Silvia Elena Tendlarz, Conferencias Porteñas


El presente Coloquio tiene un nombre propio, Jacques-Alain Miller, como otrora, hace diez años, el Coloquio del que Miller hizo la clausura titulado Jacques Lacan. Es un ámbito para reflexionar y conversar acerca de los tres tomos de las Conferencias Porteñas, de reciente aparición, y, sobre todo es la ocasión para producir un intercambio fecundo acerca de la transmisión de Jacques-Alain Miller en la Argentina durante estos últimos treinta años. Y esto a sabiendas que la verdadera trasmisión en psicoanálisis no es la de un saber sino la de un deseo, es la trasmisión de un estilo marcado por una singular posición subjetiva que Miller ha dado prueba en todo este tiempo.

En relación a la enseñanza dice Miller. “Enseñar a los otros no tiene valor sino es a la vez analizarse a sí mismo. Eso es lo que Lacan decía cuando pretendía enseñar en cuanto analizante (t. 3, p. 273). Como así también: “La enseñanza de Lacan era la continuación de su análisis por otros medios. Me parece que era, no diré un modelo sino más bien una invitación a ir en esa dirección”.

Si hay algo que nos ha enseñado J.-A. Miller en estos años es cómo a partir del propio estilo de enunciación se logra hablar de psicoanálisis de más una manera produciendo un efecto novedoso y transmitiendo un deseo que vuelve vivo al psicoanálisis.

En uno de sus diálogos con Horacio Etchegoyen, Miller señala que la palabra misma tiende a adormecer y que el desafío constituye siempre cómo despertar. Y eso involucra tanto a uno mismo como a los otros. “Más luz”, recuerda las palabras de Goethe, “Despertar”, invoca Lacan mientras buscaba sorprender. ¿Con qué palabra nombraremos la enorme tarea que emprendió J.-A. Miller volcada en las Conferencias Porteñas? ¿Cuál es su convocatoria, su búsqueda, su puntual orientación que se traduce en una palabra o en una frase?

“Estamos en el deber de inventar”, dice Miller (t. 2, p. 232), como así también se pregunta “Y si deseamos no repetir, ¿cómo se puede hacer una invención?” (t. 1, p. 68).

El estilo de la orientación lacaniana, título de los cursos dictados por Miller en París, o su “manera”, es la búsqueda de un ángulo inédito por fuera de la repetición. Se trata de no repetir a Lacan haciéndonos así partícipes de la trasmisión del propio Lacan. De allí que Germán García concluya en su presentación del primer tomo que “el extimado –por éxtimo- estilo de J.-A. Miller es una clínica de la enseñanza”.

Al encontrarnos con la publicación de los tres tomos de las Conferencias Porteñas no podemos dejar de sorprendernos puesto que resultan tan próximas y ajenas a la vez. Próximas porque las conocemos, las hemos escuchado, hemos trabajado sobre ellas, tomados nuestras notas, retomados en nuestras clases y textos. Muy próximas porque marcan la historia del psicoanálisis en la Argentina y la creación de los dispositivos institucionales que se inscriben en la orientación lacaniana. Somos partes de ellas. Fuimos sus alumnos, su auditorio, sus lectores. Pero al mismo tiempo, en la medida en que todo este recorrido se vuelve una unidad organizada de modo tal que los mismos textos puedan dialogar entre sí, diferenciados por el tiempo y entrelazados por un único discurso, nos volvemos a encontrar ajenos, por fuera de un libro que, aunque conocido, produce un efecto renovado.

Nos encontramos pues con tres tomos de un mismo libro, y cuatro únicos diálogos con el autor.

Antes que nada está la propuesta.

En el Congreso de la AMP en Roma, acerca de los Nombres del Padre, en 2006, escuché a Jaques-Alain Miller en la pequeña sala que nos reunía. Pensé entonces que la recopilación de sus intervenciones en otros países, como ser en Brasil y España, cuyos volúmenes habían aparecido ya con los títulos de Elucidación de Lacan e Introducción a la clínica lacaniana respectivamente, faltaba en la Argentina. Solo al escucharlo el libro de Miller faltó en la Argentina.

Les propuse entonces en ese mismo momento a Judith y a Jacques-Alain Miller la preparación de este libro por venir que todavía no tenía un título. Era verdaderamente un libro que existía ya pero que, no obstante, resultaba aún totalmente desconocido. Textos publicados ya debían inscribirse en el conjunto que formaban parte. Aceptaron mi propuesta y la iniciativa comenzó su curso de desarrollo.

En segundo lugar está el título y el desarrollo del libro.

Un año después volví a encontrarme con J.-A. Miller en Buenos Aires junto a Graciela Brodsky incluida ya en esta tarea. Tenía todos los trabajos ordenados cronológicamente gracias a la colaboración de un equipo de trabajo que cito en la nota editorial del primer tomo. Propuse entonces que se hicieran tres tomos para la mejor distribución de los textos. En esta reunión Miller le puso un título al libro, Conferencias porteñas, que si bien retoman el recorrido en la Argentina guardan el significante que le dan su tinte local. Germán, Graciela y yo nos ocuparíamos de las presentaciones de cada uno de los tomos.

Se trataba en definitiva de tomar lo mismo, los textos ya publicados, en forma diferente. Solo dos textos resultan inéditos, entre ellos “Adiós al significante”. Los otros se encuentran en otros libros y revistas. Su diferencia radica, en algunos casos, en el subtitulado incluido en esta nueva edición. En otros casos, textos que formaban partes de un libro, o versiones que incluían su interlocución con la audiencia fueron transformados en artículos y las respuestas debidamente incluidas en el texto con su pregunta entre paréntesis tal como fuera sugerido por Miller en nuestra conversación en Buenos Aires. En todos los casos hemos situado su referencia de los textos originales para que el lector pueda dirigirse a su contexto original de publicación. Pero, podemos agregar, la puesta en perspectiva del conjunto ordenado modifica uno y otro texto puesto que permite la lectura diagonal de temas específicos o el marco de trabajo de un momento específico.

Para organizar los tres tomos recurrí a títulos provisorios que no fueron incluidos puesto que Miller prefería que no se perdiera de vista que se trataba de tres tomos de las mismas Conferencias Porteñas. En verdad los hilos que los entretejen quedan sustraídos en la publicación pero sin ellos no hubiera sido posible su realización. Con Germán buscamos juntos esa lógica en una tarde veraniega y el resultado se encuentra volcado en estos textos.

Ahora bien, como en los laberintos interiores, existe una conexión entre los tomos, pequeñas puertas que permiten el pasaje de uno a otro que los lectores advertidos podrán encontrar con facilidad. Los subtítulos interiores funcionan en ese sentido como pequeños colofones que indican el movimiento del texto.

El primer tomo va de la lógica del significante al amor y al goce. No todo es significante, hay goce, pero Miller incluye el tratamiento del fantasma y la clínica del superyó. Y en este mismo punto, el del amor y el goce, en el mismo año, 1989, en que concluye el primer tomo, comienza el segundo indicando su continuidad. El significante se entrelaza al goce y más allá del síntoma y del fantasma presentado por el propio Miller en el primer tomo, encontramos que el efecto de goce nos conduce al concepto de sinthome que designa el nudo entre sinthome y fantasma (t. 2, p. 274).

La conferencia que faltaba al libro por venir, aquella que nunca fue publicada, “Adiós al significante”, nos abre la puerta de pasaje al tercer tomo en el que los conceptos de sinthome y lo real del inconsciente se vuelven centrales. Este tomo, a diferencia de los dos anteriores, se desentiende totalmente del orden cronológico y agrupa textos que atraviesan distintos momentos del paso de Miller por Buenos Aires. De allí que los títulos que agrupan los textos enfatizan la enunciación tan apreciada por Miller. Los diálogos entre Horacio Etchegoyen y Jacques-Alain Miller forman en realidad una unidad en sí misma como un único diálogo en dos actos. Finalmente, la cara a la ciudad, como Germán llamó a las entrevistas situadas en último lugar.

Antes de pasar a la impresión de los tomos así armados quedaba por resolver el tema de la tapa. Gustavo Macri estuvo a cargo de su diseño. Una tarde y un café me permitieron explicarle de qué se trataban los tres tomos y cómo veía la tapa de los libros, lo demás fue su inventiva y creatividad.

Hasta aquí no había vuelto a comunicarme con Miller desde mi conversación un año y medio antes en Buenos Aires. Mi trabajo transcurrió en silencio y pasé las vacaciones con las mil y una páginas frente a mí, con la ayuda eficaz de Beatriz Gez.

Después de enviarle los diseños de tapa a Miller, a través de una conversación telefónica pude apreciar el mundo complejo de la tipografía que me presentaba en detalle y encontrar así a través de Gustavo Macri la letra “porteña” que Miller deseaba para su publicación.

Pero hay algo más, sin lugar a dudas esencial, que se añade al bosquejo inicial. Miller me pidió que añadiera bajo su nombre la frase “Desde Lacan”. “Jacques-Alain Miller. Desde Lacan. Conferencias Porteñas”. Frase presente desde el comienzo al final de los tres tomos.

En la primera conferencia que Miller dictó en Hebraica en 1981, afirma que tendría que experimentar qué era trabajar y hablar después de la muerte de Lacan, acontecida un mes antes. Luego, por la tarde, retoma el tema y dice: “Me introduje en la enseñanza del Dr. Lacan hacia 1965 y desde entonces permanecí al amparo de su trabajo, al igual que la mayoría de sus alumnos. Acaba de producirse en este mes de septiembre de 1981, un corte que cierra para mí un ciclo de más de quince años. En mi seminario de esta mañana dije que era la primera vez que hablaba en público después de la muerte de Jacques Lacan y que no sabremos aún qué nos deparará esta nueva época que se inicia”.

Treinta años de trabajo continuo dieron una respuesta al alcance del “después de la muerte de Lacan” que se traduce en un “no sin Lacan”, “desde Lacan” las numerosas intervenciones y conferencias permiten dilucidar el pensamiento psicoanalítico.

En su última intervención en Buenos Aires, presentada como “Conferencia de Jacques-Alain Miller” como único título, y publicada como “Conferencia en el Teatro Coliseo”, es decir, designándola a través del lugar de su realización, da una respuesta a su interrogación inicial. El nombre propio, su propio nombre, le había servido de ejemplo para trabajar este tema en su conferencia sobre el Seminario inexistente sobre los Nombres del Padre. La interpelación a su nombre le sirve luego para su desarrollo en el Teatro Coliseo en la que indica que los seres hablantes solo saben comportarse como síntomas. Dice: “En cuanto síntomas los cuerpos se disponen con respecto a los otros según sus síntomas. En ese sentido hay saber en lo real. Es como si los cuerpos supieran cómo comportarse en el nivel del síntoma. Pero ¿cómo elaborar ese saber? Y añade luego, parafraseando a Borges: “Estamos hechos de la madera no exactamente de nuestros sueños sino de la madera de nuestros síntomas… Y quizás yo mismo, Jacques-Alain Miller, vinculado este nombre con el poder de convocatoria en Buenos Aires, no soy más que uno que ha deseado ser el síntoma de Lacan”.Hablar después de la muerte de Lacan cobra así un designio interior que Miller expresa con la frase “ser el síntoma de Lacan”.

A comienzos de este mes, y esta vez después de la publicación de las Conferencias, volví a hablar con Miller en Paris. Fue la ocasión de decirle que estas no eran sus Obras Completas, antes bien, como lo señalo en la nota final, constituyen sus conferencias inconclusas. Las Conferencias Porteñas en definitiva no son un conjunto cerrado, sino que también expresan el anhelo de seguir escuchando las palabras que continuarán después, en algún futuro próximo, durante alguna nueva intervención de Jacques-Alain Miller.



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