Extracto de la lectura crítica realizada en la Fundación Descartes el día 26 de Octubre del 2010.


La intemperie metafísica de Macedonio Fernández, de JMa Uyà, Documenta Universitaria, Girona, Septiembre 2009.

“Ya son varias la voces críticas que reclaman para Macedonio Fernández el reconocimiento de pensador metafísico completamente original, con un aporte decisivo sobre la tarea del conocimiento en el siglo XX. Encerrado el problema metafísico en las grandes lecciones finales de Wittgenstein, Heidegger o Sartre, el “pensar” de Macedonio llega a conclusiones más radicales, basado en una metafísica empirista, puramente descriptiva del yo y de los fenómenos, consiguiendo, a la manera de Machado, “salir por el tejado” del problema, y situando la metafísica en una intemperie radical. El eje mayor de toda la obra del argentino se sitúa en la naturaleza de la mirada o estar metafísico del autor y del lector, el “asombro de ser” parmenideano, imprescindible para poder interpretar los textos, de manera que salgamos de la “tesis realística”, o creencia en la realidad habitual del hacer filosófico. A partir de esa “infamiliaridad” con lo real cotidiano, y del procedimiento habitual de Macedonio en sus textos de “irrealizar al lector”, Macedonio crea una propuesta del “hablar claro”, donde la textualidad aparece sin citas ni aclaración de influencias, como “un taller a la vista”, en diálogo directo con el lector.

Muchos son los temas y formas genéricas de la obra de Macedonio, aunque destaca su obra No toda es vigilia la de los ojos abiertos” (1928), donde, siguiendo la estela de algunos filósofos franceses del XIX, como Charles Renouvier, y del norteamericano William James, Macedonio exprime su pensar en un conjunto de aseveraciones descriptivas que conforman una propuesta abierta, pero definida, sobre el ser y la existencia, que podemos sintetizar de esta manera: todo es ser, y no hay ni no-ser ni exterior al ser, en un estado permanente de ensueño, despierto y dormido, en el cual todo aquello que se ve son variaciones de los estados sensibles del ser, único elemento descriptivo posible. Ello es, en sí, un único y permanente Misterio. El ser es solo el estado sentido del yo, y en tanto que único estado, el yo, conceptualmente, no existe fuera de ese estado sentido permanente. Todo reconocimiento de algo es tautológico, sea la afirmación “yo soy” o “la existencia existe”, por lo cual nada se puede fundamentar ni decir fuera del estado de “almismo ayoico”, o alma sin yo, que es el ser, un estado constante de psique que tiene todo existir y existencia a la vista, sin nada oculto o por desvelar, pues ese estado es una conciencia presencial absoluta. Comprendido esto, por un lado, la realidad es “el misterio”, y no “un misterio”, y por otro lado, desaparece el “asombro de ser”, pues se comprende que el ser y su experiencia sensible son una unidad mística, una unión presente de cada ser con su “todasensibilidad”, en estado de “autoexistencia increada”. Y ese es el estado natural de cada ser sin conciencia o choque metafísico, y el estado final de aquel que se ha hecho la pregunta metafísica.

Esto es la “Crítica Total del Conocimiento”, que no se basa en un sistema, sino en una visión, de la cual quedan excluidas la mayoría de categoría filosóficas metafísicas, substancia, idea, causalidad, etc. El problema único es el darse de la experiencia. Todo lo que se diga de más es un “vacío verbal” o “verbalismo” sin nota de realidad explicativa real. Estamos, pues, ante una ontología radical, un cambio epistemológico donde el ser es el centro único de todo sin nada, y ese sin nada incluye la falsedad de todo saber. Esta es la única y auténtica postura racional , frente a la “ontologías fantasmales” de la metafísica anterior, y en su cumbre, de Kant.

Estamos pues, en el final no solo del “racionalismo” sino también de todos los movimientos del saber del siglo XX, que con ansia de cientificidad, se perdieron en la retórica del lenguaje, sin ver que estamos sin cobertura epistemológica tanto en la realidad como con el lenguaje. Estamos sin casa, sin discurso, sin idea y sin símbolo, es decir, a la intemperie metafísica. Estamos en la claridad conciencial del no-saber, que no ha llevado, a modo de saltos quánticos, del animismo al teísmo, de éste al racionalismo, y del racionalismo a la pura metafísica descriptiva de Macedonio. Esta intemperie sólo resguarda en su posibilidad la “pasión” o estado afectivo del ser, y su realización “altruística”, o sea el darse del otro como ética o realidad de la praxis vital.

Se cierra, pues, toda metafísica justamente en una época y sociedad, la nuestra, sin metafísica, puesto que por un lado la desdeña, y por otro lado, no la necesita. Extraña convergencia la del filósofo-poeta y la del burgués, coincidiendo antinómicamente no en la nada, sino en la más absoluta soledad existencial . Pero Macedonio nunca dijo que sin saber nada, no se pueda existir: existimos en la intemperie metafísica.”

JMa Uyà

Octubre 2010

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