Tonterías sobre la memoria y el olvido

Resulta demasiado usual que los trastornos mentales funcionan como aquella condición en nombre de la cual un hombre es comparado con una rata. Los autores que están diseñando nuevas nosografías psiquiátricas para 2012 proponen cambios de nombres que, necesariamente, implican cambios de configuraciones subjetivas. Hace casi treinta años, los trastornos por ansiedad reemplazaban a la angustia y su dignidad existencial. Dentro de pocos años la ansiedad de los trastornos será sustituida por otra rúbrica, menos elegante aun: la del espectro de los trastornos inducidos por estrés y el circuito del miedo.
El 9 de diciembre pasado apareció en Nature un artículo realizado por un grupo de investigadores de los Estados Unidos que suscitó un instantáneo interés mediático: “Prevención de la reaparición de miedo en humanos usando mecanismos de actualización de la reconsolidación”
[1], donde se defiende una idea no habitual,-para quienes no leen a Freud-, sobre la memoria. La idea tradicional de la formación de memoria concibe a ésta como un proceso de consolidación en un sólo tiempo. La hipótesis de la reconsolidación, en cambio, implica una visión dinámica: los recuerdos se consolidarían, se actualizarían y se modificarían cada vez que se los evoca. Nuestra memoria tendría más relación con el reflejo de nuestra última evocación de un recuerdo que con una descripción exacta del evento original.
Según recientes investigaciones realizadas en ratas, la manipulación farmacológica a nivel de la reconsolidación de la memoria impide que los recuerdos sean recuperados, sugiriendo que los mismos fueron borrados. Pero la elevada toxicidad de los fármacos utilizados para evitar la reconsolidación de la memoria impide su uso en humanos. Por eso, Schiller y colaboradores, cuyo trabajo acaba de ser publicado en Nature, proponen el uso de técnicas cognitivo-conductuales de extinción de las respuestas de miedo con el agregado de un pequeño truco: el recuerdo que ocasiona miedo es evocado dentro del período de reconsolidación. De este modo se obtiene una recuperación selectiva, duradera y, tal vez, definitiva, -resta verificar todo eso-, de la repuesta de miedo que suscitaba un recuerdo atemorizante. Resulta claro que los autores están advertidos de que sería moralmente inadmisible proponer una eliminación total de los recuerdos, aunque éstos fueran penosos.
Schiller y sus colaboradores concluyen conteniendo cierto entusiasmo: por un lado afirman que sus resultados muestran que el recuerdo fue borrado, y, por el otro, que la reconsolidación de un recuerdo es como una oportunidad para rescribir recuerdos emocionales. Comienza el sueño científico. Los autores extienden las implicaciones de sus hallazgos a las posibilidades terapéuticas de los que sufren estrés postraumático, aprovechando el momento de la reconsolidación. Si un antiguo miedo pudiera ser modificado incorporando información “neutral” o “más positiva” (sic), brindada durante la evocación, sería posible modificar permanentemente las propiedades atemorizantes de ese recuerdo.
El problema es que, a pesar de las clasificaciones oficiales, no se sabe bien qué significa estrés postraumático. Su epidemiología es muy problemática, los números no concuerdan porque las definiciones son tan variables como los investigadores. Sin embargo, el discurso común no especificado brinda un prototipo: sufren de estrés postraumático aquellos que no pueden dominar las emociones de miedo y horror que suscitan las señales que causan la evocación de lo traumático.
Pero entre el experimento y la vida real hay más cosas de las que cualquiera pueda imaginar. Si asumimos por un momento que las descripciones convencionales del estrés postraumático son correctas, los infortunios que amenazan la vida de las personas no son comparables con pequeñas descargas eléctricas en la piel (el estímulo incondicionado que generó miedo en el experimento). Hay una notable desproporción entre la hipótesis que se sostiene y el experimento realizado a la medida de las ratas de laboratorio. Se da por seguro que recuerdo y reflejo condicionado son idénticos. ¿Es deseable liberarse, lo mismo que el roedor, de miedos, ansiedades, angustias? ¿Esas emociones, son las mismas? ¿Estamos realmente ante un remedio a escala humana? Demasiadas comparaciones equívocas.
En mi opinión se trata de un abuso del carácter provisorio y tentativo de todo conocimiento científico, base para hacer ideología científica. Para arribar a la expresión “descubren como borrar nuestros miedos definitivamente”, no habría más que dar un paso, en falso.

Elena Levy Yeyati


[1] Schiller, D., Monfils, M.H., Raio, C., Johnson,D., LeDoux, J., Phelps, E. “Preventing the return of fear in humans using reconsolidation update mechanisms”. Nature, 9 december 2009, (versión on-line).

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