Reseña Descartes 15/16. El análisis en la cultura (julio 1997).-Fernando Tarrago. FRD#30años

En la revista Descartes N° 15/16, Germán García escribe su nota editorial con un epígrafe de Oscar Masotta “lo serio del hombre consiste en que el hombre está estructurado como un chiste”. Un pase de taquito para hallar en la sección Anudaciones, un texto de Raymond Queneau titulado Comprender la locura. Para lectores no-incautos, tanto el titulo como el texto gozan de un sentido peyorativo. Luego de las enseñanzas de Lacan a partir del seminario sobre las psicosis y las criticas fuertes a la comprensión jasperiana, no queda otra que no leer. A este lector no-incauto no le hace falta leer el texto: ya lo sabe de antemano. Pero la tesis de este comentario será justamente la contraria. Posicionarse en incauto y prestarse a la vida del texto, quizás ahí se encuentre un placer, un goce siempre nuevo.
Comprender la locura podría ser un capítulo o comentario de esa obra que Raymond Queneau se propone llevar a cabo bajo el título: En los confines de las tinieblas. Los locos literarios. Obra de los años 30 que presenta una clasificación extraordinaria: Crear un género por fuera de las clasificaciones prestablecidas, que bajo el mismo género y en condiciones específicas, se alojen determinadas singularidades conjugando el grupo de los “locos literarios”. Esa obra no consiguió ser publicada hasta muchos años después, cuando R. Queneau ya contaba con la fama y cierto respaldo del establishment literario, posterior a su muerte.
La posición del incauto hace que surjan varias sorpresas al leer el texto: ¿En qué otra parte he leído un cuento que se proponía una clasificación alocada como esa? Si, una pista estará en las Palabras y las cosas de Michel Foucault, voy a ese texto y aparece el hallazgo: Jorge Luis Borges y El idioma analítico de John Wilkins, enciclopedias y clasificaciones disparatadas que crean mundos como sujetos a los cuales se aplican estas clasificaciones, nunca del todo consistentes, nunca del todo cerradas y homogéneas. Concluyo: Borges se toma en serio a Queneau y viceversa. Crean unos sujetos singulares totalmente inclasificables, despertando y potenciando a la lengua y sus posibilidades. Quien sino Borges como miembro más de ese taller literario  OULIPO.
Comprender la locura: nunca más clara las resonancias con ese escrito de Lacan titulado Acerca de la causalidad psíquica de 1946. Quien escribirá: “Emprendemos este camino para estudiar las significaciones de la locura, como nos invitan a hacerlo los modos originales que muestra el lenguaje, esas alusiones verbales, esas relaciones cabalísticas, esos juegos de homonimias, esos retruécanos que han cautivado el examen de Giraud, y diré ese acento de singularidad cuya resonancia necesitamos oír en una palabra para detectar el delirio, esa trasfiguración del termino en la intención inefable, esa fijación de la idea en el semantema (que tiende aquí, precisamente, a degradarse en signo), esos híbridos del vocabulario, ese cáncer verbal del neologismo, ese naufragio de la sintaxis, esa duplicidad de la enunciación, pero también esa coherencia que equivale a una lógica, esa característica que marca, desde la unidad de un estilo hasta las estereotipias, cada forma de delirio, todo aquello por lo que el alienado se comunica con nosotros a través del habla o de la pluma”. Imagino esa otra interlocución, entre Lacan y Queneau, en el marco del memorable Seminario de Kojeve, en París, sobre Hegel, durante años anteriores a la hechura de esa frase sobre la locura: “Lejos de ser un insulto para la libertad, es su más fiel compañera; sigue como una sombra su movimiento”. La locura como esa forma humana, demasiado humana de habitar una lengua sin los prejuicios de las clases y los déficits ante la norma.
Locos literarios: no será un insulto, quizás podrá ser una ironía. El psicoanálisis no será nunca una religión, tampoco una ciencia, menos operará inventando nuevas perversiones. ¿Qué tradición a aquellos que escriben en este campo? En palabras de Jacques Lacan “En cambio, en su terreno, el análisis se distingue por la extraordinaria capacidad de desatino y confusión que convierte a su literatura en algo ante lo cual no hará falta, les aseguro, mucha distancia para hacerla entrar toda entera bajo el encabezamiento de los locos literarios”. Tradición inventada por Queneau.


1 comentario:

Andrea Buscaldi dijo...

Sobre Los locos literarios es la conferencia que el narrador de Miserere da en la clínica de Brodsky, su amigo. Para la ocasión, mete de contrabando a Queneau apelando a la autoridad de Borges, "palabra santa entre los profesionales", vía "El idioma analítico de John Wilkins", por sobre Kójeve y Hegel. Sobre los locos: "...los nombramos de lejos con la palabra locura, como si entráramos en contacto, mediante una caña larga, con esa cosa cuyo estasis termina por ser un flujo regular de palabras que provoca la mayor inquietud". Esta es la resonancia que me despertó la atenta reseña de Fernado Tarrago.