angustiante, imaginar el mundo sin su universo cotidiano contemporáneo, y no cabe duda de que el psicoanálisis es parte del nuestro. Estén advertidos o no –y en este segundo caso es prueba aún mayor de su eficacia–, cualquiera dice hoy en la calle, en la tele, en el barrio, “fue inconsciente” o hace una sonrisa sospechosa ante un lapsus. Pero esto que hoy está al alcance de todos tuvo su inicio: la lucidez y persistencia de Sigmund Freud, que quería saber qué tenían esas pacientes que ningún diagnóstico médico explicaba su sufrimiento.

Por distintos motivos, Buenos Aires sería un destino perfecto para el monumental pensamiento alemán. Pero ¿cuándo llegó Freud al Río de la Plata? Al voleo, cualquiera arriesgaría que fue hacia mediados de siglo XX. Sorprendentemente, el nombre de Sigmund Freud fue pronunciado aquí mucho antes, en 1910. Y esto está rubricado por el propio Freud, que en el artículo de 1914, Historia del movimiento psicoanalítico, escribió: “Un médico, probablemente alemán, de Chile, defendió en el Congreso Médico Internacional de Buenos Aires, de 1910, la existencia de la sexualidad infantil, y encomió los resultados de la terapia psicoanalítica en los síntomas obsesivos”. En una nota al pie, aclara el trabajo al cual se refiere: “Sobre psicología y psicoterapia de ciertos estados angustiosos”, del Dr. G. Greve.

Otro GG, Germán García, escritor y psicoanalista, descubre que Greve leyó ese trabajo en el I Congreso Americano de Medicina e Higiene, realizado con motivo de la celebración del primer centenario de la Revolución de Mayo. Y justamente, con el Bicentenario en el horizonte, la Secretaría de Cultura de la Nación, junto con la Fundación Descartes, presidida por García, organizaron para hoy el debate Cien años de psicoanálisis en la Argentina en la Biblioteca Nacional. Representantes de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (Apdeba) y de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) hablarán en definitiva de su propia historia: de qué pasó desde la primera vez que Freud fue nombrado hace un siglo hasta la fecha en que se organiza una conferencia en la Biblioteca Nacional.

Los de la APA deberán escuchar una vez más lo que García viene diciendo desde 1978, cuando publicó el libro La entrada del psicoanálisis en la Argentina, donde plantea que el “olvido” de Greve y de todas las huellas posteriores acerca de los inicios del psicoanálisis en el país, no fue inocente, sino deliberado: la APA quiso quedarse con el invento a partir de su fundación en 1942. Antes de ellos, nada. Pero sí hubo una prehistoria.

En muchos casos, el pensamiento de Freud no llegaba de primera mano, sino a través de la crítica que hacían de él los psiquiatras franceses Josef Breuer y Janet, muy respetados por la psiquiatría argentina de principios de siglo, cuyos trabajos ya formaban parte del material de estudio de la Cátedra de Fisiología de la Facultad de Medicina, a cargo de Horacio Piñero desde 1901.

Resulta al menos curioso que Freud haya sido comprendido a través de las críticas de Janet, como fue el caso de José Ingenieros, titular de la cátedra de Psicología entre 1904 y 1919, quien se convirtió paradójicamente en una vía de acceso del pensamiento de Freud en el país. El interés de Ingenieros influyó en varios médicos que vinieron después, como Jorge Thénon, que escribió al comienzo de los años treinta una tesis de sesenta páginas y se la envió a Freud, quien entonces le encargó un artículo para su revista Imago.

Por esa época, en los años veinte, el médico Gregorio Bermann discutía también sobre psicoanálisis en la Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba.

Al comienzo de los cuarenta, el psicoanálisis viene de afuera. Llega a Buenos Aires Ángel Garma, vasco de origen pero educado en Berlín, y Bela Székely, un húngaro marxista. Székely intenta fundar una institución, pero carecía de apoyo internacional y tenía la desgracia de ser psicólogo. Garma, en cambio, era un médico miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional, se había analizado en Alemania con Theodor Reik. Junto con Celes Cárcamo y Marie Langer, que se había formado en el Instituto de Viena, fundaron la APA junto con Arnaldo Rascovsky, Enrique Pichon Rivière y Enrique Ferrari Hardoy. Ernest Jones les escribió una carta desde Londres y formalizaba el fin de la supremacía de la lengua alemana, reemplazada ahora por la inglesa.

El reinado de la APA duró hasta el clima festivo revolucionario estructuralista de los sesenta, cuando Oscar Masotta lleva el psicoanálisis a la lengua francesa introduciendo el pensamiento de Jacques Lacan. En el medio, Mauricio Goldemberg, jefe del servicio de psicopatología del Hospital General Gregorio Aráoz Alfaro, acerca en 1956 el psicoanálisis al hospital y en 1957 se creaba la carrera de Psicología.

Oscar Masotta organizó en 1969 el primer congreso lacaniano en las afueras de Buenos Aires, en Monte Grande. En 1974 fundó la Escuela Freudiana de la Argentina. Los “lacanianos” se multiplicaron agrupados en distintas instituciones, llegaron a la UBA sobre el final de la dictadura y “coparon” varias cátedras. Hasta que después de varias idas y venidas crearon la Escuela de Orientación Lacaniana, en 1992, y se sumaron a la red de escuelas pertenecientes a la Fundación del Capo Freudiano, lanzado por Lacan en 1964.

APA, Apdeba, EOL son instituciones que agrupan a psicoanalistas que, aunque muchas veces aparecen enfrentados, parten de un origen común, la obra de Freud, y a puertas cerradas saben que el antagonista, también común es otro: las terapias gestálticas y conductistas impuestas por las obras sociales, los psicólogos que ofrecen fórmulas por TV, las píldoras contra el sufrimiento que inventan los laboratorios con guión de la psiquiatría. Por fuera de la biología, por fuera de la psicología, el psicoanálisis insiste, como el malestar.

Las actividades del centenario

La Secretaría de Cultura de la Nación, junto a la Fundación Descartes, organizaron para hoy una jornada de debate público en la Biblioteca Nacional acerca del psicoanálisis en la Argentina. La apertura estará a cargo del secretario de Cultura de la Nación, José Nun, y de Germán García, director de la Fundación Descartes. Se debatirán los trabajos de psicoanalistas que representan a las tres instituciones más importantes –Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (Apdeba) y Escuela de Orientación Lacaniana (EOL)– junto con investigadores del Instituto de Desarrollo Económico y Social del Conicet.

La yapa –o el desafío– para quienes presencien el debate, será advertir el juego de las coincidencias y de las diferencias entre las distintas corrientes piscoanalíticas.

Lo más destacado del programa:

14.15. Apertura. Introducción a cargo de José Nun, secretario de Cultura de la Nación. Historia del psicoanálisis. Estado de la cuestión, Germán García.

20. Plenario y puesta en común. Federico Aberastury, Graciela Brodsky, Alejandro Dagfal, Germán García, Mariano Plotkin, Andrés Rascovsky, Daniel Rodríguez y Sergio Visacovsky.Coordinación: Marcelo Izaguirre.

En la Biblioteca Nacional, Agüero 2502.

OPINIÓN

Actualizar la historia
Germán García (Escritor y psicoanalista, organizador del debate en la Biblioteca Nacional, presidente de la Fundación Descartes, miembro de la EOL y miembro del Consejo de la AMP)

La “cuestión” es tanto un tema, como una pregunta y un problema. Si hablamos de la historia del psicoanálisis, podemos hablar de estas tres acepciones y agregar algunas más. Cuando me interesé por el tema a comienzos de los 70, sólo encontré una historia de la psicología en América publicada en 1954 por I. A. Foradori, y un libro breve de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) con semblanzas de los fundadores y la información sobre el “ejercicio legal” de la profesión, que era lo que le interesaba a la APA, firmado por Fidias Cesio y Arminda Aberastury, donde no aparecía ninguna referencia a lo ocurrido antes.

La entrada del psicoanálisis en la Argentina era un libro documentado, pero no intentaba ser un libro de historia ni cumplir con las exigencias de esta disciplina. La historia que vendrá tiene trazado algo de su horizonte en los trabajos de Hugo Vezzetti, Jorge Balán, Hugo Klappenbach, Mariano Plotkin, Sergio Visacovsky, Alejandro Dagfal y otros.

El psicoanálisis, tan presente entre nosotros, es ahora objeto de historia y por lo tanto de controversias que exigen a los psicoanalistas alguna reflexión sobre nuestra experiencia de cada día que puede llamarse, con todo respeto, burocrática, ya que se trata de orientar sobre el estado de la cuestión el tema, el problema, la pregunta. Hay entonces, una cuestión del psicoanálisis y hay una historiografía que no había existido hasta ahora, más allá de algunas biografías o historias de santos.

Las influencias mutuas
Sergio Rodríguez (Psicoanalista, docente, fundador de la revista Psyche, ex miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires)

Cien años de psicoanálisis se cruzan hoy con una subversión en la neurobiología. Los neurobiólogos hablan de la influencia del medio ambiente en la emoción y la razón, entre ellos Antonio Damasio, que en El error de Descartes afirma que “se podría decir, metafóricamente, que la razón y la emoción se intersectan en las cortezas prefrontales ventromedianas y que también se intersectan en la amígdala. En segundo lugar, existe una región del cerebro humano, el complejo de cortezas somato-sensoriales en el hermisferio derecho, cuya lesión compromete asimismo el razonamiento (...) y, además, desbarata los procesos de señalización corporal básica”.

Los psicoanalistas observamos al Otro como la cultura, incluidas sus faltas. Al sentido como lo que creen emitir los yo. Muy marcados por la razón consciente y la emoción. El sujeto que se efectúa en la intersección entre esos dos conjuntos, resulta registrado a un nivel de cerebro y de cierta forma en el cuerpo en general. Mi hipótesis es que hay una influencia mutua y realimentadora entre cultura y aparato neuronal. No digo nada que vaya demasiado más allá de lo ya planteado por Freud en 1895 en el Proyecto de una psicología para neurólogos, hay psicoanalistas que lo “olvidan”. Pero hoy están las pruebas experimentales sobre aquello que Freud avizoró. La neurobiología también lo está mostrando, con sus propias herramientas experimentales.


Fuente: Diario Crítica de la Argentina, sección: Culturas / Edición Impresa.
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