Reconstrucción de un escritor espectral (reseña)


Marian Fiszman Pablo Ingberg compilan textos que permiten un rescate de Néstor Sánchez

Por Gustavo Pablos
A 11 años de su muerte, un nuevo libro se suma al rescate de Néstor Sánchez, el autor que produjo un cimbronazo en la década de 1960 con Nosotros dos, Siberia blues y El amhor, los orsinis y la muerte, sus tres primeras novelas, donde desplegaba una narrativa “poemática” bajo el influyo del jazz o del tango, y pensada con la convicción de que “no hay que escribir nada que pueda contarse por teléfono”. Unos años después, ya en Europa y tras el reconocimiento de autores tan diversos como Julio Cortázar, Severo Sarduy y Augusto Roa Bastos, le seguiría Cómico de la lengua. Sánchez ingresaría luego en un cono de sombra del que sólo saldría intermitentemente en las décadas siguientes.
Visiones de Sánchez fue publicado por La Comarca Libros, dirigida por su hijo, Claudio Sánchez (que también editó Ojos de rapiña y Solos de Remington, dos antologías con textos inéditos o imposibles de conseguir). El libro reúne 15 textos de amigos y escritores que lo frecuentaron: Ruy Rodríguez, Rodolfo Alonso, Germán García, Luisa Valenzuela, Ernesto Ayala-Dip, Albert Bensoussan, Liliana Guaragno, Carlos Riccardo, Pablo Ingberg y Roberto Raschella, entre otros. La compilación estuvo a cargo de Mariano Fiszman y Pablo Ingberg, quienes aseguran que el proyecto, reunido originalmente en el sitio visionesdesanchez.blogspot.com, surgió para “mantener encendida esa llama que tanto nos había iluminado y que parecía correr el riesgo de extinguirse”.
Su vida de trashumante y por momentos de vagabundo lo llevó desde su Buenos Aires natal a Barcelona, Caracas, París y diversas ciudades de Estados Unidos. Pero ese itinerario vital y geográfico sólo dice algo si se complementa con detalles de su vida profesional, desde el hecho de haber sido lector de la prestigiosa editorial Gallimard en Francia hasta vivir como homeless en Estados Unidos durante varios años, pasando por su dedicación a las filosofías orientales y a las enseñanzas espirituales de Gurdjieff.
Los autores de los textos, sin complacencias ni rápidas adulaciones, poniendo cada uno el acento donde creen que corresponde, comentan sobre diversos aspectos: las virtudes que encontraron en su obra, las diversas formas de amistad que cultivó y su singular visión de la literatura. El conjunto traza, además, un mapa ligero y ambiental de una Buenos Aires ya lejana, con sus bares y sus clásicos espacios de encuentro, sin que falten, por supuesto, referencias a sus años en Europa, donde ya entrada la década de 1970 inicia un largo silencio que recién rompería cuando, ya de vuelta en el país, publica La condición efímera, su último libro.
“Néstor era la chispa. La fogata la armábamos entre todos y nos brindaba un calor amable, por momentos. Después crepitaba”, dice Luisa Valenzuela sobre su amigo. Los testimonios coinciden en esa época en que Sánchez empieza a apagarse y termina sus días sin el brillo y el ánimo polémico que lo habían caracterizado, en gran parte asediado y limitado por lo que él mismo denominaba “toques”, esos estados que lo alejaban de su entorno y quizás también de una escritura decididamente personal e innovadora.


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