DESCARTES. El análisis en la cultura N°15/16 (julio 1997). Sumario y Editorial. FRD#30años

DESCARTES. El análisis en la cultura. N° 15/16. Julio 1997.


Director: Germán L. García
Consejo de dirección: Guillermo Belaga, Graciela Avram, Luis Varela, Miriam Chorne, Graciela Musachi, Jorge Alemán, Marcelo Izaguirre.
Traducción: Susana Lauro, Daniel Lascano, Patricia Heffes
Difusión: Adriana Testa, Coral Mora, Alicia Alonso, Daniel Lascano
Corresponsales: Miquel Bassols (Barcelona), Marco A. Mauas (Israel), Mercedes de Francisco (Madrid), Josefina Ayerza (Nueva York), Diana Kamienny y Hugo Freda (París), Marcela Antelo y Antonio Quinet (Brasil)
Corrección: Alejandra H. Glaze


SUMARIO


Presentación — Germán L. García

ANUDACIONES
Comprender la locura — Raymond Queneau  
La palabra clave. La palabra impuesta. El neologismo - Guillermo Belaga  
Baudelaire y Lovecraft — Eduardo Pablo Giordanino
El número y la palabra en la poética de Cesar Vallejo - Alba María Paz Soldán  

MALESTARES
Apuntes sobre la moda — Alejandra Vitale  
Teatro: el espacio y la escena — Marcela Antelo  
El amor cortés — Ramón Menéndez Pidal  

SABERES
Lacan con Borges — John T Irwin  
Macedonio Fernández, una lectura francesa — Jean-Claude Masson  
Gombrowicz y la novela argentina — Ricardo Piglia  
Giorgio Agamben: Estancias de la cultura europea — Miriam L. Chorne  
El manuscrito del Ulysses — Harry Levin  

POSICIONES
Proust en España — Luis Maristany  
El objeto Sade. Genealogía de un discurso crítico: de Babel, revista de libros (1989-1991) a Los Libros (1969-1971)
Wouter Bosteels y Luz Rodríguez Carranza

BIBLIOTECA
Comentarios sobre Jean-Claude Milner, Rosa Chacel, Horacio González, Liliana Bellone, Isabel Steimberg, Fernando García, Jean Delumeau, Ambrose Bierce y Mario Teruggi.




EDITORIAL


PRESENTACION

Ni los mismos seguidores de Freud le perdonan eso que en definitiva venía a decirnos: que lo serio del hombre consiste en que el hombre está estructurado como un chiste.
Oscar Masotta, 1973.

El primero de octubre de 1973, en la Facultad de Medicina de Buenos Aires, Oscar Masotta habla sobre Sigmund Freud y la fundación del psicoanálisis. De ahí es la cita que ahora (advertidos por lo que Jacques—Alain Miller llamó política del Witz) tiene para nosotros un relieve diferente.
En aquella ocasión se discutía con lo que se llamaba izquierda freudiana. Y Oscar Masotta observaba: “Es interesante recalcar el hecho curioso de que ninguno de los dos más altos exponentes de la vuelta a Freud y del materialismo dialéctico como modelo de las epistemologías haya intentado realizar la conexión entre el materialismo y la vuelta, que personalmente ni Althusser ni Lacan hayan tomado el partido de aclarar definitivamente la cuestión” (Ensayos lacan ianos, pág. 194).
“Definitivamente”— es una ironía. El equívoco se mantenía con una precisión asombrosa. Lo supimos mucho después, por confesión de Althusser.
Jacques Lacan, por su parte, sostuvo el malentendido hasta el final, sin ceder por eso en la búsqueda de lo unívoco. Porque ese malentendido constituye nuestra época: “. . .la experiencia es incompatible con la certeza —escribe Georgio Agamben— y una experiencia convertida en calculable y cierta pierde inmediatamente su autoridad. No se puede formular una máxima ni contar una historia allí donde está vigente una ley científica”.
Es por eso que el pase —como el Witz que lo inspira— introduce la comunicación indirecta, invoca la integral de equívocos de la lengua, orienta las subjetividades. Es una “experiencia” contra el héroe moderno que ilustra “hazañas irrisorias” en el extravío.
Este número invoca la literatura y tiene un ausente clave: Samuel Beckett. En el próximo diremos la causa de esta ausencia.


Germán L. García
Buenos Aires, 1977

Reseña Descartes 15/16. El análisis en la cultura (julio 1997).-Fernando Tarrago. FRD#30años

En la revista Descartes N° 15/16, Germán García escribe su nota editorial con un epígrafe de Oscar Masotta “lo serio del hombre consiste en que el hombre está estructurado como un chiste”. Un pase de taquito para hallar en la sección Anudaciones, un texto de Raymond Queneau titulado Comprender la locura. Para lectores no-incautos, tanto el titulo como el texto gozan de un sentido peyorativo. Luego de las enseñanzas de Lacan a partir del seminario sobre las psicosis y las criticas fuertes a la comprensión jasperiana, no queda otra que no leer. A este lector no-incauto no le hace falta leer el texto: ya lo sabe de antemano. Pero la tesis de este comentario será justamente la contraria. Posicionarse en incauto y prestarse a la vida del texto, quizás ahí se encuentre un placer, un goce siempre nuevo.
Comprender la locura podría ser un capítulo o comentario de esa obra que Raymond Queneau se propone llevar a cabo bajo el título: En los confines de las tinieblas. Los locos literarios. Obra de los años 30 que presenta una clasificación extraordinaria: Crear un género por fuera de las clasificaciones prestablecidas, que bajo el mismo género y en condiciones específicas, se alojen determinadas singularidades conjugando el grupo de los “locos literarios”. Esa obra no consiguió ser publicada hasta muchos años después, cuando R. Queneau ya contaba con la fama y cierto respaldo del establishment literario, posterior a su muerte.
La posición del incauto hace que surjan varias sorpresas al leer el texto: ¿En qué otra parte he leído un cuento que se proponía una clasificación alocada como esa? Si, una pista estará en las Palabras y las cosas de Michel Foucault, voy a ese texto y aparece el hallazgo: Jorge Luis Borges y El idioma analítico de John Wilkins, enciclopedias y clasificaciones disparatadas que crean mundos como sujetos a los cuales se aplican estas clasificaciones, nunca del todo consistentes, nunca del todo cerradas y homogéneas. Concluyo: Borges se toma en serio a Queneau y viceversa. Crean unos sujetos singulares totalmente inclasificables, despertando y potenciando a la lengua y sus posibilidades. Quien sino Borges como miembro más de ese taller literario  OULIPO.
Comprender la locura: nunca más clara las resonancias con ese escrito de Lacan titulado Acerca de la causalidad psíquica de 1946. Quien escribirá: “Emprendemos este camino para estudiar las significaciones de la locura, como nos invitan a hacerlo los modos originales que muestra el lenguaje, esas alusiones verbales, esas relaciones cabalísticas, esos juegos de homonimias, esos retruécanos que han cautivado el examen de Giraud, y diré ese acento de singularidad cuya resonancia necesitamos oír en una palabra para detectar el delirio, esa trasfiguración del termino en la intención inefable, esa fijación de la idea en el semantema (que tiende aquí, precisamente, a degradarse en signo), esos híbridos del vocabulario, ese cáncer verbal del neologismo, ese naufragio de la sintaxis, esa duplicidad de la enunciación, pero también esa coherencia que equivale a una lógica, esa característica que marca, desde la unidad de un estilo hasta las estereotipias, cada forma de delirio, todo aquello por lo que el alienado se comunica con nosotros a través del habla o de la pluma”. Imagino esa otra interlocución, entre Lacan y Queneau, en el marco del memorable Seminario de Kojeve, en París, sobre Hegel, durante años anteriores a la hechura de esa frase sobre la locura: “Lejos de ser un insulto para la libertad, es su más fiel compañera; sigue como una sombra su movimiento”. La locura como esa forma humana, demasiado humana de habitar una lengua sin los prejuicios de las clases y los déficits ante la norma.
Locos literarios: no será un insulto, quizás podrá ser una ironía. El psicoanálisis no será nunca una religión, tampoco una ciencia, menos operará inventando nuevas perversiones. ¿Qué tradición a aquellos que escriben en este campo? En palabras de Jacques Lacan “En cambio, en su terreno, el análisis se distingue por la extraordinaria capacidad de desatino y confusión que convierte a su literatura en algo ante lo cual no hará falta, les aseguro, mucha distancia para hacerla entrar toda entera bajo el encabezamiento de los locos literarios”. Tradición inventada por Queneau.


DESCARTES. El análisis en la cultura N°14 (diciembre 1995). Sumario y Editorial. FRD#30años

DESCARTES. El análisis en la cultura. N° 14. Diciembre 1995.


Director: Germán L. García
Consejo de dirección: Guillermo Belaga, Graciela Avram, Luis Varela, Miriam Chorne, Graciela Musachi, Jorge Alemán, Marcelo Izaguirre.
Traducción: Valeria Mendizabal, Déborah Fleischer, Azucena Matarazzo, Daniela Rodríguez de Escobar
Difusión: Adriana Testa, Coral Mora, Alicia Alonso, Daniel Lascano
Corresponsales: Miquel Bassols (Barcelona), Marco A. Mauas (Israel), Mercedes de Francisco (Madrid), Josefina Ayerza (Nueva York), Diana Kamienny y Hugo Freda (París), Marcela Antelo y Antonio Quinet (Brasil)
Corrección: Fernando García


SUMARIO


Presentación  

ANUDACIONES  
Interpretación y verdad - Erie Laurent
Anatomía analítica - Genevieve Morel  
El síntoma - Colette Soler  
El fin de la identificación - Ana Ruth Najles  

SABERES  
Los tres lectores del psicoanálisis — Jorge Baños Orellana  
¿Pesimismo freudiano? - Graciela Musachi
El sueño cartesiano de la matematización - Luis Varela  
Tiempo y modalidad - Jesús A. Zeballos
El Midrash, su interpretación - Eugenia Fridman Dimerman

MALESTARES  
Umberto Eco, la pasión del conocimiento - Eduardo P. Giordanino  
Fernando Pessoa: ser o escribir - Marcelo Casarín  

POSICIONES  
Presencia de Jorge Alemán - Germán L. Garcia  
Françoise Sagan: El último mundo nuevo - Alexandre Kojeve  
Proust palimpsesto - Gérard Genette
BIBLIOTECA
Comentarios sobre trabajos de Nelly Feuerhahn, Marie Christine Hamon, Silvia E. Tendlarz, Elisabeth Saporiti, Fernando García, Roland Dumas, Marie Pierre de Cossé Brissac, Françoise Giroud, Déborah Fleischer, Jacques Lacan, Jacques—Alain Miller, Eric Laurent, Jorge Yunis y otros.





EDITORIAL


PRESENTACIÓN

No salimos porque ya nos creemos fuera. Si nos supiéramos encerrados, por lo menos tendríamos ganas de salir.
A. GIDE (Paludes)

Hace diez años, cuando empezó la publicación de la revista Descartes, nuestra ciudad despertaba de una pesadilla y entraba en el sueño de angustia que condujo a la disolución de la moneda, a la transformación en mensaje del silencio nocturno de los asesinatos anteriores, a la instauración de la “reserva moral” de una crueldad sentimental.
Entonces publicamos la Carta sobre el estatuto del psicoanalista, de Jacques-Alain Miller (con el tiempo, Descartes se convirtió en la única revista de nuestro campo que jamás publicó algo de Jacques Lacan).
Pero también se publicaron trabajos sobre el peronismo, los derechos humanos, el trinitarismo español, el lugar de las utopías.
En la presentación del primer número se puede leer: “Descartes es una decisión que al mismo momento de preguntar responde a una contingencia: la actualidad del psicoanálisis en nuestro país y en nuestra lengua, su anudación con países de otras lenguas”.
Tampoco faltó a la cita Macedonio Fernández con su advertencia de que no toda es vigilia la de los ojos abiertos, ni Jorge Luis Borges con la ironía de que Victoria Ocampo nunca pudo hacer una revista porque admiraba a todo el mundo y le salían antologías de notables.
Descartes, entre el activismo y el fatalismo del momento, trató de recordar la diferencia entre significado en la historia y significado de la historia, a partir de la función ordinal del sufrimiento que convierte en síntoma a cualquier “ingeniería social” —la expesión es de K. Popper—.
Diez años después, la difusión de la cultura de la autorrealización de los norteamericanos se disputa la función del ideal con la cultura europea de la responsabilidad. De un lado se generaliza la noción de adicto como compulsión que entra en cortocircuito con el relato del yo autónomo (no puedo hacerlo / no puedo dejar de hacerlo), del otro se responde con diferentes tesis a las tres preguntas de Kant (con una moralina tediosa que intenta soldar las pulsiones y la sexualidad).
El hacer, el conocer y el esperar —aludidos y eludidos en cada ocasión— ordena las diferentes tácticas, estrategias y políticas.
Hacer instituciones que interpreten lo que está en juego, conocer la lógica colectiva de las decisiones y esperar —sin temor y sin esperanza— lo que se desea, sería mostrar de hecho nuestra simpatía con Spinoza, sin olvidar la lección de Sade cuando Jacques Lacan lo confronta con Kant.
Varias de las revistas que eran nombradas en la presentación del primer número de Descartes ya no existen y en su lugar muchas otras proliferaron, tanto en castellano como en otras lenguas. El lugar de esta revista, entonces, ha cambiado. Y ella también tendrá que cambiar.
En 1937 nuestro país rindió homenaje al aniversario de la aparición del Discurso del Método —habían pasado 300 años.
En 1996 la Fundación Descarles realizará un encuentro internacional para recordar los 400 años del nacimiento de René Descartes: es nuestra manera de hacerle cosquilla a la certeza de Hegel, que apenas si podía aceptar nuestra existencia en el lenguaje y nos condenaba a estar fuera del discurso.
El reciente libro de Horacio González sobre Macedonio Fernández —un verdadero fuera de discurso— muestra la seriedad de alguien que intentó ser un cómico, el amor y la amistad de un solitario.
¿Acaso aquel del dicho al hecho ignoraba el sentido que está en juego en la decisión de no callarse cuando es el caso, para guardar silencio en la ocasión?: “Antes de hacer hablar a los hechos es conveniente reconocer las condiciones de sentido que nos los dan por tales. Por eso pienso que la consigna de regresar a Descartes no estaría de más.” (J. Lacan, Escritos, T. 1, pág. 153.) A nuestra manera, es lo que hacemos, en una perspectiva transpolítica.
Germán García
Buenos Aires, diciembre de 1995

Reseña Descartes 14. El análisis en la cultura (diciembre 1994) -Maria Marta Gianni- FRD#30Aaños

Cuando Claudia Castillo me propuso comentar alguna Revista Descartes, entre las que quedaban vacantes, elegí la número 14, motivada por un artículo de Graciela Musachi titulado: ¿Pesimismo freudiano?, luego me di cuenta de que había sido publicada en 1995, el mismo año en que yo iniciaba mi recorrido en el Centro Descartes. Mi primer contacto con el psicoanálisis había sido veinte años antes, en 1975, con mi primer análisis, siendo yo muy pequeña; desde entonces mi deseo de ser analista no había dejado de insistir.
Así fue como recién recibida de médica, comenzando mi formación como psiquiatra, llegué al Centro Descartes, que en ese momento funcionaba en un hermoso edificio antiguo situado en la esquina de Pueyrredón y Corrientes, buscando algo más, con un optimismo magnánimo.  
Amparada por el saber médico universal, comencé mi práctica hospitalaria con niños, con un entusiasmo y un furor curandis que no tardaron en desvanecerse ante la imposibilidad de erradicar el dolor, dar sentido y acercar a cada uno a un supuesto lugar de bienestar ideal.
Tal vez por eso el artículo de Musachi refiriéndose al pesimismo freudiano no me cayó nada bien en ese momento. Hablar de pesimismo parecía cerrar una puerta que estaba comenzando a abrir.
Recién después de varios años de lucha, dividida entre el saber médico y el discurso analítico, pude releer este artículo desde otra posición, que hoy entiendo como menos entusiasta, pero más deseosa.
Allí Musachi pone en cuestión el pesimismo freudiano a partir de la lectura de Análisis terminable e interminable, donde Freud presenta inicialmente variaciones en su posición. Las referencias pesimistas abundan, entre ellas podría citar: que “todo progreso nunca es sino la mitad de grande de lo que al comienzo se espera”, que “en estado de crisis agudas el análisis es poco menos que inutilizable”, lo compara a una “prédica en el desierto”, y se pregunta “cómo se podría abreviar la duración fatigosamente larga de un tratamiento analítico”. Freud cuestiona si es posible alcanzar una curación duradera y prevenir enfermedades futuras; plantea el analizar como la tercera de las profesiones imposibles, junto a gobernar y educar, pero no duda en dar una salida al decir: “¿Dónde y cómo adquiriría el pobre diablo aquella aptitud ideal que le hace falta en su profesión? En el análisis propio.” Pobre diablo; así llama Freud a quien inicia su camino como practicante del psicoanálisis. Más adelante agrega que “todo analista debería hacerse de nuevo objeto de análisis periódicamente, quizá cada cinco años, sin avergonzarse de dar ese paso”.


En el artículo, luego de una minuciosa elaboración, Musachi plantea que Freud es pesimista en un sentido general, al constatar la miseria sin fin del humano, pero en su ética no lo es. Y concluye diciendo que “Freud no es pesimista respecto de la cura analítica, pues hace de lo imposible su conveniencia” ya que plantea el enigma de la sexualidad como un llamado a la elaboración del saber en el campo del psicoanálisis, siendo su posición afín al deseo del analista.


La presentación del número 14 comienza diciendo: “Hace diez años, cuando empezó la publicación de la Revista Descartes, nuestra ciudad despertaba de una pesadilla…”(…)“Descartes es una decisión que al mismo tiempo de preguntar responde a una contingencia: la actualidad del psicoanálisis en nuestro país y en nuestra lengua, y su anudación con países de otras lenguas”


De este modo la revista Descartes presenta artículos de disciplinas diversas e invita a zambullirse en la zona de interés de cada uno. Al inicio encontramos una conferencia de Eric Laurent, Interpretación y verdad y luego diferentes artículos que toman referencias fundamentalmente literarias y filosóficas. Un comentario sobre Umberto Eco, otro sobre Fernando Pesoa, uno de Germán García sobre la presencia de Jorge Alemán en el Centro Descartes, otro de Alexandre Kojeve sobre Françoise Sagan, de 1956,  integran una serie que abre diversas posibilidades de lectura e investigación.


La revista Descartes, con sus múltiples derivas y una perspectiva transpolítica, despierta. No enseña, pero invita a leer y aprender a quien tenga un deseo decidido. Es el reflejo de lo que el Centro Descartes propone.