Aurora Venturini nació en La Plata en 1922 y es ciudadana ilustre
de la misma ciudad desde el año 1991, se especializó en Filosofía y Ciencias de
la Educación (Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional platense) y ha
dictado cátedra en la escuelas secundarias y en la universidades de La Plata y
Lomas de Zamora. Cofundadora del Instituto de Psicopedagogía de Minoridad entre
1942 y 1950, cumplió funciones de psicómetra en institutos de adolescentes,
tratando la batería de tests, hasta llegar al Rorschard. En 1948 recibe de manos de Jorge Luis Borges
el Premio Iniciación, por El solitario.
Formó parte de las Ediciones del Bosque de La Plata, junto a María Dhialma
Tiberti y otros escritores de la ciudad de La Plata. Estudió psicología en la
Universidad de París, ciudad en la que se autoexilió durante 25 años tras la
Revolución Libertadora. En París trabó amistad con Jean-Paul Sartre, Simone de
Beauvoir, Albert Camus, Eugène Ionesco y Juliette Gréco; en Sicilia frecuentó
la amistad de Salvatore Quasimodo. Ha traducido y escrito trabajos críticos
sobre poetas como Isidore Ducasse, Conde de Lautréamont, François Villon y
Arthur Rimbaud, traducciones por las cuales recibió la condecoración de la Cruz
de Hierro otorgada por el gobierno francés. En diciembre de 2010 fue votada
como el mejor libro en español editado en España durante 2009, recibiendo el II
Premio Otras Voces, Otros Ámbitos.
Libros de referencia: Pogrom del cabecita negra (Colombo, Buenos Aires, 1989), con el que
obtuvo el Premio Scalabrini Ortiz de la Municipalidad platense, y también el
Forti Glori; Esos Locos bajitos o
Historia dinámica de la educación (Premio Regional –Región Pampásica y
Patagónica- 1965)
Editó 15 poemarios y por La Trova, 1962, mereció el Premio Provincial de Literatura.
Recibió, además, otros premios: por Nosotros, los Caserta, el del Fondo
Nacional de las Artes, el Pirandello d´Oro della Collegiatura di Sicilia y el
Domani de Verona
A continuación un comentario publicado en un diario
cultural de la Argentina con fecha del 9 de febrero del año 2003, la
presentación escrita por Germán García y un capítulo de la novela Nanina,
Justina y el doctor Rorschach, Editorial Dunken, 2002 .
Abuso y poder
«Psicómetra del Instituto, tal mi función», dice la
voz ordenadora de estos textos que prefiguran una forma para que el lector arme
una novela sobre dos casos: Nanina, Justina. Hay una batería de tests, pero el
del suizo Rorschach se impone. La hipnosis también, aunque el discurso de Nanina
resulte más literario en personajes gracias a la Ekeko y a Berson. Como sea, el
caso Justina es más complejo.
Aurora Venturini arma este puzzle narrativo con
documentos. Las voces de Nanina y Justina van imponiéndose y estructurando sus respectivas
historias. Los documentos orales reconstruyen dos versiones de sexo y fracaso.
Mejor dicho: de abuso y poder. Las diez manchas de tinta del doctor Rorschach
imponen una lectura dactilar de ambos casos. El epílogo de estas
interpretaciones prefigura el abuso y el horror. Esas manchas no son meramente
simbólicas. Venturini ha reconstruido un pasado de dolor y mutilaciones sabiamente,
dejando que las voces de Nanina y Justina hablen sin concesiones. El prólogo de
Germán Leopoldo García –autor de otra «Nanina» y de
«Cancha rayada»- resulta tan preciso como valioso: «la novela de Venturini - destaca-
es a la vez, un documento de época y un momento en la constitución de una
disciplina».
PRESENTACIÓN
Estoy seguro de que Hermann Rorschach jamás hubiera
imaginado que su obra produciría la desinencia
que el lector ahora conoce, que su obra estaría en la raíz de una novela como
la que escribió Aurora Venturini.
Rorschach, un suizo que pertenece a la cultura de las
postrimerías de la belle époque y a
la crisis de la Europa de 1914, apenas llegó a conocer lo que vino después: el
precario equilibrio de la postguerra del 18 y los presagios latentes que
llevaron a Sigmund Freud a proponer en 1920 una pulsión de muerte, una tendencia de lo viviente a retomar a su
estado anterior, como lo hacen Nanina y Justina en esta novela.
Pero aprendió que el caos está siempre ahí, y que la respuesta de cada uno es enfrentarlo,
encontrarle un orden que también es posible.
El test
descansa sobre ese supuesto, en tanto propone que algunos borrones de tinta
contienen formas específicas. Entre los múltiples antecedentes de este
descubrimiento existen algunos tan ilustres como Leonardo Da Vinci, pero
Rorschach lo convirtió en un procedimiento que llevó a construir una teoría de
la personalidad. Su muerte le impidió conocer la teoría de la configuración que
se difundió con el término Gestalt,
los arquetipos de Jung y el método paranoico-crítico de Salvador Dalí, que se
inspiró en este descubrimiento. El caos tiene una dinámica en su temporalidad
(por la repetición, decía Witold Gombrowicz, se llega al cosmos) y una
configuración en su forma: esa opacidad que presenta la vida se ilumina con la localización
de sus fuerzas. El caos es la manera en que se presenta lo posible, la apertura
hacia el juego.
Rainer María Rilke hablaría de ángeles (mensajeros)
portadores de comunicación con lo invisible. Estos ángeles son los personajes
de la novela de Aurora Ventuirini, y la novela misma es el proceso mediante el
que se intenta conquistar lo visible.
La novela comienza con Justina, cuyo pasado "fue
un negro telón que oscureció el esfuerzo de un equipo de profesionales".
Luego vendrá el relato de su caso, que no se parece a un historial clínico sino a la puesta en
escena de una vida, de un lenguaje que la narradora comparte con lo narrado. Un
ángel ha muerto, se evoca su historia como la huella de esa ausencia, de esa
presencia singular que ahora falta en el mundo: "Mi caso era Justina. Yo
era el caso de Justina. Una obstinación peligrosa".
Aunque la psicómetra piense que "la psicometría
es la matemática de la psicología de diván", se convierte en la que suple la
presencia perdida, la que vuelve a la vida por la literatura.
Bela Szekely, uno de los introductores claves del test de Rorschach, aparece como
personaje en la novela. En mi libro La entrada
del psicoanálisis en la Argentina escribo sobre la vida de este hombre,
sobre sus libros y su importancia intelectual. Pero aquí se habla de su vida
práctica y, en algunas escenas, lo veremos junto al doctor Alfredo Calcagno en
el momento en que hace su aparición otro ángel, otro mensajero de lo invisible,
que se llama Nanina Paz, quien será elegida para una prueba de Rorschach.
Irene, la mujer de Bela Szekeley -llamada también
Penélope en la novela- es descripta por su marido en los siguientes términos: "Irene
es loca, teje para un hijo inexistente y mece con el pie el moisés de un niño
de aire que hace mucho lleva en sus entrañas". Ella ha estado en un campo
de concentración: la locura y el horror se hacen presentes. "Bela
(Szekely) ama ese esperpento que le siguió en la fuga de Auschwitz y así ella
en su locura y él en su sabiduría irradian la paciencia de la tristeza, porque
la tristeza posee la paciencia de una buena hermana que acaricia con ásperas
manos y arrulla con abrupta disfonía".
Esta patética semblanza antecede a la introducción del
test de Rorschach que funcionará como
una configurador del relato, como un regulador del caos de los personajes
presentados. Luego, tendremos también los datos sobre Hermann Rorschach (1884-1922),
así como una breve descripción de las consecuencias prácticas de su test. Este paréntesis explicativo
prepara la relación de Nanina Paz con la narradora que la somete a un test: mediante
diez láminas, en breves epifanías, la constelación de fantasías de Nanina Paz
entrega la configuración "semántica" de su vida interior. Dejo la
incógnita para el lector, así como el complejo desarrollo de esta historia.
Después vendrá la historia de Justina, presentada al
comienzo. Tanto en un caso como el otro, la historia es inducida por la aplicación del test
pero no se reduce a sus resultados, puesto que se expande para abarcar la
dimensión familiar, social y existencial. Asistimos, también, a los efectos de
la "transferencia", al movimiento cotidiano de una vida que
transcurre en ese espacio intermedio entre la realidad y la ficción.
El final es trágico. La novela termina en el
contrapunto de interpretaciones de una y otra, de Nanina y de Justina. Se trata,
a la vez, de un documento de época, de un momento en la constitución de una
disciplina. Y de un fracaso.
Para concluir con esta historia de ángeles, de
mensajeros que llegan desde otro tiempo, quiero contar una confidencia. Cuando
tenía 23 años publiqué una novela llamada Nanina (en mi caso, el nombre de una
gata de la infancia). La novela conoció el éxito, pero también la prohibición
de los tribunales del general Onganía. Estábamos en 1968. A la Ed. Jorge
Álvarez llegó una carta de La Plata, una carta que sugería que la enviaba una
mujer que era una nueva encarnación -esta vez humana- de aquella gata que había
tenido. Me pedía detalles de Nanina,
mi gata, para conocerse mejor. Me desconcertó. Fue una carta que tuve durante
algunos años. La he perdido. La novela de Aurora Venturini me hizo recordar el
episodio y, en algunos momentos, me dejé llevar por la imaginación: Nanina Paz
es la mujer que escribió aquella carta que no respondí; esta presentación es la
respuesta que faltó entonces.
Germán García
Capitulo 8.
NANINA PAZ
Testar a Nanina significó para mi incursión
rorscharchariana.
La manipulación de las diez láminas que ella
interpretaba según la mancha elegida y las sugerencias.
Varias veces volvió sobre la misma mancha.
Cuando el examinado se siente dominado por el test, destendido
del examinador, soliloquia -o dialoga- con el entintado motivo. Aunque yo tenía
un grabador prefería anotar: triunfo del humanismo encima de la minúscula ayuda
del aparato.
Se nos venían las horas, y sin percatamos aquello que
fuera un juego de proposiciones iba avanzando hacia lo vivencial ya imparable y
tragedioso.
Por momentos yo misma me advertía dominada por esas
formas que superaban la llana superficie de lámina imponiendo un extraordinario
sésamo ábrete al hermetismo rezagado.
Nanina tuvo sobre la mesa las diez láminas y comenzó a
interpretar los motivos.
Sabía como manipular el Rorschach.
Lámina 1 en
posición correcta:
Dos curas bailando y en el centro, una mujer a la que
le toman las manos para girar.
La misma lámina invertida:
La silueta de Godzila, de espalda.
La misma lámina de costado:
Un perro aullando sobre una roca junio al mar
Lámina II en
posición correcta:
Un hombre vestido de negro afeitándose en un espejo.
Se perfuma con agua de colonia.
La misma lámina invertida:
La madre de Carrie crucificada en el marco de la
puerta por su hija que temió que la matara. (De la película
"Carrie").
La misma lámina de costado:
Una osa enorme parada sobre dos patas muy feas.
Lámina III en
posición correcta:
Dos hombres de negro tomando café en la mesa de un
bar.
La misma lámina invertida:
El hombre mosca
La misma lámina de costado:
Un hombre musculoso, desnudo, golpeando un yunque con
una maza y asiendo a una mujer por los senos.
Lámina IV en
posición correcta:
Un gigante con pies enormes sentado en un trono.
La misma lámina invertida:
Dos mujeres con el pelo suelto, arrodilladas, apoyando
la nariz contra las partes sexuales de un demonio.
La misma lámina de costado:
Un perro ladrándole a un lagarto a punto de atacar.
Lámina V en
posición correcta:
Un animal hembra visto desde arriba a punto de
descender y atacar con las uñas de las patas.
La misma lámina invertida:
Un pavo real con gran sotana, frente al espejo en el
momento de desplegar la cola y erguir el sexo.
La misma lámina de costado:
Un cocodrilo y dos enormes quelonios. Los quelonios
sacan la cabeza fuera del agua y mastican al cocodrilo.
Lámina VI en
posición correcta:
Un cuero de búfalo extendido y en el extremo superior,
un tótem emplomado de negro, con bragueta abierta que expele semen.
La misma lámina invertida:
Una monstrua con patas de pájaro que se rasca la
espalda contra la espalda de una pequeña víctima hembra.
La misma lámina de costado:
La misma sombra colérica de dios echando a Adán y Eva
del paraíso, escena reflejada en un lago apacible y quieto.
Lámina VII en
posición correcta:
Dos chicas peinadas con cola de caballo, mirándose y
bailando algo gracioso.
La misma lámina invertida:
Las mismas chicas bailando algo gracioso y chocando
sus cabellos sueltos.
La misma lámina de costado:
A la izquierda un león, en el centro de la cara de un
hombre enojado, a la derecha un rinoceronte.
Lámina VIII en
posición correcta:
Dos osos con el sexo erguido, vestidos de negro hasta
los pies tomados de la mano de un demonio, visto desde arriba.
La misma lámina invertida:
Un gigante arrodillado sosteniendo dos osos por las
patas traseras al borde de un oscuro y pestilente precipicio.
La misma lámina de costado:
Un oso caminando sobre el borde de un acantilado.
Lámina IX en
posición correcta:
Dos encapuchados sentados sobre bancos de piedra
tocando flautas. Una mujer enorme golpea el piso con un bastón y se toca la
entrepierna.
Lámina IX invertida:
"Drácula", de B. Stocker. La mujer del
bastón lo golpea y de adentro del monstruo emana sangre y semen.
La misma lámina de costado:
Una mujer vieja lleva a un niño de la mano, ambos
suben una cuesta.
La mujer furiosa corta el pelo del niño con una tijera
que extrae de un bolso con la figura de un elefante.
Lámina X en
posición correcta:
Dos gemelas chupando el mismo cordón umbilical. Dos
mujeres rubias peinadas de alto las empujan. En la parte superior, una mujer
togada de cara y pestañas largas, trata de sostenerles las cabezas, mientras
dos seres, acorazados quelonios, las golpean con hojas grandes y verdes.
La misma lámina invertida:
Dos gatos sentados sobre la cabeza de una vieja fea y
narigona, en el centro dos caballitos de juguete. Son caballitos de mar. Abajo,
dos escorpiones celestes con una hoja en la pinza. Los escorpiones intentan
hostigar a dos mujeres que se pelean por otra mujer que está desnuda y les
ofrece sexo. Todas muestran los dientes en actitud de furia.
La misma lámina de costado:
Un escarabajo gris sobre una nube roja que la mujer
grande ensangrentó aplastando a la más pequeña. El escarabajo es alimentado con
carne de gatito muerto. Una araña azul transporta una pluma verde al interior
de una nube repleta de plantas venenosas. El hombre vestido de negro extrae
sangre del cuerpo de una mujer. La mujer se traga un quelonio vivo y lo expulsa
por el ano porque carece de vagina. Unas mujeres jóvenes son obligadas a beber
de la nube venenosa.
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