Lacan y la cultura filosófica
Lacan se apoyó profusamente en el pensamiento de ciertos filósofos para hacer avanzar su elucubración en el psicoanálisis. Este es un hecho en el que tal vez no se ha insistido lo suficiente. El llamado retorno a Freud, que Lacan encaró munido de las nuevas ciencias del lenguaje, incluyó también un original uso de la filosofía. Es de destacar que ese interés por la filosofía es incluso anterior a lo que él consideraba el inicio de su enseñanza. Así, por ejemplo en “Acerca de la causalidad psíquica” de 1946, conferencia dictada frente a psiquiatras, abunda en referencias filosóficas para apoyar su exposición: Hegel y su lectura por parte de Alexandre Kojève (cuyos famosos cursos sobre el filósofo alemán tendrían a Lacan entre sus asistentes); Descartes y su Nota secreta; la Fenomenología de la percepción de Merleau-Ponty; San Agustín; etc.
La consecuencia de este interés aparece brevemente referido en “La dirección de la cura”, cuando afirma que sus “adversarios” lo mandarían de vuelta a su metafísica por la aseveración de que el analista paga con “su ser”. Lo que sus adversarios (en La psychanalyse d’aujourd’hui) desconocen, en su “pretensión de contentarse con la eficacia”, es que al afirmar que un analista cura por lo que es, están trayendo de nuevo la cuestión del ser sin saberlo.
Este “sin saberlo” es mencionado en otra exposición, esta vez en un congreso de filosofía, publicada en los Escritos como “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”. “Ser filósofo” dice Lacan, “quiere decir interesarse en aquello en lo que está interesado todo el mundo sin saberlo”.
El filósofo está así un paso adelante respecto a “todo el mundo”, por el hecho de que sabe que hay algo ahí y pone a su pensamiento a trabajar en eso. El psicoanálisis da un giro más, como lo afirma Lacan cerca del final de su vida, cuando se refiere a su “ventaja sobre el hombre que piensa y no se da cuenta que, antes, habla, ventaja que no debo sino a mi experiencia.” Que “los no incautos yerran” no significa que no conviene estar advertido.
Así, la filosofía no figura en Lacan a título de recurso ilustrativo para transmitir mejor los conceptos del psicoanálisis, él hace una operación sobre las nociones: a veces un recorte, a veces una torsión, las lee desde una perspectiva distinta; la filosofía sufre una mutación en cuanto a sus fines y a la vez experimenta una inesperada renovación en sus propios campos de batalla.
La revista Descartes N°18 Lacan y la cultura filosófica propone elucidar esa constelación en particular. Organizada en cinco apartados: Sade/Kant/Bentham; Platón/Aristóteles/Descartes; Pascal/Leibniz/Spinoza; Kierkegaard/Nietzsche/ Wittgenstein y Kant/Hegel, los diversos autores combinan el desarrollo de temas filosóficos con la explicitación comentada de referencias de Lacan a filósofos a lo largo de su obra.
El texto de Graciela Fernandez “El cogito cartesiano: de la experiencia del vacío a la recomposición de la metafísica” tiene la virtud de presentar a René Descartes en lo vivo de su experiencia, en sus temores y sus estrategias, en la descripción de sus sueños, y sobre todo en la interpretación de los mismos que lo llevó a descubrir los fundamentos de una ciencia admirable. La convicción de que una ciencia tal existía, y que él mismo tenía que construirla, es lo que lo decidió a empezar totalmente de nuevo, como si nunca antes de él se hubiera filosofado. El proyecto de Descartes es empezar desde los fundamentos, es decir, desde nuevos fundamentos. El texto comenta, siguiendo la Meditaciones cartesianas, el proceso de aniquilamiento del mundo y luego de recomposición a partir de la pregunta ¿qué soy yo? .
La similitud del gesto inaugural de Descartes con el momento en que Freud confiesa haber
obtenido la revelación del misterio del sueño hace pensar en el lugar central de lo
inconciente en los “hombres de deseo”.
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