Novedad Otium Ediciones
“En torno a las identificaciones- Claves para la clínica”
De Germán García.

De la presentación del libro.*
Este libro es el resultado de un curso que Germán García diera en Tucumán durante el año 1987, en el marco de la Asociación de Psicoanálisis de Tucumán, pero su actualidad es sorprendente.
En efecto, recortado por dos grandes temas que son la identificación en psicoanálisis y la psicosis, el libro propone, a la vez un recorrido por numerosos temas que, nadie puede dudarlo, son la materia misma de la práctica del psicoanálisis.
Y me parece que esos temas centrales no podrían describirse y precisarse sin aludir- a veces como al pasar- por los puntos centrales de la formación del analista, a saber y sobre todo, el deseo y el acto del analista, cuestiones que se desprenden de los textos de Sigmund Freud y Jacques Lacan y que son decisivas para entender qué se jugaba en Tucumán en aquellos tiempos, pero que, al mismo tiempo, constituyen el eje por donde transcurre todo análisis.
Quienes asistimos a este curso, vemos al recorrer las paginas de la cuidada edición de Otium, reaparecer muchos momentos de esa experiencia, cuya pérdida, nos convierte en los practicantes del psicoanálisis que hoy somos.
Recuerdo- para mi sorpresa personal- que esta última expresión, que escuché por primera vez a Germán, funcionó para mí como una cuidada interpretación. Ser analista ya no se trataba de una cuestión del ser (como el inexperto metafísico que entonces era había creído) sino que era una practica, “un cierto tratamiento de lo real por lo simbólico” como afirma J. Lacan en el Seminario XI y no un estado, una genealogía, ni ninguna carta de nobleza, sino mas bien un “saber hacer” pragmático, que se guiaba por los principios de un saber expuesto, razonado y discutido.
Esto es claramente algo que verán todos los que acudan a este libro: Germán García no sólo no es un infatuado, sino que también se coloca con generosidad en cuanto a fundamentar, compartir, y discutir (a veces duramente) un saber. Ese saber está sostenido en referencias explicitadas y declaradas. No en vano el índice de autores mencionados acumula mas de 130 menciones, aparte de Freud y Lacan, de metafísicos, sociólogos, filósofos, científicos, lingüistas, cantores populares y políticos.
Porque el saber no es sagrado, Germán se mueve entre esas referencias con una comodidad irreverente que, sin embargo, sabe sacar las consecuencias de muchos enunciados articulándolos en una lógica que, aunque se vale de la lógica formal, sin embargo responde sin dudarlo a lo que Miller ha llamado “lógica del significante”, es decir, un modo donde nuestros decires, mas que nuestros dichos, van situando la posición que, como sujetos, sucesivamente ocupamos.
Como afirma el mismo Germán en el libro: “El mundo es muy roussoniano” destacando la inocencia supuesta de la infancia, que se ve obligada a transformarse en opacidad subjetiva por un suceso del que nadie quiere acordarse. Esta concepción, tan agudamente anotada, era una advertencia para quienes nos planteábamos formarnos como practicantes del psicoanálisis en aquellos años. Se trata- continúa Germán- de advertir la paradoja “que lo que se vende como liberación es en verdad una represión absoluta”. Afirmaciones de este tipo aniquilaban nuestra supuesta inocencia, la que se expresa en “no poder”, “no saber”, “no estar advertido” y nos precipitaban a la dimensión del deseo, donde nada es gratis pero tampoco es fácil.
Agradezco a Germán, en nombre de todos los que escuchamos de verdad esas palabras, haberlas dicho, en ese momento.
Mas allá de los temas de curso, que son muchos y variados y que explican con toda claridad no exenta de buen humor, los conceptos de Freud, Lacan, Levi Strauss, J.A. Miller y tantos otros, lo que me gustaría destacar es la enunciación de los mismos. Ese atractivo de la enseñanza oral que muchas veces se pierde en el momento de su publicación, aunque de ellas siempre quedan rastros en lo escrito.
Se ha dicho (lo ha hecho J.A. Miller) que en Germán, su agalma, su atractivo escondido es el apetito que “lo hace estar siempre despierto, de tal manera que uno se siente a veces muy lento al lado de Germán García y creo que ese apetito es cierta voracidad que a veces hace que las personas teman ser devoradas, produciendo, en ciertos casos, movimientos de rechazo, de alejamiento”
Debo manifestar un cierto desacuerdo con Miller: esa idea tan maternal de una devoraciòn nunca me pareció muy precisa.
Por el contrario, quienes abran este libro, verán otra cosa. El orden de desarrollo de las cuestiones, las preguntas pertinentes, la falta de cuidado para evitar digresiones, el gusto por el detalle y las síntesis deslumbrantes (los famosos esquemas que se van desplegando a lo largo de todo el libro) marcan, me parece, el devenir de alguien que ya no tiene hambre, sino que se deleita con lo que expone, sin que eso afecte la claridad ni la lógica de la exposición misma.
Y, para terminar, ¿que decir de nosotros, los que lo escuchábamos en esa época?
El efecto que causó- a pesar de las inevitables deserciones, no somos todos los que éramos, ni estamos todos los que fuimos, es que no sólo a través de su enseñanza, sino también de esa actividad mas escondida y silenciosa que es un análisis, nos precipitó (en algún tiempo de manera un poco manierista) a situarnos como practicantes del psicoanálisis a secas y, en algunos casos, a terminar eso que habíamos empezado por aquella época.
Encuentro en este curso, rastros de esa causa que Germán ha sido para algunos de nosotros, encuentro su claridad para plantear los problemas, su generosidad para desarrollar sus soluciones. Encuentro asimismo, que, acogiendo lo más real que nos habitaba, Germán, supo transformarlo en una manera de moverse en la vida que en cada uno se manifiesta de manera singular.
Hay otra afirmación en ese libro que me gustaría recordar. Dice Germán: “Entonces, ¿qué es un acto? Podemos decir que es aquello que cambia, que corta el pasado y el futuro”
Y, en verdad, si observamos las caras y expresiones de los jóvenes presentes en esta mañana, si vemos a los asistentes a los cursos de la Asociación Freudiana de Psicoanálisis, del Instituto Oscar Masotta, a los que trabajan en Atención Analítica, y en la Editorial Otium, entendemos que, retroactivamente, un acto de enseñanza se ha producido.
Espero que al leer este libro descubran, como yo mismo lo hice, que no convoca a ninguna nostalgia, sino a situarnos en el presente, con un deseo decidido por venir.
Este libro es el resultado de un curso que Germán García diera en Tucumán durante el año 1987, en el marco de la Asociación de Psicoanálisis de Tucumán, pero su actualidad es sorprendente.
En efecto, recortado por dos grandes temas que son la identificación en psicoanálisis y la psicosis, el libro propone, a la vez un recorrido por numerosos temas que, nadie puede dudarlo, son la materia misma de la práctica del psicoanálisis.
Y me parece que esos temas centrales no podrían describirse y precisarse sin aludir- a veces como al pasar- por los puntos centrales de la formación del analista, a saber y sobre todo, el deseo y el acto del analista, cuestiones que se desprenden de los textos de Sigmund Freud y Jacques Lacan y que son decisivas para entender qué se jugaba en Tucumán en aquellos tiempos, pero que, al mismo tiempo, constituyen el eje por donde transcurre todo análisis.
Quienes asistimos a este curso, vemos al recorrer las paginas de la cuidada edición de Otium, reaparecer muchos momentos de esa experiencia, cuya pérdida, nos convierte en los practicantes del psicoanálisis que hoy somos.
Recuerdo- para mi sorpresa personal- que esta última expresión, que escuché por primera vez a Germán, funcionó para mí como una cuidada interpretación. Ser analista ya no se trataba de una cuestión del ser (como el inexperto metafísico que entonces era había creído) sino que era una practica, “un cierto tratamiento de lo real por lo simbólico” como afirma J. Lacan en el Seminario XI y no un estado, una genealogía, ni ninguna carta de nobleza, sino mas bien un “saber hacer” pragmático, que se guiaba por los principios de un saber expuesto, razonado y discutido.
Esto es claramente algo que verán todos los que acudan a este libro: Germán García no sólo no es un infatuado, sino que también se coloca con generosidad en cuanto a fundamentar, compartir, y discutir (a veces duramente) un saber. Ese saber está sostenido en referencias explicitadas y declaradas. No en vano el índice de autores mencionados acumula mas de 130 menciones, aparte de Freud y Lacan, de metafísicos, sociólogos, filósofos, científicos, lingüistas, cantores populares y políticos.
Porque el saber no es sagrado, Germán se mueve entre esas referencias con una comodidad irreverente que, sin embargo, sabe sacar las consecuencias de muchos enunciados articulándolos en una lógica que, aunque se vale de la lógica formal, sin embargo responde sin dudarlo a lo que Miller ha llamado “lógica del significante”, es decir, un modo donde nuestros decires, mas que nuestros dichos, van situando la posición que, como sujetos, sucesivamente ocupamos.
Como afirma el mismo Germán en el libro: “El mundo es muy roussoniano” destacando la inocencia supuesta de la infancia, que se ve obligada a transformarse en opacidad subjetiva por un suceso del que nadie quiere acordarse. Esta concepción, tan agudamente anotada, era una advertencia para quienes nos planteábamos formarnos como practicantes del psicoanálisis en aquellos años. Se trata- continúa Germán- de advertir la paradoja “que lo que se vende como liberación es en verdad una represión absoluta”. Afirmaciones de este tipo aniquilaban nuestra supuesta inocencia, la que se expresa en “no poder”, “no saber”, “no estar advertido” y nos precipitaban a la dimensión del deseo, donde nada es gratis pero tampoco es fácil.
Agradezco a Germán, en nombre de todos los que escuchamos de verdad esas palabras, haberlas dicho, en ese momento.
Mas allá de los temas de curso, que son muchos y variados y que explican con toda claridad no exenta de buen humor, los conceptos de Freud, Lacan, Levi Strauss, J.A. Miller y tantos otros, lo que me gustaría destacar es la enunciación de los mismos. Ese atractivo de la enseñanza oral que muchas veces se pierde en el momento de su publicación, aunque de ellas siempre quedan rastros en lo escrito.
Se ha dicho (lo ha hecho J.A. Miller) que en Germán, su agalma, su atractivo escondido es el apetito que “lo hace estar siempre despierto, de tal manera que uno se siente a veces muy lento al lado de Germán García y creo que ese apetito es cierta voracidad que a veces hace que las personas teman ser devoradas, produciendo, en ciertos casos, movimientos de rechazo, de alejamiento”
Debo manifestar un cierto desacuerdo con Miller: esa idea tan maternal de una devoraciòn nunca me pareció muy precisa.
Por el contrario, quienes abran este libro, verán otra cosa. El orden de desarrollo de las cuestiones, las preguntas pertinentes, la falta de cuidado para evitar digresiones, el gusto por el detalle y las síntesis deslumbrantes (los famosos esquemas que se van desplegando a lo largo de todo el libro) marcan, me parece, el devenir de alguien que ya no tiene hambre, sino que se deleita con lo que expone, sin que eso afecte la claridad ni la lógica de la exposición misma.
Y, para terminar, ¿que decir de nosotros, los que lo escuchábamos en esa época?
El efecto que causó- a pesar de las inevitables deserciones, no somos todos los que éramos, ni estamos todos los que fuimos, es que no sólo a través de su enseñanza, sino también de esa actividad mas escondida y silenciosa que es un análisis, nos precipitó (en algún tiempo de manera un poco manierista) a situarnos como practicantes del psicoanálisis a secas y, en algunos casos, a terminar eso que habíamos empezado por aquella época.
Encuentro en este curso, rastros de esa causa que Germán ha sido para algunos de nosotros, encuentro su claridad para plantear los problemas, su generosidad para desarrollar sus soluciones. Encuentro asimismo, que, acogiendo lo más real que nos habitaba, Germán, supo transformarlo en una manera de moverse en la vida que en cada uno se manifiesta de manera singular.
Hay otra afirmación en ese libro que me gustaría recordar. Dice Germán: “Entonces, ¿qué es un acto? Podemos decir que es aquello que cambia, que corta el pasado y el futuro”
Y, en verdad, si observamos las caras y expresiones de los jóvenes presentes en esta mañana, si vemos a los asistentes a los cursos de la Asociación Freudiana de Psicoanálisis, del Instituto Oscar Masotta, a los que trabajan en Atención Analítica, y en la Editorial Otium, entendemos que, retroactivamente, un acto de enseñanza se ha producido.
Espero que al leer este libro descubran, como yo mismo lo hice, que no convoca a ninguna nostalgia, sino a situarnos en el presente, con un deseo decidido por venir.
Ricardo Gandolfo
*Presentación realizada el 12/09/09 en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNT. Participaron de la mesa Prof. Dr. Jesús A. Zeballos, Ricardo Gandolfo, Ofelia Wyngaard y Germán García. Fuente: Blog Cid - Tucumán.
"Tuvo que intervenir con prisa" (*)
A TREINTA AÑOS DEL FALLECIMIENTO DE OSCAR MASOTTA
Al cumplirse treinta años de la muerte de Oscar Masotta, Germán García traza una semblanza de aquel hombre que "había empezado un poco tarde" y que "tuvo que intervenir con prisa en diferentes momentos de la cultura de Buenos Aires". Masotta murió a los 49 años.
Oscar Masotta había nacido en Buenos Aires el 8 de enero de 1930 y murió en Barcelona el 13 de septiembre de 1979, unos meses antes de cumplir los cincuenta años. En cierto sentido había empezado un poco tarde (publicó su primer libro a los treinta y cinco años) y tuvo que intervenir con prisa en diferentes momentos de la cultura de Buenos Aires para producir períodos que no se confundirían con los que dictaba la política del país.
Dante, a los treinta y cinco años, se encontraba en una selva oscura. Oscar Masotta empezaba a salir de una selva similar en la que se había extraviado unos años antes, cuando en poco tiempo se encuentra separado de su primera mujer, muere su padre y hace un intento de suicidio. Esto ocurría en 1960, aunque dos años antes se había casado, había vuelto a relacionarse con la facultad a través de la revista Ruba que dirigía José Luis Romero y dirigía con Jorge Lafforgue una colección de literatura argentina auspiciada por la Secretaría de Cultura de la Nación.
La fortuna familiar
Roberto Arlt, yo mismo habla del rechazo que experimentaba Oscar Masotta frente al mito de la "clase media", con sus valores de moderación, sacrificio y estudio. Esa vida entre, de los que se conformaban con no ser ni ricos ni pobres, ni vulgares ni refinados, ni cultos ni analfabetos. La diosa fortuna no lo había favorecido: su infancia había transcurrido entre Caballito y Villa Luro. Su familia llegó hasta Villa del Parque. Parecía haber aceptado su destino: se recibió de maestro en la Escuela Normal Mariano Acosta, pero la ocurrencia de la hispanofrancesa Elena de Souchère, que había publicado en Les Temps Modernes un artículo titulado "¿Dieu est-il antiperoniste?", se convirtió en una jugada de la suerte que le cambió la vida. En una escuela de barrio, Oscar Masotta propuso una redacción que tendría que responder a la pregunta "¿Dios o Perón?". Esto ocurrió un poco antes de la Revolución Libertadora de 1955, en pleno enfrentamiento entre Perón y la Iglesia, y fue una ocurrencia inspirada en Elena Souchère que le costó el trabajo.
Por entonces ya había leído, además de a Sartre, a novelistas como William Faulkner y Ernest Hemingway. Quería ser escritor y llegó a escribir algunos relatos y poemas.
Pero será el ensayo, ese género melancólico creado por Montaigne frecuente entre nosotros, lo que lo lleva a la revista Centro desde 1953. Poco después se encuentra en la revista Contorno, realizada por Carlos Correas, J. J. Sebreli, los hermanos David e Ismael Viñas, Noé Jitrik, Adolfo Prieto, León Rozitchner, Ramón Alcalde, Adelina Gigli y otros.
Sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras, comenzados antes de los veinte años, le habían facilitado la pertenencia a un grupo que llegaría a gravitar de manera decisiva en la cultura argentina. Grupo al que un crítico llamó "los parricidas".
En 1955, con la caída de Perón, se integra al periódico Clase Obrera, del Movimiento Obrero Comunista, orientado por Rodolfo Puiggrós hacia un encuentro con el peronismo de la resistencia.
En 1956 se acerca de nuevo a la Facultad de Filosofía, en otro intento por obtener un título.
La carta forzada
La "crisis" de 1960, de la que hablé al comienzo, alejó a Oscar Masotta de sus amigos de antaño y lo llevó a frecuentar el psicoanálisis de manera más decidida. Ya en el número 13 de la revista Centro (1959) publica "La fenomenología de Sartre y un trabajo de Daniel Lagache", donde en una extensa e inesperada nota se refiere a la importancia institucional, política y epistémica de Jacques Lacan. Hay que tener presente que los célebres Escritos de Jacques Lacan se publicarán en libro recién en 1966. Hasta ese momento circulaban en revistas especializadas. Según Oscar Masotta, fue Pichón Rivière quien le facilitó estas revistas. Y, en efecto, es el Instituto de Psiquiatría de Pichón Rivière donde dicta su conferencia "Jacques Lacan y el inconsciente en el fundamento de la filosofía" (editada un año después, en 1965, en la revista Pasado y Presente, de la ciudad de Córdoba).
En ese año publica su primer libro: Sexo y traición en Roberto Arlt. Libro donde se lee entre líneas el ajuste de cuentas con su familia y la conclusión de lo que había iniciado con la revista Contorno (que hizo de Arlt una contraseña de la distancia con Borges). Muchos años después, Masotta lo confirmó cuando me dijo que no abandonaría "su costumbre inveterada de no escribir sobre Borges".
El libro sobre Arlt está dedicado a Renée Cuellar, una bella artista cuya capacidad para "crear" obras de diversos pintores era legendaria.
Una vez más la Universidad parecía venir a la ayuda de Oscar Masotta: junto al arquitecto César Janello, funda el Centro de Estudios Superiores de Arte de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires, donde es nombrado investigador con dedicación exclusiva y organiza un seminario sobre lingüística y semiótica. En 1966, el golpe de Estado del general Onganía termina con el proyecto.
Masotta se refugia en el ámbito del Instituto Di Tella, donde dicta conferencias sobre arte pop y semántica. Viaja a Nueva York y por intermedio de Marta Minujin conoce a artistas pop, entre ellos George Segal y Roy Lichtenstein. En el Museo de Arte Moderno de Nueva York dicta conferencias sobre la plástica argentina de vanguardia.
En Francia se presenta con el mismo tema en el Instituto de Altos Estudios para Latinoamérica en la Universidad de París.
En el Di Tella forma un equipo con Roberto Jacoby, Eduardo Costa y Leopoldo Maler. Por el golpe de Onganía se retrasa un ciclo de Happenings, que serán realizados poco tiempo después. (Véase Revolución en el arte, compilación de Ana Longoni que reúne los trabajos de Oscar Masotta en este período, con un excelente estudio preliminar.)
Lacan, una salida
Cuando el 11 de diciembre de 1966 Jacques Lacan dedica sus Escritos a Oscar Masotta, revela conocer su trabajo por el psicoanálisis en Buenos Aires. Y esto en un momento que a los mismos analistas no les parecía evidente. Es que la base con la que contaba Masotta estaba formada por una mayoría de psicólogos, excluidos por derecho de la práctica del psicoanálisis. También había sociólogos, filósofos y lingüistas. No faltaban escritores y médicos. Para el psicoanálisis establecido era una bifurcación que no atentaba contra el monopolio de la "clínica", verdadera base de la economía.
Pero Oscar Masotta quería convertir a los psicólogos en psicoanalistas, consecuente con Sigmund Freud, que se negaba a que el psicoanálisis fuese un capítulo de la psicología general. Y también con la Escuela Freudiana de París fundada por Jacques Lacan, abierta al análisis laico.
El problema de Oscar Masotta era responder a esta pregunta: ¿cómo un psicólogo podría convertirse en un psicoanalista? Tenía que analizarse, conocer la doctrina y su historia, controlar su práctica, integrarse en un proyecto de difusión y enseñanza.
Mientras tanto Oscar Masotta realizaba grupos de estudios donde no faltaban Ferdinand de Saussure, Claude Lévi-Strauss, Roland Barthes, Roman Jakobson y Emile Benveniste.
Por otro lado, la lectura de Sigmund Freud y Jacques Lacan, con referencias a Melanie Klein, Sandor Ferenczi y de los más diversos artículos que aparecían citados por Jacques Lacan.
En 1969 realiza un seminario en el Instituto Di Tella que será publicado como Introducción a la lectura de Jacques Lacan y se convertirá en el primer libro sobre ese autor escrito en nuestra lengua.
Ese mismo año realiza el primer "Congreso lacaniano", en una quinta de Monte Grande, que será seguido de un II Congreso lacaniano en el Centro de Medicina de Buenos Aires.
En 1971 sale el primer número de Cuadernos Sigmund Freud y comienza a publicar, con Jorge Jinkis, la colección Los casos de Sigmund Freud. Realiza conferencias sobre psicoanálisis y en 1972 dicta el seminario "Edipo, castración y perversión", en la cátedra de psicopatología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Esa vez no fue a buscar un título y una multitud de alumnos lo siguieron hasta sus cursos particulares.
En 1973 el Instituto Goethe y la Asociación Argentino-Alemana lo invitan a organizar el Homenaje a Sigmund Freud que se realiza en la Facultad de Medicina de la UBA.
Un año después, el 28 de junio de 1974, Oscar Masotta nos invita a firmar el acta de fundación de la primera escuela de orientación lacaniana que existió en los países de nuestra lengua.
La diáspora y el final
Oscar Masotta había encontrado una salida, se había convertido en un psicoanalista capaz de despertar en otros el deseo de llegar a serlo y había ido más allá de lo que el destino familiar tramaba para su vida.
Pero, como dijo Witold Gombrowicz, hay veces en que un país va para el lado opuesto al que deseamos. Si no se puede cambiar de país –como fue dicho– se cambia de conversación. Masotta cambió de país y siguió con la conversación que había encontrado en Jacques Lacan.
Junto a su mujer, Susana Lijtmaer, el mismo año en que fundó la escuela se instaló en Londres. Luego se trasladó a Barcelona, donde tuvo una hija y vivió hasta el fin de su vida.
En España realizó una intensa actividad de organización y enseñanza. Promovió la traducción de Jacques Lacan y publicó algunos libros más.
A treinta años de su muerte recordemos una reflexión de Oscar Masotta en una carta pública enviada a sus amigos: "Estuve pensando hace poco el destino de la literatura de quienes, como nosotros, sólo disponemos de los analistas como audiencia. Temible. Sólo tendremos lectores dentro de veinte años (un escritor de otro tipo puede fantasear a su audiencia en términos de cientos de años) si la banda que hoy nos lee se mantiene hasta mañana. Como se ve, mi lamelle no carece de motivos para inducir vuestra investigación. ¿Pero qué es lo que hace que una banda pueda articular las oscuridades de hoy en una ciencia del porvenir?".
La banda se extendió, se organizó de diversas maneras, pero las oscuridades de entonces no se han convertido en las claridades del presente. Después de todo, se trata de metáforas y yo estoy recordando a un amigo.
Ahora, en ausencia de Oscar Masotta vale la pena citar lo que afirmaba sobre el estilo de Jacques Lacan en un momento en que para muchos era un obstáculo insalvable: "Se dirá: el mismo estilo cerrado, elíptico, juguetón, oracular, laberíntico de los Ecrits. Lacan contesta con orgullo que bastaron diez años ‘para que lo que escribo se torne claro para todos, lo vi con mi tesis en la que sin embargo mi estilo todavía no era cristalino’. Hay en Lacan, en efecto, una promoción de una cultura del oído y de la lectura, más que una vocación de los valores del texto y la escritura (...). Textos lagunares resultado del bien escribir que remiten a sus seminarios; a saber, el lugar desde donde Lacan habla. ¿Para quién? Para psicoanalistas en primer lugar, pero también para quien haya sabido, podido o querido leerlo".
Está claro que Oscar Masotta a la vez que trazaba el recorrido de su salida particular sabía borrarse para promover la lectura de ese Virgilio que fue Lacan para la orientación definitiva de su vida.
Germán García
Cuerpos de sonido y furia (*)
Dado que ustedes están hablando del Seminario 5 me veo obligada a hablar del diario de mañana, pero como saben el diario de mañana, siempre es el diario de ayer. Así que les voy a comentar, a partir de la tragedia de Macbeth, que es la tragedia de un crimen, de la ambición de lady Macbeth y de Macbeth. Es la puesta en escena de un pecado, así transcurre la obra, alrededor de la mancha de un pecado, una mancha que no se puede borrar. Cuando faltan dos páginas del libro y Macbeth se entera de la muerte de lady Macbeth dice lo siguiente “la vida no es más que una sombra que pasa, un pobre cómico que se pavonea y agita una hora sobre la escena y después no se le oye más, un cuento narrado por un idiota con gran aparato y que nada significa”. Me gusta más esta traducción que dice “el cuento de un idiota lleno de sonido y de furia sin significado”. Es William Faulkner el que ha tomado de esta frase de Macbeth el título para su novela que se discute siempre si se traduce El ruido y la furia o El sonido y la furia, porque justamente no se trata de cualquier ruido, se trata de las palabras, porque el texto dice “un cuento narrado por un idiota”.
El traductor dice que esta parte de la escena recuerda mucho al soliloquio de Hamlet y es Shakespeare mismo, su espíritu, que no puede menos que transparentarse en los culminantes momentos. Es decir que quien pone las notas dice “habla Shakespeare”. Algo hace hablar a Shakespeare en este momento culminante de la tragedia.
No se sí han leído El sonido y la furia, si no lo han hecho se los recomiendo, es extraordinario, realmente maravilloso y efectivamente aquí se trata de la saga de una familia del sur de Estados Unidos, donde transcurren todas las novelas de Faulkner. El comienzo es extraordinario, habla el narrador y nos presenta a los personajes. El primer personaje que presenta es el inicio de la saga, es un rey apodado lhom y a veces Lhom, (una con minúscula y otra con mayúscula), en definitiva se trata del hombre. También se trata de una tragedia. La tragedia de la saga de los Compson alrededor de lo que, fundamentalmente, vamos a escuchar hablar al idiota. El primero que habla es un idiota que muere a los 33 años. Durante 33 años vive con su familia, pero lo que logra Faulkner es hacernos leer una novela donde durante muchas páginas habla el idiota, donde nosotros captamos que todo lo que dice para él no significa nada. Lo único que para él tiene significado es mirar el fuego, su hermana y el campo de golf alrededor de su casa.
Tiene un significado que no sabemos cuál es, porque por lo único que sabemos que tiene significado es porque queda prendido a eso. Pero hay que ver estas páginas para darse cuenta lo que significa hablar sin que eso signifique nada. No va mejor cuando aparece otro de los hermanos, porque los que hablan son tres hermanos y finalmente el relator; hay un juego temporal maravilloso. No hay mayor sentido cuando habla otro de los hermanos, el que aparece signado por la tragedia. ¿Cuál es la tragedia? El incesto con su hermana.
Ahora bien, el mismo Faulkner hace decir a uno de sus personajes, en la página 120 “la tragedia es de segunda mano”. Va en consonancia con el título de la novela, con la frase de Shakespeare. La tragedia es lo que le da sentido a algo que no tiene sentido; quizás para ustedes resuenen, si estaban leyendo hace poco el Seminario 10, que en un momento Lacan hablando del goce y de la tragedia de Edipo, que cuando aparece este objeto de goce dice “¡basta de comedia y basta de tragedia!”. Es decir hay algo en eso que es un golpe que no significa nada.
Ahora bien, si alguien como Shakespeare puede decir “la vida es el cuento de un idiota lleno de sonido y de furia que no significa nada”, estar en eso él mismo jugado, puesto en esa frase, es por su genio, lo que quiere decir que capta algo en el hombre que no pasa por la dimensión de la comedia o de la tragedia, es decir por el sentido. Que en el destino del hombre hay algo que es más real que el sentido y que ese cuento contado por un idiota, lo más real de ese cuento, lo que circunscribe ese cuento es que se goza con eso. Y uno podría decir cuando lee el relato de Quentin, que se acuesta con su hermana, nada significa nada para él, solamente está todo el tiempo retornando a esa escena incestuosa con su hermana, tratando vaya a saber, de hacer qué. Bueno, termina suicidándose.
Cada uno se cuenta su cuento solo, sin que el otro pueda llegar a entender. ¿Es una novedad esto? Se acuerdan que Freud hablaba de “splendid isolation”, del “espléndido aislamiento” en el cual él construyó su teoría psicoanalítica. Por qué no encontrar en esa palabra “espléndido”, algo de ese goce, de esa soledad en la cual cada uno construye, cava, podríamos decir, su propio modo de situarse. Pero en ese goce, Freud como Shakespeare encontró algo que le dio una certeza. ¿Qué es lo que encontró Freud? Encontró que al organismo las palabras le hacen algo, que son ciertas palabras, se acuerdan ustedes la definición de superyo, son ciertas palabras oídas y no comprendidas las que marcan a ese cuerpo. Es divertido lo de Freud, porque en el año 12’ le dice a Ferenczi “el éxito tiene siempre un efecto paralizador, en cambio la rebelión en todos los frentes crea unas condiciones casi iguales de favorables que el aislamiento de antes”, o sea la “splendid isolation”.
¿Cómo Freud pudo salir de ese aislamiento, cómo pudo salir de ese goce mientras obtenía su certeza? Por la rebelión. ¿Y Lacan? Se acuerdan como empieza en el Seminario 11, cuando se trata de la fundación de la Escuela Freudiana de Paris, “…solo como siempre he estado…”. Por otra parte, están siguiendo seguramente ustedes la lectura que hace J.- A. Miller del Seminario 5, donde habla justamente de la soledad lacaniana, en el sentido de que Lacan es un neologismo como el chiste, como cualquier formación del inconsciente. Lacan inventó un neologismo para el psicoanálisis, se inventó a sí mismo en el psicoanálisis como un neologismo. Es decir, como una diferencia, como algo único, como cualquier formación del inconsciente que introduce su equivocación. Pero como también han leído en el Seminario 5 y escucharon en la mesa anterior, se pone en evidencia en este seminario, que en cualquier formación del inconsciente hay una vacilación del sentido, hay un momento en que no entendemos mucho, y eso se restituye enseguida por la sanción del Otro. Es decir que tanto Freud como Lacan, que obtuvieron de una manera singular su certeza, tuvieron su Otro que podía decirles que estaban locos, o tenían que construir Otro que les dijese: "sí, lo que tú dices tiene un valor". Nosotros mismos somos ese otro de Lacan, creemos en la certeza de Lacan. A veces obtenemos una certeza propia.
Ahora, no es igual la posición de Freud que la de Lacan. ¿Cómo podría soportar Freud su soledad respecto del Otro? Por la rebelión. Freud conserva al Otro, porque para rebelarse tiene que haber Otro. Mientras que Lacan no parece seguro, a veces gustaba de escandalizar, incluso decía E. Laurent el otro día en el Coloquio seminario, que el Seminario 23 es un escándalo, porque nos viene a decir el revés de todo lo que nosotros habíamos podido entender de Lacan. Es decir que hay en Lacan un gusto por escandalizar, pero habría que poder ver si realmente la operación de Lacan es sostener al otro. Él dice que no, lo que pasa es que hay que verificarlo. En definitiva, lo que vemos es que cada uno, Shakespeare, Faulkner, y por qué no Freud y Lacan, llegaron a ese punto de certeza de sí mismo, no del hombre, sino de sí mismo. Freud es analizando su propio goce como llegó a esa certeza.
El psicoanálisis, ¿qué puede hacer con esta soledad de cada uno? En el Seminario 23 Lacan dice: "el psicoanálisis es un cortocircuito que pasa por el sentido". Me oriento en lo que les estoy contando en el modo en que J.- A. Miller está leyendo actualmente a Lacan, por eso el Seminario 23; nos dice de esa manera que es hora de orientarnos en la última enseñanza de Lacan.
"El psicoanálisis es un cortocircuito que pasa por el sentido", ¿Por qué? Freud tuvo su certeza y comenzó a elaborar un saber. Es lo primero que se le aparece a Freud, la dimensión del sentido en las formaciones del inconsciente; es a través de las formaciones como Freud establece la noción de inconsciente. Pero Lacan en el Seminario 23 dice algo que nosotros no siempre ponemos en evidencia: cómo define Freud las formaciones del inconsciente en el plano económico. Dice que el poco de sentido, las vacilaciones de sentido, la falta de sentido, toda esa dimensión tambaleante del sentido que se produce en las formaciones del inconsciente resulta de un cortocircuito que produce una economía respecto de la satisfacción. Es decir, que hay una satisfacción en juego, no todo es esa dimensión tan divertida del significante, sino que hay una satisfacción en juego ahí. No debemos olvidar que está en juego algo del orden del cuerpo, cuando se habla y cuando se produce esa satisfacción en cualquiera de estos acontecimientos del lenguaje.
Lacan pudo decir que "no hay formación del analista sino formaciones del inconsciente". Podemos interpretar eso como queramos. En primer lugar es evidente, quiere decir que no hay analista sin un análisis. Que un analista debe pasar por un análisis para obtener esa certeza que le es propia. La certeza que le es propia en cuanto a lo que es para él una satisfacción. ¿Por qué? Porque es ahí, en esa certeza y quizás un poco de saber sobre eso, que se sostiene para Lacan el acto analítico. En el seminario del acto dice que va a decir algo estremecedor, que el deseo del analista es imposible de obtener de otra parte que del fantasma del analista. Sustituyamos aquí fantasma; esto fue dicho por Lacan en el año 68’, pongámoslo a la altura del Seminario 23, y podemos decir que es imposible obtener el deseo del analista de otra parte que de su goce. De lo más opaco, lo más cerrado, lo más autista que hay, pero eso, esa soledad del analista debe ser localizada en un análisis.
Ahora bien, volviendo a las "formaciones del inconsciente", que son la única formación para un analista, dado que detrás de toda formación hay una finalidad significante de decir algo verdadero, de hacerse escuchar, se espera que un analista lo sepa leer. He aquí la inconsistencia propia del campo freudiano. Si para cada uno solo se trata de un cuento contado por un idiota sin sentido alguno, eso no significa que vamos a trasladar eso al ejemplo que ponía Freud, del analista que cuando aprende eso viene el paciente y le dice: lo suyo es el cuento de un idiota que no tiene ningún sentido. Se darán ustedes cuenta que para llegar a ese punto se requiere un trabajo, se requiere el cortocircuito por el sentido, por lo tanto es necesario que el analista sepa leerlo. Es decir, que el analista no solo se analice, sino que sea, como dice Lacan, un letrado.
Debe saber leer para luego ignorar lo que sabe. Pero por qué Lacan llega a decir: es necesario pasar por el sentido para llegar, por un cortocircuito, a este punto de certeza donde no hay ningún sentido mas que un puro goce que, recuerdan como lo llama Lacan al goce, al único que hay: “goce del idiota”, porque es el goce del Uno. A veces ese Uno no significa nada, porque es un goce, que se cuenta como Uno y nada más. Goce del idiota. Yo me pregunto si Lacan no estaría haciendo un chiste, si no estaría divirtiéndose después de haber leído El sonido y la furia.
En el Seminario 23 Lacan pone en cuestión esa sola finalidad significante de las "formaciones del inconsciente". Es decir, pone en cuestión que en las "formaciones del inconsciente" se trate sólo de una dimensión simbólico – imaginario. Ahí mismo es donde le hacen una pregunta sobre los equívocos y dice: los desmitifico. Lo más lacaniano, el acento en la dimensión de la verdad de la palabra lo desmitifica, para orientarse en algo que no implica el sentido. Y aquí introduzco esta frase que dice Miller que es muy orientadora: “los laberintos, los torbellinos, los embrollos de la verdad de las cuales está hecho lo que se presenta como búsqueda en el análisis, llama a lo real”. Es decir, que es en esas verdades a medias, en esas verdades que se desvanecen, en esas repeticiones de un cierto significante, en esos embrollos del sujeto, eso llama a lo real. Ahí hay algo de lo real que es lo real de la satisfacción del embrollo. Lo real de la búsqueda de la verdad. Es decir, del que goza buscando la verdad, del que goza embrollándose.
La lectura que está haciendo Miller actualmente es definir al inconsciente según las coordenadas simbólicas, imaginarias y reales. Entonces dice: "el cortocircuito por el sentido que es el que se pone en acción en el dispositivo a lo largo de una cura hasta llegar a su final, como exige pasar por el sentido, evidentemente a ese inconsciente lo podemos llamar transferencial porque busca al otro significante, porque hace aparecer a esa dimensión que es el Sujeto supuesto Saber. Ahí podríamos decir, bajo ese paraguas del inconsciente transferencial ubicaríamos al inconsciente y la transferencia como conceptos fundamentales. Es decir, en esa dimensión es que ponemos a las formaciones del inconsciente. Mientras que este inconsciente del que hablamos ahora, el inconsciente que es un goce del idiota, lo llamamos ahora en el Seminario 23, inconsciente real. Al final del seminario Lacan se pregunta si el inconsciente es real. Miller está analizando un pequeño texto que es la Introducción a la edición inglesa del Seminario 11 donde Lacan afirma lo real del inconsciente, que bajo ese paraguas estaría la pulsión y la repetición. ¿Qué implica? De las formaciones del inconsciente no es que nos olvidamos, sino que en las repeticiones de las formaciones del inconsciente que van sucediéndose en un análisis se va cavando el lugar de esas formaciones, es decir el lugar que es un puro agujero, el lugar que cava la repetición.
La frase que Lacan inventa en esa Introducción a la edición inglesa del Seminario 11 es “el esp del laps”. Es decir, no solo existe el lapsus sino su lugar, y su lugar es de alguna manera evocar algo de la dimensión del agujero del cuerpo. Ya no se trata del vacío, se trata del agujero del cuerpo. Cuando hablamos de satisfacción, hablamos de lo que hace vibrar al cuerpo que es lo que Lacan en el Seminario 23 introduce de una manera casi brutal; si lo comparamos con las formaciones del inconsciente, llega a hablar del lapsus del nudo. Un tipo que no está bien anudado le llama a eso lapsus y la consecuencia de eso es el embrollo.
Es una lengua nueva que inventa Lacan en el Seminario 23, se trata para el analista de corregir el lapsus del nudo. Lacan mismo está cavando para producir el agujero real de su enseñanza, tocar algo de lo real, lo más cerca que se pueda llegar a eso sin sentido para cada uno, ese sonido y esa furia. Es interesante la expresión el sonido y la furia; podemos decir, de esas palabras escuchadas y no comprendidas surge algo, surge la furia, surge algo que hace sacudir el cuerpo.
Entonces, el inconsciente transferencial usufructúa de la asociación de una palabra con otra y de sus efectos de sentido, mientras va cavando su propio agujero. El inconsciente real, la letra lacaniana, como se escribe en el discurso analítico en la parte de abajo, S2 y S1 separados por una barra, es esto mismo que estamos diciendo. No hay relación entre un significante y otro. Por lo tanto, hay un punto en el cual no hay más que goce que no significa nada. Por ejemplo, se evocaba hace un rato el ombligo del sueño y yo pensaba, ¿es lo mismo? Es lo mismo y no es lo mismo, porque el ombligo evoca algo del anudamiento del cual Lacan está tratando de forjar alguna manera de dar cuenta; el ombligo es un nudo, el problema es que como está hecho de carne uno no capta bien que lo que está en juego ahí es un agujero. Mientras que en el nudo lacaniano se trata de esta dimensión del agujero, del agujero del cuerpo. Más bien, de cómo con la palabra resulta un goce enraizado en los agujeros del cuerpo.
¿El síntoma se reduce a la pulsión y a la repetición?. Es la pregunta que se abre en el Seminario 23.
El psicoanálisis resulta de un cortocircuito que pasa por el sentido para situar lo real de cada uno, el S1 solo, punto en el que no hay diálogo, en que el inconsciente de cada uno es distinto del otro. Ahora, ¿qué analista es necesario para este modo de concebir los cuerpos parlantes? Por supuesto siempre es necesario un letrado, un lector; en ese sentido J. - A. Miller dice que es un ayudante. Pero también es necesario alguien que sea él mismo un neologismo, alguien que pueda soportarse en su propia dimensión de soledad. En este sentido, concebidas así las cosas, que cada uno es como es, como se dice, el analista es un intruso, porque es un punto del cual no se quiere saber mucho. El analista encarna ese cuerpo extraño, esa soledad. Encarna ese cuerpo extraño y si lo pensamos en términos de la pulsión, el analista es ese cuerpo alrededor del cual se puede circunscribir la pulsión. Se puede dar la vuelta de la pulsión. Es decir que el analista presta su cuerpo para que se realice ese circuito mientras se lo dice. Es por la transferencia que se hace aparecer la demanda y la fórmula de la pulsión es S ◊ D. Es a partir de la demanda que el cuerpo del analista permite circunscribir ese circuito pulsional.
Hay una formación, yo diría más bien, hay una disciplina. Lacan dijo “no necesito discípulos, necesito disciplina”. Saben lo que es la disciplina. Voy a recurrir a la etimología, evoca un instrumento de flagelación, el azote y una vez que se desplaza de la referencia, la disciplina evoca el conjunto de leyes o reglas que rigen los cuerpos. Lo dice así el diccionario, los cuerpos refiriéndose a los cuerpos colegiados, pero busca la disciplina, la obediencia y el orden.
“No necesito discípulos, sino disciplina”. Es decir, que cualquier cuerpo se somete a una ley, a esta ley del significante. Cada cuerpo está sometido a este S1 del que goza. A la vez, si el sujeto en cuestión forma parte de un cuerpo social, el de los psicoanalistas, entonces necesita también de una disciplina. Somos masoquistas. Sí, también, porque cualquier definición del sujeto implica el masoquismo en ese sentido, en el que la ley del lenguaje corta su cuerpo y es en ese recorte que se obtiene su goce, por lo tanto está sometido cada uno a esa disciplina. En ese sentido hay algo de masoquismo en integrar un cuerpo de psicoanalistas nombrados en una institución x. ¿Para qué? Para orientarse. El cuerpo de los psicoanalistas necesita orientarse. Seguimos a Freud, seguimos a Lacan, pero es necesario un cuerpo vivo.
Recuerdo que Lacan decía “prefiero un perro vivo a un león muerto”. Es decir, no tenemos a Freud, ni tenemos a Lacan, pero es necesario realizar esa disciplina respecto de un cuerpo vivo. Nosotros somos, por así decir, el otro de Freud y Lacan, por lo tanto es necesario la orientación del analista que se ha autorizado a sí mismo en un psicoanálisis, someterse a la ley del cuerpo al que pertenece. Cuando a mi me presentan, me someto al cuerpo EOL, a la orientación de Miller, de García; para Lacan no hay lo que él llamaba el anarlista, el analista anárquico. Hay los que se someten a una disciplina. Cada uno sabrá con qué Otro se autoriza. Esa es la definición que daba Lacan en la Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela: el analista se autoriza a sí mismo y por algunos otros.
El analista, una vez que ha llegado al final del análisis, podrá autorizarse a sí mismo para poder pasar del diván al sillón, pero una vez que se ha autorizado a sí mismo ¿anda lo más tranquilo y no se somete a ninguna disciplina? Hay de esos también, pero no es mi caso.
Graciela Musachi
(*) Intervención realizada el día 13 de abril de 2007 en el marco de la Jornada de Apertura de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata Las formaciones del inconsciente –Clínica, política y saber del psicoanálisis-.
¿Qué nombra Acéphale?[1]
A propósito de “Nueve facetas de la comunidad analítica” de Jacques-Alain Miller
(Centro Descartes, 16/11/96)
Comunidad dionisíaca
Es de esta faceta de la comunidad analítica de la que Jacques-Alain Miller precisamente niega ese atributo: “no es dionisíaca pero sí cínica”[2]. ¿Por qué nombrarla, entonces, de ese modo?
Hay razones históricas y una medular que hace explícita en su argumentación, referida a la experiencia de goce y su transmisión -o el decir sobre esa experiencia- en relación a la cual está fundada la comunidad analítica. Experiencia que es a la vez motor y obstáculo de la experiencia misma del psicoanálisis, el de cada uno.
¿Cuáles son las razones históricas o genealógicas?
En rigor, la razón histórica es una, la historia de Acéphale, el grupo y la revista homónima sobre religión, sociología y filosofía, editada entre 1936 y 1939, dirigida en su primer número por George Bataille, Pierre Klossowski, George Ambrosino y André Masson.
El grupo, que George Bataille imaginaba hacia comienzos de los años treinta, tuvo su primer existencia en el momento que por azar da con una imagen gnóstica de metal del III o IV siglo d.C. la cual representaba un dios acéfalo de origen egipcio. Fue ésta una contingencia que alentó su interés por los cultos solares y el sacrificio. André Masson, el artista grabador del símbolo, trazó la figura de un hombre desnudo, con una granada en llamas en una de sus manos (granada que asemeja al corazón artificial de los rituales aztecas), un puñal romboidal en la otra, estrellas como tetillas y un dédalo como vientre, un cráneo en el lugar del sexo, los brazos en cruz y las piernas abiertas. Al pié, el símbolo del laberinto, que es a la vez el de la "guarda de la larga vida" griega: la inmortalidad.
Como contra-imagen del Cristo en la cruz, esta figura sin cabeza anticipa el destino funesto del grupo y el sacrificio (anhelado por el mismo Bataille) del demiurgo fundador. Crimen fundante de toda comunidad. Parodia no realizada del mito. Maurice Blanchot interpreta "la decapitación" no sólo como privación de lo que simboliza la cabeza (el jefe, la razón razonable, la medida, etc.), sino como afirmación de las pasiones desencadenadas en una comunidad que, por inconfesable, sanciona su propia disolución. Sin duda la vertiente hasta aquí descripta da el tono de esta comunidad que se dedicó a prácticas esotéricas (secretamente custodiadas) y a otras exotéricas (publicaciones y eventualmente conferencias). Roger Caillois, Michel Leiris, Jean Whal, Jean Rollin, Jules Monnerot se agregan en las publicaciones siguientes. Y el público de las conferencias supo incluir a Pierre Drieu La Rochelle y Walter Benjamín. Los temas oscilaban entre lo sagrado arcaico y moderno y se elevaban de un golpe a la locura del exceso y el afán de gloria. Margarita Martínez en el prólogo a la edición de la traducción castellana de los cinco números de la revista, dice que ese afán de gloria es "el primer motor inconfesable" y agrega: "Nietzsche, Dionisio; Don Juan: los tráficos de la carne, la aspersión de los fluidos, la materialidad del cuerpo, prueban que la energía, que no es una cosa, requiere del orden de las cosas para transferirse, aun a costa de la fragilidad del medium."[3]
Falta agregar a esa serie un nombre: Kierkegaard por quien accedían a lo trágico antiguo y lo trágico moderno. Klossowski, Monnerot, Caillois lo tratan como el espacio de una filosofía de la experiencia, como instante privilegiado en el que los límites se revelan soberanos y ausentes al mismo tiempo.
Hay que decir que el modo de lo imposible (encarnado en la comunidad, en “la comunidad de los que no tienen comunidad”, tal como lo interpreta Maurice Blanchot) queda entrampado en un exceso de imágenes, símbolos y rituales que intentan transmitir un real cuyo nombre es sexo y muerte, o también cabe decir para abrir paso a las resonancias religiosas: pasión y muerte.
El número 3/4 de Acéphale (julio de 1937)[4] publica bajo el título Dionysos una serie de textos sobre lo dionisíaco: "Dioniso"; “Dioniso filosofa”; “Crónica nietzcheana”; “Las virtudes dionisíacas”; “Don Juan según Kierkegaard”; “Nota sobre la fundación del Colegio de Sociología”. Es allí donde encontramos este atributo negado a la comunidad analítica, en medio de la fusión Nietzsche-Dionisio, acompañado del Nietzsche de El nacimiento de la tragedia, próximo a ese dios loco, cuya epifanía es la embriaguez.
Dioniso de Walter Otto, (Francfurt, 1933), una referencia de autor alemán que estudia la magnificencia del mundo griego, desde lo más alto a lo más bajo, de lo celeste a lo terrestre siguiendo el doble movimiento virtuoso de ascenso y descenso, fue, sin duda, la lectura obligada de quienes escribieron sobre los textos referidos al dios Dioniso y los rituales a los que daba lugar su veneración.
Así lo describe Walter Otto: "dios de la ebriedad bienaventurada y del amor extático". Pero también "el Perseguido, el Sufriente, y el Muriente que hacía correr su suerte trágica a todos aquellos que lo amaban y lo acompañaban."[5] Dios de la contradicción trágica; ebriedad de la felicidad que estalla, pero también ebriedad de lo que espanta. Es de ésta imagen dionísiaca de la que Nietzsche se vale para representar el conocimiento de la verdad como potencia que lo identifica al yo soy "idéntico a los dioses". Zaratustra, "el más piadoso de los ateos" se convierte él mismo en el Zaratustra-Dioniso, en nombre del cual Nietzsche consuma la última transformación que lo hace pasar del principio heroico del yo quiero al principio idéntico a los dioses del yo soy.[6]
"Virtudes dionisíacas" (lo que une y lo que disuelve)[7] es el oxímoron que escribe Roger Caillois para introducir por esa vía la severidad que sigue a la realización de los excesos y el poder sin medida que la austeridad procura al espíritu que la adopta. Sutil modo de percibir el poder del masoquista. Caillois advierte que el goce en juego es el individual, que ese es el goce que separa del grupo y que el culto dionisíaco virtuosamente lo reabsorbe socializándolo Lo sagrado, lo innoble, lo santo permutan, cambian de valor. Lo asocial ("lo que parecía asocial") se convierte en constitutivo del orden social en tanto reúne las energías colectivas, las cristaliza y al mismo tiempo las conmociona.
No es precisamente la oposición ebriedad-sobriedad, con la que se puede reconstruir la historia de la filosofía como lo hace nietzscheanamente Peter Slöterdijk en Extrañamiento del mundo, reconstrucción en la que incluye determinadas prácticas del saber entre las que se cuenta el recurso a las drogas sagradas (que también menciona Caillois), la vía que seguiré, como tampoco la de la oposición exceso-austeridad, sino la del destino de la experiencia de goce que nuclea a una "cofradía" o fraternidad, a la que Callois mismo hace referencia al término de su texto.
La experiencia de la palabra
Maurice Blanchot analiza la apuesta de Bataille en La comunidad inconfesable (1983). Y Germán García fue quien le recomendó su lectura a Jacques-Alain Miller.
En una elocuente síntesis que citaré, García comenta la composición del libro de Blanchot: "Se divide en dos partes: 1. La comunidad negativa, que concluye en una razón de la fraternidad que plantea la alternativa "El corazón o la ley". II. La comunidad de los amantes, que se demora en un comentario sobre La maladie de la mort de Marguerie Duras, y que después de describir las aporías de la "relación" entre un hombre y una mujer, concluye con las "relaciones nuevas" de la obra con lo que se llama inacción. Si bien el libro se anuncia como surgido de un "texto importante de Jean-Luc Nancy, la primera parte reflexiona sobre la comunidad según George Bataille y la segunda sobre el amor según Marguerite Duras"[8]
Sobre el efecto de un texto escrito como respuesta a otro que le antecede, García pregunta: “¿Será contingente la transformación de La communauté desouvrée (inactiva desocupada [desobrada]) de Jean Luc Nancy en La communauté inauvouble de Maurice Blanchot? Inauvouble -responde- traducida al castellano por ‘inconfesable’ está en la constelación de lo culpable, lo abyecto, lo vergonzoso. Es decir no se trata para Blanchot de la desocupación universitaria, del ocio creativo, sino de algo más pertubador"[9]
Esa constelación que incluye lo vergonzoso es la que me interesa anotar en relación al atributo ‘dionisíaco’ porque considero que el sentimiento de la vergüenza da cuerpo a lo inconfesable y concomitantemente vela, tras las figuraciones que transmudan el mito fundante de la muerte (el crimen soberano), lo inaprehensible de una experiencia de goce individual y de la comunidad que la alberga, como límite de su confesión.
Mientras Jean-Luc Nancy escribe la respuesta a Maurice Blanchot (la respuesta sobre lo inconfesable de la comunidad), supone una admonición de Blanchot: "¡atención a lo inconfesable!". A lo que responde: "Lo inconfesable designa un secreto vergonzoso (…) porque introduce, bajo dos figuras posibles -la de la soberanía y la de la intimidad-, una pasión que sólo puede ser expuesta como lo inconfesable en general: su confesión sería insostenible, pero al mismo tiempo destruiría la fuerza de esta pasión."[10]
Inconfesable -agrega- es una palabra que mezcla aquí indiscriminadamente el impudor y el pudor: Impúdica, anuncia un secreto; púdica, declara que el secreto permanecerá secreto. "Lo que de este modo es callado es sabido por quien se calla."[11]
Hay que decir que es Blanchot quien termina su texto con una referencia al demasiado célebre y conocido precepto de Wittgenstein: "De lo que no se puede hablar, hay que callar" para transformarlo por efecto de una torsión en "para callarse, hay que hablar. Pero ¿con palabras de qué clase?”.[12]
Jacques-Alain Miller dice en relación a la communauté inauvouble (a continuación de las palabras ya citadas), "la comunidad analítica es una comunidad de confesados. Reúne a los que han confesado algo de su goce a otro. La comunidad inconfesable rechaza eso. Es decir: o Bataille o Lacan." Efectivamente, la experiencia de un psicoanálisis es la que irreversiblemente nos pondrá en la pista de los alcances de ese precepto transformado en la exigencia de hablar… ¿sobre qué? Sobre una experiencia de goce, contingente para cada uno, a la que sólo algunas palabras proferidas en el curso de esa experiencia podrán permutar su valor en otra cosa.
Un tratamiento posible de la vergüenza y el pudor es lo que otorga a la confesión de la experiencia de goce un valor diferente al religioso o mágico. Sin duda es un borde sutil el que separa la figura de un Dios garante de un Otro reducible a lo que en él se aloja como falta irreductible. Lacan nombró esa falta con la letra 'a', petit a, un resto fecundo siempre y cuando sea Jano, como el dios de dos caras, con su doble valor antitético: palea y agalma.
“Sobre esa cadena bastarda de destino e inercia, de golpes de dados y estupor, de falsos éxitos y encuentros desconocidos”, Lacan advierte: "El uso de la palabra requiere mucha más vigilancia en la ciencia del hombre que en cualquier otra parte, pues compromete al ser mismo de su objeto."[13]
Un encuentro azaroso con el libro de Max Scheler, precisamente, Sobre el pudor y el sentimiento de vergüenza (1913), me lleva a citarlo. Dice en su Introducción: "Este sentimiento pertenece al claroscuro de la naturaleza humana. El peculiar puesto y la situación del hombre en la gran jerarquía de los seres del mundo, su situación entre lo divino y lo animal, en ningún sentimiento se pone de manifiesto tan clara, tan aguda y tan directamente como en el sentimiento de la vergüenza. […] que encierra en sí o presupone un sentir de nuestro sí mismo como de un objeto."[14]
No vienen nada mal estas palabras para seguir los pasos de un tratamiento posible de la vergüenza, advertidos por la reflexión de Jacques Lacan sobre este sentimiento al término del Seminario marcado por el “¿acontecimiento?” de Mayo del ´68. Los signos de pregunta que agrego a esta palabra simplemente intentan no perder de vista el sentido político acuciante (Maurice Blanchot) que cada época imprime a la pregunta sobre hablar... pero ¿con qué palabras?-
Adriana Testa
[1] Texto leído en el XXII Coloquio Descartes 2008: Formación analítica y experiencia del psicoanálisis. A propósito de “nueve facetas de la comunidad analítica” de Jacques-Alain Miller
(Centro Descartes, 16/11/96).
[2] Jacques-Alain Miller. "Nueve facetas de la comunidad analítica" (págs. 18-25) en Más uno 2. Publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Buenos Aires, agosto 1997, pág. 21.
[3] Margarita Martínez. Prólogo: "Ritual de guerra" en Acéphale. Religión-Sociología-Filosofía. Georges Bataille, Roger Caillois, Pierre Klossowski, André Masson, Jules Monnerot, Jean Rollin, Jean Wahl (1936-1939). Trad. y pról. de Margarita Martínez. Caja Negra. Buenos Aires, 2005, pág. 13.
[4] Ob.cit., Número 3/4 (págs. 94-151).
[5] Ob. cit. pág. 97.
[6] Ob. cit., pág. 102.
[7] Ob. cit., pág. 136.
[8] Germán García. "La comunidad inconfesable" en D'Escolar. Atuel-anáfora. Buenos Aires, 2000, págs. 57-58.
[9] Ob. cit., pág. 59.
[10] Jean-Luc Nancy. "La comunidad afrontada", Postfacio a la edición española de La comunidad inconfesable. Arena Libros. Madrid, 1999,2002, págs. 110-112.
[11] Ob. cit., pág, 112.
[12] Maurice Blanchot. La comunidad inconfesable. Arena Libros. Madrid, 1999,2002, pág. 94.
[13] Jacques Lacan. "Acerca de la causalidad psíquica" [1946] en Escritos 1. Sigloveintiuno editores. México, 1984, págs. 150-151.
[14] Max Scheler. Sobre el pudor y el sentimiento de vergüenza. Ediciones Sígueme. Salamanca, 2004, págs. 17-18.
El psicoanálisis y la cultura, un ejemplo: New York – Reportaje a Josefina Ayerza
René: Podríamos comenzar conversando acerca de la revista Lacanian Ink, que va por el número 33, de la cual usted es la editora ¿Cómo ha sido su inserción…?
Josefina: Ya tiene veinte años. Está desde el 90. Para lo que es la cultura es muy importante esa revista, y alguien dijo algo que me gustó mucho, la revista agarra desde el 90, los diez últimos años del siglo o centuria pasada, y los diez primeros del siguiente, porque le falta poquito para llegar al 2010. Ya son veinte años, justo agarra ese tiempo, o sea cuando termina el siglo y cuando empieza. Por eso, él dijo “es la única que queda”; porque había otras revistas en E.E. U.U., como Comb, por ejemplo pero cambió mucho. Entonce este crítico, un vecino que vive por ahí, escribió un libro que se llama The Climb and son of the Soho art community. Yo vivía en esa comunidad de arte que es Soho, todavía lo sigue siendo, pero luego se movió a Chelsea, ahora esta volviendo. La cuestión es que hubo un movimiento. Culturalmente creo que es importante el resurgimiento, pero también la caída; la decadencia, la caída, y el moverse a otro lado, aunque sea para hacer más grandes los lugares. Pero en sí mismo fue un fenómeno único. Era como si fuera un edificio afuera, con todas las galerías en al calle. Todo, todo eran galerías.
René: Y este doble movimiento, de caída y resurgimiento…
Josefina: Exacto, que yo lo agarré en los ’80, ese resurgimiento, que ya fue importante, y empecé a hacer la revista en los ’90, donde ya es verdaderamente doble. Porque antes del 2000 ya se estaban mudando a otro barrio. Porque tiene una cosa que no se pudo copiar, que no pasó en Chelsea, a nivel de la vida cotidiana. Porque yo me acuerdo, yo lo hacía, iba a comprar mis pomelos y frutas, lo que sea, y volvía caminando, y entraba en las galerías. Una de las razones era por eso, porque uno las seguía llevando y no volvía a casa sin entrar o salir. Quedaban en el camino.
René: ¿Y cómo fue la relación de la revista con todo ese movimiento?
Josefina: Bueno, yo ahí, justamente, hice hincapié en publicar lo que estaba pasando. Por eso es que este señor lo agarró como algo que estaba pasando en ese momento, en ese lugar, que era donde yo vivía. Era muy fácil porque estaba viviendo ahí. Por supuesto que había artistas argentinos, como ser Kuitca, que lo llevé yo. Lo más increíble es que sale del psicoanálisis, porque inclusive la galerista lo vio en mi estudio; y lo vio y soñó con la obra de él hasta que finalmente, cuando arrancó Guillermo con su show, vendió todo antes del éxito que finalmente tuvo. O sea cuando abrió el show, no había ni una cosa más para vender. Nada.
René: De qué manera tocó a la galerista.
Josefina: Soñó con una sandía y el cuadro de Guillermo era verde y colorado. Y quedó con la sandia y al final ella fue la más agradecida en el mundo entero, porque le tocó un artista que era muy original, vendió todo antes de empezar, y siguió vendiéndolo por años. Después en un momento dado había una galería muy poderosa que se subió a un avión, vino acá, y se lo llevó. Por mucho tiempo estuvo con esa galería que era muy sutil, era poderosa también, pero la otra era más poderosa. Lo compró.
René: Un poco lo que conversábamos antes de empezar la entrevista. ¿Cómo entiende usted que se ha insertado el psicoanálisis de orientación lacaniana en los debates culturales en de la ciudad de Nueva York?
Josefina: Bueno, ellos empezaron por llamarse Cultural Studies, ahora, ojo, porque ahí ellos son los que mandan. A mí me parece que si van a hablar de Lacan tienen que mandar los lacanianos y no los Cultural Studies. Y ellos tienen una cosa fácil, porque como todavía, que fue mi gran lucha allá, Lacan no es una materia que se pida, entonces ellos quieren saber un poco –esta sería la parte mala, ¿no?-, entonces terminan finalmente en el “estadio del espejo” interpretado por ellos dentro de la cultura. Se quedaron un poquito encerrados en eso, ya que nadie quería ir a los “Cultural Studies”. Entonces empezaron a haber los workshop´s de Jacques - Alain Miller, eso era en los ’80, que venían Miller y Schneiderman y hacían los workshops. Ahí descubrí a Zizek, en los ’80. Y ya en Lacanian Ink, en el segundo número, está Zizek. Ahora, Zizek es eso, la cultura popular y Lacan. Él es muy brillante en su exposición, tira 30 ideas en un minuto. La gente se empezaba a enloquecer. Cuando lo conocí, hablaba menos inglés, recién empezaba, muy al principio lo conocí. Y bueno, empecé a publicar. En ese momento en Lacanian Ink no tenía muchos fondos para hacerlo. Él me daba los artículos, Miller también me daba los artículos, y eligió el cine pero nunca el arte. Él me decía “nunca me vas a llevar a una galería ni aunque quieras”. Así fue como yo me fui quedando con el arte; porque vivía ahí, porque me gustaba tanto mirarlo, porque de golpe lo de Kuitca me llenó de gloria porque traje este artista y entonces después fui y traje también a Gustavo Trigo, que Germán García me lo presentó, Gachi Jaspers. Y ahí empecé a escribir en Lacanian Ink. Creo que son mejores los últimos, porque tuve que redondearlo, y darle una vuelta. Inclusive en inglés me costaba, porque tenía que escribir en inglés sobre Lacan de una manera no muy difícil. Porque ellos mucho no saben de Lacan.
René: Ese es otro punto importante, ¿no?
Josefina: Es muy importante ese tema. Muy importante. Primero enseñaba en el Literature Department of New York University, a un grupo de 14 personas que se fue ampliando a 40, literatura. Después enseñaba a la gente de cine. Pero la lucha era que me preguntaban “¿y el subconsciente?”, y yo decía “no hay subconsciente”. Pero bueno, después de un tiempo había gente que sabía un poco más, había gente que me quería. Por ejemplo Cathy Leibowitz, trabaja en Latinoamérica, es editora, escribe desde siempre, y sabe suficiente como para hacer la buena pregunta. Después, en un momento dado, me cansé, porque no conseguí que la universidad me diera un lugar formal dentro de la currícula. Entonces puse más énfasis en Lacanian Ink y empecé a escribir para las revista Forum, de allá, e hice muchos catálogos de artistas.
René: Hay un sitio web que es Lacan.com que es suyo. Y ahí usted cuelga artículos que circulan desde el campo freudiano; se puede leer que dejan muchos comentarios las personas visitan el sitio.
Josefina: Bueno, esa es una cosa que empezó a pasar con Miller. Hay un millón y medio de hits por mes. Es mucho para un sitio Web cultural y de filosofía, como se quiera llamar. Pero ahí, justamente, cuando Miller empezó a escribir para el semanario Le Point. Entonces él me escribe y me dice “yo sé que esto te va a divertir”, y me manda la nota primera, que era la de Sarah Palin. Y empezaron a contestar, y contestar, y contestar como nunca. La audiencia de Miller se equiparó en un minuto a lo que estaba pasando con Zizek. Montones de contestaciones. Con el segundo artículo de Le Point que envío sobre Obama. Lo que pasa es que los americanos ahí, él les toca una cosa que ellos saben muy bien. Entonces hubo una amenaza, el otro que la defiende. Están defendiendo eso, pero están hablando de Lacan, porque Miller lo pone desde Lacan. Puse el de Obama y después uno sobre el amor. Y la gente habla y habla. Hay uno de Irán, que me encantó lo que dijo, me gusto muchísimo, porque hace como una burla y dice “sí, no hay relación sexual y entonces yo, my beloved, tengo que darte lo que no tengo, y vos me tenés que dar lo que tenés, y entonces yo tengo que representar que vos me lo das y hacer como que lo tengo, pero sabemos que…” Es tan simpático y gracioso cómo lo dice que inclusive le pedí un artículo, a una persona que ni idea, que salió del mundo, y lo puse en la revista The Symptom que tengo ahí, que lo leen muchas de personas.
René: Hay otro blog que a mí me gusto muchísimo que es el Perfume.
Josefina: Ah, ese es mi arte, el Perfume soy yo. Es mi nombre de sobrenombre.
René: Hay toda una serie de fotografías en blanco y negro, sobre mujeres, los últimos posts son todas fotos de mujeres en blanco y negro.
Josefina: Hay videos de artistas, etc. Eso es todo arte. El arte que yo elijo para poner ahí, y para hablar.
René: Sí, porque ahí no hay tanto escrito.
Josefina: No, ahí no hay tanto escrito, hay links a otros lados del arte que a mí me gustan. Eso lo vengo haciendo primero que Lacan.com. Se llamaba Perfume, el sitio, y cuando lo estaba haciendo apareció un amigo que me dijo que estaba libre el nombre de Lacan, yo lo agarré en el aire, y entonces Perfume, que yo lo estaba haciendo con el arte, y todo eso, pasó a ser la parte de arte de lacan.com. O sea, en realidad lacan.com se divide entre lacan.com en sí, donde está el “contents page”; y después está digamos toda la bibliografía, especialmente de los lacanianos en inglés; después está la “chronology”, que la ven muchísimo, que es donde cuento yo todos los seminarios de Lacan, cómo aparecen, sus tiempos, todo eso; y después el “itinerario” de Lacan por Estados Unidos.
René: Entonces en la ciudad de Nueva York el pensamiento lacaniano entra por el lado del arte.
Josefina: Entró por ahí, qué quiere que le diga. Me doy cuenta cuando mis pacientes hablan de las conferencias, que son completamente lacanianas. Tanto Badiou, con un público más exquisito, y Zizek los dos tienen su público. Esta la famosa historia en Deitch Projects, yo estaba hablando y en un momento dado estaba diciendo la palabra traición, porque el tema era judas, y ahí estaba toda la gente que no había podido entrar. Habían entrado 600 personas, el resto había quedado afuera. Empezaron a golpear y vino la policía. Claro que eso es lo simpático de que sea en el mundo del arte, porque ahí se convirtió en la obra de arte máxima. La gente que golpeaba porque quería un asiento para ver un filósofo. Todos los que iban a ver. Fue increíble, está en un video. En un momento dado digo “bueno, voy a seguir” y Zizek decía “esto no es una disco”. Son escenas geniales, espontáneas que aparecen ahí.
René: Zizek ha logrado inscribir el nombre de una manera muy particular.
Josefina: Hubo que sacar a la gente afuera. Fue un rotundo éxito. Ahora estoy viendo cómo hacer con Miller, porque yo lo que quería es que lo traiga la embajada, así como hacen con Badiou, pero es más difícil. Porque a Badiou lo trae la universidad. No me parece que digan que Lacan es filósofo, esa es una de las peleas que tengo: “Lacan filósofo”, y vuelvo a decir “Lacan no es filósofo. Estudió filosofía para el psicoanálisis, y no al revés”. Entonces traerlo a Miller como filósofo es una confusión total.
René: Parece que los significantes amos que ordenen la cuestión son difíciles.
Josefina: Sí, y hay que ser muy estricto, porque sino viene una confusión que ya nada es nada.
COLOFON 29
COLOFON 29
BOLETÍN DE LA FEDERACIÓN INTERNACIONAL DE BIBLIOTECAS DE LA ORIENTACIÓN LACANIANA
¿SOBREVIVIR AL CONSUMO?
Julio 2009

Comité de redacción: Adriana Testa (Buenos Aires - Coordinadora), Carmen Alda (Barcelona), Gracia Viscasillas (Zaragoza), Marisa Alvarez (Madrid), Juana Planells (Valencia), José Angel Rodriguez Ribas (Sevilla), Jesús Ambel (Granada), María Cristina Giraldo (Medellín), Esmeralda Miras (Buenos Aires).
ÍNDICE
Editorial Por añadidura, Judith Miller
Economías de mercado y lazo social
El Otro que no existe y sus comités de ética [Jacques-Alain Miller. Curso en colaboración con Eric Laurent] Diana Antebi [EOL-Buenos Aires]
El objeto sin papeles. Miquel Bassols [ELP-Barcelona]
El capitalismo pulsional. Manuel Fernández Blanco [ELP- A Coruña]
El pánico y la confianza. Germán García [Fundación Descartes-Buenos Aires]
El orden pharmacon
Consumidores consumidos. Ernesto Sinatra [EOL-Buenos Aires]
O adicción o deseo. Silvia García [EOL-Buenos Aires]
Lo que engaña al plus-de-gozar
Cuerpos lacanianos: novedades contemporáneas sobre el estadio del espejo. Marie Hélène Brousse [ECF-París]
La comedia del consumo. Luis Darío Salamone [EOL-Buenos Aires]
La promoción del cuerpo artificio. José Ángel Rodriguez Ribas [ELP -Sevilla]
El trastorno por atracón o ¿la voluntad dominada? Francisco Burgos [ELP-Barcelona]
Clínica: la marcha del mundo en la vida
El (a)nalista. Adriana Testa [EOL-Buenos Aires]
La palabra, más allá de la protocolización. Guy Briole [ECF-París]
El niño del dinosaurio. Mercedes de Francisco [ELP-Madrid]
Un objeto a civilizar. Eric Zuliani [ECF-Nantes]
Siguiendo las pistas del objeto. El shofar Adela Aída Fryd [EOL-Buenos Aires]
Lecturas críticas
Sigmund Freud - Max Eitingon. Correspondance 1906-1939. Laura Sokolowsky [ECF-París]
Zygmunt Bauman. Vida de consumo. Esmeralda Miras [EOL-Buenos Aires]
Richard Sennett. La cultura del nuevo capitalismo. Gracia Viscasillas [ELP-Zaragoza]
Eloy Fernández Porta. Homo sampler. Tiempo y consumo en la Era Afterpop Carmen Alda [ELP-Barcelona]
Noticias de biblioteca: Bibliotecas de la FIBOL, lo común y lo particular. Jesús Ambel [ELP- Granada]
Editorial Por añadidura, Judith Miller
Economías de mercado y lazo social
El Otro que no existe y sus comités de ética [Jacques-Alain Miller. Curso en colaboración con Eric Laurent] Diana Antebi [EOL-Buenos Aires]
El objeto sin papeles. Miquel Bassols [ELP-Barcelona]
El capitalismo pulsional. Manuel Fernández Blanco [ELP- A Coruña]
El pánico y la confianza. Germán García [Fundación Descartes-Buenos Aires]
El orden pharmacon
Consumidores consumidos. Ernesto Sinatra [EOL-Buenos Aires]
O adicción o deseo. Silvia García [EOL-Buenos Aires]
Lo que engaña al plus-de-gozar
Cuerpos lacanianos: novedades contemporáneas sobre el estadio del espejo. Marie Hélène Brousse [ECF-París]
La comedia del consumo. Luis Darío Salamone [EOL-Buenos Aires]
La promoción del cuerpo artificio. José Ángel Rodriguez Ribas [ELP -Sevilla]
El trastorno por atracón o ¿la voluntad dominada? Francisco Burgos [ELP-Barcelona]
Clínica: la marcha del mundo en la vida
El (a)nalista. Adriana Testa [EOL-Buenos Aires]
La palabra, más allá de la protocolización. Guy Briole [ECF-París]
El niño del dinosaurio. Mercedes de Francisco [ELP-Madrid]
Un objeto a civilizar. Eric Zuliani [ECF-Nantes]
Siguiendo las pistas del objeto. El shofar Adela Aída Fryd [EOL-Buenos Aires]
Lecturas críticas
Sigmund Freud - Max Eitingon. Correspondance 1906-1939. Laura Sokolowsky [ECF-París]
Zygmunt Bauman. Vida de consumo. Esmeralda Miras [EOL-Buenos Aires]
Richard Sennett. La cultura del nuevo capitalismo. Gracia Viscasillas [ELP-Zaragoza]
Eloy Fernández Porta. Homo sampler. Tiempo y consumo en la Era Afterpop Carmen Alda [ELP-Barcelona]
Noticias de biblioteca: Bibliotecas de la FIBOL, lo común y lo particular. Jesús Ambel [ELP- Granada]
Extracto del EDITORIAL: "Por añadidura", Judith Miller
Una novedad en esta entrega de Colofón: una rúbrica propiamente clínica. ¿Por qué hablar de casuística en el Boletín de la Federación Internacional de las Bibliotecas de Orientación Lacaniana (FIBOL)? ¿Es un intruso? Pensarlo así sería olvidar que la FIBOL forma parte del conjunto del Campo freudiano, constituido por las Escuelas de psicoanálisis que reúne la Asociación Mundial de Psicoanálisis y por todas las instancias que ella vectoriza.
En este conjunto, la FIBOL sigue las trazas del interés de Freud y Lacan por las disciplinas que elucidan un aspecto u otro del mundo contemporáneo, contribuyen a sus inflexiones y constituyen la "opinión ilustrada". Algunos de sus aportes son específicamente preciosos para el avance de la doctrina analítica. En este múltiple interés, las bibliotecas del Campo freudiano anclan el lugar del psicoanálisis en la cultura y se inscriben en "la marcha del mundo", para continuar allí el combate de las Luces, renovado por Freud a partir de su invención. Es decir que la FIBOL se dirige particularmente a todo practicante concernido por las nuevas formas que toma el sufrimiento de los seres hablantes en un mundo en plena mutación, y, en primer lugar, a los psicoanalistas mismos.
Esta finalidad toma, entonces, dos vertientes. Una de ellas, contribuye a su formación, que reside ante todo en la experiencia de su análisis personal, pero también en el estudio de los desarrollos de la doctrina analítica y de sus disciplinas afines. La otra, participa en la inscripción de la voz del psicoanálisis en la vida cultural, tan a contracorriente como lo es el discurso analítico.
"A contracorriente" no significa que el discurso analítico sea un discurso nostálgico de tiempos pasados en contraposición al "progreso" actual de las ciencias. Más bien indica que lejos de ser obsoleto, el descubrimiento freudiano inauguró un lazo social nuevo que, por su sola existencia, modifica el estatuto de los otros tres que Lacan formalizó.
En ello radica una de las razones que explican la agresión de la que hoy en día el psicoanálisis es objeto, que se manifiesta de modo frontal con medidas jurídico-administrativas (la famosa "enmienda Accoyer") o subrepticio (la omisión de su mención en los informes que se denominan científicos y de los que los Media se hacen cómplices).
Como cada quien lo sabe, el Campo freudiano derrotó a algunas de las embestidas asesinas de las que fue objeto de modo reiterado, tanto gracias a los Forums impulsados por Jacques-Alain Miller, en los que la opinión ilustrada hizo su defensa, como también a través de publicaciones tales como El anti-libro negro del psicoanálisis y, asimismo, gracias a las iniciativas ofensivas sobre el terreno mismo sobre todo la de los CPCT (Centros de atención psicoanalíticos).
Todo esto ya se ha conseguido y no debería ser olvidado en el momento en que aparece el Nº 29 de Colofón.
(...)
Una novedad en esta entrega de Colofón: una rúbrica propiamente clínica. ¿Por qué hablar de casuística en el Boletín de la Federación Internacional de las Bibliotecas de Orientación Lacaniana (FIBOL)? ¿Es un intruso? Pensarlo así sería olvidar que la FIBOL forma parte del conjunto del Campo freudiano, constituido por las Escuelas de psicoanálisis que reúne la Asociación Mundial de Psicoanálisis y por todas las instancias que ella vectoriza.
En este conjunto, la FIBOL sigue las trazas del interés de Freud y Lacan por las disciplinas que elucidan un aspecto u otro del mundo contemporáneo, contribuyen a sus inflexiones y constituyen la "opinión ilustrada". Algunos de sus aportes son específicamente preciosos para el avance de la doctrina analítica. En este múltiple interés, las bibliotecas del Campo freudiano anclan el lugar del psicoanálisis en la cultura y se inscriben en "la marcha del mundo", para continuar allí el combate de las Luces, renovado por Freud a partir de su invención. Es decir que la FIBOL se dirige particularmente a todo practicante concernido por las nuevas formas que toma el sufrimiento de los seres hablantes en un mundo en plena mutación, y, en primer lugar, a los psicoanalistas mismos.
Esta finalidad toma, entonces, dos vertientes. Una de ellas, contribuye a su formación, que reside ante todo en la experiencia de su análisis personal, pero también en el estudio de los desarrollos de la doctrina analítica y de sus disciplinas afines. La otra, participa en la inscripción de la voz del psicoanálisis en la vida cultural, tan a contracorriente como lo es el discurso analítico.
"A contracorriente" no significa que el discurso analítico sea un discurso nostálgico de tiempos pasados en contraposición al "progreso" actual de las ciencias. Más bien indica que lejos de ser obsoleto, el descubrimiento freudiano inauguró un lazo social nuevo que, por su sola existencia, modifica el estatuto de los otros tres que Lacan formalizó.
En ello radica una de las razones que explican la agresión de la que hoy en día el psicoanálisis es objeto, que se manifiesta de modo frontal con medidas jurídico-administrativas (la famosa "enmienda Accoyer") o subrepticio (la omisión de su mención en los informes que se denominan científicos y de los que los Media se hacen cómplices).
Como cada quien lo sabe, el Campo freudiano derrotó a algunas de las embestidas asesinas de las que fue objeto de modo reiterado, tanto gracias a los Forums impulsados por Jacques-Alain Miller, en los que la opinión ilustrada hizo su defensa, como también a través de publicaciones tales como El anti-libro negro del psicoanálisis y, asimismo, gracias a las iniciativas ofensivas sobre el terreno mismo sobre todo la de los CPCT (Centros de atención psicoanalíticos).
Todo esto ya se ha conseguido y no debería ser olvidado en el momento en que aparece el Nº 29 de Colofón.
(...)
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