Apostilla de un sueño



Locura de la inocencia, perdón de la impaciencia, razones de la ciencia. Inclemencias divinas, fortuitos son los golpes que despertáis en mi conciencia, solo pensé repentina e incesantemente que un mensaje incierto se posaba sobre mí, viniendo de otro lado. Como un extraño lo sentí, me extrañé de él y él de mí, como no queriendo saber me escondí olvidando.

A la noche siguiente regresó, la imagen era la misma, avasallante y conquistadora me despertó. Esta vez no olvidé: la observé y por fin la interrogué.

Aquella imagen desfigurada era un garabato, parecía no querer decir nada, pero increpaba, asediaba incluso despertaba. ¿Acaso los sueños no permiten que sigamos durmiendo? y entonces ¿por qué me despertaba? El hombre anda medio dormido, cada tanto despierta de su letargo, angustiado, despabilado, ¡ahora sí que he despertado! hay sueños que despiertan para no seguir durmiendo. La imagen que golpeaba mi conciencia era un deseo oculto de la infancia.


Federico Pallaro



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