Asociar libros-mentes
Con festejos en todo el mundo, se conmemoró el 24 de noviembre (de 2009, año Darwin) los 150 años de aparición de El origen de las especies. El 4 del mismo mes se cumplieron 110 años de La interpretación de los sueños de Sigmund Freud. Conectar estos dos libros puede ser un pretexto para insistir con el retorno a Freud impulsado por Jacques Lacan y recordar de paso al observante joven Darwin en Argentina.
El primero fue un éxito editorial que agotó sus 1.250 ejemplares el día que salió. La interpretación de los sueños en cambio, nunca agotó la primera. Antes de terminado su amigo W. Fliess imagina el libro entre en sus manos y Freud sueña bajo la forma de “un hermoso herbario”[1]. Confirmando que “el deseo es el deseo del Otro”. La interpretación de los sueños incluye desde su nacimiento un sueño que interpreta el deseo del libro que realiza. El sueño de Freud de ver el libro terminado, incluye el deseo que realiza el libro que leemos. “El sueño realiza el libro y el libro realiza el sueño” según la simple figura de Germán García. Es así la naturaleza del deseo en psicoanálisis.
Por Darwin sabemos que la naturaleza del hombre es heredera del mono, y por Freud que nuestro deseo es siempre Otro, deseo de deseo.
“De las 193 especies vivas de simios, el hombre es el único mono desnudo que se llama a sí mismo Homo Sapiens. Hábil, parlanchín y multitudinario, pasa gran parte de su tiempo apreciando sus elevadas ideas e igual cantidad de tiempo ignorando concienzudamente cosas fundamentales. Se ve orgulloso de poseer el mayor cerebro de todos los primates, pero procura ocultar que tiene también el mayor pene y prefiere atribuir injustamente este honor al vigoroso gorila” dice Morris Desmond[2].
La relación entre el sistema nervioso y los órganos sexuales fue objeto de estudio para el joven Freud desde que diseccionaba anguilas y observaba neuronas bajo el microscopio en los laboratorios Merk.
Charles Darwin (tras 25 años de recolectar pruebas) prefería ilustrar a los creacionistas (los partidarios del ideario religioso según el cual Dios creó al hombre a su imagen y semejanza), colocando en su casa un espejo y a la misma altura la figura de un mono.
Enfermizo y tímido como para defender sus ideas en público, escribió: “el hombre es tan arrogante que se cree una gran obra que ha necesitado la intervención de un dios. Más humilde, y creo yo que más cierto, sería considerarlo creado a partir de los animales”[3].
Para Sigmund Freud que estudió medicina por “la doctrina de Darwin, reciente en aquel tiempo, me atrajo poderosamente porque prometía un extraordinario avance en la comprensión del universo.”[4]
Dar un paso más en esa comprensión implicaba poner fin a otra mojigatería; la creencia en una infancia asexuada (de omitir tal verdad -inasimilable- dedúzcase el infantilismo dominante).
Efectivamente el universo no es todo naturaleza que se explica a si mismo, ni el mundo “natural” una empresa privada llamada a sobrevivir en el mercado internacional. Hay diferencias, el médico vienés dejó de lado la perspectiva de la superioridad selectiva y supo usar algunas ideas de Charles Darwin. Como aquella de la horda primitiva gobernada por el macho dominante en los monos, al igual que en el hombre primitivo. El hombre que gozaba de todas las mujeres -razonó Freud- fue asesinado por la confabulación de sus hijos sometidos. Éstos, hermanados al devorarlo, hicieron de su cadáver la nutritiva fuente de una culpa que alimenta La Ley que nos iguala. Y en su lugar erigieron un tótem, o en ocasiones un animal ancestral. La religión cristiana (que reúne a ambos) rememora en el sacrificio repetido de su hijo aquel viejo acto nivelador, invirtiéndolo.
En un mundo en que las guerras se justifican por la religión, la ciencia darwiniana puede parecer pacificante. Pero también, por el contrario, ser el reconocimiento de que subsiste entre los hombres un trato tan mortífero como el que hay entre algunos animales no humanos. Y que el mito político[5] -según la expresión de Jacques Lacan- de la supervivencia del más fuerte, sirvió para producir un Darwin, quien lo forjó “porque formaba parte de una nación de corsarios, cuya industria fundamental era el racismo”[6]. El detalle es que también era un ferviente antiesclavista, y que entre las misiones del Beagle se dispuso devolver tres nativos de Tierra del Fuego. En opinión de Darwin -a la hora de comparar salvajes- no había en el mundo hombres inferiores a éstos (sabemos que los Yahgan también se burlaban de las ropas y modales de los primitivos turistas, repatriados).
¿Darwin freudiano y Sarmiento lacaniano?
Hay en Darwin una forma de integrar los pequeños detalles en el conjunto de su teoría, que en forma recíproca dota de sentido la observación y la mayoría de sus indicios volviendo el todo coherente. De la misma forma sabía Freud reconstruir a partir de un mero tic (“un peculiar chasquido de la lengua, semejante al que produce el urogallo en celo, que ella[7] hacía mientras hablaba”), el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos.
Nuestra relación histórica con el gran naturalista está presente en la Conferencia sobre Darwin[8] de Sarmiento (1881) donde éste destaca como antecesor del evolucionismo en Argentina, al ingeniero español Félix Azara[9], y al científico Augusto Bravad creador de Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires, ambos legítimos precursores.
Tras recorrer la historia del conocimiento humano, Sarmiento deja traslucir que en la búsqueda científico-evolutiva del primer hombre, hay tanta aventura como en la de los héroes griegos y su rescate de la bella Helena para así exaltar la función de la belleza, y que tan funcionales a la utopía son todas estas búsquedas, como a los cruzados encontrar el incierto santo sepulcro, sueños que ya creímos recapitulados en los del Quijote.
Entre esos imposibles de lo humano, capturado por los enigmas que se cuenta en sus intentos por descifrarse, Sarmiento señala con humor e ingenio otra pregunta:
“¿Nació hablando el hombre?”
De las mujeres lo creen posibles graves autoras.
Sin embargo, a una que se había casado en Nueva York con un chino que no sabía inglés, demandando a éste por mala conducta, el juez le preguntó: "¿Cómo se entendieron ustedes para casarse?" -"Es que, respondió la matrona, para eso no faltan medios."
Continúa sarmiento: “Sucedió lo mismo con las lenguas que con la astronomía, con la historia natural y con la historia humana”.
Darwin en las pampas
El joven Charles (de los viajes, 1832) plasma además detalles de su encuentro con la risa de Juan Manuel de Rosas[10], el desprecio por la crueldad hacia los indios[11] y otros caracteres mas elogiosos de la sociedad Argentina[12].
Efectivamente el joven Charles no sólo sabía de cotejar pájaros. Le escribe receloso a su hermana Caroline: “Nuestra principal diversión es andar a caballo y admirar a las damas españolas. Tras ver a uno de estos ángeles deslizarse calle abajo, comentábamos involuntariamente: "¡Que tontas son las mujeres inglesas, no saben ni andar ni vestirse!" Lo siento por vosotras. A todas os vendría muy bien acercaros a Buenos Aires.”[13]
Presentes desde siempre en el debate, la histeria entró en el darwinismo demostrando el impacto de las fuerzas en juego. En el debate de época, entre Huxley (acérrimo defensor de Darwin) y el obispo Wilberforce (1860). Este último tras una exposición pormenorizada de los fundamentos del primero preguntó si se consideraba heredero del mono por línea paterna o materna, provocando las risas del público. La inmediata réplica del otro fue que si pudiera elegir entre un mono magníficamente dotado por la naturaleza y un hombre que usa su gran influencia e inteligencia para ridiculizar un debate científico entre quienes buscan humildemente la verdad, no dudaría en inclinarse por el mono. El tumulto y la respuesta hicieron caer a una señora desmayada.
La ecológica cadena argumental de los fundamentos evolucionistas también supo oponer la sutileza del deseo femenino que como científicos sabemos diferenciar de la mostración histérica. Ejemplo de ésta conexión intrincada, es una que dice así: entre los gatos y el trébol rojo, la supervivencia del trébol depende de los abejorros y éstos del número de ratones campesinos que destruyen sus nidos. Los roedores, de los gatos que merodean los setos y por qué no -para sellar el argumento- éstos del número de mujeres solteras aficionadas a los gatos. ¿Es la misoginia del científico o la éxtimidad científica de la histeria la que otorga a fósiles femeninos (como la célebre “Lucy” o la flamante “Ida”) el lugar confirmatorio del eslabón perdido? Cuando un Konrad Lorenz encuentra a éste más cerca, en nosotros mismos y el hombre verdaderamente humano.
Uno de los cuales fue sin duda el Dr. Sigmund Freud, que halló en Darwin más de una idea para sus teorías y que también soportó resistencias dentro de su disciplina. Es curioso observar que en época de Darwin tomara tanto vigor la teoría estadística y combinatoria del clérigo Mendel (35 años anterior a El origen…) que llegó a eclipsar la teoría de la selección natural y sus categorías.
Efectivamente, el primer ordenamiento de Darwin diferenciaba entre selección natural (lucha por la supervivencia) y selección sexual (lucha por la reproducción: que separa entre atributos de exhibición y de combate, en El Origen del Hombre y la Selección respecto al Sexo de 1871).
Cuando en la actualidad se corrige ésta clasificación considerando a toda selección como natural (para distinguir sólo entre selección por supervivencia y lucha por la reproducción) queda disimulada así cierta noción darwiniana que desnaturaliza la sexualidad en el hombre. En ello Freud, es más darwiniano que los evolucionistas contemporáneos cuando habla de elección sexual, quedando más cerca de la moderna etología (comportamiento animal comparado) que de la reaccionaria psicología conductista (o del comportamiento).
La forma intraespecífica: exhibición sexual (danzas, pavoneos, etc.) hace posible la selección de la hembra -nos dice Darwin- y deja el atractivo del lado del macho en los animales (ej.: colorida cara del mandril macho). A la inversa, entre los humanos es la mujer quien detenta la fuerza de la belleza, y delibera desde entonces la disputa de quién depende la selección reproductiva (según Freud vence el niño[14]).
La selección artificial humana ha hecho que cierta sociología y antropología sospechosa nutrieran a un “darwinismo social” confundiendo progreso con evolución (series progresivas y fuerzas dominantes no siempre convergen) según una concepción finalista y trascendental que llegó hasta justificar la conquista y el colonialismo. Mezcla fascinante en Ramos Mejía[15] y también en el joven Marx (quien fue a pedirle a Darwin autorización para realizar la traducción al alemán de su obra, a lo que el naturalista se negó amablemente). Admiración que la izquierda soviética supo acuñar en monedas con el rostro de Darwin y la derecha nazi materializar con su seudociencia siniestra.
“De Darwin a Lacan” o La diferencia de Freud
“De Darwin a Lacan” es un texto de Dilan Evans que no desarrolla nada de lo que se propone en su título, pasando revista de una supuesta evolución de los conceptos de Freud a Lacan. Pero nos permite criticar una idea muy difundida y mejor elaborada en Paul Bergerie (ver: Génesis de los conceptos Freudianos). Nada más alejado en Lacan y en Freud que pensar en términos de una supuesta “evolución mental”.
Jaques Lacan denuncia por el contrario la presencia de un vitalismo creador, incluso en Darwin, y en sus ideas totalizadoras, envolventes de todo cuanto observa. Dice Lacan respondiendo a partir de Merleau-Ponty:
“La idea de una evolución vital, la noción de que la naturaleza produce formas siempre superiores, organismos cada vez más elaborados, más integrados, mejor construidos, la creencia en un progreso inmanente al movimiento de la vida, todo esto le es ajeno, y él lo repudia expresamente. Como Freud es un sujeto poco inclinado en sus elecciones a partir de posiciones de principio, creo que lo que le orienta es su experiencia del hombre. Es una experiencia médica. Ella le permitió situar el registro de cierto tipo de sufrimiento y de enfermedad en el hombre, de un conflicto fundamental.
Explicar el mundo por una tendencia natural a crear formas superiores es lo opuesto al conflicto esencial tal como él lo ve obrar en el ser humano. Pero este conflicto supera al ser humano. Es como si proyectara a Freud al Más allá del principio del placer, que es una categoría indiscutiblemente metafísica, que sale de los límites del campo de lo humano, en el sentido orgánico del término. ¿Se trata de una concepción del mundo? No, se trata de una categoría del pensamiento, a la cual no puede dejar de referirse toda experiencia del sujeto concreto.”[16]
La evolución del sujeto siempre se ha considerado por reconstrucción, de forma retroactiva, a partir de una experiencia central, la tensión del conflicto entre consciente e inconsciente. Esta perspectiva se impuso progresivamente desde que Abraham la formuló en 1924 en su teoría del desarrollo de la libido.
Su concepción funda para muchos la ley misma del análisis. Pero en realidad lo que Lacan señala es que terminan por sostenerse en referencias a cierta física que va al lugar de fundamento epistémico último e insondable, y que indirectamente se termina por confesar que el psicoanálisis sería una especie de remedio social. Lo que presentan como característico del elemento impulsor del progreso de la práctica. Para finalmente asegurar una concepción extraordinariamente primaria de la noción analítica de evolución instintual que está muy lejos de ser admitida universalmente.
Desequilibrio pautado, gradualismo Freudiano
Hagamos la lista de ideas en préstamo de Darwin a Freud: de la célebre ley de recapitulación: “la ontogénesis resume la filogénesis" (dicho sencillo, que el hombre es como un renacuajo arcaico en la panza de la madre), el origen bisexual común del sexo diferenciado en el desarrollo. De la misma ley, el origen ectodérmico del sistema nervioso; la mórula invaginada en el útero transforma en lo más interno su cara exterior filogenética, conservando así resabios de un quantum -impulso inerte- que tiende al retorno exterior. Para fundar la pulsión de muerte. La tesis de que el hombre primitivo se asemeja a un niño y, el niño a un neurótico. Según las fases del desarrollo sexual pregenital (denominó oral o canivalística a la primera fase). La del tirano jefe de los monos, “mito moderno” -para usar la expresión de Jacques Lacan- de Tótem y tabú (libro de 1912) que hace derivar el origen de la ley y la culpa del asesinato del protopadre de la horda a manos de los competidores desplazados. La existencia de protofantasías como verdades prehistóricas heredadas por filogénesis y reconstruidas (ej.: miedo a ser castrado por el padre, reeditada en el rito universal de la circuncisión).
La transformación de las emociones en movimientos expresivos (función de la comunicación) manifiesta en la «derivación de la excitación» (ej: movimiento de la cola en el perro o tamborileo de los dedos del que espera), mensajes deformados por coerción (represión) que colaboran en la formación de los síntomas neuróticos.
De la función del lenguaje en La interpretación de los sueños (concepción que nos interesa particularmente) dice Freud: “para el sueño lo figural es susceptible de figuración, y puede insertarse en una situación; en cambio, la expresión abstracta ofrecería a la figuración onírica dificultades parecidas a las que opondría, por ejemplo, el artículo político de fondo de un periódico, a su ilustración.” (…) “en efecto, en cualquier lenguaje, en virtud de su evolución, los términos concretos son más ricos en anudamientos que los conceptuales.”[17] (ej.: en el sueño alguien que no se quién es, llega todo vestido de azul. Luego, comento el sueño y digo: “…alguien que viene de Azul.” Y figuro la ciudad) “El sueño no tiene más que devolverles su pleno significado primitivo, o descender un peldaño en la evolución de su significado.” ¿No fue Azul acaso un fuerte militar en la frontera contra el indio?
Para terminar, lo primero: adopta Freud de Darwin su “regla de oro”, anotar inmediatamente todo cuanto sea contrario a su teoría, porque sabe que tendería a olvidarlo.
Leonardo Vera
[1] Ver: “Sueño de la monografía de botánica” en La interpretación de los sueños.
[2] El mono desnudo de Morris Desmond 1967.
[3] Darwin Sir. Julian Huxley H. D. B. Kettlewel. 1985.
[4] Presentación autobiográfica (1925 [1924]) Selbstdarstellung. Amorrortu Editores. Compilador y correctos James Strachey.
[5] El Seminario 1. Clase 14. Ed. Paidos.
[6] Jacques Lacan. Seminario 2.
[7] Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos (1893). Se refiere a Emmy ven N., segundo de los historiales clínicos de Estudios sobre la histeria. – Freud cita: Un ornitólogo describe el canto del urogallo diciendo que termina «en un tictic acompañado de un restallido y siseo» (Fisher, 1955, 3, pág. 46). Se informa más extensamente sobre este peculiar síntoma en Estudios sobre la histeria (1895d), AE, 2, págs. 72, 76 y 80.]
[8] Conferencia sobre Darwin 1881 en el Circulo Médico de Buenos Aires.
[9] Ver: http://www.fundacionazara.org.ar
[10] “En la conversación el general Rosas es entusiasta, pero a la vez está lleno de buen sentido y de gravedad, llevada esta última hasta el exceso. Uno de sus bufones (tiene dos junto a su persona, como los señores feudales) me contó con este motivo la anécdota siguiente: «Un día deseaba oír yo cierta pieza de música y fui dos o tres veces en busca del general para pedirle que mandase tocarla. La primera vez me respondió: - Déjame en paz, estoy ocupado. - Fui a buscarle por segunda vez y me dijo: - Como vuelvas de nuevo, hago que te castiguen. -Volví por tercera vez y echóse a reír. Me escapé de su tienda, pero era demasiado tarde; ordenó a dos soldados que me cogiesen y me atasen a cuatro postes. Pedí perdón invocando a todos los santos de la corte celestial, pero no quiso perdonarme; cuando el general se ríe, no perdona a nadie». El pobre diablo aún ponía una cara angustiosa al recordar los postes.” Charles Darwin. Viaje de un naturalista alrededor del mundo.
[11] “Dos días después me encamino de nuevo al puerto. Ya nos acercábamos al punto de llegada, cuando mi acompañante (el mismo hombre que me había guiado) vio a lejos a tres personas cazando a caballo. Echo pie a tierra enseguida, los examinó con cuidado y me dijo: «No montan a caballo como cristianos y además nadie puede abandonar el fuerte». Reuniéronse los tres cazadores y se apearon también. Por último, uno de ellos volvió a montar a caballo, dirigiose hacia lo alto de la colina y desapareció. Mi acompañante me dijo: «Ahora tenemos que montar otra vez a caballo, cargue V. su pistola», y examinó su sable. «¿Son indios?», le pregunté. - «¿Quién sabe? Pero, en fin, si no son más que tres, poco importa». Entonces pensé que el hombre que desapareció detrás de la colina habría ido en busca del resto de la tribu. Comuniqué este pensamiento a mi guía, el cual me contestaba siempre con su eterno «¿Quién sabe?». Sus ojos no se apartaban un instante del horizonte, escudriñándolo con cuidado. Su imperturbable sangre fría acabó por parecerme una verdadera broma, y le pregunté por qué no nos volvíamos al fuerte. Su respuesta me intranquilizó un poco: «Volveremos, dijo, pero de modo que vayamos junto a un pantano; pondremos allí a galope a nuestros caballos y nos llevarán hasta donde puedan; después nos confiaremos a nuestras piernas; de este modo no hay peligro». Confieso que, no sintiéndome muy convencido, le apremié a caminar más deprisa. «No, me respondió, mientras ellos no aceleren el paso». Nos poníamos a galopar en cuanto una desigualdad del terreno nos ocultaba a los enemigos, pero cuando estábamos a la vista de ellos íbamos al paso. Por fin llegamos a un valle, y volviendo a la izquierda nos dirigimos rápidamente a galope tendido al pie de una colina; entonces me hizo tenerle el caballo, hizo acostarse a los perros y se adelantó arrastrándose a gatas para reconocer al pretenso enemigo. Permaneció algún tiempo en esa postura, y a la postre, riéndose a carcajadas, exclamó: «Mujeres!». Acababa de reconocer a la esposa y a la cuñada del hijo del mayor de la plaza, que iban buscando huevos de avestruz. He descrito la conducta de este hombre porque todos sus actos estaban dictados por el convencimiento de que teníamos indios al frente. Sin embargo, tan pronto como hubo descubierto su absurdo error, me dio un sin fin de buenas razones para probarme que no podían ser indios, razones que un momento antes había olvidado en absoluto. Entonces nos encaminamos sosegadamente a Punta Alta, eminencia poco elevada, desde donde, sin embargo, podíamos descubrir casi todo el inmenso puerto de Bahía Blanca.” Charles Darwin. Viaje de un naturalista alrededor del mundo.
[12] Las clases más elevadas e instruidas que viven en las ciudades tienen las cualidades del gaucho, aunque en menor grado; pero también muchos vicios que éste no tiene y los cuales temo que anulen esas buenas cualidades. En las clases elevadas se advierten la sensualidad, la irreligiosidad, la Corrupción más cínica, llevadas al grado más alto. A casi todos los funcionarios puede comprárseles: el director general de correos vende sellos falsos; el gobernador y el primer ministro se entienden para robar al Estado. No debe contarse con la justicia mediando el oro. He conocido a un inglés que fue a ver al ministro de Justicia en las condiciones siguientes (y añadía que estando muy poco al corriente de las costumbres del país, temblaba todo su cuerpo al entrar en casa del alto personaje): «Señor, le dijo, vengo a ofrecer a usted 200 pesos en papel (unas 125 pesetas en metálico), si hace usted que dentro de cierto término detengan a un hombre que me ha robado. Sé que el paso que doy en este momento es contrario a la ley, pero mi abogado (y citó el nombre de éste último) me aconsejó que lo diese». Sonriose el ministro de justicia, cogió el dinero, dio las gracias y antes de acabarse el día ya estaba detenido el hombre en cuestión. ¡Y el pueblo espera aún llegar al establecimiento de una república democrática, a pesar de esa ausencia de todo principio en la mayor parte de los hombres públicos y mientras el país rebosa en oficiales turbulentos mal pagados! Charles Darwin. Viaje de un naturalista alrededor del mundo.
[13] Darwin, Sir Julian Huxley y H. D. B. Kettlewel. Ed. Salvat-Barcelona (1985). Traducción del inglés Jesús Fernández Zulaica.
[14] “El niño debe tener mejor suerte que sus padres, no debe estar sometido a esas necesidades objetivas cuyo imperio en la vida hubo de reconocerse. Enfermedad, muerte, renuncia al goce, restricción de la voluntad propia no han de tener vigencia para el niño, las leyes de la naturaleza y de la sociedad han de cesar ante él, y realmente debe ser de nuevo el centro y el núcleo de la creación. His Majesty the Baby, como una vez nos creímos. Debe cumplir los sueños, los irrealizados deseos de sus padres; el varón será un grande hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe como tardía recompensa para la madre. El punto más espinoso del sistema narcisista, esa inmortalidad del yo que la fuerza de la realidad asedia duramente, ha ganado su seguridad refugiándose en el niño.” S. Freud. Introducción al Narcisismo 1914-16. Ed. Amorrortu. Tomo 14.
[15] La multitudes argentins 1899. Ed. Marymar. Ver: Cap. 2 “El hombre de las multitudes” en: El psicoanálisis y los debates culturales, 2005 de Germán García.
[16] Jacques Lacan. El circuito. Seminario 2. Clase 7.
[17] La interpretación de los sueños Sigmund Freud. Cap.VI. El trabajo del sueño. El miramiento por la figurabilidad.
1 comentario:
Tuve el agrado de escuchar las ideas aquí vertidas al compartir con su autor el homenaje a Darwin y a Freud que rindió el Centro Darwin-Ameghino de Ciencias, Artes y Letras, de Miramar. Se trata de conceptos profundos, no comunes hoy en día, que iluminan sin necesidad de que el lector comparta claves secretas con el autor. Gracias, Leonardo Vera.
José M. Fernández Santana
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