Revista Etcétera: edición especial sobre la revista Literal

http://www.descartes.org.ar/Files/etcmay11.pdf

Novedad editorial Leviatán: “La familia argentina” de Alberto Ure



El pasado martes 17 de mayo se presento en el Centro Cultural de la Cooperación el libro “La familia argentina” de Alberto Ure (Ed. Leviatán), con presentación de Cristina Banegas: “Una puesta en escena”, Postfacio de Horacio Gonzalez: “La precariedad del vivir” y contratapa de Germán García. En dicha presentación participaron Horacio González, Germán García, Cristina Banegas, Luis Machin, Claudia Cantero, Carla Crespo, Francisca Ure y Juano Villafañe.

Una puesta en escena.

“La familia argentina es la única obra de teatro que escribió Alberto Ure: el material presenta tal potencia en los discursos de los personajes, en su estructura dramática y en su humor salvaje que nos permite colocar la actuación como el eje organizador de la puesta en escena. Una actuación que lleva la marca de Ure, su posición estética e ideológica frente al teatro, a la relación del actor con el público, la construcción de una máquina poderosa en su expresividad, verosimilitud e intensidad emocional.

La familia argentina tiene como fondo histórico los noventa, de completo arrasamiento de nuestro país, y refleja, a través del triángulo incestuoso en el que estallan las relaciones familiares, gran cantidad de nudos culturales y políticos que dan cuenta de la descomposición social.

Podríamos decir que Ure plantea una estructura clásica, con un pensamiento contemporáneo, profundamente arraigado en los modelos de representación de nuestra cultura y de nuestro imaginario.”

Cristina Banegas

“Ure habló jocosamente -¿Qué tiempo verbal emplear para una vida plena que está afectada por su retiro de la actividad, cuidado con amor y ahora fuera del mundo que le era propio?-, para pensar un tema grave. Buscó, teorizo y se revolcó entre paredes en nombre de una estética nacional, que pasara de lo burlesco a lo grave. Esto está en su pensamiento teatral y en su pensamiento político. A un periodista alemán que cierta vez, con su poderoso grabador en ristre le preguntara sobre Brecht, le responde con un desafío que podria pensarse un tanto rencoroso: “de lo único que quiero hablar es de la deuda externa de mi país”. Pero esa respuesta era también un ensayo teatral. Formaba parte de su mundo encrespado de contrastes. Finalmente, como lo evidencia, La familia argentina, deseaba devolverle a los trágicos antiguos, lo que el psicoanálisis parecía haber capturado …¿Cómo heredero? ¿Cómo usurpador? La obra es tragicómica y dolorida; el psicoanálisis esta en su centro como un experimento de lenguaje que se pone a consideración del espectador moderno, que quizás encierre el recuerdo del espectador antiguo. A éste parece querer devolverle la palabra”

Del Postfacio por Horacio Gonzalez.

“La familia argentina no es una tragedia, por eso no se trata de la inmolación de un psicoanalista. Sino de la ciada de una mascarada: el héroe que desafía los “prejuicios” al convertirse en amante de la hija de su mujer, cede hasta ser victima de los estragos de la relación entre las dos mujeres. La venganza de la hija, la madre que continúa sus dominios por otros medios y el psicoanalista que al final es el testigo impotente de la reconciliación entre madre e hija en nombre del niño que nacerá, sin que pueda reclamar su paternidad.

El despojo del psicoanalista parece recuperarse por una actividad creativa, al precio de abandonar su preciado lugar sostenido en el cinismo profesional de una institución donde cada uno sospecha la impostura del otro.

Alberto Ure, con el talento que le conocimos como director, maestro de actores y lucido analista de su política del arte, sabe que la modernidad no conoce el destino, que el incesto es una farsa en medio de la comedia de quienes realizan hazañas irrisorias en el extravío generalizado. La familia argentina se sitúa en el momento en que es anunciada “la muerte de la familia”, un vano sueño que desconocía la capacidad de mutarse de esta institución milenaria”

De la contratapa por Germán García

Alberto Ure (Buenos Aires, 1940) es figura irradiante en el teatro argentino de los últimos treinta y cinco años. Dirigió Atendiendo al Sr. Sloane, Hedda Gabler, Telarañas, Puesta en claro, Antígona, Los invertidos, El campo, ¡Amor! ¡valor! ¡compasión! y Don Juan, entre muchas otras obras que se constituyeron en hitos de la cultura nacional. Como maestro de actores para teatro y televisión, modificó la estética naturalista que dominaba la escena argentina. Escribió Sacate la careta y Ponete el antifaz.

Novedad Ediciones Biblioteca Nacional


LITERAL: Edición facsimilar


La colección Reediciones y Antologías está animada por una mirada que vuelve sobre los textos pasados. Una visita curiosa y cauta que intenta traer al presente un conjunto de escritos capaces de interpelamos en nuestra existencia común. Trazos sutiles que convocan a despertar la sensibilidad crítica de un lector, desprevenido u ocasional, que encontrará en estos volúmenes buenas razones para repensar nuestra incierta experiencia contemporánea.

Cara oculta de la luna literaria, verdadero Lado B de los 70, Literal emerge de las zonas menos exploradas pero no por ello menos traumáticas de aquel período. Si el inescrutable terror de aquellos años -huelga aclararlo- fue proporcional al grado de politización social de los 60, Literal delata el doble fondo de las "desapariciones" de aquel período. De ningún modo podría considerarse que algunas de las cosas que se interrumpieron con el paréntesis de la dictadura se reanudaron con la restitución democrática. También las sofisticadas tramas de la cultura fueron desarticuladas por el laborioso ardid de los oscurantistas.

En ese contexto de descompensación de relojes Literal comporta un valor significativo para comprender aquellos convulsos años. Pero quizá no sea ese fecundo valor documental que atesoran los magazines la más importante tasa que Literal venga a cotizar con creces a cuatro décadas de su primer número.

De la contratapa.

Nuestras familias de la TV norteamericana - Segunda Parte

Podemos prescindir del Nombre del Padre como real
con la condición de servirnos de él como semblante (*)


Lo que vendrá: ¿Volver al futuro anterior?
Tal vez la próxima familia de las series sea una compuesta por humanos y humanoides que engendren entre sí, o en laboratorios, descendientes en diferentes planetas, por lo pronto ya se está hablando de una nueva era de viajes a la Luna:
¿Será una vuelta de tuerca a Perdidos en el espacio, a Crónicas marcianas, a El planeta de los simios, a la reciente Futurama? ¿O a Star Treck?, ese gran sueño futurista que bien podría ser pensado como la familia espacial del futuro, una hermandad originaria, que no está basada en la sangre aunque haya algunos que la compartan, sino en una unión de conquista en donde los conquistadores son individuos, no son familias Cartwright ni Ingalls.
¿Será una remake o un wiederholem o una copie conforme?
Pensar el futuro es ingresar al registro de lo fantasmático, del otro como amenazante, no sólo de sí mismo, sino de la especie e inclusive del planeta y del universo conocido. Es imaginar nuevas organizaciones sociales y familiares pero lo que no se observa en las series actuales es una fuerte presencia de la cultura Trans, ¿aún hoy se reprimen en los contenidos de los medios los cambios en la sexualidad de los sujetos?

Cultura y familia
Al respecto los mitos dicen que siempre se es extranjero en el origen. El Otro se encuentra en los relatos fundacionales que se repiten, con diversas variaciones, en todas las sociedades. Por eso me pareció apropiado pensar a las familia argentina, atravezada por ese gran Otro de la cultura occidental que es EE.UU.
En el estudio de las lenguas, algo que indentifica a un pueblo, se ha demostrado que la escritura nace a partir de un encuentro entre los fonemas de un pueblo con los signos de otro pueblo, no nace sino de la apropiación de algo que no le pertenece.
En lo individual también siempre se es extraño a sí mismo, lo dijo Sigmund Freud cuando concibió a la familia a partir del complejo de Edipo, y se opuso a la idea de identidad del yo = yo, para decir que el yo, y sus objetos, surgen por identificación a algo del deseo de los padres que es tomado como propio.
En lo más íntimo de la identidad hay algo del Otro, lo que permitió a Jacques Lacan crear un neologismo: extimidad. El sí mismo de un sujeto no es lo interno, es lo íntimo pero como algo de extraño, un vacío que tiene relación con el deseo del sujeto, una carencia en ser que llama deseo y que orientará todas sus búsquedas en la vida.
A partir de la identificación inconsciente se crean las fantasías inconscientes del sujeto, lo que se llama el fantasma del sujeto, condición previa a la elección de los objetos del deseo. Condición del amor, decía Freud.
Este fantasma establece en el sujeto neurótico una inercia, una repetición en relación a los objetos del deseo, que establece las condiciones de amor del sujeto pero no establece a priori a ningún tipo familia o de pareja como un universal.
Asistimos a la época de las nuevas conformaciones familiares, un estado de situación diferente al modelo patriarcal de familia que sostiene las nuevas búsquedas individuales, familiares, sociales, tanto en la Tierra como en el cielo.

La familia funcional no existe
Así como Freud cuestionó la noción de identidad al sostener un deseo inconsciente, también cuestionó al ideal de familia de su época, la familia patriarcal. Si bien postuló a la figura del padre como aquella que puede servir como sostén de la identificación, la clínica, y se ve claramente en su célebre caso Hans, le enseñó la debilidad de la célebre figura patriarcal. El padre ya no podía garantizar el funcionamiento de la familia burguesa, el padre también generaba síntomas.
De allí que habría que hablar siempre de familia disfuncional, o más precisamente de familia sintomática….
Eso quiere decir que los paradigmas, los modelos de familia van cambiando de acuerdo a los ideales de la época para cada cultura. Esto es interesante pues produce una inversión a la concepción tradicional y que es retomada por el discurso de los medios y que dice que la familia es la base sobre la que se estructura la sociedad, sino que la familia es un efecto de la cultura, un producto con síntomas tomados de ésa época.


Luis Polo


(*) El Otro que no existe y sus comités de ética.
Seminario de Jacques-Alain Miller con colaboración con Éric Laurent.
Edit. Paidós, Argentina. 2005



Nuestras familias de la TV norteamericana (*) - Primera parte

El estilo del escritor es, en última instancia,
la sublimación del dialecto de los padres. Thomas Mann

¿Por qué la familia, la sociedad misma, no serían ellas
creación a edificarse de la represión? Televisión. Jacques Lacan



En Familia, capítulo del libro Fantasmas. Imaginación y sociedad, de Daniel Link, se lee que el paradigma de la familia burguesa del siglo XIX fue la de los Mann, debido a que no prefiguró la crisis definitiva del humanismo y su ideal de progreso al cual adherían. Los Mann recurrieron al medio privilegiado de su época, la escritura, para contar, tuvieron escritores en las distintas generaciones, sus conflictos, marcados - paradójicamente, sintomáticamente - por varios suicidios.
Este libro – junto a otros sobre psicoanálisis- más los debates en el Grupo de Cine, foro de cine de internet al cual pertenezco, despertaron mi interés por las familias norteamericanas que la TV, la gran máquina discursiva del siglo XX, propuso a través de las series a mi generación.

Desde los ‘60, época de rupturas culturales y de formalización de la familia contemporánea, la TV introdujo a Los Locos Addams (The Addams family), primera familia disfuncional integrada. La cultura de la muerte es tratada en tono de comedia y allí aparecen desfigurados por la caricatura algunos íconos propios del relato del cine de terror. Se suavizó su matiz siniestro y se universalizó como familia, sustentada principalmente en la sensual figura de la madre, Morticia, por sobre el enamorado y caballero padre, Homero Addams. Sus absurdos personajes tenían un discurso mordaz e inteligente opuesto al de la familia patriarcal burguesa. Este discurso la ubicaba en sintonía con la contracultura de la década la que proponía cuestionar a todo el esquema de la cultura occidental. Para los más radicalizados se trataba de terminar, lisa y llanamente, con la familia, ya sea para vivir en una pequeña comunidad en la campiña sin el modelo patriarcal, acorde al discurso sostenido por el hippismo (heredero en algún punto de la beatgeneration) o en la sociedad igualitaria como superestructura que la borraba, acorde al ideal socialista, o como una práctica de los ideales anarquistas.
La contracara de Addams fue la patriarcal Cartwright, familia boyscout del Lejano Oeste, que liderados por Ben, padre viudo y sabio, dieron vida a Bonanza. Fue la primera serie de EE.UU. en colores, contó con el auspicio de la General Motors,y tuvo la mayor audiencia de EE.UU. por algunos años.
También surgieron familias de dibujos animados con la particularidad de que trataron el tema de la familia en el pasado y en el futuro sin diferencia alguna. Eran familias tradicionales, padres, madre, hijos conviviendo juntos, en las que lo extraño, lo desconocido de cada época, ya sean dinosaurios en el pasado o el más allá del espacio en el futuro, no generaba una amenaza a la indestructible raza humana y a su núcleo, la familia: Los picapiedras (The Flintstones) y Los Supersónicos (The Jetsons). Ambas, creadas por Hanna y Barbera, constituían un mismo discurso optimista estructurado de modo tal que lo que ocurrió en el pasado continuaría en el futuro. En esa teleología, Pedro Picapiedra se transformaba en el Sr. Súper Sónico unos siglos adelante.
No es ocioso recordar que los ’60 fue el escenario de la carrera espacial (eufemismo para nombrar la Guerra Fría entre EEUU y la URSS). Como curiosidad, el antiguo aeropuerto de la ciudad de Corrientes, construido en esa época, recordaba en su arquitectura a Los Supersónicos.

En los ’70, cuando expiraba Bonanza, comenzó Little house on the prairie, conocida en Latinoamérica como La familia Ingalls. Se continúa con la óptica épica en una familia funcional que se traslada a una granja bajo el mando del padre, pero esta vez están presentes las mujeres, no sólo la familia burguesa se completó, sino que se cerró la simbología del ethos fundacional del discurso de la conquista de los grandes espacios, constitutivo de EEUU. En la serie se trataban, por primera vez, temas conflictivos de la época, como la adicción y el racismo, pero siempre desde la perspectiva del paraíso recuperado. En los mismos años, Family planteaba una continuidad,incorporaba nuevos conflictos, como el del embarazo y la adopción, pero desde una óptica realista, ya que se trataba de una familia californiana de los ‘70 liderada por un abogado.

En los ’80. Pero era tan fuerte el mensaje de los Ingalls que unos años más tarde, en los ’80, los adolescentes concibieron un graffiti, un grito desesperado: La familia Ingalls no existe. Su disconformismo reflejaba la inexistencia de una familia disfuncional en la TV, una familia más acorde a sus padres y a los que eran ellos mismos. No era para menos, era la época del oro y brillo de Dinastía, Dallas y Falcon Crest.
El amorfo Alf, recién llegado a la Tierra desde su planeta del que escapó en el momento del exterminio, no alcanzaba, pues, inspirada en E.T., proponía la unión sin lucha con el extraño a partir de la idea de un planeta Tierra como parte de un Cosmos posible, había ausencia de conflicto social.

En los ’90. Hubo que esperar hasta finales de los ‘80, a nivel mundial hasta principios de los ’90, para que, bajo la forma del dibujo animado, arribara Los Simpsons (The Simpsons), paradigma aún vigente de la familia disfuncional norteamericana, y occidental.
Los Simpsons es una familia unida o reunida por la adicción a la televisión. En realidad es más que eso, es una familia concebida por los códigos de la TV, es hija de la TV y nieta del cine, tan es así que en sus capítulos hay referencias explícitas a los grandes filmes. Sus temas son los que difunde la televisión, a partir del discurso de la televisión: la angustia existencial en formato enlatado en la dosis melodramática justa de manera tal que produzca el consumo de más TV, que despierte el deseo por los objetos que ella publicita y que preanuncia la escena (¿futurista? o ¿actual?) de presenciar la destrucción del planeta por TV a causa una emergencia nuclear. Instaló el paradigma: TV or not TV
En Los Simpsons estos temas son tratados con una acidez e ironía que la constituyeron en la sátira por excelencia al modo de vida de los EEUU.
El padre, Homero, es un haragán redomado que hace todo mal, trabaja a regañadientes, y provocando permanentes problemas, en una planta nuclear, pues lo que más quiere en su vida es mirar TV y beber cerveza. Homero y familia tienen un discurso opuesto a lo políticamente correcto. En ese sentido es una vuelta de tuerca sobre Homero Addams y es la contracara del poeta griego Homero –autor de la Odisea y de la Ilíada y creador de Ulises, el héroe por antonomacia-, ya que Homero Simpson es un hombre vulgar, inútil, sin imaginación, capaz de embarcarse en la empresas más absurdas, en las que sale derrotado. March, su mujer, nada puede hacer para detenerlo, tampoco su hija, la razonable y sensible Lisa. Bart, el hijo, es lo opuesto de su hermana, es un líder pero no responde a ningún ideal social, sólo busca su interés o beneficio. Maggie, la menor, es como un resto que no habla, sólo emite ruidos con su chupete.

Y en el 2000, ¿también?
En el 2000, época en que según las premoniciones futuristas de Los Supersónicos debíamos ir al shopping en vehículos espaciales familiares, continúan las familias disfuncionales y muy terrenales: Los Soprano (The Soprano) y Six feet under.
Los Soprano rompe la idea de una familia mafiosa al margen del sistema, más bien hay que pensar que la organización mafiosa es un producto del capitalismo. Los Soprano está plenamente insertada en el mundo de la producción capitalista y sus conflictos familiares son los actuales, tanto que el jefe concurre al analista para solucionarlos. Por esto la serie no se podía llamar Los mafiosos, sino que, como cualquier familia, se sostiene en su apellido.
Pero el rasgo de pertenecer a la mafia la hace diferente a las otras familias, es una familia oculta en el límite externo del sistema. Los Soprano tienen los códigos de vida o muerte para la convivencia y para la resolución de conflictos, los que a su vez le da pertenencia a un conjunto mayor: La Familia. Sus códigos no le impiden estar insertada en el mundo de los códigos del mercado capitalista del siglo XXI, mundo sin el contrapeso de los grandes discursos de la modernidad, mundo en donde la Ciencia y la Técnica se han independizado de los códigos morales de la modernidad. Jacques-Alain Miller y Eric Laurent dicen que es la época de la inexistencia del Otro y de los Comités de Ética.
Este estado de cosas favorece el desarrollo de las actividades de La Familia, fuertemente nucleada, como si fuera una tribu. Pensemos que los sociólogos hablan de esta época como neotribal, en el sentido que han surgido grupos que se conforman por un rasgo que los une y que los diferencia del resto: grupos étnicos, de gays, de alcohólicos, de panicosos, etc.
Six Feet Under se basa en la familia Fisher que tiene una empresa funeraria que lleva su apellido: Fisher & Sons. Pero la serie no lleva su apellido, es una perífrasis de la palabra muerto o de enterrado. En nuestro país era una costumbre comercial que el apellido presidiera a la actividad comercial funeraria, pero eso está cambiando a partir del pensamiento del marketing surgido a partir de la New age: la vida y después la muerte, como un estado de serenidad.
Los Fisher conforman otra familia limítrofe. Pero ella más que ninguna, tiene sus raíces en la tierra - allí radica la certeza y lo poético del título de la serie – está conectada de un modo casi único con la muerte.
Los Soprano son una familia que es aceptada por el conjunto de la sociedad, queda ubicada en el borde del conjunto, son recluidos allí como un tabú contagioso, si se entra en contacto se “pertenece”. La familia opera desde ese lugar, desde allí son capaces de eliminar a otros miembros del conjunto de la sociedad contando con la fuerza de las armas y del dinero y con la impunidad de arreglos con la policía y de los jueces.
Los Fisher son aceptados en la sociedad, pero es la familia que bordea el agujero de ese conjunto, bordea un límite interior, el lugar inefable de la pérdida universal, - dimensión de lo Real para el psicoanálisis -, el que dice que todo hombre es mortal.
Gracias al capitalismo una familia puede sustentarse con el lucro y el contacto diario con los muertos, con el rito sagrado de despedida final. Fisher & Sons es la familia que no tuvo Caronte (el barquero del infierno donde reinaba Hades), la misma que se le niega en otras culturas a los sepultureros.
La actividad funeraria ha encontrado su lugar y su desarrollo perdiendo en gran medida el rasgo segregativo: Fisher & Sons da existencia de familia a los Fisher
En Six feet Under, acorde al posmodernismo, impera el culto a la imagen, el maquillaje final que debe cubrir a un cuerpo, cualquiera sea su sexo y su estado de conservación, máscara que niega y acepta la muerte, pues intenta reproducir al muerto sobre su cuerpo ya muerto (el más perfecto y radical body paiting) en donde se sacraliza la imagen del cuerpo por sobre el rito religioso, cualquiera sea éste.
Six feet Under no hubiera existido sin la pre-existencia del culto al cuerpo propio del fin de siglo XX, el que comenzó en el gimnasio (sin la mayúscula de la época griega) y que luego pasó al quirófano estético del láser o a las inyecciones de botox como una nueva obsesión epocal.
La exhibición de la cirugías estéticas es la razón de su existencia social - no se habla en los medios sobre el evidente goce en juego para cada sujeto pero se lo exibe y hace lazo social -, cirugías que en los ’60 y ‘70, por ejemplo, constituían una minoría absoluta, al igual que los que conocían un gimnasio. Los mismos cuerpos que en vida sufrieron con placer las mutilaciones reparadoras de la cirugía estética, encuentran un verdadero spa de reparación post mortem que se oferta a todo. Tampoco hubiera existido sin la masificación de la estética de la moda, sobre todo la de los cosméticos (que se refleja en la imagen que abre cada capítulo) que hoy ha ganado terreno también entre los hombres.
Los Fisher no pueden ser una familia sagrada, tampoco dioses del Olimpo, tienen los síntomas de cualquier familia actual. Una de las virtudes de la serie es que los síntomas están personificados. La trama de la ficción se construye a partir de la identificación de un personaje con uno de esos síntomas: la esposa y madre adúltera que vive con culpa, el hijo homosexual y su novio negro y policía, otro hijo rebelde que se fue de la casa y se adaptó al sistema pero no está conforme y regresa, la hija adicta y lúcida, el empleado inmigrante que ama la profesión; una novia impulsiva e hija de prósperos psiquiatras que tiene un hermano con serios conflictos emocionales.
Pero el gran hallazgo de su trama es el diálogo que ya desde el capitulo uno los Fisher tienen con el padre, el que acaba de morir de manera tonta y deja una deuda que pone en riesgo el negocio familiar.

Desde el psicoanálisis
En ese sentido es lo que Jacques Lacan observa como cambio en la figura del padre del siglo XX, es un padre fallado, genera conflictos, al contrario de la propuesta de Freud, quien, si bien separó al padre genitor del padre función, con éste último intentó rescatar al padre como ley de la familia - que vincula al sujeto a la cultura, al más allá de los goces incestuosos que el Deseo Materno propone - y también de la sociedad. Freud postula que la familia y la sociedad son posibles a partir de la represión de las pulsiones de los individuos en beneficio de la construcción de lo social.
Dice Germán García en El malentendido de un siglo, artículo del libro D´escolar: “Si el siglo XVIII podía imaginar que la supresión de la religión daría a cada uno el disfrute de su sexualidad liberada de la culpa, el siglo XIX presenta un catálogo de patologías sexuales y una pérdida de la autoridad paterna (de nuevo, Kafka, Strindgber, entre otros) que hace tambalear a la familia.”
Con Lacan el padre, al comienzo de su enseñanza, es el significante que falta pero que hace posible la estructura, luego el padre es un hecho del lenguaje sostenido por la madre y más adelante sufre una pluralización, habla de Los nombres del padre y hace de él un semblante. Generalización que se encuentra en las conformaciones familiares actuales, en donde la mujer tiene un mayor peso, consecuente con los cambios logrados en sus derechos civiles en el siglo XX, o en donde la familia ya no es patrimonio exclusivo de los heterosexuales ya que los homosexuales han logrado, cambiando su discurso de los ´60, su derecho a ser padres, o porque gracias a la ciencia se puede ser madre con el aporte de un espermatozoide prescindiendo del acto sexual.
La crisis del Humanismo (la muerte de Dios, la muerte del Hombre, etc), los límites de la ciencia, la caída de los ideales políticos, impulsó a negativizar la idea de normalidad familiar. Se impuso el dualismo de familia funcional o familia disfuncional,
Desde mi opinión, y teniendo como sustento al psicoanálisis, ese dualismo no es suficiente para entender lo que sucede en la trama familiar actual. Hoy hay que hablar de familias sintomáticas, lo que se llama familia contemporánea, y ver cómo se posiciona cada sujeto en dicha trama de acuerdo a cómo opera su estructura inconsciente.


Luis Polo


(*) Publicado en El Nuevo Libre, nº 53, abril 2011, Corrientes.

Imágenes de la Jornada “La orientación lacaniana. Lo que se hace en el Centro Descartes” 19 de marzo de 2011






Apostilla de un sueño



Locura de la inocencia, perdón de la impaciencia, razones de la ciencia. Inclemencias divinas, fortuitos son los golpes que despertáis en mi conciencia, solo pensé repentina e incesantemente que un mensaje incierto se posaba sobre mí, viniendo de otro lado. Como un extraño lo sentí, me extrañé de él y él de mí, como no queriendo saber me escondí olvidando.

A la noche siguiente regresó, la imagen era la misma, avasallante y conquistadora me despertó. Esta vez no olvidé: la observé y por fin la interrogué.

Aquella imagen desfigurada era un garabato, parecía no querer decir nada, pero increpaba, asediaba incluso despertaba. ¿Acaso los sueños no permiten que sigamos durmiendo? y entonces ¿por qué me despertaba? El hombre anda medio dormido, cada tanto despierta de su letargo, angustiado, despabilado, ¡ahora sí que he despertado! hay sueños que despiertan para no seguir durmiendo. La imagen que golpeaba mi conciencia era un deseo oculto de la infancia.


Federico Pallaro



Conflicto, represión y recuerdo


Resabios del pasado que marcan el presente, condicionan el futuro y aportan un conflicto. Vivencias de la infancia, seducen, inspiran, rodeando uniformemente un racimo de recuerdos.

Bifurcaciones de la conciencia, divisiones que se multiplican en un laberinto que parece infinito. La sexualidad traumatiza, inquiere, cuestiona, pero por sobre todo provoca preguntas: ¿acaso alguien puede contestar que es una mujer? El hombre soberbio cree tener respuestas, incluso lo intenta, el hombre no hace más que mirar desde su lugar de hombre lo que tan sólo supone.

Vivencias pasivas que golpean, recuerdos que se reprimen y retornan desfigurados, ocasionando un penoso síntoma ¿acaso esos recuerdos son reales? ¿Acontecieron verdaderamente? Poco importa su examen de realidad, los pensamientos, las fantasías, ejercen una eficacia inusitada produciendo consecuencias en la estructuración del psiquismo. Aquellos dolores de la infancia se magnifican posteriormente oponiéndose a la idea común de que el tiempo desgastaría aquella marca. La infancia se convierte de este modo en una fuente indiscutible de pasado, presente y futuro, sustrayéndose del tiempo, pero ejerciendo un malestar sustituto.

Existen algunas escenas que están cargadas de afecto: El agasajo de un padre a un hijo, los miedos a la oscuridad, la perdida de un abuelo, la mudanza de una casa cargada de buenos momentos, los juegos, los amigos del jardín, las caricias de esas personas significativas. Pequeños momentos que marcaron nuestra vida y que siguen ejerciendo un influjo importante, muchas de esas escenas pertenecen al periodo de la infancia donde se produce la amnesia infantil.

Quizás muchos otros se convirtieron en momentos conflictivos que activaron la defensa provocando la neurosis. En su lugar se recuerdan con nitidez escenas que no significan nada pero que en realidad encubren otros recuerdos más dolorosos. Volver a recordar aquellas escenas, (al modo de Proust) es volver a recorrer aquel camino por donde se extravió el afecto de lo que realmente dolió y de este modo, a través de la palabra, convertirlo en algo diferente.


Federico Pallaro




salió Virtualia Nro 22

Entrevista a Emilio Vaschetto - Diario LA VOZ

LA VOZ
Entrevista a Emilio Vaschetto
A propósito de su libro
Los descarriados.
Clínica del extravío mental, entre la errancia y el yerro.

28/04/2011