Freud e Italia. ¿Quién era Sante de Sanctis?

Al final del texto “Una vivencia Religiosa” (Ein religlöses Erlebnis), de 1927, Freud cita a Sante de Sanctis de una manera precisa. “Remitiremos al lector a una excelente obra de Sante de Sanctis (La conversión religiosa, Bologna, 1924) en la que se utilizan todos los descubrimientos del psicoanálisis. Su lectura confirma la sospecha de que no todos los casos de conversión religiosa se muestran tan transparentes como el que antecede, pero también que nuestro caso no contradice en ningún punto las opiniones que la investigación moderna ha formado sobre esta cuestión.” Esta no era la primera vez que lo cita. Veintisiete años antes, en la “Interpretación de los Sueños”, cita varias veces el libro que de Sanctis publico sobre los sueños y las enfermedades mentales.

Las cosas en Italia no prosperaban en 1914; Freud en su ensayo "Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico", observa: "en Italia, después de un comienzo muy prometedor, la participación en el movimiento se ha detenido".

Sante de Sanctis (1862-1935) Medico Psiquiatra y Psicólogo. Estudio, por consejo de Cesare Lombroso, estudios clínicos y antropológicos de criminales. Luego se dedico a la neuroanatomía y a la psicología experimental, asistiendo a la Escuela de Antropología de Roma donde fue su maestro Giuseppe Sergi. En 1893 estudia hipnotismo con Forel en Zürich y trabaja como psiquiatría en la Salpêtrière de París. Allí conoce a Pierre Marie.

Si bien de Sanctis realizo estudios e investigaciones en torno a las Psicosis, y acuño el termino “Demencia Precocísima”, el lazo con colegas cercanos a Freud fue fluido: Edoardo Weiss (1889-1970) y Vittorio Benussi (1878-1927) entre otros.

El 16 de Junio de 1925, desde Viena, Freud le escribe al Profesor Levi-Bianchini que había recibido a Sante de Sanctis en su casa y que la velada había sido agradable, en esa misma carta Freud le cuenta, a su interlocutor, que le pregunto a de Sanctis si deseaba que entre a la I.P.A. la Sociedad Italiana de Psicoanálisis que Levi-Bianchini había creado en Mayo de ese mismo año, cosa que no sucedería. Pasaron siete años hasta que Weiss se traslade de Trieste a Roma por consejo de de Sanctis, y allí conociera a Emilio Servadio, Nicola Perrotti y Cesare Musatti; y funda, sobre la base de la S.I.P., la Sociedad Psicoanalítica de Italia; que finalmente en 1936 será reconocida por la Internacional. Poco tiempo después Weiss tendrá que irse de Italia.

Ignacio Penecino

LACAN - ADORNO - ORWELL: ENTRE ESTRUCTURALISMO Y EMPIRISMO.

En el capítulo “Deconstruyendo a los posmodernistas: Orwell y la transparencia”, de su libro La victoria de Orwell (Emecé, Bs. As., 2003), Christopher Hitchens muestra la actualidad de Orwell como escritor, en tanto “representante de la veracidad, la objetividad y la verificación”.

Existe un abismo intelectual, afirma Hitchens, entre la tradición “anglosajona” y los esfuerzos realizados por los teóricos “continentales” para explicar el mundo. “En las últimas tres décadas del siglo XX, el mismo reino anglosajón fue extensamente colonizado por las escuelas del posmodernismo y de la “deconstrucción” de los textos, por las ideas del nouveau roman y por aquellos que consideraban que la `objetividad´ era una ideología”. En este debate entre el empirismo y el estructuralismo, en estos enfrentamientos entre el “culto de lo arcano y lo `virtual´”, el nombre de Orwell surgía una y otra vez - en 1997, el asunto Sokal daría un nuevo giro a la discusión. Adorno y Chomsky eran citados como ejemplos de ambas posiciones.

En cuanto a Orwell, la gran importancia que otorgaba al lenguaje hizo que llamara la atención “sobre la importación subrepticia de opiniones dadas a través de eslóganes políticos y cuñas publicitarias y sobre la forma en que la gente caía en la trampa de expresar pensamientos convencionales que en realidad no le pertenecían” (La política y la lengua inglesa, 1946).

Las posiciones respectivas hacia “los hablantes” y al “habla” marcan la diferencia entre Orwell y Adorno. Espantado por la demagogia populista del despotismo moderno, Adorno sostiene que “los hombres de cultura y los refugiados como él mismo debían ser elitistas intelectuales sin disculparse.” En cambio Orwell apostó, a pesar de algunas recaídas en el pesimismo, a que “los profanos eran plenamente capaces de entender el lenguaje del templo y, por lo tanto, de penetrar en los supuestos secretos de la autoridad.”

En las décadas de los ochenta y noventa, dice Hitchens, se habló mucho y con vaguedad sobre la dicotomía entre langue y parole, en la obra de Lacan y Saussure, para definir el paradigma estructuralista. Con la langue es posible determinar las cuestiones con anticipación, mientras que con la parole es posible intercalar una o dos palabras. Para Perry Anderson, “incluso los escritores más importantes […] han alterado muy poco el lenguaje”. Orwell no es la excepción, pero, según Hitchens, supo aportar “un caudal de nuevos términos políticos al lenguaje”, y alterar “la forma en que incluso algunas personas relativamente iletradas se volvieron conscientes del poder que éste posee”.


España en la versión de Claude Simon y en la de Orwell
En el debate con el posmodernismo, las ideas de Orwell siguen manteniéndose en juego.
Los intelectuales militantes del estalinismo no le perdonaron su posición inquebrantable durante esos años en que la mayoría se doblegaba. Claude Simon, el gran practicante de la nouveau roman, que ganó el premio Nóbel de literatura en el 85, fue uno de ellos. Hitchens arremete en su ensayo contra él. El asunto fue que Simon sostuvo que la descripción de la guerra civil española que hace Orwell (Homenaje a Cataluña) fue “inventada desde la primera frase”.

Según Hitchens, Simon interpreta según su deseo. Miembro del Stalintern, Simon no corrió ningún peligro durante la guerra española, mientras que Orwell, alistado y comprometido con los militantes del POUM, tuvo que huir de Barcelona para no ser atrapado por los agentes rusos que habían torturado y asesinado a Andreu Nin. La incorporación de Orwell a un grupo disidente le permitió ver la verdadera historia de Cataluña, “la historia de una revolución traicionada”.

Orwell creía que “hasta las personas más simples pueden detectar la mentira, por eso escribía claro y distinto”. El lenguaje remite a hechos. Orwell confiaba en el lenguaje: “interesado y comprometido con el lenguaje como compañero de la verdad”, dio cuenta de que lo que importa no son los puntos de vista, ni lo que se piensa, sino cómo se piensa.


Graciela do Pico