Freud, delitos y delincuentes.

“Comentario sobre una nota aparecida en diario Clarín el pasado 31 de enero de 2011, en particular sobre la forma en que fue titulada”. La rotura de la PC que tomo de rehén lo escrito por unos cuantos días “justifica” su retraso.
“Ni la exclusión social ni la desigualdad justifican la opción del delito”
Con este título se publicaba una nota en el diario clarín. Luego, también extractada de la nota, el subtítulo siguiente: "No nos sirven del todo las ideas de Freud, hoy hay formas de delincuencia indiferentes a la culpa."

Sabemos que los entrevistados no titulan sus notas y que muchas veces no aprobarían los títulos con que son publicadas sus opiniones, en esta nota además el entrevistador vierte las propias que por momentos se confunden con las del entrevistado. Para el caso el uso del verbo justificar, que no enlaza de forma causal dos enunciados, usado como mecanismo por la neurosis para explicar actos realizados cuyas determinaciones se desconocen, es cuanto menos problemático. Si, apoyados en lo referido al acto analítico, explicitamos un poco mas lo condensado es esa especie de sofisma, podríamos continuarlo así; hay en todo acto una dimensión de indeterminación de los datos que no permite determinar la conclusión a partir de ellos, si no es por el agregado de un plus, algo del orden de la elección que aporta lo que falta a los datos iniciales y que podemos llamar, sin forzar demasiado las cosas, un sujeto tal como lo desprende Jacques Lacan de la experiencia freudiana. El a priori con que el autor precede a la conclusión, y que el editor omite en el desplazamiento a título, y el es evidente que antecede a exclusión social, también omitido, modalizarían la frase en una mejor dirección. Los datos iniciales exclusión social y desigualdad, como ningún otro dato, la riqueza por ejemplo, no justifican ningún acto posterior, ni la opción por el delito ni ninguna otra opción. La forma de la universal negativa, vacía de todo elemento, puesto que nada justifica nada, al ejemplificar con una particular cualquiera, algo que no ocurre en ningún caso, de todos modos produce un determinado efecto, distinto a si se hubiera usado como ejemplo la riqueza u otra cosa, tampoco determinen nada. Aunque de estructura distinta, vale la pena recordar un ejemplo del gusto de Freud: Se castiga igual a quien dice “el que diga que el rey es un asno, tendrá que vérselas conmigo”. Imaginemos como titularía el editor en cuestión.

La construcción del concepto de inseguridad directamente relacionado al delito, su función actual en las campañas electorales de la región, y en el combate mediático local, la forma en que crea una “sensación” sin relación con los datos “reales” (dejemos por el momento la supuesta realidad de los datos estadísticos) hace que su vinculación con otros conceptos: exclusión social y desigualdad, educación, psicología, biología, etc. determine campos y modos de intervención, además de asignación de recursos (según se privilegio uno u otro, planes sociales, recursos educativos, escuadrones de psicólogos, etc.). El que lo enlaza a la exclusión social y a la desigualdad, no me parece peor que el que lo une a la educación, y seguramente mejor que el que lo une a una psicología, con la psicopatología implícita en esta vinculación. Si, según vimos, la teoría del sujeto en el psicoanálisis impide justificar, y siendo justos con el entrevistado le restituimos su a priori, una elección por las condiciones iniciales, no objeta, como tampoco confirma esta puesta en relación. Más allá de lo que el psicoanálisis puede enriquecerse con la criminología y de lo que puede iluminar a ésta: ¿Porqué sería el encargado de objetar o ratificar una la relación entre delito y exclusión social, que por otro lado puede tener su validez por ejemplo en el campo de la sociología? Ubicar en nombre del psicoanálisis, el delito fuera del conflicto social y unirlo ya sea a oscuras fuerzas que la modernidad, la ciencia, etc. han generado por “corromper” las brújulas ancestrales como el padre; a accidentes en las relaciones tempranas con la madre con cuadros los psicopatológicos correspondientes; o a la supuesta des-culpabilizada época actual. ¿Permiten Justificar mejor, el mencionado delito?

Si dejamos el título y pasamos al subtítulo la cosa se complica mas aun, el psicoanálisis es anacrónico para dar cuenta del estado de cosas actual.

“No nos sirven del todo las ideas de Freud. Hoy hay formas de delincuencia indiferentes a la culpa” subtitula. Según el “hoy”, con el que se intenta separar de un envejecimiento, por otro lado real de algunas referencias teóricas de Freud, el “ayer”, de Freud, tendría: primero, una teoría sobre la delincuencia y luego su concepto central sería la noción de culpa, cuya declinación actual haría anacrónicas “las ideas de Freud” ¿Cuáles? ¿Todas en una bolsa? ¿También las que permitieron plantear un sujeto como el que mencionamos mas arriba? Pero suspendamos un momento nuestra limpieza y veamos, antes de tirar nada, algo más de lo que dijo Freud.

Freud y el delito por culpa y sin culpa
Freud avanzada su obra teorizó y correlacionó de manera inversa el sentimiento de culpa y el desarrollo cultural, el primero como el precio pagado por el segundo. Mucho antes de que establezca la segunda tópica y su gran novedad, el superyo, aparecen referencias a su funcionamiento, y la presencia de una instancia martirizadora de auto-reproche está presente desde los comienzos de su clínica, pero es explícita su referencia a ésta problemática en el texto de 1916 mencionado en la nota. En éste breve texto, en el último de sus tres apartados de solo dos páginas, dice que entre sus pacientes algunos en su juventud han cometido ciertas acciones prohibidas, latrocinios, incendios, o cosas así, (ayer, defecar en una escuela frente al busto de Sarmiento, hoy, romper el busto de Ronald Mac Donnald). Lo que se puede pensar como sintomático imaginando un poco el perfil de los pacientes de Freud. Y luego dice que, si antes pensaba que era por debilidad de la moralidad adolescente, ya que la moral tendría una génesis evolutiva de menor a mayor, ahora, y con la aparición además de pacientes que en su tratamiento actual tienen un comportamiento parecido, reubica estos fenómenos en relación a la culpa, y establece la conocida fórmula en la que invierte la secuencia convencional delito-culpa. Para estos casos, primero la culpa después el delito, y el castigo calmando la primera, mencionando además en el párrafo siguiente que eso ya estaba en Nietzsche en los aforismos de Zaratustra. Por su parte Lacan ubica lo que propone como paranoia de autopunición en relación a éstos, proponiendo a los ya establecidos en ese momento, crímenes del yo y crímenes del ello, los crímenes del superyo.

Pero volviendo a Freud, también en el mismo artículo dice que hay otros que delinquen sin tener culpa. No dice ahí que estén fuera del Edipo ni de la néurosis, sino que, o no tienen inhibiciones morales o, y esto hay que ponerlo en correlación con el primer artículo de la serie titulado “las excepciones”, porque en su lucha contra la sociedad se creen “justificados” en sus actos. Interesante idea para pensar, la relación delito exclusión social, el sujeto y el Otro, que con el agregado de un se creen hace de la justificación algo sobre lo que operar.

Si ampliamos un poco esta separación de los campos propuesta por Freud con conceptos de los que dispondrá unos años más adelante, donde el funcionamiento descripto será teorizado con la noción de superyó, mencionando ejemplos de los trabajos de uno de sus discípulos a los que más interesó dicha noción, F. Alexander; los que podemos llamar crímenes para calmar la severidad de superyó pueden corresponder a niños criados con el máximo amor, excesiva bondad de los padres que impide orientar la agresión hacía otro lugar que no sea el yo propio. Una educación demasiado permisiva podría dar un superyó severísimo, y una educación muy severa un superyó más pacífico. Éste no espeja al padre, puede ser su reverso, pero tampoco es independiente de él, paradojas freudianas. Del otro lado la niñez desamparada, por lo menos la de los años de la experiencia de Aichhorn, parece no encontrarse con éste problema de tensión entre yo y superyó y los impulsos agresivos pueden dirigirse hacia afuera y si delinquen no se puede achacar demasiado a la culpa del superyó. Seguramente hoy no se trata de orfanatos sino, retomando los términos de la nota, de la vulnerabilidad de una clase social, lo que no excluye, y hasta puede propiciar como compensación, para el caso de las madres adolescentes, un excesivo amor por un hijo. Como se ve la cosa tiene distintas aristas pero, coincidiendo con el entrevistado, aunque no tanto con su “hoy”, puesto que tampoco lo fue “ayer”, no parece una buena idea buscar a los que delinquen por conciencia de culpa de Freud entre los llamados jóvenes chorros. Agrego que, mas allá de algún señalamiento sobre el efecto que produce la forma de presentación de la nota, o alguna ampliación que creo útil para el caso, considero muy saludable la idea de sacudir y debatir algunas ideas cuya cristalización y repetición automática les ha quitado su efecto.

Lacan-Freud la ley y el amor.
La fórmula lacaniana madre enloquecedora, estragante, ley del padre normalizante ha tenido mucho éxito no solo en sectores “psí”, sino también en jueces, maestros, madres desesperadas, y todo lo que quieran. Se la puede encontrar detrás de muchas de las intervenciones producidas en campos como el social (llamo así al de los psicólogos y t. sociales que operan con niñez y adolescencia en riesgo ó en conflicto con la ley), educacional, judicial (los jueces siempre esperando la ansiada internalización de la ley, es una forma muy ilustrativa de cómo abordan la problemática) Etc. Pero no tuvo el mismo éxito la parte en la que Lacan, se saca buena parte de eso de encima. Pero, y acá seguimos al entrevistado, la ley aludida no se refiere a la ley jurídica, la del control social, que burlan sin que esto implique ninguna psicosis. Siempre me gustó el cruce que, bajo el efecto del chiste, producía el proverbio de un reconocido psicoanalista, muy acorde a ésta ocasión: “Si nos guiamos por los enunciados pronunciados por los agentes, un lugar como la cárcel está llena de inocentes, me culpan por algo que no hice, y un bar de borrachos de culpables, ella me dejó por mi culpa”. Variedad de leyes y culpas a las que el autor del artículo refiere.

Pero volviendo a Freud, las referencias a la culpa en el artículo citado en la nota se relacionan al incesto y al parricidio como leyes de la cultura. Pero cuando unos años después introduce el superyó, con el que da cuenta del sentimiento (consciente-inconsciente tendrá valor diagnóstico de estructura clínica) de culpa, ésta se enlaza al peligro ante la pérdida de amor, primero del Otro externo y luego de interiorizada su instancia, del superyó. Si bien bajo este término Freud subsume lo elaborado por él antes como Ideal del yo en Introducción del Narcisismo y Psicología de las masas, aunque parecen no referirse exactamente a lo mismo y que quizá hace tan paradójico el término (el título del capítulo de su introducción es el superyó y entre paréntesis Ideal del yo). Por su parte Jacques Lacan prefiere mantener separados sus matices un buen tiempo. En un movimiento parecido al de Freud, Lacan en los años 70 retoma la operación de la metáfora de la cuestión preliminar incluyendo el amor, ausente aquella vez, operación tratada ahora en términos de amonedar el nombre del padre.

¿De los ideales que ya no hay?
“Pero ese paradigma freudiano ya no existe, porque las razones sociales y los ideales culturales han perdido fuerza para orientar la vida de las personas”
Seguramente “algunos” ideales han perdido fuerza para orientar y quizá otros la han tomado, Si acordamos, siguiendo a Lacan en la importancia atribuida al establecimiento del narcisismo por parte de Freud, y donde el yo, además de sus funciones de percepción, conciencia, etc. es una imagen libidinizada que nos da placer. Para el tema que nos ocupa, también podemos partir de que Robar da prestigio, (dejémoslo por el momento circunscripto al subgrupo en cuestión, aunque se puede ampliar el espectro sin problemas) sería difícil no considerarlo un ideal, y de los fuertes en los grupos de adolescentes, los que delinquen y hasta los que sin hacerlo se mimetizan con su épica y sus expresiones lingüísticas, consiguen protagonismo y chicas en la esquina, y algunos otros privilegios (dejo sin tomar el caso inverso de pibas chorras, con las mujeres nunca se sabe). Las supuestas caídas del ideal pueden ser exacerbaciones del mismo, por ejemplo en el ideal de post-moderno de no tener ideal. Podemos discutir en otro contexto de que Otro, si es que lo hay, se toma el rasgo del ideal, pero la dialéctica ideal-identificación establecida por Freud puede mantener su interés para el caso. Recordemos que Lacan produjo nuevas lecturas de Psicología de las masas hasta muy avanzada su enseñanza. Por otro lado, además de estos cambios en relación al ideal, también se producen cambios en los vectores en juego en la identifación. El eje vertical de identificación a los adultos ha perdido en relación al horizontal de identificaciones entre adolescentes y hasta invertido su dirección, hoy es el grande el que quiere hacerse el joven y no al revés.
Por último solo señalo que las temáticas adictivas y delictivas muchas veces van asociadas pero no son lo mismo. Según mi experiencia de trabajo con adolescentes en conflicto con la ley penal, el campo del delito adolescente es grupal, la mayoría roba con un “compañero” o varios, lo que quizá no coincida con la soledad del criminal oprimido por su culpa, ni con el goce solitario del toxicómano. Lo mismo para la circulación e intercambio de objetos algalmáticos como zapatillas, que se inicia con el dinero robado. Queda por ver en ese espacio constituido por el lazo social en juego en la problemática delictiva, y presente en la construcción de esa red por fuera del código penal, a la que acertadamente refiere el autor de la nota, las posibilidades de operar.


Gustavo Gonzalez





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