En diciembre de 1988, en medio de una compleja
situación política y un inquietante clima destituyente, se publica la Revista
Descartes Nro5. En el artículo titulado "El pensamiento del Príncipe. Descartes
y Maquiavelo ", Francois Regnault nos ofrece un recorrido sobre el
pensamiento de Descartes y sus reflexiones acerca del pensamiento político de Nicolás
Maquiavelo. Al título original fue agregado “El pensamiento del Príncipe” tal
vez, para introducir el inquietante retorno de lo olvidado: el pensamiento sobre el Príncipe”
El autor divide el texto en dos partes, Discurso
manifiesto y Discurso latente, la primera parte centrada en la posición
política de Descartes, reflexiones y
diferencias con Maquiavelo, la segunda, centrada
en la transferencia de Elisabeth de Bohemia con Descartes.
En la Otra escena
del texto, el autor nos invita a sumergirnos en terreno desconocido, calcula
una articulación que nos permite entender que hay otro sentido al evidente,
dónde hace referencia a la melancolía de Elizabeth de Bohemia, que llevará a
Descartes en su pensamiento, hasta el final de sus días. Es condición lógica
que ella muera para que luego él
muera en sus pensamientos. El luego debe
ser tomado aquí como conjunción consecutiva no como adverbio temporal.
En aquellas épocas, los Países Bajos eran un gran
refugio; para los pensadores del siglo XVII, siendo habitual que personajes de la realeza se
contactaran y estudiaran con filósofos de prestigio.
La princesa calvinista, hija de Federico V del palatinado,
el llamado “rey de un invierno”, conoce a Descartes en el año 1643, y partir de
allí comienza una relación epistolar que seguirá hasta la muerte del filósofo.
Será sin duda su mejor discípula y paulatinamente se forjará entre ellos una
relación de amor y amistad. Las vicisitudes que está familia real tuvo que
sortear terminaran por conducirlos a perder el reino de Bohemia y a vivir
exiliados en La Haya.
En “Cartas
sobre la moral”, se puede leer que es evidente
para el filósofo la inclinación a la melancolía de la princesa. Preocupado
por su salud, el adscripto a los rosacruces le da sus consejos médicos .La
causa de la enfermedad “… es la tristeza. La obstinación de la Fortuna en
perseguir vuestra casa os da continuamente motivos de descontento…”. Pero como la causa es moral la cura también lo
es, por lo tanto Descartes exhorta a la princesa a no dejarse abatir por las
desgracias. El antídoto que encuentra en el plano moral para la melancolía es la alegría,
el contento del espíritu que se obtiene cuando alguien se entrega a los
acontecimientos dado que nos vienen de Dios, el hombre con su libre albedrío se
somete a ellos y esto lo conduce al gozo interior…”
Según René Guitart “… el entendimiento es la sordera ante la
cuestión de lo insabido…” Obstinado en lo evidente Descartes no supo escuchar
la verdad del inconsciente. Desconociendo la tormenta de pasiones que acechaban
su afán. O dicho de otro modo, “… Lacan ve en el síntoma la marca por la cual la
verdad freudiana encuentra goce en oponerse al saber…”
Una desdicha oscura, aludida, apenas mencionada ha
caído sobre la casa real “el asesinato del Sr L´ Epinay a manos de su hermano
menor. L´Epinay se supone fue amante de su hermana Luisa. Elizabeth deseosa de
vengar el honor mancillado de su casa conspiró e instigó al crimen. La Reina
madre indignada contra los dos hermanos y teniendo la controversia pública, los
castigó obligándolos a dejar Holanda. Nuevamente el exilio, volverá a poner en
evidencia su condición de princesa
destituida casi desde la cuna, llevando la existencia triste y difícil de
los príncipes en el destierro. .Las lecturas olvidadas de Maquiavelo
retornaron. Impulsada por secretos que ella misma desconocía, ya destituida, ya
exiliada buscó en este Médico de Príncipes un remedio para el mal que la aquejaba.
Condenada al destierro, con su trono usurpado, alimentó en secreto sus ansias
de Restauración.
Al amparo de una Reina
establecida (Cristina de Suecia), y deseoso de divulgar sus ideas,
Descartes se “establece” en Estocolmo. Pero las magras inquietudes de la reina
acerca de su filosofía, decepcionaron al filósofo que decide regresar a su
soledad. Sin embargo, los fríos designios de la Fortuna desvanecieron sus
ilusiones… suspendido entre dos Reinas,
“la callada diosa de la muerte lo acogió en sus brazos…”. (Freud).
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