La asociación Estación Pringles tiene el agrado de hacer público el fallo del Premio Indio Rico 2008, auspiciado por la Dirección Gral. de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, que en esta oportunidad abordó el género autobiografía. El jurado, integrado por Edgardo Cozarinsky, María Moreno y Ricardo Piglia, eligió por unanimidad la obra En la pausa, de Diego Fernando Meret, quien resultó el ganador del premio consistente en la publicación del libro por Estación Pringles. Asimismo, el jurado otorgó menciones especiales a Inés Acevedo por su obra Una idea genial y a Felipe José Benegas Lynch por El reino.
La entrega del premio y las menciones se realizará en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires el día 21 de noviembre a las 19. En dicho acto, además de la entrega de diplomas, miembros de Estación Pringles (Arturo Carrera, Juan José Cambre, Chiquita Gramajo, Rosa Beatriz López) darán a conocer los nuevos proyectos de Estación Pringles y se proyectará un video de Ana Cambre y Laura Petrecca.
El dictamen del Premio Indio Rico señala en uno de sus párrafos la originalidad de la autobiografía En la pausa: “…de la que destaca la puesta en cuestión de la supuesta transparencia del género autobiográfico — ya exhaustivamente explorado por la crítica literaria— a través de un relato apasionante en donde contar la vida cuenta menos que el registro del método y los procedimientos. En la pausa se demora en los escenarios de escritura —la fábrica, la pensión por horas—, los instrumentos —la tiza, el lápiz—, el soporte —cuaderno, puerta del baño—, la producción —veinte páginas diarias escritas, sesenta leídas—, la biblioteca —todos los libros que pudieron conseguirse luego del primero—, el Martín Fierro, único libro de la casa natal . Pero el énfasis reflexivo no le resta la alegría fundante y la soltura única de los mejores novelas de iniciación. En la pausa propone que la autobiografía sólo puede ser la de la lectura y de la escritura como vocación irrenunciable, un relato posible de cómo experiencia y memoria sólo pueden dar lugar a certezas provisorias pero que, al fin y a cabo, permiten salir de la pausa y hacer de la literatura una prórroga siempre renovable.”
Asimismo el jurado señaló la precisa articulación, dentro del modelo "autobiografía", de experiencias personales y sociales particulares con referencias literarias muy amplias, y cómo la conversación entre materiales de carácter muy diverso ha sido orquestada por el autor con audacia: la narración de unos "años de formación" a la vez difíciles y gozosos resulta en un retrato del escritor que aprende a rescatar por la palabra la más opaca cotidianidad.
Filosofía (fragmento de En la pausa), por Diego Fernando Meret
Esta mañana, que es cualquier mañana, a media cuadra de la estación de Haedo me detuve en un puestito callejero de un chico que vende libros. Compré, por siete pesos, el Diccionario del hombre contemporáneo de Russell. Hace más o menos un año que estoy empecinado en leer filosofía. Lo tomo como una especie de desafío. No sé… de cada cincuenta páginas que leo podría decir que entiendo cinco o seis palabras, pero igual me gusta. Me pasaba algo similar cuando leía sólo poesía. De repente, brota alguna que otra revelación que al instante se evapora y la olvido. Pero esas revelaciones son terribles, son como sacudones de sentido. Por las noches, cuando quiero contarle a Trementina lo que estuve leyendo, no puedo otra cosa que esbozar intentos de reflexión… que, por demás, suelen ser bastante confusos. El tren iba casi vacío. Subí, miré hacia los asientos y había para elegir, de modo que escogí uno, me senté y abrí el libro. Y me llevé una sorpresa. Me encontré, tal como tendría que haberme imaginado en virtud de la palabra “diccionario”, con una seguidilla de definiciones proyectadas en orden alfabético. Entonces supe que no haría falta que me lanzara a una lectura lineal… como me han aconsejado algunos entendidos que debo encarar cualquier texto filosófico. Ir de menor a mayor. Aunque a veces pienso que estos entendidos no debieron haber considerado que “lo menor” de un libro bien pudiera estar al final, en el medio o, quizás, en las primeras páginas. De todos modos siempre fui de hacer caso… y no veo por qué cambiar mi actitud sumisa frente a la filosofía o frente a cómo, según me indicaron, hay que entrarle a la filosofía. Así que jamás dejé de ir de menor a mayor, es decir, en filosofía, nunca había leído, por ejemplo, la página treinta y cinco de un libro sin antes haber leído la siete, ni ésta sin haber pasado por la dos. Y así leí, entre otros, Crítica de la razón pura, un total de más de seiscientas páginas de las cuales hoy no sería capaz de citar siquiera dos palabras juntas. Bueno, exagero puedo decir “proposiciones asertóricas”, que creo es algo así como la expresión sintética de una verdad absoluta, sin fisuras, aunque seguramente me esté equivocando. Por eso este libro de Russell fue para mí una gran sorpresa, porque significó la puerta de acceso a otro tipo de lectura en relación con la filosofía. Hojeaba y hojeaba el libro y no me decidía por ninguna definición, por ninguna palabra mejor dicho. En un momento pensé “nada”… sí veamos que dice Russell de “nada”, palabra tan filosófica. Busqué la “n” y luego la palabra “nada”. Y en “nada” decía: “ver todo”, por lo que para conocer la definición de “nada” debía ir primero a la palabra “todo”. Cerré el libro porque me agarró bronca. No quería ver “todo”, quería ver “nada”. Luego, a la altura de Ciudadela, volví a abrir el libro, pero esta vez al azar. Me dije: “a la primera que salga”. Y di con la palabra “experiencia”. En realidad di con más de una palabra… pero la que más me interesó de todas fue “experiencia”. Decía: “la esencia de la experiencia (supongo que la rima habría que atribuirla a la traducción) es la modificación de la conducta producto de lo que ha experimentado”. Cerré el libro y por un rato estuve sin pensar en nada. Me propuse en el transcurso del día escribir mi definición de experiencia. En la oficina, en los ratos en que no sonaba el teléfono… o cuando mi jefa iba a alguna reunión… abría mi cuaderno Gloria delgado y anotaba algo… palabras sueltas. A la noche ya tenía mi definición. “No sé qué es experiencia, pero, y reconozco que no tengo derecho, debe ser algo más que lo que dice Russell”, escribí: “puede que la(s) experiencia(s) sean la destrucción de pequeñas certezas”. Entonces ahí fue cuando me vinieron ganas de narrarme, de escribir… o mejor… de develar algunas de las experiencias con las que hasta ahora me he ido cruzando. Y antes de acostarme pensé: “qué no es una experiencia”.
Sobre el autor:
Diego Fernando Meret nació el 13 de abril de 1977, en Morón, Provincia de Buenos Aires. Cursó el Profesorado de Castellano y Literatura en el IES Nro. 1 “Dra Alicia Moreau de Justo”. Durante siete años trabajó de obrero textil. En el año 2007 obtuvo una mención especial en el Premio “Indio Rico” por su nouvelle La ira del Curupí. Desde agosto de 2008 asiste al taller de Alberto Laiseca. No tiene obra editada.
Sobre los finalistas:
Inés Acevedo nació en Tandil, provincia de Buenos Aires, en 1983. Es cuentista. Una idea genial es su primera novela.
Publicó el relato breve Según la flor, (Belleza y Felicidad, 1998) y también ha participado en la antología de jóvenes narradores de Eloisa Cartonera y en otra antología de próxima aparición, Vagón Fumador (Eterna Cadencia).
Poseedora de una admirable frescura a la hora de construir sus relatos, cosecha admiradores entre pares no solo de su generación.
Vive en Buenos Aires, es estudiante de Letras y es diseñadora de ropa para bebés.
Felipe José Benegas Lynch nació el 29 de agosto de 1978, reside en la provincia de Buenos Aires. Es egresado de la Carrera de Letras de la UBA y trabaja como docente en la escuela secundaria. Ha recibido distinciones por sus textos en distintos concursos, tanto nacionales como internacionales, y sus poemas han sido publicados en revistas y antologías del país y del exterior.
Sobre el Premio Indio Rico:
Las bases del Premio Indio Rico así como los objetivos de la asociación Estación Pringles pueden leerse en su sitio en internet: http://www.estacionpringles.org.ar, donde hay, además, una memoria de las actividades realizadas hasta el momento.
La entrega del premio y las menciones se realizará en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires el día 21 de noviembre a las 19. En dicho acto, además de la entrega de diplomas, miembros de Estación Pringles (Arturo Carrera, Juan José Cambre, Chiquita Gramajo, Rosa Beatriz López) darán a conocer los nuevos proyectos de Estación Pringles y se proyectará un video de Ana Cambre y Laura Petrecca.
El dictamen del Premio Indio Rico señala en uno de sus párrafos la originalidad de la autobiografía En la pausa: “…de la que destaca la puesta en cuestión de la supuesta transparencia del género autobiográfico — ya exhaustivamente explorado por la crítica literaria— a través de un relato apasionante en donde contar la vida cuenta menos que el registro del método y los procedimientos. En la pausa se demora en los escenarios de escritura —la fábrica, la pensión por horas—, los instrumentos —la tiza, el lápiz—, el soporte —cuaderno, puerta del baño—, la producción —veinte páginas diarias escritas, sesenta leídas—, la biblioteca —todos los libros que pudieron conseguirse luego del primero—, el Martín Fierro, único libro de la casa natal . Pero el énfasis reflexivo no le resta la alegría fundante y la soltura única de los mejores novelas de iniciación. En la pausa propone que la autobiografía sólo puede ser la de la lectura y de la escritura como vocación irrenunciable, un relato posible de cómo experiencia y memoria sólo pueden dar lugar a certezas provisorias pero que, al fin y a cabo, permiten salir de la pausa y hacer de la literatura una prórroga siempre renovable.”
Asimismo el jurado señaló la precisa articulación, dentro del modelo "autobiografía", de experiencias personales y sociales particulares con referencias literarias muy amplias, y cómo la conversación entre materiales de carácter muy diverso ha sido orquestada por el autor con audacia: la narración de unos "años de formación" a la vez difíciles y gozosos resulta en un retrato del escritor que aprende a rescatar por la palabra la más opaca cotidianidad.
Filosofía (fragmento de En la pausa), por Diego Fernando Meret
Esta mañana, que es cualquier mañana, a media cuadra de la estación de Haedo me detuve en un puestito callejero de un chico que vende libros. Compré, por siete pesos, el Diccionario del hombre contemporáneo de Russell. Hace más o menos un año que estoy empecinado en leer filosofía. Lo tomo como una especie de desafío. No sé… de cada cincuenta páginas que leo podría decir que entiendo cinco o seis palabras, pero igual me gusta. Me pasaba algo similar cuando leía sólo poesía. De repente, brota alguna que otra revelación que al instante se evapora y la olvido. Pero esas revelaciones son terribles, son como sacudones de sentido. Por las noches, cuando quiero contarle a Trementina lo que estuve leyendo, no puedo otra cosa que esbozar intentos de reflexión… que, por demás, suelen ser bastante confusos. El tren iba casi vacío. Subí, miré hacia los asientos y había para elegir, de modo que escogí uno, me senté y abrí el libro. Y me llevé una sorpresa. Me encontré, tal como tendría que haberme imaginado en virtud de la palabra “diccionario”, con una seguidilla de definiciones proyectadas en orden alfabético. Entonces supe que no haría falta que me lanzara a una lectura lineal… como me han aconsejado algunos entendidos que debo encarar cualquier texto filosófico. Ir de menor a mayor. Aunque a veces pienso que estos entendidos no debieron haber considerado que “lo menor” de un libro bien pudiera estar al final, en el medio o, quizás, en las primeras páginas. De todos modos siempre fui de hacer caso… y no veo por qué cambiar mi actitud sumisa frente a la filosofía o frente a cómo, según me indicaron, hay que entrarle a la filosofía. Así que jamás dejé de ir de menor a mayor, es decir, en filosofía, nunca había leído, por ejemplo, la página treinta y cinco de un libro sin antes haber leído la siete, ni ésta sin haber pasado por la dos. Y así leí, entre otros, Crítica de la razón pura, un total de más de seiscientas páginas de las cuales hoy no sería capaz de citar siquiera dos palabras juntas. Bueno, exagero puedo decir “proposiciones asertóricas”, que creo es algo así como la expresión sintética de una verdad absoluta, sin fisuras, aunque seguramente me esté equivocando. Por eso este libro de Russell fue para mí una gran sorpresa, porque significó la puerta de acceso a otro tipo de lectura en relación con la filosofía. Hojeaba y hojeaba el libro y no me decidía por ninguna definición, por ninguna palabra mejor dicho. En un momento pensé “nada”… sí veamos que dice Russell de “nada”, palabra tan filosófica. Busqué la “n” y luego la palabra “nada”. Y en “nada” decía: “ver todo”, por lo que para conocer la definición de “nada” debía ir primero a la palabra “todo”. Cerré el libro porque me agarró bronca. No quería ver “todo”, quería ver “nada”. Luego, a la altura de Ciudadela, volví a abrir el libro, pero esta vez al azar. Me dije: “a la primera que salga”. Y di con la palabra “experiencia”. En realidad di con más de una palabra… pero la que más me interesó de todas fue “experiencia”. Decía: “la esencia de la experiencia (supongo que la rima habría que atribuirla a la traducción) es la modificación de la conducta producto de lo que ha experimentado”. Cerré el libro y por un rato estuve sin pensar en nada. Me propuse en el transcurso del día escribir mi definición de experiencia. En la oficina, en los ratos en que no sonaba el teléfono… o cuando mi jefa iba a alguna reunión… abría mi cuaderno Gloria delgado y anotaba algo… palabras sueltas. A la noche ya tenía mi definición. “No sé qué es experiencia, pero, y reconozco que no tengo derecho, debe ser algo más que lo que dice Russell”, escribí: “puede que la(s) experiencia(s) sean la destrucción de pequeñas certezas”. Entonces ahí fue cuando me vinieron ganas de narrarme, de escribir… o mejor… de develar algunas de las experiencias con las que hasta ahora me he ido cruzando. Y antes de acostarme pensé: “qué no es una experiencia”.
Sobre el autor:
Diego Fernando Meret nació el 13 de abril de 1977, en Morón, Provincia de Buenos Aires. Cursó el Profesorado de Castellano y Literatura en el IES Nro. 1 “Dra Alicia Moreau de Justo”. Durante siete años trabajó de obrero textil. En el año 2007 obtuvo una mención especial en el Premio “Indio Rico” por su nouvelle La ira del Curupí. Desde agosto de 2008 asiste al taller de Alberto Laiseca. No tiene obra editada.
Sobre los finalistas:
Inés Acevedo nació en Tandil, provincia de Buenos Aires, en 1983. Es cuentista. Una idea genial es su primera novela.
Publicó el relato breve Según la flor, (Belleza y Felicidad, 1998) y también ha participado en la antología de jóvenes narradores de Eloisa Cartonera y en otra antología de próxima aparición, Vagón Fumador (Eterna Cadencia).
Poseedora de una admirable frescura a la hora de construir sus relatos, cosecha admiradores entre pares no solo de su generación.
Vive en Buenos Aires, es estudiante de Letras y es diseñadora de ropa para bebés.
Felipe José Benegas Lynch nació el 29 de agosto de 1978, reside en la provincia de Buenos Aires. Es egresado de la Carrera de Letras de la UBA y trabaja como docente en la escuela secundaria. Ha recibido distinciones por sus textos en distintos concursos, tanto nacionales como internacionales, y sus poemas han sido publicados en revistas y antologías del país y del exterior.
Sobre el Premio Indio Rico:
Las bases del Premio Indio Rico así como los objetivos de la asociación Estación Pringles pueden leerse en su sitio en internet: http://www.estacionpringles.org.ar, donde hay, además, una memoria de las actividades realizadas hasta el momento.
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