En la lengua hay repetición. Es el
gongon que leyó Hopenhayn [1].
Pero, es sabido, el primer Nicolas no es el mismo que el segundo. El primero
marca la huella a la que el segundo le aplica su saber de bar de enfrente.
Esta repetición la situó el
estructuralismo por cuyos vacíos se paseaba orondo Nicolas, el primero. Solo
que ahora es el estructuralismo el que ha dejado su propio vacío por lo que
encontramos otros vacíos por donde pasear. En la huella dejada por Nicolas
primero encontramos el testimonio de los que lo siguieron (de lo que pasa al
leer, de la escritura de un sufrimiento, de la gratitud hacia un maestro, de un
grito de amor hacia el maestro, del encuentro con una crencha engrasada, de un
recurso literario).
Se nos dice que los testimonios no
aclaran nada y se contradicen, como el sujeto que habla.
En segundo lugar nuestro paseo
prosigue con la tradición moderna que coloca a cualquier literatura como género
de la poesía y que, como tal, se dice ritmo y trasgresión de la lengua si pretende
ser vanguardia. Esa tradición ¿puede ser –como cita Goloboff- la “lógica de
otro siglo”?. El XXI se rige por el lema CQC, es decir que los límites no se
encuentran y por lo tanto, la trasgresión se vuelve problemática.¿Alcanza este
efecto a lo que se puede hacer hoy con el lenguaje?
En fin, en esta oleada semántica y de
improbable trasgresión, hay quien quiere leer su singularidad de lengua
argentina, su tintineo, su diferencia, su -si se quiere- su novedad. La lengua (argentina)
es un lugar de composición, podría responder la otra.
Hermanar
Otros constatan que los textos se
proponen un vínculo, un paralelismo, una mirada dual, una perspectiva común
que, lejos de confluír, se dispersa y presenta un incierto articular. Por su
puesto, el cuerpo y la experiencia se escurren EN las palabras pero eso no hace
a nuestra composición de lugar en la lengua de plata
A mi vez, encuentro algo cuando leo
estas palabras. Lo encuentro del principio al fin y en un arco que enumero. Un
inconciente Witz, una farsa del uso teórico del psicoanálisis, una repetición
traidora del chiste freudiano sobre el lenguaje, una parodia de la vanguardia,
una ligera ironía, una feroz ironía, una escritura nunca exenta de piedad, de
humor o de ironía, un chiste contado por Freud, una dimensión paródica sublime,
una tensión entre la vena poética y la humorística, una caridad que va de la
angustia al humor y a la sátira, una risa argentina y, por último hasta podría
decir un etcétera.
Este arco se abre entre la afirmación
de la pérdida del sentido de la tragedia y la constatación de la experiencia
trágica de la decisión singular.
SchlegelSchlegel.
Quiero volver al principio. A Nicolás primero.
Que repetía a Kierkegaard en su diferencia. Que se engolosinaba (repito: es una
vida la que se goza en un estilo) que se engolosinaba con sus amores y con Regina,
“la que se casa con un Schlegel”. Sin dudas, Nicolás era un romántico de la
primera hora, la de Schlegel: es mi elogio a Rosa.
El fin del siglo XX encontró un
interés especial en los hermanos Schlegel y, en particular, en el primero, Friedrich,
quien transformó el concepto de ironía al punto de que Ernst Behler puede decir
que esa ironía, bautizada luego como romántica, “está indisolublemente ligada a
la formación de la conciencia literaria moderna” en la que la poesía en tanto
poesía de la poesía, se hace irónica. La ironía romántica como “deslizamiento
sin fondo y sin fin” se acomoda bien a nuestro siglo ya que se presenta bajo la
forma de la paradoja (nombre posible del inconciente) en la que se alternan
autocreación y autodestrucción.
Schlegel también sabe que decir todo
no es posible y deplora que un escritor se entusiasme con la borrachera poética
por lo que es la ironía la que pone límites al decir, límites que son propios
del que dice. El decir irónico se sitúa así entre el entusiasmo y el
escepticismo en un flotar entre contrarios, entre palabras comprensibles que
conducen a lo incomprensible.
Nicolas y los nombres que siguieron
(Gombrowicz, el doble de Lito Cruz[2],
Perlongher, Lamborghini, Marechal y puedo decir sin temor a repetirme un etcetera
que incluya a Jorge Luis) tiran “con gorriones a los cañones” de la lengua y
`por eso escriben un diario argentino.
Es el irónico truco que cierto francés
dio como rasgo diferencial de nuestras singulares efervescencias.
Graciela Musachi
*Intervención y lectura de los textos
de homenaje a Nicolás Rosa en “Autopistas de la Palabra ” (2010). El título
alude a Nicolás Rosa y Nicolás Casullo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario