Comentario Revista Descartes Nº 5 - Sebastián J. Aguilera - #FRD30años



En diciembre de 1988, en medio de una compleja situación política y un inquietante clima destituyente, se publica la Revista Descartes Nro5. En el artículo titulado "El pensamiento del Príncipe. Descartes y Maquiavelo ", Francois Regnault nos ofrece un recorrido sobre el pensamiento de Descartes y sus reflexiones acerca del pensamiento político de Nicolás Maquiavelo. Al título original fue agregado “El pensamiento del Príncipe” tal vez, para introducir el inquietante retorno de lo olvidado: el pensamiento sobre el Príncipe”
El autor divide el texto en dos partes, Discurso manifiesto y Discurso latente, la primera parte centrada en la posición política de Descartes,  reflexiones y diferencias con Maquiavelo,  la segunda, centrada en la transferencia de Elisabeth de Bohemia con Descartes.
En la Otra escena del texto, el autor nos invita a sumergirnos en terreno desconocido, calcula una articulación que nos permite entender que hay otro sentido al evidente, dónde hace referencia a la melancolía de Elizabeth de Bohemia, que llevará a Descartes en su pensamiento, hasta el final de sus días. Es condición lógica que ella muera para que luego él muera en sus pensamientos. El luego debe ser tomado aquí como conjunción consecutiva no como adverbio temporal.
En aquellas épocas, los Países Bajos eran un gran refugio; para los pensadores del siglo XVII, siendo  habitual que personajes de la realeza se contactaran y estudiaran con filósofos de prestigio.
La princesa calvinista, hija de Federico V del palatinado, el llamado “rey de un invierno”, conoce a Descartes en el año 1643, y partir de allí comienza una relación epistolar que seguirá hasta la muerte del filósofo. Será sin duda su mejor discípula y paulatinamente se forjará entre ellos una relación de amor y amistad. Las vicisitudes que está familia real tuvo que sortear terminaran por conducirlos a perder el reino de Bohemia y a vivir exiliados en La Haya.
 En “Cartas sobre la moral”, se puede leer que es evidente para el filósofo la inclinación a la melancolía de la princesa. Preocupado por su salud, el adscripto a los rosacruces le da sus consejos médicos .La causa de la enfermedad “… es la tristeza. La obstinación de la Fortuna en perseguir vuestra casa os da continuamente motivos de descontento…”.  Pero como la causa es moral la cura también lo es, por lo tanto Descartes exhorta a la princesa a no dejarse abatir por las desgracias. El antídoto que encuentra en el  plano moral para la melancolía es la alegría, el contento del espíritu que se obtiene cuando alguien se entrega a los acontecimientos dado que nos vienen de Dios, el hombre con su libre albedrío se somete a ellos y esto lo conduce al gozo interior…”
Según  René Guitart  “… el entendimiento es la sordera ante la cuestión de lo insabido…” Obstinado en lo evidente Descartes no supo escuchar la verdad del inconsciente. Desconociendo la tormenta de pasiones que acechaban su afán. O dicho de otro modo, “… Lacan ve en el síntoma la marca por la cual la verdad freudiana encuentra goce en oponerse al saber…”
Una desdicha oscura, aludida, apenas mencionada ha caído sobre la casa real “el asesinato del Sr L´ Epinay a manos de su hermano menor. L´Epinay se supone fue amante de su hermana Luisa. Elizabeth deseosa de vengar el honor mancillado de su casa conspiró e instigó al crimen. La Reina madre indignada contra los dos hermanos y teniendo la controversia pública, los castigó obligándolos a dejar Holanda. Nuevamente el exilio, volverá a poner en evidencia su condición de princesa destituida casi desde la cuna, llevando la existencia triste y difícil de los príncipes en el destierro. .Las lecturas olvidadas de Maquiavelo retornaron. Impulsada por secretos que ella misma desconocía, ya destituida, ya exiliada buscó en este Médico de Príncipes un remedio para el mal que la aquejaba. Condenada al destierro, con su trono usurpado, alimentó en secreto sus ansias de Restauración.
Al amparo de una Reina establecida (Cristina de Suecia), y deseoso de divulgar sus ideas, Descartes se “establece” en Estocolmo. Pero las magras inquietudes de la reina acerca de su filosofía, decepcionaron al filósofo que decide regresar a su soledad. Sin embargo, los fríos designios de la Fortuna desvanecieron sus ilusiones… suspendido entre dos Reinas,  “la callada diosa de la muerte lo acogió en sus brazos…”. (Freud).


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