Descartes /Año XIX/número 24/25 septiembre 2015
SUMARIO
Träumte mir. Eugenio Imaz.
“Punchy Language” / Raúl H. Castagnino.
Psicoanálisis: entre la literalidad y la paranomasia / Tomás Segovia.
El bazar de lo raro y lo lejano / Alberto Cardín.
Curanderismo lingüístico. El terror al gerundio / Ángel Rosenblat.
1929. Presentación de films puros / Benjamín Fondane.
Freud y lo sublime: una teoría catástrofe de la creatividad / Harold Bloom.
Comentarios semánticos sobre números y conceptos / Thomas Moro Simpson.
Sobre finales de análisis / Germán García.
Robert Waelder. Psicoanálisis en intención y extensión / Ignacio Penecino.
El principio de la función múltiple: observaciones acerca de la sobredeterminación / Robert Waelder.
Comentarios y reflexiones sobre la traducción al alemán del Seminario XXIII de Jacques Lacan / Max Kleiner.
Lo trivial en aforismos / Jorge Wagensberg.
Descartes recomienda
Después de setenta años otra traducción argentina
Ulises de James Joyce
Traducción de Marcelo Zabaloy con la colaboración de Edgardo Russo
Colección Extraterritorial, ediciones El cuenco de plata, Buenos Aires, 2015
Träumte mir
Quizá sea una verdad conocida de antiguo esa función que Freud atribuye a los sueños: la protección del sueño: A los niños, para dormirlos, se les cuentan cuentos. A nosotros, niños grandes cuando dormimos, que nos encogemos para volver al claustro materno, parece que alguien nos tiene que contar un cuento. Pero en alemán, por ejemplo, no se dice soñé, sino me soñó, es träumte mir, como diríamos, impersonalmente, llovió. Parece, pues, que ese alguien no es nadie. Entonces será algo, como la lluvia, o como el tiempo: hace buen tiempo, hace mal tiempo. ¿Este algo no sería el símbolo? El símbolo no está al servicio de los deseos, de la voluntad de poderío, de la sabiduría de la tierra ni de los altibajos de la existencia, sino desinteresadamente al servicio de sí mismo. Quien nos sueña es el símbolo, quien sueña en nosotros es el símbolo, que no hace sino simbolizar, es decir, jugar consigo mismo siguiendo a discreción los caminos de su discurso. A eso apuntaba la “lógica poética” de Vico.
Eugenio Imaz, “El mundo de los sueños” (pp. 194-195)
Luz en la caverna, introducción a la psicología y otros ensayos. (FCE, México, 1951)
Cubierta, Enigma Joyce
El pintor español César Abin fue a realizar un boceto de Joyce para transición, el diario de Eugene Jolas que estaba publicando partes de “Work in Progress”. Dibujó un hombre erudito, sentado frente a sus libros, con su pluma en la mano y ojos de visionario. Era tolerable, aunque sin gracia. A Joyce le parecía solemne: los libros, la pluma, un dibujo demasiado simple. Como una colaboración comenzó diciéndole a César Abin qué dibujar. Una imagen diferente fue dibujada: como si hubiera sido doblado por la fuerza de calambres, Joyce fue presentado como un gran semicírculo con los pies colgando entre jirones de nubes. Su cuerpo terminó en forma de signo de interrogación, el enigma eterno que buscaba ser y fue para sí mismo como para su público. Sus encandilados anteojos estaban sobre la nariz, cuya punta colisionó con una estrella. Bajo los pies colgantes de Joyce, Abin dibujó un globo terráqueo, etiquetado “Irlanda”, para convertirlo en el gran punto que completaba el signo de interrogación. En la cabeza de este irlandés, que flotaba libremente entre las nubes suspendido sobre Irlanda -con Dublín dibujada como su gran corazón- le colocó, entre desdeñadas telarañas, un sombrero irlandés. Había telarañas en el hueco del pecho cerca de la región de su corazón. Dentro de su bolsillo izquierdo había una partitura: con el título impreso: “Déjame como un soldado caer” (1). Había parches en las rodillas y un parche en la manga. La boca de Joyce hacia abajo y pegado en la parte delantera del sombrero el número de la desgracia, 13.
Joyce continuó dándole sugerencias a César Abin, durante dos semanas, hasta quedar satisfecho. Eugene Jolas contó que la idea de la estrella frente a la nariz estuvo inspirada en el comentario de un crítico que llamó a Joyce “un comediante de nariz azul” y, por lo tanto, viendo esta caricatura estilo Ícaro podemos percibir, detrás de su humor consciente de auto-denigración, al comediante joyceano y su propia imagen joyceana. Un hombre irlandés emparchado y enredado en telarañas, flotando sobre Dublín, y un enigma. Las telarañas están estratégicamente ubicadas, casi como si Joyce sintiera que su cabeza se encontrara tan enmarañada como un ático desordenado y la región del corazón coronada de sus supersticiones. Y es un comediante que se creyó capaz de volar como Dédalo, con alas fabricadas por sí mismo. También es Ulises, el héroe que debe caer como un soldado, el héroe que canta sobre sus propias glorias, como Homero cantó sobre Odiseo: se convirtió a sí mismo en un signo de pregunta, según Jolas, “porque una vez, mientras estaba meditativo en una esquina, sus amigos le dijeron que su figura se asemejaba a un signo de pregunta”. Esto encajó perfecto con su propia idea de ser un fabricante de laberintos, un creador de enigmas que desafortunadamente debía explicar a los demás ya que nadie los entendía. Joyce reveló el método de Ulises a Valery Larbaud, y algunos de los secretos de Finnegans fueron confiados a Jolas, McAlmon y otros amigos. Ellos corrieron la voz de cuan astuto había sido Joyce.
Leon Edel, “Psychopathology of Shem”, pp 112-115, Stuff of Sleep and Dreams: Experiments in Literary Psychology, 1982, HarperCollins Publishers.
- La partitura: Yes, Let Me Like a Soldier Fall.
A esta pieza se hace referencia en "Los muertos", la última historia de Dublineses, donde Mr. Browne introduce el tema de un tenor italiano quien una vez, hace tiempo atrás, había cantado esta canción cinco veces como bis, “cantando un Do de pecho cada vez”. Es parte de un patrón continuo de referencias a hechos pasados y a las personas fallecidas a lo largo de la historia, sobre todo a los cantantes de antaño que (según la opinión de la compañía) superó a los vocalistas contemporáneos en la época que se relata la historia. La introducción del Do de pecho probablemente habría llegado al final del aria de Don César a través de una alteración gratuita de la música hecha para complacer a la audiencia a través de la transposición de las dos últimas notas de la canción hacia la próxima octava, ya que la partitura original sólo llega a un Do medio. Sin embargo, la canción es parte de la metáfora de la muerte que corre a lo largo de la historia.
Notas del Profesor Zack Bowen al CD, Music of the Works of James Joyce, realizado y grabado por Kevin McDermott y Ralph Richey, Sunphone Records, 2003.
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