BREVES 16-LECTURAS COMENTADAS-SEPTIEMBRE 2018-BIBLIOTECA DEL CENTRO DESCARTES#NANINA50AÑOS












                                                                                                                                NANINA 50 AÑOS
                                                                                                                             .


Nanina: un autor entra en escena.  Extracto del texto introductorio, Palabras de ocasión. Entrevistas a Germán García, Editorial Los Ríos (en prensa). Por César Mazza. Psicoanalista (EOL-AMP). Responsable del Programa Psicoanálisis en la cultura. Autor de los ensayos Disciplina del comentario,Ediciones de autor, Córdoba 1998; La lectura y sus dobles, El Espejo Ed., Córdoba 2005; Otras muecas del escribiente (en preparación); compilador de la edición facsimilar de la revista Escrita ,EDUVIM, Villa María, Córdoba. 2013; Director de la revista Exordio y de la web sinthomaycultura.com

“Hay un mundo para todo nacer y el no nacer no tiene nada de personal, es meramente no haber mundo” (Macedonio Fernández).
“Sábado 10. Ayer visita de Germán García, enseguida magias verbales, despegue de pensamientos que flotaban en el aire” (Ricardo Piglia).

Un día de diciembre de 1944, en Junín (Provincia de Buenos Aires) nace Germán García. No inmediatamente, pero sí poco tiempo después, el mundo se subirá a la escena y el autor en esta obra entrará al juego, modificándolo. 
Inquietante movimiento porque no solo lo imprevisible del acontecimiento hace caso omiso a una ley forjada por la costumbre, sino que además la vida del principal protagonista se irá esbozando en razón de las sucesivas entradas.
Una ley tácita que rige cierta marcha del mundo se puede explicitar así: solo aquellos que provienen de un discurso acondicionado por esos genéricos que llamaremos “sistema” o “sociedad” podrán adquirir un estatus, incluso el reconocimiento, aunque sea el de la moneda corriente que regula los intercambios establecidos. A García, dirá Rodolfo Walsh a propósito de la publicación de su ópera prima Nanina, “nadie le dijo: ‘Germán, joven Germán, véngase por Buenos Aires, escriba, lea, viva’ y sin embargo “igual está aquí mirando de reojo esa ‘comunidad de los precios y horarios’, sin detenerse a pensarla: una sola reflexión y te me venías abajo, pobre ciudad”. 
Tal vez porque la principal mudanza es la escritura, el recién llegado en cada mudanza irá dejando la lengua en la que fue hablado: la familia, la ciudad, la patria; al mismo tiempo que se irá haciendo de un nuevo estado civil. Pero el comenzado escribiente no es un “reclamador de existencia”, aprendió que la exquisita sociabilidad no se logra ofreciéndoles a los lectores un mundo ya hecho, un reflejo. Magias verbales, la escritura es un juego que implica:
“encarnar (…) la experiencia. Yo me dejo hablar por el libro, el lenguaje está tomado como un objeto. (…) De ciertas lecturas (Krishnamurti, Freud, Nietzsche), de los más dispares autores yo había sacado la certeza de que lo más particular enraizaba en lo más general. Que de la mejor manera de hablar realmente del mundo era hablar de mí, puesto que yo vivía en forma contemporánea –abierto al porvenir- los sucesos del mundo”. 
Uno de los primeros encuadramientos de su escritura por parte de la crítica inscribe a Nanina en la tradición de las Bildungsroman (novela de iniciación, de aprendizaje). No dejaremos pasar la ocasión de subrayar el concepto de “formación” respecto de este comienzo. Reinhart Koselleck, en su estudio de la semántica y la pragmática del lenguaje de los conceptos, planteará que Bildung es un término que no se subordina a ningún conocimiento  concreto o ciencia, a ninguna posición política, principio social, ninguna confesión, vinculación religiosa, tampoco a una preferencia filosófica ni a una tendencia estética específica en el arte o en la literatura. Se trata más precisamente de un metaconcepto que constantemente incorpora en sí mismo las condiciones empíricas que lo hacen posible. De existir rasgos fundamentales que pueden distinguir a la Bildung los encontraremos en “ese modo de vida que no deja de buscarse a sí mismo.” Siguiendo estas coordenadas, ubicaremos algunos elementos de esa forma de vida, destacándose: 1-una sociabilidad emancipadora constituida por fuera del Estado u organización partidaria o profesional, 2- el cultivo de la amistad, 3-la conexión entre la razón y lo sensual se presentan como objeto de una permanente interrogación.
Este universo tiene su emplazamiento fundamental en los bares de Buenos Aires a fines de los ’60. Consideremos a modo de ilustración el siguiente pasaje de Ricardo Piglia en el primer tomo de  Años de formación en Los diarios de Emilio Renzi:
“Podría por ejemplo contar mi vida a partir de la repetición de las conversaciones con mis amigos en un bar. La confitería Tokio, el café de Ambos Mundos, el bar El Rayo, La Modelo, Las Violetas, el Ramos, el Café La Ópera, La Giralda, los 36 billares … la misma escena, los mismos asuntos” 
Una vida que “debe vivirse y no solo soportarse o sufrirse” (Koselleck) se inventa a sí misma. Pero para algunos, salirse de los dictados del sentido común es inadmisible. Rápidamente a la Bildung le llega un primer acuse de recibo. El impacto de este estilo de vida también tocó a los represores de turno de la dictadura militar de Onganía. Entonces, los voceros del orden entendieron que esas letras eran un atentado a su rutina de significados y, sin vacilación, trataron de que su nuevo estado civil, su incipiente lugar en la República de las letras, quede borrado con un juicio. Cosa juzgada: una condena de un año de prisión en suspenso, el pago de las costas del Juicio y el retiro de circulación de la novela.
La defensa del hombre de letras, de un hombre de veintitrés años que no se debía a otra institución más que a su forma de vida en perpetua creación, fue escribir… otra novela, titulada Cancha rayada. En una entrevista que recopilamos, afirmará:
“En la revista Sur se hablaba de ‘presunta autobiografía’ puesto que si era verdad que había escrito el libro que podía haber vivido la vida que cuento, y si viví esa vida el libro no fue escrito por mí: la clase baja tiene que ser hablada por las otras, pero no puede ‘hablar’. (…) el juez Sanmartino me recrimina mi falta de rebeldía, algo parecido me recriminaron algunas revistas de izquierda. El Juez es el anverso de esos otros jueces. Parecería un contrasentido y sin embargo es fácil comprender que se acepta cualquier retórica pero ninguna experiencia. La rebeldía es un producto de consumo, la memoria, la experiencia, lo vivido, no.”
Un comienzo que marca a fuego -pero no al fuego lento de los que creen que tienen el futuro asegurado- la relación de Germán García con la letra. Una ética de la escritura se irá formando y unos pocos años después, quedará cifrada en el lema de la revista Literal: no matar a la palabra, no dejarse matar por ella.
                                      
                                                          Ser loco sin estar loco, Emilo Vaschetto Grama Ediciones, 2018.                                                           Por Elena Levi Yeyati. Miembro del Centro Descartes.
                                                        Presentado en Lecturas críticas, Centro Descartes, Agosto 2018.
                                   
I
Un pequeño libro, que tiene alrededor de 150 ó 170 referencias, escrito por alguien que hace mucho tiempo (10 años al menos) piensa e investiga un tema, es un libro de consulta, es una referencia en sí mismo sobre el tema que aborda.
¿Cuál es el tema del libro? ¿Se trata de un viejo tema clínico, fijo, que -como una calle- va cambiando de nombre según la época? O, más bien, ¿se trata de un tema que al variar de nombre y de época construye su objeto cada vez? Y si fuera así ¿qué sería lo que da  unidad al libro? Enumeraré los puntos que, entiendo, anudan su estructura:
1-Un síntoma. Un punto principal es mostrar que los psiquiatras clásicos no plantearon una división dicotómica del tipo locura-razón como aseveró Foucault (punto de vista que se sostiene en la tesis de Gladys Swain). Lo que queda demostrado por el recorrido historiográfico de Emilio. El encuentra, que en esos márgenes, existen síntomas (de los nosógrafos) a propósito de lo que no se puede clasificar ni nombrar: hay allí una abundante proliferación de categorías paradójicas, indicadas por su forma de “oxímoron” (por ejemplo: manía sin delirio; locura moral; locura lúcida, manía razonante; locura de los actos; psicosis con conciencia). En este sentido, la investigación que realizan con Diego Costa Psicosis sin locura: antecedentes argentinos es un ejemplo, original y novedoso.
2-Un pregunta. Esos nombres fronterizos, paradójicos, articulan una pregunta que atraviesa la psiquiatría moderna desde que hay nosografías: ¿hay una psicosis única con diversas presentaciones o las psicosis son múltiples? Porque si hay una psicosis -el objeto mismo de conocimiento de la psiquiatría, estaría asegurado científicamente hablando; pero si hay múltiples psicosis, aquello que se quiere cernir cuando se habla de psicosis se torna más borroso, dudoso. ¿La idea lacaniana de estructura de la psicosis resuelve el dilema? Parece que no alcanzara…
3-Una propuesta. Emilio propone que la noción de síntoma (en el sentido que la J-A Miller da al término sinthome a partir de Lacan) sustituya toda otra discusión en torno a lo inclasificable que construyen las clases psicopatológicas mismas. Y que la noción de síntoma oriente la experiencia de la cura. 

II
El libro se dirige al Campo freudiano pero con un artefacto hecho de saberes provenientes de campos heterogéneos: 1- el de la psiquiatría moderna (su historia, su presente) y la psicopatología psicoanalítica (también en su exploración de los bordes); 2-nociones provenientes de la orientación lacaniana, especialmente la idea de sinthome.  

III
«Nuestra perspectiva es diferente pero a la vez complementaria [de la de J. M, Alvarez]…» dice Emilio. Propone la investigación de la clínica marginal, marginal respecto de categorías mejor establecidas. Allí surgirían “clases” marginales a la que el sujeto, a su vez, no podría integrarse (si un sujeto es, por definición, quien no puede integrarse enteramente a la clase a la que es asignado).
Su propuesta, dice, se inicia en 2008 a partir de una generalización del “delirio sensitivo” y su deseo de generalización en una “era sensitiva”. Aunque el delirio sensitivo no agota esa clínica, coincido en algunos puntos, puesto que  en 2017 algo semejante a propósito del uso del diagnóstico de “delirio sensitivo de Krestchmer” que J-A. Miller menciona en “Efecto retorno…”. No por casualidad, la categoría krestchmeriana forma parte de las referencias para el establecimiento de las personalidades “excéntricas” del DSM. 

IV 
Dejo planteadas algunas preguntas para el debate:
¿El programa de las psicosis ordinarias, aunque no fue la intención del Miller, deriva en una expansión, en un uso abusivo diagnóstico de psicosis?
En algunos párrafos podemos leer ejemplos clínicos que nos hacen pensar que para Emilio las psicosis atenuadas parecen todas desencadenadas, lo que discuerda de su idea de sujetos que vienen con su solución. Estas psicosis atenuadas ¿se han desencadenado en algún momento o tienen soluciones que lo impiden?
Un modo de traducir la idea de “solución” coloquialmente -sin entrar hoy en el asunto de los nudos- es una idea que Germán García siempre subrayó en mis controles: uno debe hacerse fuerte en lo que ya es fuerte, y no en su debilidad. 

V
Del último Freud al último Lacan se piensa la clínica, siguiendo a J-A. Miller, desde la psicosis. Esto ¿suma o resta? Me gustaría citar a Freud en este punto:
«Existe, sin embargo, otra clase de enfermos psíquicos, evidentemente muy próximos a los psicóticos: el enorme número de los neuróticos de padecimiento grave. Las condiciones de la enfermedad, así como los mecanismos patógenos, por fuerza serán en ellos los mismos o, al menos, muy semejantes. Pero su yo ha mostrado ser capaz de mayor resistencia, se ha desorganizado menos. Muchos de ellos pudieron afianzarse en la vida real a despecho de todos sus achaques y de las insuficiencias por estos causadas. Acaso estos neuróticos se muestren prestos a aceptar nuestro auxilio. A ellos limitaremos nuestro interés, y probaremos hasta dónde, y por cuáles caminos, podemos «curarlos».» Esquema del psicoanálisis (Freud, 1938, vol. 23, p.174)
Del último Freud al último Lacan se produce, dentro del Campo Freudiano, un desplazamiento del acento puesto en esa zona marginal -de la que habla Emilio-, y que va de la neurosis a la psicosis. ¿Qué se gana y qué se pierde? No puedo hacer aquí ese balance, pero creo que se produce un olvido de las neurosis, de la transferencia y la neurosis de transferencia, del método analítico (entrada, rectificación subjetiva, división subjetiva, histerización, transferencia e interpretación, formaciones del inconciente…) No por casualidad, entiendo que la investigación que E. Laurent formula en la disertación Disrupción de goce en las locuras bajo transferencia (2018) concierne al problemático lugar de la transferencia en el último Lacan.
A la vez que se dice que se piensa la clínica desde la psicosis (ordinaria), desde la forclusión generalizada, asisto con cierta extrañeza, al hecho que los testimonios de los AE son relatos de casos donde la cura está presentada desde la perspectiva clásica del método (enunciado más arriba). ¿No se corre el riesgo de caer en otra dicotomía, esta vez de razonamiento? Me refiero a un modo de tratar con analistas en formación y a otro con pacientes raros. Porque de ambos se podría decir que es una clínica actual.

                                                        
                                                                      BREVES 8MM: No toda es vigilia la de los ojos abiertos
                                                Bokeh, Geoffrey Orthwein y Andrew Sullivan.2017, Islandia y EEUU.
                                                Por Maximiliano Fabi. Miembro del Centro Descartes.

Though lovers be lost, love shall not;
And death shall have no dominion.
Dylan Thomas

En Amor y occidente, de Denis de Rougemont, encontramos el siguiente fragmento:
"La pasión no es, en modo alguno, esta vida más rica en que sueñan los adolescentes. Es, por el contrario, una especie de intensidad desnuda y denodada, un verdadero y amargo anonadamiento, un empobrecimiento de la conciencia vacía de toda diversidad, una obsesión de la imaginación concentrada sobre una sola imagen. Y en este punto el mundo se desvanece, «los demás» dejan de estar presentes, no hay ya prójimo, ni deberes, ni lazos que sostengan, ni tierra ni cielo; se está solo con todo lo que se ama. «Perdimos el mundo y el mundo nos perdió». Es el éxtasis, la fuga profunda, fuera de todas las cosas creadas”.
Me recuerda a una película que vi hace algún tiempo. Se llama Bokeh, y alguna vez llegué a recomendarla. Entonces me respondieron que no valía la pena, y aunque yo estaba casi dispuesto a consentir ese juicio, algo -un no sé qué- seguía haciéndome pensar que entre sus muchas trivialidades, se encontraba todavía un misterio digno de reflexión. Después de todo, pensaba, ¿a qué se debe que el protagonista, al final, no de sepultura a su novia?
Alguien, en ese caso, podría mentar el shock: acaba de encontrarla suicidada; y sin embargo, pienso, eso no sería leer una historia sino más bien descuartizarla. Porque si una escena, se me ocurre, ya ha aparecido esbozada antes, en otra, entonces se vuelve preciso leerlas en relación; y de ahí que el hallazgo de aquel cadáver me hiciese recordar, entonces, que el protagonista ya se había visto antes en una situación similar, aunque su reacción había sido muy otra.
Para continuar, será necesario decir algo de la trama: una pareja joven de enamorados viaja a Islandia de vacaciones. Un día se levantan y descubren que se encuentran completamente solos: la ciudad parece haber sido abandonada de un momento para el otro, y de hecho el mundo, ya que no logran comunicarse con nadie. Primero desesperan y luego se resignan, y comienzan a tratar de sobrevivir en ese desierto futuro. Él parece menos preocupado: una tarde, jugando con un changuito en un supermercado, se cae y se golpea fuerte. Ella se asusta, se enoja, grita, y lo acusa de egoísmo: -¿Qué haría yo si no te tuviese; si te pasase algo? Si te hubieses quebrado un hueso, ¿adónde te llevaría?- Él comprende y se disculpa, pero a partir de allí, sin embargo, ella empezará a hundirse en una profunda melancolía.
Hasta ahí el marco; ahora la escena: cierta vez, explorando, dan con una cabaña en las afueras de la ciudad. Allí encuentran a un hombre, especie de nihilista, que los recibe con naturalidad. Ellos se sorprenden, conversan, y deciden quedarse a pasar la noche. Al día siguiente descubren que el hombre ha muerto, y cuando él entonces se dispone a enterrarlo, ella lo interrumpe: -¿Para qué -lo interpela-, si ya no queda nadie en el mundo...?
"Y en este punto -decía de Rougemont- el mundo se desvanece... no hay ya prójimo, ni deberes, ni lazos que sostengan, ni tierra ni cielo..." Él podrá creer que la tiene a ella todavía, pero ella, ciertamente, sabe que le falta él... y acaso precisamente porque lo tiene, ya que esa pobreza del ser puede habérsele revelado finalmente aquella tarde, en el supermercado, cuando una pregunta nacida ante la desesperación por la posible pérdida del otro, vino a responder que no hay otro, que se está siempre solo con el amor, que es la falta ("esplendor de soledad de dos", decía Macedonio), en el páramo de nada: ¿Qué haría yo si no te tuviese...? ¿Qué haría? Puesto que no te tengo...
¿Puede sorprendernos entonces que él se levante una mañana; prepare el desayuno para ambos con los artilugios que ha inventado para esa simple vida conjunta, y luego, finalmente, no la encuentre por ningún lado? La hallará lejos, ahogada; sacará el cuerpo de la piscina y se irá, dejándolo a la intemperie. Las praderas de Islandia, como dunas, son y serán la continuidad de una desolación más íntima y cotidiana que aquella con la cual sueñan nuestras más futuras ficciones.

«Bokeh» es el nombre de un concepto fotográfico que evoca el arte de capturar una imagen nítida sobre un fondo fuera de foco. A esa "obsesión de la imaginación concentrada sobre una sola imagen", de Rougemont la llama «mito de amor», y ya en el nombre de su obra inscribe la que será su tesis: Amor y occidente, pues "occidente" viene de occidere, que en latín significa "morir". Entiendo entonces que él haya dejado el cadáver a la vera, suba al auto y comience a conducir: sabe muy bien -como lo supo ella- qué es lo único que resta por hacer en esa tierra baldía.

P.S.: Dos glosas merece aún el presente comentario. La primera: sé que habrá -en el mejor de estos casos- quien lamente aquí el spoiler, cosa que hasta hace un tiempo era el alerón de los autos de carrera, y que ahora se ha convertido en no sé qué especie de traición a los coleccionistas de virginidades. A ello respondo que aquí me dirijo siempre a lectores, que saben que el valor de seguir leyendo el Edipo no está en descubrir que... ¡era la madre!
Puede, por otro lado, que haya quien se pregunte por qué hay aquí una película donde más bien se esperaría un libro. Respondo que se trata de "lecturas comentadas", y que al menos hasta donde llega mi entendimiento, leer es mucho más que mirar unos dibujitos. De ahí la tranquilidad de que aunque alguna vez falten todos los libros, no por ello desaparecerá la lectura. Quizás haya algo más por hacer, entonces, en aquella tierra baldía... And death shall have no dominion.



                                                                                                                                   Carta de lectores
                                            Por Julio Riveros. Alumno del Programa Estudios Analíticos Integrales.  


Comentarios sobre pelar una naranja. (Sobre el Curso anual de Germán García)

No soy especialista en Hegel ni en la Fenomenología del espíritu, pero la referencia de la clase de Germán García del 06/09/18  sobre ese libro fundamental, sobre Le même et l'autre. Quarante-cinq ans de philosophie française de Vincent Descombes y la admiración de Lacan por Kojève, etc., me dejaron algunas cuestiones:
Shih T'ao, un pintor chino (1642 -1707), escribía lo siguiente: “Debe saberse que impregnar el papel con una sola gota de tinta no es asunto sin importancia: hace falta que el corazón se vuelva inmenso y vacío, sin contener ni un solo objeto” 
Salvando la distancia con la pintura china y siendo más trivial, si pelo una naranja y me quedo con la cáscara, tal como Ud. refirió anoche, el conjunto de gajos cae, se pierde. Ahora bien, si hay cáscara cortada, entonces, como consecuencia, la misma pasa a rodear un vacío. Por tanto, este vacío, ¿existía o no antes de cortar la cáscara?
¿Se constituye en vacío en el mismo acto de cortar la cascara? Queda cernido, sin duda. Pero si pensamos esto en términos de nihil o de sustancia [ser] (es un problema en cualquiera de los sentidos),  parece algo trivial. A mi gusto no lo es, como tampoco para un pintor chino y quizás para un psicoanalista tampoco. 
Propongo situar el acto de cortar la cáscara de la naranja en juego como un acto de escritura. La cáscara cortada es un trazo, algo así como un dibujo zen o de caligrafía china, trazos de pincel, trazos débiles, trazos fuertes de pincel que fundan un borde en el mismo acto de escritura.
Hay ahí una clave para situar algo importante: el vacío no es previo a la escritura, el trazo lo cierne, cuando el trazo comienza a existir, el vacío comienza a producirse. Por tanto, es plausible postular que antes del trazo no hay vacío. 
La instauración del trazo instala el vacío, lo que no hay.
El vacío se produce, pero este vacío carece de estatuto de sustancia, ya quedó situado que no es un a priori. 
Ese nihil queda cernido producto del trazo. ¿En qué espacio? Y el espacio, ¿en qué estatuto queda? Porque ese adentro (suponiendo que lo haya), no queda cernido de modo absoluto, no equivale a una totalidad cerrada, más bien se trata de un abierto, una abertura que se sostiene, una nada que se sostiene. Heidegger lo llamaba espaciar. Es el modo heideggeriano de referirse al intervalo, noción que también refirió Alicia Alonso en su clase del 30/8 sobre Demanda y deseo en la práctica analítica. 
En el artículo El arte y el espacio [1], Heidegger escribe:
"Pero, ¿cómo podemos encontrar lo más propio del espacio? Hay una senda, realmente estrecha y oscilante. Intentamos oír al lenguaje. ¿De qué habla en la palabra espacio? Allí habla el despejar. Esto quiere decir: talar, dejar espacio en lo selvático. El espacio trae aparejado lo libre, lo abierto para que lo humano se establezca y habite.
Espaciar, en sí mismo, es la liberación de sitios donde el destino de los hombres que allí habitan se torna la seguridad del terruño o la inseguridad del exilio o simplemente la indiferencia frente a ambos. Espaciar es la liberación del sitio, en el que se manifiesta el dios, del sitio del que los dioses han huido, sitio, en el cual la
manifestación de lo divino se retrasa.
El espaciar origina la situación preparada para habitar. Los espacios profanos son siempre la privación de antiguos espacios sagrados. Espaciar es liberar sitios." 
Sin embargo hay una suerte de continuidad con el "afuera", porque no hay interioridad, ésta queda objetada. Ese nihil, esa no interioridad, esa no sustancia, que mantiene una vecindad estrecha con la noción de corte, se sostienen. 
Pero, ¿cómo pensar que algo que no es sustancia quede cernido? ¿Cómo pensar que algo que es casi equivalente al corte mismo, quede cernido?
Problemas que están planteados también como trazo único del pincel de Shih T'ao, quien como bien diría  François Cheng , el amigo de Lacan, intenta " hacer lo que el lenguaje no sabe decir".

[1],Heidegger.M,El arte y el espacio.
  https://revistafilosofia.uchile.cl/index.php/RDF/article/download/44249/46255/ 



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