Ambición
“La grandeza de la mujer radica en su falta de ambición. Es un organismo encerrado en sí mismo que disfruta en sí mismo de la felicidad de existir”.
Antes de que el lector caiga en el error de suponer que esta frase fue pronunciada por algún machista de principios del siglo pasado o de los que aún quedan por aquí y ahora, es necesario dejar sentado que fue dicha a principio del siglo XX por Lou Andreas Salomé (ícono usado por feministas de todos los tiempos para sostener la lucha por los derechos de las mujeres). Pero Lou, sin embargo, era alguien más allá del uso que las feministas han hecho de ella: psicoanalista reconocida, escritora brillante, “inteligencia temible” según su maestro Sigmund Freud, amante y confidente del poeta Rilke, amor inacabado de Nietszche, el filósofo, y una larga lista de etcéteras.
¿Qué ha pasado en menos de cien años para que, ahora, otra mujer diga sin pudores?: “Nunca lo he escondido: el sueño de mi vida ha sido ser rica. Ha sido una obsesión: tener suficiente dinero como para no tener que pensar más en él. (...) Siempre he sentido fascinación `por el dinero, por el poder que da, la libertad de actuación que te otorga. Cuando he visto cosas que podían incrementar mi economía me he acercado a ellas.” Ella es Carmen Balcells, (76) una leyenda en el mundo de los libros ya que es la agente literaria que contribuyó a forjar “las transformaciones que han convertido a la industria del libro literario en un negocio rentable”
¿Qué ha pasado en menos de cien años para que las ambiciones cambiaran de estatuto? No sólo que se confiesen sin pudor y que sea una mujer la que lo haga sino que no haya límites para ella. Este efecto se palpa muy bien si comparamos el film “Ambiciones que matan” protagonizado por Montgomery Clift y Elizabeth Taylor (mitad del siglo XX) con su reciente remake “Match point”, de Woody Allen. En la primera, el joven ambicioso termina en la cárcel y es ejecutado luego de haber asesinado a su novia embarazada para poder acceder a la muchacha rica, mientras que el amor continúa como un amor imposible. En la segunda, una serie de contingencias deja al mismo asesino usufructuando de la riqueza de su mujer y pagando el asesinato de la novia embarazada sólo frente a su propia conciencia de padre. La ley queda reducida a dos policías semi-idiotas y el amor no tiene ningún lugar.
Violencia
“Los hombres se pelean y las mujeres dan las gracias”. Otra vez nos servimos de Lou para marcar el camino recorrido por ellas al medir su afirmación con la de Elisabeth Badinter, historiadora y socióloga feminista que no sólo afirma que “la mujer es tan ambiciosa como el hombre” sino que -contra toda esperanza- dispara: “...las jovencitas de 14-15 años, para defenderse, comienzan a tener comportamientos similares a los varones. Esa violencia va a manifestarse cada vez más. El aumento de la violencia sin distinción de edad, sexo o contexto social (...). Como los hombres, las mujeres también pueden ser violentas con los más débiles, con los niños pequeños o con los ancianos”.
Hubo, es verdad, aquel film que sostenía que “La violencia está en nosotros” pero ese “nosotros” era todavía (hacia los 70) un nosotros de hombres. “Tomb Raider” y otras de su género dan cuenta ahora de que las afirmaciones de la Badinter no son desmedidas y que, aquellas otras afirmaciones que prometen que las mujeres en el poder serán el reino de la solidaridad y la ternura, sólo quieren hacer olvidar a la Dama de hierro
Después de todo, fue otra de esas luchadoras feministas la que terminó confesando al modo de un reproche “Nos estamos convirtiendo en los hombres con los que nos queríamos casar”.
Amor
“Si durante años fui tu mujer es porque tu fuiste para mi la primera realidad” le dice Lou a Rilke (y por primera vez a un hombre) como prueba de que había salido de su encierro, de su “grandeza” femenina y había conocido por el amor: la realidad, la del otro sexo que se hacía así representante de la realidad como tal...
En “Atracción fatal” vemos otra cosa. El amor no trae a una mujer a la realidad del otro sino que arrastra al otro a una pesadilla en la que el único límite es la muerte.
Es verdad que, desde los griegos, las mujeres han jugado un papel primordial en las tragedias. Sin embargo, es en el punto de un anhelado “Amor sin barreras” donde nuestro siglo muestra su particularidad. Lo propio del amor hasta nuestros días era girar alrededor del obstáculo interpuesto entre los amantes (la clase social, la educación, la raza, el sexo, la ideología, los padres, el poder, etc.). Esos obstáculos han sido, en gran parte, eliminados hoy aunque las telenovelas los sigan usando como recurso dramático.
¿Con qué consecuencia? Una de ellas es la atracción fatal, la que lleva a una mujer fuera de sí y a los amantes más allá de sus propios límites. (Claudel hace decir a Isé, el personaje femenino de “Partage du midi”: “Pero lo que nosotros deseamos no es crear sino destruir y ¡ah! No hay ninguna otra cosa que tú y yo; que en ti-yo, y en mí, sólo tu posesión y la rabia y la ternura y destruirte y ya no estar atormentada.”)
Sin embargo, las cosas del querer siguen encontrando un obstáculo aunque ya no sea tan fácilmente localizable pero es ese obstáculo el que impide la atracción fatal para todos y modula el amor con la imposibilidad que impone.
Aburrimiento
En 1960 la novela “El aburrimiento” de Alberto Moravia vendió ¡catorce ediciones! Nadie la recuerda hoy ni tampoco a Moravia. ¿Qué ha pasado en poco más de cuarenta años?
En la novela, un joven rico se aburre mortalmente. Abandona su vida de rico para probar si la pintura le permite salir de ese estado de encierro con su ser de rico. Tampoco. Abandona la pintura. No hace nada. No hace nada hasta que, gracias a un encuentro, algo le empieza a hacer falta en su riqueza: el amor de una joven. Así es como sale de su aburrimiento.
La novela recrea el clima de la época, la del romanticismo nihilista sartriano, su existencialismo.
Una joven del siglo XXI, que no llega a los quince años, dice a su analista que con tal de no aburrirse ha hecho las cosas más atroces y las enumera. Son atroces en tanto ella misma capta que ha traspasado todos los límites de lo que podríamos llamar “la dignidad humana”. Se ve la diferencia con el aburrimiento de Moravia: mientras el joven aburrido no hace nada, la joven aburrida se ve empujada a hacer. La cultura del pánico también tiene pánico del aburrimiento y empuja a gozar. De cualquier manera. El amor, siendo contingente, no es una salida fácil en una cultura que ha perdido el romanticismo, por no decir, su humanismo o, como dice Alan Badiou, una cultura que promueve un humanismo animal, en el que este ser de carne y palabras que somos se ve cada vez más reducido por la ciencia a ser pura carne, genes, microorganismos etc., como lo vemos en series del tipo CSI, en donde el cuerpo se evalúa, se pesa, se calcula...
Poder
La reina Victoria fue, en su tiempo, una excepción como lo fue Cleopatra en el suyo. “La pobre niña” como se llamaba Victoria a sí misma por haber perdido a su padre en la infancia, no amaba el poder pero lo tenía. Cleopatra lo amaba y lo tenía, doble excepción.
Hoy no hay excepción. Si durante siglos, por razones que no entraremos a analizar aquí, la cosas se ordenaron en la cultura de modo que las mujeres y el poder tuvieran una relación excepcional, hoy las mujeres mandan. Si hiciéramos la lista hoy veríamos que casi no hay país en el mundo en el que una mujer no esté en lo más alto del poder o en sus aledaños. Por supuesto que siempre se discutió quién llevaba los pantalones en una casa pero eso era, en todo caso, motivo de discusión; incluso con la metáfora de “llevar los pantalones” se indicaba que el poder las volvía viriles.
Ahora el poder no sólo no las vuelve viriles sino que se les da el poder legalmente. Esta es la razón por la que Jacques-Alain Miller afirma que “entramos en la gran época de la feminización del mundo”. ¿Cómo van a hacer las mujeres con el poder legal en la mano?, se pregunta a la vez que sentencia: “Sólo a partir de allí puede venir algo nuevo”. Pero es necesario agregar que algo nuevo no sabemos qué es y tampoco sabemos si eso ha de ser bueno o malo para la “humanidad”. Es algo, simplemente, nuevo.
Lo que ya vemos es que las mujeres empiezan a combatir entre ellas. Combaten entre ellas por el poder.
Sin barreras
En fin, la feminización del mundo implica dos caras: por un lado, un imperativo: “¡Goza!”, es decir que hoy se está obligado a gozar, a ir más allá de los propios límites, a diferencia del tiempo victoriano (que llegó hasta mediados del siglo XX) cuando se trataba de la prohibición “¡No goces!” y por lo tanto existía la transgresión. Pero, ¿por qué llamar “feminización” al imperativo de gozar más allá de todos los límites? Es que el mundo femenino, ese “organismo encerrado que disfruta en sí mismo de la felicidad de existir”, como decía Lou, siempre fue inquietante tanto para el hombre como para ella misma ya que ese disfrutar de sí misma no tenía límites a la vista...
Con el imperativo “¡Goza!”, por lo tanto, ya no es posible trasgredir nada dado que, según el dicho evocado por Lacan: “más allá de todos los límites ya no hay límites”. No todos pueden franquear ese propio y último límite sin pagar un alto precio ya sea de angustia, desorientación, depresión ya que se termina, inevitablemente por gozar con la atrocidad y-o perderse en el camino. Ejemplos de este empuje lo vemos en esa disciplina urbana, el parkours, en la que se trata de cruzar la ciudad en línea recta y saltar obstáculos al estilo de Lara Croft en “Tomb Raider” especifica el diario La Nación tratando de desentrañar la desaparición de jóvenes en las alcantarillas de Buenos Aires durante un temporal.
Ese “perderse” puede llegar hasta la muerte. O hasta el diván de un psicoanalista, el único que no hará juicios evaluativos sino que permitirá que, a partir de ese “perderse”, el sujeto encuentre el lugar que le es propio.
Las mujeres, antaño confinadas en el hogar, salen ahora también empujadas por ese imperativo de goce.
La otra cara de la feminización del mundo ha sido dicha. Las mujeres al mando lo cual es una experiencia nueva para la cultura luego de siglos de luchas de las mujeres por salir de los límites que se les había impuesto por ése algo en ellas, no todas, que inquietó durante siglos alimentando el fantasma de su fatalidad (“mujer fatal”, “atracción fatal”, etc.).
¿Podrán ellas revertir ese fantasma en un tiempo inquietante y abierto como el nuestro y estar a la altura de esta nueva experiencia de la humanidad?
La respuesta debe hacer honor a una consecuencia de la feminización del mundo: no hay límites y sólo existe la serie, por lo tanto se trata de verificar lo que hace una y una y una… Sólo verificar la serie.
En cuanto al cine y la literatura, nunca habrá demasiado (para citar al personaje de David Lodge) ya que, cuando devienen arte, documentan el trastorno de la época uno por uno.
“La grandeza de la mujer radica en su falta de ambición. Es un organismo encerrado en sí mismo que disfruta en sí mismo de la felicidad de existir”.
Antes de que el lector caiga en el error de suponer que esta frase fue pronunciada por algún machista de principios del siglo pasado o de los que aún quedan por aquí y ahora, es necesario dejar sentado que fue dicha a principio del siglo XX por Lou Andreas Salomé (ícono usado por feministas de todos los tiempos para sostener la lucha por los derechos de las mujeres). Pero Lou, sin embargo, era alguien más allá del uso que las feministas han hecho de ella: psicoanalista reconocida, escritora brillante, “inteligencia temible” según su maestro Sigmund Freud, amante y confidente del poeta Rilke, amor inacabado de Nietszche, el filósofo, y una larga lista de etcéteras.
Lou Andreas Salomé y Rilke (1897) en el balcón de
la casa de verano de la familia Andreas
la casa de verano de la familia Andreas
¿Qué ha pasado en menos de cien años para que, ahora, otra mujer diga sin pudores?: “Nunca lo he escondido: el sueño de mi vida ha sido ser rica. Ha sido una obsesión: tener suficiente dinero como para no tener que pensar más en él. (...) Siempre he sentido fascinación `por el dinero, por el poder que da, la libertad de actuación que te otorga. Cuando he visto cosas que podían incrementar mi economía me he acercado a ellas.” Ella es Carmen Balcells, (76) una leyenda en el mundo de los libros ya que es la agente literaria que contribuyó a forjar “las transformaciones que han convertido a la industria del libro literario en un negocio rentable”
¿Qué ha pasado en menos de cien años para que las ambiciones cambiaran de estatuto? No sólo que se confiesen sin pudor y que sea una mujer la que lo haga sino que no haya límites para ella. Este efecto se palpa muy bien si comparamos el film “Ambiciones que matan” protagonizado por Montgomery Clift y Elizabeth Taylor (mitad del siglo XX) con su reciente remake “Match point”, de Woody Allen. En la primera, el joven ambicioso termina en la cárcel y es ejecutado luego de haber asesinado a su novia embarazada para poder acceder a la muchacha rica, mientras que el amor continúa como un amor imposible. En la segunda, una serie de contingencias deja al mismo asesino usufructuando de la riqueza de su mujer y pagando el asesinato de la novia embarazada sólo frente a su propia conciencia de padre. La ley queda reducida a dos policías semi-idiotas y el amor no tiene ningún lugar.
Violencia
“Los hombres se pelean y las mujeres dan las gracias”. Otra vez nos servimos de Lou para marcar el camino recorrido por ellas al medir su afirmación con la de Elisabeth Badinter, historiadora y socióloga feminista que no sólo afirma que “la mujer es tan ambiciosa como el hombre” sino que -contra toda esperanza- dispara: “...las jovencitas de 14-15 años, para defenderse, comienzan a tener comportamientos similares a los varones. Esa violencia va a manifestarse cada vez más. El aumento de la violencia sin distinción de edad, sexo o contexto social (...). Como los hombres, las mujeres también pueden ser violentas con los más débiles, con los niños pequeños o con los ancianos”.
Hubo, es verdad, aquel film que sostenía que “La violencia está en nosotros” pero ese “nosotros” era todavía (hacia los 70) un nosotros de hombres. “Tomb Raider” y otras de su género dan cuenta ahora de que las afirmaciones de la Badinter no son desmedidas y que, aquellas otras afirmaciones que prometen que las mujeres en el poder serán el reino de la solidaridad y la ternura, sólo quieren hacer olvidar a la Dama de hierro
Después de todo, fue otra de esas luchadoras feministas la que terminó confesando al modo de un reproche “Nos estamos convirtiendo en los hombres con los que nos queríamos casar”.
Amor
“Si durante años fui tu mujer es porque tu fuiste para mi la primera realidad” le dice Lou a Rilke (y por primera vez a un hombre) como prueba de que había salido de su encierro, de su “grandeza” femenina y había conocido por el amor: la realidad, la del otro sexo que se hacía así representante de la realidad como tal...
En “Atracción fatal” vemos otra cosa. El amor no trae a una mujer a la realidad del otro sino que arrastra al otro a una pesadilla en la que el único límite es la muerte.
Es verdad que, desde los griegos, las mujeres han jugado un papel primordial en las tragedias. Sin embargo, es en el punto de un anhelado “Amor sin barreras” donde nuestro siglo muestra su particularidad. Lo propio del amor hasta nuestros días era girar alrededor del obstáculo interpuesto entre los amantes (la clase social, la educación, la raza, el sexo, la ideología, los padres, el poder, etc.). Esos obstáculos han sido, en gran parte, eliminados hoy aunque las telenovelas los sigan usando como recurso dramático.
¿Con qué consecuencia? Una de ellas es la atracción fatal, la que lleva a una mujer fuera de sí y a los amantes más allá de sus propios límites. (Claudel hace decir a Isé, el personaje femenino de “Partage du midi”: “Pero lo que nosotros deseamos no es crear sino destruir y ¡ah! No hay ninguna otra cosa que tú y yo; que en ti-yo, y en mí, sólo tu posesión y la rabia y la ternura y destruirte y ya no estar atormentada.”)
Sin embargo, las cosas del querer siguen encontrando un obstáculo aunque ya no sea tan fácilmente localizable pero es ese obstáculo el que impide la atracción fatal para todos y modula el amor con la imposibilidad que impone.
Aburrimiento
En 1960 la novela “El aburrimiento” de Alberto Moravia vendió ¡catorce ediciones! Nadie la recuerda hoy ni tampoco a Moravia. ¿Qué ha pasado en poco más de cuarenta años?
En la novela, un joven rico se aburre mortalmente. Abandona su vida de rico para probar si la pintura le permite salir de ese estado de encierro con su ser de rico. Tampoco. Abandona la pintura. No hace nada. No hace nada hasta que, gracias a un encuentro, algo le empieza a hacer falta en su riqueza: el amor de una joven. Así es como sale de su aburrimiento.
La novela recrea el clima de la época, la del romanticismo nihilista sartriano, su existencialismo.
Una joven del siglo XXI, que no llega a los quince años, dice a su analista que con tal de no aburrirse ha hecho las cosas más atroces y las enumera. Son atroces en tanto ella misma capta que ha traspasado todos los límites de lo que podríamos llamar “la dignidad humana”. Se ve la diferencia con el aburrimiento de Moravia: mientras el joven aburrido no hace nada, la joven aburrida se ve empujada a hacer. La cultura del pánico también tiene pánico del aburrimiento y empuja a gozar. De cualquier manera. El amor, siendo contingente, no es una salida fácil en una cultura que ha perdido el romanticismo, por no decir, su humanismo o, como dice Alan Badiou, una cultura que promueve un humanismo animal, en el que este ser de carne y palabras que somos se ve cada vez más reducido por la ciencia a ser pura carne, genes, microorganismos etc., como lo vemos en series del tipo CSI, en donde el cuerpo se evalúa, se pesa, se calcula...
Poder
La reina Victoria fue, en su tiempo, una excepción como lo fue Cleopatra en el suyo. “La pobre niña” como se llamaba Victoria a sí misma por haber perdido a su padre en la infancia, no amaba el poder pero lo tenía. Cleopatra lo amaba y lo tenía, doble excepción.
Hoy no hay excepción. Si durante siglos, por razones que no entraremos a analizar aquí, la cosas se ordenaron en la cultura de modo que las mujeres y el poder tuvieran una relación excepcional, hoy las mujeres mandan. Si hiciéramos la lista hoy veríamos que casi no hay país en el mundo en el que una mujer no esté en lo más alto del poder o en sus aledaños. Por supuesto que siempre se discutió quién llevaba los pantalones en una casa pero eso era, en todo caso, motivo de discusión; incluso con la metáfora de “llevar los pantalones” se indicaba que el poder las volvía viriles.
Ahora el poder no sólo no las vuelve viriles sino que se les da el poder legalmente. Esta es la razón por la que Jacques-Alain Miller afirma que “entramos en la gran época de la feminización del mundo”. ¿Cómo van a hacer las mujeres con el poder legal en la mano?, se pregunta a la vez que sentencia: “Sólo a partir de allí puede venir algo nuevo”. Pero es necesario agregar que algo nuevo no sabemos qué es y tampoco sabemos si eso ha de ser bueno o malo para la “humanidad”. Es algo, simplemente, nuevo.
Lo que ya vemos es que las mujeres empiezan a combatir entre ellas. Combaten entre ellas por el poder.
Sin barreras
En fin, la feminización del mundo implica dos caras: por un lado, un imperativo: “¡Goza!”, es decir que hoy se está obligado a gozar, a ir más allá de los propios límites, a diferencia del tiempo victoriano (que llegó hasta mediados del siglo XX) cuando se trataba de la prohibición “¡No goces!” y por lo tanto existía la transgresión. Pero, ¿por qué llamar “feminización” al imperativo de gozar más allá de todos los límites? Es que el mundo femenino, ese “organismo encerrado que disfruta en sí mismo de la felicidad de existir”, como decía Lou, siempre fue inquietante tanto para el hombre como para ella misma ya que ese disfrutar de sí misma no tenía límites a la vista...
Con el imperativo “¡Goza!”, por lo tanto, ya no es posible trasgredir nada dado que, según el dicho evocado por Lacan: “más allá de todos los límites ya no hay límites”. No todos pueden franquear ese propio y último límite sin pagar un alto precio ya sea de angustia, desorientación, depresión ya que se termina, inevitablemente por gozar con la atrocidad y-o perderse en el camino. Ejemplos de este empuje lo vemos en esa disciplina urbana, el parkours, en la que se trata de cruzar la ciudad en línea recta y saltar obstáculos al estilo de Lara Croft en “Tomb Raider” especifica el diario La Nación tratando de desentrañar la desaparición de jóvenes en las alcantarillas de Buenos Aires durante un temporal.
Ese “perderse” puede llegar hasta la muerte. O hasta el diván de un psicoanalista, el único que no hará juicios evaluativos sino que permitirá que, a partir de ese “perderse”, el sujeto encuentre el lugar que le es propio.
Las mujeres, antaño confinadas en el hogar, salen ahora también empujadas por ese imperativo de goce.
La otra cara de la feminización del mundo ha sido dicha. Las mujeres al mando lo cual es una experiencia nueva para la cultura luego de siglos de luchas de las mujeres por salir de los límites que se les había impuesto por ése algo en ellas, no todas, que inquietó durante siglos alimentando el fantasma de su fatalidad (“mujer fatal”, “atracción fatal”, etc.).
¿Podrán ellas revertir ese fantasma en un tiempo inquietante y abierto como el nuestro y estar a la altura de esta nueva experiencia de la humanidad?
La respuesta debe hacer honor a una consecuencia de la feminización del mundo: no hay límites y sólo existe la serie, por lo tanto se trata de verificar lo que hace una y una y una… Sólo verificar la serie.
En cuanto al cine y la literatura, nunca habrá demasiado (para citar al personaje de David Lodge) ya que, cuando devienen arte, documentan el trastorno de la época uno por uno.
Graciela Musachi
2 comentarios:
Creo este artículo denuncia una suerte de ideología psicoanalitica, una afán de resolución teórica. Ese “organismo encerrado que disfruta en sí mismo de la felicidad de existir” todavía está vivo y, al menos en Italia donde vivo, hay muchos indicios de que hay chicas jóvenes son más pudibundas que las madres, que se ponen de novio para siempre sin habérselo prometido antes y que son bien contentas de los límites que impiden el vértigo de la existencia. Creo que en este texto se confunde una tendencia, que hay que desgrosar, con la dirección central del género femenino.
Osvaldo Alzari, Roma
llego aquí de casualidad, y tengo una objeción: "el aburrimiento" de Moravia es excelente! Sigue siendo atrapante e incluso sexy en las escenas amorosas.
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