El
número 4 de la Revista Descartes. Del
análisis en la cultura sale en julio de 1988. Es el contexto en que la BIP
–fundada en 1984- se inscribe entre la dispersión
de los grupos analíticos que siguió al encuentro de los analistas argentinos
con Lacan en Caracas en 1980 (no solamente los argentinos, pero especialmente
ellos por la situación política y los debates sobre la posición de los psicoanalistas)
, y también a la disolución de la EFP en 1981, con la consecuente relación que
se estableció entre los grupos caídos de allí con los caídos aquí, aunque en
este último caso bajo la marca de “la atrocidad, la especulación vacía y el
silencio mortificado” (de la introducción de Germán García)
Pero
la ubicación particular de la BIP entre estos grupos se deja leer en este
número, por los siguientes rasgos: en primer lugar, una lectura de la coyuntura
política del psicoanálisis, que es presentada por Germán García en el texto
inicial, y coronada con la publicación de una conferencia pronunciada por
Colette Soler el año anterior sobre el analista y su institución, al final y
precisamente bajo el apartado titulado “Imposiciones”. Particularmente
señalada, la táctica de los viajes (iniciada por Oscar Masotta) y de las
invitaciones, promovía un horizonte estratégico de prestigio y legitimación de
los genuinos (o no) lacanianos. Hay,
además, frente a esta coyuntura, una propuesta: pensar la función del analista,
conjugada con la institución que le corresponde. Según la lectura de Germán
García, hubo una secuencia, seguida por los países que producían saberes:
formación- práctica- difusión, que fue invertida por los países, como el
nuestro, que importaron esos mismos saberes. Entonces, si se había comenzado
por la difusión, se había discutido (y también rivalizado) bastante por el
problema de la práctica, se tornaba imprescindible situar el asunto de la
formación de los analistas.
La
conferencia de Colette Soler oficia entonces de interpretación y brújula. Partiendo
del singular de “el psicoanalista” y “su institución”, más allá de la
dispersión (la elección de esa palabra es suya), se apoyará en el triángulo
asociación- sociedad- escuela, con lo que cada término connota: confraternidad-
saber- formación, para ubicar el problema dentro de un campo: el Campo
Freudiano. No sin pasar por la problemática freudiana del grupo, con el
narcisismo como organizador, y sus efectos de segregación, se dirige a cernir
la particularidad del grupo analítico, que “va del grupúsculo a la
internacional”. Ratificando la observación de Freud sobre los analistas, que no
materializan en sí mismos el modelo de humanidad pretendido para sus
analizantes, conjetura, con Lacan, que eso es un efecto del discurso analítico
mismo. Ve en la historia de escisiones que caracteriza a la institución
analítica, una tendencia disruptiva, desagregativa, que no es ajena a la lógica
de su constitución colectiva. Esta lógica se apoya en la de todo grupo: la
falta de identificación del sujeto que se procura una estabilización mediante el
grupo, pero a la que se agrega la falta de identificación del analista mismo
por no autorizarse en el saber del Otro. Es la fórmula del “se autoriza a sí
mismo”, no por rechazo a la sumisión, sino porque el Otro falta precisamente al
saber. Es lo que le da ex-sistencia, es decir su lugar. Asociarse con otros, a
través de la Escuela, es entonces sostener la paradoja de compartir un saber
que no se puede intercambiar, porque no está inscripto en el Otro. Un saber que
se pone en juego en su operación, o sea, su acto.
En
ese contexto - que en Argentina abriría las puertas al Movimiento hacia la
Escuela y la consecuente fundación de la EOL- la Descartes N° 4, marca un rumbo que fijará la modalidad del
posterior Centro Descartes hasta hoy en día (30 años después): producir saberes
a la vera del camino de la formación, que es responsabilidad de la Escuela.
Lecturas críticas, investigaciones, trabajos de especialistas de otras
disciplinas, invitaciones a analistas de diferentes lugares del mundo, se
encuentran organizados bajo cuatro apartados: Anudaciones, Malestares, Saberes,
Imposiciones. Más allá de la enigmática –para mí- distribución de los trabajos
bajo esos términos, encontré en su lectura una peculiar manera de anudar
malestares con saberes, integrando imposiciones.
2 comentarios:
No hace mucho Germán García recordaba esta frase de Lacan: "He logrado en suma lo que en el campo del comercio ordinario quisieran poder realizar tan fácilmente: con oferta, he creado demanda." De alguna u otra manera, creo que tiene algo que ver con esta inversión de formación, práctica y difusión de la que habla el comentario de Karen Monsalve, y más específicamente con el problema de la formación del analista. Porque la formación de un objeto para el intercambio (siendo que aquel no posee únicamente valor de cambio) es preocupación sólo cuando el mercado capitalista se encuentra en vías de desarrollo. Es entonces cuando la oferta (de un valor de uso además de cambio) debe saber generar demanda, puesto que aún no existe el consumidor y por lo tanto ha de persuadirse a alguien de convertirse en cliente. Pero una vez creado aquel barril sin fondo del consumo (hijo dilecto del capitalismo norteamericano), de lo único que se trata es de saber satisfacer ese unívoco deseo que posee de ser estómago insaciable para el valor de cambio, lo cual queda claro en las publicidades: el tipo no quiere el televisor, sino comprarlo cada vez más barato. De ahí que en el capitalismo avanzado ya no se trate de crear demanda a través de la oferta, porque la demanda es más bien un hecho. Ésta, pues, determina hoy la (forma de la) oferta, y así el consumidor (según Germán García: una persona sin gusto) hace un mundo a su imagen y semejanza. Por eso discutir hoy lo que se ofrece más allá de la demanda, resulta sólo imprescindible a paladares exquisitos.
Maximiliano Fabi
Muy interesante Maximiliano, habría que ver en el época de los "consumidores" que tipo de apuesta tiene que realizar el psicoanálisis.
Claudia C.
Publicar un comentario