Familia o parentalidad*

Fin del dogma paterno de Michel Tort**

Sin duda se trata de una discusión que nos atañe, y que el libro trata de manera singular. Con una serie de referencias no sólo freudianas y lacanianas, sino de otros autores con los que no tenemos familiaridad. También, con otra serie de referencias que incluyen la historia, la filosofía en algunos casos, y los diversos discursos, incluso el religioso, que abordan la cuestión del padre.

La hipótesis que da comienzo al libro es que tanto desde la Ciencia, la Democracia y el Liberalismo el Padre está cuestionado. ¿Cuál sería la postura del psicoanálisis frente al discurso de la declinación del padre?

Al respecto, Michel Tort registra más de una paradoja, pero me interesa pensar en particular aquella que indica que en el momento mismo en que el Padre pierde uno tras otro sus poderes, nunca el poder “psíquico” de los padres ha sido tan celebrado y exaltado. (él subraya este fenómeno en Francia, yo creo que podemos trasladarlo a la Argentina, señalando sus matices propios)
El autor señala tres puntos en juego en los debates actuales:
1. El psicoanálisis identifica en la función paterna el resorte psíquico de la “ley”, que asegura la institución del sujeto.
2. La evolución histórica de las sociedades modernas se caracteriza, indiscutiblemente, por una disminución del poder social atribuido a los padres.
3. La declinación del poder social de los padres conduce a interrogarse con inquietud sobre la manera como en lo sucesivo puede efectuarse la puesta en marcha de la función paterna y, a través de ella, la constitución del sujeto.

El libro declina y conjuga estos puntos de múltiples formas, pero más allá de eso, uno podría preguntarse, él autor también lo hace, si el psicoanálisis invocando la función simbólica del padre no intenta perpetuar de un modo nostálgico, un lugar que el padre en lo social, económico y político, ha perdido.

Es cierto, y esta es quizás una primera respuesta, que en la divulgación social del discurso psicoanalítico, hay una cantinela respecto de “la poca presencia del padre”, la necesidad de la “ley paterna”, entendida del modo más banal, que regule los excesos de los adolescentes, por ejemplo. En el campo de la educación, donde la lectura de dos discípulas de Lacan, que limitaron su lectura al Lacan de lo imaginario-simbólico, Maud Mannoni y Francoise Doltó, ha hecho estragos, la apelación a la figura del padre, en un ámbito gobernado esencialmente por mujeres, es notable. Hace poco releía el Caso Dominique, de F. Doltó, y es llamativo como contra todo pronóstico del caso, e incluso cuando el padre mismo es quién decide la interrupción del tratamiento, ella sostiene la necesidad del padre.

Es cierto, como lo analiza de modo muy exhaustivo el libro al que nos referimos, que antes de ser un objeto el padre es primero un valor y uno de los más hermosos baluartes de lo que ha convenido en llamarse referencia espiritual en occidente. El padre ingresa en la historia cuando una figura histórica, la del patriarca, entra radicalmente en crisis. Esto último puede atribuirse a varias razones tales como: la artificialización de la procreación, la despenalización del aborto, la anticoncepción, etc. Que en occidente fueron deslizando a las mujeres fuera del dominio masculino de la procreación al tiempo que el movimiento de las mujeres reivindicaba que estas últimas decidan su destino. La historia del objeto del padre, traduce las estrategias que se enfrentan en lo que concierne al lugar respectivo de las mujeres y de los hombres en las relaciones de géneros y de sexo.

Las bondades del padre dejan de ser tales, entre otras cosas, cuando las mujeres una vez convertidas en sujetos y feministas pueden expresarse sobre el origen de su historia. Tal vez entonces se pregunten: ¿Realmente valía la pena inventar la paternidad teniendo en cuenta la reclusión de las mujeres que genera el patriarcado? ¿Desde el punto de vista de las mujeres no hubiera sido mejor que la humanidad se quedara allí donde estaba antes del funesto descubrimiento de los hombres de su paternidad? A su vez, ¿Qué papel tiene el psicoanálisis en la historia del padre?

En el momento en que el padre o los padres se convierten en un objeto histórico, se plantea otra cuestión inédita: el padre que en lo sucesivo tiene al menos una apariencia de historia que corresponde a estatutos económicos, políticos, jurídicos, vio como desde hace poco se le atribuye una función psíquica. Con el famoso y escandaloso complejo de Edipo, el psicoanálisis produjo primero la idea de que los individuos, (¡todos!), atraviesan una crisis normal en su relación con los padres, de donde salen más o menos identificados sexualmente, sujetos y sexuados, de allí entonces una conclusión los padres no tienen solo un estatuto sino una función.
La cuestión radica en saber lo que el psicoanálisis puede aportar para problematizar esta historia. Sino se identificará los universales del psicoanálisis con lo que prevalece históricamente, desde siempre.

Así el Edipo formulado por Freud no es más una estructura de formación del deseo humano,sino que es una respuesta a la crisis de la familia patriarcal que restaura un modelo de familia normalizable.

Michel Tort propone en todo caso, interrogar la manera como el padre oscila y luego se derrumba. Cómo históricamente se han erigido procedimientos de idealización de la figura paterna, que no están presentados como tales, que reconstituyen en forma permanente una “escena primaria”, histórica del padre caído que los historiadores siguen utilizando dócilmente, para mantener el mito. En la organización histórica del patriarcado que no es objeto de ninguna objeción, reside en el control de la vida y la descendencia. Hay un vínculo entre el poder y la paternidad en el universo patriarcal, la fascinación y enamorada comunión con el culto del padre hace que se olvide que el padre patriarca no era un padre del niño, sino un padre general que pone en el mismo plano a mujeres, niños, esclavos, empleados domésticos, etc.
A partir de algunos de estos cuestionamientos el autor, va a examinar este mito del padre desde múltiples aspectos, desde la relación entre el Padre y la Revolución Francesa, desde las transformaciones de la economía, desde los distintos tipos de familias, desde la política, desde la ciencia, etc.

En el capítulo 2, titulado “El padre: una organización psíquica del poder” se critica el discurso de la “declinación del padre”, hace algunos años, Germán García había recomendado para el grupo que conformamos Atención analítica dos libros, en francés, para pensar el tema de las instituciones. Uno de ellos, escrito por Francois Dubet, trata sobre la “Declinación de la institución”, allí se analiza, como hace un tiempo no dejamos de hablar de la crisis de las instituciones, la escuela, el hospital, el trabajo social, y como habría que poder ir más allá de esta queja que implica cierta nostalgia, para darse cuenta que se trata de una transformación de la modernidad misma y que no necesariamente implica aspectos negativos, sino que se idealiza un pasado sin poder evaluar los efectos de estas mutaciones, inventando figuras institucionales más democráticas, más diversificadas y más humanas. En la misma línea creo que puede pensarse el discurso sobre la declinación paterna, como un discurso perezoso que se representa la historia como la degradación de un orden antiguo. Hay una visión naturalista de la procreación que instituye la diferencia sexual como un hecho de la naturaleza, que la ley se limitaría a registrar. Por otra parte, la realidad de las familias homoparentales obliga a repensar la noción misma de familia. Las cuestiones de la maternidad, paternidad, la familia y la filiación dan lugar a un doble debate: político y científico. Los asuntos de familia son asuntos de la Iglesia y asuntos de Estado. El paternalismo de Estado utiliza los resortes de las familias como modelo de gestión de las relaciones sociales en general, lo cual sigue siendo tradición de derecha. Esto lleva a plantear también las relaciones entre psicoanálisis y religión. Se trata de iniciar una investigación de las dimensiones de la parentalidad, de la paternidad, de la filiación, que no presuponga, la repetición subterránea de la doctrina religiosa y del cortejo de relatos edificantes que forman parte de ella con el pretexto de que los tiempos actuales son duros y desestructurantes.

En síntesis lo que nos propone pensar la lectura de este libro es como amparados en la noción de inconsciente, los psicoanalistas, a mi entender de unas y otras corrientes, tienen una dificultad crónica para admitir la contingencia de las relaciones de género y de sexo, y la naturaleza histórica de las concepciones de la parentalidad. Existen formas de organización histórica de la parentalidad, transmitida, dominante o en regresión, y formas de simbolización nuevas más o menos creativas de las relaciones de sexo y de parentesco. Sin apelar a la clínica como argumento de autoridad vemos formas distintas en que los niños son criados, sin que podamos afirmar en todos los casos que esto tiene consecuencias necesariamente negativas para esos niños. Niños que son criados por las abuelas maternas y que viven con ellas y sus madres jóvenes que salen a estudiar, a bailar, a trabajar y cuyo padre vive en otra casa con sus propios padres, niños que permanecen un tiempo bajo el sistema llamado de “guarda” con una familia, mientras su familia de origen (madre y padre o alguno de los dos) cumple una condena o atraviesa una situación de enfermedad grave, una niña cuya madre peruana la dejó recién nacida a vivir en el seno de una familia de tres hijos biológicos (ya grandes) y uno deficiente mental leve, criado allí también, que llama tías a las hijas de la mamá que la cobijó y padre al esposo de esta mujer y que sólo tras la muerte de esta última comienza a preguntarse con siete años, quién es su familia. Yo creo que las experiencias desbordan a veces, nuestros modos de teorizar y tal como lo argumenta Michel Tort, tal vez de un modo un poco insistente, más cuestionador que lo que estamos acostumbrados, hay un detenimiento del pensamiento psicoanalítico en relación a estos temas, y el psicoanálisis termina convirtiéndose en el portavoz de las religiones del Padre.

Una última cuestión, hay muchas… que atañe a nuestro debate Freud/Lacan. Freud construye un objeto al que nombra “complejo de Edipo” y que capta un registro particular de la experiencia: las relaciones inconscientes que enlazan a las generaciones alrededor del deseo incestuoso de los padres, la prohibición de ese deseo y las consecuencias que genera dicha prohibición. Los avatares de la travesía del complejo de Edipo se consideran como situados en el origen de las manifestaciones neuróticas. Una de las primeras cuestiones que señala M. Tort, basándose a su vez en otros autores, es que en Freud el Edipo no tendrá el papel normativizante que va a tener en la enseñanza de Lacan (sobre todo en la de la época del Discurso de Roma) podríamos añadir.

“El Edipo no es para Freud el rostro moderno de la normativización sexual”, sino desaparece por obra de la naturaleza, se resuelve vía identificación. Pero el padre freudiano no es un padre separador, dice el autor, podemos pensarlo. Más bien se puede pensar como la resolución de un sistema cuya economía de investidura se vuelve explosiva, si las investiduras no se transforman en identificaciones. Lo que el autor denomina la “solución paterna” o sea la trasmudación de la hostilidad edípica en lazo positivo, es un verdadero misterio. La separación de la madre no es algo que se encuentre en Freud, más bien es una preocupación de Lacan. No hay una figura que separe al sujeto de la madre.

En el medio de toda esta argumentación hay también una especulación sobre el padre freudiano en relación al judaísmo, la elaboración de Freud sobre Moisés, relacionada incluso con el avance del nazismo en la época que Freud escribía el escrito sobre el patriarca judío.

En cuanto al padre, desde la perspectiva lacaniana, Michel Tort lo analiza minuciosamente en el capítulo llamado “El padre del nuevo testamento lacaniano”, y si a Freud se lo relacionó con el judaísmo a Lacan se lo relacionará con ciertas cuestiones del credo cristiano. Además de eso se analizan las referencias desde 1938, en el texto sobre “Los complejos familiares” (ver cita Pág. 145).En cuanto a esta referencia Lacan establece una relación histórica entre la gran neurosis contemporánea y el deterioro de la personalidad del padre (ver cita Miller Pág.147).
A partir de 1953, Lacan va a hacer reconocer a sus oyentes, el nombre del padre como soporte de la función simbólica, que ha de ser rigurosamente diferenciado de la persona que encarna esta función. A continuación se analiza el nombre del padre y la erección del falo simbólico en los seminarios La relación de objeto y Las formaciones del inconsciente con bastante ironía postula el libreto lacaniano del “Nombre del padre” (ver Pág. 172). El desarrollo pormenorizado de este capítulo nos lleva a las idas y vueltas de Lacan respecto al padre que el autor delibro no deja de anudar a referencias ideológicas y sobre todo religiosas. Sería imposible tratar aquí en detalle cada una de ellas, acordando tal vez con algunas cuestiones, repensando otras, si hay una reflexión que extraje del libro es no tomar ciertos conceptos y nociones como credo y poder problematizarlos para desde allí interrogar el psicoanálisis que practicamos.

Claudia Castillo


*Comentario para la actividad Lecturas críticas, realizadas bajo el mismo título, en el Centro Descartes, el 23 de septiembre de 2008, donde conversaron sobre el libro Patricia Blanch, Adriana Testa y Claudia Castillo misma, bajo la coordinación de Sergio Ayas.
** Fin del dogma paterno, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008.

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