Miserere o no leer – Roberto Gárriz



Se puede vivir sin leer, por supuesto que se puede.
En el caso de la literatura, tres carillas antes de terminar un libro hay que tomar decisiones. Es como el final de unas vacaciones. Hay que decidir qué hacer cuando llegamos. Si la pasamos mal, hay que llegar cuanto antes y olvidar pronto esos días. Si las vacaciones fueron placenteras, demoramos la llegada todo lo posible. sabemos que el final es inexorable y que ese último tramo tarde o temprano se consumirá casi por sí solo. Y nos preguntamos si vamos a recomendar ese lugar en donde fuimos felices o si nos quedaremos con el secreto.
Ocurre a veces que hemos recomendado un libro y quien recibió nuestro consejo no apreció ese texto tanto como a nosotros nos hubiera resultado pertinente. Y entonces la decepción y la grieta. El otro no entendió nada. Lo zamarreamos, pero cómo. ¿Qué hizo mal? ¿en qué fallamos al recomendarlo? ¿fuimos demasiado entusiastas, contamos demasiado? ¿era mejor guardar el secreto?
Es notable como la crítica de libros, aunque sea favorable, tiende a quitar el entusiasmo sobre lo que intenta elogiar. Lo mismo pasa con las presentaciones de libros. Si se habla demasiado del texto en cuestión, no quedan ganas de leerlo. Si se habla poco, tal vez el futuro lector prevé una historia que luego no se corresponde con la del libro que acaso podría comprar. Y se acerca a la mesa de la librería y se decide por un color, un título enigmático o un autor con muchas consonantes en el apellido.
Con las películas es diferente. La mayoría de los avances despiertan la curiosidad. Cualquier bodrio tiene un adelanto interesante.
Acerca de Miserere: gobierno de Frondizi, el secuestro del jerarca nazi Adolf Eichmann por la Mossad, el asalto al Policlínico Bancario, el asesinato de Norma Mirta Penjerek y la Dolce Vita. Un grupo de jóvenes y el narrador que se mueve con la intuición de que nadie está a salvo. De que no habrá piedad para nadie.

Se puede vivir sin leer, pero para los que leen, hasta leer Miserere, de Germán García, no se puede leer otra cosa.

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