Los textos que se presentan en este volumen recogen una excelente muestra de algo nuevo que surge en España, un vigoroso pensamiento con voz propia y libre de deudas con las venerables sombras del pasado. Sus autores no son precisamente un grupo de amigos, ni tampoco una generación, pero la coyuntura histórica y la fidelidad a cierto rigor del pensar les conforma como una constelación distinta y consolidada. A todos ellos, personajes clave en la cultura de la España actual, les agradecemos su generosidad para participar en este proyecto.
Es cierto que no hemos aprendido cerca de un Levinas, un Gadamer, un Croce. Por no hablar de Ortega y Unamuno, demasiado lejanos, las generaciones siguientes que culminan en Zambrano y Zubirí tuvieron que sufrir un exilio, interior o exterior, del cual en cierto modo nunca han vuelto (o lo han hecho demasiado tarde). Sin embargo, alguna ventaja tiene el hecho de que este país haya sufrido un traumático corte en la línea de su creación intelectual. Comenzar huérfanos de referencias cercanas nos hizo libres con respecto a cualquier tradición, a las maquinarias que tenían su arraigo en las distintas escuelas europeas (al respecto, es posible que sigamos compartiendo algo de la “distancia “ latinoamericana). Por tanto, nos obligó a beber un poco de todas ella. La dictadura por abajo fue torpe, así que nunca tuvimos tampoco serios problemas para seguir a Freud y Marx, a Nietzsche, a Heidegger, a Deleuze. Incluso en nuestro retiro se mantuvo cierta generosidad hispana, una hospitalidad con aquella heterodoxia que no siempre tiene fácil acomodo en el ordenado Occidente. De manera que el espacio cultural europeo, muy anterior y tal vez más sólido que el proyecto económico, ha servido como un marco para lo que se piensa en la península.
Aunque hay otros. Es posible que, como se ha dicho, España no haya sido una nación de filósofos en el sentido tradicional. A cambio, es difícil que la magnífica herencia de varias generaciones de pensadores y poetas (de Unamuno a Machado, de Bergamín a Larrea, Valente o Sanchez Ferlosio) no se prolongue en la carne de estos textos, en sus preocupaciones y tensión internas. Literaria, pictórica o poética, tengamos en cuenta por un momento la creación que impulsado un estado desgarrado en su identidad, todo aquello que se destila en una tierra fronteriza que siempre a mirado a Occidente desde el margen, con un pie en el estribo de partida, sea viaje de conquista o de huida.
La diversidad que ofrecen estas páginas obedece, por una parte, a toda esta herencia contradictoria. Por otra, a algo derivado y más actual, al hecho de vivir en un país de reciente “normalización”, incluso con una problemática unidad política y, por mucho que se nos diga lo contrario, una difícil inserción en Europa. Quizás la peculiaridad histórica de España, que aun se prolonga, otorgue cierto empuje adicional para pensar en el desgarro de la existencia contemporánea. Si creemos que la filosofía tiene poco que ver con una actividad del Estado, esa tardía normalización moderna no tendría por qué suponer un obstáculo insuperable. En un sentido radical, quizás todo pensar nace de las quiebras de la norma, del asombro que produce el exterior de una alteridad sin nombre. En cierto modo, una lejanía no “filosófica” (Lichtung, Extimidad) siempre ha sido el meollo del pensamiento.
Junto con un intermitente pathos del autodidacta (donde, más que el peso del aparato erudito, late la densidad ética y literaria del discurso), nos atrevemos a señalar dos características generales en la dispersión de estos textos que presentamos , algo en común tal vez ya anunciado en la repetición de ciertos nombres, en la práctica ausencia de otros. Por un lado, una intima relación con la dureza de la odontología y su imagen de lo irreparable. Por otro, y como consecuencia de lo anterior, cierto distanciamiento (melancólico o irónico) con respecto a la creencia tópicamente ilustrada en una solución histórica o política. En este punto, podemos decir que todos nosotros hemos vivido de algún modo la tragedia de lo impolítico. Fíjense en que aun cuando Hegel aparece, lo hace siempre de un modo oblicuo.
Madrid, abril de 1999
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