El problema del estatuto del psicoanalista surge cuando hay más oferta que demanda - Elena Levy Yeyati - #FRD30años


1986 - 2016: treinta años de la revista Descartes
En 1986 apareció el primer número de la revista Descartes, incluida entre las revistas del Campo Freudiano. Germán García enuncia la propuesta Descartes como un acto que se autoriza de por sí, como una pregunta por la situación del psicoanálisis que muestra la anterioridad de su respuesta: «Descartes es una decisión que en el mismo momento de preguntar responde a una contingencia: la actualidad del psicoanálisis en nuestro país y en nuestra lengua, su anudación con países de otras lenguas». La publicación en ese número de un episodio “bien francés” a propósito del estatuto del psicoanalista, que se distingue de la situación local, confirma su interés para nosotros. [1]
1984: La formación de los analistas, informe de situación
“Carta sobre el estatuto del psicoanalista” de Jacques-Alain Miller forma parte de la sección dedicada al discurso analítico en el primer número de Descartes. El texto, que surgió en un contexto preciso, enseña algo de su significación en la historia.
En 1984 Le Débat, revista dirigida por el historiador Pierre Nora, publica un insidioso artículo del sociólogo Robert Castel: “Le statut comme analyseur de la situation actuelle de la psychanalyse”, donde hace referencia a la situación de “anomia estructural” de las instituciones psicoanalíticas la cual, según Castel, requeriría un estatuto que reglamente la acreditación de una licencia para practicar. En el mismo número Miller le responde a Castel con una carta titulada “Le statut du psychanaliste”. [2]
En un apretado informe Miller reseña la situación sobre demandas de formación de analistas en distintas partes del mundo. El panorama referido había sido publicado en 1983 en diario El País por el entonces presidente de la IPA, Adam Limentani, quien escribió: «Un problema interno importante con el que nos encontramos actualmente es la disminución de la demanda de psicoanálisis en países tales como Estados Unidos y el crecimiento -realmente explosivo- del interés y la demanda de formación en muchos países de América Latina y de Europa, especialmente Francia, Italia y Alemania. Esta evolución tan contrastante se ha evitado, afortunadamente, por ejemplo, en España, el Reino Unido y algunos países escandinavos... Es una cuestión preocupante, puesto que el incremento de psicoanalistas formados concienzudamente debiera acompañarse de una demanda similar de tratamiento por parte del público…»[3] La IPA advertía que en muchos países existía más oferta que demanda.
En su carta Miller recuerda que en EE.UU y Gran Bretaña, Lacan sólo entró a la Universidad, a través de los departamentos de literatura francesa.[4] Ergo, como parece que allí faltaran candidatos, no se preocupan por reglamentar la práctica. Pero en Francia todo parece indicar que a comienzos de los ’80 se asistía a un “amontonamiento de candidatos”. ¿Por qué? Tras la Segunda Guerra el centro de gravedad de la IPA se desplazó de Europa a EE.UU y con ello se consumó el “olvido de Freud” en nombre de la Segunda tópica. En cambio en Francia, Lacan y su grupo, se ocuparon de hacer sentir su “retorno”. ¿Debe imputarse este éxito explosivo al deseo de Lacan? Tal parece ser la ironía de Miller.
1954-1984: La cuestión murciélago [5]
La “Carta sobre el estatuto del psicoanalista” también enseña algo sobre el modo en que se define el psicoanálisis puro. En el artículo citado, Limentani indicaba el problema de la validación del psicoanálisis por otras ciencias -no tanto por las humanidades, puesto que critica a Lacan el haber reintroducido la filosofía en la teoría psicoanalítica-, sino por «la sociología, la psicología y, especialmente, la biología ». Para desmentir la necesidad de una validación extraterritorial del analista Miller explica la tesis de Lacan que formula lo esencial de un psicoanálisis puro: «le psychanalyste ne s’autorise que de lui-même» (el psicoanalista no se autoriza sino a sí mismo), principio que ordena los estatutos planteados en la Proposición de 1967. Precisamente, la Proposición bien podría ser el estatuto presagiado por Lacan 30 años antes de la carta de Miller, cuando escribía en  “Variantes de la cura tipo”: «…todo reconocimiento del psicoanálisis, lo mismo como profesión que como ciencia, se propone únicamente ocultando un principio de extraterritorialidad…». Posición encubierta de los psicoanalistas que Lacan denuncia como “principio de extraterritorialidad” o “cuestión murciélago” según la cual se espera que la garantía del acto analítico provenga de círculos exteriores a los de su experiencia (humanidades; biología; medicina; etc.).  
Cuando se dice “el psicoanalista no se autoriza sino a sí mismo” hay que percibir que la conjunción adversativa en español (“sino”), negación restrictiva en francés (ne…que”), afirma y niega a la vez un principio del quehacer del analista: “sólo se autoriza a sí mismo” y “no autoriza a otro más”. Este principio se aplica a aquél que ha llegado al término de una experiencia sostenida de comienzo a fin por la transferencia, donde el analista presente, garantiza por su acto que la “asociación libre” no es puro desperdicio. Cuando se cumple el tiempo lógico de la dialéctica de la transferencia (ver, comprender, concluir) y finalmente se llega al vaciamiento del “sujeto supuesto saber” -a la desinvestidura de lo que lo hizo posible-, se produce una torsión intrínseca al completamiento de la operación: el “advenido analista” no tiene ya quien garantice su acto porque la garantía se evaporó. Por lo tanto, “el analista no se autoriza sino a sí mismo” puede entenderse por oposición a “el analista sólo autoriza el trabajo del analizante” (no hay auto-análisis). Pero también significa que el analista -no por autorizar la experiencia analítica- autoriza al analizante a que devenga analista.
2016: la cuestión que hace falta que no cese
En rigor, el estatuto del psicoanalista forma el núcleo duro de la Escuela. Sin embargo, el Proyecto Descartes y su ubicación en la “galaxia lacaniana”, recuerdan que la cuestión murciélago si bien niega la validación del psicoanalista por otras disciplinas, a su vez afirma el múltiple interés de otros discursos en su conexión con el del psicoanálisis. Las consecuencias del incremento de la oferta “psi” en Buenos Aires debe ser analizada. Hoy en nuestros servicios de salud mental, en las universidades, en los diversos sistemas de salud, las explicaciones que se dejaban en manos del psicoanálisis buscan reemplazarse por las de la “neurociencia aplicada”. En el nuevo “régimen” propuesto (si bien aun no impuesto) no se trata de hacer lugar a una pluralidad de voces sino de socavar el mito que hizo que se pudiera decir de Buenos Aires que es “la capital del psicoanálisis”.
Elena Levy Yeyati, octubre 2016




[1] En 2015 se publica en nuestro país Todo el mundo es loco, traducción del Curso de Jacques-Alain Miller dictado en París entre noviembre de 2007 y junio 2008. Con respecto a Buenos Aires Miller dice «Claramente tuve fuertes apegos en esta ciudad, una suerte de capital del psicoanálisis donde aún no existen gran parte de las dificultades y de las luchas a las que nos enfrentamos aquí».


[2] En Francia tales polémicas no han dejado de abatirse como una cacería sobre el psicoanálisis y sus practicantes: que se recuerde, por ejemplo, la enmienda Accoyer de 2003 y las declaraciones públicas que le siguieron, en las que Miller tuvo un protagonismo destacado.

[3] “Los problemas del psicoanálisis” por A. Limentani. Publicado el 24 de julio de 1983. Disponible en: http://elpais.com/diario/1983/07/24/sociedad/427845610_850215.html)

[4] En 1984 todavía no se hablaba del campo de los ‘estudios culturales’, residuo del “posestructuralismo sin cientificismo” en las universidades norteamericanas primero y luego a nivel mundial -Miller dixit tiempo después.

[5] El murciélago será otra publicación creada por Germán García y su Proyecto Descartes que surge en diciembre de 1988.  

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