Con profunda tristeza lamentamos comunicar el fallecimiento de Germán García.
A través de una transmisión en diálogo permanente con las tramas de cada cultura, el compromiso de Germán García con la causa analítica ha inspirado en varios países y distintas lenguas el interés por el psicoanálisis y la enseñanza de Jacques Lacan. Sin infatuación, con ese humor y apetito por las ideas que lo hacía estar siempre un paso adelante, provocando el despertar. Su inimitable estilo, así como su constante entusiasmo condensan el movimiento de una insistencia que está presente en la serie de sus revistas, la lista de los grupos e instituciones que ha creado, y a los que ha pertenecido; sus cursos y conferencias; la serie de sus novelas, ensayos, publicaciones.
Hacemos llegar nuestras condolencias y afecto a Graciela Avram y a su familia.
Consejo de Gestión y Miembros del Centro Descartes.


BREVES 18-LECTURAS COMENTADAS- DICIEMBRE 2018-BIBLIOTECA DEL CENTRO DESCARTES#NANINA50AÑOS












                                                    Juan José Becerra-Guillermo Saavedra                                                                                               Myriam Soae-Marcelo Izaguirre-Andrea Buscaldi                                                                                                                                 
                                                                                                                                 
                                                                                                                                    Nanina 50 años
                                                                                                         Por Juan José Becerra. Escritor.

Nanina y Cancha Rayada
                                                                     
   Germán García publicó Nanina, su primera novela, en 1968. Tenía 23 años. Inmediatamente, su libro pasó a competir en la lista de best sellers con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Ganaba y perdía siempre “ahí” mientras por abajo, en la realidad siempre mal entendida de la literatura, las que competían eran dos ofertas formales muy distantes: por un lado, la novela testimonial de iniciación de García, protegida por la diégesis de las obras de Jack Kerouac y Henry Miller (fuga y sexo, respectivamente, más la fuerza juvenil que sostiene ambos deportes); por el otro, el fantaseo mitológico y selvático del Caribe, con sus picos de fiebre, que elevó la figura de Márquez y aplanó las expectativas de lo que entonces se entendía por literatura latinoamericana.
   Nanina vendió decenas de miles de ejemplares y la parte del stock que sobrevivió a las ventas fue incinerada por el gobierno de Onganía. El toreo estatal cerró su círculo con una denuncia del fiscal Guillermo de la Riestra, quien llevó a juicio penal a García por  “publicaciones obcenas”. La nueva figura de la literatura argentina tenía todo: precocidad, éxito, prestigio e incorrección; además de ilegalidad, el gran valor agregado del arte. Pero Germán García no terminaba de digerir el malentendido, por lo que decidió realizar una maniobra al borde del accidente, digamos un giro en U, y escribir Cancha Rayada, en la que la página 79 se hace presente un epígrafe de Sandro: “Si yo pudiera explicar ese boom...”
   Si se observan los hechos con el propósito -imposible- de restaurar la época, esa maniobra tiene fines literarios. Se olvidan las referencias a Kerouac, Miller y otros docentes vitalistas y, con ellos, el tributo al testimonio; y se abreva en Borges (Tiresías en la novela) ya en la primera página, a quien  uno de los tantos narradores le dice: “mi cuerpo habla un lenguaje que no entiendo”. Borges, que aparece en Cancha Rayada como un dios gagá que habla con la sencillez sobrecodificada de un Papa, es el primer nombre de una guía en la que aparecen Joyce, Kafka, Sartre, Sófocles, García Lorca, etc. Contra la vida de Nanina, la literatura de Cancha Rayada.
   Lo que García nos tiende es la trampa que nos hace creer que la familia “verdadera” de Nanina será borrada por la familia “compuesta” de Cancha Rayada. Pero como todas las familias son inventadas (todas las familias no son otra cosa que una novela familiar), Cancha Rayada se convierte en una máquina que estabiliza su variedad de ritmos, escenarios y voces bajo la unidad de la parodia. La literatura no es testimonial ni vital: es un aparato.
  Esa maniobra aparente de borrar Nanina con Cancha Rayada, vista en términos históricos, presagia la catástrofe que la época nunca imaginó para sí misma. La alusión a la batalla de Cancha Rayada, la escena del auto oscuro equipado con ametralladoras y el fracaso de unos agitadores que no pueden colgar un pasacalles en nombre de la Revolución, le dan a la novela el perfil del oráculo que le habla a un sordo. Cancha Rayada es una novela de la vanguardia, a la que el texto sigue aportando su cuota 45 años más tarde y, además, anuncia una tragedia que nadie quiso escuchar.  

                                        
                                            Informes para el psicoanálisis. Una salida, Germán García, Otium, 2018
                                            Por Guillermo Saavedra. Escritor. Lecturas Críticas, Noviembre 2018.

ANTES DE CONVERSAR, UN RECONOCIMIENTO

   Palabras pronunciadas antes de un diálogo público con Germán García sobre su libro Informes para el psicoanálisis. Una salida. Fundación Descartes, 13 de noviembre de2018. Estar hoy aquí, en este lugar que es una evidencia del esfuerzo de Germán García por sostener una conversación entre el psicoanálisis y otros discursos de la cultura, y participar de la presentación de este libro es, para mí, una ocasión para la evocación y la gratitud. Evocación porque los textos que reúne este libro fueron publicados originalmente en Babel, una revista que tuve la posibilidad de codirigir y que significó, para muchos de los que la hacíamos, una presentación en sociedad o, como diría el propio Germán, una entrada en la literatura argentina.
   La gratitud es, sin ninguna duda, hacia el propio Germán. En primer lugar,por las largas charlas mantenidas, desde un poco antes y hasta un tiempodespués de los tres intensos años que duró Babel, en el bar de la librería Gandhi de la calle Montevideo. En ese módico mar de los sargazos intelectuales que navegábamos entre todos hacia el final de la primavera alfonsinista, Germán conseguía situarse siempre en el lugar menos esperado y más productivo para pensar un problema, una obra, o la reputación de un autor; para pensarlo por fuera del sentido común y de cualquier otra forma de cristalización. Y yo, con la inescapable altivez provocadora de la juventud, lo acicateaba cada vez que podía, como una suerte de abogado del diablo que, a decir verdad, no había terminado la carrera de derecho. Pero, si esas charlas concitaban mi atención se debía en primer lugar a que yo tenía muy claro que ese tipo más bien bajito, de mirada vivaz y sonrisa pícara que era capaz de hablar del peronismo con ademanes de dandy y de Gide o Dostoievski con un estilo canyengue, casi justicialista, había escrito una novela como Nanina que, junto a El frasquito de Luis Gusmán y El fiord de Osvaldo Lamborghini, había puesto en cuestión lo que se entendía hasta entonces por literatura en la Argentina; y había sido uno de los animadores de las revistas Los libros y Literal, donde él y esos mismos–entre otros– autores se dedicaron a fundamentar teóricamente lo que habían puesto a funcionar con aquellos libros hoy míticos; y había escrito, entre otros ensayos, dos textos fundamentales sobre Macedonio Fernández.
   Yo también sabía, desde luego, porque eso estaba en primer plano en el presente de Germán a fines de los ‘80, que durante los años espesos de la dictadura él había continuado la labor de Oscar Masotta en España en tornoa Lacan y el psicoanálisis y que, regresado a la Argentina, había creado la Biblioteca Internacional de Psicoanálisis y la revista Descartes. Pero de todo ese recorrido intelectual de Germán dedicado a labrar las hectáreas criollas del Campo Freudiano se ocupa muy bien Beatriz Gez en el prólogo al libro que hoy presentamos; y, además, en ese momento, un poco
agobiado por el manierismo pedante y más de una vez gratuito de muchos lacanianos, ya que no de Lacan, yo miraba de reojo y con escepticismo lo que pudiese venir de esas tierras feraces y demasiado locuaces. Y fue precisamente la aparición de las columnas de Germán en Babel, que me
llegaban a la redacción a veces traídas por su hijo Fernando y en otros casos por alguno de sus asistentes, que comencé a reconciliarme gradualmente con esos estantes de mi biblioteca personal. Porque, revisitado por Germán, el decir de Lacan –sobre cuya significación última disputaban por entonces demasiadas iglesias– se tornaba para mí, y supongo que para muchos de nuestros babélicos lectores, legible. Esto es, no unívoco, sino poroso, permeable a distintas aproximaciones. Al mismo tiempo, consciente de que hablaba desde una posición en un campo minado por las disputas y unas cuantas mezquindades, había siempre en las columnas de Germán una afirmación de ese lugar, explícita, sin tapujos, pero sin descalificar nunca el lugar de los demás. Ese gesto, que a algunos podrá parecerles secundario, me permitió leerlo con la confianza que se otorga a quien se presenta a cara limpia y el respeto que merece el que
respeta a los demás.
   No voy a extenderme mucho más en esta enumeración porque el propósito de esta noche es conversar con Germán, pero no puedo dejar de mencionar una cosa más, de enorme valor afectivo, aunque aparentemente alejada del motivo de este encuentro: el hecho de que Germán haya acompañado hasta el final a ese gran amigo que fue Ricardo Piglia cuando ya no era fácil hacerlo. Ese solo gesto da por sí solo la dimensión de una ética que no se juega exclusivamente en la obra o en el ejercicio de una profesión sino también en el reconocimiento de un otro en el que tal vez, arriesgo, Germán supo reconocer una forma de su propia extimidad. Son estas, en fin, algunas de las cosas que necesitaba agradecer hoy públicamente a Germán antes de dar comienzo a una conversación con él.

                                   Todo y nada de todo. Claudia D´Amico (Editora). Ediciones Winograd,2007
                             Por Myriam Soae. Miembro del Centro Descartes. Lecturas Críticas, Octubre 2018

   Esta selección de textos del neoplatonismo latino medieval reunidos por Claudia D´ Amico, nos introduce en un universo conceptual en donde se discuten y se argumentan nociones tales como Dios, la nada, el todo, el ser, el uno, lo múltiple, el conocimiento, la ignorancia, lo infinito, lo excluído y lo absoluto. A lo largo de los trabajos que se presentan podemos inmiscuirnos en una porción de la historia del pensamiento, ya que el libro en su conjunto permite ser leído con una lógica que articula los conceptos de un siglo a otro y apreciar así la influencia de la filosofía
griega a la teología cristiana. Se traza de este modo un hilo que enhebra pensadores como Mario Victorino, San Agustín, Meister Eckhart y Nicolás de Cusa entre otros. A lo largo de la lectura encontramos la fusión de conceptos y los rasgos diferenciales que van adquiriendo en cada uno de los exponentes.
   D´Amico explica que una filosofía neoplatónica se distingue por una reflexión de lo Uno “en lo múltiple y por sobre lo múltiple”. Este rasgo inaugura un pensamiento novedoso ya que no hay oposición con lo múltiple sino que se ubica a lo Uno “como anterioridad absoluta carente de toda oposición”. Precisamente ésta es la base de todo neoplatonismo. En la versión cristiana medieval presenta un nuevo giro, lo Uno es uni–trino. La alteridad, presente en la versión pagana donde se distinguen lo Uno absoluto y lo Uno que se piensa a sí mismo, desaparece. Para el cristianismo lo Uno pasa a ser un principio ntelectual del cual depende todo orden del ser.
   El libro nos acerca traducciones inéditas acompañadas por el texto en el idioma original. Éstas a la vez están prologadas por elaboraciones de estudiosos de la materia, indispensables para adentrarse en el libro con una orientación lúcida. El volumen concluye con un estudio sobre las imágenes medievales que instalan la representación de Dios en la cultura, complementando así la intelección de la trinidad a través de los sentidos, en una particular relación entre lo sensible y lo inteligible.


 Diccionario del léxico corriente de la política argentina Palabras en democracia( 1983-2013)
Andreína Adelstein y Gabriel Vommaro (coordinadores editoriales) ,Ediciones UNGS, 2014
Por Marcelo Izaguirre. Miembro del Centro Descartes. Lecturas Críticas, Noviembre 2018

Palabras políticas

   En cuanto tuve el libro en mis manos lo primero que se me ocurrió fue recordar los años 70, y un rumor bajo la forma de chiste que circulaba por entonces, con relación a una teoría del significante  y la identificación: entre otras, había dos consignas que circulaban por entonces, Perón – Evita, la patria peronista y Perón – Evita la patria socialista. El rumor era que Perón decía que estaba claro quienes estaban del lado de él. Incluso si ustedes juegan con la ubicación de la coma, como hace José Antonio Millán en Perdón, imposible  terminarían dando la razón al político. 
   En cuanto empecé la lectura y leí la primera frase de Adelstein que dice que la lengua es un objeto de reflexión vasto y sumamente complejo tuve otro recuerdo, en este caso vinculado a estos tiempos y se refiere a un amigo, que decía que a unos abogados amigos suyo le había causado gracia cuando en una audiencia ante el juez, al interrogarlo sobre una familia con problemas de violencia familiar, todo lo que pudo contestar aquel amigo al juez que esperaba las palabras del “perito”, es que era un tema muy complejo.
   En este caso Adelstein da algunos argumentos sobre las razones de la complejidad de esta obra realizada por 65 autores, con 106 entradas: que el léxico de la política, tema comprendido en el diccionario, se caracteriza por ser inestable y a menudo vago. Rasgo que se pone de manifiesto por ser un léxico altamente polisémico, pues las palabras presentan una gran variedad de significados. Es decir que a una complejidad, la lengua, se sumaron otras, la cantidad de autores y las características del tema tratado. Lo que conduce a que el resultado sea como destaca la Dra. Adelstein, un diccionario hibrido. Lo que no le resta valor en absoluto al trabajo. 
Por ello puedo decir que si bien no sé lo sucedido con los autores, en lo que a mí respecta no me comprenden las afirmaciones de Nicolás Rosa, quien al editar el Léxico de lingüística y semiología expresó que “El léxico –como el diccionario- comparten una misma fatalidad: su peculiar organización deja insatisfecho tanto al lector como al autor”. Más bien acuerdo con lo que decía Carlos Correas hablando sobre el entendimiento en Hegel, que los diccionarios van al concepto de las cosas, a lo esencial de algo. Aunque como es sabido es imposible definir todo.  El ejemplo que daba era que si uno quería entender lo que era una mujer, era necesario ir por otra vía. Pues el diccionario aclara que mujer es lo propio de lo femenino y si uno busca femenino, lo reenvía a mujer. Que en algunas ocasiones los diccionarios servían, pero en otras no.
   En todo caso, para quienes se han dedicado a la práctica del psicoanálisis, ámbito donde no  han faltado diccionarios, no resulta una novedad la complejidad de la lengua y la variedad de significados de las palabras. Desde la Psicopatología de la vida cotidiana o la Interpretación de los sueños de Freud. Aunque como es sabido, desde diversos sitios y en particular desde los ámbitos del poder, se ha intentado aclarar el significado de las comunicaciones, órdenes y directivas, pero a pesar de ello  el malentendido del lenguaje se ha impuesto.
   Para todo aquel que tenga una queja sobre la ausencia de algún término, nunca faltan (ni los términos ni los que se quejan), se encarga Andreína de hacer saber que los diccionarios siempre son parciales. Y aclara también, lo que parece adecuado, que los responsables de los contenidos son los autores de cada artículo.
   Siguiendo con el método comparativo, en la primera página del apartado correspondiente a Gabriel Vommaro encontré que exponía diferentes momentos desarrollados en la obra de Jacques Lacan. De entrada cuando alude a que el lenguaje constituye el mundo, si bien él remite a Austin y sus realizativos o performativos; podemos encontrar afirmaciones de esa naturaleza en el escrito de Función y campo de la palabra y el lenguaje de 1953 (es el mundo de las palabras el que crea el mundo de las cosas, afirmaba el francés, siguiendo una idea hegeliana, poco antes de que el inglés diera su charla en Harvard).
   Inmediatamente se encarga de aclarar que el lenguaje, no obstante, no es la única forma de producción del mundo, ya que el mundo social es producido por los objetos que los actores hemos puesto en él, así como aquellos que hemos producido. Fue la respuesta de Lacan ante las críticas que recibió por su pasión por el lenguaje de los comienzos lo que lo condujo a hablar del das ding, ese objeto que está excluido del campo del significante, pasando por el objeto de la angustia para culminar en las letosas.
   Finalmente Vommaro alude a Durkheim para hacer saber que no sólo hay palabras y objetos, sino también instituciones, normas, etcétera, que pesan sobre el presente al orientar las acciones de las personas. El sociólogo francés fue un autor al cual Lacan recurrió para explicar las familias contemporáneas, a diferencia de Freud.
   Pasando a los términos del diccionario encontramos  algunos que presentan una metonimia con los cuales se podría hacer con ellos solos un pequeño librito, como ser ajuste, blindaje, cepo, corralito, convertibilidad. Sobre el final de corralito se afirma: “Sería otras de las páginas oscuras de la ‘patria financiera’ iniciada con la dictadura”. Lo cual nos devuelve al artículo de Vomaro que recurriendo a Durkheim expresaba que el presente se orienta por el pasado. Y… podríamos ir más atrás de la última dictadura,…
   Más allá de los términos y de esta gigantesca tarea que se han impuesto los 65 autores que han configurado esta obra, para quienes siempre tienen las reservas pertinentes respecto de los diccionarios y Aldestein habla de eso en su introducción, tomaré dos breves ejemplos. En El diccionario del habla de los argentinos editado por la Academia Argentina de Letras si vamos a la palabra popular encontraremos que dice: “En estadios y en hipódromos, gradería, sector de las localidades de menor precio”. A diferencia de ello tenemos un artículo de Pierre Bordieu titulado ¿Dijo usted popular? Y comienza citando el Petit Robert del año 1979 que entre otras cosas, más interesantes que los estadios e hipódromos reservado a los más pobres, afirma que “Pertenece al pueblo, emana del pueblo, gobierno popular. Véase Democrático”. Y está claro que el matiz ideológico que tiene esta obra, como dice Aldestein en el comienzo, sitúa a la misma del lado del Petit Robert, más que de la academia de Letras.
   Uno de los términos que me interesó tomar fue el de populismo, del cual el autor da una serie de caracterizaciones a partir de la adjudicación en su momento a John Locke, pasando por los movimientos del siglo XX que la sociología sitúo entre la tradición agraria y la modernidad industrial: Cárdenas, Vargas, Irigoyen y Perón son los líderes latinoamericanos que estarían comprendidos como tales. Dos de esos autores son destacados por Jacques Ranciere en un artículo sobre el inhallable populismo. Han sido tiempos de ampliación de derechos pero no bien vistos por los sectores liberales, se agrega.
   En el comienzo del ciclo de la democracia  comprendida en el libro, no fue muy usada la expresión y se consideró como populista a toda iniciativa de intervención del Estado en la sociedad o los mercados. Será a partir del año 2003 que será identificado más con el autoritarismo, con un matiz conflictivo, más que por la intervención en la economía. Término que debe ser leído  junto con el de republicanismo y en tal sentido llama la atención que Eduardo Rinesi, el autor del referido populismo, no haga mención a ello siendo que él había compilado junto con Gabriel Vommaro un libro en el que había un artículo en el que se contraponían esos dos términos: populismo y república; libro que sí está citado en la bibliografía: Si este no es el pueblo. Hegemonía, populismo y democracia en Argentina.
  De todas maneras en el apartado correspondiente Sergio Morresi afirmó que “No obstante, el republicanismo volvió a ocupar un lugar importante en el habla cotidiana luego de la elección de Nestor Kirchner como presidente, cuyo gobierno al igual que el de Menem fueron percibidos contrarios al republicanismo. Aunque si a uno se le criticó la ausencia de virtud, al otro se le criticó el autoritarismo, la hegemonía”.
   Resulta interesante como el abecedario condujo a que el término que continuó a republicanismo, fue el novedoso riesgo país. O sea que a los republicanos  siempre le continúa el riesgo país. Siempre, como se ha dicho a lo largo de este diccionario, han sido los sectores liberales los que por una razón u otra la emprendieron con el populismo. Hay un libro de reportajes compilado por José Natanson, en el que interrogado Luis Romero sobre el liderazgo de Kirchner, respondía que “Como forma es la continuidad  de los liderazgos populistas típicos de la historia argentina”.
   Me interesó tomar en particular ese término de populismo porque es un tema central en los últimos tiempos de nuestro país y también en el mundo, y con relación a ello hay un libro muy interesante que no ha podido ser citado entre las referencias de los autores de este diccionario pues fue publicado en el año 2017. Me refiero a El cambio y la impostura de Ezequiel Adamovsky. Allí señala que populismo fue la palabra elegida del año 2016, por una entidad que se dedica al estudio de la lengua española. Y entre otras cosas, para explicar las arbitrariedades del uso de los términos, afirma que ninguno de los amantes de la República dijo nada cuando un simple juez (jueza en verdad) se arrogó el derecho de reemplazar un presidente elegido democráticamente por otro que nadie había votado (alude al reemplazo de Cristina Kirchner por Federico Pinedo).
   Del populismo podemos  pasar a Democracia, crispación y blindaje. En aquel apartado se puede leer una crítica a la idea de democracia a partir del famoso “la casa está en orden” y el pacto de Olivos y el pasaje de la democracia a la democratización en la etapa que comienza en el año 2003, con el deslizamiento de democracia y libertad al vínculo entre democracia y derechos. Respecto a la crispación se pasa del matiz negativo del término a la inversión en una Cris-pasión como clave de una batalla cultural que dio el kirchnerismo. Resulta curioso porque esa supuesta batalla cultural, con signo invertido obviamente, es la que propone el macrismo desde su llegada al poder (es lo que comenta Adamovsky y también Vommaro en su último artículo en Le Monde diplomatique). Por último al hablar del blindaje se destaca que el monto final del préstamo del FMI al gobierno de De La Rúa alcanzó a 39.700 millones de dólares. Y se señala, que el 19 de diciembre de 2000  “El presidente destacó que el blindaje marca una nueva etapa para el gobierno y evitará ‘sorpresas desagradables’ a la sociedad”. Es decir, exactamente  un año antes de los episodios de diciembre del 2001, durante los cuales la sociedad además de la masacre, se llevó varias sorpresas desagradables. Dadas las circunstancias actuales y si como afirma Vommaro, el pasado orienta el presente, deberíamos preocuparnos un poco sobre el futuro del año próximo.

                                            Lacan saluda a Tristán Tzara, Revista Descartes 10, Mu, el vacio, 1992
                                            Por Andrea Buscaldi. Miembro del Centro Descartes
  
  En 2015, escribí una reseña sobre Lacan saluda a Tristán Tzara, un artículo de Germán García, publicado en la Revista Descartes 10. Fue en ocasión del 30 aniversario del Centro Descartes...no voy a contar la historia, sólo un fragmento del pasado historizado en el presente. 85’: la Biblioteca Internacional de Psicoanálisis (BIP), se proponía...anudar lo que venía de Oscar Masotta con lo que se había generado a partir del viaje de Jacques Lacan a Venezuela. 86: la Revista Descartes se inicia como parte del llamado “Proyecto Descartes” y su editorial advierte estar  más cerca del amorodio borgiano que de la irresistible admiración de la Ocampo por la antología para amigos. Es decir: la Revista Descartes no es una revista complaciente y menos con sus lectores.
   La Descartes 8/9 fue publicada en 1991 y está dedicada a La causa freudiana.  Es el resultado del material presentado en el IV Coloquio Descartes (2018: XXXII) y abre una discusión sobre los modos institucionales del psicoanálisis en nuestro país. La siguiente Descartes, la resignifica: “Ahora, llegado el número diez se divisa una perspectiva diferente: en vez de buscar un lugar es necesario calcular una articulación.”  Es el fin del verano porteño del 92’ y a dos meses de la fundación de la EOL, Jacques-Alain Miller dicta la clase inaugural del Centro Descartes, plantea un debate sobre los dispositivos de carteles y pases y señala al Centro como el lugar donde darlo. Apela a una suerte de oxímoron: el Centro no es central en la Escuela, está al lado y "es más fácil debatir al lado que debatir en el centro”. Centro al lado.  
   En esta ocasión, tengo la oportunidad de reescribir aquella reseña, porque al artículo de GG se le puede aplicar rigurosamente la teoría del iceberg de Hemingway: “Hay nueve décimos del bloque de hielo bajo el agua por cada parte que se ve de él”. Es decir: no sólo hay que leer en el sentido amplio del término; también hay que ir a leer, a agarrar los libros, literalmente.
  “Vengo de Argentina y les hablaré de Sami Rosenstock, un escritor rumano conocido como Tristán Tzara.”  El artículo fue presentado por el autor en el Encuentro Jacques Lacan, Paris, 1991.  Aquel “saludo” de Lacan, se redobla en GG: compara la oposición entre Dada y el surrealismo con el Delenda est iniciado por Lacan en 1980 (la llamada disolución): “La causa freudiana no tiene más muebles que mi buzón.” (Señor A, Carta del 18 de marzo de 1980). 
   Cinco años antes del grito de guerra, Quizás en Vincennes (1975), Lacan organiza un programa (Lingüística, Lógica, Topología, Antifilosofía): “...de lo que se trata es no sólo de ayudar al analista con las ciencias que se propagan según la modalidad universitaria, sino de que esas ciencias encuentren en su experiencia la ocasión de renovarse.” Lingüística: la gramática hace del sentido “una cantinela”, el equívoco es un fallido logrado. Si el “yo” es la gramática, las formaciones del inconciente, su división subjetiva.  San Juan y Milner son citados a modo de ejemplo. Lógica: “A condición de que sea destacada como ciencia de lo real por permitir el acceso a ella del modo de lo imposible”. Topología: “Entiendo matemática...para proveerle al analista aquello de lo que carece, o sea, otro apoyo que el metafórico”.  En Lacan saluda a Tristán Tzara, GG, se pregunta: “¿Qué es llamado Antifilosofía? La investigación de lo que el discurso universitario debe a la “suposición” educativa, sin que se trate de una “triste” historia de las ideas. Recoger con paciencia la imbecilidad que está en juego en el asunto, para valorar la raíz indestructible de este sueño eterno”. Finalmente, define el mencionado Programa lacaniano “como una apuesta universitaria despegada de pretensión educativa”. ¿Otro oxímoron? GG plantea un oxímoron retórico con respecto a la presentación del dispositivo de carteles: “¿El cartel, anunciado en esta misma intervención de 1980, es un modo de enseñanza anti-educativa? La enseñanza, en la ocasión, se opone a la educación y la palabra “saber” aparece una sola vez en la Ornicar 1.”
   Sobre la comparación planteada al comienzo del artículo, GG señala que “Lacan con su Delenda está más cerca de Dada que de el surrealismo”.  En la carta del 18 de marzo, se compara con Tzara: “Este señor Aa es antifilósofo. Es mi caso. Yo me sublevo, por decirlo así, contra la filosofía. De lo que no caben dudas, es que es cosa terminada. Aunque me temo que le va a rebrotar algún retoño”.          En La aventura Dada, Georges Hugnet señala el fin del dadaísmo para evitar convertirse en tópico y academicismo. El punto cúlmine es el Congreso de París (1922). En palabras de Tzara, el dilema podría ser graficado del siguiente modo: Academia o Cabaret (el Cabaret Voltaire fue la cuna geográfica del dadaísmo). Por supuesto, para Tzara no hay tal dilema: la academia es sinónimo de “mercaderes de ideas y acaparadores universitarios”.  En la misma sintonía, Eluard y Satie se refieren de modo irónico al gran congreso destinado a delimitar los alcances del arte moderno. Sobre el dispositivo del cartel, es propuesto como “un saber anti”... otra suerte de oxímoron: “un saber que la educación quisiera jerarquizar.” Como el caso de Bernard Shaw que se vió obligado a suspender su educación justo cuando empezó la escuela.  El chiste radica en hacer de educación un antónimo de escuela.  Así, la palabra educación adquiere otros sentidos que no tienen nada que ver con la pedagogía o el bronce universitario.
  En Alocución sobre la enseñanza(1970), Lacan pone en relación tres términos: Enseñanza-Saber-Verdad. Una enseña no implica un saber, aún más, “la enseñanza podría estar hecha para hacerle de barrera al saber.” Echa por tierra con la supuesta transitividad inherente a  parejas de participios: enseñanza-saber; enseñante-enseñado. Recomienda reemplazar la supuesta transitividad por ambivalencia, pero aclara: amor y odio, no son todo uno, provienen de fuentes diversas. 
  En el caso de ”nuestro discurso, no se sostendría si el saber exigiera la intermediación de la enseñanza. De ahí el interés del antagonismo que destaco aquí entre la enseñanza y el saber”. El Saber deviene en Verdad a partir del medio giro por el cual el discurso del analista se distribuye de modo opuesto al del Amo. El Amo es “el enseñante como tal”...un signo. La verdad del discurso analítico se juega en la cadena significante vía regla fundamental.  “Es por la relación del saber con la verdad como nuestro discurso plantea la pregunta de si él no puede resolverla sino por la vías de la ciencia”. Es decir: la Lógica formal extendida a la estructura del lenguaje, desplegada cinco años después,en el Programa lacaniano (Quizás en Vincennes). 
  Freud enumera tres imposibles: educar, gobernar y psicoanalizar.  Conceptualiza la pulsión epistemofílica (trieb, deriva) y escribe Análisis terminable e interminable. Lacan realiza una rectificación semántica que va de psicoanalizado a psicoanalizante, del presente perfecto al futuro indefinido. La posición del psicoanalizante está determinada por “nunca estar a la altura de lo que de él cae de psicoanalizado”.
   En El psicoanálisis verdadero y el falso (1958), Lacan apela al término alemán Anschluss, esgrimido para nombrar la fusión de Austria y la Alemania nazi en una sola nación. Funciona de metáfora que advierte sobre la “shoah” de “hacer entrar al psicoanálisis en una psicología...bajo la etiqueta de una psicología general”.  Lo mismo vale, para la psiquiatría, la sociología, la filosofía.       Para Piglia, literatura y psicoanálisis son el arte de la natación.  La metáfora alude a la hija de Joyce: “Allí donde Ud nada, ella se ahoga”. El arte consiste en mantenerse a flote en el mar del lenguaje. GG suele llamar Manifiesto al Discurso de Roma pronunciado por Lacan durante la llamada escisión  y el retorno a Freud. Función y campo de la palabra y el lenguaje: la función es el lenguaje; el campo, la palabra. Es decir, no hay más allá de las palabras, ni detrás, ni delante, ni fondo.
   La Revista Descartes 10, llamada Mu, el vacío, alude a la presencia de una ausencia: no hay nombre propio en su portada, a diferencia de los números anteriores. Finaliza GG: “Pasamos de la exclamación !ah!, al objeto a, de la pasión primaria de la admiración a una lógica…a”   Qué más decir: ¡ni mu!


    



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