Reseña de Descartes 10. El análisis en la cultura (1992) - Andrea Buscaldi- #FRD30años

¡SALUDOS!

   Este año estamos de festejo: el 30 aniversario del Centro Descartes.  Para la ocasión fui invitada a escribir sobre una de sus publicaciones, la Descartes N°10.  Como ya se había anticipado en el primer número, la revista se inicia en el 86’ como parte del por entonces llamado, “Proyecto Descartes”.  Más cerca del amorodio borgiano que de la irresistible admiración de la Ocampo por la antología para amigos, pero por sobretodo, efecto de un deseo que sólo se materializa en la realización de sus actos.  Es cierto, la Descartes no es una revista complaciente y menos con sus lectores: cuesta entrar,  pero también salir, y si te pica el bichito de la curiosidad, salir es entrar a otros textos para volver a la Descartes con ansias renovadas, Porque a sus artículos se les puede aplicar tranquilamente la teoría del iceberg de Hemingway: 10% en la superficie sostenido por un sólido y sumergido 90%.  Así no te hundís.   


TARDAR RÁPIDO

   La Descartes anterior (N° 8/9)  fue publicada en 1991 y está dedicada a La causa freudiana.  Es el resultado del material presentado en el cuarto coloquio Descartes y abre una discusión sobre los modos institucionales del psicoanálisis en nuestro país.  La siguiente Descartes,  para decirlo en términos freudianos, la resignifica, aprés-coup: “Ahora, llegado el número diez se divisa una perspectiva diferente: en vez de buscar un lugar es necesario calcular una articulación.”

CENTRO AL LADO
En el 85’, “la Biblioteca Internacional de Psicoanálisis (BIP), se proponía...anudar lo que venía de Osar Masotta con lo que se había generado a partir del viaje de Jacques Lacan a Venezuela”. Es el fin del verano porteño del 92’ y a dos meses de la fundación de la EOL, Jacques-Alain Miller dicta la clase inaugural del Centro Descartes, plantea un debate sobre los dispositivos de carteles y pases y señala al Centro como el lugar donde darlo, porque el Centro no es central en la Escuela, está al lado,  y  "... es más fácil debatir al lado que debatir en el centro”.  Si el lenguaje es performativo, en este caso, su arquitectura: un oxímoron.

MARZO FRANCÉS

Una cita de Tzara perteneciente al Manifiesto Dada, excéntrica por tratarse de una revista dedicada al (psico)análisis en la cultura, encabeza el editorial de la Descartes 8/9:  “El psicoanálisis es una enfermedad peligrosa, adormece las propensiones anti-reales del hombre y sistematiza la burguesía.  No hay una verdad última.”  En  Lacan saluda a Tristán Tzara (N°10), Germán García se dedica a contextualizar el 1980 lacaniano, para delinear interlocutores y coyuntura a través de un juego de espejos ( Señor A - Señor Aa,) y su reflejo en la escena local.  Del mismo modo que la cita de Tzara en el editorial anterior, este texto escrito en ese aquí y ahora ( verano del 92’), tiene como efecto la decepción de una espera.   En el mismo año de la fundación de la escuela: ¡"la disolución”!   Pero ya sabemos, la religión es la morada original del sentido.



CARTAS DE GUERRA
                           “La causa freudiana, no tiene más muebles que mi buzón.”    (Señor A,18 de marzo de 1980)

   “La oposición entre Dada y el surrealismo remite a un momento preciso y comparable al que Jacques Lacan había iniciado ...con su declaración de guerra: Delenda est.”, con ese planteo comienza Germán García Lacan saluda a Tristan Tzara.  En La aventura Dada, Georges Hugnet señala el fin del dadaísmo para no convertirse en tópico ni academicismo.   El punto cúlmine es el Congreso de París (1922).   En palabras de Tzara, el dilema podría ser planteado: Academia o Cabaret (el Cabaret Voltaire fue la cuna geográfica del dadaísmo).   Pero es claro que tal dilema no existe, porque para Tzara la academia es sinónimo de mercaderes de ideas  y acaparadores universitarios.  En sintonía, Eluard y Satie se refieren, de modo irónico, al gran congreso destinado a delimitar los alcances del arte moderno.
  Cinco años antes del Señor A (“Quizás en Vincennes”), Lacan organiza un programa (Lingüística, Lógica, Topología, Antifilosofía), en “una apuesta que no era la de Delenda, sino la apuesta universitaria”. Un discurso universitario despegado de una supuesta pretensión educativa.  Como Bernard Shaw que se vió obligado a suspender su “educación” justo cuando empezó la escuela.  En el caso de Shaw, el efecto chistoso radica en hacer de educación un antónimo de escuela.  De ese modo, la palabra educación adquiere otro sentido, más cercano al concepto freudiano de pulsión epistemofílica que a la pedagogía o al bronce universitario. .
  Sobre “el debate pendiente” y en referencia a la carta del 18 de marzo (Señor A), donde Lacan presenta el dispositivo de carteles, Germán García se pregunta de manera retórica (como el supuesto dilema de Tzara: academia o cabaret, y el chiste de Shaw),  si el cartel es un modo de enseñanza antieducativa.  Para rematar afirmando que enseñanza se opone a educación y que sólo una vez aparece la palabra saber en la Ornicar?1: “un saber anti...un saber que la educación quisiera jerarquizar.”



1914, UNA BOMBA
 Los años en los que Lacan dicta el Seminario 1 (1953-54) corresponden a la llamada “escisión” (Escisión, Excomunión, Disolución).  Función y campo de la palabra y el lenguaje y su informe escrito en el modo hablado o Discurso de Roma, funcionan como Manifiestos de la enseñanza lacaniana.  En el capítulo X del Seminario 1, Lacan trabaja la tópica de lo imaginario siguiendo la línea inaugurada por su enseñanza: leer a Freud bajo la grilla de su ternario.  Al comienzo de la clase, ubica Introducción al narcisismo en su contexto histórico, la guerra del 14: “resulta conmovedor pensar que en esa época Freud proseguía semejante elaboración”.  
  1914, también es época de escisión.  Freud rompe definitivamente con Jung (“psicología analítica”) y con Adler (“psicología individual”).   “Dos movimientos separatistas”, los llama.  En esa coyuntura, escribe Introducción al narcisismo  para responder a la polémica con Jung suscitada a raíz de la introversión de la líbido y su transformación general y edulcorada en interés psíquico.  En Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico, calificada por Freud en conversación epistolar con Fliess como una bomba (¡es la guerra!),  y publicada ese mismo año  en el Jahrbuch der Psychoanalyse, pone los puntos sobre la ies y termina con la navegación a dos aguas de los suizos, contrarias al psicoanálisis creado por él.  El punto de ruptura fundamental es la etiología sexual de las neurosis: la potente primordial melodía de las pulsiones V.S sus acordes culturales.   Si para Freud, la neurosis es infantil y la sexualidad perverso polimorfa, para los separatistas (“retrógrados ambos, cotejan el favor del público”), el precepto es borrar el pasado de un plumazo y poner el acento en…¡el conflicto actual!  A esta altura, no resulta notable la actualidad del conflicto actual, más allá del juego de palabras.  Su actualidad no es de época, es formulada por Freud bajo los términos de la resistencia: en los psicoanalistas puede ocurrir lo mismo que a los enfermos bajo análisis.   En el caso de Jung, “la prehistoria teológica”,  en el de Adler, “la prehistoria socialista”.
     Una cita de Goethe encabeza uno de los capítulos de Contribución…: “¡Abrevia!.  En el juicio final eso no es más que un cuesco”.   Los versos aluden a Satán enunciando una cantidad de cargos contra Napoleón.  Según Strachey: o están aplicadas por Freud  a  las críticas de sus oponentes, o a sí mismo por perder tiempo en esas críticas y  encima darles entidad.  Para decirlo en lenguaje bélico de época: por gastar pólvora en chimango.
  1914 es el año de Duelo y Melancolía, De guerra y muerte y Lo perecedero.  1980: “El duelo es un trabajo, es lo que se lee en Freud.  Es el que yo pido a los de la Escuela, que quieren quedarse conmigo por la causa freudiana”.   Delenda est.  

 OSCAR JUAN RENE
  
  Recientemente se publicó Miserere, la última novela de Germán García.  Según su   narrador,  Descartes formaba parte de una serie de publicaciones de la resistencia peronista.   Ese era el seudónimo que usaba Perón para escribir artículos políticos en un diario durante su segunda presidencia.  Al parecer, Perón se había enterado de que Descartes había firmado como “Señor Perón” en una transacción inmobiliaria, porque al parecer, ese era el nombre de una localidad de Francia.  
  ¿Qué hay de común y de propio en los nombres?   Entonces, adónde vas, preguntan los amigos legos: ¿al Descartes o al descartes?  “Cuando encontré el nombre de esta revista saludaba por encima del hombro a los que sabían que un presidente argentino había usado el apellido del filósofo para firmar sus opiniones regulares en un diario. Jugaba, también, con el uso oscilante que puede hacerse entre el nombre común y el nombre propio, provocaba de paso a los que se molestaban por la falta de consistencia del ser argentino.”

  Un nombre en común y mejor que prometer es desear.  En el caso de la 10,  el vacío (MU), alude a la presencia de una ausencia: no hay nombre propio en su portada, como sí lo había en los números anteriores.  “Pasamos de la exclamación !ah!, al objeto a, de la pasión primaria de la admiración a una lógica…”     Qué más decir: ¡ni mu!

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