EL PRINCIPIO DE LA FUNCIÓN MÚLTIPLE: OBSERVACIONES ACERCA DE LA SOBREDETERMINACIÓN, Robert Waelder



Psychoanalytic Quarterly, vol. 5 nº1, 1936. Traducción del original alemán publicado en 1930

Traducción e introducción de Víctor Hernández Espinosa

Fuente: TEMAS DE PSICOANÁLISIS. REVISTA DE SOCIEDAD ESPAÑOLA DE PSICOANÁLISIS Núm. 3 – Enero 2012.

Robert Waelder nació en Viena en 1900 –el mismo año en que Freud publicó La Interpretación de los Sueños– y murió en 1967. En 1938, emigró a los Estados Unidos y ejerció la enseñanza del psicoanálisis en el Instituto de Boston; en 1943 se estableció en Filadelfia como analista didáctico del Instituto de esa ciudad y presidió la Asociación Psicoanalítica de Filadelfia desde 1953 a 1955. Su influencia en el pensamiento psicoanalítico fue importante y el artículo que ahora presentamos es seguramente uno de los más citados a lo largo de toda la literatura psicoanalítica. El Principio de la Función Múltiple: Observaciones acerca de la Sobredeterminación fue publicado en alemán en 1930 como un comentario a la publicación de Inhibición, Síntoma y Angustia en 1926, pero de hecho contiene ricas aportaciones al pensamiento psicoanalítico que van apareciendo a lo largo de su lectura. El título se refiere a que todo acto psíquico no sólo está sobredeterminado, sino que también tiene un múltiple significado a partir de la función esencial del Yo consistente en solucionar los problemas que le plantean el Ello, el Superyó y la Realidad. Pero Waelder se ocupa también del problema que supone para el Yo la necesidad de asimilar parte de los otros agentes psíquicos y, por lo tanto, de modificar su propia estructura y contenidos. El concepto de múltiple función del Yo no se entiende sólo como sobredeterminación del acto psíquico o del síntoma, sino que implica necesariamente una multiplicidad de significados, o sea, que la sobredeterminación múltiple que precede al acto psíquico abre un abanico de múltiples significados en la función del propio acto psíquico en una perspectiva temporal. Esta nueva perspectiva constituye, en palabras de Boesky, "un mapa funcional de las múltiples tareas adaptativas en la interacción polifónica de las agencias mentales (...) Waelder dejó claro que esta polifonía caracteriza todos los actos de la mente, no solamente la formación de síntomas (...) El principio de la Función Múltiple dibuja un mapa teórico para la comprensión global de la mente como un instrumento polifónico en cada uno de sus actos". Si cada acto psíquico está sobredeterminado y tiene múltiples funciones, debe tener también múltiples significados y el discurso mental es, en el sentido que habla Boesky, un discurso polifónico.
Me gustaría destacar el párrafo en el que Waelder comenta que las soluciones que aporta el acto psíquico del Yo, con su actitud sintetizadora y conciliadora de todos los requerimientos que le llegan y condicionan, nunca pueden ser completas y que eso explica el constante estado anímico de contradicción e insatisfacción perpetua, y afirma que "el acto de amor en el ámbito psíquico es el que más se acerca a una solución completa de todos los contradictorios problemas del Yo". Me parece que se acerca así al futuro concepto de reparación. Waelder volvería a reconsiderar el tema en un trabajo publicado en 1967 (el año de su muerte) con el título de Inhibición, Síntoma y Angustia: Cuarenta Años Después.
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El principio de la función múltiple: Observaciones acerca de la sobredeterminación.
Las observaciones que siguen han sido escritas con ocasión del nuevo esquema de la teoría de la ansiedad presentado por Freud en su libro Inhibición, Síntoma y Angustia[1]. Anteriormente a esta obra, se suponía que la ansiedad se originaba en el Ello como resultado de la acumulación de una tensión insatisfecha y que, durante este proceso, el Yo se veía sobrepasado como una víctima indefensa. Freud modifica ahora esta concepción afirmando que, en una situación de peligro, es decir, de amenaza de un exceso de tensión sin descarga, el Yo puede anticipar tal situación en forma de ansiedad y que esta anticipación se constituye en la señal inmediata que tiende a inducir al organismo –mediante la huida, por ejemplo, o cualquier otra medida apropiada de protección– a adaptarse para evitar el peligro, lo que implica que la ansiedad cumple una función biológica. No era intención de Freud trastocar ni desplazar la antigua teoría; como tampoco lo era decir que la ansiedad podía estar causada primero de esta manera y luego de la otra. Más bien ambas concepciones – la ansiedad que abruma al Yo y la ansiedad para que el Yo cumpla una función biológica– constituyen dos caras de un mismo fenómeno. En otras palabras, Freud describe el fenómeno tanto desde la perspectiva del Ello como desde la del Yo. Esta doble consideración da pie a pensar que el mismo método podría adoptarse y aplicarse fundamentalmente a todos los fenómenos psíquicos y que, a la luz del psicoanálisis, no sólo sería admisible una concepción doble o múltiple de toda acción psíquica, generalmente hablando, sino también necesaria en conjunto.
El psicoanálisis incluye en el Ello todo aquello que mueve al hombre a funcionar, todas las tendencias internas que le influyen, toda vis a tergo[2]. Por otra parte, el Yo representa la dirección emprendida por el hombre, toda actividad intencional. Pensar en que tengo que coger los guantes porque hace frío y voy a salir sería un ejemplo típico y cotidiano del funcionamiento del Yo. El psicoanálisis, al comprender así el Ello y el Yo, percibe el ser humano como un ser a la vez impulsivamente movido e intencionalmente dirigido. Este punto de vista ha descuidado consciente y deliberadamente el problema importante: cuál de las dos perspectivas debiera considerarse primaria y cuál secundaria ignorando el hecho de que es importante que el psicoanálisis conozca ambos fenómenos además del hecho de que el impulso es el primario. En este trabajo no consideraremos los problemas relacionados con esta cuestión y nos limitaremos desde el principio a afirmar que el psicoanálisis se ocupa de los dos problemas. El Ello es, por así decirlo, la continuación de lo que los biólogos conocen como las tendencias que orientan periféricamente a los organismos vivos y el Yo es el representante de las tendencias centrales del organismo. El esquema de los procesos que ocurren en el Ello sería así instinto– expresión instintiva; en cambio, el de los procesos del Yo es tarea– resolución o intento de resolución de la tarea. El Yo siempre enfrenta problemas e intenta buscar soluciones. Toda acción del hombre tiene que pasar siempre por el Yo y es, por lo tanto, un intento de resolver un problema. Incluso en el caso extremo de una acción realizada bajo la presión impulsiva, que puede parecer a primera vista puramente movida por los instintos, el Yo aporta su contribución. La demanda imperativa de satisfacción es el problema que se le propone al Yo; la acción resultante, el medio para solucionar el problema.
Si es correcto designar los procesos del Yo como intentos de solución de problemas, debemos preguntarnos entonces cuáles son esos problemas a cuya solución se consagra el Yo y cómo podrían caracterizarse y clasificarse los múltiples contenidos de esos problemas. Unos serían claramente los que llegan al Yo desde fuera; otros los que le plantean al Yo factores extraños a él, como ocurriría, por ejemplo, en la acción impulsiva del instinto. Podríamos hacernos una idea de cuántos de estos posibles problemas existen pensando en cuántas agencias tiene que enfrentar el Yo. En primer lugar está el Ello, el mundo de los instintos que se dirige al Yo con sus demandas; luego el mundo externo con sus exigencias al individuo; finalmente, en proporción creciente a partir de un cierto momento del desarrollo del individuo, el Superyó, con sus órdenes y prohibiciones. Todos ellos demandan algo y todos ponen al Yo ante el problema de encontrar medios y formas para satisfacer las demandas, es decir, ante el problema de hallar posibles soluciones. Además, podríamos considerar como un cuarto problema el que se le impone al Yo a través de la compulsión a repetir. Aunque la compulsión a repetir se suele considerar en psicoanálisis como parte del Ello (la parte más profunda), nos parece que es útil diferenciar entre las demandas de impulsos que requieren gratificaciones concretas y las de las tendencias a repetir y continuar acciones previas, incluso las que son desagradables. Dicho de otra forma, distinguir entre estos dos aspectos de la impulsión instintiva, sin que ello suponga intención alguna de profundizar sobre el status de la compulsión a repetir. Consiguientemente, si se nos permite hablar de la compulsión a repetir como una agencia en sí misma, el Yo aparecería solicitado por problemas concretos desde cuatro direcciones: el mundo externo, la compulsión a repetir, el Ello y el Superyó.
Sin embargo, el papel del Yo no se limita únicamente a esta pasividad. La situación no es en modo alguno tan simple; el Yo tiene mucho más trabajo que recibir órdenes y cuidar de su ejecución: también desarrolla su propia actividad peculiar hacia el mundo externo, como lo hace también con sus otras agencias internas. Esta actividad puede entenderse como un esfuerzo por seguir siendo él mismo y a la vez asimilar en el crecimiento orgánico el mundo exterior además de las otras agencias interiores. Esta actividad del Yo se nota primeramente en su contacto con el mundo exterior, pero parece que también en su contacto con la vida instintiva existe desde el principio mismo una coordinación con su tendencia central, como parece demostrar el hecho de que el Yo experimente cada crescendo excesivo de las fuerzas instintivas como un peligro para sí mismo e, independientemente de cualquier consecuencia que amenace desde fuera, como un peligro de ser destruido y de que su organización sea sobrepasada. Evidentemente, el Yo también tiene una tendencia activa hacia la vida instintiva, una disposición a dominarla o, más correctamente, a incorporarla en su organización. El hecho de que exista una similar disposición del Yo hacia el impulso a repetir, de que el Yo use repeticiones que le impone esta disposición profundamente arraigada para vencer las tendencias amenazadoras, ya había sido subrayado desde el principio por Freud cuando introdujo el concepto de la compulsión a repetir[3]. En la ocurrencia real de las repeticiones es difícil distinguir hasta qué punto el Yo está sujeto a la compulsión desde lo profundo y hasta qué punto la usa como medio para superar la experiencia psíquica. Sólo la abstracción puede separar estos dos aspectos de la repetición. Además, sería relativamente fácil ilustrar con algún ejemplo cómo el Yo también tiene una tendencia similar en relación con el Superyó.
Por lo tanto, la función del Yo no se limita a hallar soluciones para los problemas que le plantean el mundo exterior, la compulsión a repetir, el Ello y el Superyó, sino que, además, se asigna a sí mismo problemas tales como dominar las otras agencias o unirlas a su organización mediante asimilación activa. Existen, pues, ocho problemas cuya solución tiene que enfrentar el Yo: cuatro le son asignados y los otro cuatro se los asigna él mismo. Incluso sería mejor decir que hay ocho grupos de problemas, puesto que los problemas a que nos hemos referido contienen en cada caso un grupo de problemas. (Por ejemplo, el problema de la gratificación instintiva asignado por el Ello contiene naturalmente tantos problemas como instintos que buscan gratificación). Así pues, los procesos que ocurren dentro del Yo pueden describirse como diferentes intentos de solución. El Yo humano se caracteriza por una serie de métodos específicos de solución.
Parece ahora como si nuestra vida psíquica estuviera dirigida por un principio general al que podríamos llamar principio de la función múltiple. De acuerdo con este principio, no es posible ningún intento de solución que no represente, al mismo tiempo y de alguna u otra manera, un intento de solución de otros problemas. Consiguientemente, cada acto psíquico puede y debe ser visto en cada caso como un intento de solución simultáneo de los ocho problemas, aunque pueda resultar más satisfactorio para un determinado problema que para otro.
Al considerar este principio se nos ocurre primero que es fundamentalmente imposible que un intento de solución pueda responder en igual grado y con igual éxito a los ocho problemas, pues éstos son de carácter inconsistente entre sí. Sobre todo, los problemas del primer grupo (los que son asignados al Yo) se contraponen a los del segundo (los que el Yo se asigna a sí mismo). Por ejemplo, la gratificación del instinto se contrapone al control del instinto, así como el cumplimiento de las órdenes del Superyó está en oposición a la victoria sobre el Superyó por asimilación del mismo. Por regla general, hay todavía otros contrastes entre los problemas, como ocurre entre los del Ello y los del mundo externo o el Superyó. Finalmente, se encuentran otras posibles contraposiciones dentro de un mismo grupo de problemas, como, por ejemplo, cuando impulsos opuestos demandan gratificación o cuando surgen demandas del Superyó en claro conflicto con las exigencias del no menos contradictorio mundo externo, etc. Consiguientemente, el complejo conjunto de problemas a los que el Yo debe buscar solución constantemente resulta inconsistente en tres direcciones y es imposible una solución simultánea y completa de estos ocho problemas. Se demuestra así que todo acto psíquico es un compromiso, como ya había descubierto el psicoanálisis en el caso del síntoma neurótico, que es un compromiso entre el instinto y la defensa contra él. Quizás esto nos permitiría entender el sentido de contradicción e insatisfacción perpetua que, aparte de las neurosis, es común a todos los seres humanos.
Así pues, es fundamentalmente imposible que un acto psíquico sea un intento de solución en el mismo grado y con el mismo éxito para todos y cada uno de los diversos problemas. Si es necesaria la conclusión de que, bajo el principio de la función múltiple, un intento de solución resuelve un problema con más éxito que otro, es de comprender la extraordinaria y única posición que ocupan los actos psíquicos que se acercan a una solución tan ambiciosa. Esto es cierto en primer lugar respecto del acto de amor que ha de combinar una gratificación física plena con una relación feliz. En él se contienen la satisfacción de la necesidad instintiva, el más profundo impulso de repetición, la satisfacción de la demanda del Superyó y las reclamaciones de la realidad, así como la redención y el autodescubrimiento del propio Yo ante todas esas realidades. Podríamos decir ahora que la extraordinaria y especial importancia del acto de amor en el ámbito psíquico radica en que sea comprendido como el acto psíquico que más se acerca a una solución completa de todos los contradictorios problemas del Yo. Consiguientemente, si todo acto psíquico es de alguna manera –no importa cuán imperfecta– un intento de solución de todos los otros problemas que afronta el Yo, ello sólo es posible porque cada acto psíquico tiene múltiple significado. Por ejemplo, que el trabajo con una máquina – que representa en primer lugar un intento de adaptación al mundo externo– proporcione tal vez una gratificación instintiva, aunque sea imperfecta, sólo sería posible porque el trabajo con la máquina tiene además algún otro significado. En otras palabras: un significado múltiple corresponde a una función múltiple.
Estas consideraciones nos ponen en contacto con uno de los conceptos más antiguos y familiares del psicoanálisis: la sobredeterminación, que es uno de los conceptos fundamentales que más claramente le distingue de otras escuelas psicológicas. Este concepto se introdujo en psicoanálisis como resultado de la observación empírica, primeramente como algo accidental, que podía existir o no en un mundo más o menos repleto de diversidad. Cuando aparecía se explicaba en principio por el hecho de que una sola tendencia psíquica no equivalía todavía a efectividad psíquica y que sólo la conjunción de varias tendencias traspasaría, por así decirlo, el umbral de la efectividad psíquica. Está claro que este concepto se ha construido en analogía con los de la antigua neurología y que muestra una dificultad lógica, dado que es posible la existencia de una determinación completa –la ciencia natural conoce el concepto de causa necesaria y suficiente– y, mientras se permanezca en la esfera de la ciencia natural, es difícil comprender hasta qué punto un hecho podría estar determinado más que suficientemente. En matemáticas la sobredeterminación parece incluso un sinsentido: un triángulo está suficientemente determinado por tres componentes determinantes; que esté sobredeterminado por cuatro sería, en general, imposible. En psicoanálisis la sobredeterminación se encuentra con otra dificultad práctica: en la aplicación psicoanalítica, la hermenéutica psicoanalítica, la introducción del concepto de sobredeterminación no proporciona ni un punto de orientación o guía ni un límite para las esperadas reconstrucciones; la sobredeterminación se abre al infinito, por así decirlo, y no hay ningún principio de la hermenéutica psicoanalítica que pueda sentar ningún tipo de postulado acerca de hasta dónde alcanza la sobredeterminación y cuándo puede considerarse agotada.
El principio de la función múltiple está quizás en situación de poder resolver todas estas dificultades. Está libre de fallos lógicos, pues no afirma que un acto psíquico esté determinado más allá de su propia determinación completa, sino únicamente que ha de tener más de un sentido, que incluso si se inicia como intento de solución de un problema determinado, tiene que ser también, al mismo tiempo y de algún modo, un intento de solución de otros problemas específicos. En conjunto, el fenómeno de la función múltiple y del múltiple significado de cada acto psíquico no debe entenderse –en analogía con la neurología antigua– como una especie de suma de estímulos y umbrales, sino –paralelamente a los conceptos de la nueva neurología y la biología– como la expresión de la función colectiva del organismo total. Puesto que el organismo siempre reacciona como una totalidad y puesto que todos estos problemas están constantemente presentes en él, todo intento de solución de un problema tiene que estar conjuntamente determinado, modificado y dispuesto a través de la existencia y la función de los otros hasta que pueda servir, aunque sea imperfectamente, como intento de solución para todos estos problemas y conservar así necesariamente su significado múltiple. En este proceso no hay nada que sea casualidad, que pueda aparecer en un caso y no en otro, todo obedece naturalmente a la estructura del organismo psíquico. Finalmente, ya tenemos ahora una guía definida para la hermenéutica psicoanalítica. El significado múltiple de un acto psíquico encuentra unos límites cuando se le interpreta como un intento de solución de los ocho problemas o, más exactamente, de los problemas de los ocho grupos. El significado múltiple no ha dejado de ser infinito, pero en esta infinitud se han señalado ciertas direcciones. Ciertamente, no se afecta la valencia que debe atribuirse a estos diversos significados.
El principio de la función múltiple permite una serie de aplicaciones, de las que sólo destacaremos algunas. En primer lugar, explica el pansexualismo que se ha tomado como base de reproche al psicoanálisis, es decir, la propensión del psicoanálisis a buscar un significado sexual en todas las cuestiones, incluso cuando su interpretación realística hubiera proporcionado ya un significado completo. En la medida en que todo acto psíquico tiene una función múltiple y, por lo tanto, un significado múltiple, y puesto que una de estas funciones y significados se referirá al problema de la gratificación sexual (tanto más cuanto que la vida instintiva del hombre nunca está del todo dormida) cualquier cosa que haga el hombre, todas sus acciones intencionales dirigidas hacia la realidad, deben contener los elementos de la gratificación instintiva. Así, para el psicoanálisis es esencial que se atribuya un papel particular al impulso para la gratificación instintiva y se le considere, por regla general, como el motor de lo que ocurre. No consideraremos aquí esta segunda característica del psicoanálisis, como tampoco la cuestión de la existencia primaria: se deduce del principio de la función múltiple, según el cual es admisible y adecuado que todos los fenómenos se expliquen de acuerdo con su contenido sexual.
El principio también explica la importancia de la sexualidad para el desarrollo del carácter. El carácter está determinado en gran parte por los métodos de solución específicos peculiares de cada individuo y que permanecen relativamente constantes a través del tiempo. Sin embargo, de acuerdo con el principio de la función múltiple, estos métodos de solución deben haberse formado de tal manera que representen también una gratificación de los instintos dominantes de la persona en cuestión. Ahora bien, si se considera la vida instintiva cronológicamente como lo primero y más poderoso dinámicamente en la estructura total, se deduce que los instintos dominantes influyen la selección de los métodos de solución posibles para un individuo dado. En otras palabras, el principio de la función múltiple demuestra la importancia de la vida instintiva en el proceso de la formación del carácter. Discutiremos este problema más adelante, cuando nos ocupemos de la caracterología psicoanalítica.
Las reacciones específicas al amor y al trabajo se manifiestan en el individuo como la expresión del principio de la función múltiple. Indican que la persona tiene éxito en el amor o el trabajo (es decir, en resolver los respectivos problemas) sólo cuando con el mismo intento de solución se gratifican simultáneamente otros impulsos específicos. Esto nos proporciona cierto “insight” sobre fenómenos tales como anticatexis, formaciones reactivas, sublimación. Las sublimaciones, por ejemplo, se pueden considerar como soluciones exitosas del problema de adaptación al mundo exterior o de dominio del mundo exterior, a la vez que, simultáneamente y de acuerdo con otro significado que puedan tener, representan gratificaciones satisfactorias de fuertes impulsos. Este principio también hace más comprensible que la experiencia orgástica de la persona psíquicamente plena y rica sea mucho más intensa y de otra cualidad que la del individuo psíquicamente menos rico y más superficial, pues en el caso de la primera, que tiene en sí mismo un conjunto de problemas más diversificado, convergen muchos más significados en el momento del orgasmo en la relación amorosa feliz y el acto puede representar una solución simultánea de diversas tendencias. A la luz de este principio, el psicoanálisis aparecería como una especie de teoría polifónica de la vida psíquica en la que cada acto sería una cuerda y en la que hay consonancias y disonancias[4]
Por encima de todo, el principio parece arrojar cierta luz sobre tres problemas: el de la neurosis, el del carácter y el de las manifestaciones clínicas. El psicoanálisis concebía originariamente la neurosis como un compromiso entre dos tendencias, de modo que la neurosis estaba ligada por lo menos a dos funciones y significados. Generalizando, podría decirse que la neurosis es, como todos los demás fenómenos psíquicos, un intento de solución simultáneo para todos los tipos de problemas del Yo y que, en consecuencia, tiene la misma abundancia de significados que corresponde al concepto psicoanalítico contemporáneo de neurosis. Se han formado diversas teorías de la neurosis que toman como base el psicoanálisis o algún aspecto parcial del mismo. La primera y más sencilla es la de Adler, quien ve en la neurosis simplemente la solución de uno de los ocho problemas, la de cómo dominar el mundo externo[5]. Evidentemente, puesto que los problemas son ocho, serían posibles ocho teorías, cada una de las cuales reflejaría sólo un aspecto de la neurosis. Las teorías que asientan la neurosis sobre dos fundamentos van un paso delante al considerar la solución simultánea de dos problemas, como, por ejemplo, la gratificación instintiva y el castigo. Un simple cálculo revela que hay veintiocho teorías posibles si se concede a todos los rasgos igual derecho en la neurosis. Podría hacerse otra amplificación subordinando un rasgo a otro, por ejemplo, el castigo con propósitos de gratificación instintiva (incidentalmente, esta última fórmula sigue la teoría de Alexander). También podría contemplarse una subordinación inversa. Si expusiéramos todas las teorías posibles (las que ven la neurosis como una solución simultánea de tres o más problemas) y consideráramos además la posibilidad de subordinar un problema a otro, el número de teorías de la neurosis alcanzaría muchas decenas de miles. Tenemos la esperanza de que no será necesario que se desarrollen todas estas teorías , pues el principio de la función múltiple las incluye a todas, dejando el estudio de la distribución de las valencias y de las diversas fuerzas a las que están sujetas a la investigación de condiciones clínicas especiales o, quizás, a la teoría especial de las neurosis.
También se pueden hacer algunas consideraciones respecto a las posibilidades de una caracterología psicoanalítica. Como ya hemos dicho, el carácter de una persona está determinado por métodos específicos de solución en situaciones típicas, métodos que la persona retiene permanentemente por la naturaleza de sus intentos de solución preferidos. Dicho así, parecería a primera vista que el carácter no tiene relación inmediata con la vida instintiva o con el Superyó, pues la vida instintiva y el Superyó determinan el contenido de los grupos de problemas; no los métodos específicos de solución, que son seleccionados por el Yo. Ante cualquier tipo de disposición instintiva y a fines de su gratificación sería posible una gran diversidad de intentos de solución y, por lo tanto, también de caracteres. Por otra parte, sin embargo, la experiencia psicoanalítica nos dice que ciertas constituciones instintivas se acompañan de ciertos tipos de carácter, quizás no con regularidad inevitable pero sí con frecuencia clara. Es aquí donde el principio de la función múltiple se reafirma. De acuerdo con él, los métodos de solución específicos para los diversos problemas del Yo deben escogerse siempre de manera que, cualquiera que sea su objetivo inmediato, gratifiquen al mismo tiempo los instintos. No obstante, dada la fuerza dinámica de la vida instintiva humana, esto significa que la parte que en la elección de métodos posibles de solución le corresponde a los instintos consiste en que aparezcan y se mantengan preferiblemente los intentos de solución que también representen una gratificación de los impulsos dominantes.
Dos sencillos ejemplos ilustran esta relación entre la solución preferida y la vida instintiva. La primera es la relación entre el impulso oral y la identificación, ya familiar para el psicoanálisis gracias a los trabajos de Abraham. La identificación es un intento de solución en una determinada situación problemática. Se la puede considerar como un rasgo de carácter cuando, en cierta situación de vida instintiva, de demandas del Superyó y de dificultades con el mundo externo, la persona recurre regularmente a la identificación como método específico de solución en una situación diversificada. Ahora bien, sabemos que esta propensión hacia la identificación aparece particularmente en el caso del carácter oral y entendemos esta asociación fáctica sin más explicaciones. De entre los diversos métodos de solución posibles para una misma situación problemática diversificada, son las personas con fuertes tendencias orales quienes elegirán preponderantemente el representado por la identificación. La razón consiste en que, aparte de cualquier otra finalidad del intento de solución, la identificación realiza la gratificación de los propios impulsos orales. En este caso el impulso oral funciona de forma selectiva, como demuestra el que, entre los posibles métodos de selección, siempre se materialicen los que gratifican los deseos orales. Una relación similar es la que parece existir entre la disposición a la homosexualidad pasiva y el método de la proyección paranoide. En una situación de conflicto todo método de solución que perciba una experiencia como procedente del exterior y a sí mismo sometiéndose a estas fuerzas exteriores es un intento de solución para ciertos problemas, gratificación de relaciones de amor y odio, reacción defensiva y otras cosas del estilo. Además, el intento de solución (la proyección) es en sí mismo una gratificación de la tendencia pasiva del impulso homosexual. Esto quizás haga comprensible que este mecanismo (el intento de solución) de la proyección paranoide tiende a aparecer exclusiva o preferentemente en el caso de la disposición pasiva del impulso homosexual, lo que equivale a decir que quizás se haga comprensible la asociación hasta ahora puramente empírica entre homosexualidad y paranoia[6].
Volvamos ahora a la caracterología psicoanalítica. Hemos visto que el derecho a establecer tipos de carácter según los impulsos dominantes (por ejemplo, hablar de carácter anal, oral o genital) se basa en el hecho de que, de acuerdo con el principio de la función múltiple, los métodos de solución preferidos deben ser aquellos que como tales (es decir, como métodos de solución de acuerdo con el significado del acto) satisfagan simultáneamente los instintos dominantes y que la persona con impulso dominante intenso se inclina preferiblemente hacia un cierto método de solución. Hay que remarcar la palabra inclinarse, pues, dada la enorme complejidad de los problemas constantemente activos en el Yo, la función que se ejecute no puede tener una validez exclusiva. En el caso de un carácter oral, por ejemplo, encontramos además de la identificación otros métodos de solución, ya que la relación entre impulsos dominantes y métodos de solución preferidos sólo lo es de frecuencia estadística. No obstante, para una futura caracterología psicoanalítica, esto implica que estos métodos no pueden ser lineales, sino que tienen que ser por lo menos bidimensionales de acuerdo con los impulsos dominantes y los métodos específicos de solución, entre los que existen, naturalmente, ciertas relaciones estadísticas.
Los ejemplos mencionados, en los que un método de solución (es decir, un determinado elemento de forma en la vida psíquica) está asociado a impulsos dominantes (es decir contenidos) nos lleva finalmente al tercer fenómeno al que nuestro principio ofrece un acceso: el problema de la forma. Este es precisamente el problema que no parece accesible desde el punto de vista que trata fundamentalmente con la psicología del contenido ideacional. Sin embargo, el principio de la función múltiple nos muestra que las formas de reacción que aparecen en el Yo no pueden ser independientes de los contenidos, pues deben estar constituidas de tal modo que, de acuerdo con su significación, sean también y al mismo tiempo intentos de solución de los problemas de contenido, como, por ejemplo, gratificaciones instintivas. En uno de los ejemplos anteriores, la resolución de ciertos conflictos de contenido por medio de su proyección (el mecanismo paranoide específico) es sin duda algo formal en la vida psíquica y, no obstante, esta forma no es independiente del contenido (en ese caso, de la vida instintiva) porque esta forma aparece preferentemente en el caso de una constelación instintiva que también puede satisfacerse por medio de ella o de su significado. De aquí que, de acuerdo con el principio de la función múltiple, pueda decirse que el contenido de la vida psíquica, sobre todo de la vida instintiva, tiene importancia para la elección de las formas de solución –abreviadamente, para la forma– y para las posibilidades del tratamiento de los problemas formales en el psicoanálisis. No hace falta decir que el problema de la forma en lo psíquico no se agota en modo alguno con lo dicho anteriormente.
El principio de la función múltiple puede tener también un papel en la psicología social. Implica la consideración de fenómenos sociales típicos desde la función múltiple, es decir, un movimiento histórico en el que se considera su aspecto económico (adaptación al mundo externo o superación del mismo) sin descuidar la gratificación instintiva, los ideales colectivos, etc.
Finalmente, podemos contemplar el funcionamiento de este principio incluso en la vida onírica. El sueño es el dominio en el que se descubrió originariamente la sobredeterminación. No obstante, el carácter general de los sueños sigue siendo la simplificación de la experiencia psíquica tanto en relación a su contenido (recesión del Superyó y de los problemas activos del Yo) como en relación al modo de trabajo (substitución, en los intentos de solución, del modo de trabajo del consciente por el del inconsciente) y, finalmente, en el sentido cronológico (retroceso de lo actual en favor de lo pasado). En consideración de todas estas recesiones o regresiones, que significan un cambio en los métodos específicos de solución desde el modo de trabajo de lo consciente al de lo inconsciente, los fenómenos oníricos pueden explicarse también mediante el principio de la función múltiple. Todo lo que ocurre en el sueño puede aparecer entonces similarmente  en perspectiva octaédrica o claramente en ocho grupos de significados. Las características del sueño se muestran entonces a través del cambio de los problemas y de la reversión del modo de trabajo.
Cabría ahora preguntarse de qué diversas maneras puede producirse un desarrollo o cambio progresivo en la vida psíquica del individuo y qué tipos de cambio pueden distinguirse. Puesto que todo acto psíquico es al mismo tiempo un intento de solución de diferentes problemas, el acto psíquico cambia propiamente cuando los problemas cambian. Habrá, pues, cambios o desarrollos debidos a cambios o desarrollos de la vida instintiva, del mundo externo o del Superyó. A través del desarrollo biológicamente predeterminado de la vida instintiva los problemas del Yo serán distintos en la pubertad que en el período previo y, consiguientemente, todas las soluciones que se intenten producirán cambios en el Yo. A veces, los cambios del mundo externo colocan al individuo ante problemas distintos. También se puede hablar de un desarrollo del Superyó que, originado él mismo como un intento de solución en una situación de conflicto y haciéndose cada vez más y más independiente, tiene su propio desarrollo. Los problemas psíquicos cambian de contenido y también los problemas activamente asignados al Yo por él mismo tienen un desarrollo progresivo en cuanto se refiere a sus contenidos.
Además, tenemos el desarrollo de los métodos de solución, en el que se han de distinguir dos puntos: primeramente, el desarrollo del modo de trabajo desde la forma arcaico-primitiva a otras (como desde el modo de trabajo del inconsciente al del consciente o desde el pensamiento mágico al pensamiento del adulto), y luego el desarrollo de los métodos de solución peculiar de cada individuo. Finalmente, hay que añadir como otro terreno de desarrollo el hecho de que cada intento de solución que surge en el Yo lleva en su propio interior la tendencia a su destrucción, pues apenas queda fijado ya no constituye una solución. Cada acto acarrea un cambio del mundo en todos sus elementos; por ejemplo, el mundo externo  en general y algo de los instintos cambian según lo que cada acto contenga de gratificación, negación, etc. Por usar un ejemplo tosco: si alguien sigue una vocación como intento de solución de los requerimientos del mundo externo, la presión instintiva, las demandas del Superyó y la fuerza de la compulsión a repetir, o también como intento de dominar la compulsión a repetir, la pulsión instintiva, las órdenes interiores y los requerimientos del mundo externo, esa persona ha creado con su ejercicio vocacional una realidad nueva que tendrá sus propios requerimientos y que el Yo intentará dominar; además, la nueva situación cambiará algo en los deseos que surgen de los instintos y ciertas demandas del Superyó retrocederán mientras que otras progresarán, etc. En resumen, el intento de solución lo cambia todo, de forma que el Yo se encontrará con nuevos problemas y la solución dejará de serlo en lo fundamental. Así pues, además del cambio de las diversas agencias que asignan problemas al Yo –la vida instintiva, por ejemplo– y además del desarrollo de los métodos de solución, hay que considerar como base del desarrollo psíquico la característica que todo intento de solución tiene de dejar de serlo en cuanto se fija o consolida.
Consiguientemente, es de ver cómo el psicoanálisis pone de relieve la vasta diversidad y multiplicidad de aspectos de la motivación y del significado de los fenómenos psíquicos. Freud, a diferencia de otras escuelas psicológicas, ha basado desde el principio la forma psicoanalítica de pensar en la importancia de la vis a tergo y en las dependencias del Yo y, por otra parte, ha prevenido contra la exageración de este punto de vista y ha rechazado claramente una teoría demonológica de la vida psíquica. La diversidad de estas asociaciones hace aconsejable adoptar cierta cautela en cuanto a simplificaciones prematuras.
Los conceptos de Ello, Yo y Superyó no se han usado en este artículo en el sentido de partes de la personalidad claramente diferenciadas. Más bien al contrario, la aplicación de nuestro principio muestra que estos elementos han de concebirse como factores distintos que se evidencian en cada acto psíquico del humano adulto. Las acciones y fantasías individuales tienen cada una sus fases de Yo, de Ello y de Superyó, así como una fase que corresponde a la compulsión a repetir. De acuerdo con este principio puede demostrarse un aspecto octaédrico.
Finalmente, podemos añadir algunas observaciones de naturaleza antropológica. En nuestra opinión estos tres elementos del psicoanálisis – las fases de la experiencia psíquica– se corresponden al mismo tiempo con las fases de la vida orgánica. La necesidad instintiva aparece probablemente en toda vida orgánica. El Yo, o algo morfológicamente similar, aparece cuando hay una orientación central del organismo que corresponde aparentemente a la diferenciación del individuo respecto de sus raíces botánicas y a la individualización zoológica, pero que probablemente no se alcanza hasta la aparición del sistema nervioso central. El Superyó es el reino del ser humano; el elemento por medio del cual el hombre en su experiencia va más allá de sí mismo y se mira a sí mismo como objeto (sea de una forma agresivamente punitiva, tiernamente acariciadora o desapasionadamente neutral), como, por ejemplo, en el caso de la autoobservación y en la capacidad de abstraerse uno mismo desde su propio punto de vista.
A este terreno pertenece la capacidad de ver un jardín como un jardín, independientemente del lugar desde el que se observa, o la capacidad de vivir el mundo no sólo en sus momentáneas fases de interés instintivo o general, sino reconociendo también que el individuo es independiente de su propio Yo y que esa independencia sobrepasa a su propio Yo. En este sentido, cuando el hombre hace su voluntad como entidad viviente única, es función del Superyó. Todo lo que sabemos de psicología animal demuestra la tesis de que depende del Superyó que el hombre se diferencie del animal. Desgraciadamente, no es posible tratar este tema dentro de los límites de este artículo. Siempre existe la posibilidad de trascender el instinto y los intereses de una determinada situación, de ir más allá del pensamiento, la vivencia, la actuación; en resumen, de colocarse uno mismo en el reino del Superyó.
De ser esto cierto, parecería que con la elección de Freud de los elementos (Ello, Yo y Superyó) hemos encontrado las fases de todo lo orgánico: la vida orgánica en sí, la tendencia central del organismo a individualizarse a partir de la vida orgánica y, finalmente, la del hombre a ir más allá de sí mismo. Quizás el principio de la función múltiple en la psicología humana sea paralelo a un principio similar en la vida animal, aunque naturalmente  con un menor grado de diversidad debido a la diferencia de problemas.




[1] Freud: Hemmung, Symptom und Angst. Sch. XI-
[2] N. del T.: Dícese en medicina de “cualquier fuerza que impulsa un órgano o fluido”.
[3] Freud: Jenseits des Lustprinzips. Ges. Schr. VI, Hemmung, Symptom und Angst. Ges. Schr. XI-
[4] Consiguientemente, también se inscriben en este principio aquellos fenómenos que pueden ser adscritos a
la “función sintética del Yo”. Lo que nos impresiona como su función sintética característica es que cada acto
del Yo tiene una función múltiple.
[5] Se entiende, naturalmente, que ésta no es la única diferencia entre el psicoanálisis y la psicología
individual. El psicoanálisis, aparte de que toma en consideración la motivación múltiple, no otorga el mismo
valor a cada uno de los múltiples significados. En psicoanálisis se considera a veces como primarios los instintos, mientras que en la psicología individual se considera primario el ser dirigido, en tanto que la vida instintiva se ve como una expresión de este ser dirigido. No nos ocuparemos aquí de esta cuestión, la que se puede calificar de primacía ontológica. Ya lo hicimos en otro trabajo que se publicó en el Vehandlungen der Internationalen Gesellschaft für angewandte Psychologie und Psychopathologie.
[6] Estas explicaciones se refieren a los paranoicos masculinos y no ha de extenderse a las manifiestamente
más complicadas situaciones de la mujer.

Presentación de la Colección Narrativa de otium Ediciones, Gloria de Graciela Avram y Cancha Rayada de Germán García, en Centro Freud - Fundación de Cultura Analítica, viernes 27 de junio.




Presentaron: Susana Rodriguez (Escritora) y Roly Arias (Artista visual), coordinó la mesa Alejandra Borla.

Alejandra Borla: Hola, bienvenidos, hoy presentamos estos dos libros como lanzamiento de la colección narrativa de Otium Ediciones que es una editorial que lleva 5 años, más o menos, y que desde sus inicios se propuso como una editorial para la publicación no solo de textos de psicoanálisis, sino también de literatura o de disciplinas que estuviesen en intersección con el psicoanálisis. Y pensaba, de alguna manera, cómo se cruzan las vidas, no? Que es un poco lo que aparece en los libros también. Graciela empujada por el psicoanálisis llega a la literatura, a la necesidad de la escritura; y Germán García escritor, empujado por la escritura llega al psicoanálisis. Y en ambos este querer decir algo más de una experiencia. Leía en un reportaje que le hace a Graciela Avram la Asociación de Amigos de la Fundación Descartes, donde ella cuenta más o menos su recorrido por el psicoanálisis, cómo siguiendo la enseñanza de Oscar Masotta y los discípulos de Oscar Masotta se encuentra con Germán García, y llega a formar parte de los comienzos de la Fundación Descartes; entonces en ese reportaje ella dice (no son sus palabras textuales) que entre sus proyectos estaba la posibilidad de publicar libros que tuvieran que ver con las convergencias del psicoanálisis. Esto fue en el año 2004, cuando ella publica su primer novela “El destino de las almas”, que forma parte de una trilogía: “El destino de las almas”, “Extravíos” y “Nada que hacer” y bueno, diez años después contribuye al lanzamiento de una colección de narrativas con el libro que hoy presentamos.
En el caso de Germán hay algo muy interesante que él dice en el libro “Psicoanálisis dicho de otra manera”: Allí dice que siempre le preguntan cómo llega al psicoanálisis y que algunos piensan que porque fracasó como escritor y que en realidad por eso se dedica al psicoanálisis y él dice que en realidad al revés; que se trata de una cierta relación al lenguaje, de un cierto gusto por el lenguaje, sus giros, sus modos de decir y de hacer con el lenguaje y que son previos a toda relación posible con el psicoanálisis. De hecho toda la producción de Germán García, mas allá de sus escritos y sus ensayos de psicoanálisis, tienen que ver con estas intersecciones entre psicoanálisis y cultura o entre psicoanálisis y literatura: “La virtud indicativa”, “El psicoanálisis y los debates culturales” son todos libros que buscan esos entrecruzamientos, esos modos en que el psicoanálisis es afectado por el movimiento de una época y el modo como incide en esos movimientos también.
Creo que en ambos libros hay también el registro de una experiencia, como analizante o como joven, viviendo distintos pasajes y momentos en la vida. Pero voy a dejar que los que leyeron los libros digan qué encontraron.

“GLORIA” de Graciela Avram, por Roly Arias
Roly Arias: Hablando esto de cruces, de ‘cómo una persona llega a…’, cómo de repente haciendo algo terminás haciendo otra cosa. La pregunta es ¿cómo termino yo presentando un libro?

A B: Entre paréntesis, no sé si lo dice ahí (en la solapa) pero Graciela Avram tiene una carrera, su primera carrera, en Bellas Artes. Así que no fue tan azaroso, fue casi un encuentro

R A: Yo recuerdo esto nomás, estábamos reunidos en una comida, y en una sobremesa después de una felicidad absoluta, me dicen ¿querés presentar el libro? Y dije que sí. En ese momento hubiera dicho que sí a cualquier cosa que me hubieran pedido. Así que lo que yo haga para presentar este libro es un poco lo que se me ocurrió, algo que podría aportar la experiencia de haberlo leído, contárselas de alguna manera para generar algún interés que haga que al salir de acá lo compren.

Bueno hay algunas cosas, ¿cómo llamarlas? “datos externos”: uno, ya lo saben es que Graciela Avram es psicoanalista, supongo que eso tendrá en ustedes una resonancia particular; saber que están leyendo el libro de una colega y mas porque la protagonista es psicoanalista y otro dato que no es menor es que este libro es la precuela de las tres novelas, novelas que no leí.
Un poco para entrar en ese clima que es el personaje que va a llevarnos por esta historia, Any Bender, ella va a decir apenas empieza el  libro “siempre tuve tendencia a reservarme cualquier opinión, hábito que me ha facilitado el conocimiento de las más extraordinarias naturalezas y también me ha hecho victima de confesiones inconfesables”. Uno supone que esa cualidad es previa a su posterior opción por la psicología y el psicoanálisis; que ella ya tenía ese don de reservarse la opinión lo cual le permitía que la gente le cuente cosas que ella hasta no tenía ganas de escuchar muchas veces. Y eso pensaba también que puede ser una inversión a un punto de un género policial, donde eso que se va a develar, a lo largo de estas páginas, va a llegar a ella. Sería como el caso de un detective que no tiene que ir a buscar al lugar cosas que pasaron, sino que ella en virtud de esa característica es víctima de confesiones que le llegan desde distintos costados y que son las que van a armar la historia. Hay un algo que no sabemos, ella va a ir recolectando a través de esas confesiones que le van llegando; situaciones que uno las ve hasta muy familiares, una llamada por teléfono donde alguien dice “tengo que contarte algo, nos vemos”, “no, no te quiero ver”, y lograr que al final la persona se lo cuente por teléfono y cosas de esa índole.
Todas estas historias van a transcurrir con un fondo bastante conocido para nosotros, los 70 y los 80, referencias a los momentos políticos obviamente y también a ciertas euforias económicas que beneficiaron a ciertos sectores, alusiones a otros sectores más desprotegidos que se fueron generando van a estar siempre como un telón de fondo. También hay una cuestión social que a mí un poco me remite de alguna manera a “Boquitas pintadas”, con estas cuestiones sociales de: el rico-el pobre, el negro-el blanco y hablando de cruces, cómo eso se va cruzando; las ambiciones, las apetencias, los conflictos que se generan. Yo pensaba que tendría que decir cosas del libro sin contar de qué va.
Otra cosa que también pensé es que un psicoanalista puede discutir con el personaje, porque es una persona que está en vía de ser psicoanalista; cosa que yo no puedo hacer, yo lo acepto como está. Y dice cosas como “fórmulas que intentan aplicarse a un universo neurótico siempre vigente, cambiaron sus formas y representaciones, las maneras de dirigirse a la consulta y lo que dan a ver en cada caso, pero lo que se llama la neurosis o los que algunos prefieren reducir a las cosas que hacemos sin saber por qué permanece inalterable, irreductible parece tener una constante, nadie hace lo que le conviene, a veces se ignora en qué consiste y otras aun sabiendo lo inadecuado de un proceder se avanza en la dirección incorrecta con la certeza de un destino predeterminado por los dioses del haber”. Cosas así que fui viendo, pensando en esta doble lectura: yo como un lector ingenuo y pensando que por ahí en un medio más como el de ustedes puede tener también estas otras discusiones.
Any Bender, es esta estudiante que nos va a develar qué ella fue testigo a partir de que se muda a una casa; desde la cual tiene vista de una mansión cercana en la que se ofrecen muchas fiestas, en donde hay un personaje enigmático que genera estas fiestas y allí van a aparecer esta cosa de los ochenta y una visión también irónica de esos personajes que habitan esas fiestas. Aparte es algo como muy cercano, quiero decir que el relato va a ser familiar: aunque uno no haya estado en esas fiestas en barrio norte las imagina porque son bastante cercanas. Por ejemplo, dentro de ese ambiente de mucha fiesta dice “no faltaba nunca un exponente del mundo intelectual que se paseaba incomodo sin poder decidir si debía huir cuanto antes o vincularse con alguien que le diera la posibilidad de acceder a un puesto en la repartición pública”.
Mi presentación no va a ser muy larga, también un poco de lo que hablábamos de cómo uno llega a una situación y en qué situación se dan las cosas, también se da el modo en el que a mí se me fue dado a leer este libro. Yo lo leo en el medio de una mudanza que coincide con el personaje que está en el medio de una mudanza hacia un lugar del cual se va a ir, y yo también en el medio de esa mudanza temí que iba a venir a presentar el libro solo con dos capítulos leídos; tendría que ser demasiado capo para presentar el libro con dos capítulos, entonces me apuré a leerlo para generar estas ideas que les estoy contando. A cada uno un libro le llega como le llega, no hay un modo ideal, y a mí me pasó eso, que terminé conviviendo apuradamente con estos personajes que ahora ya los estoy extrañando, porque ya lo terminé de leer y entonces lo tengo a Juan Ignacio Suarez que es un polista, Nuria, Daniel, Gloria, Zomer; y a la vez tengo como una deuda con Any Bender porque es como si ella me hubiera estado contando algo que yo no le estuve dando bola porque estaba ocupado en otra cosa, y me siento como la persona que alguien le estuvo contando algo muy importante y que yo estuve ocupado en otra cosa y cuando se fue dije ¡Huy! como no le presté atención a lo que me dijo. Entonces lo que yo les deseo a todos y lo que me hubiese gustado a mí, pero se dio de esta manera, es poder convivir con Juan Ignacio Suarez, con Nuria, con Gloria. Nuria y Gloria son dos personas que serían antagónicas en muchos sentidos pero a la vez demasiado parecidas. Les deseo que tengan una convivencia más larga para que no las estén extrañando como yo ahora.

A B: yo lo que pensaba recién cuando te escuchaba, que de primera impresión, pareciera por cómo arranca cuando dice “esta Gloria que es así y asá…y es exactamente todo lo opuesto a lo que yo quiero de la vida y no sé cómo fui a parar a esta especie de amistad con Gloria”; entonces uno supone que los antagonistas son Any Bender, la relatora y Gloria, pero en realidad es eso que vos decís, los dos universos están reflejados en Nuria y Gloria que parecen tan diferentes, pero que de tan diferentes terminan siendo parecidas, como mirarse al espejo ver la propia imagen discordante en tanto esta invertida pero no deja de ser la propia imagen.
R A: Bueno, ya que me preguntaron por la composición de la tapa (Susana Rodriguez) Nuria y Gloria, dos rubias, dos muñecotas.
A B: Bien elegida la imagen, me gustó.
Susana Rodríguez: Tapa atractiva y además que tiene que ver con el texto según lo que decías en cambio aquí, en Cancha Rayada…. yo lo lleve a la facultad y un sociólogo que estaba por ahí me dijo : ¿Susana qué lees, una novela histórica?. No tenía idea que existía Germán García entonces, bueno mirá no sé qué decirte. Un poco histórica es, pero no es la historia como el discurso histórico que nosotros conocemos, ni tampoco la banalización de la historia que hacen muchas novelas históricas. Yo no quiero desmerecer el género, hay muchas novelas históricas muy buenas pero en general si no hay un trabajo con el lenguaje se reduce a un chusmerío a una cosa ridícula, donde se quiere saber si fulano se acostó con zultano, una cosa totalmente banal, y bueno uno termina de leerla y la tira y no la lee nunca más. En cambio Cancha Rayada es una lectura inagotable, yo voy a tratar de dar algunas pistas para orientar pero no se puede agotar la lectura. Yo leo porque el defecto de la gente de letras es que escribimos.


La escritura contra el testimonio, por Susana A. C. Rodríguez

Alguna vez se terminará de testimoniar y se podrá escribir. (p. 46)

Las condiciones de la escritura
El escritor santafesino Juan José Saer, en uno de sus varios ensayos sobre el género narrativo, dice que la novela como tal puede considerarse un producto de la mentalidad burguesa del siglo XIX, ajustado a las pretensiones de un realismo que no sólo buscó testimoniar sobre el entorno social y sus efectos, quiso –inútilmente- abarcar eso que imperfectamente llamamos realidad, la que con lucidez Saer circunscribe como “la selva espesa de lo real”. Por los motivos que acabo de mencionar, Saer se niega a escribir novelas según tales parámetros y cita por cierto a dos escritores muy cercanos a Germán García: Macedonio Fernández y Jorge Luis Borges, en quienes se cifra ese rechazo a la reproductividad tranquilizadora ejemplificada por las narrativas de las cinco de la tarde, ayer en la radio, hoy en la televisión y en la web.
Digo esto porque presento la reedición de Cancha rayada, a cuarenta y cinco años de la primera realizada por Jorge Álvarez, en un contexto tan lejano al de Macedonio, Borges, Saer como al de su primera edición. Esta es la segunda novela de Germán García y sólo por las convenciones editoriales que rigen la circulación de eso que llamamos literatura puede denominarse de esa manera, porque inscribe su armazón en el gesto que inaugurara en 1963 Julio Cortázar con Rayuela, es decir, en el campo de la experimentación con el lenguaje. La composición de Cancha rayada, tanto en su actual paratexto editorial como autorial, sumerge al lector en el universo de la parodia y el sin sentido. En la tapa, la reproducción de la imagen de San Martín en uniforme, sosteniendo la bandera orlada por simbólicos laureles. En el interior, la división del enunciado “el desastre de cancha rayada” en tres zonas del relato tituladas “el desastre de”, “cancha” y “rayada”. Si un incauto lector de novelas históricas se deja llevar por la tapa y el índice puede suponer que se trata de otra versión de los acontecimientos del 19 de marzo de 1818, fecha que pasó a la historia como “el desastre de Cancha Rayada”, en el marco de la independencia de Chile. Pero si nuestro lector no es perezoso y echa una ojeada más atenta descubrirá pistas que inmediatamente lo sacarán de la línea de sus preferencias literarias. Porque en cada “zona” del relato se abren apartados con leyendas y epígrafes de la más variada procedencia: Freud, Sófocles, Sandro (sí, Sandro de América), Blaise Cendrars, Witold Gombrowicz y como colofón, un “Recitado” que en realidad es el epílogo de El hacedor escrito en 1960 por Jorge Luis Borges.
Dije antes que Cancha rayada (así como la más famosa por muy leída y prohibida, Nanina, del 68) se inscribe en el campo de la narrativa experimental, ejemplificada en la segunda mitad del siglo XX por Rayuela. Sin embargo, mi apuesta va más lejos. La escritura de Germán Leopoldo García se entrama en realidad con la de Osvaldo Lamborghini (El fiord) y la de Luis Gusmán (El frasquito), por cuanto el afán de su principio deconstructivo no ataca sólo las reglas formales de la narrativa canónica: irrumpe como contracara de la novela familiar, de iniciación y testimonial. ¿De qué manera lo hace? Figurando una escena que se abre con la invocación a Tiresias (Borges):
Vine, Tiresias, porque mi cuerpo habla un lenguaje que no entiendo. […] Tiresias, con las manos cruzadas sobre el bastón y los ojos vacíos, se ausenta para evocar la ausencia de su maestro… […] (p. 13)

Invocación que desemboca en Macedonio y en la voz de la que el narrador en primera persona escapa para ir hacia otra mirada, la eterna de América Scarfó, la amante de Di Giovanni, conjurando esta vez a la violencia. Esa escena inicial encuentra su eco en la última página, cuando el narrador salga de la historia dándole lugar al lector que “pondrá con su deseo lo que falta”, y vuelva a Tiresias, ya sordo, a América Scarfó, ya sin mirada, y reniegue:
Alegrate y salí del farol, caminá y déjate de no dejarme en paz. No, si fueras mexicano serías hijo de la chingada, argentino no sos hijo de nadie. ¿Te pone contento? No. Y seguimos no, y terminamos no. (p. 240)

La familia
El narrador inventa una familia cuyos nombres vuelven una y otra vez a repetirse de padres a hijos. Leopoldo:
Y nuevamente: Testimoniar, testimonio, testigo, testificar, dejar dicho, es su repetición. Está junto a Leopoldo, testimonio del testigo y se mueve, casi un Bailarín, al ritmo de sus palabras. (p. 25)
Este tipo de imágenes –la empieza Leopoldo, que para algo es mi padre- tienen los chicos encandilados por la publicidad. (p. 25)

Tía Mauricia y tío Pepe; Elsa, la madre, pero también Elsita, la hija, y por fin Leo, el hijo de Leopoldo que asiste a la muerte de su padre:
Los veo alrededor del cajón, son varios, se van a hundir cuando menos lo esperen. Caerán al sótano que no hay, al centro de la tierra que no existe. No iré por una semana a la escuela, hay duelo en casa, ya no tengo padre. Porque ya no sabré cómo saludar a un director, o un general. La autoridad se congela en el cadáver de papá, la autoridad (papá lo dijo) es la imagen del padre muerto en el alma y vuelta a uno como castigo por esa muerte que quisimos conquistar (digo la muerte de papá) aunque era inútil explicarle que nunca quise matarlo. Uno se da razones –dijo el finado, mi padre-, razones que son un medio de un fin que nunca existe. Nada de arte por el arte, uno se da razones porque ya las palabras van cargadas, porque -esto lo digo yo, Leo- (p. 41)

La primera referencia es a Yocasta (la madre), le sigue Electra (la hermana) pero lo que retorna es siempre el padre, Leopoldo, la autoridad repetida en la institución escolar, la señorita Ferrari, la imaginación desatada por las revistas de guerra norteamericanas (“Smith Hueso, el muy flaco, que vive en City Bank”)
Familia desarticulada, obscena, plena de retóricas ambivalentes por la repetición de fórmulas gastadas por el uso, tango, bolero, todo mezclado con discursos pseudo-intelectuales: palabrerío, gargajeo, órdenes escolarizadas que se confunden con la segunda familia:
¡Salga!
Salgo al patio y junto al Tacho de Residuos, como dice la primera y segunda madre, miro al canario muerto en mi mano. Le soplo las plumas del pecho y parece más frágil que cuando estaba vivo. Lo dejo entre la basura después de envolverlo en un papel satinado que encontré en un bolsillo. No lo hago por ternura sino por joder con la imagen tierna a la directora que me mira desde la Dirección. Rezo por primera vez, por segunda vez y por tercera vez. Me parece ver lágrimas en la Directora, culpa en la Ferrari al comprender que rezo. No vuelvo a clase, espero junta a la basura el recreo. Cuando salen todos empiezo a sentirme rodeado y cuento que mi guardapolvo es un guarda polvos porque yo mismo en persona y cuerpo me he echado dos polvos. ¡En la mano! Me gritan. No, en una Petisa y Polo lo sabe. (p. 97)

Los juegos del narrador
El narrador es múltiple a pesar de la recurrencia de la enunciación enunciada, del yo que cuenta, a quien se nombra como “el que cuenta”, “La máquina de escribir”, “Cuenta Leo”, y también es el padre, Elsa la hermana, la madre Molly Elsa Fernández Bloom. Sin embargo esa primera persona atraviesa la historia como un narrador que induce a los demás actores a asumir un papel en su desconcertado y desconcertante juego. El largo monólogo de la última zona de la novela, “rayada”, puesto en boca de Elsa así lo manifiesta:
mientras supongo que mi mamá la muerta fue la gerencia general entre los demás cargos subalternos de mi encargue, y mi papá, que alguna vez conocí, fue también un subalterno más o menos acomodado en relación a la muerta mi mamá que se abrió de piernas e hizo cálculos caseros, fue hospitalaria en la preñez y en la crianza y ahora esa enfermedad se desarrolló en mí, una y dos veces ¿me la pueden contar?
-Elsita serás madre, cuídate, no sea que termines pariendo un síntoma en vez de un chico. (p. 221)

La historia
¡Oh, la cultura! Mejor hubiera sido que nunca me hubiera rozado con la cultura argentina, con la historia argentina. Enamorado de un retrato, mi vida era un sueño de indecibles sufrimientos. (p. 196)
La historia argentina se congela en una sola imagen, la que “La Ferrari dijo de golpe, seria y hasta algo triste: nuestro desastre de Cancha Rayada” (p. 130). La historia de la novela, fragmentada y repetida aunque la reiteración sólo demuestre vacío e inconsistencia, se resuelve en un juego de lenguaje: caricaptura, o sea, en una caricatura con que el narrador pretende, volviendo a lo escrito, capturar su propia vida. Pero no la vivida, sino la que se prevé imposible. Observemos la distancia con que el narrador asume su narración:
(A mitad del intento murió Leopoldo, el padre, y a la viuda le di a leer Joyce para tener un personaje joyceano. Un poco de Borges así a la novela no le faltaba eternidad para su muerto real.
Pensaba, si esta mujer (popular) educada con Antena, Así, Para Ti, las audiciones de Radio Porteña, puede ser mezclada con Joyce, el sentido quedará capturado.) (p. 230)

Al mismo tiempo que vuelve sobre la historia inventada ese narrador ya es otro, es el que escribe (quien escribe no es el que narra) pone barras entre las palabras para evitar las confusiones. Su discurso se hace hacia el final, con mayor explicitación, político:
Si esta máquina fuera un piano las cosas que ocurren sonarían de otra manera, ahora es fácil escribir plija y no tachar la ele eludiendo la censura, ¿pero si fuera un piano quién corrige el sonido después de apretar la tecla? (p. 238)

A modo de conclusión
He tratado de darles, con poca fortuna quizás, una idea de qué ideas se tejían hace cuarenta y cinco años en la escritura de esos sesentistas iconoclastas, heterodoxos, entre los que el autor de Cancha rayada se destaca, por la lucidez de sus ensayos, su práctica analítica, y sus novelas de factura imposible de introducir en las academias de las letras. Estamos muy lejos de la época en que la circulación de estas escrituras fue posible, aun de modo clandestino e interrumpido. Hoy domina en el mercado una narrativa apaciguadora y entretenida, que quiere convencernos de que no hay revuelta posible, ni siquiera en la literatura y es sólo asunto de trasnochados escritores revolver los anaqueles en procura de reediciones casi “ilegibles”.
Por eso es que agradezco a los gestores de este encuentro que me hayan invitado a leer, dándome así la oportunidad de volver una y otra vez sobre esta narrativa irreverente:
No bandoneones, aplausos, etcéteramente con la Culturita Nacional etcétera. Y sigue lo que sigue de bar en bar, recordando a los pulguientos de una mesa redonda que dicen los argentinos están buscándose a sí mismos, jo. Los chantas con sus obsesiones de país desgarrado y los bandoneones del aplauso, justo ahora que Tiresias es sordo.

A B: Hablando de padres y padres de la patria. ¿Vos viste de quién es la ilustración?
S R: Fíjense ustedes lo que es la ilustración, “El general Don José de San Martín” óleo de autor anónimo  realizado en Bruselas, en 1824, Diseño de Tapa Paola Martini.
A B: Me pareció fantástico que sea de autor anónimo.
S R: Porque además la imagen se fija en este niño que inventa el narrador, ¿una imagen preclara, no? Frente a una confusión total y un desvarío. Da para muchas lecturas, esta es una, pero da para muchísimas, yo primero pensé “el antitestimonio”, pero después dije no voy a hablarles a los psicoanalistas de testimonios, mejor me voy por otro lado, (risas).
Público: Alejandra arrancó con esto de registrar una experiencia y de alguna manera me parece que cuando alguien presenta un libro de algo de eso se trata, de esa lectura que hizo, de esa experiencia que puede decir para generar algún deseo en alguien más. Siempre está como esa intención por detrás de una presentación de un libro. Y me parece que eso no tiene mucho que ver con la idea de testimonio en sí mismo, porque realmente cuando vos decías esto del título del libro y la preidea que uno se puede hacer de que va a encontrar una novela histórica..., si uno conoce a Germán García va a saber que no, pero si no lo conoce…
Público: Me parece, yo no he leído Cancha Rayada, he leído Nanina, pero sí me parece que en Germán García hay un registro de una experiencia. Hay ahí alguien que tuvo una experiencia y que está hablando de eso, de un modo legible, más o menos legible o lo que sea, pero que está hablando de eso. Y pensaba también en lo que hablaba Roly de Gloria, pero tampoco es que ella intenta testimoniar sobre las vidas de esta gente es la experiencia de esta mujer en esa red de secretos y confesiones que ha recibido y tampoco es la idea de armar la historia de esa gente. Es más bien la experiencia de esta mujer atrapada, me da esa impresión del lugar de Any, en esa historia, que me parece un lugar interesante para contar algo.
S R: Sí, estoy totalmente de acuerdo porque si uno bucea en los otros escritos de García y en los nombres, Germán Leopoldo, acá esta su experiencia. Además de dónde venía él, familia de metalúrgicos, el nació en una familia obrera, en la casa no se leía. Después pasa al círculo, como dijo Alejandra, al círculo literario y es su crítica, y sus críticas son evaluadas como psicoanalíticas y él no sabía quién era Lacan y se pone a leer lo que dicen los demás que son sus críticas. Además la cuestión de lo popular y lo culto, esta mezcolanza irreverente es propia de alguien que pude transitar esos mundos por su experiencia. Eso no quiere decir que el narrador sea Germán García. Pero hay ficcionalización de García, por cierto que hay de su experiencia.
Otra cosa muy linda que dijo es que volvió a la Argentina porque las relaciones en Barcelona, en España donde estuvo eran relaciones laborales y él quería recuperar la amistad quería recuperar otras relaciones que no se redujeran a las relaciones laborales y a mí eso me pareció fantástico.
R A: Para seguir lo que decían, hay algo en Gloria que no se trata si Gloria, Nuria o… sino de la protagonista y de cómo le llegan esas historias; no se trata de esas historias y si esas historias son tal cual, es un momento de su vida acotado a la residencia en esa casa y cómo ella forma parte de un círculo de amistades, al cual luego de ese período ella decide dejar de lado. Dice “me voy” y de hecho se va de esa casa a otra. Es verdad que uno puede confundirse y pensar que los protagonistas son tal o cual, pero en verdad es ella la que está contando su vida a partir de esas historias que le fueron llegando en ese momento puntual de su vida.
A B: aparte siempre esta una pregunta ¿Cómo fue a parar ahí? Fascinación de este lugar del que hablabas vos y de repente nunca sabe. No soporta a nadie pero no puede irse de donde está y le llegan las historias y la atraviesan, desde una resaca hasta verse envuelta en esta especie de crimen. Es como un folletín policial.
Publico: esa imagen es fantástica, cómo le llega la información a ella sin buscarla.
Publico: yo pienso en la tapa, es la misma diseñadora, con Gloria te da más ganas de leerla, porque con la otra parece una figurita de la primaria.
S R: claro no te da pistas, te des-pista. Es provocativo, no tranquiliza a nadie.
R A: A mí me quedó una marquita, una reflexión del personaje de Any, “imposible, ¿cómo saber que algo era imposible?, porque solo se trataba de eso, siempre se trataba de eso. El universo de la neurosis recortaba el mundo, era el primer conejo introducido en la galera más vieja del mundo. Simplemente algo se configuraba como imposible, aunque fuera lo más cercano a la posibilidad, lo más inmediato, lo mas verdadero, lo único posible”.

A B: Muchas gracias.