Cuando Claudia Castillo me propuso comentar alguna Revista Descartes, entre las que quedaban vacantes, elegí la número 14, motivada por un artículo de Graciela Musachi titulado: ¿Pesimismo freudiano?, luego me di cuenta de que había sido publicada en 1995, el mismo año en que yo iniciaba mi recorrido en el Centro Descartes. Mi primer contacto con el psicoanálisis había sido veinte años antes, en 1975, con mi primer análisis, siendo yo muy pequeña; desde entonces mi deseo de ser analista no había dejado de insistir.
Así fue como recién recibida de médica, comenzando mi formación como psiquiatra, llegué al Centro Descartes, que en ese momento funcionaba en un hermoso edificio antiguo situado en la esquina de Pueyrredón y Corrientes, buscando algo más, con un optimismo magnánimo.
Amparada por el saber médico universal, comencé mi práctica hospitalaria con niños, con un entusiasmo y un furor curandis que no tardaron en desvanecerse ante la imposibilidad de erradicar el dolor, dar sentido y acercar a cada uno a un supuesto lugar de bienestar ideal.
Tal vez por eso el artículo de Musachi refiriéndose al pesimismo freudiano no me cayó nada bien en ese momento. Hablar de pesimismo parecía cerrar una puerta que estaba comenzando a abrir.
Recién después de varios años de lucha, dividida entre el saber médico y el discurso analítico, pude releer este artículo desde otra posición, que hoy entiendo como menos entusiasta, pero más deseosa.
Allí Musachi pone en cuestión el pesimismo freudiano a partir de la lectura de Análisis terminable e interminable, donde Freud presenta inicialmente variaciones en su posición. Las referencias pesimistas abundan, entre ellas podría citar: que “todo progreso nunca es sino la mitad de grande de lo que al comienzo se espera”, que “en estado de crisis agudas el análisis es poco menos que inutilizable”, lo compara a una “prédica en el desierto”, y se pregunta “cómo se podría abreviar la duración fatigosamente larga de un tratamiento analítico”. Freud cuestiona si es posible alcanzar una curación duradera y prevenir enfermedades futuras; plantea el analizar como la tercera de las profesiones imposibles, junto a gobernar y educar, pero no duda en dar una salida al decir: “¿Dónde y cómo adquiriría el pobre diablo aquella aptitud ideal que le hace falta en su profesión? En el análisis propio.” Pobre diablo; así llama Freud a quien inicia su camino como practicante del psicoanálisis. Más adelante agrega que “todo analista debería hacerse de nuevo objeto de análisis periódicamente, quizá cada cinco años, sin avergonzarse de dar ese paso”.
En el artículo, luego de una minuciosa elaboración, Musachi plantea que Freud es pesimista en un sentido general, al constatar la miseria sin fin del humano, pero en su ética no lo es. Y concluye diciendo que “Freud no es pesimista respecto de la cura analítica, pues hace de lo imposible su conveniencia” ya que plantea el enigma de la sexualidad como un llamado a la elaboración del saber en el campo del psicoanálisis, siendo su posición afín al deseo del analista.
La presentación del número 14 comienza diciendo: “Hace diez años, cuando empezó la publicación de la Revista Descartes, nuestra ciudad despertaba de una pesadilla…”(…)“Descartes es una decisión que al mismo tiempo de preguntar responde a una contingencia: la actualidad del psicoanálisis en nuestro país y en nuestra lengua, y su anudación con países de otras lenguas”
De este modo la revista Descartes presenta artículos de disciplinas diversas e invita a zambullirse en la zona de interés de cada uno. Al inicio encontramos una conferencia de Eric Laurent, Interpretación y verdad y luego diferentes artículos que toman referencias fundamentalmente literarias y filosóficas. Un comentario sobre Umberto Eco, otro sobre Fernando Pesoa, uno de Germán García sobre la presencia de Jorge Alemán en el Centro Descartes, otro de Alexandre Kojeve sobre Françoise Sagan, de 1956, integran una serie que abre diversas posibilidades de lectura e investigación.
La revista Descartes, con sus múltiples derivas y una perspectiva transpolítica, despierta. No enseña, pero invita a leer y aprender a quien tenga un deseo decidido. Es el reflejo de lo que el Centro Descartes propone.
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