SOBRE LA RISA


INTRODUCCIÓN


Y dijo Sara: «Dios me ha dado de qué reír; todo el que lo oiga se reirá conmigo.»
Génesis, 21, 6



La risa se nos presenta como la expresión, junto con el llanto, más radicalmente propia de los seres humanos. Ya en el útero el bebé nos sorprende riendo. Suponemos que el llanto viene después, una vez que la utopía uterina ha terminado. Esto no implica que el hombre sea el único animal que ríe – o que al menos tiene la capacidad para hacerlo – pero lo cierto es que lo que nos interesa, en todo caso, en la experiencia humana de la risa, o mejor dicho, de lo cómico. La gran pregunta es: ¿qué es lo que nos hace reír, lo que podemos considerar como cómico? Como toda gran pregunta, podemos suponer que no tiene respuesta. Sin embargo, como toda gran pregunta, suscita la inevitable tentación de tratar de responderla, aunque eso no implique su resolución. Así, cada vez que intentamos profundizar en lo cómico, nos encontramos empezando de nuevo, y corremos el riesgo de empantanarnos en el camino, encontrando menos una verdad que cierta decepción y fastidio ante la imposibilidad de llegar a alguna conclusión más o menos certera, más o menos concreta. Hasta ahora, el panorama se presenta algo deprimente. Me permitiré colorearlo un poco.
Podemos concentrarnos en ciertos retazos de verdad - ¿acaso no es esa una buena definición de la filosofía? – surgida de algunos trabajos que han arribado con mayor éxito que otros a la cuestión de definir qué es lo cómico, sin definirlo del todo, lo cual es siempre más honesto y más deseable. Me refiero concretamente a los trabajos de Henri Bergson, La Risa
[1] (Le Rire, 1899); de Sigmund Freud, El chiste y su relación con lo inconciente[2] (Der Witz und Seine Beziehung zum Unbewussten, 1905); y de Peter Berger, Risa Redentora[3] (Reedeming Laughter, 1997). Estas obras han sido elegidas como marco teórico para esta pequeña monografía, debido a su peso e importancia dentro de los muchos tratados dedicados a la cuestión de lo cómico. Trataré entonces de enfocarme en la síntesis de la tesis de cada caso, tomando las herramientas que permitan hacer una mejor interpretación de la cuestión, y al mismo tiempo tomaré distancia de algunos postulados para – si se me permite – intentar ejercer alguna crítica sobre los límites de dichas obras. Es en las brechas existentes entre cada interpretación – la de los autores y la mía – donde deberán buscarse algunos atisbos de certeza, suponiendo que, como en lo cómico, en la brecha esté la verdad, sino es que la brecha misma tal vez sea la verdad.
Una vez organizado el corpus teórico y pautada cierta posición al respecto, pasaré a analizar un caso particular de comicidad, la que se encuentra en las obras de Oscar Wilde, específicamente El Abanico de Lady Windermere (Lady´s Windermere Fan, 1892) y La Importancia de Llamarse Ernesto (The Importante of Beign Earnest, 1895)
[4]. Estas obras de teatro son acaso el ejemplo máximo de un tipo de comedia – y de una forma de reír – que contribuyeron a construir el imaginario de una época desde la perspectiva del dandy, devenido en arquetipo masculino como modelo deseable no sólo en su momento sino hasta nuestros días, aunque ya bajo otros términos y significados[5]. El refinamiento expresivo se vuelve tal que deja a la trama en un segundo plano, más bien como excusa para exponer una serie de cuestiones – a menudo bastante amargas – de manera ingeniosa y lapidante. Está en mi interés contextualizar esta forma de lo cómico en su aspecto histórico-social, como etapa última de un proceso más largo dentro de la cultura europea, el capítulo final de una forma de reír y de entender el mundo, testamento de un momento inmediatamente anterior a una larga y oscura caída.
Finalmente, quedan las conclusiones en las que poder atar algunos cabos y dejar otros sueltos, para poder hacer más explícito la relación entre las herramientas que nos permiten pensar en las dimensiones de lo cómico y una de sus formas históricas y particulares, que a su vez continúa coexistiendo con otros modelos y estilos que resurgen, son resignificados y también, como suele ocurrir, olvidados. La conclusión en lo cómico nunca es conclusión, por la dinámica misma de la cosa, una que se construye a través de la interacción, que se reinventa y persiste. Como la risa de Sara, lo cómico es siempre una génesis.
SOBRE LO CÓMICO

La risa es satánica, luego es profundamente humana. En el hombre se encuentra el resultado de la idea de su propia superioridad; y, en efecto, así como la risa es esencialmente humana, es esencialmente contradictoria, es decir, a la vez es signo de una grandeza infinita y de una miseria infinita. Miseria infinita respecto al ser absoluto del que posee la concepción, grandeza absoluta respecto a los animales. La risa resulta del choque perpetuo de esos dos infinitos. Lo cómico, la potencia de la risa está en el que ríe y no en el objeto de la risa.

Charles Baudelaire, Sobre la esencia de la risa


BERGSON Y LA RISA

En 1899, Henri Bergson escribió un breve ensayo titulado Le Rire (La Risa). Con un estilo amable y fluido, se preguntaba sobre qué es lo que hacía reír a los humanos y qué cosas daban forma a lo cómico. Así, el autor encontraba diferentes tipologías de la comicidad: lo cómico de los movimientos, lo cómico de situación, lo cómico verbal y lo cómico de los caracteres. Debe entenderse este orden dentro de cierta jerarquía progresiva, aunque cada caso retiene para sí una potencia cómica particular, que no debe necesariamente trasladarse o conducir a otra, si bien esto sí sucede, y a veces es deseable que así sea.
Bergson conoce los riesgos de intentar trazar una teoría más o menos definitiva - si se me permite el oxímoron – sobre lo cómico. Se limita a apuntar ciertas cuestiones un tanto contradictorias que emergen de entre las grietas de lo cotidiano, aquellas incongruencias imprevisibles que sin embargo se hacen presentes inesperadamente, dando lugar a la risa. El caso del caballero que tropieza en la calle y va a dar de bruces contra el pavimento es claro: la construcción simbólica de, en este caso, la respetabilidad y el prestigio social va a parar al diablo en un segundo, merced a la mecanización del cuerpo del caballero: de ser un miembro respetado de la comunidad, pasa a ser una marioneta en la vía pública. Nadie había planeado tal gracia – aunque siempre alguien, de una forma o de otra, la desea –, y sin embargo, sucedió. Bergson comienza así su reflexión sobre las variaciones de lo cómico: hay ahí algo que no encaja, algo que revela lo que se prefiere no sea revelado. Esta demostración inesperada mueve sentimientos que sólo pueden existir dentro de lo cómico, y ser expresados en la risa. De ahí la radicalidad de la cuestión. De ahí también su complejidad. El juego de espejos que nos propone Bergson puede ser más o menos perturbador, dependiendo del grado del sentido del humor que se tenga: lo cómico es un juego de espejos, lo que le pasó a ese señor, puede pasarme a mí también. Es difícil que todos seamos considerados ciudadanos respetables – las reglas sociales así lo prevén -, pero cuando se trata de quedar reducidos a una serie de enajenados movimientos mecánicos, todos somos posibles candidatos. La igualdad dada por lo cómico/mecánico aparece sin que se la busque, de formas inesperadas e incluso desagradables – esto depende del papel que juegue uno en la situación -, y por lo tanto abre las puertas a otras formas de comicidad, acaso más sutiles y complejas, pero también coexistentes entre sí:

“(…) no sólo quise determinar los procedimientos de fabricación de lo cómico, sino indagar el fin que la sociedad persigue con la risa. Porque es extraño que el hombre ríe y el método de explicación de que hablaba antes no esclarece este pequeño misterio. Por ejemplo, no veo por qué la desarmonía, en tanto desarmonía, haya de provocar de parte de sus testigos una manifestación tal como la risa, cuando frente a tantas otras propiedades, buenas o malas, el espectador se queda impasible, sin que se le mueva un músculo de la cara. Falta, pues, averiguar cuál es la causa especial que en la desarmonía provoca la risa, y realmente se la habrá encontrado si mediante ella puede explicarse por qué en tal caso la sociedad se siente obligada a intervenir. Necesariamente ha de haber en la causa de lo cómico algo ligeramente subversivo (y específicamente subversivo) ya que la sociedad responde a ella por un gesto que infunde algún temor. Todo esto he querido explicar.”[6]


Las variaciones de lo verbal/ingenioso permiten explorar otras dimensiones de la vida humana a través del humor, incluso temas que de otra forma podrían ser sancionados severamente – y a veces lo son -. Bergson ve en el humor, en sus formas, diferentes estrategias para afrontar la cotidianidad que puede resultar abrumadora y desgastante. El advertir que en el edificio de lo social existen grietas resulta en algún grado esperanzador, aunque esas grietas sean meros despojos de lo que alguna vez fue una alegría radical, un estado de felicidad que era más la regla que la excepción.

Podemos sintetizar la teoría de Bergson en algunos de estos puntos:
La risa es exclusivamente humana
La risa es grupal y cumple una función social
Lo cómico requiere el abandono de toda otra emoción, es su propio campo
Lo mecánico sobre lo social y lo moral como disparador de lo cómico

La risa nos acompaña en nuestra vida como forma de contrarrestar las desgracias de la existencia, y es un vehículo de contacto con el Otro, así como el entendimiento tanto de ese Otro como de uno mismo. El problema con el ensayo de Bergson es tal vez su concepción final: la aproximación a la cuestión cómica siempre se verá limitada por la dimensión trágica de la vida:

Así las olas luchas sin tregua en la superficie del mar, mientras que en las capas inferiores hay una paz profunda. Las olas chocan entre sí, se empujan unas a otras y buscan su equilibrio. Una espuma blanca, alegre y sutil dibuja la movilidad de sus contornos. De cuando en cuando, al retirarse la ola deja un poco de esta espuma sobre la arena de la playa. Un niño que juega acerca de allí acude a cogerla presuroso, y se asombra al no encontrar un momento después más que algunas gotas de agua en la palma de la mano. Pero de un agua mucho más salada y mucho más amarga que la de la ola que la trajo. Igual que esta espuma nace la risa. Acusa en lo externo de la vida social las revoluciones superficiales. Ella es también una espuma a base de sal. Chispea como la espuma del licor. Es alegría. Pero el filósofo que la recoge para saborearla, encontrará algunas veces, por una exigua cantidad de materia, una cierta dosis de amargura.

[7]

Llama la atención esta última y melancólica reflexión, que actúa como nota discordante en un ensayo cuya lectura provoca un placer armónico. El autor se arriesga a minimizar las posibilidades cognoscitivas en lo cómico a breves destellos de conocimiento. El deseo de llegar a comprenderlo en toda su potencia es una merca ilusión. El resultado es una melancolía que amenaza con retrotraer la función colectiva del humor a un abismo de soledad del cual haríamos bien en esforzarnos por escapar. La sutil potencia (auto) destructiva de la tristeza suele coexistir con arrebatos de comicidad, pero si tenemos que impulsar una pasión, que sea esta última, o nos arriesgamos a perderlo todo.


FREUD Y LA MAQUINARIA DEL INCONCIENTE

El escrito de Freud de 1905, El chiste y su relación con el inconciente, se presenta como una rareza dentro de la obra del autor. En su momento el análisis del humor estuvo al mismo nivel que el de los sueños. Pero el tema no tuvo desarrollo posterior, y de hecho Freud lo descartó como núcleo importante de su obra, minimizando su importancia. Sin embargo, el concepto de lo cómico como mecanismo de compensación ha permanecido como una de las variables más importantes e interesantes en los estudios de este tópico, en los que suele ser citado como referencia. Veamos de qué se trata.
Habría que empezar por hace una aclaración acerca de la traducción del término alemán witz, que suele ser traducido como chiste. Esto, sin embargo, no es del todo correcto. El witz puede aparecer en el chiste, pero no está atado a su forma. Supone antes que nada una forma de comicidad que a veces es incluso involuntaria, lo que solemos llamar chispa. Esta distinción es importante por razones que ya veremos. Freud habla del chiste como el resultado final de un proceso maquinal


(…) sistema invisible de bombas, que empujan hacia abajo las pulsiones libidinales reprimidas, que luego vuelven a emerger bajo formas curiosamente distorsionadas.

[8]

Una segunda aclaración está dirigida al término libido, que suele ser homologado inmediatamente al deseo sexual-genital. Sin abundar demasiado en estas cuestiones, diré que la libido debe ser entendida como la energía sexual-vital que es descargada y reutilizada de diferentes maneras. El sexo es una forma de manejo de esa energía vital, no la única y el witz puede actuar como conducto tanto de ésta forma libidinal como de otras.
El chiste se asemeja al sueño debido a su relación con los procesos inconcientes, por la contracción y brevedad y por la revelación de cierto sinsentido que funciona como eje fundamental de estos fenómenos. La cita de Polonio, personaje de la obra Hamlet, elegida por Freud, apunta en esta dirección: “La brevedad es el alma del ingenio”

[9]. Estas estocadas de incongruencia se vuelven tan potentes que revelan lo que subyace en la mente humana – en un contexto histórico y social determinado – de manera que si fueran tratadas de otra forma, no tendría la misma aceptación ni las mismas posibilidades de llegar a un Otro que, se entiende, pueda decodificar el mensaje y de esta manera brindar sentido al chiste. Esta conexión entre lo inconciente y lo conciente se realiza a través de la expresión más común de lo inesperado: la risa.
Para Freud, estos puentes entre el mundo-inconciente/mundo-conciente toman diferentes formas dentro de una jerarquía de lo cómico que podemos señalar de la siguiente manera:

1) Humor (lo sublime)
2) Cómico (lo conciente)
3) Witz (lo inconciente)

El humor tiende a ser entonces el grado de expresión/liberación más sublime de aquello que se reprime, y por lo tanto se constituye como el más difícil de alcanzar, ya que implica una compleja utilización de relaciones y el entendimiento de ciertas cuestiones, además de la posibilidad de ejercerlo sin correr riesgos como la censura, en la forma que sea:


El placer del chiste nos pareció surgir de un gasto de inhibición ahorrado; el de la comicidad, de un gasto de representación (investidura) ahorrado, y el del humor, de un gasto de sentimiento ahorrado. En esas tres modalidades de trabajo de nuestro aparato anímico, el placer proviene de un ahorro; las tres coinciden en recuperar desde la actividad anímica un placer que, en verdad, sólo se ha perdido por el propio desarrollo de esa actividad.

[10]


La conclusión final en Freud termina siendo tan amarga y melancólica como la de Bergson, incluso en algún sentido reaccionaria: el humor en sus variantes – ingenuidad, pantomima, travestismo, humor negro, picaresca), es el constante ejercicio parcial y brevemente exitoso por volver a un estado de alegría cuasi permanente – menos costosa desde el punto de vista del gasto de energía psíquica -; la niñez:


(…) la euforia que aspiramos a alcanzar por estos caminos no es otra cosa que el talante de una época de la vida que solíamos arrostrar nuestro trabajo psíquico en general con escaso gasto: el talante de nuestra infancia, en la que no teníamos noticia de lo cómico, no éramos capaces de chiste y no nos hacía falta el humor para sentirnos dichosos en la vida.

[11]


Podemos encontrar en Berger otra crítica hacia el trabajo de Freud:


La experiencia cómica ofrece, ya en los niños, una liberación de la tiranía del principio de realidad, una liberación de la razón para acceder a una zona particular de libertad. Freud lo apreció muy acertadamente. Sin embargo, debido a su preocupación por los mecanismos de lo que él concebía como el inconsciente (un ente irracional por excelencia), no supo apreciar que la experiencia cómica tiene una función cognoscitiva o intelectual de una importancia crucial. Esta función depende de la capacidad de pensar en más de una dimensión. Evidentemente, ésta resulta particularmente visible en el ingenio, la forma más intelectual el humor, pero también está presente siempre, al menos de manera potencial, en todas las manifestaciones de lo cómico

[12].

Unos 22 años después, en 1927, Freud escribió un breve artículo titulado El Humor – Der Humor – y que fue leído por su hija Anna en el 10° Congreso Psicoanalítico Internacional en Innsbruck, donde retomó la cuestión del humor pero bajo una perspectiva positiva, revelando una faceta más amable del superyó, proponiendo que la faceta negativa más clásica bajo la cual ha sido tradicionalmente presentado no era ni absoluta ni final. El humor adquiere entonces los necesitados rasgos restitutivos para el yo:


El humor no es resignado, es opositor; no sólo significa el triunfo del yo, sino también el del principio de placer, capaz de afirmarse aquí a pesar de lo desfavorable de las circunstancias reales.
[13]


Y concluye:

(…) la broma que constituye al humor no es lo esencial; sólo tiene el valor de una muestra. Lo esencial es el propósito que el humor realiza, ya se afirme en la persona propia o en una ajena, Quiere decir “Véanlo: ese es el mundo que parece tan peligroso. ¡Un juego de niños, bueno nada más que para bromear sobre él!” (…) no todos los hombres son capaces de la actitud humorística; es un don precioso y raro, muchos son hasta incapaces de gozar del placer humorístico que se les ofrece (…) si mediante el humor el superyó quiere consolar al yo y ponerlo a salvo del sufrimiento, no contradice con ello su descendencia de la instancia parental.

[14]


El carácter avallasador del superyó deviene contestatario contra un mundo que se presenta tiranizante y lesionador del yo propio y ajeno. Es mediante esta actitud - si se quiere blasfema - que el sinsentido del humor se propone como mecanismo amortiguador e incluso potencialmente constituyente de un mundo diferente y mejor. Si el sentido común es monopolio del Mundo, un contrasentido humorístico es una forma agresiva y efectiva de enfrentarlo. En este juego de espejos se pone en duda qué tiene sentido y qué no. Siempre conviene tener en cuenta, como aclara Freud, que la falta generalizada de sentido del humor en el mundo hace que esta tarea sea, no digamos imposible, aunque sí harto difícil.


BERGER Y LA REDENCIÓN HUMANA

En Risa Redentora, un trabajo de 1997, Peter Berger retoma el estudio de la cuestión cómica, pero esta vez el autor propone llevar la risa a un nivel trascendental: Berger nos habla de la dimensión cómica de la experiencia humana. Si bien el autor nos explica que su perspectiva no responde estrictamente a una disciplina particular, la proyección que hace del tema está sin duda íntimamente ligada a la filosofía, aunque no exclusivamente, ya que encontramos tramas tan diversas como las de Bergson, Freud, Schultz, Pascal, Plessner, y escritores y humoristas de diferentes épocas y diferentes estilos. Este gran mosaico erudito enriquece el trabajo de Berger, quien intenta captar la atención de lector enfocando y relacionando los diferentes circuitos que recorre la comicidad con una línea interpretativa propia y heterodoxa. De entrada, el planteo de la tesis del autor se hace explícito:


(…) el humor es una constante antropológica y es históricamente relativo.

[15]


Es decir, el humor existe en todas las culturas, pero no todas las culturas encuentran cómicas las mismas cosas. Esto se debe a que el humor es la experiencia subjetiva de aquello que forma el aspecto objetivo, es decir, lo cómico. Es éste último factor el que presenta, en última instancia, la promesa de redención. Pero no nos adelantemos, primera hay algunas otras cuestiones que analizar con respecto a la tesis de Berger.

Algo que le preocupa al autor es cómo aproximarse al humor. Se cita el párrafo final de La Risa de Bergson, como indicador de los riesgos que se corren al tratar el tema. Hay que poner entonces algunas cosas en claro:
1- Lo cómico es inmoral, está por sobre el bien y el mal. Lo bueno y lo malo – dimensiones éticas – de lo cómico están dados en todo caso por el uso y la intención de la comicidad.
2- Lo cómico no puede ser indagado en forma directa, pues se disolvería. Conviene adoptar una estrategia barroca, es decir, una aproximación en círculo.
3- El chiste es una experiencia social y colectiva, requiere de una interacción (aquí se retoma la tesis de Bergson).
4- Lo cómico tiene un origen dionisiaco. Actúa como disruptor de la realidad “seria”, por lo que hay que contenerlo dentro de formas más aceptables, como el teatro.

Estos puntos funcionan como ejes importantes en el desarrollo de la tesis de Berger. El autor procede entonces a situar las dimensiones del humor a lo largo de un desarrollo histórico – principalmente occidental -, donde vemos cómo en la Antigüedad Clásica y la Edad Media existía una percepción negativa de la risa y lo cómico era encarado desde una perspectiva ética y moral En la Modernidad se produce un giro epistemológico sobre lo cómico, donde lo que interesa es saber qué cosa entra dentro del término y qué cosa no. Es en este momento donde se producen gran cantidad de obras humorísticas en Europa
Lo cómico está íntimamente ligado a las redes que construyen los sujetos en una sociedad y que a su vez los dota de una serie de códigos y reglas que permiten el acatamiento de una concepción más o menos establecida del mundo, que a su vez incluye la posibilidad de la construcción de un contrasentido que devenga subversivo del orden establecido. No hay que subestimar la importancia de la contribución del humor a la formación identitaria: lo cómico define límites entre los grupos, incluye y excluye a la vez. Esta “cultura de lo cómico” es más fuerte en algunos casos que en otros, merced a la experiencia brindada por el devenir histórico

[16]. El humor judío es un buen ejemplo de esto último, tanto que ha superado sus propias fronteras y se designa hoy como una marca identitaria más fuerte que el aspecto de la soberanía territorial, lo que le ha servido para integrarse al corpus humorístico de otras sociedades que muchas veces – lamentablemente – han estado más dispuestas a aceptar los chistes judíos que a los propios judíos. Esto último refuerza a la comicidad como verdadero ejercicio perceptivo de la dimensión de la experiencia vital humana.
Estas experiencias comunes sirven a Berger para proponer dotar a lo cómico de una capacidad cognoscitiva de la experiencia, ya que remite a la existencia objetiva de una realidad. El juego entre lo congruente y lo incongruente revela la naturaleza ordenadora del hombre frente a un universo que no está ordenado. He aquí una discrepancia cómica entre el hombre y el Universo:


(…) lo cómico es en el fondo una búsqueda de orden en un mundo desordenado.

[17]


Y también

(…) ¿Incongruencia entre qué y qué? En principio, cualquier incongruencia se puede percibir como cómica: entre lo vivo y lo mecánico (como propuso Bergson), entre las exigencias del moralismo censor y los impulsos ciegos de nuestra naturaleza libidinosa (el punto de vista freudiano), entre las pretensiones de la autoridad política y su falibilidad subyacente (pasto de muchas sátiras), etcétera. Una vez más lo que se percibe como incongruente en una situación puede no ser percibido de igual modo en otra.

[18]


Las propiedades cognoscitivas del humor no sólo existen en estas dimensiones cósmicas, sino que remiten directamente al cuerpo como Ser, y viceversa. La risa y el llanto son el ejercicio radical de ser en el cuerpo. Basándose en las tesis de Plessner (perspectiva antropológica) y Pascal (perspectiva ontológica), Berger afirma que estas acciones, por su naturaleza incontrolable como fenómeno físico y psíquico a la vez, vienen a revelar la dualidad mente cuerpo

[19]


Sólo el ser humano pertenece a diversos niveles del ser y esta experiencia múltiple de la realidad constituye la base de la percepción cómica.

[20]


Al parecer, siempre se trata de un juego dual: mente/cuerpo, hombre/Universo. En este movimiento pendular se desarrolla el perfil cómico del devenir humano. Berger cree que la resignificación humorística de la experiencia objetiva acerca lo cómico a la experiencia religiosa. Dado que el humor implica un desplazamiento de lo real, al igual que lo religioso, muestra la posibilidad del infinito más allá de las realidades finitas que suelen imponerse como sentido. La figura del necio – con Don Quijote como su epítome – termina por ser más certera que la de cualquier perfecto racionalista, pues es en el absurdo del planteo quijotesco donde se ponen a prueba las limitaciones de lo real como apenas una porción de las posibilidades de la experiencia, pero cuyo engaño consiste en presentarse como lo Uno, una parcialidad absoluta y absolutista. El buscar la máscara dentro de la máscara, como un juego de cajas chinas o mamushkas, es el camino que conviene seguir si es que uno quiere experimentar una forma de libertad más radical que la que se nos suele ofrecer. Esto, claro está, implica un salto de fe, una jugada arriesgada para la que Berger encuentra en el ejercicio del humor la herramienta indicada y potencialmente constitutiva de un nuevo hombre que sepa reír para conocer, y conocer para ser feliz. De ahí su redención, pues desde algo tan pequeño y cotidiano como el humor, se llega a un nivel de conciencia despojada de los velos que la realidad impone mediante la extorsión diaria de presentar la vida naturalizada en tan solo una de sus formas, que no suele ser la más afortunada.
El mérito de la tesis Berger reside en la búsqueda de una proyección positiva de la cuestión cómica a diferencia de los trabajos anteriores donde se nos deja un gusto amargo antes que vital. Ciertamente la vida suele ser impiadosa, y es justamente por eso que la búsqueda de otras formas de entender nuestra existencia resulta tan valiosa como necesaria. El error de Berger – me atrevo a decir – consiste en tener que apelar a un perfil trascendental-religioso para poder darle un impulso legitimador a su propuesta. Esto conduce a un doble error: por un lado, la contradicción entre el seguimiento que el autor hacer acerca de cómo se construye el mundo cómico y la posterior dimensión trascendental que le adjudica; por otro lado, desperdicia la oportunidad de darle otro giro a lo que Schultz denomina parcelas finitas de significado. Ambos puntos son el resultado – y aquí es donde disiento con el autor – de la perspectiva de Berger donde la religión, no como dogma sino más bien como forma y posibilidad de percepción del mundo y de obtención de conocimiento, es clave para la redención humana. El problema está dado justamente en la lógica del pensamiento religioso, es decir el sentido trascendente adjudicado a la existencia.
Si hay algo que el humor y la comicidad no son, es ser trascendentes. Como el mismo autor afirma, la risa tiene un origen dionisiaco. La radicalidad de este conjunto de factores reside en su inmanencia salvaje, aún en sus formas más refinadas. Si se está dispuesto a descartar como falacia la tramposa herencia cartesiana acerca de la dualidad mente/cuerpo, veremos entonces que el ejercicio de la risotada nos reafirma como cuerpos, enfatiza la potencia de la experiencia somática como aquello que nos compone y nos hacer ser.
Por otra parte, la posibilidad de quebrar el juego de imposiciones a los que puede responder el esquema de Schultz – no es un ataque a su autor, sino la referencia a una de las funciones posibles de la idea -, es decir aquel que es utilizado por el Mundo como sistema de imposición de una realidad, puede buscarse como lo hace Berger en su respuesta de redención trascendental – al menos en su escala última –, corriendo el riesgo de quedar aún más atrapados por la realidad al intentar escapar de ella en una dirección que apunte hacia arriba. Es decir, el Mundo siempre está preparado para jalarnos de los tobillos hacia abajo cuando nota que empezamos a volar muy alto.
La respuesta que se me ocurre consiste en lo siguiente: el que estas parcelas de sentido sean finitas, implica que tienen un límite donde se encuentra con otra parcela y así. Antes que escapar hacia arriba, propongo buscar en las brechas que existen entre parcela y parcela – dado que son de sentido, podemos suponer que existe algo de distancia entre una y otra -, es decir: se mantiene el plano original de Schultz, pero se lo resignifica a través de la búsqueda de la verdad a través de sus múltiples posibilidades – aunque no necesariamente infinitas – con la esperanza inmanente de que en la brecha esté la Verdad, incluso hasta considerar que la brecha misma pueda ser la Verdad. El humor ha demostrado constituirse en una manera más efectiva que otras para este fin, ya que, después de todo, ¿no es el humor el que nos reivindica como seres sensibles y conscientes? ¿No es la comicidad una “constante antropológica e históricamente relativa”? Sin duda hay otros factores que entran en esta categoría, pero la radicalidad del humor y sus posibilidades de constituirse como base de nuevas y mejores formas de conocimiento – y en esto sí estoy de acuerdo con Berger – lo pone en un lugar especial. Puedo pensar en otro factor tan potente como el humor, y con el cual éste último está relacionado: el amor. La búsqueda de una respuesta entre estos factores nos aleja de la melancolía y ya nos pone en otra posición para seguir pensado y también, por qué no, riendo.

Pablo Turnes


BIBLIOGRAFÍA

· BERGER, PETER. Risa Redentora. La dimensión cómica de la experiencia humana, Editorial Kairós, Barcelona, 1999.

· BERGSON, HENRI. La Risa, Losada, Buenos Aires, 2003.

· FREUD, SIGMUND. “El chiste y su relación con lo inconciente” en Obras Completas Tomo VIII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2004. “El Humor”, en Obras Completas Tomo XXI, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1979.

Referencias

[1] Henri Bergson, La Risa, Losada, Buenos Aires, 2003.
[2] Sigmund Freud, “El chiste y su relación con lo inconciente” en Obras Completas Tomo VIII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2004.
[3] Peter Berger, Risa Redentora. La dimensión cómica de la experiencia humana, Kairós, Barcelona, 1999.
[4] Oscar Wilde, “El Abanico de Lady Windermere” y “La Importancia de Llamarse Ernesto”, en Obras Completas, Aguilar, Madrid, 1981.
[5] Wilde y su arquetipo (a menudo la misma cosa), han sido reivindicados por la cultura gay, convirtiéndose en estereotipo del homosexual de clase alta – aunque no necesariamente – con cierto porte aristocrático, un humor ácido y una mirada cínica e inmoral sobre el mundo, complementada por el buen gusto personal como declaración de desprecio ante la vulgaridad de los demás. Un personajillo cruel en sus juicios, y, en última instancia, triste y solitario.
[6] Henri Bergson, op. cit. pp. 151-152.
[7] Ibid, pp. 146-147.
[8] Peter Berger, op. cit. pág. 104.
[9] "Brevity is the soul of wit". Sigmund Freud, op. cit.
[10] Sigmund Freud, op. cit, pág. 223. Las cursivas corresponden al autor.
[11] Ibíd., pág. 223.
[12] Peter Berger, op. cit., pág. 115.
[13] Sigmund Freud, “El Humor”, en Obras Completas Tomo XXI, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1979, pp. 158 – 159.
[14] Ibíd., pp. 161 – 162.
[15] Peter Berger, op. cit., pág. 11.
[16] Ibíd., pp. 124 – 125.
[17] Ibíd., pp. 77-78.
[18] Ibíd., pág. 328. Las cursivas son del autor.
[19] Ibíd., pág. 91.
[20] Ibíd., pág. 93.

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