¨Las Psicosis. Una aproximación a la clínica¨ - Conferencia dictada por Germán García


Conferencia dictada por Germán García en el marco del seminario clínico 2009 ¨Las Psicosis. Una aproximación a la clínica¨ de la delegación Paraná del Instituto Oscar Masotta.


En distintos momentos Lacan define al psicoanálisis como una profesión delirante y eso no es simplemente un adjetivo sino una definición que él encuentra en un libro de Paul Valery, que ya está citado en su primera tesis de psiquiatría, cuando joven, y nuevamente en el año 56 cuando escribe un texto sobre psicoanálisis y enseñanza. La profesión delirante, dice Valery, se produce entre personas que no tienen otra manera de demostrar la eficacia de lo que hacen que la opinión que otros tienen de ellos. Por ejemplo, frente a un actor, un pintor, un novelista, lo único que hay es quien diga que es un buen novelista, un buen pintor, etc., pero no hay ninguna manera de demostrar porqué ese pintor es bueno, o ese escritor es bueno, o ese analista es bueno. Entonces, esto crea una situación donde cada uno anda por el mundo diciendo yo, yo, yo, yo… y una voz interna le dice al mismo: pero hay un otro, hay un otro, hay un otro, hay un otro… Entonces, el psicoanálisis tiene una imposibilidad de demostrar de una manera “objetiva” sus resultados y mucho menos de lograr crear un estándar de psicoanalista donde cada uno podría ser el equivalente de otro.

De ahí la preocupación que tuvo siempre por crear una institución, un aparato, que permitiese algún tipo de elaboración sobre lo que era efectivamente un análisis. Si ustedes llevasen al estrado judicial a un analista y a un analizante y el analizante dijera: “mire usted en qué estado he quedado yo después de quince años de pagarle a este señor” y el analista puede responder: “pero usted no sabe en qué estado lo que encontré yo a él; quién sabe si estaría vivo si no me hubiera visto a mí”. No hay manera de demostrar ni una cosa ni la otra.

Lacan pensó que había que sacar la discusión de la opinión tanto del analista como del analizante, que la opinión no podía estar en manos de uno u otro. Entonces inventó el pase, que se puso a funcionar en el año 67 y que funciona tropezando, funciona siempre en crisis, como debe funcionar, porque está hecho para poner en crisis las cosas y no para el confort de la institución. Y ese pase es una cosa muy divertida porque tiene algo de carnaval medieval.

En la edad media, en el carnaval, los nobles se disfrazaban de campesinos, los campesinos de nobles, todo se ponía patas para arriba. El pase pone todo patas para arriba porque, de pronto a un ignoto analizante de un analista, que puede ser un tipo conocido, se le ocurre hacer el pase y su prestigio queda en boca de éste. Este analizante se dirige a dos analizantes, que son elegidos por un secretariado, que tienen que ser, según el criterio de sus propios analistas, gente que está a punto de terminar su propio análisis. Esto crea un problema, porque, ustedes se imaginan que le dicen a uno: “¿vos tenés a alguien que pueda ser pasante?” (se dicen el pasante y el pasador), y uno piensa, quizá me puedo sacar de encima a este o a otro, que no se va nunca, porque al nombrarlo pasante el otro deduce que está al borde del final y quizá eso lo envalentona y se va. Es una tentación, porque el pasante tiene que funcionar. Entonces, es incómodo para quien tiene que elegir el pasante, es incómodo para el analista por lo que va a decir su analizante –va a decir lo que quiera, lo que se le antoje, puede delirar…- y es incómodo por lo que van a escuchar los pasadores, ¿qué va a escuchar cada uno? Ese pasante le habla a uno. Son dos, le habla a uno por separado, le habla al otro… se habla una lengua un poco acartonada y se dicen cosas como “yo atravesé el fantasma”. ¿Pero pregunten a uno en qué consiste la experiencia fáctica de atravesar el fantasma? O “me identifiqué al sinthome”. Esto sería la parte clínica, pero no se trata de juzgar clínicamente, sino que también hay un saber que no sirve para nada si está practicado por alguien que no tiene juicio.

Bouvard y Pécuchet, dos personajes de una novela que fue inédita de Flaubert, se ganan la lotería y entonces ponen una granja –de soja ahora que está de moda-. Compran el manual y se ponen a sembrar soja y hacen un desastre porque no saben. Después se compran otro manual y ponen una guardería de niños. Van haciendo desastre tras desastre porque saben, porque saber es fácil –saber es abrir un libro y enterarse- pero el problema es tener juicio. Entonces, hay gente que sabe, pero no es juiciosa; le falta una cierta capacidad de evaluar su propia relación a ese saber y esto es quizá lo que es más complicado para alguien que quiere ser analista: evaluar que él debe saber ignorar lo que sabe. De lo contrario se la pasaría adoctrinando al otro, diciéndole las cosas que él cree que son su verdad. Una vez que estos dos pasantes se han enterado por separado, además de que pueden contradecirse entre ellos porque puede que un pasante sea una chica y que el otro sea un muchacho, puede que quien pide el pase sea un poco obsesivo y entonces rivalice con el muchacho y empiece a decirles cosas propias de cierta infatuación o intente seducir a la chica, haciendo que los discursos que dice a uno y a otro sean totalmente diferentes y entonces el jurado, (son cinco), se encuentra con esos dos relatos. Y entonces uno se pregunta ¿por qué este jurado no va directamente y habla con el pasante y le pregunta qué pasa?

Se trata justamente, dice Lacan, de hacer circular un malentendido, no de aclararlo, porque no hay nada que aclarar. El jurado tiene que sancionar y decir “este va a ser analista de la escuela”, como se llama a quienes hacen el pase. Pero luego viene un problema y es que él tiene que dar testimonio, que es una situación un poco inquietante. De alguna manera se decide un destino porque algunos adoptan una posición de impostura, otros se ocultan detrás de citas y citando crean una mascarada que en verdad es un silencio, porque cuando uno está citando debe saber que no está hablando sino prestando la voz a un texto. Por supuesto, la mitad de la audiencia dice “¡pero, por favor!, ¿cómo se le pudo aceptar el pase a este tipo?” y la otra mitad suele conmoverse. Si quien hizo el pase es una chica, por ejemplo, y cuenta algunas peripecias amorosas y cómo sufrió, alguna separación y cómo al final encontró el amor –algo bueno tiene que haber, no se trata de que sea un analista desdichado y que vaya a hablar del pase llorando- si es así, eso emociona a la parte femenina de la audiencia, aunque siempre hay una parte femenina que dirá “esta es una impostora que nunca quiso a nadie”.

Ahora bien, lo interesante es que, si no tenemos eso, tenemos… nada. Tenemos el prestigio, que como dijo una vez Miller en castellano: “el prestigio es el presti –yo”. Un yo prestado. Un yo prestado por un malentendido que ni siquiera se pone en cuestión, porque si uno se pone una chapa en la puerta de su casa que dice “Doctor Tal”, que no hace ningún lío, va y viene, se sabe que está casado, tiene hijos a los que les va bien en el colegio… debe se un buen médico. El prestigio en verdad no es una garantía de nada. Entonces, el problema que se plantea es qué se hace con una actividad que no tiene otra garantía que el asentimiento de quien la practica libremente. Cuando hay momentos de transferencia negativa en un análisis uno puede recordarle a la persona en cuestión: “este es el único lugar en el que usted entró cuando quizo y también deja de venir cuando quiere”. Quiere decir que está sostenido de deseo, amor, etc. Los malévolos que están contra el psicoanálisis lo llaman sugestión… Tampoco saben qué quiere decir sugestión; todo es un problema de entonación de la voz: “ese tipo sugestiona a sus pacientes”. Pero ¿qué quiere decir que sugestiona a sus pacientes? “No lo sé, pero no debe ser una cosa buena por el tono en el que me lo dijeron”.

La generación de Lacan era una muy simpática, la de Buñuel, Dalí… gente un poco más libre que nosotros, intimidados por la presencia del prójimo. Lacan gran inventor de ironías, dijo que la “banda de Freud” (no lo inventó él, ya Freud utilizaba este término) era como los personajes que aparecen en Viridiana de Buñuel, donde se parodia la última cena. Mendigos que se meten en una mansión haciendo desastres y, todos borrachos, se van poniendo en las posiciones de la cena y son fotografiados por el sexo de una mujer. Una mendiga desdentada se levantaba la pollera; la foto es esa. Es interesante; son mirados por el sexo de una mujer. La banda de Freud, dice Lacan, eran como estos personajes de Viridiana, una banda fotografiada por el sexo de una mujer, la famosa histérica.

Muchas veces he tratado de entender porqué surgió el psicoanálisis en la cultura europea. Porqué surgió además en Austria, en Viena, ligada como está Austria a la cultura alemana de modo tan especial -porque no es exactamente la cultura alemana-. Me asombré mucho una vez que leí que lo que escribía alguien en Viena no se entendía en Berlín, porque el alemán que se hablaba en Viena era una cosa muy rara, comparable a la diferencia entre el castellano nuestro y el de alguien de Castilla. Y llegué a una conclusión, a partir de la lectura de una carta que escribió Freud cuando tenía 17 años, a un amigo que se llamaba Silverstein. Tenemos la costumbre de verlo a Freud como un viejito –todos tenemos nostalgia del padre y esas cosas- pero Freud fue chico también, fue un adolescente que se enamoraba, tenía novia… y era un adolescente extraordinario porque parecía Rimbaud y su manera de pensar era excepcional para la época. Ese amigo, llamado Silverstein, le cuenta una desdicha amorosa: le dice que hay una madre, una mala mujer, que le ha prohibido terminantemente que siga viendo a la hija, que tiene 16 o 17 años y el chico también. Entonces Freud le responde que lamentablemente no puede estar de acuerdo con él, que esa madre es muy sabia.

Vamos a ver la situación: una madre sabe que no basta la belleza de su hija para conseguir un buen partido, que tiene que tener algún tipo de picardía, “algo”, como la sensualidad pero matizado, no como para que digamos “está rifada”. Esto se adquiere en el contacto con los chicos, que a veces se aprovechan. Entonces, esta madre tuvo la astucia de conseguir a alguien que despertara a su hija sin ponerla en peligro –al amigo de Freud- y de sea manera lograr que sea más atractiva y ahora, que cumpliste con esa función de “dama de compañía”, dice –reemplacemos el género- de “damo de compañía”, la madre te dice bye bye. Además, sigue Freud, tu estilo Sturm und Drang, me molesta. ¿Qué quiere decir Sturm und Drang? Es un movimiento romántico y el título de una novela que siempre olvido quién la escribió, que se opone al kantismo. Mientras Kant habla de la moral universal, del imperativo y todo lo demás, el surgimiento del romanticismo es decir “decí lo que quieras pero yo sufro”; “mientras con tus pantuflas, protegido contra el invierno austríaco, delirás sobre las reglas universales, yo no tengo estufa y tengo frío”, le dice Hamann a Kant.
El romanticismo reivindica la singularidad, la particularidad. Nosotros somos románticos: Echeverría, Alberdi… el romanticismo político caló muy hondo en toda Latinoamérica; por eso tenemos esos líderes, charlatanes, porque son gente del romanticismo a la que les gusta hacer discursos, emocionarse… y son poco eficaces; no tienen la sombría perspicacia criminal de los gobiernos que llegan en el primer mundo: el movimiento romántico, que va a descolocar el lugar de las mujeres en la sociedad.

Si el coraje masculino se probaba en el duelo (en una época en la que esto estaba muy de moda, los estudiantes probaban su coraje haciendo duelos) el coraje femenino era romper las reglas sociales. Así como un tipo que dice, “yo te amo, pero tengo mis hijos, mi señora y no puedo romper mi hogar” y se opaca así con su cobardía, la mujer dice “qué me importa mi marido, mis hijos y todo eso que me impone la sociedad…” Las mujeres se inventan un coraje sexual. Freud se encuentra con mujeres que decían “mi tío me apretaba atrás de la puerta cuando tenía 8 años”, “mi padre se quiso meter en mi cama cuando era adolescente”. Las famosas escenas infantiles de seducción. Dice que las neurosis tienen como causa los problemas traumáticos infantiles, producidos por abusos y cosas así. Sus oyentes dicen: “nos viene a acusar a nosotros de que somos de lo peor”.

Siguiendo el tiempo, Freud viene a notar que el trauma y la fantasía no se oponen, que una fantasía es un acontecimiento que puede ser tan traumático como un hecho real y descubre las famosas fantasías sexuales infantiles. Hay una novela muy divertida sobre la vida de Freud, donde Freud despierta y le dice a la mujer: “ahora sé cómo son las cosas: no es verdad que los adultos se aprovechan de los chicos; los chicos tienen fantasías sexuales con los adultos”. Y la mujer le dice: “Sigmund, hace 15 años fuiste a decir que los adultos abusaban de los chicos y casi nos echan de Viena ¿y ahora vas a decir que los chicos son perversos? ¿Qué querés, que nos maten?”.

Se trata de este “descolocar” de las mujeres… Con el título de “La pequeña K” publiqué un caso que es epistolar, entre Lou Andreas-Salomé y Freud, de una chica que ella atendía, de unos 17años, que saltaba como una pulga de una cama a la otra. La Salomé ve a Freud un poco moralista, le escribe que es una chica con una gran libertad sexual y esto a Freud le molesta porque era bastante de encarrilar a las mujeres, no de dejarlas hacer cualquier cosa. Casaba gente; tenía un paciente que era Félix Deutsch -un poco pesado, ingeniero- y a Helen que era al revés; los presentó para que se equilibraran y se formó un matrimonio. Esta paciente de Lou Andreas-Salomé, finalmente, tiene un síntoma que a Freud lo alegra, porque prueba que la libertad sexual no cura los síntomas, contra Wilhelm Reich que sostenía algo así como que el orgasmo curaba todo. “Este caso –dice Freud-muéstreselo a su amigo Wilhelm Reich para que vea que se puede tener libertad sexual y también síntomas neuróticos”. Dando una idea de lo que pensaba, el sexo no era todo.

Freud utiliza el Sturm und Drang dos o tres veces para referirse a la adolescencia, que como tal no aparece casi nunca, más bien habla de metamorfosis o cambio físico de la pubertad. Y sin embargo, todas las pasiones y tormentas pasionales de las personas, se debe a este período de la vida que es Sturm und Drang. Hay que recordar que cualquiera de las heroínas o héroes románticos eran adolescentes. En el “Despertar de la primavera” de Wedekind, la chica que se suicida era de 14 años.
Para sintetizar esta parte, el psicoanálisis es un intento de ampliar la razón ilustrada para incluir las pasiones románticas. Creo que esa es la hipótesis de Freud. Por eso se separa de Jung, porque éste piensa al revés: se trata de destronar a la razón ilustrada y volver a las pasiones, los mitos, algo un poco oscurantista. Para Freud la cosa es dejar hablar a esas pasiones para encontrar una racionalidad que, ampliada, las incluya. Pero de ninguna manera era –como muchos decían- una defensa de la irracionalidad versus la racionalidad. Lacan tiene un título “La instancia de la letra en el inconciente o la razón después de Freud”. La fábula de Lacan es qué pasa con la racionalidad después de Freud. Por eso tiene sentido hablar de las posiciones delirantes, de los delirios…

Lacan decía que la banda de Freud eran “locos literarios”. Pero, ¿qué quiere decir “locos literarios”? Porque a Lacan, como decía uno de sus enemigos es difícil criticarlo porque, lo que dice lo dijo otro. No hay nada que criticarle. “Locos literarios” es una expresión de Raymond Queneau, que era matemático y escritor, y quería hacer una enciclopedia ordenando las distintas estructuras de los textos de locos. Finalmente no se pudo hacer, excepto en una primera parte que se llama “En los confines de las tinieblas: Los locos literarios”. Vamos a ver qué quiere decir un loco literario. Cuando Lacan dice que los psicoanalistas eran locos literarios no está insultando -lo mismo con las profesiones delirantes- sino haciendo una referencia muy concreta a este libro. Pero ¿por qué alguien es un loco literario? Raymond Queneau es de una gran importancia.

En Francia existe la costumbre de hacer instituciones fuera del aparato del Estado. Uno entra a una comisaría y anota: según la ley 1901, voy a hacer una asociación de locos literarios. Se anota, se anoticia al Estado de que se va a hacer eso. Es una de las libertades, la de libre asociación, ganadas por la Revolución Francesa. Esto ha hecho que todo el siglo XX francés esté ordenado por instituciones paralelas. Por ejemplo el Colegio de Sociología, donde estaban Klosovski, Bataille, Queneau… Este colegio de sociología elaboraba una serie de cosas que la universidad ni sabía que existían y quizás se enteraba 20 años después. Acá hubo una cosa parecida que fue el C.L.E.S. el Colegio Libre de Estudios Superiores; en 1930 cuando sube Uriburu, todos los ilustrados liberales se van del aparato universitario y fundan el CLES, sobre el modelo francés, que formó durante tres generaciones los cuadros políticos de la Argentina, especialmente aquellos que no estaban de acuerdo con los gobiernos militares (Frondizi, Borges, etc.)

El CLES creó algo muy interesante para la universidad argentina, porque quienes iban ahí eran por lo general más cultos que los otros, porque los militares cuando tomaban el poder lo primero que hacían era poner a los curas y todos sabemos que los curas tienen un cariño especial por la Biblia, pero no es el único libro que hay, también hay otros. Como consecuencia la educación se resiente un poco porque se busca más la instrucción moral que la transmisión de los saberes contemporáneos. Entonces, estos eran mucho más ilustrados y cuando volvía nuevamente el gobierno civil sacaba los profesores del CLES. Por eso se encuentran rectores, etc., que no tenían el título de una Facultad que dirigían. Klimovski, que acaba de morir, no tenía el título porque se fue de la Universidad en una situación así y se formó fuera. Tomás Simpson se formó en Inglaterra, se escribía con Quine y con los grandes lógicos, aunque nunca terminó su carrera de lógico en la Argentina. Esto crea una situación que hace que uno sea muy sensible a este tipo de organizaciones, porque Lacan mismo hace eso cuando se pelea con la IPA. Hace una Escuela y no una cátedra en la facultad.

Este Colegio de Sociología recibe una visita extraña, la de Alexandre Kojève. Lo que Lacan dijo en la primera etapa de su vida está marcado por Kojève. Era un ruso aristocrático que vivió en su país hasta el ’20 y por el hambre fue contrabandista de jabón o algo así para conseguir dinero. Con él hicieron un simulacro de fusilamiento cuando tenía 18 años; había nacido en 1902. En esa ocasión Kojève dice que descubrió el amo absoluto de la muerte, porque era hegeliano. De ahí, con un amigo, se fue a Berlín. Iba de un lado para el otro mientras se aprendía varios idiomas; estudió física entre otras cosas y era filósofo. Era amigo de otro ruso, llamado Koyré, que era historiador de la ciencia y enseñaba Hegel en La Sorbona, y en el año ’32 le dicen que tiene que ir a El Cairo. Entonces, lo invita enseñar Hegel a Kojève, que acababa de llegar a Francia. Se pone a leerlo –lo lee cuatro o cinco veces- hasta que descubre una clave. Tiene la inspiración que en verdad el fin de la historia ya ocurrió: la historia terminó cuando Hegel escribe la Fenomenología del Espíritu, que es concebir la idea universal de la razón, y simultáneamente Napoleón hace la batalla de Jena. Entonces dice que, la batalla de Jena y la Fenomenología del Espíritu son dos caras de la misma moneda. Habrá guerras, etc., pero lo que se vaya a hacer ya está limitado.

Entonces transforma a Hegel en una antropología cuando Hegel no es solamente una teoría sobre el hombre. Kojève sabía esto porque era físico y al revisar a Hegel se da cuenta de que esa causalidad no servía para la física. Entonces hizo del deseo de reconocimiento la clave de la humanidad. ¿Qué es la humanidad? El amo y el esclavo. Donde no hay amo y esclavo no hay humanidad, hay animales; la humanidad comienza cuando un conjunto somete a otro y lo obliga a que lo reconozca. Es un hecho totalmente artificial, negativo, que no sigue la positividad de un animal. Un gato, por ejemplo, tiene un radio perceptivo y su mundo termina en su percepción. Estoy acá y digo Kojève, digo París y en la percepción mía no hay ningún París, ningún Kojève… nada. Entonces, ¿de qué estoy hablando? Evidentemente, de cosas que no hay. Esa es la negatividad y vamos a ver que el lenguaje y la locura tienen que ver –en Lacan- con este tema.

Kojève era un tipo muy irónico. Alguien le dice que no podía hablar del fin de la historia porque negaría la revolución rusa y él le responde que esa revolución fue un intento de llevar el código napoleónico a un lugar exótico… y la revolución china, también. Y agrega: “si no le gusta que sean Napoleón y Hegel, ponga Stalin y yo como fin de la historia”. Después dijo que los filósofos eran unos pesados, se metió en la administración francesa y fue uno de los que pensó el Mercado Común Europeo; armó una teoría de cómo rehacer las relaciones con los países en vías de desarrollo, sosteniendo que había que darles cosas para que entren a nuestro mercado y nos deban. Entonces no vamos a ser los que les robamos, sino los acreedores con quienes tienen deudas. En la administración francesa lo tenían como el genio, “el profesor”, dirigía equipos de economistas sin serlo… Tenía una teoría del imperio latino, que por supuesto iba a dirigir Francia. Habría tres imperios antes de que todo se unificara, porque también fue el teórico de la globalización: el de los rusos y los asiáticos, el anglosajón y el latino. Queneau se encarga de tomar sus clases y hace la famosa Introducción a Hegel, que acá en Argentina conocemos editados por La Pleyade, en tres tomos, con diversos títulos.

Estas clases que da Kojève entre el 32 y el 39, tuvieron como asistentes a Merleau Ponty, Sartre, Lacan, Bataille, Queneau… todo lo que iba a ser después la cultura francesa. Yo acabo de hacer publicar en castellano una biografía de Kojève, de Dominique Auffret, que yo prologué para escándalo de los hegelianos, porque no soy filósofo, sino que como digno lector de Kojève, me hago su colega y le hago el prólogo. El libros se llama: “Alexandre Kojève: la Filosofía, el Estado y el fin de la historia”.

Él decía que va a haber un Estado universal. Así como hubo ciudades Estado que luego se fundieron en países, estos serán provincias de un estado universal… Una caricatura es Fukuyama, porque Kojève no dice que algún estado actual sea el estado universal, como dice Fukuyama de Estados Unidos. Kojève tenía la siguiente teoría: ¿qué va a ocurrir cuando ya no haya Estados, ni amos ni esclavos? Retornamos a la animalidad, porque el amo y el esclavo consisten justamente en salir del estado animal, de la pura positividad y en la negación construir algo. La animalidad será al estilo de los norteamericanos: sus preocupaciones van a ser sexuales, las peleas, las competencias, el juego… tonterías. Cuando va al Japón queda fascinado y sostiene que habrá dos tipos de animalidad: los norteamericanos y sus performances sexuales y el esnobismo japonés. El actual es un esnobismo de ricos pero con el tiempo será practicado por todos, donde todo el mundo va a hacer ceremonias que serán vacías, sin ningún contenido porque al no haber amo ni esclavo, ni guerras, ni luchas, ni “yo me impongo o te imponés”, todo lo que se haga serán gestos, como en los pueblos… Así es como Kojève veía el fin de la historia.

Kojève fue uno de los maestros de Lacan, que dijo: “Alexandre Kojève, el hombre más libre que conocí”. Cuando dio el seminario de la transferencia le fue a preguntar a Kojève cómo tenía que plantearlo y Kojève le dijo: si no podés explicar porqué la risa de Sócrates se convierte en hipo, no podrías explicar El Banquete. Cuando se muere y para asombro de todo el mundo, éste que decía “no me interesan los filósofos, me interesan los sabios”, se encuentra en su casa lo que ahora es un tomo bastante grueso que se llama “Concepto, tiempo, discurso”, tres tomos que se llaman “Historia de la Filosofía pagana”, otro libro sobre la autoridad, otro sobre Kant… una obra de más de dos mil páginas aún no terminada de publicar. Él siguió escribiendo aunque no frecuentó más a los filósofos sino los hoteles de cinco estrellas y las mujeres de la aristocracia. Cuando en mayo del ’68 lo consultaron, Kojève ironizó sobre el asunto. No era muy querido, obviamente. Cuando le preguntaban “¿usted qué es?”, él respondía “un marxista de derecha, que se dio cuenta de que Marx es dios y Ford es su profeta; que los chinos, los rusos, etc., son americanos que atrasan. Cuando tengan su dinero serán igual que ellos”. En el año 68 estaba en Bruselas y murió repentinamente en una reunión del Mercado Común Europeo, cuando tenía 67 años.

Este maestro le da a Lacan la clave de lo que vamos a hablar. Después Lacan se lo va sacando de encima, además Kojève obviamente no es Hegel. En una carta él dice que con el seudónimo de Hegel hizo pasar su sistema a Francia, es decir que tenía toda una cosa propia aunque usó a Hegel, por supuesto.

Si ustedes toman un lógico como Quine, que tiene un libro muy famoso llamado “Palabra y objeto”, van a ver que las palabras y los objetos, una vez que nos damos unas ciertas reglas, conviven armoniosamente. Podemos excluir, como diría Quine, unicornios, el rey de Francia, etc. Pero en Hegel, que hace de la negación la clave, como en Lacan y en Kojève, la palabra es el asesinato de la cosa. Es una frase que Lacan repite tomada de Hegel.

El mundo del lenguaje no está hecho como el mundo nominalista, como un sistema de señales para indicar objetos presentes, sino como corte con la percepción. Es más: una forma de afasia consiste en nombrar lo que se hace. La función del lenguaje esta conectada a la ausencia de la percepción de los objetos; se dan cuenta que cuando Lacan dice “todo el mundo delira” quiere decir exactamente eso, si entendemos delirio como una construcción verbal que no tiene un referente, con las precauciones en Lacan al decir “todo” -como decir todo si no hay todo- pero se trata de eso; cuando hablamos de delirio hablamos de eso. Alguien se conmueve cuando dice “mi madre me rechazó desde que yo nací” y uno le dice “¿quién se lo contó?” “mi tía me decía…”, pero… ¿quién se va a acordar de cuando nació? No nos damos cuenta que estamos contándonos una canción de cuna que apenas es un ideal. Ustedes observan cómo estamos construidos según la teoría freudiana: Freud dice “yo me duermo”, el polo de la percepción es ocupado por el lenguaje, o las representaciones; entonces empiezo a pasarme una película mientras duermo. En esa película soy feliz o infeliz, me despierto angustiado o no. Evidentemente esas vivencias que tengo, existen, pero ¿qué es lo que estoy percibiendo? El lenguaje mismo o efectos del lenguaje; en ese sentido estamos usando la palabra.

Lacan dice que el psicótico está en el lenguaje fuera del discurso; la clave está ahí. ¿Qué quiere decir discurso? Nosotros nos juntamos aquí; para ver claro el concepto de juntarnos aquí tiene que haber todo un discurso. Cuando decimos lenguaje tiene que haber una cadena significante, S1-S2…, que pueden ser más, S3, 4, 5, etc.... Pero para que esa cadena de lenguaje se convierta en discurso tiene que estar en juego un sujeto y tiene que haber algún tipo de objeto (ponemos “a” porque es la a de objeto en francés). Entonces la relación del lenguaje al sujeto, la relación del lenguaje, el sujeto y el objeto, es lo que hay que esperar. Cuando se dice que el psicótico está en el lenguaje pero está fuera del discurso, quiere decir que esta relación sujeto-objeto, es la que en la psicosis –hay muchas explicaciones de porqué- no funciona.

Esto que parece tan de Lacan en verdad también está en Freud, que lo dice, pero de manera más retorcida. Cuando escribe sobre el narcisismo en el 14 traza un esquema muy simple, donde pone al yo y al objeto; el amor, la libido -una variable no cuantificable de lo que son los lazos afectivos- ha ido del yo al objeto. Se suponía que el objeto se enriquece con propiedades que le son sustraídas al yo. El amado parece estar lleno de cualidades maravillosas, y el enamorado cada vez se siente más disminuido, más pobre, porque ha construido su objeto con lo que ha sustraído de sí mismo, o como dice también Hegel: “el objeto del hombre es la esencia del hombre tomada como objeto”. Es decir que nosotros construimos el objeto, si bien hay algo como un soporte –aunque no se puede decirle a la mujer “mi querido soporte”- pero cuando la cosa cae, puede cambiar rápidamente, ¿cómo puede ser? Quiere decir que lo que sostenía ese lugar era algo que es una propiedad del sujeto, no del objeto. A las propiedades del objeto las adjudico yo, están construidas con mi historia. Del loco se creía que no amaba, entonces se decía megalomanía.

El paranoico dice que toda la ciudad de Paraná está organizada para perseguirlo se puede suponer que si toda la ciudad lo persigue se trata de alguien muy importante, pero Lacan responde, “si el pensara así, no estaría loco”. Porque si yo pensara que “porque soy importante toda la ciudad me persigue”, pensaría eso y no tendría efecto sobre mí. Si tengo ese efecto sobre mí es justamente porque no pienso eso, percibo la percepción de todos. No puedo adjudicarle un razonamiento neurótico a alguien que no lo es.

Freud en 1915 se corrige: primero, hace ese esquema que yo digo que podría ser de mi tía y de ahí sacamos que lo mejor sería no amar demasiado, no amarse demasiado para no quedarse loco, entonces “justo medio”: amar un poquito, quererte un poquito. La de Narváez, “queréme, queréte”. Esto sería lo que a cualquiera se le puede ocurrir, pero Freud la complica: ¿qué pasa cuando un neurótico -un neurótico quiere decir cualquiera de nosotros- pierde su objeto de amor? Dice que retrocede hasta el plano de la fantasía y utiliza -no la palabra objeto, que en alemán es objeckt- sino sache, que es cosa. Esto es lo que esta disponible para la transferencia; cuando alguien va a un analista es porque algo perdió, nadie va al analista si no perdió algo, incluso no sabiéndolo. Cuando decimos que perdió un objeto, nos referimos más bien a la pérdida del estatuto del objeto. No quiere decir, por ejemplo. “yo me separé”. Si yo amo a alguien y lo dejo de amar eso es una pérdida para mí, aunque siga al lado de esa persona. Sólo hay transferencia cuando el objeto perdido se refugia en un objeto de la fantasía, entonces ese objeto de la fantasía se va a transferir, en sentido casi bancario, a la cuenta del analista.

Ahora bien, Freud decía “no se puede tratar a los psicóticos”, mientras que Lacan decía que sí, pero por razones diferentes. Freud, según esta teoría, dice que en la psicosis la libido vuelve al yo, al yo corporal, la unidad gestáltica. Es el hecho de que yo soy y tengo un cuerpo. Y dice “yo puedo tocarme a mí mismo, como al cuerpo de otro cualquiera”. El yo corporal es esta doble situación, que uno es un cuerpo -se dice que la salud es el silencio de los órganos, y nos damos cuenta que tenemos un cuerpo cuando nos molesta; mientras tanto somos un cuerpo. Cuando nos molesta el cuerpo nos separamos de él. Siguiendo este camino, ese yo corporal va a parar (estamos hablando de la psicosis, no de la neurosis) no a la fantasía como sería en la neurosis, sino que va a ser tratado como equivalente de Das Ding, que es otra manera de decir cosa.

Entonces, si para el neurótico la fantasía es el laboratorio donde el tipo se puede separar, o terminar de perder o elaborar, como decimos, para volver a enamorarse, en la psicosis hay un mundo de palabras. De ahí que el psicótico parece que es un megalómano, porque el lenguaje y la cosa es lo mismo, pero a su vez eso nos da la clave de una teoría del lenguaje que es la que Lacan va a aportar: la palabra es igual a la cosa, es lo opuesto a la palabra es el asesinato de la cosa.

Si volvemos a Hegel, hay un texto que vale la pena que leamos, del momento en que Lacan invita a Jean Hyppolite, filósofo francés que escribió un libro que se llama “Génesis y estructura en la fenomenología del Espíritu”, a hablar de la negación en Freud. De allí conviene leer el texto “La negación” de Freud, la introducción que hace Lacan a lo que dice Hyppolite, lo que dice Hyppolite y la respuesta que da Lacan a lo que dice Hyppolite. Son cuatro cosas extraordinarias para entender este tema. En “La negación” Freud comenta que viene alguien y dice: “soñé que estaba en la cama con una mujer mayor” y agrega: “no era mi madre”. Freud dice: “prescindimos del no”. Entonces, quiere decir que el juicio de existencia se inaugura con la negación. Freud utilizaba el lenguaje de Brentano, utilizaba la noción de juicio de existencia, que es que una cosa existe o no, y el juicio atributivo: esa cosa es buena o mala. Es negando, “no es mi madre”, que va a establecer la certeza de que efectivamente se trata de la madre, es la negación lo primero. Algo no funciona allí, dice Lacan, con la afirmación primordial, en el aparato del juicio.

Si ustedes leen las memorias de Schreber, el loco que escribió sus memorias y que Freud analizó -no al loco sino a las memorias- verán que él razona perfectamente: era un jurista, un tipo muy culto, versado en teología, sabe psiquiatría, se enloquece y discute incluso una teoría de alucinación y la discute muy bien. Schreber habla de los pájaros parlantes, dice, “contrariamente a lo que dice usted, que es psiquiatra, yo no confundo el piar de los pájaros con el habla, distingo perfectamente un pájaro que está piando de los pájaros parlantes que me hablan”. Evidentemente razona muy bien.

El libro empieza con una frase irrefutable: “¿Quién puede negar lo que experimenta en su propio cuerpo?” ¿Cómo refutamos eso? ¿Y que experimenta este tipo? Se despierta una mañana y se le ocurre la maldita idea -o bendita según seamos católicos o no- de que él está destinado a ser la mujer de Dios. Parece un poco raro que Dios busque una mujer, después porque en lugar de buscar una mujer entre las mujeres la busque en un hombre. Pero a medida que va asumiendo su misión se da cuenta de que eso implica la emasculación, que va a tener que castrarse para transformarse en mujer. Tiene que explicar por qué Dios no elige una mujer directamente: porque las mujeres alemanas están hechas a la ligera, por eso, prefiere convertirlo en una mujer de verdad.

Las memorias tienen quinientas páginas…, Schreber se defiende a sí mismo, se dirige a los jueces y les dice “ustedes pueden negar que me pase eso, pero ustedes entonces hubieran internado a la Virgen María, hubieran internado a Cristo”, y empieza a nombrar los grandes milagros de la religión y ellos son religiosos. “Lo único que puede molestar a mis vecinos –dice- es el milagro del aullido”, porque cada tanto tenía que aullar, “no hay ningún problema porque me voy a vivir a una casa de campo y ya está”. Las memorias son extraordinarias, está descripta la locura desde adentro, se describe a sí mismo con gran lucidez y además, escribe muy bien. Hay un análisis muy bueno de Ramón Alcalde, publicado en los Cuadernos de Psicoanálisis, que se llama Schreberiana I y es un análisis retórico de la armazón del libro -Alcalde sabía mucha retórica- lo digo por si alguna vez quieren profundizar el tema del texto literario como tal.

Es decir que ese texto loco, no tiene nada de loco, lo único que tiene de loco es que en vez de ser un lenguaje donde la cosa fue asesinada, es un lenguaje que recupera, de manera brillante, la cosa a costillas del propio cuerpo, porque es el propio cuerpo el que se convierte en la cosa alucinada.

Ustedes vieron que estamos haciendo honor a “la Escuela Normal de Paraná y a la Psicopedagogía”, estamos explicando teoría y contextualizándola culturalmente porque a mí me parecía que lo que dijo sobre lo insular Pancho Uranga vale, aunque lo dijo irónicamente sobre Paraná, vale un poco para Argentina. Nosotros estamos en el lenguaje pero fuera del discurso y tenemos la costumbre que lo que se enuncia como un razonamiento en París llega como una orden aquí; una orden que no se puede razonar. Esto también es una costumbre insular: el consumo de teorías y cosas sin asimilarlas, fuera de contexto, sin saber de dónde vienen, lo cual lleva también a grandes idealizaciones: “lo que dice Bataille, o este o aquel…”

Preguntas del público:

-Esto que vos hablabas de la palabra como asesinato de la cosa y la cuestión de la negatividad y decías que primero estaba la negación y después el juicio de atribución. Esto se podría articular con el pasaje de “no es mi madre” ¿pierde esta entidad de cosa la madre?

G.García -Como explica Hyppolite: “no es mi madre” implica que en algún lugar está afirmado que es la madre. Por eso digo que el juicio de existencia se manifiesta en la negación, o sea que “no es mi madre sería una cosa segunda respecto a que en algún lugar dice “es mi madre”; si yo levanto la negación, tenemos lo que Hegel llama la negación de la negación: “es mi madre” - “no es mi madre”, podríamos decir “no digo que no sea mi madre”. Digamos qué, cuando prescindimos del no, no es que Freud rescata una afirmación primordial, sino que hace una negación de la negación, porque dice así se genera el juicio intelectual. Ahora, “es mi madre” hablando no perceptivamente. Sé que es mi madre por las leyes parentales, no porque percibo una señora que siempre está cerca, me cuida o lo que sea. Porque hay una frase de Freud que a todo el mundo le gusta citar mal. Una frase latina que dice “el padre es incierto, la madre es certísima”; el padre es una premisa lógica.

Hay uno que se volvió loco, Strindberg, que tiene una obra que se llama “Padre”, que yo le hice un prólogo cuando era joven, donde un capitán del ejército empieza a sospechar algo sobre el hijo o la hija y dice: “yo quiero ejercer plenamente mi derecho de padre”, y la mujer le dice: “bueno, pero para eso tendrías que probar que sos el padre”, entonces el tipo le dice “me has engañado”, “no, yo no te engañé, pero eso no prueba que vos sos el padre”. Ella lo pone en cuestión, y él empieza a tomar el discurso de la época (filosófico, biológico) y de ninguna manera puede probar que el es el padre, la única prueba que tiene es que la mujer asienta que él es el padre. Ahora tenemos el ADN, pero antes era así.

En la religión judía es la madre la que certifica al padre; cosa que nosotros tomamos con la Virgen María, que es un culto que comienza en el siglo III. Los que saben de religión saben que los valores que tiene la gente que es tipo “tradición, familia y propiedad”, ignora que la maquinaria familiar la incorporó el cristianismo del judaísmo, porque San Pablo despreciaba la familia, y Cristo también. Cristo dice “dejarás a tu padre y a tu madre”, y San Pablo dice: “los débiles de espíritu que se casen”, ¡que se casen!, es decir “que se vayan al diablo”. Se recupera de la tradición judía el culto a María. En el enigma de la Trinidad no está la madre, no hay nadie para reproducirse, es el padre, el hijo y el espíritu santo.

Como Schreber era lógico, los teólogos también son lógicos. San Agustín, que es extraordinario, respondía a una madre dolorida que se le moría un hijo: “el niño que recién nació y murió ¿va a ir al cielo? No, al infierno. ¿Por qué al infierno si no ha hecho nada?”. Y San Agustín implacable: “todos estamos bajo el pecado original”. El que acaba de nacer es tan pecador como el que ha hecho todo tipo de daño. O sea, una lógica que a veces era inhumana. Los inquisidores hacían lo siguiente ¿Cómo probar que era bruja? Muy simple: se le ataban piedras pesadas y se la tiraba al agua. Si la bruja se ahogaba, salvaba su alma. Si flotaba la mataban. En los dos casos se salvaba. Volvían a la casa tranquilos porque hacían una obra de bien, habían sacado una bruja del mundo y salvado por lo menos el alma.

Digamos, una vez que ocurre este asesinato de la cosa no hay nada que no se pueda explicar. De eso se trata.

Preguntas del público:
M. Romero -Vos dijiste que hasta ahí llega Freud y Lacan avanza un poco más, me gustaría que desarrollaras un poco más cual fue el aporte de Lacan.

G.García -Según la lectura de Miller, en Lacan hay dos momentos claves. Uno de ellos es cuando pasa del Seminario X al XI, de la teoría de la angustia a los cuatro conceptos, que es una reducción de Freud a cuatro términos ­–de todo Freud quedan cuatro cosas, inconsciente, pulsión, transferencia y repetición. Primero es estructuralista, ordenar las cosas según conocemos: neurosis, psicosis, la perversión… La psicosis se corresponde con el mecanismo de la forclusión, la verwerfung, la neurosis con la represión, la perversión con la renegación, etc. Pero después Lacan a la famosa perversión la convierte en un chiste, la pere-versión, la versión del padre. Según la versión del padre que uno tiene, según la versión que se le haya trasmitido a uno de lo que es, uno se constituye. Ya no hay una estructura llamada perversión. Después está la forclusión del nombre del padre en la psicosis, pero hay una forclusión del sentido y de la muerte en la neurosis, por lo tanto hay una forclusión generalizada. Ya no es un mecanismo de la psicosis, de ahí que todo el mundo delira…

Freud no atendía psicóticos, Jung que era psiquiatra le cuenta a Freud provocándolo y seduciéndolo a la vez, que hay un loco que puede andar bien con su teoría porque el tipo se levanta de pronto del asiento mete la mano en una rendija de la ventana y haciendo una pantomima, jadeando cae al piso. Freud contesta: “muy interesante, si usted lo cura sería un buen colega”. A Freud no le importaba lo que decía Jung. Y al caso Schreber lo analiza porque se lo manda Jung para provocarlo y hace un texto que existe todavía. Freud no estaba interesado en la psicosis, creía que no tenía salida. Tenía una posición muy cientificista: creía que era un problema químico. Sigue siendo así, porque todo el mundo es valiente pero cuando alguien se enloquece llamás al amigo psiquiatra para que lo medique.

Lacan no decía que curaba la psicosis, decía “no hay que retroceder” Hubo una gran pelea con Mannoni y con otros, porque Lacan recuperó de la antigua psiquiatría la presentación de enfermos. Está lleno de payasos que imitan eso pero que hacen algo que no tiene nada que ver con lo que hacía Lacan. La presentación de enfermos es un aparato didáctico y Lacan decía que a nadie le puede hacer mal que lo escuchen seriamente: un enfermo, alguien lo interroga, hay una audiencia que no interviene, etc. Acá en la provincia, cuando llega uno de la Capital a hacerse el Lacan le sueltan a un loco como si fuera un perro rabioso. En Francia no es así, invita el psiquiatra que lo atiende, está la información previamente. Algo didáctico, como se hacía en la psiquiatría clásica, como lo hacía Charcot, etc. Mannoní y compañía eran antipsiquiatras, se opusieron. Miller saca un texto a favor de la presentación de enfermos, pero lo que no se aclara es que Lacan veía locos siempre, iba a Sainte-Anne todos los días, es decir que entrevistó locos durante cincuenta años. De esa época tengo un montón de presentaciones de enfermos de Lacan y se evidencia que sus interrogaciones intentan hacer aparecer el punto de ruptura entre lenguaje y fantasía. Cuando decimos que avanzó, lo hizo teóricamente. Es verdad que podés atender locos, podés recibirlos, con cuidado, etc.

He traído un libro de mi amiga Silvia Tendlarz, “Psicosis: lo clásico y lo nuevo”, donde ustedes podrán encontrar el tema de la psicosis pero especialmente un capítulo en el que hace un muy buen análisis de la tesis de Lacan, que ella trabajó bastante.

En realidad el título de esta conferencia, “El texto en la psicosis”, lo tomé de un congreso que se hizo en Ginebra y que además se publicó en Manantial en el 90, se llama “La psicosis en el texto”. Allí hay una intervención con la que Miller cierra diciendo: “El estatuto primero del que enseña es ser el valet del verdadero maestro”. Si uno tiene que enseñar Lacan, Hegel, o a quien fuera, tiene que saber servirlos adecuadamente. “Lacan tiene por objeto la psicosis –dice– desde el momento que un texto teórico se ocupa de ella, pero también, uno puede decir dos cosas, Lacan tiene un texto sobre la psicosis, pero también, dice Miller, puedo querer decir que el texto de Lacan es un testimonio clínico de la psicosis, que es su autor. Lacan mismo decía que tenía un rigor psicótico… En Estados Unidos, él se clasificó de esa manera. Que quede claro que él se lo tomaba a risa, no como nosotros, el lenguaje clásico de la psiquiatría. Si uno está en el lenguaje por el fantasma, justamente no está atravesado por el fantasma que siempre es vacilación subjetiva, sino que uno sigue una cadena de razonamiento, por loco que sea, pero que tiene un rigor interno. La estructura de los delirios paranoicos es una estructura lógica bien armada; la premisa es falsa. No siempre balbucean los locos, balbucean cuando se los llena de pastillas. Entonces, “a primera vista psicosis y lógica están en oposición, dice Miller, aunque más no sea por el hecho de que la psicosis desborda de sentido y la lógica quita sentido”.

Lo que decíamos hoy de la cosa: en la psicosis todo tiene sentido porque el lenguaje y la cosa son lo mismo, mientras que la lógica esta vacía, no tiene ningún contenido; una implicación no implica ninguna cosa, es una implicación, una regla. “Podría decirse que en la psicosis el significante es suprasemántico”. Lo semántico, es decir el significado, es lo que predomina; en el lenguaje de Saussure el significante y el significado, o en el lenguaje de Frege la bedeutung. “Podría decirse que en la psicosis el significante es suprasemántico, en tanto que en la lógica matemática es a-semántico”. Decía Russell, aunque conozco la cita indirectamente, “la matemática es hablar rigurosamente de no se sabe qué”, mientras que la psicosis es hablar rigurosamente de algo que se sabe perfectamente, la famosa certeza psicótica. Continúa Miller: “no en vano Clérambault había adoptado el término postulado para calificar el término más incondicionado del delirio erotomaníaco, en efecto hacía derivar el conjunto del discurso en la psicosis erotomaníaca, de un postulado en el sentido lógico (…)” La erotomanía es al revés que en la paranoia, donde el otro me goza, me quiere hacer daño, etc., en cambio la erotomanía es una locura feliz: él me ama. “Por cierto –continúa Miller– dos términos aparecen ligados aquí, el de creación, porque hay creación tanto en la psicosis como en la lógica, una creación que surge ex nihilo –porque surge de ningún lugar–. La pizarra es la condición misma de la lógica. Pero esta creación, al surgir de la nada, es correlativa del término que podemos tomar de Freud, vía Lacan, una forclusión.” Lacan comparó una vez la psicosis con la ciencia, porque en los dos casos hay una forclusión de la semántica, del sentido, operada a partir de nada. “Un matemático dice sea A que yo defino de tal modo. Por lo demás, la creación lógica tiene por objeto que cualquier otro pueda pensar en el lugar de un lógico, mientras que el psicótico está encantado de su lugar único”. Es decir, un loco no puede seguir el delirio de otro; muere Schreber y otro no puede tomar el relevo de ser la mujer de Dios, mientras que un lógico se muere y se puede seguir el razonamiento sin ningún problema. Hay un ser único del lado de la psicosis y no lo hay del otro lado. “Este punto de vista del delirio generalizado es, en efecto, saludable, en tanto nos restituye una profunda humanidad del psicótico”. Es lo que decía Lacan de que el psicótico es capaz del amor, de la amistad.

El término “autista” sirve para desentenderse de que hay un tipo ahí que sufre y que no tenés ninguna idea de lo que le pasa, pero cuando los autistas han hablado han contado los delirios y las cosas por los que estaban acosados mientras no hablaban. No se puede decir, entonces, no te preocupes que es una planta. “Por lo común –dice Miller- dicha humanidad es presentada en tanto se la funda sobre su estatuto de estar en el mundo, están en el mismo mundo que nosotros, vale decir, de co-pertenecer a este mundo. Nosotros, por nuestra parte, lo fundamos en que él es sujeto, es decir que es plenamente un ser en el lenguaje, ello en tanto, que la referencia como tal siempre falta en el lenguaje”. Para decir que el loco es un congénere lingüístico nuestro, tenemos que aceptar que la referencia falta en el lenguaje; si no, podemos decir: “yo soy sano porque no confundo vaso con escritorio”. Pero si digo que la referencia no está en el lenguaje, es verdad que la manera de usar el lenguaje que tiene el loco es llamativa respecto de mi doxa común, mi lenguaje común con los demás, pero es el lenguaje también. El del lenguaje que niega, que mortifica, etc., es también el lenguaje que vivifica. Es complicado el tema.

Hace poco escuchaba en el canal Encuentro unos reportajes que están pasando y uno era de Lévi Strauss, que es un sabio. Él sostiene que está en contra del humanismo, porque el humanismo llega hasta definir el sujeto por el lenguaje, y eso siempre quiere decir que los países desarrollados se arrogan el derecho de imaginar que su lenguaje es mejor que el lenguaje de las tribus. Dice: “yo prefiero definir a la humanidad por lo viviente. Es seguro que por ser vivientes de la misma especie tenemos la universalidad de nuestros pueblos y después tendremos la universalidad de las reglas de nuestras tribus. Cuando sostiene “la prohibición del incesto”, que también es una negación, la prohibición del incesto transforma un hecho de la naturaleza en una regla real, por eso se habla de la articulación de naturaleza y cultura. Esto implica todo el problema de leyes que son universales y reglas que no lo son. Este lenguaje, entonces, que produce la muerte y la negación, produce la muerte en vida en tanto nos sabemos mortales, pero también eso mismo te introduce en un más allá de la vida porque somos de una especie que puede calcular, y basta el ejemplo de un testamento. Tomar decisiones que van más allá de la existencia… o alguien que escribe cosas que piensa que van a incidir en el mundo cuando ya no esté.

Entonces, aquí Miller da una vuelta y dice “el lenguaje es el asesinato del goce”, porque –en verdad- cuando se dice que el deseo es metonímico, es el lenguaje, al introducir un vacío -es la ausencia del objeto- introduce el deseo, entendiéndolo en el sentido que decía Platón, no podemos desear lo que tenemos, sino desear lo que nos falta. El lenguaje, al introducir la falta, nos vuelve deseantes, y lo que nos hace deseantes es también lo que acota o lo que asesina nuestro goce. Hay que entender que gozar no es desear, desear es justamente no gozar: desear es esperar la comida, gozar es comérsela, no son la misma cosa.

Miller termina con un tema muy simple: “todo el psicoanálisis está construido en torno a un postulado delirante, que es el falo materno”. Es porque la madre tiene falo –es decir, no tiene- que hay psicoanálisis. El niño freudiano es un pequeño paranoico, ve a la niña y deduce –según Freud- que la niña ha sido privada del pene porque seguramente ha hecho algo muy malo y como tiene fantasías incestuosos, se apresura a reprimirlas (salida del Edipo por el súper yo) para evitar la castración. Freud, entonces, presupone en este delirio que el sujeto universaliza la autopercepción de su cuerpo; mi cuerpo particular vale para todos. Cuando aparece un cíclope le llama tuerto… porque no puede concebir que éste exista. Si todo lo que anda por ahí tiene dos ojos, éste es tuerto; si todo lo que anda por ahí tiene pene, la mujer está castrada. La otra operación es para defender que hay una que no está castrada, que es la propia madre. Esta buena noticia va a terminar mal. Bastaría descubrir que a la madre le gusta para que se rompa todo el esquema porque si le gusta, no lo tiene. No se desea lo que se tiene. Por eso, en el inconsciente todo niño sospecha que la santa es una puta, porque sabe que algo le gusta también. Esto hace que el deseo femenino sea siempre un escándalo, no cuando uno es el objeto de ese deseo, sino cuando otro es el objeto de una mujer que nosotros deseamos. Ese triángulo hace del deseo femenino un escándalo, por eso Hegel dice muy bien “las mujeres son la ironía de la comunidad”. Para poder construir el mundo social, el hombre reprime a la mujer en el seno del hogar, y se da cuenta de un talón de Aquiles y es que la mujer está ahí y no es porque quiere y no sabe qué es lo que quiere en realidad y así puede tirar abajo toda la máquina. Por eso son la ironía de la comunidad, porque a través de la familia regulan la reproducción de los hijos y… porque todos hemos tenido madre y lo sabemos. El tipo monta un mundo donde lo que no entra es la mujer misma. Es muy interesante el tema, no es un problema de educación, no se si ustedes están con chicos. Es muy interesante el tema de porqué la diferencia sexual no se arregla con la educación sexual en las escuelas. Hay algo delirante de entrada y es lo que Lacan quiere decir cuando dice que no hay relación sexual, es algo que cada uno se inventa como puede, pero no algo que funcione naturalmente.

Mayo de 2009.

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