Revenants en las profundidades del gusto - César Mazza




“Todos mis amigos posteriores han constituido y constituyen, en cierto sentido, encarnaciones de esta figura de mi infantil compañero y fantasmales reapariciones de la misma (revenants)” S. Freud, La interpretación de los sueños.

Sigmund Freud es el primer lector por antonomasia de La interpretación de los sueños. Tal vez extrañado del resultado de su propia creación, el autor confiesa a su interlocutor privilegiado de entonces, el impacto de su escrito:
“Tengo en alguna parte metido algún sentimiento de la forma, una estimación por la belleza como una especie de perfección, y las frases retorcidas, ufanas en sus giros indirectos que miran de reojo al pensamiento, de mi escritos de los sueños han enfrentado gravemente a un ideal que vive en mí”. (Cartas a Wilhelm Fliess: 1887-1904)
Confesión que resuena en la afirmación de Sthéfane Mallarme: el escritor es el primer lector de su propia obra. La interpretación... se publica en 1900 y su incidencia en la subjetividad contemporánea aún tiene efectos incalculables e imprevistos que no dejan de transformar la manera de leer. No se puede impugnar la violencia qué aún tiene esta novedad. El mismo Freud se extraña de su producción, puesto que la manera de leer se conmueve en virtud de su descubrimiento. Esa extrañeza es la que se despierta en el funcionamiento del inconsciente y la retórica que Freud va encontrando en los sueños. La escritura de Freud, comenta Jean-Claude Milner, se permite jugar con la lengua alemana. Esto implica imponerle reglas que no están en su rutina, en su cristalización y por supuesto que no encajan ni en un ideal de perfección ni en un ideal de cientificidad positivista. Entonces ese estilo, de frases retorcidas y de giros indirectos, se fuerza con la vivacidad de la experiencia que Freud estaba forjando: la práctica analítica. Los conceptos psicoanalíticos no son meras especulaciones teóricas sino que se deben a la invención de un discurso inédito en la cultura, el psicoanálisis, cuya existencia dependerá de la figura del analista.

Carta va

El psicoanálisis entró en Argentina como un visitante extranjero. En la ciudad de Córdoba primero fue una cita de avanzada en intelectuales que protagonizaron la Reforma Universitaria de 1918 (Arturo Capdevilla, Deodoro Roca y Juan Filloy). Luego una referencia teórica de la psiquiatría de la década del ’30 (S. Freud y J. Lacan son citados por Gregorio Bermann y Emilio Pizarro Crespo). Esta entrada va instalando una marca discontinua, fugaz, subterránea en “las profundidades del gusto”. Se trata de un condimento en el caldo de la cultura para que “la vía de Freud sea practicable” según la afirmación de Lacan. En este movimiento se destaca la referencia a Freud de Juan Filloy. Consideremos tres aspectos: sus novelas, en particular Caterva; en la curiosa y  breve correspondencia epistolar con Freud y en el estilo de escritura. La referencia más importante no se reduce a las clasificaciones psicopatológicas que el escritor encontró en algún texto de Freud. A nuestro juicio la conexión más intensa que existe entre Filloy y Freud remite al estilo, al tratamiento del lenguaje plasmado en su vida literaria. Alguien que se ufana de haber tallado más de ocho mil palíndromos, una especie de campeón mundial en un arte que sólo vale por su inutilidad, despierta la afinidad con el analista. De la palindromía dirá Filloy “su falta de obligatoriedad y su carencia de beneficios ennoblecen su nadería de regocijo incoercible”. Sorprende la íntima conexión entre el goce producido por la creación palindrómica y la divisa firmada por Freud, Largo Otium cum dignitate et estudio. La  divisa de Freud, dirá Germán García, se extrae del funcionamiento del inconsciente e interpela el concepto del trabajo como trabajo alienado. Entonces, como en la inquietante frase “Ateo por Arabia iba raro poeta”, esta singular manera de habitar la lengua guarda una exquisita afinidad con el corte de sentido que la interpretación analítica efectúa sobre el discurso del analizante.

 El destino de una carta SOLO DISECA LA FE DE FALACES IDOLOS

Filloy envía desde Río Cuarto a Viena una copia de Op Oloop a Sigmund Freud. “Mi sorpresa fue cuando a los tres o cuatro meses –en aquel tiempo la correspondencia viajaba por vapor– recibí una carta lacónica, que para mí resultó lo suficientemente halagüeña, en la que me decía: “He leído su libro con mucho gusto y apreciado la índole de su tema. Saludos, felicitaciones.” (Ambort, M.). La alegría que produjo esta misiva no puede entenderse sin la posterior contingencia que sufrió: fue robada o extraviada. En todas las cartas que intercambió con Freud la suma de la operación es la misma, la pérdida. Curiosa forma de resignificar el valor de la inutilidad: "En un mundo cada vez más venal, donde todo se cotiza, donde no se concibe ningún ahínco desinteresado, el culto de la palindromía constituye una flagrante aberración. Mas, ¿qué ganan también los que se dedican a desentrañar jeroglíficos, charadas, metátesis, crucigramas, logogrifos, metaplasmas, anagramas, etc.? Nada, por cierto. A no ser el halago de superar el enigma esclareciéndolo y la complacencia de saber que la agudeza y la constancia propia son atributos que categorizan la costumbre de vivir".
Casi como en el relato que el soñante hace del sueño a ese extraño interlocutor que llamamos analista, el escritor envía una carta al inventor del psicoanálisis. ¿Para hacer notar que su literatura tiene mucho que ver con ese nuevo discurso? Lo cierto es que Juan Filloy se constituye en uno de los lectores pioneros de la Obra Magna de Sigmund Freud ¿cómo sino entender ese acto de corresponder a Freud con su deseo? Retorno del mensaje en forma invertida, Freud al responder impacta en el regocijo del escritor.
El lector analista toma las palabras que escucha de su analizante tal como Filloy ensaya sus frases palindromáticas. “Las palabras pareciera que esperasen a quienes, en una mayéutica formal, las alumbraran, para conducirlas por sendas metodológicas hacia revelaciones inéditas”.
Estas formas verbales creadas por Filloy son como sueños, lapsus y síntomas, las revenants impuras y retorcidas que pueden retornar sin ningún cálculo utilitario. Tal vez algún vienés decidido al Otium, arrendatario de un deseo inédito, el deseo de analizar, pueda transformarse en su destinatario.

Texto publicado en Deodoro, gaceta de crítica y cultura, UNC, Córdoba enero 2016


 Bibliografía
Mónica Ambort. “Juan Filloy. El Escritor escondido”. Ed. Aguilar, Buenos Aires, 2002. 
Germán García. “El psicoanálisis dicho de otra manera”. Ed Pre-textos, Valencia, 1980.
Milner, Jean-Claude “Claridad de todo. De Lacan a Marx, de Aristóteles a Mao”. Ed. Manantial, Bs. As., 2012.


Biblioteca central de la UNRC Reportaje en http://juanfilloy.bib.unrc.edu.ar/Filloy_repin-dex.php

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