Reseña Descartes 22/23. El análisis en la cultura (2012) -Gabriela Rodriguez- #FRD30años

La objeción de la mujer.
El profesor Bram Dijkstra tituló Idolos de perversidad a un estudio sobre la imagen de la mujer en la cultura de fin de siglo. Allí, pasa revista a toda una iconografía misógina que infectó las artes y el pensamiento, en la que floreció una representación de la mujer identificada con una especie de “mala voluntad”, una actitud “intrínsecamente perversa”, “reacia por naturaleza”, en fin, la encarnación de una auténtica “maldad indómita”. Tales representaciones estéticas que perviven con más o menos fuerza, nos ponen frente a un planteo hegeliano, que también pudo ser calificado de misógino y que simplificado podría ser reseñado como sigue: 1- la comunidad devora la femineidad hasta disolverla, 2- en ese movimiento se crea en lo que oprime su enemigo interior que deviene principio hostil, 3- así la femineidad que retorna como ironía, altera… transforma… invierte...
Este planteo archi-retomado críticamente por los feminismos, aloja en su interior una frase que no solo da pie al enorme artículo “Antígona entre Hegel y feministas” de Graciela Musachi, sino que recorre cual fantasma, este número doble de la revista Descartes. Se trata de la metonimia que Hegel produjo para decir la femineidad: eterna-ironía-comunidad, que Musachi ausculta, acentuando el costado ironía, en su lazo con el romanticismo, vía Ernst Behler, del que extrae una definición cercana al Witz freudiano, un “arte sociable investido de una sublime urbanidad”, siguiendo el ardid de Friedrich Schlegel, quién convierte a la ironía en eso que hace “fluctuar” el enunciado, ahora vía Rüdiger Safranski. Pero en tanto esa ironía, eterna, se juega como paradoja que articula lo propio de la femineidad, las voces del feminismo acudirán a la cita argumentativa, Luce Irigaray, Celia Amorós, Seyla Benhabib, para “escupir” sobre Hegel, el patriarcado y la misoginia, según reza la corrección política, y/o hacer surgir “un resto fecundo” que hace objeción - Benhabib -.
La objeción de la mujer al edificio hegeliano emerge como un real en esa “otredad del otro” que “se rehúsa al malabar de la dialéctica”, un punto en el que Benhabib pudo coincidir con Jacques Alain Miller y por el que reclama para la femineidad la tarea de restaurar esa ironía en la comunidad. La italiana Carla Lonzi, a quién sumamos a la serie por haberse ocupado de Hegel y de la frase, puede ironizar incluso con el hecho de que la femineidad “eterna ironía de la comunidad” hiciera reír al pensador de lo universal, y ve, auspiciosa, en el feminismo, una manifestación de aquella ironía.         
El fantasma en cuestión vuelve a cobrar vida en la reseña de Beatriz Gez sobre el libro de Andreas Huyssen, Después de la gran división: modernismo, cultura de masas y posmodernismo, Gez se hace eco del interrogante con el que Huyssen lee Metrópolis, la película de Fritz Lang: “¿por qué el robot creado por el mago-inventor Rotwang, es presentado con la apariencia de una mujer?”. Digresión histórica mediante, la respuesta involucra la creciente percepción de la tecnología como una “amenaza demoníaca”, un “presagio de destrucción” “fuera de control”. Así el Maschinenmensch como mujer, cual electrodoméstico insumiso, es potador de una amenaza para la Metrópolis del Amo Fredersen, “en sus dos tipos ideales: la virgen y la vamp”. Otra vez la ironía, ahora la de Lang en el film, muestra como del intento de neutralizar el poder que emana de la virgen - quien elude la mirada del Amo al reunir a los trabajadores en las catacumbas -, retorna el peligro bajo la forma de la vamp fatal, que ahora se cierne sobre el entero sistema de Metrópolis.   
Las mujeres no se inquietan por categoría como las del poder y el saber, simples simplezas, ironiza Lacan en su Seminario, ellas detentan ¿un poder? que rebaza sin medida toda categoría. Es hablando de Queen Victoria, la biografía de Lytton Strachey reseñada por Juan Cruz Martínez Methol en este número, que Lacan “suena extrañamente hegeliano” - Musachi lo había señalado respecto del Freud del Malestar en la cultura -, cuando señala la ironía de que ellas podrán integrarse en las categorías del hombre, aunque Aún en tanto una-mujer, lo es sin medida respecto del universal y en una relación al inconsciente, menos trabada por eso.  
    Hojeando el ejemplar de esta revista descubrimos esas apariciones irónicas: la mujer-máquina con encantos de vamp insurgente, animada desde otra mujer santa, mensajera de las nupcias entre capital y trabajo, no menos amenazante que la primera, tal la María desdoblada de la Metrópolis de Fritz Lang. Una reina, cuya acción de mujer designa a una época con su nombre, y en discordia con lo que su nombre acuña puede encarnar el ideal de libertad, en la época de la renuncia, Queen Victoria de Lyton Strachey. Otra mujer, tironeada entre Hegel y feministas, la Antígona de Sófocles, que abre la vía de una eticidad, pasión inhumana de un ser al límite que disuelve toda conciliación. Figuraciones del irónico y eterno “principio femenino”, reunidas en este episodio de la revista Descartes en su análisis de la cultura.      

No hay comentarios.: