SOBRE EL JUDIO DEL SABER

Durante el año 2004-2005 el Instituto de Estudios Levinasianos invitó a Jean Claude Milner a dictar un seminario cuyo título era “El saber como ídolo”. El libro El judío de saber recoge, dice el mismo Milner, gran parte de las postulaciones que en ese momento dio a conocer. Consta de una introducción y una conclusión y se divide en ocho capítulos cuyos títulos son: El nacimiento del judío del saber; La estructura del saber moderno; Los textos captados por el saber; Las seducciones del cristianismo; El fin del judío de saber: antes del exterminio; El fin de judío de saber: el exterminio; El fin del saber; y Después del judío de saber.

Podemos decir que se trata de un libro complejo, no sólo por su temática sino también por el estilo de este escritor.

Entre sus afirmaciones Milner sostiene que judío y saber son dos nombres que cobran sentido a partir de su intersección, la cual ubica históricamente en Alemania, durante el período de 1815 hasta 1933, y en todas las regiones donde la lengua alemana formaba parte de la cultura y del saber. La exclusión en Alemania del judío fue absoluta, mientras que en Francia el judío podía acceder a los derechos políticos. Para Milner el judío tuvo que elegir un elemento cualquiera que le permitiese incluirse en la sociedad. Este elemento fue el saber.

En una línea de continuidad ubica tres momentos históricos a su entender: el primero tiene que ver con el saber moderno, el segundo con la ciencia y el tercero con la anulación del estudio judaico.

El judío de saber es una figura tardía aunque desde su inicio amenazada. Dos condiciones fueron necesarias para su desaparición: una, su misma condición de judío, es decir, su persecución y la otra, su condición de sujeto de saber. En cuanto a su constitución tuvo una gran importancia el dominio del saber absoluto sobre la textualidad. El judío de saber sustituyó el estudio de las sagradas escrituras por el saber hasta el momento del exterminio, momento a partir del cual retorna el nombre judío. Esta sustitución no parece haber dejado ningún resto, ni siquiera ningún recuerdo del nombre judío, dice Milner: “Si hay resto, no afecta al saber y por lo tanto no afecta al sujeto. A lo sumo se puede hablar de memoria del cuerpo, de una suerte de excitación residual de las terminaciones nerviosas. La sustitución efectuada por el saber es una borradura, un paso a la tinta blanca sobre la cual ha de poder escribirse un texto nuevo sin ningún efecto de remanencia. La afirmación judía – el estudio judío – no subsiste siquiera en forma de añoranza.”

Jean Claude Milner en la conclusión se vale de las categorías de lo universal fácil, lo universal difícil y de lo cualquiera y lo no cualquiera para dar un cierre a su trabajo. Propone que cada uno debe decir no a lo cualquiera regido por lo universal fácil: “Hablar del nombre judío con justeza y sin injusticia es la piedra del toque del bien decir. […] Si un niño lo viera aprendería la lección. Pero no las mentes infantiles”.

Mónica Imen

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