Reseña Descartes 19/20. El análisis en la cultura (2006) -Felix Chiaramonte- #FRD30años

EL VALOR DEL PSICOANÁLISIS. 

De un valor incalculable, por lo imprevisible que implica realizar una verdadera experiencia, el psicoanálisis transita  desde su Entrada en la Argentina un camino en el cual los testimonios forman parte de su verdad.
Luego de su institucionalización en 1942, pero ya inscripto en la cultura por lo menos desde 1910 con la mención de Germán Greve, encontramos  bajo  la impronta de Oscar Masotta, en un fragmento de Roberto Arlt, yo mismo, su reencuentro con los amigos  luego del infierno personal por la muerte de su padre. Un recorrido por la alienación, ya no como una noción, sino como aquella que subsiste en lo que comenta la realidad: la idea de destino. La muerte, la violencia, la locura, el hambre, el suicidio. Lo que nos determina. La política y el Saber. Los marxistas, el partido comunista y la reflexión sobre la militancia. La estructura o la conciencia. Un año, 1965.
Si veinte años no es nada para el Tango, para el Proyecto Descartes iniciado por Germán García junto a otros, es algo más: es intentar salir de la máscara cruel de la imbecilidad, que rige cualquier comunidad, hacia la gracia singular de cada uno. En un breve texto, prólogo con una cita magnifica de Georges Huguet, hace un verdadero pase con la magia atenuada de las palabras, es  decir, reinventarse con el paso del tiempo en alguien que desde la acción analítica promueve una institución, haciéndola surgir luego de la oscuridad  con la ubicuidad del murciélago de La Fontaine, sabiendo de los que se van y de los que vienen, discurriendo en un tiempo sin cambiar de conversación, produciendo un nuevo lugar, el de una nave orientada respecto de su deseo en transferencia con el psicoanálisis.
Número imperdible de esta Revista Descartes, lo he recomendado de memoria desde hace diez años por varios de sus artículos: el análisis incomparable de Estela Solano Suárez en las manos del artesano Lacan; la épica subjetiva analítica que para Ricardo  Piglia es esta atractiva empresa que nos hace sujetos trágicos de deseos extraordinarios en dramas profundísimos , que aún con ironía reconoce como algo que modela la experiencia; el fragmento de una novela de Graciela Avram, El destino de las almas, hecho de citas fallidas y una trama inquietante entre divanes con personajes  bien definidos ;  la amistosa nota de Horacio Etchegoyen -post encuentro con Jacques Alain Miller-, en donde puntualiza que para analizar hay que analizarse, con su testimonio y sus conclusiones políticas; las interesantes y comprometidas apuestas de la actriz Cristina Banegas reconociendo un trayecto con varios analistas que la ha convertido en una ferviente defensora del psicoanálisis; y la claridad de una verdadera selección de colegas en sus encuentros y recorridos con Freud y Lacan : Alicia Alonso, Claudia Castillo, Adriana Testa, Emilio Vaschetto, Marcelo Izaguirre, Cèsar Mazza, Daniela Escobar, Norma Barros, Patricia Blanch, Graciela Musachi, Guillermo Belaga, Hugo Freda, Juan Pablo Lucchelli, Gustavo Stiglitz, Elena Levy Yeyati, Enrique Acuña; más los especiales aportes extraterritoriales de Eduardo Grüner, Horacio García, Ricardo Coler, Juan José Becerra, Juan Carlos Stagnaro.
Una vez escribí algo de mi experiencia, que sumo a esta Revista porque supo inspirarme: El minuto a minuto del análisis: “Caminaba, muchos años después, con la convicción que transmite la angustia, hacia la dirección de ese maestro al que conocía por su clase. Estilo inigualable, perfil polémico en los debates culturales, escritor prohibido en una de las desgraciadas dictaduras, analista de vanguardia.
Él configuraba unas características que lo hacían vector de una transferencia por el psicoanálisis. Golpear su puerta, en la que simplemente estaban su nombre y apellido en un metal dorado, era el comienzo de una aventura con un final por descubrir.
Nuevamente el sudor de la incertidumbre y su figura anudada a unas palabras que enunciaban un límite en el tiempo: -lo siento, llegaste fuera de horario, dijimos siete y veinte, y son las ocho y veinte-. Por un instante el mundo se venía abajo, pero algo irrumpió como un decir más allá de sí mismo: -déme un minuto y le cuento lo que me pasa-. La decisión era del tamaño de la angustia, una fractura del ser de la imagen, una posibilidad de decir algunas frases con tropiezos que encriptaban un sufrimiento. Otra vez la prisa, las idas y vueltas del amor, de nuevo una política que causa.
Abrió la puerta. Para quien comenzó a hablar,  se trataba de un encuentro propicio, a partir de un silencio que se prestó a lo real del asunto. Las preguntas analíticas eran afirmaciones que relanzarían el deseo.
Era otro comienzo. Uno verdadero. El de los principios, el que se dirige hacia un final que está en el horizonte ético de una práctica que, puedo asegurar, no es como las demás”.

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